Confesión
Al llegar a mi casa, no pude pasar desapercibida, Charlie y Reneé notaron la venda en mi cuello y me atormentaron en preguntas. Tuve que excusarme diciendo que me apoyé a una pared que tenía un alambre afilado. Ya lo sé, es una muy mala excusa, pero no tuve tiempo de pensar un accidente creíble. De todas formas, con mi fama de torpeza, ellos creerían cualquier cosa.
-Bueno Bella, tu madre y yo estuvimos hablando en la mañana.-Me dijo Charlie con un tono de voz como para que no lo interrumpiera.-Hablamos con el doctor en Phoenix, y dijo que enviaría algo para ti.-En sus manos sostenía un aparato pequeño, de color negro, tenía una pantalla.
Miré algo extrañada a Charlie y a Reneé, mientras tomaba el objeto en mis manos.
-¿Qué es esta… cosa?-Pregunté con curiosidad.
-Bella, es un Beeper.-Me dijo mi madre tomándome de la mano.
-Si, pero no entiendo, ¿Para qué lo necesito?-Pregunté con presión.
-Hija, verás, sabes que el Doctor te puso un límite de tiempo tentativo, éste aparato sonará…-Mi papá seguía hablando explicándome, mientras la expresión de mi madre se tornaba triste, llevando sus manos a la cara y empezando a llorar. Charlie seguía hablándome, también con expresión de dolor.
Me quedé unos minutos en silencio, escuchando el llanto de mi madre y ordenando las ideas en mi mente.
-Y… ¿Qué pasa si yo… y aún no ha sonado…?-Le pregunté a Charlie con voz quebrada.
-Ese es el riesgo hija. No sabríamos qué hacer.-Me dijo Charlie con ojos sollozantes. Después me dio un fuerte abrazo. Yo aún seguía con mi mirada vacía, recostada sobre el hombro de mi padre, mis lágrimas cayeron repentinamente.
Sabía que era pronto, pero el tiempo pasó rápido.
-Creo que subiré a mi cuarto, necesito descansar.-Le dije a mi padre apartándolo sutilmente de mí, mientras besaba la frente de mi madre, ella tomaba mis manos y articulaba las palabras “Te Amo”.
Entré a mi habitación, cerré la puerta de espaldas, mientras posaba mi cabeza sobre la puerta, me senté en el piso, a llorar silenciosamente. Estos últimos días, habían sido difíciles para mí. Empezaron los truenos, más tarde la lluvia caía. Pasaron horas y yo seguía en el piso sentada, con mis rodillas en mi pecho.
Salí de mi cuarto rápidamente, bajé las escaleras y abrí la puerta. Las gotas me salpicaban, la lluvia era imparable. El bosque frente a mí, oscuro e infinito. Sentí un impulso de ir, y así lo hice.
Corrí hacia el bosque, lo único que lo iluminaba era la luna. En pocos segundos, ya mi ropa estaba totalmente empapada. No tenía curso, sólo corrí con mis ojos llenos de lágrimas.
-¡¿Por qué?!- Grité desesperadamente. -¿Por qué, por qué a mi?-Miré hacia arriba y las gotas caían precipitadamente. Después regrese la vista y mire a los lados, árboles, árboles, árboles. Estaba pérdida.
-¿Qué haces aquí sola? Podrías enfermarte, y no sabrías cómo volver a tu casa.-Me preguntó una voz, que por muy dulce que fuera, no podía reconocer por el sonido de los truenos y la lluvia.
No quise voltear, por lo menos ya no estaba sola. Pero me mataba de curiosidad.
¿Cómo alguien llegaría a parar al medio de la nada, a esas horas de la noche y se encontraría conmigo? Volteé mi vista.
Edward.
Traté de ordenar mis preguntas por prioridad.
-Debería hacerte la misma pregunta.-Le dije volteando de nuevo hacia la luna.
-Yo pregunté primero.-Me dijo seriamente.
-¿Por qué te tengo que responder esa pregunta?
-Porque hoy te salve la vida.-Me dijo al oído. ¿En qué momento se movió?
-Gracias. Pero… Tienes que responder muchas dudas que tengo. ¿Cómo es que sabías donde estaba?
-Bella, tengo una necesidad de protegerte. Siempre andas en algún problema.-Me dijo tiernamente.
Solté una pequeña risa, estaba en lo cierto.
-Pero, ¿Me persigues? Es imposible llegar aquí sin guiarse-Le pregunté desconcertada.
-No.-Me negó rotundamente.
-¿Por qué tus ojos son dorados? Hace dos horas eran negros, y cambiaron.-Busqué una posible explicación.- ¿Cómo fue que desapareciste por el bosque de repente?-Le empecé a preguntar sin parar.
-Bella, si te digo, después tendré que matarte.-Me dijo sonriendo.
-¿Serías capaz?-Lo reté acercándome a él.
-No, jamás. He querido, pero no tengo la fuerza para alejarme de ti -Dijo acercándose a mi y colocando su helada mano en mi mejilla.
-No podemos estar juntos Edward -Dije mirándolo profundamente a los ojos.
-Yo no debo, pero estoy dispuesto a romper la barrera. Todo sea por estar junto a ti.
-Déjame tranquila por favor.-Le dije con mucho dolor, él sentía algo por mí y yo no podía aceptarlo, mis lágrimas salían de nuevo.
-Bella… Quiero estar contigo-Tomó mi mano con dulzura.
Ya no aguantaba más, no podía seguir ocultándolo, yo también sentía necesidad de estar junto a él. Era especial. Diferente. No lo soporté más…
-Edward, estoy enferma.-Le dije con voz quebrada.
-Bella, sea lo que sea, lo podemos superar, mira mi padre es…-No dejé que continuara.
-No Edward, por favor, escúchame. Insuficiencia cardíaca, me lo diagnosticaron hace cinco años, necesito una donación de corazón.-Le explique entre llanto.
-¿Cuál es el problema? Siempre hay donantes…-Me dijo Edward con una rápida sonrisa nerviosa que se tornó preocupada de nuevo.
-Ese es el problema Edward, mi tipo de sangre es demasiado raro, y va a llegar un momento que ya mi corazón no bombeará sangre…-Le dije mientras le daba la espalda.
Se quedó unos cuantos minutos en silencio. No respiraba. No sentí que se movió.
-¿Cuánto tiempo?...-Me preguntó Edward con voz sollozante.
No pude responderle, tenía un nudo en la garganta.
-¿¡Cuánto tiempo Bella!?-Me gritó Edward con dolor.
-Tres meses… o menos.-Le susurré.
Sus ojos se abrieron como platos, su cara se quedó fría, estaba sollozando, pero nunca salió alguna lágrima de alguno de sus dorados ojos. Daba vueltas con sus manos en la cabeza cómo si estuviera buscando una solución… una cura. De pronto Edward se acercó a mí lentamente y tomó mi cara suavemente por el mentón. Acercándome a él. Mi respiración se torno acelerada.
-¿Por qué no querías decirme lo de tu enfermedad?
-Porque quiero llevar una vida normal, no quiero que la gente sienta lástima por mí.
-¿Sin decirme nada a mí? -Preguntó Edward indignado.
-Especialmente a ti-Le dije acariciando su cara.-Voy a morir Edward, no quiero enamorarme. Mi vida era normal, ya había aceptado mi sentencia y entonces tú apareciste.-Me di la vuelta evitando su mirada de pánico y dolor. Se quedó mudo por unos segundos.
-Yo sé que soy la chica enferma, pero ¿Quién eres tu Edward Cullen?-Le pregunté, rompiendo su silencio y cambiando el tema.
-Yo…
-Te dije mi secreto, ahora tú debes decirme el tuyo.-lo presioné.
-Pronto lo averiguarás, pero debes prometer que no le dirás a nadie…
-Lo prometo.-No le diría a nadie. Pero ¿Cómo lo averiguaría?
-Bella, está lloviendo, tengo que llevarte. No quiero que te dé un resfriado.
-Si, pero si estamos perdidos.-Le dije irónicamente.
-Tú lo estás, yo no.-Me dijo sonriéndome. Me tomó por los brazos y me subió delicadamente a sus brazos. –Sujétate fuerte.
No tenía ni la menor idea de lo que iba a hacer, pero me sujeté.
Hice una respiración y sentí que estaba volando, Edward corría rápida y ágilmente por el bosque. No era una velocidad humana, y menos con alguien trepado en tu espalda. Otra duda más. Pero estaba traumada, cómo era posible alcanzar tal velocidad. Pude visualizar mi casa desde lejos y no había pasado ni un minuto.
-Ya llegaste.- Me dijo con una sonrisa en su cara, cómo si no hubiera corrido, no tenía aceleración cardíaca ni respiración rápida. Nada. Era sobrehumano.
Me bajé de su espalda y mi cara era de trauma.
-De verdad, tienes que decirme ¿Cómo lo haces?-Le pregunté realmente sorprendida.
-Adiós Bella. Nos vemos pronto.-Dijo riendo y besando mi frente.
¿Pronto?
Entré con mucho cuidado, pero el ruido de la lluvia aun era fuerte, así que no me costó cerrar la puerta sin hacer ruido.
Entré al baño y mi aspecto era horroroso, estaba empapada, tuve que darme un baño con agua caliente. Me sequé el cabello con una toalla, lo más que pude. Me cambié de ropa, me peiné precipitadamente, estaba totalmente cansada.
Al llegar a mi cuarto, mi ventana estaba abierta, no recuerdo haberla dejado así. Me acerqué y la cerré, asomándome al ver que la lluvia no estaba tan fuerte cómo lo había estado en el bosque.
Me sumergí en un sueño profundo, pero me sentía envuelta por algo frío, mientras escuchaba una melodía dulce, lenta, tarareada por una mágica voz.
Mi mente divagó en la mañana, permanecí despierta en mi cama pero no quería levantarme. Las imágenes de la noche anterior, llenaban mi mente, su cara a pocos centímetros de la mía, su mirada al confesarle mi enfermedad, los árboles pasando rápido al lado de nosotros, la luna llena.
“Nos vemos pronto”.
Mi madre se quedó en casa, arreglando, nos habían invitado los Black a almorzar a su casa, en La Push. La ayudé un poco, mientras ella se encontraba lavando ropa, mientras esperábamos que Charlie nos buscara.
-¿Bella, puedes venir un momento?-Me dijo mi mamá desde la parte trasera de la cocina.
-Si Reneé, dime.
-¿Por qué tu ropa de ayer está húmeda?-Me preguntó Reneé intrigante.
Jamás las excusas había sido una buena cualidad de mí. No sabía qué inventar.
-Bueno, verás… Yo… Fui a buscar… un cuaderno a la camioneta y cómo estaba lloviendo, me mojé y dejé la ropa húmeda ahí.-Me excusé inocentemente.
-¿Estás loca Bella? Te pudiste haber resfriado. Ven y tómate esto, no queremos que te enfermes.-Me dijo Renee reaccionando preocupada, se acercó a la cocina y me dejó una vitamina.
-Gracias mamá.
Charlie había comprado unas gaseosas y unas cervezas para llevarlas, de seguro harían el ritual de, terminar de comer y sentarse a ver ESPN. Yo aún no me había cambiado ni nada, me vestí con lo primero que vi.
La Push es la reserva donde vive Jacob, el recorrido fue agradable, pasamos por el lado de una playa, aunque el clima no era cálido, había gente surfeando. Pero algo que llamó mi atención, un grupo de chicos que se lanzaban por un acantilado, al principio fue un poco preocupante para mí, pero después todos se lanzaban al vacio. Se veía divertido.
La casa de los Black es una pequeña cabaña de madera, al lado de la casa había un garaje con gran cantidad de piezas y cosas de autos. Había una moto y un viejo Volkswagen con el capó abierto.
Apenas estacionamos el carro y ya Jacob estaba afuera.
-Bella, ¿Cómo sigues?-Me dijo Jacob con sus brazos extendidos, mientras mis padres entraban.
-Mucho mejor, gracias por preocuparte.-Le dije sonriendo.
-Me alegra, pero es un cambio de humor muy repentino. ¿Hay algo que tienes que contarme?-Me dijo curioso.
-Es… Edward-Le dije con voz emocionante.
Salimos a dar un paseo cerca, mientras le contaba mi experiencia de la noche pasada, me hacía preguntas comunes, pero jamás le mencione las cosas sobrehumanas que había hecho Edward, le dije que yo estaba en el bosque pero muy cerca de mi casa y le dije él que había venido en su carro, cosas normales. Había prometido no decirle nada a nadie.
-Bella, tengo que decírtelo, no puedo más.-Me dijo Jacob cambiando su actitud normal a rabia.-No quiero que andes con él, es peligroso.
-Jake, ¿Qué pasa?-Le pregunté intrigada.
-Edward, es alguien… Diferente.
Lo sabía. ¿Pero él sabría toda la verdad, la verdad que yo no sé?
-¿Cómo diferente? ¿Cómo lo sabes? No te entiendo.
-Se supone que yo no le debería contar esto a nadie, pero te lo cuento a ti. Sabes que los quileutes, son la tribu de aquí, pues, se supone que éstos son descendientes de los lobos. Bueno la familia de Edward, los Cullen, son descendientes de ésta tribu “enemiga”, una día los encontraron cazando cerca de aquí y tuvieron que hacer un trato, ellos no pisarían nuestras tierras más nunca para que pudiéramos dejarlos tranquilos. Actualmente, de hecho ellos no vienen por aquí. Son peligrosos Bella, ellos no son… humanos-Me dijo Jake seriamente preocupado.
-¿Qué…?-Jacob había dicho que ellos no eran humanos… ¿Entonces qué eran?
-Trata de alejarte de él.-Tarde, muy tarde.
-¡Dime Jacob! ¿A qué te refieres con que no son humanos?-Lo presioné.
-¡Bella. Jacob, el almuerzo está listo ¡vengan a comer!-Dijo Reneé esperándonos en la puerta.
-No puedo Bella.-Dijo Jacob dándose la vuelta y caminando hacia su casa.
Me quedé con la intriga. Pasé al lado de Jake molesta. Me senté en la mesa sin decir una sola palabra, a nadie, menos a Jacob.
Después de que acabó todo, tenía que inventar una excusa, estaba muy aburrida.
-¿Quieres que te lleve a tu casa Bella?-Se ofreció Jacob.
-¿Te cuesta mucho decirme?-Le pregunté en voz baja.
-No soy el indicado para decírtelo. Te dije demasiado.-Me aclaró Jacob con pena.
-Esta bien, llévame.-Le dije resignada.
Mi mirada estuvo hacia la ventana todo el camino, aún seguían los chicos en el acantilado, parecía muy divertida la actividad, ninguno se veía mal herido.
Llegamos, me bajé del carro, sin voltear cerré la puerta.
-Gracias por traerme, y por lo demás.-Le dije secamente de espaldas a él.
-No hay de qué Bella, eres mi mejor amiga, siempre estaré aquí para cuidarte, recuerda lo que te dije, aléjate de ellos.-Me advirtió Jake.
-Si, lo que digas.
Mi mentalidad se centraba en encontrarle una respuesta a la pregunta que rondaba por mi mente. Si Edward no era un humano ¿Qué era? Tenía que mentalizarme, podría ser cualquier cosa y no tenía que reaccionar de una mala forma. Entré a mi casa vacía y subí a mi habitación a hacer algunas suposiciones. Mi cabeza no podía unir los factores, rapidez sobrehumana, piel pálida y fría, sus ojos cambiaban de color, aparecía en lugares inesperadamente cuando yo necesitaba de su ayuda y no era humano, pero aparentaba ser uno, según Jake.
Yo jamás podría averiguar eso, tenía que decírmelo, yo le dije mi enfermedad, el tenía que decirme su secreto.
Me senté de espaldas a mi ventana, recostada de mi cama, llevé mis manos a mi cabeza, cómo si eso ayudaría. Sentí el frío del aire entrando por la ventana, rozando mi espalda, pero, no recordaba haberla dejado abierta. Escuché el golpe cuando se cerró y el miedo invadió mi cuerpo, tuve miedo, pero volteé bruscamente para ver que cosa había producido éste sonido.
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