Votos, chicas. ¡VOTOS!
Gracias a todas por seguir mi historia, que ya le qudan pocos capis. Un par no más :( Así que solo dos chances para segui votando por mi fic
Besos a todas.
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Faltaban apenas dos semanas para el parto y Alice no dejaba de repetirme que en unos días, Bella estaría despierta.
Con el paso de los días sus signos vitales se volvían normales, estables. Su corazón estaba tan sano que yo no lo podía creer. Seguíamos suministrándole la sangre y ella respondía bien a todas las pruebas que se le hicieran.
Jacob se fastidiaba a veces, salía muy a menudo y me contaba que nunca terminaba de entender el idioma. Por lo menos uno de nosotros de estaba culturizando un poco.
Compró unos cuantos juegos de mesa y, por supuesto, siempre acababa ganando yo, y en ocasiones que lo dejaba ganar o me distraía con el rostro de mi amada, que dormía.
De mis cien años de vida, jamás había pasado siete días con tanta espera.
Esme había venido a visitarme sólo unos tres días, pero en ese tiempo, tuve su apoyo incondicional. No se separaba de Bella, al igual que yo.
Dejamos que Ivana y Nicolai se dieran dos días libres para cazar, no sin antes pedirle a Alice que determinara que no pasaría nada en esos días.
Rosalie extrañaba demasiado a Emmett, y pues, se le hizo inevitable regresar a Forks junto a él, pero ella me había prometido que estaría esperándonos muy ansiosa, a Bella, al bebé y a mí.
Alice estaba en Forks también. Junto a Esme se habían dedicado a hacer una habitación para el bebé.
Ivana se tomó un rato para que yo le aclarara algunas cosas cuando hizo su regreso.
-¿Cómo te sientes? –Me preguntó con una sonrisa.
Tenía demasiados sentimientos encontrados y no sabía como ordenar las palabras por prioridad.
-Primero que todo, ansioso… muy ansioso, diría yo.
-¿En serio? –Me sorprendió su pregunta –Es que no se nota –Dijo con tono sarcástico.
Me reí un poco apenado.
-Además de eso, estoy nervioso y… tengo miedo.
-Eso si no lo sabía –Ahora no jugaba conmigo -¿A qué le temes?
-No lo sé, siento algo extraño en mi interior, como… una clase de presentimiento maligno –Confesé con temor.
-No te preocupes, Edward. No hay nada qué temer. Bella ha salido del peligro y estará despierta en unos días. Lista y fuerte para la llegada del bebé…
Me quedé inseguro con sus palabras de aliento.
-Por cierto… ¿Ya sabes qué nombre le pondrás? –Preguntó con todo divertido.
Me dejó más frío aún con su pregunta.
-Ahora que lo dices… No. Además, le pedí a Alice que no lo averiguara. Quiero tener la sorpresa al verlo, estaré feliz sea niño o niña.
-¿No tienes preferencia por algún nombre?
-De hecho, no. ¿Cómo crees tú que yo, un vampiro, tendría que estar pensando en nombres para bebés?
Se burló de mi chiste.
-No te rías, es en serio –Le dije sonriendo –Te juro que no lo sé… Me imagino que le preguntaré a Bella cuando despierte –Dije con ilusión.
Ella suspiró y me miró extraño.
-¿Qué tal si es niña? ¿Tienes algún nombre que siempre te haya llamado la atención? ¿O alguno que recuerdes?
-Isabella –Repliqué con dolor.
-Vamos, Edward. Es tu hija… bueno, ¿Y si es niño?
En ese momento, unos pensamientos se unieron al debate.
-Yo quiero participar, quiero dar mi opinión.
-¿Tienes algún nombre que aportar?-Le preguntó Ivana alzando su ceja.
-No. Pensé que ustedes lo tendrían y yo tendría que emitir mi opinión –Repuso con tranquilidad.
Ivana y yo nos miramos, y no pudimos sofocar una carcajada.
-Bueno… si tengo uno –Inquirió con pena.
-Dinos –Le animé.
-Jacob –Sugirió con una sonrisa enorme.
-No –Respondí.
Puso cara de pocos amigos.
-Bueno… entonces ¿Qué tiene que decir el padre? Te apuesto a que tú ni siquiera tienes uno.
-Tengo varios –Repuse con orgullo.
La mujer y el chico me quedaron viendo.
-Si llegara a ser niño, le pondría un nombre corto.
-¿Qué tal, Luke?-Inquirió Ivana.
-No me gusta –Replicó Jacob.
-Ese me parece bien, aunque algo así cómo Thomas, pasaba por mi mente.
-Es aceptable –Criticó Jacob.
-Deja de criticar y aporta información, pon a trabajar las neuronas que no posees –Le regañé.
-Me voy por Carter o Malcom –Que asco. Los gustos de Jacob eran horribles.
-Carter es muy común en éste país –Dijo Ivana y yo asentí.
-Y Malcom es de mafiosos –Le lancé una mirada molesta.
Nos quedamos unos segundos en silencios y al parecer nadie tenía más ideas.
-Bueno, y si llegara a ser niña… Me encantaría un nombre que no sea de ésta época… Charlotte –Admití al fin.
-Charlotte es un nombre precioso –Sugirió Ivana –Es el nombre de una princesa Bélgica muy hermosa.
-¿Tienes algo que decir? –Le pregunté a Jacob.
Éste mantenía un gesto pensativo, mientras paseaba el lateral de su dedo índice por su barbilla.
-Es muy majestuoso, extravagante –Pensó un poco más –Me gustaría algo más fácil, así como Anne.
-O Anabella –Opinó Ivana.
-No, Anabella sería confuso con el de su madre. ¿Qué tal Elizabeth?
-No sé, Edward. Es muy señorial. Me gusta Rachel –Repuso Ivana.
-A mi me gusta Christine… -Susurró Jacob, suspirando profundamente y viendo por la ventana.
Tomé uno de los cojines del mueble y se lo lancé justo a la cabeza.
-Concéntrate –Le exigí, sofocando una risa por su expresión molesta.
-Ya me aburrí, creo que jamás tendré hijos-Murmuró Jacob, levantándose de su asiento.
Al final terminamos en el mismo punto en el que habíamos iniciado, o más confundidos aún.
Cinco días de extraña sensación. Cinco días en los que mi paciencia no soportaba cada segundo que pasaba. Cinco días en los que quería adelantar el tiempo hasta llegar a ese momento en el que vería esos ojos chocolates que me habían flechado desde el primer encuentro.
Toda mi familia me había llamado en la semana. Dándome los mejores deseos y palabras de aliento, que me hacían sentir renovado.
Después de cuatro noches casi sin respirar, faltaban tres horas, según las predicciones de Alice.
“Tres horas para que vuelvas hablarle y que ella pueda escuchar y contestarte” había susurrado mi hermana con dulzura.
Me había pedido que me alejara un poco más de Jacob, ya que se le dificultaban las visiones, pero le dije que no se preocupara, a partir de esas tres horas restantes, Bella estaría a salvo junto a mí y esperaríamos setenta y dos horas para el parto. Ya el tiempo no tendría el mismo significado cuando Bella despertara, definitivamente pasarían volando.
Salí a matar el tiempo, acompañado de Jacob. Paseamos por los alrededores, pero sin alejarnos mucho.
El parecía guardar una duda, cómo si quisiera decirme algo, pero no quise adentrarme en sus pensamientos y preferí preguntárselo.
-¿Qué te sucede? –Le pregunté amablemente.
Me miró y supo que su actitud lo había delatado.
-Eh... nada –Murmuró.
-A mi no me mientes cómo lo haces con Bella. Yo leo tus pensamientos, ella no.
-Te quería preguntar… ¿Cómo fue que la encontraste aquel día?
-No sé de qué me hablas –Le respondí evadiendo el tema. Por supuesto sabía a lo que se refería.
-Lo siento, yo no… quise…
-Yo me había ausentado unas horas…-Comencé al cabo de unos segundos de meditarlo –Ella dormía de la manera más divina de todas. Todo estaba normal en ella, es más, pocas semanas habían pasado desde que visitamos New York y nos habían confirmado su excelente estado de salud. Eso fue lo que más me confundió de todo.
-¿Y cuando llegaste… donde estaba ella? –Por alguna extraña razón el seguía teniendo una clase de miedo oculto, cómo si aún no llegaba a lo que quería saber.
-Entré a la habitación y apenas se escuchaban débiles sus latidos. La habitación era enorme, pero mi desesperación y mi miedo eran tales que no me bastaron menos de tres segundos para encontrarla… -Suspiré rápido y proseguí –Para encontrarla en el suelo, junto al teléfono, que estaba descolgado… seguramente intentaba llamar a alguien, no lo sé. Ni siquiera sé la verdadera causa del paro en su corazón. Algo tiene que haber causado esto.
-¿A qué hora ocurrió todo eso?
-Alrededor de las siete de la mañana ¿Por q…? –Su mirada se crispó y se tensó. Mi pregunta se fue al vacío cuando por su mente, respondió todas las dudas que tenía.
Él había sido el último en hablar con Bella por teléfono. Él había sido el único culpable de que mi esposa estuviera a punto de morir. Él era el hombre al que mis manos querían ahorcar hasta dejarlo sin vida.
-¡¿Por qué le dijiste lo de la donación?! –Le grité, tomándolo por su camisa y pegándolo contra una pared de un callejón oscuro -¡¿Ah?! ¡Dime, Jacob!
-¡No lo sé, no lo sé!-Gritó con dolor –Ella me suplicó que le dijera el secreto que nosotros le ocultábamos.
-¡¿Y por qué demonios tuviste que contarle?!¿Se te hacía muy difícil mentir por su bienestar? –Le gritaba molesto.
-¡Ella se iba a enterar de todas formas! ¿Cómo crees que se hubiera sentido si despertara después de la operación y averiguara que yo había donado su corazón? ¿Ah? ¿Por qué crees que su corazón se paró con la noticia? Apuesto a que no fue por pura felicidad. Ella simplemente te odiaría por haber permitido esto.
-¡¿Entonces para qué diablos ofreces tu vida en cambio a la de ella, si después te arrepentirás?
-¡Porque guardaba una esperanza de que tu pudieras cumplir su asqueroso deseo de convertirla! Esa era la forma más fácil de todas. Ahora, piénsalo; de no haber tenido mi posible donante, ella no estaría embarazada de tu hijo.
-¡Tu mismo lo has dicho, maldito! ¡En éste mismo instante, estaría viva y feliz a mi lado, de no ser por tu estúpida sinceridad!-Mi instinto salvaje estaba enloquecido y fuera de sus casillas. Estaba a punto de matarlo cuando algo lo impidió.
No sé si mi oído me engañaba, a lo mejor mi imaginación jugaba con mis sentimientos, pero por alguna extraña razón, empecé a sentir el corazón de Bella muy cerca.
Su voz…
Solté a Jacob y corrí lo más rápido que pude hacia la casa.
-E… Ed… Edwa… ¿Edward? –Su voz sonaba ronca y adolorida cuando entré a la habitación.
Se me paralizaron los sentidos cuando oí su voz, tan perfecta como la recordaba en mi mente.
Lo único que respondió de mi cuerpo...
Miento.
Nada me respondía.
Sus ojos parecían soñolientos y débiles al tratar de abrirse, ella parecía estar haciendo un esfuerzo inhumano. Pero por debajo de esas largas pestañas podía deleitarme con ese hermoso color chocolate de los ojos que tanto añoraba.
-¿Bella? –Pregunté con un nudo en la garganta.
-¿E…Eres tú? –Me preguntó dulcemente.
-Sí, sí, sí, Bella –Respondí al instante y me agaché al lado de su cama –Oh, mi amor, lo siento tanto. Yo… no sé qué decirte, soy un inútil. Necesito que me perdones –empecé a hablar desesperado. Obviamente no sabía qué decirle, después de tres semanas de tenerla entre la vida y la muerte, enfrente de mí. Ahora estaba despierta y mi sentido común no actuaba de la mejor manera.
-¿Qué…? –Su voz seguía ronca -¿De qué hablas…?
-Nada, nada… quédate quieta. Déjame llamar a Carlisle y a Nicolai para que te analicen.
Ella hizo una mueca extraña, parecía incómoda.
-No, espera –Suplicó.
-¿Qué? –Tomé su mano rápidamente entre las mías. Cómo anhelaba verla despierta. Cómo la extrañaba.
-Quiero estar contigo… a solas –Suplicó con dolor.
-Está bien, está bien. No llamaré a nadie ¿te parece? –Realmente estaba actuando muy raro, pero yo no tenía noción de nada en ese momento.
-¿Qué, qué me pasó? –Me preguntó desconcertada.
Esa pregunta me tomó un poco fuera de base. La emoción me había borrado hasta el hecho de que teníamos un pequeño acompañante.
-Verás…-Comencé, pero algo me decía que me detuviera. No podía explicarle todo, porque sabía que me enredaría, así que mi instinto se fue por hacerlo algo gráfico.
Mi cabeza se movió un poco, hasta detenerse en su barriga.
Ella frunció un poco el ceño y lentamente bajó la mirada.
Sus ojos se crisparon de la sorpresa y llevó las manos hacia su boca.
-No… no, no, no –Era lo único que decía.
Definitivamente, esa no era la respuesta que yo esperaba.
-Tranquila, amor. No te alteres, acabas de despertar –Intenté calmarla antes de que algo malo llegara a suceder.
-No lo entiendes, Edward –Ahora estaba alterada pero aún débil–Yo sabía que esto pasaría, y… no, no, no.
Mi mente se puso en blanco cuando dijo eso.
-¿Sabías que pasaría?-Pregunté con un vacío en mi estómago.
-Tuve un sueño demasiado extraño, Edward. Yo… -Sus ojos estaban llenándose de lágrimas –Yo estaba muerta y… -Dejó su mirada clavada en el piso cómo si hubiera recordado algo más –Espera –Soltó mi mano, levantó un poco el tronco y me miró-¿Dónde está Jacob?
-Él… -Su nombre hacía que la sangre me hirviera –No está aquí.
Ahora su frente denotaba demasiada preocupación y las lágrimas. -¿Por qué lo hiciste? –Preguntó entre sollozos.
-¿Hice qué, Bella?-Cuestioné consternado.
-Él… él era mi mejor amigo… y tú… -Se refirió a mí con odio.
-No, no… -Entendí al fin –Él está bien, sólo que no está aquí. Me ha acompañado tres semanas desde que se enteró de lo de tu embarazo.
Suspiró calmada y cerró sus ojos lentamente. Llevó una de sus manos a su pecho lentamente.
-¿Estás bien? Déjame, por favor, llamar a Carlisle por lo menos.
-Estoy bien –Declaró aún con tristeza –Pero… mi sueño parecía tan real.
-Tranquila, sea lo que sea, fue sólo una pesadilla. Ahora quédate tranquila. ¿No te duele nada?
Negó suavemente con la cabeza.
-Te he extrañado tanto…-Dijo entre suspiros.
-Y yo a ti, mi amor. No sabes lo mal que me he sentido éstas semanas. Tu compañía era cómo mi vitalidad, y sin ti, no era nadie. No podía esperar a que despertaras. Te amo –Le dije entre susurros.
-Y yo a ti, por favor, no me dejes irme de nuevo ¿Sí? No soportaría ésta oscuridad por más tiempo.
Me dolió su súplica, pero sólo asentí y besé su frente.
-Claro que no lo haré, jamás me permitiré estar lejos de ti.
-Déjame contarte el sueño. Debo contártelo para que no se haga realidad, así dicen las malas lenguas –Bromeó riendo, pero con unas cuantas lágrimas en el borde de su rostro.
Acaricié su mejilla y borré el rastro de su tristeza. -Fueron en realidad dos pesadillas muy realistas. En el primero estaba en una habitación, casi exacta a ésta y…
Dejó de hablar.
-¿Y…? –Le animé.
-Edward… -Ahora su mirada se posaba en su vientre -¿Cuánto tiempo falta para que dé a luz? –Preguntó alzándose un poco con los brazos, para quedar levemente sentada.
-Unos cuantos días ¿Por qué? No tienes nada a qué temer, hemos traído unos amigos de Rusia que saben cómo se hará todo el proceso del parto y nos estarán ayudando a mi padre y a mí.
Ella parecía no escucharme, sólo miraba atemorizada hacia su vientre. Levantó una de sus manos y la entrelazó entre la mía, la apretó demasiado fuerte y me miró fijamente a los ojos.
-Yo creo que no –Dijo en un hilo de voz y después pego un grito ahogado que me alteró -¡Edward! Creo que es hora.
-¡¿Qué?! Pero… -No sabía que hacer.
-¡Me duele, Edward! ¡Demasiado! –Cada grito que pegaba, me hacía temblar.
Sentí unos pasos rápidos acercándose a mí.
Me moví un poco y noté un enrojecimiento en las sábanas que cubrían a Bella.
Había roto la fuente, pero estaba sangrando demasiado.
-¡Edward, por favor! ¡Muévete!-Exigía Ivana a gritos, mientras se movía rápido a asistir a Carlisle que ya había entrado.
Bella gritaba con desespero y suplicaba que todo pasara.
-¡No puedo! –Gritaba mi esposa ahogada –Me duele –Se quejaba con lágrimas rodando por sus mejillas.
Tomé sus manos, pero ella ni siquiera podía abrir los ojos, los tenía cerrados fuertemente, sofocando un dolor terrible.
-Creo que las visiones de Alice son un poco imperfectas –Se quejó Nicolai.
Hicieron la incisión en el cuerpo de Bella, después le inyectamos la morfina y estaba un poco más tranquila, pero con sus ojos cerrados iba agonizando poco a poco. Ahora se movía menos, lentamente iba disminuyendo la brusquedad de sus ataques de impaciencia y dolor.
Me había hecho casi inmune al olor de su sangre, del sólo verla ahí agonizando y pidiendo un final a ese dolor que la invadía.
Ya Ivana empezaba a romper la bolsa que encerraba al bebé, a mordiscos, y se paralizó por un segundo.
-Edward, tenemos un problema –Repuso Ivana en la misma posición y su mirada no daba indicios de buenas noticias –Yo diría que dos… -corrigió con voz vacía.
Carlisle estaba muy concentrado en su trabajo de la morfina y la pérdida de sangre de Bella y le exigía cosas a gritos a Nicolai.
-¡Termina esto de una buena vez Ivana, tenemos que inyectarle la ponzoña ya!-Le grité molesto, mientras buscaba la jeringa con la sustancia que dejaría a Bella sin su humanidad, la que le arrebataría la mortalidad, pero la que la traería de vuelta conmigo en tres largos y extensos días.
-No, Edward. ¡No puedes! –Exigió con una mano dentro del vientre de Bella y otra haciendo señal de que no me acercara –No estábamos preparados para esto, pero no es sólo un niño. Bella ha estado teniendo unos gemelos en el vientre desde hace días –Habló con una mezcla de sentimientos encontrados en su voz, viéndonos a todos.
Escuché cómo a mis espaldas, los nudillos alguien se apretaban haciendo un estruendo y después golpeó con su puño, la puerta.
-¡Maldita sea! –Gritó Jacob.
Mi mirada viajó de los ojos de Ivana, hasta el vientre de mi esposa. ¿Cómo Alice no había visto esto venir? ¿Cómo es que no nos había avisado antes?
Todo era por la cercanía de Jacob… sus visiones eran sólo subjetivas y cuando él se encontraba cerca, era más difícil de concentrarse. Además el parto se había adelantado unos días.
Carlisle parecía inquieto también. -Vamos, Ivana. Termina esto de una buena vez –Dijo preocupado viendo el electrocardiograma, que no parecía dar buenos indicios tampoco. Los signos vitales de Bella comenzaban a bajar de nuevo.
Nicolai e Ivana no respondían a nuestras súplicas y sólo se veían el uno al otro, intercambiando palabras con sus miradas, parecían confundidos.
-Edward esto es demasiado difícil. Una vez que saquemos a uno de los bebés, tendrías que inyectar la ponzoña casi al mismo tiempo, pero eso no me daría chance de sacar al otro, puesto que esta posicionado de una forma complicada. El cordón umbilical está alrededor de su cuello, no será fácil –Replicó con impaciencia.
-¡¿Y qué vamos a hacer?!-Le pregunté consternado.
-Sólo nos queda arriesgarnos, pero tenemos que hacerlo rápido. Bella no se ve nada bien –inquirió viendo sus signos vitales que ya casi estaban en el nivel más bajo.
No me dio tiempo de pensar nada, cuando una de las máquinas conectadas al corazón de Bella empezó a sonar muy fuertemente, produciendo unos pitidos molestos.
-No, Bella, no –suplicó Carlisle –Nicolai, ayúdame. Tenemos un paro.
-No hay oportunidad de que se salven –Murmuró Nicolai con decepción hacia Ivana, y ésta no le dio respuesta, sólo se quedó con la frase en su mente y no parecía querer hacer objeción de ello.
Por alguna extraña razón, volteé a ver a Jacob, que me miraba esperando a que yo dijera algo. El asintió, sin razón alguna, mirándome con mucho dolor en su rostro.
Mi padre comenzó a encender el voltaje para revivir a mi esposa y yo no estaba dispuesto a perder a ninguno de los tres seres que se habían adueñado de mi corazón.
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