Mi última voluntad

Autor: MafeLovesTwilight
Género: Romance
Fecha Creación: 11/08/2009
Fecha Actualización: 30/06/2012
Finalizado: SI
Votos: 59
Comentarios: 253
Visitas: 255217
Capítulos: 44

¡FIC FINALIZADO!

 

Mi vista se volvía nítida de nuevo y me encontraba en una habitación llena de mucha claridad.

Noté la aparición de una luz blanca. Un quirófano. Edward entraba con una bata azul y con dolor en su rostro. Caminaba lentamente hacia mí, viendo a la altura de mi cintura, pero no parecía verme a mí, parecía ver algo más… Algo a través de mí.

-Bella…-Habló entrecortadamente. Suspiró en manera de intento de tranquilizarse.

-¿Qué pasa?-Le pregunté dulcemente. Traté de acercarme, pero no podía, y no sabía por qué. Aunque estaba a menos de un paso de mí, no me veía.

Tomó una silla y se sentó a mi lado. Lo que no entendía es que me hablaba, pero estaba lateral a mí y viendo a mis espaldas.

-Bella, bella… mi amor, despierta.-Alzó su mano y la colocó sobre una camilla que estaba detrás de mí. Alguien reposaba en ella.

-Estoy aquí, Edward-Susurré sin voltear totalmente, evitando encontrarme con el ser que nos acompañaba.

-Tú sólo estás dormida.-Inquirió dudoso.- Ya te extraño amor mío, tienes una vida que seguir, tienes a muchas personas que te aman, y a muchas que debes cuidar-Estaba sollozando y su voz se trancaba. – ¿Cómo me haces esto? ¿Cómo te atreves a dejarme? Tú me habías prometido, tú te quedarías… tu me prometiste que nunca me ibas a dejar.

No sabía si lo que veía era posible, pero lo que estaba viendo era algo más que real, sobrepasaba los límites de mis creencias. Edward lloraba a mi lado, y yo me rehusaba a voltear mi mirada.

No podía contener las ganas de gritarle que ahí estaba, que yo me quedaría con él. Salté a sus brazos, pero no conseguí más que caer al suelo. Me levanté quedando de la misma manera en la que se sentaba él, mirando hacia lo mismo que veía él.

Yo descansaba sobre esa camilla. Mis ojos estaban cerrados… y estaba sin vida.

-Bella, mi amor mírame, aquí estoy…-No paraba de llorar, su respiración se cortaba entre los sollozos.-Bella, levántate mi vida, párate por favor.-Apoyó su rostro sobre mí pecho y no dejó de llorar jamás mientras esa dolorosa imagen se oscurecía.

Tenía el corazón hecho pedazos.

Desde hacía cinco años, mi vida no era normal, yo no era normal, algo había hecho esto, había cambiado mi propósito y la visión de la vida.  No sabía que me esperaba en Forks, pero algo en mí, me decía que, algo iba a ser diferente.

Mejor…

Me llamo Isabella Swan, y ésta es mi historia…

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Capítulo 22: La Gran Manzana

Cuando tomé mi teléfono celular, empezó a sonar repentinamente. ¿Es que Jacob leyó mi mente? No era Jacob, era Alice.

-¿Alice?-Pregunté con duda. ¿Para qué querría ella llamarme?

-Bella… ¿Estás bien?-Sonaba muy preocupada.

-De hecho…. –Me quedé fría- ¿Por qué llamas? ¿Pasa algo?-Cambié el tema.

Calló un momento pero después regresó al teléfono.

-Necesito que seas sincera Bella, ¿No pasa nada? ¿Todo está bien?-Empecé a sentirme un poco presionada.

-En realidad… tuve unos problemas en la mañana, pero nada fuera de lo normal.-Mentí, en cierto modo.

-Es que… tuve una visión, no fue nada agradable. Te molestaban unos cuantos chicos de último año y no parecías feliz, pero después te vi palideciendo y sudando. ¿Segura que te encuentras bien?-Hablaba con voz muy baja.

Esto me preocupo a mí también porque sus visiones aunque no eran precisas ni seguras, eran muy probables a menos de que yo cambiara de parecer. Pero como hacerlo sin saber lo que iba a hacer después. La mejor idea era la que tenía de irme con Jacob de ese lugar lleno de gente curiosa. Me extrañaba que por parte de Edward no hubiera preocupación alguna

-Tranquila Alice, no tienes nada de que preocuparte. De todas maneras, para que estés mas tranquila, me iré a mi casa ahora mismo.-No di los detalles de quién me llevaría para no distorsionarla.

-Eso sería mucho mejor, ojala podríamos estar ahí. Edward está sumamente preocupado por ti, jamás lo había visto con tantas ganas de regresar a Forks. Obviamente no le hable de mi visión, porque eso sería lo peor, sólo le dije que llamaría para preguntar si todo iba bien.-Me explicó-Cuídate, estaremos allá en unas pocas horas.-Colgó el teléfono.

Me dispuse a marcar los dígitos del celular de Jacob, antes de que me empezara a sentir mal.

-Podrías pasar buscándome por favor.-Dije desesperadamente por intuición, aunque mi cuerpo aún no empezaba a sentirse…
Espera.


Más mareos.


-Bella, disculpa, estoy a punto de presentar una importante prueba. ¿Te importa si te busco en una media hora?-Mis manos sudaban y empecé a sentir pesadez en los ojos.

-Tran… Tranquilo-Alcancé a decir con esfuerzo. Las gotas bajaban lentamente por mi frente, aunque el frío que hacía era suficiente cómo para depender de un sweater.

Colgó el teléfono después de que escuche un llamado de atención entre el bullicio que se escuchaba en su salón.

Recosté la espalda al tronco y mis piernas reposaron en la húmeda y verdosa grama. Respiré hondo repetidas veces, tenía esperanzas en que la circulación del aire por mis pulmones, mejoraría mis mareos. Sólo me mantenían despierta. Si llegaba a intentar colocarme de pie, el mundo se me voltearía de cabeza.

Vamos, unos cuantos minutos.-Pensé.

La gente empezaba a regresar a los salones después de clase, y yo los veía con exagerado esfuerzo. Todos posaban sus miradas en mí y hacían muecas de lástima. Me molestaban muchísimo esas expresiones, pero por más muerta que me veía, ninguno tuvo el coraje de acercarse a preguntarme si estaba bien o si necesitaba algo. Necesitaba llegar a mi casa urgente, acostarme en mi cama, descansar un rato, sería una buena salida. Estaba soñolienta.


Empezaba a sentir calor. Agonizante, débil.

Después del calor sentí una escalofriante ráfaga de aire helado. Me recorrió de arriba para abajo y los sonidos y ruidos a mí alrededor, fueron desapareciendo, sólo quedaban los latidos de mi corazón y un zumbido chillón en mis oídos. Mis ojos se cerraron lentamente y caí dormida en el suelo...


Después del calor sentí una escalofriante ráfaga de aire helado. Me recorrió de arriba para abajo y los sonidos y ruidos a mí alrededor, fueron desapareciendo, sólo quedaban los latidos de mi corazón y un zumbido chillón en mis oídos. Mis ojos se cerraron lentamente y caí dormida en el suelo.


Descansé cómo si hubiera hecho un triatlón por muchas horas, dormí como una bebe. El aire olía a madera y bosque, la temperatura era agradable, a diferencia de la que sentía antes de quedarme dormida, que era muy incómoda.

Cuando abrí los ojos me encontré en un lugar que no reconocía. Sentía que había estado ahí antes pero, en realidad…


¿Dónde me encontraba?

-¿Bella? Ya despertaste. –Jake Suspiró de alivio, pero no se quitó la preocupación en su cara.

-¿Dónde estoy?-Pregunté desconcertada.

-Estamos en mi habitación.

-¡¿Y cómo se supone que llegué aquí?!-Me alteré.

-Edward me llamó, muy alterado por cierto, y me preguntó por ti. Por supuesto me preocupé y le dije que te iría a buscar al colegio, el gruñó y seguidamente me colgó el teléfono. Salí disparado al colegio y cuando estaba en la vía, de tu celular me llamó una tal Ángela y empezaba a hablar desesperadamente y sollozaba, cuando se calmó, me dijo que tú estabas inconsciente en la enfermería. Al llegar, una suplente del doctor que tenías fiebre normal así que te traje a mi casa para cuidarte. Ya Charlie y Reneé están enterados, pero aún no saben que estás consciente.

-¿Y Edward?-Pregunté con decepción de que no estuviera a mi lado.

-Está haciendo tus maletas para irse lo más pronto posible a New York, viene a buscarte en unos minutos.-Me calmó.-
¿Quieres que te traiga algo?

La sed que ardía y me irritaba la garganta no era nada normal.

-Un vaso con agua estaría perfecto. -Sonreí tímidamente y con su ayuda me senté en la cama y el colocó unas almohadas en mi costado para apoyarme.

-Bueno, intentaré hacerte comida. Debes estar muriendo de hambre.

No me alcanzó a decirle que lo menos que tenía era hambre, cuando a había salido disparado por la puerta…

Los platos sonaban ruidosamente en la cocina, lo escuché hablando solo en voz baja.

Empezaba a fastidiarme de estar inmóvil. Por la ventana llovía a cántaros. Ahora hacía un poco de frío. Quería hablar con mi
madre si es que no la vería antes de irme a New York. Busqué mi celular entre las almohadas, la sábana, pero no encontraba nada. Volteé a ver en un estante de madera que se encontraba al lado izquierdo de la cama y entre las cosas encontré un papel escrito a computadora. Siempre tuve la curiosidad de saber el nivel académico de Jacob, sabía que era inteligente, pero parecía extremadamente flojo. Leí la primera línea:

“Hospital General de Forks”

Mi ánimo cambio de simple curiosidad a preocupación. Seguí leyendo y lo que salían eran una serie de resultados. Con mis conocimientos en medicina, eso era una prueba de sangre, pero profunda, más costosas que las normales. Recordé el día antes de san Valentín… El estaba ahí haciéndose las pruebas de sangre que había dicho que eran para su colegio. Suspiré aliviada y la deje encima de mis piernas. Escuché los firmes pasos de Jacob, acercándose por el pasillo…

-No sabía que en tu colegio eran tan exigentes en materia de salud.-Inquirí con una media sonrisa por su detalle de traerme a la cama, unas rodajas de manzana en un plato con una bandeja.

Se quedó perplejo, vio el papel en mis piernas y lo recogió rápidamente.

-Ah si, en eso si son muy fastidiosos. No quieren tener ningún enfermo.-Agregó con despreocupación y metió el papel arrugado en el bolsillo trasero de sus pantalones.-Espero que te guste la manzana, si no, en la cocina quedan otras frutas…

-No, tranquilo.-Lo calmé y llevé un trozo a mi boca.-Gracias.-Dije apenada.

-Edward no debe tardar en venir. Me llamó unos segundos después que salí a buscar tu comida.

-Ah, quizá debería alistarme. ¿Sabes donde está mi teléfono? Me gustaría llamar a Charlie y a Reneé, antes de irme…

-Claro, está por aquí.-Rebuscó entre sus bolsillos y después me lo entregó. Marqué el teléfono rápido y no dio tiempo de que sonara el primer tono cuando ya mi padre estaba contestando.

-¿Jacob? ¿Qué paso? ¿Le pasó algo a Bella?-Habló rápido y desesperado.

-No, papá…-Aun seguía diciendo cosas sin parar, así que lo tranquilicé- Papá, soy yo. Me encuentro bien. Creo que sólo fue una fiebre normal.

-Oh, Bella. Hija, tu madre y yo hemos estado tan preocupados por ti. ¿Por qué no nos dijiste que te sentías mal en la mañana?

-De hecho, empecé a sentirme mal a la hora del receso de la mañana. Pero ya me siento mejor, Jacob me ha atendido de maravilla.-Le guiñé el ojo y el rió en voz baja.

-Más le vale. Ya hable con el Dr. Carlisle, dice que no me preocupe por ahora, que lo mejor es que vayas pronto a un
médico especializado para que te receten unas nuevas pastillas.

-Ah cierto, ésta vez si me las voy a tomar.-Le aseguré.

En el fondo mi madre le reclamaba, quería hablar conmigo y oí cuando lo hizo.

-No sabes lo irresponsables que nos sentimos, quisiéramos viajar contigo, pero estamos muy llenos de trabajo. Además, será lo mismo que nos han dicho tantas veces… Me dolerá demasiado oírlo una vez más. Sólo espero que ésta vez Edward te ayude a conseguir esa esperanza que no ha perdido.-Habló entre sollozos.

-Quédate tranquila, estaremos en contacto. Mándale un beso a Charlie, los quiero.-Hablé con nostalgia, cómo si tuviera el corazón en la garganta, quería despedirme de ellos.

-Por favor, no dejes de llamar. Te queremos, hija.-Colgó el teléfono y me partió el corazón escucharla en ese estado.

En estos casos, los mas cercanos a mi, pensaban que ellos eran los que más sufrían. Se equivocaban por completo, porque
yo sufría física y emocionalmente, al verlos a ellos tan preocupados por mi, y yo sin poder hacer nada por cambiarlo.

Alguien tocó la puerta, muy fuertemente.

-¿Dónde está tu papá?-Pregunté levantándome exaltada.

-Está donde los Clearwater, es Edward.-Se volteó y salió del cuarto al escuchar otro par de golpes a la puerta.

-¿Dónde está Bella?-Se escuchaba exaltado.

-Está en el cuarto, tranquilízate, ya está bien.-Hablaba con voz pacífica y calmante.

Uno de los dos empezó a caminar hacia el cuarto rápidamente, y supuse que era Edward. Después lo siguieron un par de pasos más.

-¿Qué pasa Edward?-Jacob susurró bajito, pero con lo cerca que estaban, lo pude escuchar.

La puerta que estaba medio abierta, se abrió completamente, pegó contra la pared. Ahí estaba, un día sin el, eso no podía pasar. Sus ojos brillaban con el dorado que tanto extrañaba, se notaba dolor y tristeza en su expresión. Pero parecía apenado más que todo. Pasaron unos segundos y no se movía de ese sitio. Jake quedó esperando atrás, al igual que yo esperaba que se me acercara y por lo menos me saludara.

Reaccionó y me abrazó rápidamente. Me tomó entre sus brazos cómo que si no tenía intenciones de soltarme.

-Ves que no podemos estar separados.-Murmuré en su oído.

-Bella, tenemos que irnos ya.-Me dolió que haya ignorado mis palabras. Pero se veía aún preocupado, como si la persona a la que estaba abrazando no era Isabella Swan. Como si tuviera otra cosa en la mente.

-Ya sé, pero no te preocupes, ya me siento mejor.-Traté de calmarlo, pero mis palabras parecieron carecer de significado.

Se llevó la mano al bolsillo y sacó una pequeña caja de antibiótico en pastillas. Tomó el vaso con agua que había dejado Jacob en la mesa. Sacó dos pequeñas pastillas y extendió sus manos hacia mí.

-Necesito que tomes esto.-Suplicó.-Alice ha tenido otra visión, y no creo que por una simple fiebre puedas volver a desmayar.

Me quedé fría y vi en la cara de los dos hombres que se encontraban en la habitación, el miedo.

Tomé la pastilla rápido y quité la sábana encima de mis piernas. Edward me ayudó a colocarme los zapatos y todos seguíamos en silencio.

-Será un viaje largo. Diles a Charlie y a Reneé que no se preocupen, en cuanto lleguemos, les avisamos.-Le dijo Edward firme y seriamente a Jacob.

-Seguro.-Asintió una vez y se dirigió hacia mí.-Cuídate mucho, estaremos esperando por ti.-Besó dulcemente mi frente. Sus labios eran calientes en comparación con los de Edward.

-Gracias por todo, nos vemos pronto.-Sonreí con esfuerzo y tomé la mano de Edward, para tomar un camino sin riendas, ni mapa.


No sabíamos que nos esperaba en New York, pero llevaba mis esperanzas en lo más alto.



Todo el camino al aeropuerto de Phoenix, permaneció callado. No parecía feliz, pero tampoco estaba molesto. Cada vez que me quedaba viendo su pétrea facción volteaba como si le incomodara, pero después me dedicaba esa sonrisa de lado que acelera mi corazón. Cada vez que volteaba hacia mi, me hacia sonrojarme y reía bajito. El conductor del taxi que nos llevaba, miraba una que otra vez por el retrovisor. Seguramente el estaría acostumbrado a tener éstos viajes de dos horas aproximadamente, con pasajeros que al menos hablaban. Y yo por mi lado no quería sacar ningún tema de conversación, por no molestar a Edward, si no me había hablado es que no tenía ganas de hacerlo. Mientras los minutos pasaban, dejaba Forks, los árboles por mi ventana se volvían repetitivos, llegué a un punto cuando ya no podía seguir viendo a la ventana porque me mareaba y la cabeza me daba vueltas.

Este era uno de los momentos cuando tenía tanta necesidad de oír algo, que tenía ganas de saltar al asiento delantero para encender la radio. La imagen pasó un momento por mi mente y me reí bajito, asimilando la idea de que me burlaba de algo estúpido y que estaba llegando al tope de mi desesperación.

Volteé lentamente hacia Edward, con la disposición a hablarle en alto. Cuando abrí mi boca para articular una palabra, el tomó mi mano, aún con la vista fija en los árboles.

-¿En qué piensas?-Preguntó volviéndose hacia mí.

-Pienso en como averiguar la razón de tu silencio.-Comenté bajito para que los ojos que me veían por el retrovisor, no me escucharan.

Me dedicó una sonrisa.

-He estado analizando cuán estúpido e inútil fui al dejarte sola.

-No tienes porqué insultarte.

-Si tengo, y debo. Por suponer que nada malo pasaría, ahora nos vemos en necesidad de emergencia.-La frialdad de sus
palabras me congeló.

-¿A qué te refieres con emergencia?-Pregunté desconcertada.

-Carlisle hizo unas llamadas, tu cita fue adelantada para mañana en la mañana. Llegaremos en la noche y desempacaremos nuestras cosas. No tendremos tiempo de conocer ni hacer Turismo… Tenía unos planes previstos para mañana, porque tu cita era dentro de tres días, pero por los acontecimientos, lamentablemente tendré que cancelarlos. Lo siento. Prometo planear algo para cuando salgamos de todo esto.

-¿Planes?

-Si, unas cuantas Cenas. Paseos por Manhattan y algunos parques. Entre otras cosas…

-En referencia a lo de las cenas, sería una cena para mí nada más.-Bromeé tratando de animarlo.

-Tienes toda la razón.-Sonrió y tocó suavemente mi mejilla.- ¿Te sientes bien?

-Me sentía bien…-Sus ojos se crisparon de miedo y preocupación.-Pero ahora que tu estas aquí, me siento mas que perfecta.

-No juegues así.-Inquirió con molestia fingida. Pero después cambió su expresión. Buscó algo entre sus bolsillos y sacó un
folleto y su celular. El folleto quedó reposando en sus piernas y el marcaba el número que aparecía en el pie de la hoja.

Miré con curiosidad a ver que traía entre manos. Pensé que había visto borroso, o había leído mal, pero después de frotar varias veces mis ojos, me di cuenta de que era cierto.

-¿El Plaza?-Ahora la que estaba crispada del miedo era yo. El Plaza, uno de los hoteles más caros y lujosos. De los que salían en la TV, comerciales, revistas… tantas cosas, que por más que yo no prestara atención, era inevitable saber de ese Hotel.


Me miró y empezó a hablar con alguien. Dijo algo de reservaciones y otra cosa que no puse cuidado en escuchar. Me guiñó el ojo y siguió hablando…


-¿A qué te refieres con que nos vamos a quedar…?-Hablé en un tono bajito, pero aún así expresaba un poco de desconcierto.

Aunque seguía hablando por teléfono, me quedó viendo y volvió a su conversación con una sonrisa como de satisfacción.

Estaba feliz de verme traumada por haber conceptuado la idea de que Edward gastaría demasiado dinero para algo que simplemente no lo requiere. Nos vamos a quedar unos pocos días, ¿Es muy difícil quedarnos en cualquier hotel?

Se despidió educadamente y cerró su celular de un tiro. Se volteó hacia mí.

-¿Decías?-Siguió con su sonrisa de orgullo.

-¿Qué se supone que estaba pasando por tu mente cuando decidiste esto?-Tomé el folleto de sus piernas y mi expresión era
molesta, sin embargo a el parecía causarle gracia.

-Me estaba pasando… Nada.-Comentó con despreocupación.

-¿Sabes el precio de cualquiera de éstas habitaciones? Me refiero…-Se me enredaban las palabras.- ¿Cómo se te ocurre? Es algo exagerado, en serio.

-¿De qué te preocupas? No es tan caro…

-Claro, porque tú no tienes dinero.-Inquirí con ironía.

-¿Acaso tu vas a pagar algo?

-Por eso lo digo Edward Cullen, no traigo tanto dinero… -De hecho, ni siquiera sabía si a Edward se le había ocurrido colocar mi billetera en la maleta.-Ni siquiera sé si traje dinero.

Soltó una risotada.

-Creo que al que se le zafó un tornillo aquí, no fue precisamente a mí.-Colocó los ojos en blanco, en forma de burla.

-¿A qué te refieres?

-Creo que no has entendido las reglas del juego.-Habló seriamente.-Mira, te explico: Tú me acompañas, yo pago todo y lo único que debes hacer es hacerte los exámenes. Es sencillo.

Lo miré con los ojos entrecerrados.

-Eres muy gracioso.-Puse cara de pocos amigos.- Está bien, tienes razón en esa parte. Lo que no entiendo es la necesidad de pagar un Hotel tan caro,
cuando podemos quedarnos en cualquiera, que sea más sencillo, y que no tengas que pagar tanto.

-¿Quieres que cambié las habitaciones a unas más sencillas?-Preguntó con duda y tomó en celular de nuevo, con intenciones de marcar un número.

Un momento. Eso no estaba en mis planes.

“Las” habitaciones, no “La” habitación. Había escogido dos habitaciones, separadas… Se me formó un vacio en el estómago.

Empezó a dudar de mi repentino silencio, así que decidí seguir la conversación.

-No quiero que pagues una habitación tan cara.

-Quiero que te sientas cómoda, además, quiero que conozcas ese hotel. Hace unos cuantos años atrás, dos colegas de
Carlisle se casaban. La boda la realizaron en ese hotel y pues, nos pareció tan elegante y lujoso que decidimos tomar unas pequeñas vacaciones. La atención es incomparable, de verdad te va a gustar.

La idea sonaba tentadora, pero lo que rompía mi sueño era el “par” de habitaciones. No tenía sentido. Edward no dormía.

¿Para qué querría una cama aparte?

Recuerdo perfectamente el día que dijo que le encantaba verme dormir.

-Bueno, está bien. Que conste que yo no estaba de acuerdo.

Asintió una vez, sosteniendo una risa.


Ahora la que permaneció callada fui yo. Desde el momento de la separación de vínculos, mientras pagaba el taxi, bajaba las maletas, hacíamos el Check-In… Me comportaba en estado automático, me encontraba sumida en mis pensamientos y en la depresión.

Cuando entregamos nuestro Boarding Pass para pasar a la sala de espera, ya que nuestro avión se había retrasado unas horas-Lo que me faltaba-, el se percató de mi ánimo.

-¿Te pasa algo?-Dijo sin verme fijo a los ojos, como solía hacerlo cuando estaba preocupado.

-No, sólo…-Quedé pensativa en alguna excusa.

-¿Te sientes mal?-Ahora usó su actitud preocupada.

-No.

-Sé que te pasa algo, necesito que seas sincera. Se considerada de que no me puedo adentrar en tus pensamientos.

-Y si pudieras ¿Lo harías?-Pregunté aún dolida.

-No, si me pidieras que no lo hiciera. Yo entiendo que quieras tener privacidad, pero en éstos casos de necesidad lo haría sin pensarlo.-Me ofendió su falta de educación.-Sólo porque lo que más me importa es que estés bien, que seas feliz. Ese es el propósito que me he propuesto desde que estamos juntos. No lo haría con ninguna otra intención.

Me retracté de lo que había pensado hace dos segundos atrás.

-Ah, entiendo.-Nunca lograba decir lo que en realidad quería decir, porque cuando el se expresaba de esa forma me dejaba
sin habla.

Pasamos a la sala, me estaba muriendo del hambre. El viaje en taxi se hizo eterno, y no sobreviviría al avión si no comía algo ahora.


Edward estaba sentado de manera despreocupada, mientras leía el folleto del hotel de nuevo.

-Voy a comprar algo para comer. ¿Dónde colocaste mi billetera?-Le pregunté.

Se levantó de su silla y me miró con curiosidad, luego colocó sus brazos sobre mis hombros y delicadamente me colocó de nuevo en mi puesto.

-¿Qué quieres que compre?

-No te preocupes, yo…

-¿Qué quieres que compre?-Volvió a preguntar sin dejar a un lado su tono educado.

-Eso es lo que no sé, quiero ver que se me antoja.

-Bueno, está bien.-Metió su mano en el bolsillo y me dio su billetera.

-Pedí mi cartera, no la tuya.

Se quedó viéndome, pero sin articular ninguna palabra. Al final, me di por vencido, las tripas hacían un concierto en mi estómago así que me encaminé a la cafetería.

Compré lo primero que vi. Me senté de nuevo a su lado y empezamos a conversar acerca de aviones y accidentes aéreos. El
habló de muchas experiencias donde el estaba a bordo y decían que había una bomba, pero gracias a su habilidad, el sabía el autor de tal estupidez y la falta de gracia que tenían sus bromas. Me aterró un poco el tema de los aviones, así que el me
preguntó acerca de la escuela.

-Cuando estábamos de caza, Alice vio cosas que me parecieron extrañas, pero no les presté atención porque me interesaba saber más lo de tu salud, por eso la presioné a que te llamara. No podía estar tranquilo si tu no estabas bien.-Su voz se volvió dolorosa.-Pero ahora que puedo, quiero preguntarte varias cosas, pero principalmente ¿Por qué le mentiste a Alice?

-No le mentí, de hecho todo lo que ella vio que me sucedía, ocurrió justamente cuando colgué el teléfono. Me empecé a sentir mareada.-Mentí en cierta parte, antes de eso ya sabía que algo andaba mal, pero si le confesaba eso, se molestaría.

-Ah, entiendo. Aún sigo pensando que no puedo estar sin ti.

Hice un gesto de pena y el sonrió, pero después se enserió de nuevo.

-La otra cosa que me pareció curiosa fue el hecho de verte hablando con los del equipo de fútbol.-Habló en tono serio.

-Ah, eso.-Hice un gesto de incomodidad ante el recuerdo de todos esos ojos posados en mí.

-Si, eso. ¿Quieres hablarme de ello? ¿Te pidieron algo?

Celos. De nuevo.

-¿Estás celoso?-Intenté burlarme de él, para olvidar el lado oscuro del tema.

Bufó.

-No. Sólo preguntaba, pero si no me quieres contar…

-No, si quiero.-Me mordí el labio con duda, podría reaccionar de una mala forma, pero si no se enteraba, iba a estar con el remordimiento de consciencia de que nunca se lo dije.-Promete que no vas a reaccionar mal.

-¿Tendría por qué?-Pareció sorprendido, y ofendido… Ya sé hacia donde se habían encaminado sus pensamientos.

-No, no, no, no.-Hablé desesperadamente.-No tendrías que molestarte conmigo, yo no hice nada malo, sólo para que sepas.
Además, ¿Cómo se te ocurre que yo…? Sabes que no quiero estar con más nadie que no sea contigo.

Me miró extrañado.

-Jamás pasó por mi mente algo así, sólo me extrañó la idea de que tendría que molestarme. Ahora debes decirme lo que paso.-Me presionó.

-Bueno… no era un día normal, desde el momento que me levanté sabía que algo iba a estar fuera de su lugar, apartando la idea de que no estarías conmigo. Cuando llegué a la escuela me sentí tal cual como el primer día, todo el mundo me veía pero sus expresiones eran distintas.

-¿Cómo distintas?-Preguntó con mucha curiosidad, estaba realmente atento.

-No sé, parecían de lástima y tristeza, pero algunas personas me veían en son de burla. Era muy extraño de verdad.-Expliqué.-Pero después pasó algo que me confundió mucho más.-Le conté lo que Ángela me había dicho y puso la misma cara que yo en ese momento, ¿Qué está pasando aquí? ¿La gente se volvió loca?

-¿Y eso fue todo? ¿Ella lloró sin razón y ya? ¿Qué pasa con los tipos esos?-Casi escupió las palabras al hacer la ultima pregunta.

-Después decidí llamar a Jake, porque lo había entendido todo mientras caminaba por el pasillo…-Bajé mi mirada.

-¿Qué entendiste, Bella? No entiendo.

Subí mi vista de nuevo.

-Todos se enteraron de mi enfermedad…-No sostuve las ganas, y las lágrimas aparecieron en mis ojos y lo abracé fuerte, escondiendo mi cara en su pecho.

Nos quedamos así unos minutos. No me había dado cuenta lo mal que eso me hacía sentir y aunque era algo relativo, para mi era algo más difícil. Mi propósito de viaje era ese, terminar con esto de una vez por todas. Poder decidir que iba a hacer con mi vida, hablar con Edward.

El acariciaba mi pelo, tratando de calmarme.

-No sé por qué, pero esto me deprime tanto.-Lo miré a los ojos, aún con los míos llenos de lágrimas.

-Tranquila, ¿Pero cómo se enteraron todos?

-Jessica Stanley.-Dije su nombre con resentimiento.

-¿Y cómo fue que ella se enteró? ¿Para qué querría contarles eso a todos? Esa niña tiene problemas mentales.

-Pues es una entrometida.-Sequé mis lágrimas y mi ánimo cambió repentinamente a rabia.- ¿Sabes lo que hizo? Decidió
curiosear por la carpeta de inasistencias, porque según “tenía curiosidad de saber la razón de mis ausencias en Educación Física”-Imité la voz de una niña pedante y malcriada.- Y se lo dijo a todo el mundo porque pensó que chismoseando eso, se haría popular. Entonces es aquí cuando entran los chicos de Futbol.-Ahora no tenía miedo de hablar de ellos, lo máximo que podía hacer Edward era molestarse… creo.

-Sigue.

-Bueno, yo aún no sabía quien era la persona que había divulgado… eso. Ellos empezaron a fastidiarme, diciendo cosas como: “¿Tú eres la enfermita?” o algo así. Ya me estaban sacando de mis casillas cuando uno dijo “¿Quieres salir conmigo?

Ah, no. Verdad que estás enferma.”.

-¿Eso dijeron?-Dijo Edward frunciendo el ceño.

En respuesta asentí lentamente.


Cerró sus ojos lentamente, bajo la cabeza e inspiró profundamente. Escuché como en su pecho se concentraba un sonido de rabia e ira.

Un sonido de rompimiento me distrajo, cuando vi el respaldo del brazo, que estaba posado en el asiento de al lado. Lo había roto.


-Te lo juro que los voy a matar.

Capítulo 21: Viaje a la Realidad Capítulo 23: Luces de la 5ta Avenida

 


 


 
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