Si no conseguía colocar la llave en la cerradura en el siguiente intento, pensé que probablemente Edward tiraría la maldita puerta abajo. Aunque si no estuviera presionando su erección contra mi trasero, no estaría tan distraída.
—Muévete —gruñó él, tomando la llave de mi mano. La introdujo en la cerradura y la giró. Casi gemí de alivio. Mi cuerpo lo necesitaba. Nos besamos en el asiento trasero del taxi todo el camino, felices y borrachos por nuestra conversación compartida y una botella de vino.
Una vez dentro encendió las luces y tomó mi cara entre sus grandes y cálidas manos, y sólo me miró con amor. —Estar contigo aquí, en este pequeño apartamento, es todo lo que necesitaba. Pensé que necesitaba más. . . saber todo sobre mi pasado. Estaba equivocado. Eras en todo lo que pensaba, todo lo que necesitaba. Nada se compara contigo. No es el dinero en mi cuenta bancaria, mi trabajo en la universidad, mi apartamento lujoso. Daría todo para tenerte de vuelta.
—Sí. Por favor.
Empezamos una danza desarticulada de tirar cada uno de la ropa del otro, desesperados por estar más cerca. Primero, mis botas se fueron, Edward parecía reacio a sacarlas, pero mis jeans estaban escondidos en su interior, por lo que era necesario. Luego se arrodilló ante mí y me quitó los calcetines, besando las plantas de ambos pies antes de levantarse para quitarme la camisa. En mis pantalones, sujetador y pies descalzos me sentí más bella que nunca. Su mirada encapuchada nunca me dejó. Deslizó su dedo por debajo de la cintura de mis vaqueros y rodeó mi cadera, su dedo bailando ligeramente sobre mi tatuaje, enviando un delicado rubor todo el camino hasta mi pecho.
Saqué la chaqueta de sus hombros y la dejé caer al suelo, él se sacó la camisa por la cabeza. Su pecho desnudo era una de mis cosas favoritas. Podría mirar sus pectorales musculosos y su estómago todo el día. Estaba sonriéndome expectante, como si estuviera esperando algo. Miré hacia abajo y lo vi.
El tatuaje en su bíceps que una vez dijo Logan había sido cubierto con un intrincado diseño tribal que ocultaba el texto debajo por completo. Pasé mis dedos a través de él y le miré con asombro.
—¿Te gusta, cariño?
Asentí.
Seguía estando allí, pero tal vez eso estaba bien. Logan era parte de nuestro historia compartida. No quería admitirlo, pero a veces todavía era difícil pensar en él como Edward. Edward Anthony, me recordé.
Una vez que estuvimos desnudos, me sentó en el piso de la sala, arregló almohadas y una manta del sofá debajo de mí. Puso su mano sobre mi vientre y suavemente me empujó hacia atrás hasta que me acosté. A pesar de nuestra separación de un mes, se tomó su tiempo, succionando suavemente y besando mis pechos antes de dirigirse hacia el sur.
Estaba mojada y necesitada para el momento en que su boca llegó a mi sexo. Gemí en un dulce alivio cuando finalmente me besó allí. Abrí los ojos y lo vi hacerme el amor con su boca. Su lengua se arremolinó en un patrón aprendido de memoria, proporcionando tanto placer como pudo. Mordisqueó y chupó suavemente, al parecer encantado con esta actividad. Me encantaba verlo, y pronto estaba gimiendo y arqueándome contra su boca con cada delicioso movimiento de su lengua.
—Edward —gemí mientras se producía mi liberación.
Besó mi montículo desnudo varias veces más antes de retirarse de en medio de mis piernas. Me encantó como ya no me sentía acomplejada por estar completamente expuesta ante él.
Me arrastré de rodillas para llevarlo dentro de mi boca, pero su mano en mi codo me detuvo. Negó con la cabeza. —Ven aquí, preciosa. Necesito estar dentro de ti.
Sonreí ante sus palabras.
Me atrajo hacia su regazo, así que quedé a horcajadas sobre él. Sostuvo mis caderas justo por encima de su polla y me animó a hundirme en él. —Quiero que me folles, nena.
Empecé a bajar y de inmediato sentí la resistencia de su gruesa erección tratando de penetrar en mí. Metió la mano entre nosotros y agarró su polla, sumergiéndola y girándola en mi humedad para tratar de aliviar la entrada. —¿Estás bien, amor?
Asentí.
Lentamente se empujó dentro de mí, centímetro a centímetro, hasta que el máximo de su deliciosa capacidad estuvo dentro. Dejé caer hacia atrás mi cabeza, arqueándome por la mezcla de placer y dolor del leve pinchazo.
Una vez que se había enterrado en mí por completo, dejó escapar un profundo gemido desde el fondo de su garganta y abrí los ojos para mirarlo. Sus pupilas se dilataron de placer y deseo. Era hermoso. Y era mío.
Su ritmo se desaceleró hasta un ritmo tranquilo, y sonrió al encontrarse con mis ojos. —Te amo, Bella.
—También te amo.
Me acercó, acariciando mi cuello y plantando besos arriba y abajo por mi garganta.
Me levanté y comencé a deslizarme hacia arriba y hacia abajo.
—Ahh. . . —Tomó aire—. Mierda, nena, eso es bueno.
Sus ardientes murmullos me estimularon y me moví más rápido contra él.
Sus manos recorrieron mi piel, sus dedos recorriendo mis brazos, haciéndome cosquillas por los costados, y a continuación, arrastrándose ligeramente por mi columna vertebral desnuda. Ahuecó la parte de atrás de mi cuello y atrajo mi boca a la suya en un beso aplastante. Me encantaba su atrevimiento y la forma en que se hizo cargo de mi cuerpo. Era suyo para tomarlo.
Se apoderó de mi cintura, sus dedos mordiendo mi piel mientras me acercaba más. Grité y dejé que me moviera en cualquier posición que le conviniera. Agarró mi culo en sus manos y mordisqueó mi hombro desnudo.
Estaba completamente desinhibida y dejé a mi cuerpo salirse con la suya. Con cada empuje hacia abajo, lo sentía chocar contra mí, y sabía que no sería capaz de mantener a raya mi orgasmo por más tiempo. Agarró mis caderas y me guio arriba y abajo, respirando fuerte, y dejando escapar gemidos entrecortados de sus labios entreabiertos.
—Edward, me voy a venir.
—Yo también, cariño. —Besó mis labios rápidamente, sujetando la parte de atrás de mi cuello mientras guiaba su boca hacia la mía.
Eché la cabeza hacia atrás y gemí. Seguí empujando contra él, y sentí como se liberó en mi interior. Mi alivio rápidamente lo siguió, con un placer intenso palpitando dentro de mí.
Después de haber terminado de rebotar contra él, me sostuvo firmemente contra su pecho y apartó el cabello de mi rostro. Estaba a punto de pedir perdón o por lo menos tratar de decir algo lindo por mi actuación desinhibida cuando se mordió los labios e inclinó la cabeza hacia la puerta.
—Um, nena. . . —dijo.
Alcé la vista y me encontré con su expresión de preocupación. Entonces oí una garganta aclararse desde el otro lado de la habitación.
Alice estaba apoyada contra la pared del fondo, con una caja de galletas en la mano, comiendo alegremente mientras nos miraba montar un espectáculo.
—¡Alice! ¿Qué demonios?
Edward sólo se rio entre dientes. Salió de dentro de mí y me cubrió con su descartada camisa que estaba en el suelo a nuestro lado. Eso significaba que se quedó completamente expuesto, pero no parecía importarle.
Los labios de Alice se curvaron en una sonrisa diabólica. —Maldita sea. ¿Lo dejaste poner todo eso dentro de ti? —preguntó, mirando su polla todavía dura.
—¡Alice! —grité. No estaba bien que ella estuviera casi babeando sobre su erección. Una oleada de celos se hinchó dentro de mí—. Cubre esa maldita cosa —le grité a Edward. Quiero decir entiendo que él esté orgulloso de eso, y con razón, pero eso no significaba que a nadie excepto a mí se le permitiera verlo. Y vaya si no estaba allí de pie en toda su gloria, orgulloso de anunciar que Edward y yo estábamos de nuevo juntos.
—¿Cuánto tiempo has estado aquí? —exigí, poniéndome la camisa. Mi cabello estaba actualmente luciendo un aspecto jodido, pero eso era lo que menos me preocupaba.
—Unos pocos minutos, como mucho. Y maldita sea, estaban calientes.
—¡Unos pocos minutos! —Lancé un frustrado Huff.
—Yo no quería interrumpir su orgasmo —explicó, mientras se servía una copa de vino de la botella que había sobre mi mesa—. Es lo que cualquier buena amiga haría en esta situación.
Edward se rio de nuevo y agarró sus pantalones y boxer, manteniéndolos frente a su hombría y arrastrando los pies hasta el baño. Luego salió, con los pantalones bajos en sus caderas, sin dejar de verse completamente demasiado sexy para el placer visual de Alice. Por supuesto, él seguía sonriendo, como si nada de esto le molestara ni remotamente.
—¿Qué estás haciendo aquí? —Me había olvidado de la llave de repuesto que le había dado a ella cuando Edward se marchó. Le arrebaté la caja de galletas de su mano y la puse con dureza sobre el mostrador.
—Te libraste de mí esta noche sin una explicación. Entonces no respondiste el teléfono. Vine a ver cómo estabas. A asegurarme de que no te habías cortado las muñecas o hecho algo estúpido.
Edward se estremeció y de inmediato me atrajo hacia él.
—Lo siento, um, yo estaba. . .
—Teniendo sexo caliente y sudoroso. Sí, vi eso, y estás perdonada. —Se terminó el vino de un solo trago—. Pero tú —señaló a Edward—, si alguna vez la vuelves a lastimar, yo personalmente voy a cazarte y a cortar tus pelotas con un cuchillo de mantequilla oxidado.
Edward tragó saliva y me abrazó protectoramente.
—¿Estás pensando en quedarte por aquí? —preguntó Alice, fijando su mirada en él.
—Me casaría mañana con ella si me lo permitiera —respondió, su voz sin vacilar en lo más mínimo.
Me volví hacia él y vi que, sin lugar a dudas, hablaba en serio. Tomó mi cara y mantuvo mis ojos con los suyos. —¿Lo harás, cariño? ¿Casarte conmigo? —Traté de responder, de decir algo, pero la emoción me había robado la voz. Las lágrimas rodaron por mis mejillas.
Él apartó las lágrimas con sus dedos. —No hoy, ni mañana, ¿pero algún día?
Simplemente asentí y sus labios estaban de vuelta en los míos. Su beso era cualquier cosa menos inocente, y rápidamente se olvidó de nuestra invitada cuando su lengua comenzó a coquetear con la mía.
Alice se echó a reír. —Por mucho que me gustaría quedarme y ver una repetición de esa actuación, tengo la sensación de que mejor me voy.
Ni siquiera esperamos a que la puerta se cerrara; Edward ya me estaba quitando la camisa. Me agaché para desabrocharle los pantalones, encontrándolo duro y listo para mí.
Me miró a los ojos y me acarició el labio inferior con el pulgar cariñosamente. —
Mía —susurró.
—Sí, tuya. Sólo tuya. Siempre.
Fin
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