Después de cenar ayudé a Logan a preparar el sofá como su cama, metiendo las sabanas alrededor de los cojines. Habíamos compartido mi cama después de su pesadilla, pero me pareció que no era un buen hábito al que acostumbrarse, y Logan parecía preferir el sofá. Extendí el edredón encima y añadí una almohada mientras él doblaba sus vaqueros y su camisa recién lavados y planchados.
—Necesito conseguir algo de ropa mañana. Todavía tengo el dinero que me diste. No te preocupes.
—No estaba preocupada. —Le sonreí—. Pero probablemente es una buena idea. No te recomendaría usar esa ropa fuera de casa. —Lo miré de arriba abajo, señalando mi punto.
Estaba vestido con la camiseta más grande que tenía, talle medio de mujer de una carrera de cinco kilómetros que corrí el verano pasado. Era de color rosa, se aferraba a sus bíceps y a su pecho y se extendía solo hasta la parte superior de su cintura. Por lo menos los calzoncillos parecían encajar bien. Se los había robado a Alice después de una fiesta de pijamas y sin duda habían pertenecido a un hombre. Bajó la mirada para estudiarse y puso las manos en sus caderas. —¿Qué?, ¿no crees que me veo bien?
—No he dicho eso. —Me reí—. Probablemente cualquier pobre chica trataría de mutilarte por esa camiseta ceñida al cuerpo. —Dios, cállate la boca, Bella. Tenía que aprender a filtrar y no dejar escapar al azar cada comentario que estuviera pensando.
Frunció ligeramente el ceño y dejó caer las manos de sus caderas. —En realidad esta camiseta está cortándome la circulación. Creo que voy a dormir sin ella. —Tiró de ella sobre su cabeza y me la devolvió—. Gracias de todos modos.
—No hay problema. Buenas noches. —Me di la vuelta y hui hacía la seguridad de mi habitación. ¿Estaba tratando de atormentarme?
Me subí a la cama, llevé la camiseta que Logan acababa de quitarse a mi nariz y aspiré. Todavía olía a mi suavizante de ropa. No creo que la haya usado el tiempo suficiente como para que pudiera absorber su embriagador olor. Lo que probablemente era lo mejor. Mi interés en él ya iba mucho más que en saber si estaba saludable o cuerdo.
Puse la camiseta en la cama a mi lado y me di la vuelta para llegar al cajón de mi mesilla de noche. Si esperaba conseguir dormir, necesitaba aliviar algo de tensión. Encontré mi vibrador dando vueltas en el cajón y lo encendí. Su insistente sonido parecía más fuerte que de costumbre y rápidamente lo metí bajo las sabanas, esperando que Logan no fuera capaz de escucharlo. Me lo puse dentro de mi ropa interior, ayudándome con mi otra mano. Oh, Dios eso se sentía bien.
Me perdí en la sensación mientras me imaginaba lo que sucedería si Logan escuchara el sonido delator de mi vibrador y se acercara a investigar. No le dejaría ir esta vez sin tocar su gruesa polla. Me mordí el labio para no gemir mientras la presión se acumulada contra mi clítoris. Justo cuando mi liberación comenzó a aumentar, Logan llamó a la puerta de mi dormitorio.
—¿Bella? ¿Estás bien?
—Mmmhmm. —Tomé una respiración profunda, el orgasmo se sacudía a través de mí y apreté mis labios para callarme.
—He oído que me llamaste. ¿Debo pasar?
—¡No! —Arreglé las sábanas sobre mis piernas y lancé la camiseta de mi cama—. Quiero decir, no. Estoy bien. Yo solo. . . soñaba. —¡Mierda!
—¿Soñando? ¿Sobre mí?
—Sí, fue uno de esos sueños extraños y casuales que no tienen ningún sentido. Pero todo está bien. Puedes regresar a la cama. —O podrías venir aquí y follarme sin sentido.
—Bueno, si estás segura. Buenas noches, Bella.
—Buenas noches —me quejé.
Varias horas más tarde, todavía no era capaz de sentirme cómoda y por enésima vez me giré y miré el reloj. Había estado dando vueltas durante horas. Me levanté de la cama y me dirigí a la cocina a por un vaso de agua, cuando oí un gemido procedente de la sala de estar. Mi corazón latía de forma desigual en el pecho. ¿Fue Logan? Fui de puntillas por el pasillo y entré en la sala de estar. Logan estaba profundamente dormido, pero sus brazos se retorcían frente a su cara como si estuviera peleando con alguien en su sueño.
—No, por favor, no —susurró.
Estaba teniendo una pesadilla. —Logan, Logan, despierta. —Le sacudí los hombros hacia atrás y hacia adelante. Se apartó de mi agarré y siguió murmurando incoherentemente.
Sus ojos se abrieron de golpe y cuando vio que era yo, la angustia en su rostro desapareció. —Oh Dios, Bella. . . —Tiró de mí hacia abajo, echándome encima de él.
—Fue solo un sueño —lo tranquilicé, pasando mis manos por su pelo mientras me acunaba contra su cuerpo.
Fue entonces cuando me di cuenta de que estaba temblando por todas partes. —Logan, estás temblando. —Me senté y me alejé.
—No. Por favor. —Me alcanzó de nuevo.
—¿Qué?
—Acuéstate conmigo.
Asentí y me recosté sobre su pecho, ya que no había sitio a su lado en el sofá.
Su piel se sentía caliente al tacto y continuaba temblando. Lo abracé hasta que dejó de temblar y resistí la tentación de preguntarle qué recordaba del sueño. Pasé mis manos por su pecho y sus hombros, masajeando suavemente, alejando su tensión hasta que por fin dejó de temblar.
Acarició mi espalda hasta que me senté y me alejé de él. —Necesito pintura.
—¿Eh? —Me froté los ojos, preguntándome si estaba delirando.
—Tengo que pintar. . . Vi algo en mi sueño, y yo. . . sé que tengo que pintarlo. No puedo explicar por qué.
—Está bien.
Era la una de la mañana, ¿dónde demonios íbamos a encontrar una tienda de arte abierta? Sin embargo, no pude persuadirle para esperar hasta mañana, así que nos vestimos y cogimos el tren fuera del centro a una tienda que sabía que estaba abierta las veinticuatro horas. Tenían una sección de arte minúscula, pero al menos pudimos conseguir algo de pintura, pinceles y papel.
Cuando llegamos a la caja, le ofrecí mi tarjeta de crédito. La tenía sólo para emergencias, pero supuse que necesitar pintura a la una de la mañana era una emergencia. No estaríamos aquí de otra manera. Frunció el ceño, pero finalmente tomó la tarjeta y la pasó para pagar sus compras.
Logan se apoderó de la bolsa de plástico con herramientas para pintar como si fuera un tesoro poco común durante el viaje en tren de regreso a mi apartamento. Recosté mi cabeza en su hombro y dejé que los movimientos suaves del tren me arrullaran para dormir.
Cuando llegamos al apartamento, Logan dejó la bolsa bruscamente en la mesa del comedor. Oh. No me había dado cuenta de que planeaba pintar esta noche. Abrió el paquete de pinceles mientras yo iba a la cocina y le conseguía una pequeña taza de té, y cubría la mesa con toallas de papel.
Una vez que estaba todo preparado con las pinturas, me abrazó y me dijo que durmiera un poco. Asentí con la cabeza, y le dije que me despertara si necesitaba algo. Me acosté con la puerta de mi habitación entreabierta y escuché los sonidos de él tarareando mientras pintaba hasta que me quedé dormida.
Por la mañana Logan había desaparecido, pero los restos de su noche pintando eran difíciles de ignorar. Dondequiera que mirara, grandes hojas de papel cubiertas con pintura decoraban gran parte de mi apartamento. Sus pinturas eran oscuras, sombrías, pero bien hechas.
Caminé a través de mi apartamento como si fuera un museo. Había pintado varias versiones de un almacén oscuro, con toques de rojo y filtraciones de la luz de la luna a través de las grietas. Me provocó escalofríos con sólo mirarlo. Otro era de una mano, cerrada en un puño, manchada de sangre debajo de las uñas. Era sorprendentemente realista. Otra pista sobre quién era había emergido. Era un artista.
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