Reí bajito y marqué un camino por su brazo, hasta tomarlo de la mano.
Me abrió la puerta y ocho pares de ojos se posaron sobre nosotros. La gente estaba posicionada como si hubiera sido clasificada en especie. De un lado estaba mi familia, y del otro lado estaban los Cullen. Emmett estaba en el medio de todos, con los brazos extendidos y las manos sobre las dos réplicas de afrodita. Mi prima y Rosalie se miraban con un odio que se veía de lejos, parecía que una estaba a punto de lanzársele a otra encima y la imagen, increíblemente, me causaba gracia, pude suponer a que se debía todo esto.
-¡Christine! Por favor, compórtate.-Exigió mi tía.
-Rosalie, quédate tranquila.-Inquirió Carlisle con paciencia. -Me parece de muy mal gusto que una persona llegue a una casa ajena, dejando mucho que desear… -Rosalie bufó.- Metiéndose con el novio de alguien más.
-Te lo explico bien, Barbie teñida. Yo soy de California, y de donde vengo, no existen reglas en el juego. Y para tu información, no sabía que Emmett estaba acompañado de una muñeca de goma.
La vampira cerró los ojos, y de un segundo a otro, estaba encima de mi prima, tomándola fuertemente del abrigo, mientras Christine, de no haber existido la ley de gravedad, le hubiera escupido en su perfecto rostro. Todo pasó demasiado rápido.
-No sabes con quién te metes.-Dijo Rose, molesta.
-Sé muy bien lo que quiero, y cuando quiero algo, lo consigo.
Emmett estaba petrificado ante la escena, parecía más pálido de lo normal, Jasper contenía la risa, pero Alice no parecía muy feliz. Las chicas comenzaron a verse con ganas de golpearse y apenas mi prima hizo el primer movimiento, Rosalie ya estaba jalándola por el cabello y ésta gritó del dolor.
Alice danzó en medio de las dos y con cada mano las separó sin esfuerzo.
Rosalie se enderezó, pero aún seguía con una posición rígida. Christine hizo lo mismo, y después jugueteó con su cabello.
-Bueno, se acabó la función. ¡Ya está listo el almuerzo! –Interrumpió la pequeña Alice, rompiendo cualquier tensión en el ambiente, con su dulce vocecilla.
Mi tía le pedía disculpas a Carlisle, mientras nos encaminábamos al grandioso banquete, que en el comedor de la casa nos esperaba.
Christine comía con repugnancia viendo a Rosalie y a Emmett, sin embargo, la comida estaba deliciosa como siempre. Mi padre felicitaba a Alice, cada vez que se llevaba un bocado, ella parecía encantada pero seguía dándole el mérito de dañar la perfección del almuerzo a Rosalie y a Christine, las fulminaba de sólo verlas. Carlisle compartió mucha conversación con mi tía, intentando que no se sintiera incómoda y ésta pareció desenvolverse cada vez más con el tema de los viajes, al igual que lo hacia con Esme, que igual permanecía callada.
Todo se desenvolvía a la normalidad, mi prima había salido a hablar por teléfono y tenía más de una hora allá afuera.
Edward me tomaba de la mano, y me besaba repetidas veces; al principio me apenaba, pero al parecer, todo el mundo parecía encantado, ni siquiera mi padre armó un acto cómo el de Rosalie contra Christine.
Todo parecía estar en su lugar ahora. Sólo quedaban unos asuntos pendientes con el chico del equipo de football que me había molestado unos días atrás, y Edward se había tomado la delicadeza de recordármelo nuevamente.
De un momento a otro, dejamos de hablar y el me vio detenidamente.
-¿Sabes que te amo, no?-Me preguntó besando mis manos.
-Si, lo sé muy bien. Al igual que yo a ti.-Contesté con miedo sin saber hacia dónde iba. Suspiró y me dio una media sonrisa.
-¿Recuerdas lo que te dije esa noche, en la suite del Plaza?
Hice memoria, pero sólo recordaba como me rendía ante su rechazo. Bajé la mirada.
-¿No lo recuerdas?-Me preguntó, subiendo mi rostro, suavemente.
-Sólo recuerdo lo que no hicimos.-Susurré con tristeza.
-Te dije que al igual que tú, yo también tenía prioridades, pero nunca te dije cuales.
-¿Y a qué viene todo esto?-Le pregunté nerviosa.
-Estás a punto de averiguarlo.-Edward se levantó de su silla, tomó un tenedor de la mesa y dio unos suaves golpecitos contra la copa que traía en su otra mano. –Propongo un brindis.
Alice saltó de la silla cómo si hubiera visto un tesoro lleno de reliquias de oro y diamantes y corrió danzante escaleras arriba.
Todos se pusieron de pie y Esme sirvió champagne en las copas de todos. Mi tía me guiñó el ojo y salió afuera, supuse que en busca de mi prima. Ésta regreso con cara de pocos amigos.
Silenciosamente, Alice se desplazó por detrás de Edward e insertó una de sus delicadas manos en el bolsillo de su abrigo.
-Quiero decir varias cosas, algunas las saben, otras no. Primero que todo, le quiero dar las gracias a la familia de Bella por habernos acompañado, a pesar de todo lo malo.-Se dirigió a Rosalie y a Christine –Es un placer tenerlos aquí. Segundo, quiero brindar por la salud de Bella, que ha mejorado indudablemente y aún no tenemos la fecha exacta, pero muy pronto, Bella estará tranquila, después de la intervención quirúrgica, tendrá un nuevo corazón y una larga vida.
Todos sonrieron y levantaron sus copas en alto.
-¡Salud!-Gritaron todos con júbilo.
Bebieron un sorbo del champagne, pero me quedé dubitativa viéndolo. El reaccionó a mi mirada penetrante y se aclaró la garganta, para hablar de nuevo, pero antes, dio un rápido vistazo hacia el lugar donde se encontraba mi padre.
-Yo diría que la principal razón por la cual, hemos reunido a la familia, de ésta forma, de nuevo, es la siguiente… -Vio a mi familia- Quiero que sepan que Isabella Swan es la mujer que me hace más feliz y con la que ya he decidido que pasaré el resto de mis días, sólo si tengo la aprobación de ustedes.
Sentí un frío recorriéndome las venas y cómo la sangre bajaba a mis pies.
La expresión de mi madre era de sorpresa, la de mi tía y mi prima eran sonrisas, que abarcaban todo sus bronceados rostros californianos, pero la de mi padre era de película: El drama que expresaba era propio a la reacción de un padre.
Lo curioso era el otro lado de la moneda, a diferencia de mi familia, todos los Cullen estaban con los ojos expectativos hacia mi, pero ellos parecían muy contentos ante la propuesta indirecta de Edward.
Sin embargo, yo por mi lado, aún no asimilaba sus palabras, por lo que aún no tenía mucho que pensar, mi mente divagaba por el comedor, analizando cada una de las expresiones presentes; al fin y al cabo, no era mi turno de responder, Edward se había dirigido primero a mi familia, con su aprobación, ahí me pondría a pensar y a analizar mi situación.
Edward esbozó una rápida sonrisa, que después pasó a ser una línea recta fruncida.
-Bueno, Edward.-Su voz sonaba temblorosa y nerviosa-Eres un muchacho increíble, y sé lo mucho que quieres a Bella, has hecho demasiado por ella, y te lo agradecemos muchísimo, jamás tendremos con qué pagarte lo que significa para nosotros, que le hayas dado una esperanza de vida a nuestra hija, pero… creo que ahora es un poco arriesgado y muy precipitado, a menos de que nos propongas alguna fecha considerable.
Éste era el momento en que Charlie debía reaccionar con un rotundo “¡No!” Y pegar gritos, molestarse, entre otras cosas que se dibujaron en mi mente desde el momento de que Edward habló.
-Había pensado, dentro de un par de meses, dependiendo de la fecha de la operación de Bella.
-Tienes razón, pero pienso que es muy pronto. Ni siquiera han acabado el colegio.-Intervino mi madre.
-Sólo falta un mes y estamos graduados. Quiero que sepan que no me importa la fecha, lo que me importa es saber si tengo su aprobación o no.
Reneé y Charlie se miraron con inseguridad, el uno al otro y todos callamos en espera a su respuesta.
-Por mi parte, tienes mi aprobación, con tal de que esperes después de la operación de mi hija, no sé que pensará Reneé.
Vi a mi madre con una mirada fugaz, pero que rogaba a gritos una aprobación.
Ella frunció los labios y suspiró.
-Lo siento mucho por ti, Edward… lamentablemente no te puedo dar mi aprobación, no estoy de acuerdo con éste tipo de compromisos tan rápidos, yo pienso que apenas se acaban de compenetrar como una pareja. Todo quedará en manos de Bella, después de la operación, esa es mi última palabra.
Edward bajó su vista, y con mucha decepción, asintió una sola vez en señal de entendimiento. Me dolía ver cómo se le partía el corazón.
-¿Y a mí no me van a dejar decidir? –Dije precipitadamente.
Todos quedaron viendo hacia mí, y me sentí muy intimidada y pequeña.
Los ojos de mi novio tomaron un brillo inesperado, de nuevo.
-¿Y qué tienes que decir?-Preguntó casi ahogado de la emoción.
-No tengo nada a qué responder, aún nadie me ha preguntado nada.-Insinué y el me miró con picardía.
-Isabella Marie Swan, estoy muy seguro, ya no hay nada que me pueda hacer cambiar de idea. Te amo tanto como para darte todo lo que necesites de mí, por siempre y para siempre, sólo si tú me lo permites, como te lo dije unas semanas atrás. –Metió su mano en el bolsillo y sacó la típica pequeña caja que deja a las prometidas sin aliento, pero que a mi me dejaba más que eso -¿Existe la posibilidad de que me permites estar con la única razón de vivir que tengo? ¿Quieres casarte conmigo? Sin pensar, ya sabía la respuesta, me arriesgué ante todo y ante todos.
-Si, acepto. Por siempre y para siempre –Acepté de nuevo con emoción, sabiendo que mis palabras poseían un doble sentido.
A pesar de toda la tensión, todos gritaron de emoción y empezaron a aplaudir.
Edward abrió la caja y sacó el voluminoso, hermoso y elegante anillo. Bañado en oro blanco, el anillo brillaba de manera excesiva, su diamante era rosa y tenía incrustado otro muy pequeño en el centro, trasparente. Lo introdujo con delicadeza y entrelazó su mano con la mía, con la otra me acercó hacia él y me besó dulcemente. Definitivamente, me había tomado fuera de base y yo había arriesgado mucho.
Mis padres ya habían recibido ésta sorpresa cuando Edward admitió que quería casarse conmigo, semanas atrás como él mismo lo había dicho, así que no tenían objeción alguna… o eso espero.
Seguidamente Alice saltó a mi lado a abrazarme y a gritar cosas inentendibles, estaba como loca, y hablaba de preparativos, de lo cual no quise prestar atención para no echarme atrás. Después se me acercaron los demás Cullen, hasta lo hizo Rosalie. Todos me daban la bienvenida a la familia a su manera. Mi padre tenía una mano sobre el hombro de mi prometido, y la otra la tenía estrechada junto a la de él, parecía muy serio pero no molesto, seguramente le estaría amenazando de muerte, pero Edward no hacía más que sonreír. Después mi madre lo vio un poco desolada, pero el parecía ser educado, quería interrumpir, pero Christine me sorprendió en medio del camino.
-Prima, no lo puedo creer. Eres la persona más… No sé que decir. Me has agarrado de sorpresa. Primero, tu ropa cambió de estilo drásticamente, Segundo, tu novio y su familia, son los seres más hermosos que había conocido en mi vida –Se me acercó al oído y susurró –Menos la Rosalie esa.
Puse cara de pocos amigos y le di un golpecito en el brazo indicándole respeto a mi futura cuñada.
-Espera, aún no dejas de sorprenderme. Tercero, eres la persona más desquiciada en lanzarte al matrimonio de ésta forma.
¿Estás loca? –Preguntó indignada.
-No, no estoy loca, simplemente estoy enamorada. –Respondí con orgullo y ella pareció sorprendida de la complejidad que implicaba el uso de la palabra.
Eché un vistazo rápido detrás de ella, pero ya no había nadie. Por supuesto, inesperadamente me abrazó la cintura con su pétreo brazo.
-Pues si para Christine, estar enamorado significa estar loco, necesito que me metan a un manicomio urgente, por que estoy locamente más enamorado de ti. Gracias –Susurró dulcemente a mi oído.
No sabía que decirle. Si respondía un simple “De nada”, sonaría como si le hubiera hecho un favor al aceptar, y es que éste compromiso nos favorecía a los dos, de modos distintos, por más que el miedo inundara mi mente, mi corazón sentía que había hecho la decisión correcta.
Y es que estaba empezando a creer… a creer en muchas cosas que no sabía que existían antes de conocer la realidad de mi mundo, donde si vivimos entre vampiros y licántropos, en un mundo donde las esperanzas de vida se agotan y aún así, hay que seguir adelante, sin dejar atrás nada, pero lo más importante, lo recuerdo muy bien en mi libro, ese que había abandonado porque Edward me enseñaba a diario lo que el decía:
“Cuando creas que todo está perdido, que ya no hay fe en tus metas, es hora de que conozcas al mejor aliado que a un ser humano –A los vampiros y a licántropos también – puede acompañar: El Amor.”
Pues sí, dicen que ojos que no ven, corazón que no siente, y yo no me fiaba de muchas cosas en ese libro, hasta que empezaba a recapitular y reflexionar.
Mi madre me felicitó, sin dejar atrás una lista de advertencias y problemas que esto podría traer. Charlie hizo lo mismo, pero de manera más delicada. Sus ojos estaban llorosos, al igual que los de mi tía, que me confesó entre lágrimas que nuestra relación le recuerda demasiado a su esposo, pero, sin embargo, me preguntaba que clase de poción habían rociado en nosotros para irradiar esa “Esencia de amor y felicidad en el ambiente”, le respondí con una risa bajita:
“Te juro que no lo sé”
El resto de la tarde se desarrolló con fluidez, ya no existía tanta tensión, pero ya me estaba aburriendo el tema de excursiones selváticas y sugerí a Edward, sentarnos al frente del estacionamiento, accedió y me tomó de la mano hasta llegar al final.
-Entonces… -Inquirió alzando una ceja. Se había apoyado a la puerta del volvo con indiferencia.
-Entonces ¿Qué? –Pregunté.
-Isabella Marie de Cullen, no suena para nada mal –Dijo mientras miraba más allá del bosque.
-Tal vez, si no colocas mi nombre completo y mi segundo nombre, sería una mejor opción –Sugerí.
-Así quedarás sólo con mi apellido.
-Bella Cullen, interesante. –Medité la pronunciación de su apellido después de mi nombre. Lo repetí unas cuantas veces, sumida en mis pensamientos.
-Te lo juro que no me imagino mi vida en tres años. –Confesé sin dejar de mirar el brillante anillo.
-Yo si. Te imagino tan bella como siempre, con tu nuevo corazón y estudiando en Harvard o en Yale junto a mí. Es fácil de adivinar.
-No estamos haciendo apuestas de si me gano la lotería, o no, para entran en una universidad como esas; estamos hablando de mi futuro.
-¿Para qué apostar por algo que ya es seguro? Tu irás a la universidad, quieras o no.-Dijo en tono autoritario.
-Pues te informo que no poseo una mansión como tú, ni ando regalando mercedes, y creo que ya dejé claro lo de estar pagando cosas que no te incluyen.
-Pero me incluirán. ¿Crees que resistiré más de un año para la boda?-Preguntó incrédulo.
-¿Dices que nos casaremos antes de la universidad? –Pregunté exaltada.
-Digo que nos casaremos tan pronto como se pueda. Tu madre no está muy contenta con la proximidad de la fecha, pero sé que muy pronto se acostumbrará a la idea, porque sabe lo mucho que te quiero.
-Creo que hoy le has dado la mejor prueba de todas.
-Te aseguro que sí. Vamos adentro que te tengo que entregar unas cosas.
Lo seguí y me pidió que me quedara al pie de las escaleras. Divagaba en mis pensamientos cuando sentí una delicada y fría mano sobre mi boca.
-¡Silencio, silencio! No digas nada, sólo escucha. –Exigió Alice en voz baja. Me llevó a la más extrema esquina de la sala.
-¿Qué pasa? ¿Cuál es el misterio?-Le pregunté con intriga.
-Lo que te voy a decir no es ninguna petición, es una exigencia. Para poder aceptarte como mi futura cuñada debes acceder con un asentimiento y sin ningún “pero”, ¿estamos claras?
Asentí una sola vez, totalmente confundida.
-Te prohíbo a cualquier objeción que puedas hacer en cuanto a los planes de boda. Todo quedará en mis manos... Espera –Me tomó de las muñecas y miró pensativa detrás de mí –No, al parecer Edward no me dejará escoger una cosa, pero no importa, aún tengo demasiado trabajo, aunque eso hubiera sido excelente.
-P…
-¡Pero nada!-Dijo con autoridad.
-Está bien-Repliqué rendida.
-Así me gusta.-Profirió satisfecha y de un momento a otro, Edward estaba ahí alejando las manos de Alice que aprisionaban las mías.
-¿Podrías dejar de atosigar a mi prometida? Soy yo el que contrae matrimonio, no tú. –Inquirió molesto.
Alice lo tomó en broma y le sacó la lengua como una niña pequeña. Se fue dando brincos de felicidad hacia el comedor.
“¿Alguien quiere postre?” la escuché preguntar.
-¿Qué clase de…?
Edward movió la cabeza de un lado a otro negando cualquier pregunta que fuera a formular.
-Dejémoslo así. Hablaremos después de esto, con calma.-Una vez más, me dejaban con la palabra en la boca. -¿Qué era lo que me ibas a dar? –Le pregunté apartando su vista furiosa hacia Alice.
-¡Ah!-Exclamó –Necesitarás esto, y esto para mañana.-Me entregó unas carpetas con una serie de hojas impresas con largos textos.
-¿Debería saber qué es esto? –Pregunté mientras pasaba las hojas.
-Apuntes que necesitarás en la semana, y algunos trabajos que tienes que entregar con anticipación.
-Pero si sólo falte unas horas el viernes, el viaje a New York no nos tomó más de dos días. Además, ¿Tú lo hiciste para mí?
-Por supuesto, después verás a lo que me refiero. Ahora, más que nunca, no puedo permitir que pierdas el año.
-Ya sé por qué.
Sus ojos se crisparon.
-¿Por qué, entonces?-Preguntó con un nudo en la garganta. Mi razón no daba motivo a semejante reacción.
-Porque tendré que estar ausente mucho tiempo por los exámenes para la operación y todo éste protocolo, ¿No es así?
-Exactamente.-Dijo resoplando.
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