Mi última voluntad

Autor: MafeLovesTwilight
Género: Romance
Fecha Creación: 11/08/2009
Fecha Actualización: 30/06/2012
Finalizado: SI
Votos: 59
Comentarios: 253
Visitas: 262610
Capítulos: 44

¡FIC FINALIZADO!

 

Mi vista se volvía nítida de nuevo y me encontraba en una habitación llena de mucha claridad.

Noté la aparición de una luz blanca. Un quirófano. Edward entraba con una bata azul y con dolor en su rostro. Caminaba lentamente hacia mí, viendo a la altura de mi cintura, pero no parecía verme a mí, parecía ver algo más… Algo a través de mí.

-Bella…-Habló entrecortadamente. Suspiró en manera de intento de tranquilizarse.

-¿Qué pasa?-Le pregunté dulcemente. Traté de acercarme, pero no podía, y no sabía por qué. Aunque estaba a menos de un paso de mí, no me veía.

Tomó una silla y se sentó a mi lado. Lo que no entendía es que me hablaba, pero estaba lateral a mí y viendo a mis espaldas.

-Bella, bella… mi amor, despierta.-Alzó su mano y la colocó sobre una camilla que estaba detrás de mí. Alguien reposaba en ella.

-Estoy aquí, Edward-Susurré sin voltear totalmente, evitando encontrarme con el ser que nos acompañaba.

-Tú sólo estás dormida.-Inquirió dudoso.- Ya te extraño amor mío, tienes una vida que seguir, tienes a muchas personas que te aman, y a muchas que debes cuidar-Estaba sollozando y su voz se trancaba. – ¿Cómo me haces esto? ¿Cómo te atreves a dejarme? Tú me habías prometido, tú te quedarías… tu me prometiste que nunca me ibas a dejar.

No sabía si lo que veía era posible, pero lo que estaba viendo era algo más que real, sobrepasaba los límites de mis creencias. Edward lloraba a mi lado, y yo me rehusaba a voltear mi mirada.

No podía contener las ganas de gritarle que ahí estaba, que yo me quedaría con él. Salté a sus brazos, pero no conseguí más que caer al suelo. Me levanté quedando de la misma manera en la que se sentaba él, mirando hacia lo mismo que veía él.

Yo descansaba sobre esa camilla. Mis ojos estaban cerrados… y estaba sin vida.

-Bella, mi amor mírame, aquí estoy…-No paraba de llorar, su respiración se cortaba entre los sollozos.-Bella, levántate mi vida, párate por favor.-Apoyó su rostro sobre mí pecho y no dejó de llorar jamás mientras esa dolorosa imagen se oscurecía.

Tenía el corazón hecho pedazos.

Desde hacía cinco años, mi vida no era normal, yo no era normal, algo había hecho esto, había cambiado mi propósito y la visión de la vida.  No sabía que me esperaba en Forks, pero algo en mí, me decía que, algo iba a ser diferente.

Mejor…

Me llamo Isabella Swan, y ésta es mi historia…

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Capítulo 23: Luces de la 5ta Avenida

-Te lo juro que los voy a matar.

-Puedes hacerlo, pero no ahora.

Puso cara de pocos amigos.

-No saben con quién se metieron.-Dijo mirando por la ventana con rabia.

-Después descubrí que Jessica está con uno de los chicos esos, imagino que con el líder de todos. Pero ella dijo algo con lo que puedo coincidir con ella.

-¿Acaso esa niña tiene mente? ¿Qué dijo?-Aún seguía molesto.

-Dijo que yo no era nadie sin mi novio.-Tomé su cara con mi mano.-Y no lo soy. Vamos a olvidarnos de todo este embrollo, te pido, por favor. Si quieres cuando regresemos… pero por favor, nada de cosas así. Además, recuerda que no puedo sufrir muchas emociones en un día. ¿O es que quieres que algo malo me pase antes de llegar a New York?

Reaccionó y volteó rápidamente.

-No.

-Bueno, dejemos esto así y vamos acomodando todo.-Volteé hacia la puerta cinco, donde ya se acumulaba una fila de pocas personas.-Mira, ya vamos a embarcar.

No dijo nada, aunque creí haber escuchado algo como “Esto no se queda así”.

Una amable aeromoza nos guió a nuestros asientos. Eran raras las veces que viajaba en avión, de hecho, casi nunca lo hacía. Edward me cedió el puesto de la ventana, para admirar una panorámica que el estaría cansado de ver y que para mí sería la primera.

Me harté de ver nubes por la ventana. Edward tomó mi mano y sentí un frío horrible. El avión parecía un congelador y yo no estaba en condiciones de soportar tanto frío.

Mis manos empezaron a temblar al igual que mi mandíbula, involuntariamente.

-Disculpa.-Inquirió apenado, retiró su mano y ajustó la rejilla del aire para que no diera hacia mi asiento. Llamó a una aeromoza para que me trajera alguna cobija. Se quitó el abrigo y me rodeó con el.

-Creo que aún estoy débil.-Murmuré.

-Creo que en éstos aviones la temperatura es muy fría para la gente normal.-Susurró bajito.

Me reí y ya empezaba a calentarme un poco. Era reconfortante.

Apoyé mi cabeza a la ventana… escuché un murmuro, imagino que de Edward, pero no adiviné de qué se trataba cuando ya estaba sumida en mis sueños.

Me di cuenta de que no estaba dormida totalmente, cuando escuchaba a la Aeromoza molestar a Edward una y otra vez, preguntando siempre lo mismo: “¿Desea algo?”, y lo peor de todo es que sólo se lo decía.

Como me da rabia que le coqueteen a Edward.

“¿Es que estás ciega? ¿Acaso no ves que el ya está comprometido?” Veía como se sorprendía, colocaba su mano en su pecho, como si se sintiera ofendida cuando le mostré con todo orgullo el anillo que se posaba de manera perfecta en mi mano derecha.

-Ya llegamos…-Susurró Edward dulcemente a mi oído. Me desperté y las nubes se habían reemplazado por una larga pista de aterrizaje y un cielo lleno de nubes grises.

Suspiré porque me percaté de que no había cambiado el ambiente.

El papeleo fue rápido y nos montamos en el primer taxi que vimos.

-Al Plaza.-Dijo Edward con voz seria.

Al principio el conductor pareció estar despreocupado, pero después de que Edward articuló palabra, pareció cómo si le hubieran descargado cinco mil voltios en la espalda. Se espabiló y conducía velozmente. Lo cual no me ayudaba.

Quería que antes de llegar al hotel pudiéramos hablar… o al menos negociar la idea de quedarnos juntos.

Mientras ordenaba en mi mente lo que le iba a decir, mordía mi labio inferior con nerviosismo. Edward, se veía tenso. De seguro la idea de ya estar en New York le producía tanto pánico como a mi.

La diferencia es que lo mismo que me diría este doctor, lo había escuchado unas cuantas veces atrás. Para Edward, ésta sería la primera vez, y la única esperanza que tenía.

Pensándolo bien, no me había preocupado para nada. Se me había pasado el propósito principal del viaje, pero es que con proposiciones como El Plaza, New York y Edward Cullen juntas… ¿Quién pensaría otra cosa?

“Mira Edward”… No, eso es muy controlador.

“Tengo una proposición que hacerte” No… muy frustrante.

“Tengo una inquietud” Estúpido.

Mi mente buscaba la frase perfecta con la cual no se me pusieran los nervios a millón y que fuera concreta. Que convenciera a Edward, era lo más importante de todo.

-¿Lo dejo aquí?-Preguntó el taxista, señalando diagonalmente a través del vidrio a una entrada lujosa.

-Si, no se preocupe. Tenga.-Edward extendió el brazo y le dio un billete de cien dólares.

El hombre de bigote lo tomó como un chiste porque Edward bajó del auto y el marcador del total no tenía ni la mitad de ese billete. Empezó a buscar entre sus bolsillos y me extendió la mano para que lo tomara mientras Edward le pedía a un botones que bajara las maletas.

Espera, hace cinco segundos habíamos salido del aeropuerto. ¿Cómo es posible que hayamos llegado tan rápido?

Es que no había tráfico-Lo que me parece estúpido en una ciudad como esa-, es que el taxista era muy rápido, o era que me sumí tanto en mis pensamientos que se me pasó el tiempo.

La última opción era la más posible.

El hombre empezó a poner cara de enfado, porque tenía aún la mano extendida. Reaccioné y Edward estaba parado con la puerta abierta, esperando a que bajara.

-No se preocupe, déjelo así.-Dijo el inmortal mientras me ayudaba a salir del auto. Le abrí los ojos como platos en muestra de desconcierto.

-Edward, ¿Te fallan las matemáticas?-Hablé con los dientes apretados.

-No.-Se burló de mi inocencia.

Al taxista se le iluminaron los ojos. Creí que estaba a punto de llorar. Salió disparado a reincorporarse en una larga cola de carros.

Me tomó de la mano. Que hermoso era el contraste de la hermosa piel de Edward con la mía. Nuestras manos se unían como si fueran una sola, como si no se fueran a separar nunca.

Con su otra mano sostenía un paraguas para cubrirnos de la lluvia.

Levanté mi mirada y un frío me recorrió el pecho.

Lo que veía no parecía creíble. Por lo menos no para mí. Una cosa que para muchos sería rutina, para mi parecía una obra de arte.

La fachada del hotel era hermosa, encantadora.

Cinco banderas izadas por encima de tres elegantes puertas giratorias doradas, separadas. Una alfombra roja que abarcaba tanto entrada como salida. Muchos pisos hacia arriba, estructura Inglesa. Se nota que no era moderna, pero que la mantenía tal cual como la habían hecho. Parecía un enorme castillo, pero era cuadrado. Las paredes mantenían ese color beige de los edificios europeos, y las ventanas pequeñas. Quedaba en toda una esquina y del otro lado estaba el Central Park.

Si de día parecía impactante, de noche me dejaría sin aliento.

-Bella…-Me apretó la mano, pero siendo muy delicado como siempre.

Aun no bajaba mi vista. Era enorme.

-Disculpe, voy a pasar sus maletas para que no se puedan mojar.-Habló educadamente un joven hombre, cual aspecto no vi.

-Si, ya vamos adentro.-Contestó Edward.-Bella…-Soltó una risita baja.-¿Qué pasa?-Preguntó con el mismo tono de risa.

-Es…es… increíble.-Reaccioné.

-Si ya lo se, mi amor. Pero si no entramos ahora, te vas a resfriar, y eso es lo que menos deseo ahora.

Asentí sin bajar la mirada, hasta que ya no pude ver más, porque ya veía el techo del lobby.

Otra impresión más.

El lobby era muy elegante. Yo parecía la más desarreglada de ahí, hasta la mucama que limpiaba los vidrios vestía algo mas bonito que lo mío.

Una gran cantidad de gente estaba abajo. Gente con mucho dinero. Señoras con extravagantes joyas y hombres con trajes de corbata.

Estaba parada a la mitad del Lobby y Edward había seguido caminando.

Volteó y volvió a reír.

-¿Quieres esperar mientras estoy en recepción?

Asentí, como si estuviera soñolienta.

Todo parecía un palacio para mí. El piso era totalmente liso, parecía de cristal. Brillaba de lo limpio que estaba. Tres hermosas lámparas colgaban del techo, eran hechas con pequeños cristales. El techo se dividía en recuadros blancos con detalles dorados, parecían de oro.

Me senté en un mueble de color Beige y a mi lado había una familia que a simple vista se veía que no era norteamericana.
Parecía hindú, por sus extravagantes trajes.

Un momento…

-¡Espera Edward!-Grité parándome de un salto.

Creo que mi grito fue más audible de lo que esperé, la gente a mí alrededor me veía como si fuera una desquiciada recién escapada del psiquiátrico. A simple vista, yo también hubiera pensado lo mismo.

Edward venía en dirección contraria con una expresión de duda. Traía dos papeles en la mano.

Oh no…

-¿Qué pasa? ¿Por qué gritas así?

-Es que… ¿Ya tienes la… las…?-No sabía si usar plural o singular en mi frase, simplemente porque no sabía cual podría ser su reacción.

-¿Las habitaciones? Si, ya las tengo aquí. Ésta es la tuya.-Me entregó una tarjeta. Tuve que pensar por dos microsegundos que querría que hiciera con ella… ah, claro. La llave.

La tomé con nostalgia.

-Gracias…-Pronuncié con voz casi inaudible.

Se quedó parado unos segundos al frente de mí.

-Estas muy rara… ¿Segura que te sientes bien? Has cambiado de ánimo unas cuatro veces en menos de una hora.

-Ah no, tranquilo. Sólo estoy cansada.-Contesté con un hilo de voz.-Creo que mejor subiré.

Quedó un poco sorprendido ante mi enojo. Y un poco dolido, creo…

-Bueno, estaré en la habitación 1190... Por si necesitas algo-Dijo con tristeza.

-Aja.-Contesté con indiferencia, volteándome y aguantando esas lágrimas que siempre estaban a punto de salir.
Tomé el papel para ver el número de mi habitación.

1191. Rose Suite… Leí debajo de un folleto. En su piso: 1187: Plaza suite. 1188: Deluxe Rose Suite. 1189: Terrace Suite.


1190: Edwardian Suite


Suspiré profundamente y me volteé para tomar el ascensor con Edward, pero el ya no estaba ahí.

 

Pregunté por la ubicación de un ascensor que estuviera cerca de mi habitación. El botones me dijo que me acompañaría, lo cual me dio un poco de pena.

Mientras subíamos el silencio que reinaba en el ascensor era demasiado incómodo. Pero fue rápido, a pesar de que subíamos hacia un piso 11.

Los pasillos eran al igual que todo, elegantes. Con una luz tenue.
Salí del ascensor.

-Que tenga buenas tardes, señorita.-Dijo el botones con una sonrisa.

Con el poco ánimo que tenía le devolví otra sonrisa pero no de tanta magnitud.

Caminé como alma en pena, pasando lentamente al lado de las puertas.

Con una mano sostenía la llave y con la otra mi maleta.

1194, 1193, 1192… 1191.

Quedé mirando la puerta, como si pudiera ver a través de ella. Aún desconcertada por no saber la razón de que Edward no
quisiera que nos quedáramos juntos.

Si me quedaba ahí mucho tiempo, el se daría cuenta de que soy yo. Si llegaba a verlo iba a romper en llanto.

Pasé mi tarjeta y abrí la puerta. Cuando iba a cerrarla oí como la 1191 se abría. Cerré mi puerta. Me apoyé contra ella y me abracé las piernas, cerraba los ojos con fuerza... Tal vez necesitaba un tiempo a solas… o tal vez no quería estar conmigo.

No sé.

Un baño después de ese largo viaje seguramente me relajaría. Pero me distraje rápido con los detalles en la habitación.
Era amplia, tenía muchos detalles florales. Cuadros antiguos de mujeres con extravagantes peinados y vestidos, en cenas, parques… Toqué las cortinas, parecían de seda egipcia… eran de color rosa viejo y ocultaban unos grandes ventanales con vista al Central Park.

Me pregunté si Edward estaría viendo lo mismo que yo.

Las paredes del baño eran blancas, con pequeñas cerámicas que dibujaban unas delicadas flores.

Me quité la ropa y abrí la llave. El agua caliente hizo efecto en cada una de mis articulaciones. Estuve ahí un largo rato… Me coloqué una bonita bata de baño para salir.

¿Cómo me iba a vestir? No lo vería hasta mañana en la mañana para la cita en el médico… Tendría que usar mis comunes shorts de algodón.

Crucé el pasillo del baño hacia la entrada donde había dejado mi maleta y había algo ahí…

Un papel.

¿Edward? No… Edward no haría eso, además está molesto. O confundido. Pero supuse que sería alguna invitación del Hotel a alguna cena Elegante y todas esas cosas…

Mientras me cambiaba, la curiosidad aún seguía molestando. Corrí a la puerta y me senté en la esquina.

Una letra perfectamente caligrafiada casi me ocasiona un ataque al corazón.

“¿Recuerdas lo que te dije cuando veníamos camino aquí? Te dije que llegaríamos de noche. Pero llegamos más temprano de lo que pensé.

Además de eso te dije otra cosa… Espero que sepas a qué me refiero. Te espero abajo en media hora.
Edward.”

¿Qué? ¿Ahora me pondría a resolver acertijos? Mi memoria no es tan exageradamente fotográfica como la de el.

¿Qué dijo? ¿Qué dijo?

A ver… “Vamos a llegar de noche” pero… ¿Qué tiene que ver las horas? Mi mente rebuscó hasta la esquina más escondida:
“Llegaremos en la noche. No tendremos tiempo de conocer ni hacer Turismo… Tenía unos planes previstos para mañana, porque tu cita era dentro de tres días, pero por los acontecimientos, lamentablemente tendré que cancelarlos. Lo siento.”

¡Eso es!-Grité con satisfacción.

¿Saldremos? La sonrisa se dibujó en mi cara de una forma sorpresiva. Eso significaba que saldríamos. La idea me parecía magnífica y oportuna. Quizás las oportunidades anteriores que había tenido para preguntarle lo de individualidad de las habitaciones no se dieron porque sería más convincente en un lugar más tranquilo, en comparación a un taxi o a un avión.

Lo mejor sería hablarle con la verdad, si lo practicaba mucho antes de exponer mis pensamientos me saldría confuso y mal.

Lo sé porque nunca había sido buena expresando cosas tan delicadas. Sólo imaginarme una exposición oral en la escuela era aterrador y siempre salía temblando.

Las manos me sudaban mientras dejaba todo en orden en la habitación. Mi corazón era lo único que escuchaba mientras caminaba por el pasillo hacia el ascensor.

-Buenas noches.-Dijo un nuevo chico. Éste parecía molestarle algo, pero de manera preocupante.-Disculpe señorita, si no le parece una ofensa. ¿Le podría preguntar si se siente bien?-Me miraba con el ceño fruncido.-Está sudando un poco para el frío que hace aquí.

Y yo obviamente con la cabeza en otro lado, respondí con voz nerviosa.

-Me pasan muchas cosas.-Sonreí amablemente y salí del ascensor.

Quité el sudor disimuladamente de mi frente. Mirando por la ventana, la ciudad se veía muy iluminada, la gente caminaba con grandes abrigos… Oh no, dejé mi abrigo.

Vi por encima la parte baja del Hotel, y no vi aún a Edward. Así que eché a correr en busca de mi abrigo. Iba a morir de
Hipotermia si no lo hacía.

El chico del ascensor me miró ahora con más preocupación.

-Señorita, si hay algo que pueda hacer por usted…

-No se preocupe.

Busqué mi abrigo entre la ropa. Lo encontré junto con mi celular y mi cartera. Tenía muchas llamadas perdidas. Charlie, Reneé… Jacob.

Le escribí a Charlie un rápido mensaje de texto, diciéndoles que los llamaba mañana después de la cita, que estaba un poco cansada para hablar hoy. A Jacob le dije lo mismo.

En mi fuero interno me avergonzaba con el chico del ascensor, su mirada me hacía sudar más. Tomé otro camino en busca del otro ascensor. El chico de éste pareció no percatarse de mi presencia.

Cuando estaba abajo, Edward aún no aparecía. Mi cabeza daba vueltas en busca de la perfección reflejada en un cuerpo humano. Como último recurso decidí preguntarle a la recepcionista si lo había visto. Respondió que hace unos minutos vio a un chico con las mismas características que las de Edward, pero que el había caminado hacia el pasillo de los ascensores de nuevo.

-Gracias.-Contesté desanimada y le di mi llave para que la guardara.

Seguramente pensó que no quería salir con él, o que no recibí la nota… pudo haber pensado tantas cosas para devolverse.

La carrera de arriba para abajo me había mareado un poco y la noche parecía perfecta para tomar un poco de aire. Al regresar de mi paseo subiría a su habitación. ¿Ya para qué? Sería demasiado tarde para cambiar las habitaciones.

-Disculpe, le puedo ofrecer un paraguas.-Dijo un señor en la entrada del hotel.

-Muchas gracias, pero no está lloviendo, además solo voy a dar un corto paseo.

No pareció satisfecho pero igual me dio una pequeña sonrisa.

Derecha, izquierda o al frente. Los árboles delante de mí me recordaban al bosque en frente de mi casa. Si fui a New York y no caminé por el Central Park, es como si no hubiera ido.

Crucé la calle con cuidado y coloqué mis manos en los bolsillos del abrigo cuando empecé a adentrarme en el parque.

Parecía que no fui la única persona donde se le pasó por la mente dar un paseo nocturno. Cualquier tipo de gente se encontraba ahí, eso lo diferenciaba totalmente de mi bosque en Forks. Pasé encima de un puente que se ubicaba arriba del lago, las luces de los edificios alumbraban el agua de una manera muy perfecta, parecía una pintura.

La gente a mi alrededor empezó a abrir los paraguas, pero yo no vi señales de lluvia arriba de mi. Cambié el rumbo de mi camino, hacia un alto árbol, que estaba situado junto a la orilla del lago, se veía tan perfecto.

Nada es perfecto sin Edward…-Me recordé a mi misma.

-Y nada lo es para mí sin ti.-Susurró dulcemente en mi oído. Su voz gélida me dio escalofríos, pero se sintió ta bien al mismo tiempo.- ¿Porqué estás aquí, sola?-Preguntó con voz un poco triste.

-Porque nunca te vi llegar…-Susurré.

-No sabía que habías bajado, estuve esperando pero… Pensé que no habías querido salir.

-Que estupidez. Es que subí a buscar mi abrigo. ¿Entonces? Aquí estamos, ¿Cuáles son tus planes? Espero que no sea nada muy formal, no estoy vestida para la ocasión.

Rió bajito y me miró con expectativa.

-¿Qué me dirías si te confieso que estamos a punto de llegar al lugar donde planeaba traerte?

-Te diría que estamos conectados.-Reí ante mi comentario.

El también lo hizo y me abrazó la cintura, jalándome fuertemente hacia él.

Detrás del árbol se escondía un mantel blanco con una pequeña cesta marrón, y en el medio de todo había una pequeña
vela blanca encerrada en un globo de cristal, apoyada al mantel.

-Disculpa, sé que es un poco fuera de lo rutinario, los Picnics se hacen de día. Los del hotel se responsabilizaron-Se disculpó.

-¿De qué hablas? Está precioso, de verdad. Jamás dejas de sorprenderme.-Besé su mejilla.

Nos sentamos y tenía un poco de hambre. Dejo mi vida humana aparte cuando estoy con Edward.

-Imaginé que tendrías hambre. Espero que te guste.-Me dijo mientras abría la cesta. Había una manzana y estaba llena de uvas, fresas, peras. También traía unos pequeños cupcakes y unas galletas que parecían de propaganda, y de bebida había
una botellita de vidrio con jugo.

-Si, bueno, creo que me llenaré con los Cupcakes y el fruto prohibido.

Me miraba con admiración mientras comía. Y yo frenéticamente quería acabar pronto para poder llegar al punto. Dejé la mirada fija en el lago.

-Edward…-Mi corazón desaceleró rápido el palpitar.

El calló esperando a que yo hablara de nuevo.

-Ok… aquí va.-Inspiré profundamente.-Quiero que te quedes conmigo ésta noche.

Pareció no entender lo que dije porque su expresión no cambió para nada.

-A ver si me explico bien. Desde el momento que hiciste la reservación por teléfono, cuando dijiste que querías habitaciones separadas… he estado un poco… ¿Triste? O deprimida. Cómo sea, había querido preguntarte la razón por la cual no escogiste una sola habitación, porque yo estoy consciente de que tu no duermes y a mi no me importaría que te quedaras conmigo. Me importaría si no lo hicieras. Mi mente ha estado deambulando éstas horas en cosas que no quiero pensar. Que no te quieres quedar conmigo… No lo sé.-Las lágrimas volvieron a salir. Pero esta vez fueron involuntarias.

Sus ojos se crisparon.

-Bella, yo… Lo siento tanto, no sabía. Pensé que querrías privacidad. Además tú no te opusiste a que las cambiara. Si lo hubieras querido, lo hubieras hecho ¿O no? De hecho, yo más bien pensé que escoger una habitación para los dos podrías haberlo tomado como una ofensa.-Admitió con la cabeza baja.

-Es que no encontraba la oportunidad para pedírtelo. Pero ya que más da…-Me encogí de hombros y me di por vencida.

-Discúlpame. Me quedaré contigo ésta noche, si así lo deseas.-Me tomó la cara con una de sus frías manos. Pero no noté en sus ojos que la estadía fuera recíproca. No veía que el quería quedarse conmigo, sólo lo hacía por hacerme sentir mejor.

-Tranquilo, como quieras.-Dije con indiferencia.

Pasaron diez minutos y aún no habíamos hablado de nuevo.

-¿Cómo te sientes?-Me acarició la mejilla y me tomó entre sus brazos, nuestras miradas estaban fijas en el paisaje.

-Bien, un poco nerviosa de lo que me puedan decir. Mañana decidiremos mi destino. Podrás hacerte una idea de cómo me siento.-Reí nerviosamente.

-Te entiendo, yo me siento el doble de nervioso que tu. En mis manos tengo tu destino, si es que no sale bien lo de mañana.-Contestó con voz nostálgica.

-¿Ya sabes que vas a hacer si me dicen que no hay donantes para mí?-Le pregunté expectativa.

Quedó pensativo por un momento, pero después volvió al tono nostálgico de antes.

-Si, ya lo sé.-Me alegré por un momento.-Seguiré insistiendo por todos lados, debe haber alguno para ti.-Me volteé y puse
cara de pocos amigos.

-Edward, te advierto que lo que dices es muy riesgoso. Falta poco tiempo, y si mañana dicen que no, no tenemos más tiempo para buscar otro. Recuerda que no soy la única persona acá afuera con ésta enfermedad. Muchas otras personas dependen de sus turnos. Además… ¿Te imaginas que por estar buscando, sea muy tarde? Estoy en la meta final… puedo morir mañana, ahora…-Me tapó la boca suavemente.

-No digas eso, no dejaré que nada te pase.-Prometió.

-No depende de ti, depende del destino.-Le advertí.

-Después de lo que digan mañana, hablaré con Carlisle del asunto. Sabes que en última instancia, por más que me duela y
odie hacerlo, te tengo que arrebatar la mortalidad.-Dijo con voz de culpa.

-Tranquilo, soy bastante fuerte, si he soportado todo esto… Puedo soportar una transformación.

Me dio una media sonrisa que no parecía convencida.

-Vamos a regresar… Ya está oscureciendo.-Los dos subimos la mirada hacia las nubes grises que nos tapaban la luz de la
luna. Me ayudó a levantarme y yo no parecía muy contenta de volver al hotel y pasar la noche sin él.

Cuando estábamos en el lobby, desaceleré el paso.

-¿Nos vemos mañana?-Preguntó abriendo los brazos, esperando a que lo abrazara.

Mi mirada seguía triste, pero igual lo abracé fuertemente. Pedí la llave de mi habitación y la señorita pareció desconcertada, vio rápidamente a Edward y regresó la vista de nuevo a mí. Con el ceño fruncido, me entregó la llave. A
mis espaldas Edward y ella se quedaron hablando. Los celos recorrieron un poco mi mente, pero se esfumaron tan rápido llegué al piso de mi habitación.

Inserté la tarjeta y la luz que debía ser verde, era roja. La metí una, dos, tres veces. Nada.

Lo intenté volteando la tarjeta de todas las formas posibles. Aún nada.

La chica del Lobby andaba en las nubes cuando me dio la llave, seguramente me dio la equivocada. Con un poco de fastidio, bajé el ascensor. Bostecé unas dos veces por la falta de descanso y me acerqué con una cara no muy amistosa al Lobby del Hotel. Le coloqué la tarjeta en la mesa y ella sonrió cómo si se hubiera ganado la lotería.

-No abre.-Dije secamente.

-Ah disculpe… creo que me he equivocado.-No borraba esa sonrisa de la cara. Ya parecía que estuviera actuando.-Tenga, ésta es la suya.-Me dejó la tarjeta en la mesa, la tomé y me fui.

Al chico del ascensor, pareció haberle picado el mismo mosquito que a la del Lobby. La sonrisa era de oreja a oreja.

Salí mirándolo como si fuera una especie rara. ¿Qué le pasa a la gente?

Una mucama pasaba con el carrito de limpieza, con la misma sonrisa… Que ganas de fastidiarme.

-Disculpe, señorita. ¿Su habitación es la 1190?-Preguntó ella.

Asentí con duda.

-Hemos encontrado un problema en sus cañerías, me temo que no será posible que se quede ahí ésta noche… Le hemos habilitado una habitación en el otro pasillo, allí le dejaron sus pertenencias. Siga derecho por éste pasillo y cruza a la izquierda al final.-Hizo unas confusas señales con la mano.-No se preocupe, ya sabrá como llegar.-Me guiñó un ojo y siguió caminando.

¿Qué se supone que quiso decir con eso?

Seguí caminando por la dirección que había dicho. Me asomé lentamente antes de cruzar…

Era un corto pasillo, con una sola puerta. Ésta era diferente, era más grande y elegante. En el piso había una linda alfombra, cubierta con muchos pétalos de rosa rojos. Seguramente la mucama me había dado mal la dirección, volteé la vista y alcé la mano para preguntarle, pero ella ya no estaba ahí.

Volví a ver hacia la habitación y me acerqué lentamente. Introduje la tarjeta y efectivamente era compatible. Abrí la puerta y ahí estaba el…


Tan perfecto como siempre.

Capítulo 22: La Gran Manzana Capítulo 24: Nunca más voy a sentir tus manos.. Sobre mi piel

 


 


 
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