Me parecía demasiado extraña su visita. Estando cada semana, en lugares diferentes, venir a escoger a Forks no era una de las mejores elecciones turísticas. Aquí casi no teníamos comercio, sólo lo básico; pagaría todos mis ahorros de la universidad por ver la cara de Christine cuando se entere que no hay ni centros comerciales, ni ninguno de esos centros de estética donde pasa sus tardes libres.
Reí por un largo rato, pero después se esfumó la alegría.
¿Cuál sería el estado de ánimo de Edward?
Llevaba varias horas sin verlo y ya sentía como si fueran años.
Pasé por al lado de la ventana de mi cocina y m vi de refilón en el vidrio. No estaba presentable, ni para una reconciliación, ni para una cena de lujo ni tampoco para el reencuentro con las mujeres más modistas de mi mundo.
Iba refunfuñando para mis adentros, mientras daba fuertes pisadas sobre los escalones.
Cuando llegué, mi celular estaba vibrando sobre mi mesa de noche. Era Alice.
-¿Qué pasa? –Contesté con rapidez.
-Me estas atrasando los preparativos del almuerzo –Dijo con obstinación.
-Te recuerdo que yo no te llamé, eres tú misma la que pierdes tú tiempo –Le aclaré.
-Entiendo. Entonces, supongo que ya sabes que vas a vestir.
Callé porque sabía a qué se refería.
-La chica de tu familia que viene a visitarte, no es muy cortés que digamos, por lo que acabo de ver. No habías escogido el mejor de tus atuendos y ya estaba juzgándote. Pero no te preocupes, ahora mismo salgo a llevarte la ropa. No permito que nadie, jamás, se meta contigo, y menos teniendo una hermana como Alice Cullen –Dijo muy molesta y colgó el teléfono.
-Ay no.-Refuté para mis adentros. Escondí mi cara entre las manos. Ya se le ocurrirá traerme lo más elegante que consiga en su extenso guardarropa.
Escuché la puerta como se abría, unos segundos después. Para mi mala suerte, ya retumbaba en mi cabeza la molesta voz de mi prima.
-Tía Reneé, dime, por favor, que tienes agua caliente. Sabes que no vivo sin ella –Dijo Christine, con su voz pedante que tanto anhelaba en mis pesadillas.
-Claro que sí, pero espero que Bella ya se haya duchado, porque tarda un poco en calentar de nuevo –Dijo mi madre un poco perturbada, pero sin dejar el tono amable a un lado.
Listo. Salí corriendo a encerrarme en el baño, para, además de ser un poco descortés con mí prima, alistarme para el almuerzo.
Estuve en la ducha hasta que se agotara la última gota de agua caliente. Escuchaba como sonaban maletas chocando contra el piso de mi invadida casa.
Suspiré muchas veces y dudaba en abrir la puerta, o no hacerlo. Pero al fin y al cabo, lo debía hacer. Cuando lo hice, me encontré con su perfecta sonrisa que tanto odiaba.
-¡Bella! –Gritó con júbilo.
-Christine, ¿Cómo estás? –Dije casi sin aliento, mientras me apretaba fuertemente entre sus brazos.
-No, no, no… Ya no es Christine.-Corrigió en tono autoritario, subiendo su dedo índice.-Ahora mis amigas y las que quieren serlo me llaman, Chris.
-Ah, entiendo. Pero si te digo Christine, ¿te importa?-Traté de sonar lo más pedante posible.
-Si, obvio que me importa. No me gusta mi nombre.
-Entiendo.-Murmuré.
Se alejó un paso de mí, y me analizó de pies a cabeza, haciendo muchas muecas con la cara, de insuficiencia y disgusto, tal vez algunas de asco.
-Estás un poco destruida. Sigues siendo igual de torpe por lo que veo.-Dijo en voz baja. –Pero he venido a salvarte, te traje ropa de mi último viaje a París, la usé allá y ya no la necesito más.
La miré con cara de nada.
-¡No me mires así! Agradéceme. –No pareció afectada y se volteó hacia mi habitación y se lanzó en mi cama –Espero que me dejes dormir aquí, tengo un tratamiento porque los zapatos altos me tienen la espalda adolorida.
-Como quieras.-Dije con tal de que se quedara tranquila.
-¡Ay! Creo que he aplastado algo, y no es mío precisamente.-Dijo con una sonrisa de niña inocente.
Había varias bolsas largas y lisas de plástica, donde había ropa por doquier. Más de siete conjuntos. Camisas, sweaters, zapatos, pantalones.
Alice…
Christine estaba a punto de estallar. Pero sólo se quedó con la boca abierta y le arranqué lo que tenía en las manos, sin saber si combinaban o no. El reloj marcaba las doce y con Alice debía ser más que puntual.
Tomé mis pantalones de mezclilla, que había colocado en la ropa sucia, pero es que había tomado dos camisas, una más elegante que la otra, así que me fui por la más sencilla.
Cuando salí de nuevo del baño, mi prima posaba frente al espejo con un vestido, que, como estaba envuelto de un plástico, supuse que era mío.
-¿Desde cuándo tienes tan buen gusto, Bella? –Dijo sin apartar la vista del espejo.
-Es un regalo de mi cuñada.-Le expliqué mientras me peinaba.
-Está precioso.-Su expresión cambió a ser de indignación.- ¡Espera! ¿Tienes novio?-Preguntó sorprendida.
-Si, ¿Por qué te parece raro? ¿Es que acaso tú no tienes? –Sabía que ella no tenía, su humor de perro-Sin ofender a Jacob- y su mala actitud, no le daban el placer de saber lo que se siente estar enamorada. Ella siempre ha tratado a todo el mundo con demasiada autoridad, es por eso, que ni por que sea la chica más linda del colegio, los chicos se le acercan. Necesita alguien que la baje de ese planeta rosa en el que vive.
-Sabes que no, idiota.-Dijo molesta.
-Como sea. ¿Ya estás lista, verdad?-Pregunté desviándome del tema.
-¿Para qué? ¿O qué?
-Sal de la burbuja de la felicidad en la que vives, tenemos un almuerzo en casa de… mi novio.
-¡¿Qué?! Sueña con que voy a ir, así, vestida. ¡No me habías avisado nada! –Me encogí de hombros y entornó los ojos.
Empezó a gritar de manera desesperada, a sacar toda su ropa de la maleta y hablaba con ella misma, muy molesta. La ignoré y terminé de alistarme unos minutos después. Volví a la habitación y seguía buscando ropa como frenética, así que decidí alejarme del ambiente de tensión, porque ya tenía suficiente con la que reinaba en mi cabeza.
Bajé a saludar a mi tía, por no ser de mala educación. Cuando la vi, tuve una extraña sensación. No sentía que era ella cuando su mirada se posó en mí, no parecía la misma, de mala actitud. Parecía nostálgica y triste. Al parecer si le había afectado bastante lo de su último esposo. Según mi madre, ella si estaba enamorada, aunque las demás personas lo negaban y hablaban de ella cómo si estaba con el Sr. Fonti por puro interés.
Me molestaba que la gente juzgara sin saber. Mi tía ha sido viuda dos veces. Yo no podría soportarlo… sólo de pensar y hacerme una idea de perder a Edward, era un dolor indescriptible. Ella todavía estaría recuperándose. Se había enamorado.
Por alguna razón, me imaginé a Edward en ese estado.
-¡Bella, sobrina! Como te he extrañado.-Me abrazó emotivamente, cosa que también era raro en ella. Definitivamente había cambiado plenamente.
-Tía, yo también. ¿Cómo has estado?
-Bueno, ya debes saber que no muy bien. Pero ahora he estado muy feliz, que me enteré de tu exitoso viaje, es increíble lo que ese joven ha hecho por ti. De verdad se quieren, ¿No?
-Es algo más que eso. –Admití con pena a que Charlie escucharla una pequeña revelación de amor por mi parte.
Ella pareció contenta, pero a la misma vez nostálgica, el recuerdo del amor la hacia estremecer del dolor y la compadecía.
Estuvimos hablando de sus viajes, que aunque había cambiado, seguía igual de aventurera como siempre. Yo le hablé de la escuela y de los Cullen, pareció encantada con la descripción de la familia y no faltó que Charlie y Reneé intervinieran para agregar muchas otras cualidades de ellos. Les dije que Edward nos pasaría buscando y me recomendaron que me fuera con Christine y ellos se iban en la patrulla, accedí, sin estar muy feliz de ir atormentada con ella.
Arriba se escuchaban pasos con tacones, y yo estaba perdiendo mi paciencia, así como la perdería Alice conmigo. Edward estaría esperando a la orden de Alice para venir por nosotros.
Subí las escaleras molesta y apareció con los brazos alzados, haciendo señal de que parara mi paso.
-¡Ya, tranquila! Estoy lista. ¿Ya llegó tu novio? Muero por conocer al pobre.
Se había maquillado hasta la punta de los pies y estaba perfumada con toda la botella.
-¿Podrías apurarte? –Le exigí, mientras la jalaba por el brazo, escaleras abajo.
-¿No piensas llamar a tu novio? ¿Cómo es que se llama? –Me preguntó con tono pedante.
-Edward.
Tomé el teléfono, pero no tuve la valentía de hablarle, así que le envié un mensaje.
Unos minutos después escuché el motor del Volvo rugiendo afuera de mi casa. Sentí como si era el sonido de mi muerte. Los adultos se adelantaron porque Esme llamó a mi madre y le aseguró que Edward ya venía a buscarnos. Mi prima no esperó mucho para abrir la puerta y emocionarse.
-Por lo menos tiene un auto increíble.
-Deja de juzgar y no hables por favor, sólo accede y niega.
Revoloteó con los ojos y se acercó al auto dando saltitos.
Mis manos temblaban cuando intentaba cerrar la puerta. Cuando al fin lo hice, me volteé lentamente y suspiré.
-Que no me mate, que no me mate.-Decía para mis adentros mientras escondía mis manos vendadas.
La puerta del piloto se abrió y mi prima transmitía una alegría poco contagiosa.
Sin colocar la más mínima atención a Christine, Edward bajó del auto, con una expresión que mostraba un dolor oculto, aunque no tenía ni una chispa de alegría, caminó hacia nosotras, a un paso lento. Traía unos lentes oscuros, que no me permitía deducir su estado de ánimo. Mi prima quedó viéndolo, como usualmente lo hacían las chicas que lo veían por primera vez, pero lo menos que me importaba era eso. El se acercó a mí y me abrazó. Al principio pensé que estaba alucinando, y que seguramente estaba parada ahí en medio de la nada, con la mirada vacía, imaginándome esa imagen. Pero era real, sus brazos me rodeaban de manera protectoria y amorosa. No quería soltarme, y yo menos a el, más bien quería quedarme por siempre así con él. Quería rodearlo con mis brazos, pero me tenía tan apretada contra él, que no me lo permitía.
Sin más ni menos, esta era la menor manera que pensé que reaccionaría al verme.
Después de un par de minutos, tomó mi cara entre sus brazos y me besó frenéticamente, de esos besos que tanto extrañaba, de esos labios que tanto anhelaba. Cómo lo extrañaba.
Pero aquí estaba, y de aquí no me iría. Volvíamos a ser uno de nuevo.
Para nosotros, no existía nadie más. No me importaba mi prima. Pero tuve que separarme de él, como siempre pasaba, para poder respirar… Como anhelaba dejar de hacerlo para no dejar de besarlo en ningún momento. Sentía que estaba en algún lugar, más allá del cielo.
Edward volteó y le dedicó una mirada frívola a Christine; la aludida parecía hipnotizada todavía.
-Edward.-Dijo él, alzando su mano. Pero parecía molesto… algo había escuchado de su mente que no le parecía ni gracioso ni bueno.
-Mucho gusto, yo soy Chris, la prima…
Edward no la dejó terminar cuando ya estaba respondiendo:
-Ya lo sé. –Volvió la vista a mí y me tomó de la mano, conduciéndome al auto. Regresé mi vista y le hice señales a Christine para que saliera del trance y subiera al auto.
-Pero si es Bella, la niña problemas.-Bromeó Emmett, cuando entrabamos al auto.
Hice una mueca de disgusto y me acomodé en la parte trasera, tratando de ocultar toda la fusión de sentimientos que me invadían, con suerte, todos eran positivos.
La expresión de Christine era, ahora, dos niveles más altas que la anterior, pero tenía una batalla personal: No sabía a cuál de los dos mirar. La observaba con detenimiento cuando Edward pisó el acelerador y se integró a la carretera de Forks. Parecía que lo estaba haciendo a propósito. ¿Así de estúpida me veía yo? No recuerdo haberme quedado tan impregnada con su belleza, pero me parecía extraño su comportamiento, con lo egocéntrica que es ella con respecto a estas cosas, jamás pensé que algo la dejaría así.
Ya estaba a punto de abofetearla cuando se presentó a Emmett.
-Hola, muchísimo gusto. Mi nombre es Christine, soy la hermosa prima de Bella. Es un placer conocerlos.-Dijo con entusiasmo. Por el retrovisor vi como Edward la miraba con fastidio, pero Emmett volteó con una sonrisa que parecía más divertida que interesada.
-Es un placer también.-Dijo riendo. Christine tomó esto como una burla y puso cara de pocos amigos, pero volvió a hablarle cómo si nada.
Pareció encantada con Emmett, y eso me alivió por una parte. Ya no tenía ojos para Edward, porque sabía que el sólo los tenía para mí, así como yo para él. Me preocupaba que saliera viva de la casa de los Cullen si se le ocurriera colocarle una mano encima, Rosalie la mataría.
Por mi lado, Edward mantenía la vista por el retrovisor, hacia mí, con una mirada pícara, que traía esa pizca de felicidad que me alegraba a mi también; por supuesto, no podía evitar ruborizarme y el reía bajito, cada vez que lo hacía. Lo peor de todo esto, es que ni siquiera nos habíamos dirigido la palabra.
Edward dio la vuelta rápidamente y se estacionó afuera de su casa.
Emmett le ofreció la mano a Christine y ésta pareció encantada, pero yo le hice una mueca de disgusto cuando ésta pasó por delante de nosotros, y a éste pareció no importarle.
Cuando pisé el primer escalón de la entrada, no me había percatado si ya Edward había entrado a la casa, pero había desaparecido ante mis ojos.
Vi por el vidrio alto de la ventana, que Christine tomó por el brazo a Emmett y un vidrio se quebró contra el piso en los interiores de la casa.
Rosalie –Pensé- Pobre de mí indefensa prima, no sabe con quién se metió.
Iba en son de salvarla cuando sus manos frías apresaron mi brazo.
-¿No crees que tienes otra cosa más importante que resolver?-Preguntó con voz autoritaria. –Te aseguro que allá, podrías salir herida.-Me advirtió.
-Pensé que ya se había resuelto todo entre nosotros.-Dije deprimida.
-Lo que pasó hace unos minutos fue un impulso, y por naturaleza, lo debía hacer. Pero eso no quiere decir que vamos a dejar esto aquí, no puedo dejar pasar esto.-Exclamó tomándome fuerte del brazo y señalando mis vendas.
-¿Qué quieres que te diga? Tú deberías saberlo.
-No lo sabía, más podía saberlo. Le pedí a Alice que te dejara tranquila ésta noche, mientras yo me iba a Vancouver a cazar unos cuantos pumas con Jasper. Hice caso omiso de sus llamadas cuando estaba allá. Pero nunca se me ocurrió que serías tan creativa de lanzarte por la ventana.
-¿Dices que si sabías que estaba con Jacob?-Pregunté confundida.
-Te lo contaré todo detalladamente, porque al parecer no me entiendes.-Inquirió con un hilo de voz, tomó una bocanada de aire y prosiguió.- Después de lo que me dijiste en tu casa, cuando llegamos de viaje, me di cuenta de que tenía que darte tu espacio, porque sabía que te preocupabas con Jacob, aunque, para ser sincero, me dolió la manera en la que me hablaste.
Quise interrumpirlo y suplicarle un perdón pero éste me paró antes de que lo hiciera.
-No te preocupes. Entre tantas cosas, vine acá, Alice me contó que intentó ver tu futuro para que pudiera irme de caza tranquilo, y ella me dijo que se veía difuso, no podía concentrarse, así que supuse que Jacob estaría pronto en tu casa. Le dije a Jasper que me esperara mientras pasaba por allá y así lo hice. Cuando llegué, él estaba afuera, en la camioneta de su padre, lo saludé y analicé todo lo que había pasado con el accidente. Cuando subí a tu habitación –Hizo una mueca como de dolor –Te escuché, hablando en sueños como siempre, pero estabas preocupada y gritabas, tomando algo en el vacío… cuando me acerqué a ti, nombraste a Jacob, y no sé por qué razón eso me sacó totalmente de mis casillas, tomé toda la ropa de la maleta y me fui de ahí, sin voltear atrás… sin pensar lo que pasaría después.
“Me fui lo más lejos posible, Jasper parecía no entender, pero jamás reclamó nada. Alice no dejaba de llamarme y, repito… jamás pensé que harías semejante estupidez.
Me quedé ahí, parada, apenada.
-Jacob parecía muerto desde mi ventana.-Me excusé.
-¿Y querías hacer un suicidio múltiple lanzándote por la ventana?
-Edward, no tenía mente en ese momento. Ahora estoy lo bastante mal como para que me hagas sentir peor. Disculpa por haberte hablado así.
-Discúlpame tú a mí. Mira todo lo que te has hecho, si hubiera estado aquí… -Frunció el ceño mirando hacia abajo. Parecía muy frustrado consigo mismo. –Permíteme tus manos –Las alcé y analizó las vendas -¿Tu misma te colocaste las vendas? –Me preguntó.
-De hecho, lo hizo Jacob.-Admití con pena.
Me miró con recelo y volvió la vista abajo para seguir analizando lo que había debajo del vendaje.
-Al parecer quiso reparar el daño. Cuando entremos le digo a Carlisle que las revise… no quiero que nada te pase.
-Ya pasó, no tienes nada de qué preocuparte ahora, yo estoy bien.-Lo calmé.
-No necesito que me hagas sentir mejor. De cualquier forma debía haber estado contigo.-Protestó.-Además, Alice está muy molesta con los dos.
-¿Qué? ¿Por qué?
-Por tu acto de circo de anoche, y a mí, por no haberle hecho caso cuando quería advertirme lo que te pasaba.-Volvió a fruncir el ceño.-Pensé que era para decirme que estabas con Jacob, pero era algo que ya sabía. Discúlpame, de verdad.
-Creo que estamos a mano. Ahora, vamos a hacer borrón y cuenta nueva.
-Es una de las mejores ideas que has tenido últimamente. No puedo dejarte sola un momento, porque ya estás cometiendo desarreglos.-Se acercó y susurró con voz dulce –Te extrañé, y quisiera quedarme aquí, tu y yo solos, pero si no entramos en éste instante, Alice estallará de rabia.
Reí bajito y marqué un camino por su brazo, hasta tomarlo de la mano.
Me abrió la puerta y ocho pares de ojos se posaron sobre nosotros. La gente estaba posicionada como si hubiera sido clasificada en especie. De un lado estaba mi familia, y del otro lado estaban los Cullen. Emmett estaba en el medio de todos, con los brazos extendidos y las manos sobre las dos réplicas de afrodita. Mi prima y Rosalie se miraban con un odio que se veía de lejos, parecía que una estaba a punto de lanzársele a otra encima y la imagen, increíblemente, me causaba gracia, pude suponer a que se debía todo esto.
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