-Todo está absolutamente bajo mis manos-Repuso con seguridad.
-¿Tendría que tener alguna expectativa?
-Sugiero que no te imagines nada, quiero sorprenderte.-Añadió con un beso.
Nos dedicamos a adelantar nuestro proyecto final de grado. No nos llevó más de una hora, porque Edward había presentado estos, más de diez veces. Me asignó un tema fácil y estuve agradecida.
-Edward, ¿No tendríamos problemas civiles si nos casamos en otro país?-Le pregunté mientras guardaba unos cuadernos en mi bolso.
-Alice está encargada con toda la documentación. Ella tiene una clase de “mafia” con un hombre llamado Jason Scott.
-Ah, entiendo. Eso debe salir muy costoso.-Inquirí con inseguridad.
Edward pareció no importarle y se encogió de hombros.
-Sabes como es Alice, con tal de conseguir lo que quiere, es capaz de mover el mundo.-Explicó con despreocupación.
De un momento a otro, ya había oscurecido afuera. Edward y yo nos habíamos acostado sobre su sofá y mi prima seguía en casa de los Black, a mi se me había pasado el tiempo por completo, y es que, con Edward a mi lado, ni la eternidad me es suficiente.
-Me tengo que ir.-Dije tristemente mientras apartaba su mano que jugaba con mi cabello.
-Pero si apenas empezaba a divertirme.-Replicó haciendo pucheros.
-Lo siento, pero mi familia llama. Te Amo.-Suspiré besándolo.
-Todavía tengo la duda. Te amo más.-Susurró a mi oído.
Me acompañó hasta el auto y me despidió con un fuerte abrazo.
Arranqué a toda velocidad imaginándome lo peor.
Las luces estaban apagadas dentro de la casa de los Black. No estaba la camioneta de Billy y no había señal de vida, dentro de la casa. Toqué varias veces la bocina, sin respuesta alguna, di unas vueltas por la reserva y tampoco los veía. Tomé mi celular y marqué el número de Jacob. Mi corazón palpitó fuerte y dolorosamente y cancelé la llamada para marcar el de Christine.
-¿Dónde estás?-Le pregunté alterada.
-En la playa.-Dijo en un hilo de voz.
-¿A las siete de la noche?-Pregunté más exaltada al ver el reloj.
-Estoy con Jacob.-Murmuró alegremente. Por su tono me di cuenta de que estaba preocupándome demasiado.
-Entiendo-Respondí con suspicacia.-Te veo más tarde, avísame para recogerte.
-Tranquila, Jake me dejará en casa.-Añadió con serenidad.
-Está bien. Adiós.
Ni siquiera se despidió. Al parecer estaba más ocupada que yo.
Quedé pasmada mientras veía la pantalla de mi celular. Pensé en llamar a Edward para avisarle que regresaría a su casa, pero decidí hacer una visita a un lugar que extrañaba.
Estacioné el auto a la vuelta de la esquina de mi casa, para que nadie se diera cuenta de que había regresado y se preocuparan porque no estaba allí. Tomé una lámpara que Edward había incluido en el auto por si la necesitaba, y me adentré en el bosque.
Me perdí unas dos veces hasta que llegué en menos de media hora al lugar donde había estado los primeros días que conocí a Edward.
Me senté sobre la tierra húmeda y apoyé mi cabeza sobre un árbol.
Necesitaba un momento a solas y seguramente Edward no tardaría en venir, estaba segura de eso.
En menos de un mes, ya dejaría de ser una chica para convertirme en una mujer casada. Estudiaría en la Universidad con el apellido de mi esposo y viviríamos en una de las propiedades que seguramente tendría cerca de ahí. Tal cual las características de una caza fortunas, pero no me importaba lo que pensara la gente de mí, yo sabía donde estaba parada y el vampiro con el que me casaba, estaba enterado de mis verdaderos sentimientos. Al igual que le había confesado a Christine, yo lo amaba demasiado y estaba agradecida de que me hubieran mandado ese milagro. De no ser por Edward, yo no sé que sería de mí hoy en día. Tenía que amar demasiado a alguien como para aceptar casarme tan joven, y el me había convencido muy rápido.
Christine estaba empezando a meditar todo lo malo que había hecho en su vida y me parecía una idea excelente. Fue doloroso escucharle llorando toda la noche, pero estaba realmente arrepentida. Me lo había demostrado de la manera más sincera que pudo haberlo hecho. Después de haber denigrado a mi mejor amigo con tan sólo una mirada, ahora estaba con el. Aún me debía explicar lo que pasaba entre ellos y lo que habrían hablado. Sin embargo, Jacob seguía sin hablarme, de la manera más estúpida, me sentía mal porque el salía con mi prima y a mi no me dirigía la palabra. De alguna manera estaba celosa, pero sin pasarme de los límites. Me alegraba que se encontraran el uno con el otro.
Mi boda sería en París. Mi vida había girado ciento ochenta grados en su totalidad desde que Edward Cullen se había apropiado mi corazón.
-¿Qué haces aquí sola?-Me preguntó él.
-Pensando.-Respondí sin voltear a verlo.
-¿Podría saber lo que piensas?-Preguntó amablemente.
-Sólo recuerdo cosas. Como el momento en que te confesé mi enfermedad.-Mentí.
-¿Lo recuerdas?-Me preguntó mientras se acomodaba debajo de mí.
-Si, claro. ¿Recuerdas nuestro primer beso?-Le pregunté.
-No olvido el primero, ni olvidaré ninguno.-Replicó con una sonrisa.
-Debajo de la lluvia.-Dije volviendo mi mente al pasado.-Uno de mis deseos.
-¿Recuerdas que dije que los cumpliría? Te prometí que haría realidad todos tus deseos-Inquirió.- ¿Voy por buen camino?-Dudó.
-Vas perfectamente, aunque me queda poco tiempo para que se acaben.-Dije con desilusión.
-¿Por qué habrían de acabarse?
-Porque después de que tenga un nuevo corazón no tendrá validez.-Le expliqué.-Además, perdí la lista y no puedo recordarlos.
-No la perdiste.
-¿Cómo lo sabes?
-Yo la tengo.-Confesó divertidamente.
Estaba recostada sobre su pecho y levanté mi mirada para juzgarlo, pero el veía hacia la luna.
-Disfrutaremos juntos el invierno, la primavera, el verano y el otoño. Aún nos quedan años juntos. Tus deseos no tienen porque renovarse.
-Te falta un deseo.-Susurré un poco cohibida.
-¿Cuál?-Me cuestionó cómo si estuviera muy seguro de todos los deseos. Y es que el que le faltaba no estaba en la lista.
-Te daré una pista. Noche en Nueva York.
-Ah…-Suspiró.-Bella…
-No sé, tú lo prometiste.
-Lo sé, lo sé.-Dijo con desgana. Eso dolió.
Aparté un poco mi cuerpo de él y fijé mi vista en las hojas que descansaban en el suelo.
-¿Qué?
-Nada, olvida ese. Ya no lo quiero. Ya no forma parte de mis prioridades-Dije molesta.
Se movió y puso su cara a pocos centímetros de la mía.
-Te lo prometí. ¿Si o no?
-Si lo hiciste, pero si tú no estás dispuesto, ¿De qué me vale?
-Jamás dije que estaría indispuesto.
-Se nota que de verdad lo deseas como yo.
-No es eso, niña malcriada. Sabes que si lo quiero, pero quiero que sea especial. No quiero hacer nada mal contigo. Sabes que quiero ser cuidadoso y todo esto me da mucho miedo. Tengo miedo a lastimarte.
-Lo acabas de hacer, tres segundos atrás.
-Suelo actuar primero ante mis miedos, Bella. Lo siento.-Me besó el cabello.
-¿Me tienes miedo?
-Eres el ser más terrible que he conocido en mi vida. Definitivamente, sí.-Agregó irónicamente.
-¿Crees que tendremos un futuro feliz? ¿Crees que algún día estaremos tranquilos?-Pregunté mientras mi mirada se perdía en la profundidad de la luna.
-Creo que nos espera un futuro perfecto. Después de la tormenta, siempre viene la calma. Dejaremos que todo transcurra de manera normal y en menos de lo que te imaginas, estaremos juntos, a solas y felices.
-Eso espero, amor… eso espero.-Añadí con esperanza.
Pasamos varias horas hablando de nuestro futuro… De los preparativos de la tan esperada boda… hasta nos desviamos para tocar el tema de Jacob y Christine, que lo tomó tan sorpresivamente como yo. Prometí informarle de cualquier novedad entre la misteriosa junta.
Caminamos hasta el sendero más cercano a mi casa. Me tomó por la cintura y me besó dulcemente, tomándome con fuerza y empujándome contra el.
Éste beso se vio diferenciado a los demás, porque intentaba demostrarme que de verdad quería estar conmigo, tanto como yo con él.
Me dejó fuera del ambiente y el espacio.
-Nos vemos mañana, no me olvides…
-¿Eso es posible?-Le susurré suavemente a su oído.
Me dio una media sonrisa y desapareció entre los árboles.
Llegué a mi casa, sin hambre, les preparé la cena a mis familiares… pero Christine no se encontraba por ningún lado. Dudé en preguntar, pero al final lo hice.
-¿Christine?-Le pregunté a mi tía que hablaba con mi madre entretenidamente.
-Está arriba.-Replicó con naturalidad.
-¿No comerá?
Ella negó con la cabeza.
-Ya cenó en donde los Black.-Inquirió y me sonrío. Hice lo mismo pero después regresé mi vista a la lasaña que cocinaba.
Mi mente divagaba entre las suposiciones de lo que pudo haber pasado entre Christine y Jacob. Imaginármelos juntos, era algo casi imposible de describir, sus personalidades tan distintas me confundían, y, aunque Christine había mejorado, no la hacía muy compatible con mi amigo; mis pensamientos hacia Christine aún no se adaptaban a su nueva forma de ser. Apenas terminé de dar el último bocado, subí corriendo torpemente las escaleras.
-¿Christine?-Pregunté en mi cuarto oscuro.
Ella yacía dormida sobre el colchón donde solía dormir en estos últimos siete días. Su expresión era serena, y hasta podría decir que contenta, se le notaba una leve curva en la parte izquierda de su labio.
-Despierta.-Le susurré, pero ésta no pareció ni siquiera haberse enterado de ello. Respiré profundamente, la tomé por los hombros y empecé a batuquearla.
-¡Tienes muchas cosas que aclarar, jovencita!-Le exigí saber.
-¿Qué, qué?-Preguntó soñolienta hacia todos lados, pero aún sin verme.
Moví su cara y le lancé una mirada furtiva.
Ella se sonrojó y no hizo más que sonreír y acostarse de nuevo.
-A mi no me vengas con esa cara de inocente, cuéntame lo que pasó.-Exigí de nuevo.
-Jacob es un amor.-Suspiró sin abrir sus ojos.
Me quedé sin decir nada.
-Está bien.-Levantó la mitad de su cuerpo y quedó recostada a la pared.-Llegué a su casa, con un miedo terrible a que ni siquiera me abriera la puerta, o me insultara de nuevo. Me abrió y su cara de sorpresa no fue normal, definitivamente no me esperaba por allá. Me dejó pasar y le dije lo muy arrepentida que estaba y él escuchaba de forma muy atenta, tan atenta que pensé que sólo me miraba sin poner atención a los que decía.-Hizo una mueca de disgusto y siguió hablando.-Al final le expliqué que estaba dispuesta a cambiar y lo dejé frío. Por supuesto, le agradecí por haberme hecho reaccionar y meditar las cosas y pareció alegrarle mi idea de cambio. Le ofrecí de los muffins… Por cierto-Cambió su tono a curiosidad.- ¿Qué te dijeron los Cullen del postre?
-Que estaban absolutamente deliciosos.-Mentí.
-Que raro, Jacob casi vomita.-Dijo con el ceño fruncido.-Y pensé que estaba jugando conmigo, pero yo también los probé y no estaban muy buenos que digamos. O los Cullen son muy buenos contigo, o son muy mentirosos.
-Yo creo que la primera.-Reí con ganas y ella hizo lo mismo.
-Después de eso, estuvimos sólo un rato en su casa y me invitó a dar un paseo. Jamás mencionó el lugar que visitaríamos pero yo no puse objeción alguna por no parecer maleducada. Caminamos bastante hasta unos acantilados y el me dijo que nos quedaríamos en una playa.
Recordé el día que había visitado esa playa con Jacob, la había pasado tan bien…
-Ahí nos quedamos hasta tarde… Él hizo una fogata y había llevado un bolso repleto de malvaviscos porque dijo que si comía otro de los muffins, definitivamente vomitaría.-Ella rió de manera muy natural y se quedó pensando. Analicé esa mirada, y me parecía conocida. Las primeras expresiones que yo hacía cuando conocí a Edward.
-Christine… te gusta Jacob.-Era afirmación, no pregunta.
Ella se sorprendió con mi comentario, pero no hizo objeción alguna, eso quería decir que yo estaba en lo cierto.
-No lo sé…-Admitió en voz baja, sus mejillas se habían puesto rojas como tomates.
-Sabes que sí… ¿Por qué no se lo dices?
-Tengo miedo a que me rechace…-Dijo con nostalgia.
-No pierdes nada intentándolo.-La animé
-Podría perderlo a él. Acabo de conocerlo, quiero ver como se desenvuelve todo.
-Puede que tengas razón, pero nunca sabes lo tarde que podría ser.-Le advertí.
-Que pase lo que el destino quiera. Siempre habrá una razón para todo ¿No?
Asentí y la abracé fuerte.
Seguimos hablando y ella me contó unos detalles graciosos que se había saltado, y es que Jacob es muy bromista, me dijo que la hacía reír como nunca lo había hecho y eso me daba una satisfacción interna gigantesca.
Le mostré mis invitaciones y no paró de gritar, quedó totalmente encantada y se prometió que si alguna vez se casaba, quería que Alice organizara su boda. Se las mostró a mi tía y a mis padres, cosa que no había hecho por timidez.
Mi madre quedó tan encantada como mi tía y mi padre no emitió mucha opinión porque dijo que eso eran cosas de mujeres, que al le parecía que estaba perfecta.
El resto de nuestro fin de semana la pasamos fuera de la casa Swan, yo estuve por mi lado con Edward y con los demás, jugando ajedrez, monopolio y cualquier tipo de juego de mesa que se les ocurra. Por supuesto, yo siempre perdía y a la pobre Alice no la dejaban entrar en el juego.
Mi prima se quedaba en casa de Jacob, y por más que le enviaba mis saludos, nunca los devolvía.
Mi familia estuvo en Port Ángeles buscando trajes para mi boda, Alice se había ofrecido a hacerles unos con la misma costurera que me hacía el mío-Aunque yo ni siquiera había visto el modelo, pero ella se emocionó y aprovechó el fin de semana que pasé en su casa para tomarme las medidas, hasta cuando estaba jugando-pero ellos se rehusaron, porque ya estaba gastando mucho dinero… en exceso.
Nuestro acto de graduación sería la misma semana que el viaje a Francia; mi padre lamentó tanto eso, como lo hizo mi madre, pero era algo que se salía de mis manos y de las de Edward, también.
El viernes de la semana siguiente, ya me quedaban cinco días como Isabella Swan, como soltera. Me despedí de Ángela Webber, la única compañera que había valido la pena, la única que de verdad me acompañó y me trató bien en mi último año del colegio. Ella se alegró al ver en anillo que traía en mi mano, a diferencia del resto del colegio, que me miraba de una forma extraña.
Ya el anillo había perdido ese peso insoportable, ahora ni siquiera me molestaba. Caminaba con la frente en alto, hacía mi última visita a ese colegio, tomada de la mano con mi futuro esposo, el no podía sonreír más porque era imposible. Estábamos realmente felices y expectantes de ese tres de julio, que venía en camino...
-Bella, vamos muy retardados, todo es por tu culpa.-Exclamó mi madre, escaleras abajo.
-¡No puedo ir aún! No he preparado mi maleta. Adelántense ustedes, yo los alcanzo dentro de unos minutos, no me llevará mucho tiempo.-Grité mientras buscaba mis deportivos.
-Bueno…-Dijo un poco más convencida.-Alice se molestará.-Insinuó.
-Yo asumo todas las consecuencias. Vayan.-Repetí.
-Te esperamos, ¡no tardes, hija!-Gritó Charlie.
-Los quiero, demasiado –Le repliqué con la misma fuerza.
Me encontraba sola en mi habitación. Vestía de forma usual, unos jeans y una franela-mi favorita-
Miraba mí alrededor cómo si fuera la última vez que lo haría, y es que, muy dentro de mí, sentía que iba a extrañar todo lo que había en él. Lo tocaba todo con delicadez, mis dedos rozaban cada uno de los elementos en mi cuarto. Lo mismo hice, con toda la casa, pero de forma más general.
-Ay, Bella. Si eres ridícula, vas a volver en una semana.-Me dije a mi misma, burlándome.
Aún quedaba alguien en mi casa. Sentada en la acera, Christine tenía su barbilla apoyada a sus rodillas y veía hacia el noreste. -¿Por qué no te fuiste con los demás?
-No quiero irme, Bella.-Replicó en un hilo de voz.
Lo tomé como un desprecio y me sentí mal por ello.
-¿No quieres asistir a mi boda?-Pregunté con mi corazón en la garganta.
Ella me miró y cambió de expresión al ver la mía.
-No, no, no, no… prima. ¿Cómo crees?
Me senté a su lado y noté que tenía los ojos un poco hinchados y su nariz se veía un poco rojiza.
-¿Estabas llorando?
-Bella… Después de la boda, prométeme que nos volveremos a ver.
-No seas tonta.-Dije en tono amable.-Sabes que sí. ¿Cuál es tu preocupación?
-Mi madre, habló conmigo hoy…
-¿Y…?-Le invité a proseguir.
-Después de la boda, ya no volveremos.-Inquirió en tono triste.
-Pero, es normal ¿No? O sea, tú sabías que regresarías a tu casa.
-Lo sabía; de lo que no estaba enterada era lo mucho que me harían falta, Jacob y tú.
Le sonreí y le di unas palmaditas en la espalda.
-Tranquila, estarás aquí pronto. Mi tía se dio cuenta de lo mucho que te apegaste a nosotros, ella te traerá constantemente.-Le aseguré.
-No estés tan segura.-Replicó con una expresión triste –Ha hablado conmigo hoy. Nos mudaremos de Estados Unidos.
-¿Qué? ¿Por qué? ¡No!-Empecé a actuar impulsivamente.
-Decidió que quiere comenzar una nueva vida fuera de aquí. Empezar desde cero.
-¿Adonde quiere llevarte?-Le pregunté.
-Algún país en Europa, no quise seguir escuchándola.
Nos quedamos sin habla por unos segundos. Yo sólo divagaba entre mis pensamientos, cómo si mi mente no estuviera lo suficientemente llena de cosas, ahora se me amontonaban los problemas, los deberes, las dudas…
-Hablaré con ella.-Inquirí resumiendo.
-No te hará caso, sabes lo apasionada que es ella, cuando quiere algo, lo consigue.
-¿Y lo que tu quieres, no importa? ¿Acaso tú tampoco tienes derecho a obtener lo que quieres?
-No la conoces –Replicó moviendo la cabeza de un lado a otro.
Miré mi reloj, y era más que tarde.
Me exalté toda y le prometí insistirle a mi tía, ella entendió pero sin muchas ilusiones.
Terminamos de recoger todas las cosas, de la manera más rápida y ágil posible. Estábamos retrasadas por una hora y no quería imaginar la cara de la organizadora cuando nos encontráramos en su casa.
Había hecho mi maleta de viaje, junto con la de la luna de miel.
Si no me querían dar información de la boda, Edward menos me daría de la luna de miel, eso me daba más nervios aún, porque no sabía que colocar en la maleta.
Cuando llegamos, todos estaban afuera, colocando las maletas dentro de los autos que nos llevarían al aeropuerto. Alice se movía de un lado a otro. Mi madre y mi padre estaban estáticos y atendían a cualesquiera que fueran sus órdenes, parecía realmente estresada y agradecí al cielo que no me tocó ese papel en la historia.
Coloqué mi maleta en el auto donde mi madre se había subido. Todo era un enredo, y aún no podía ver al novio. No lo había visto en todo el día, ni había hablado con él.
Al parecer, nos habíamos separado por familias. La mía, iba en un auto y los Cullen, en otro, un poco más espacioso.
-¡Alice!-Grité corriendo detrás de ella.
-¿Qué, Bella? No hay tiempo, Srta. Cullen.-Replicó en tono amable.
Hice una mueca fingida de risa y después la miré con cara de pocos amigos.
-¿Con quién me voy yo? Ya mi familia se fue.-Le dije mientras veía el auto cruzando en la esquina.
-Con el novio, obviamente. ¿Qué creías? ¿Separados?-Rió.- No, Bella. Aún no estas vestida de blanco, adiós.-Fue lo último que dijo y se subió en la parte trasera de la camioneta negra.
Me encontré sola en el frente de la casa de los Cullen. Miré a mí alrededor, y no había nada ni nadie.
-No estás sola, nunca lo estuviste, nunca lo estarás.-Susurró a mi oído de manera inesperada, lo que hizo que saltara del susto.
-Sabes que no me gusta que me aparezcas así, de verdad que me asustas.-Me quejé.
-Lo siento.-Se disculpó como un niño pequeño.
-Estás perdonado, obvio.-Repliqué sonriente -¿Qué sientes en éste instante?-Pregunté con curiosidad.
-Dime tú primero.-Dijo con sus brazos alrededor de mí.
-Está bien…-Suspiré y miré al cielo.-Es algo raro, estoy nerviosa, pero tengo mucha curiosidad de cómo será todo, y espero hacerlo bien.
-¿Quieres saber lo que siento?-Me preguntó con una media sonrisa.
Asentí besándolo rápidamente.
-Siento el más fuerte y devastador amor por la mujer más hermosa del mundo, y con la que me casaré hoy, para vivir con ella el presente y por siempre, el futuro.
Sonreí satisfecha con su impresionante respuesta y me besó dulcemente.
-¿Cómo se supone que nos vamos?-Le pregunté un poco angustiada.
Me lanzó una mirada llena de suspicacia y miró sobre mi hombro.
Seguí su mirada y miré adentro del estacionamiento.
Había un carro que no pertenecía al montón que se guardaba en mi memoria.
El Volvo estaba en la parte más al fondo y por delante de él, sobresaltaba el nuevo.
El nuevo auto era nada más y nada menos que un Lamborghini, color negro.
Mis ojos se abrieron como platos y ya quería reclamarle a Edward cuando estaba colocando un dedo sobre mis labios.
-No es mío, no me regañes. Es el nuevo juguete de Emmett, ¿No notas que desechó el Jeep?-Preguntó haciendo un leve movimiento de cabeza hacia el garaje.
Es cierto, el Jeep no estaba.
-¿Nos iremos ahí?
-Si. Un poco de rapidez no hace mal a nadie. Además, durante más tiempo nos quedemos aquí abrazados, más rápido tendré que ir.
Llevábamos más de tres minutos en la misma posición, admirando el auto, hasta que mi sentido de lo correcto, reaccionó y me despertó.
-Vamos, Paris nos espera, futura Sra. Cullen.-Me invitó cordialmente a subirme al auto, abriéndome la puerta.
Hice una leve reverencia.
-Más respeto, joven Edward. Querrá decir, futura Srta. Cullen.
-Mis disculpas.-Empezó a reírse y me besó por última vez antes de subir al auto.
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