—La cantidad de tiempo que pasas en el hospital, Bella, no es saludable —dijo Alice, dando un paso adelante—. No es normal. —Abrí la boca para responder y ella levantó una mano, deteniéndome—. Y no me digas que es por tu tesis. Hablé con Masón y me dijo que tienes un montón de material extra, y que tu esquema de tesis está casi hecho.
Cerré mi boca, no podía utilizar la defensa que había estado a punto de emplear. Tenía un borrador del esquema de mi tesis completo. La situación de Logan era sólo una pequeña parte de ella, un punto de referencia real para todos los demás datos. No se habría sentido correcto hacer de su caso el centro, dramatizando su dolor de esa manera.
Seguí a Alice hacia el mostrador, necesitando aún mucha más cafeína para considerar hablar con ella acerca de mi relación con Logan.
—Dime qué está pasando, Bella. No es propio de ti estar tan obsesionada con un tema de prueba.
Tragué saliva. Tenía que sincerarme sobre Logan. Él no era sólo un sujeto de prueba. No lo había sido desde el principio, y ahora, después de pasar varias semanas con él, hablando sobre música y literatura, probando todo tipo de alimentos, sabía que nos habíamos vuelto cercanos. Tan cercanos como la relación médico-paciente debía ser, aunque yo no era médico todavía.
Contuve una sonrisa al pensar en Logan, luchando por mantener mi cara de póquer frente a Alice. Ella saltaría sobre mí a la primera señal de que algo estaba mal.
A pesar de que mis visitas no habían ayudado a Logan a recordar nada, él había dicho que pasar tiempo juntos le trajo una especie de paz. Le proporcioné un breve escape de su dolor y un descanso de los investigadores que todavía lo interrogaban, pero que estaban topándose con obstáculos al tratar de reconstruir su caso.
Me acerqué al mostrador para hacer mi pedido.
—Un café pequeño con leche descremada.
Alice le gritó su orden al cajero y entregó su tarjeta.
—Sé que he estado alentándote para que eches un polvo, pero no quise decir con él. No me importa lo guapo que sea. Es un paciente con trastorno mental, por el amor de Dios. —El cajero de rastas levantó las cejas, mirando entre Alice y yo. Genial. Tiré mi dinero suelto en el tarro de propinas y me dirigí al final de la barra para esperar mi bebida, apretando los puños a los costados.
Nos sentamos en los cómodos sillones de la parte de atrás, bebiendo café. La mirada conocedora de Alice nunca dejó la mía.
—Dime lo que está pasando. Desde que lo conociste te has convertido aún más que antes en un ermitaño.
Agaché la cabeza, tomando un sorbo de mi café con leche. Maldita sea, demasiado caliente. Sabía que ella tenía razón, pero no podía explicar la atracción que Logan tenía sobre mí. Tal vez no era saludable pasar tanto tiempo en el hospital. Casi me reí con la evidencia de esa declaración. Pero Logan no estaba loco. Sabía eso a ciencia cierta. También sabía con absoluta certeza que yo sería la que iba a volverme loca si nuestra química sexual se volvía más caliente.
Cada día que entraba en su habitación, él me levantaba entre sus brazos y me abrazaba fuertemente antes de dejar mis pies en el suelo. No podía evitar pensar que él ansiaba afecto físico después de una semana solo.
El Dr. Jefferson nos había visto abrazarnos una vez y al instante me había sentido avergonzada por permitirme conectar tanto con un paciente. Por supuesto, eso no me había impedido visitar a Logan cada día. Sólo intentaba evitar arduamente al Dr. Jefferson.
Durante el café, Alice trató de convencerme de que tenía que tomarme un descanso de mi trabajo con Logan, que me estaba obsesionando. Cuando ella me dejó en casa, después del café, y vio el vergonzoso estado de mi apartamento, me puse a pensar que tal vez tenía razón. Pilas de libros de texto y una pequeña montaña de notas se habían derramado de mi estantería repleta, justo detrás de la puerta de entrada, creando incluso un obstáculo para pasar a través de ella. No había pensado en nada al pasar por encima de la pila durante los últimos días, pero ver a Alice navegar torpemente a través de ella, me avergonzó. La guie hacia el interior del apartamento, donde al menos el sofá estaba libre del desorden.
Tiró su bolso allí.
—En serio, chica, necesitas enrollarte. —Agitó sus brazos, señalando el estado de mi apartamento.
A pesar de cualquier evidencia de lo contrario, mi vida estaba ordenada y lógica. Mis pilas de libros y papeles eran concretas, cosas que podía captar. Mi cocina tenía sólo lo esencial: café, siempre sobre el mostrador, y armarios llenos de tazas de fideos instantáneos. No tenía tiempo para limpiar, para los chicos y sus sin sentidos, y ciertamente no para el que estaba estudiando, que tenía el carrito de equipaje de una celebridad.
Pero tal vez mi vida necesitaba la emoción que Logan podía proporcionarle. Las cosas se habían vuelto malditamente predecibles: clases, profesores aburridos, un cajón lleno de vibradores y novelas románticas marcadas en mis escenas favoritas.
Sin embargo, contra todo sentido común, no era capaz de mantener a Logan fuera de mi mente. Con la causa penal contra él debilitándose con cada día que pasaba, y la probabilidad de que pronto lo haría recordar su vida anterior, sabía que iba a seguir adelante y que tenía que dejarlo ir. Diablos, se me había ocurrido más de una vez que con lo bien parecido y encantador que era, probablemente tenía una novia esperando por él, preguntándose qué le había sucedido. Aunque en mi opinión, cualquier novia que no recorriese la ciudad, buscando en los hospitales y cárceles, e incluso debajo de los puentes, no se merecía a alguien como Logan. Punto final.
Aun así, es probable que no fuera saludable ignorar a mis amigos, y mi pobre apartamento no había visto una aspiradora en las últimas semanas. Esa realidad me golpeó en la cara cuando Alice frunció la nariz en una expresión de asco, haciendo su camino a través de mi desordenado apartamento.
—Está bien, está decidido. Vamos a salir esta noche. Cócteles, hombres dulces, vamos a hacerlo. Debido a que esto. . . —Hizo un gesto a los restos del naufragio que era mi casa—. Es preocupante. Es necesario dejar atrás a Logan, sé que piensas que sientes algo por él, pero es sólo por la forma apasionada en que te refieres a su trabajo.
Yo le había dicho a Logan que volvería a verlo esta tarde después de mi cita para tomar café con Alice. No había perdido un día desde que nos conocimos. A pesar de que no me gustaba la idea de dejarlo plantado, sabía que no habría forma de disuadirla. Además, una noche fuera no me iba a matar. Podría llamar al hospital y pedir que le pasasen un mensaje a Logan diciéndole que no iba a ser capaz de ir hoy. Así, al menos, no estaría esperando por mí.
—Está bien. Voy a ir.
Ella sonrió.
—Ve a la ducha. Yo voy a hacer mi mejor esfuerzo para limpiar este desastre en caso de que tengas suerte y traigas a un chico a casa esta noche.
—No voy a. . .
Me hizo callar con una palmada en el trasero.
—Oh, sí que lo harás. Ahora vete.
Me di una ducha breve y me depilé rápidamente, sin saber lo que Alice podría estar haciendo en mi apartamento. A pesar de estar lleno de libros y papeles en cada superficie plana disponible, sabía dónde estaba todo. No necesitaba su intromisión en mi sistema. Cuando salí de la ducha, rosada y limpia, encontré a Alice sentada en el sofá, enviando mensajes de texto.
El apartamento se veía igual que antes de mi ducha.
—¿Te diste por vencida?
Levantó la vista de su teléfono.
—Oh, sí —agitó una mano distraídamente—. No hay esperanza para este lugar. Sólo lleva algo de ropa interior jodidamente sexy, y con suerte, el afortunado no se dará cuenta, ni le importará, que vivas como un animal.
Envié un rápido correo electrónico a la recepcionista del hospital, encargada del piso de Logan y me vestí con pantalones vaqueros y una remera sin mangas. Alice me ayudó a secarme el pelo, alisarlo, y también me maquilló, para luego salir cojeando con mis raramente usados tacones, hacia su apartamento para tomar algunas bebidas previas.
Alrededor de las diez y media finalmente entramos en un salón elegante, un lugar popular fuera del campus en el que yo no había estado todavía. Alice besó al guardia en ambas mejillas y le dio un manotazo en la espalda, lo que me llevó a creer que había estado allí más a menudo de lo que yo había pensado.
Bebimos cosmopolitas en copas elegantes de martini, y la combinación de vodka y licor fue directo a mi cabeza. En poco tiempo, Alice y yo estábamos girando en la pista de baile al ritmo de la música tecno, retorciéndonos juntas para el deleite de un grupo de chicos que nos observaba desde el otro lado de la habitación.
Cuando ya no podía permanecer firme en mis tacones sin derramar mi bebida desde el borde de la copa de martini, me dirigí hacia el lado de la pista y me deslicé en una cabina. Puse los talones por debajo de la mesa y estiré mis doloridos pies. Vi a Alice seguir agitando su botín y desplomarse en el regazo de un chico de fraternidad demasiado ansioso.
Pedí agua y apoyé la barbilla en las manos, mirando a Alice divertirse. A veces me sentía celosa de su habilidad para abrazar el momento y vivir la vida al máximo. No le importaba nada en el mundo. Además del trabajo, la escuela, el estudio y la lectura, no había mucho más para mí en la vida. Hasta que Logan llegó.
Uno de los amigos del chico de fraternidad se deslizó en la cabina de al lado, enseñándome una sonrisa borracha.
—Hola —dijo por encima del estruendo de la música.
—Hola —respondí. No estaba interesada, pero me las ingenié para participar en una conversación, sobre todo para complacer a Alice, quien me alentaba con miradas desde la pista de baile de vez en cuando.
Alrededor de la una y diez, yo estaba agotada, borracha y lista para irme a la cama. Sola.
Le dije adiós a Alice, que estaba prácticamente pegada a la cara del chico número uno. Ella agitó la mano y me hizo prometer que la llamaría por la mañana. Como si fuera a recordar la conversación, le prometí llamarla a primera hora.
Me encontré en la calle y comencé a caminar hacia mi apartamento, segura de que podría llamar a un taxi en el camino si no tenía ganas de caminar las ocho manzanas. Y en estos zapatos, era posible que sucediera.
Por lo menos, me sentía segura allí. Las calles estaban iluminadas con farolas cada cuatro metros, y las aceras estaban bastante pobladas con estudiantes universitarios en busca de un buen rato. Por no hablar de que un oficial de policía o dos podrían ser vistos con bastante facilidad si estabas atento.
Pasé por un restaurante tailandés, mirando el cartel con un elefante dorado por encima de mí. Me pregunté si a Logan le gustaría la comida tailandesa, o si degustarla despertaría algún recuerdo para él. Una sonrisa tiró de mis labios ante la idea de traerlo aquí, y mirarlo lamer salsa de maní picante de sus labios. Me sentía más ligera en su presencia, increíblemente viva y alegre, algo que era raro en mí, ya que la mayoría de mis días los pasaba preocupándome por mis préstamos estudiantiles, el sinfín de trabajos de investigación que necesitaban ser escritos, e incluso por mi papá, que estaba solo en Forks. Por lo menos esa noche el alcohol me había dejado con un zumbido confuso y podía soñar despierta sobre Logan de camino a casa.
Pasé por el pequeño parque en el que me sentaba a leer y estudiar a menudo. Era poco más que un conjunto de árboles y algunos bancos de parque, pero en el corazón del centro de la ciudad, no se puede ser demasiado exigente con los espacios verdes.
El aire de la noche era frío, se sentía muy bien sobre mi piel sobrecalentada, y la luna casi llena hacía de esa una noche hermosa. Hubiera sido una noche muy agradable para caminar a casa, si no fuera por estos zapatos devastadores. Me detuve, apoyándome contra un poste de luz y me quité los tacones.
Un policía que empujaba a un hombre sin hogar que estaba en un banco del parque me llamó la atención. El hombre se sentó, y se frotó las manos por la cara. Era el mismo gesto que utilizaba Logan cuando estaba cansado o frustrado. Debía de ser una cosa común en los hombres. Pero entonces, la luz de la luna atrapó su bíceps y vi un tatuaje. . . Logan.
No podría ser. Sin embargo, me encontré a mí misma corriendo hacia ellos, con los tacones colgando de mi mano. El oficial de policía había hecho ponerse de pie al hombre y lo estaba revisando. Como una bofetada en la cara, me di cuenta de que sí se trataba de Logan. No entendía cómo ni por qué había sido puesto en libertad, pero allí estaba, en el parque de mi barrio, en medio de la noche.
—Logan —lo llamé.
Se dio la vuelta de repente, su mirada se encontró con la mía. Parecía cansado, cansado y desconfiado. Mi corazón se hundió. No había ni siquiera una pregunta, yo lo había decepcionado por no haber ido hoy.
¿Se había escapado para verme? ¿Por qué ese pensamiento me hacía delirantemente feliz? Enfermo, Bella, enfermo. Yo estaba obsesionada con él y Alice tenía razón, esto no era saludable. Pero viendo a Logan aquí, y los sentimientos que eso despertaba dentro de mí, no me importaba. Tenía que verlo.
Corrí los últimos pasos y me detuve frente a él. Él no me saludó con su abrazo habitual. En cambio, se quedó parado tranquilamente, observándome. Una punzada de pesar se encendió dentro de mí. No debería haberlo abandonado para pasar el rato con Alice esta noche. Sobre todo cuando ella me estaba abandonando para estar con otro tipo en estos momentos.
El oficial de policía se aclaró la garganta.
—¿Lo conoces?
—Sí, lo conozco —le dije, sin apartar los ojos de Logan. Su mirada se suavizó sólo un poco.
—Sólo muévanse, amigos. No duerman en el parque.
—No hay problema, oficial —asentí, sin romper el contacto visual con Logan.
Un momento después, el policía se dio la vuelta y se fue, dejándonos solos en el parque oscuro y silencioso.
Verlo fuera del hospital me confundía más de lo que quería admitir, como si él sólo existiera dentro de las paredes de esa pequeña habitación de hospital.
—¿Qué estás haciendo aquí?
Logan se pasó una mano por la nuca, mirando hacia el suelo.
—Retiraron los cargos contra mí hoy. Y entonces no viniste. . .
—Lo siento —lo interrumpí. Sabía, por las conversaciones que había escuchado en los pasillos del hospital, que no había ningún caso en su contra.
—Y puesto que legalmente no podían retenerme en el hospital por más tiempo, me liberaron.
—Oh. —Oh era todo lo que se me podía ocurrir. Él había elegido ser una persona sin hogar en vez de quedarse otra noche en el hospital. No tenía ningún sentido—. Bueno, ¿tienes a dónde ir? —Tomé su brazo y él dio un paso atrás, fuera de mi alcance.
—Voy a estar bien, Bella. Ya tienes lo que querías para tu estudio. He oído al Dr. Jefferson decir algo acerca de que tu tesis está casi terminada. Me imaginé que por eso no volviste hoy. Eres libre de seguir adelante con tu vida. Olvídate de mí. Todo el mundo lo hace —añadió en voz baja.
Me acerqué un paso, colocando mi mano sobre su mejilla.
—No, Logan. No es así. Mi trabajo ha estado terminado durante varios días. No he podido ir esta noche, pero dejé un mensaje para ti con el personal del hospital.
Él arqueó las cejas, como si estuviera decidiendo si debía creerme.
—Nunca tuve un mensaje.
—Lo siento, pero no te abandoné. Ven a mi apartamento esta noche. Podemos resolver las cosas por la mañana.
Quitó mi mano de su mejilla, bajándola a mi costado.
—No quiero tu compasión, Bella.
—Logan, los dos sabemos que hay algo entre nosotros. Esto no es compasión. Por favor, ven conmigo. Necesitas un lugar en donde dormir esta noche. Déjame estar allí para ti.
Esas últimas palabras parecieron suavizarlo, porque cerró los ojos por un momento y luego asintió.
—Está bien. Si estás segura de que no hay ningún problema.
Miré hacia el suelo, con un nudo en la garganta y en el estómago, hecha un manojo de nervios.
—Te prometo que no hay ningún problema.
Guie a Logan en silencio, las pocas cuadras que había hasta mi edificio, mientras la tensión salía de él en oleadas. Odiaba que pensara que lo había abandonado una vez que me habían dado lo que necesitaba para mi trabajo. ¿No podía ver que era mucho más que eso para mí?
Subimos al tercer piso, algo a lo que me había acostumbrado y que ya no me dejaba sin aliento. Abrí la puerta, e hice una mueca cuando recordé el estado de mi apartamento y la advertencia de Alice acerca de traer a un hombre a casa esta noche. ¿Quién podría haber sabido que ella estaría en lo correcto y que ese hombre sería Logan? Parecía imposible, pero realmente estaba aquí, un paso dentro de mi atestado apartamento de una habitación, y dándole, con su gran cuerpo, un aspecto aún más pequeño de lo que era.
Encendí la luz del vestíbulo, iluminando el loco caos que era mi apartamento.
—Hogar dulce hogar —murmuré, sacudiendo las llaves sobre la mesa auxiliar.
—Guau. Puedo. . . ver eso.
—Y sin bromear sobre el mantenimiento de mí casa. A pesar del desorden, sé dónde está todo.
Él se rio entre dientes.
—No traes personas a menudo, ¿verdad?
Negué con la cabeza.
—Sólo a mi amiga Alice. Tú eres el primero que he traído aquí.
—¿En serio? —pareció sorprendido, casi incrédulo.
—Sí. —Tiré mis tacones en una esquina, en la cima de una montaña de zapatos, y le señalé el sofá—. Toma asiento. ¿Puedo ofrecerte algo? Yo voy a tomar una botella de agua.
—Agua estaría bien, gracias.
Agarré las botellas de agua de la nevera y cuando regresé a la sala, Logan se encontraba de pie frente a la única pintura que colgaba en la pared de mi sala de estar, una imitación de "Noche estrellada" de Van Gogh. Su dedo trazó ligeramente los remolinos azules del cielo, como si recordara algún detalle. Dejó caer la mano y se dirigió al sofá, al final de la habitación. Su presencia dominaba mi pequeño apartamento, sus hermosos rasgos contrastaban con la mezquindad que nos rodeaba.
Nos sentamos en el sofá, bebiendo de nuestras botellas de agua. Mi apartamento era exactamente del tipo de una estudiante con poco presupuesto, amueblado de forma barata con cosas hechas a mano y muebles artesanales. Pero me sentía cómoda aquí. Había dos grandes estanterías en el salón, repletas de novelas clásicas y mis libros favoritos, además de varias revistas médicas. Mi sillón era de color vino, lleno de cojines en tonos brillantes de lima y mandarina. La mesa de café era de madera de un color claro, con suficientes muescas y abolladuras como para invitarte a poner los pies sobre ella. Pero en este momento, ninguno de los dos parecía demasiado cómodo. Ambos nos sentamos en el borde del sofá, con varios metros de distancia.
Las cosas se sentían extrañas con él aquí, fuera de la habitación de hospital en la que lo había visto todos los días. Era como si cada movimiento suyo se magnificara, su olor invadía mi espacio, su antebrazo estaba tenso, con los músculos y las venas apretadas, mientras sostenía la botella de agua. Era difícil prestar atención a nada excepto a él.
Después de unos minutos de silencio incómodo, Logan se levantó.
—Bella, creo que tengo que irme. Estar aquí contigo no es una buena idea. Ni siquiera me conoces.
No señalé que probablemente lo conocía mejor que nadie.
—Logan, quiero que te quedes. Es tarde y los dos deberíamos descansar un poco. Puedes dormir en el sofá esta noche, y vamos a resolver todo por la mañana. Yo no te voy a dejar ir a ninguna parte. Cooperaste conmigo para mi trabajo, y ahora quiero ayudarte. En nombre de la investigación, por supuesto.
Él dejó escapar un profundo suspiro, sabiendo que yo estaba ganando esta ronda.
—Entonces, en el nombre de investigación de la amnesia, ¿me estás invitando a quedarme? —Su voz estaba teñida con un poco de humor, al igual que la mía.
Asentí con la cabeza solemnemente.
—En nombre de la ciencia, sí, me gustaría que te quedes.
Esbozó una leve sonrisa.
—Entonces, ¿cómo puedo decir que no?
—No deberías querer hacerlo.
—No quiero.
Nuestra conversación tuvo demasiados significados retorcidos y dobles negaciones. Sólo su presencia física hacía que me diera vueltas la cabeza, y no podía estar segura de si estábamos hablando de la misma cosa.
—Así que, ¿vas a quedarte?
—Sí.
Reclamé una pequeña victoria al ganar esta ronda.
—¿Cómo pudieron simplemente dejar que te fueras. . .? Sin un lugar a donde ir. . . dinero. . . Eso es una locura.
Se pasó la mano por el pelo.
—Sí, supongo que lo es. Sin embargo, legalmente no podían retenerme más y yo sabía que quedarme en una sala de hospital no iba a ayudarme a recordar nada. Prefiero estar en la ciudad, experimentando la vida y ver si algo provoca un recuerdo. O tal vez, incluso alguien podría reconocerme. Suponiendo que vivo aquí, en Chicago.
—Supongo que eso tiene sentido, pero quiero decir, ¿cuál es tu plan? Dormir en un banco del parque esta noche. . . y luego. . . —Alcé las manos en el aire.
—En realidad no. Antes de salir del hospital me dieron la dirección de un albergue para alojarme esta noche y la de un trabajador social para que lo visite por la mañana y hable sobre un programa de trabajo que tienen para la rehabilitación de las personas. Es sólo que. . . no podía seguir adelante con eso.
Esperé mientras reunía sus pensamientos, no le presioné. Antes de que se diera cuenta, mi mano viajó hacia él y rocé el dorso de la suya.
Él me miró, sorprendido.
—Seguir adelante con eso era como admitir que no era nada, un nadie sin nombre, sin rostro. Con nada en mi nombre y sin nadie a quien le importe. Era demasiado.
—Ya veo. —Entendía exactamente lo que él estaba diciendo. Dormir toda la noche en un refugio para desamparados sería una experiencia muy humillante. Yo estaba agradecida, no por primera vez, de haberme topado con él esta noche—. No estás solo.
Me apretó la mano. Bajó la mirada a nuestros dedos entrelazados, formando un ceño en su rostro.
—Hay algo de lo que tenemos que hablar si voy a quedarme aquí contigo.
Asentí obedientemente.
—Ven, siéntate. —Yo sólo quería evitar que huyera. No podía soportar la culpa de pensar que iba a pasar la noche al aire libre en un banco del parque.
Tomamos una silla cada uno y nos sentamos en la mesa del comedor frente a frente. Me miró directamente a los ojos.
—Sé que mi atracción hacia ti probablemente ha sido evidente.
Una lenta sonrisa se apoderó de mis labios. Interesante. . .
—Sé que podrías meterte en problemas si alguien piensa que estabas teniendo una relación inadecuada conmigo. Tengo que hacerte saber que no estoy listo para empezar cualquier cosa. . . con nadie. Así que, si me quedo aquí contigo, tendremos que convenir que es sólo por amistad.
—Absolutamente, por supuesto.
Él asintió con la cabeza, solemnemente, y se aclaró la garganta, tomándose su tiempo.
—Gracias. —Asintió, pero me di cuenta de que esta conversación estaba lejos de haber terminado.
Cogí algunas mantas extra del armario, la almohada de repuesto de mi cama, y las puse en el sofá para él. —Espero que estas estén bien.
—Sí, gracias.
Me quedé allí torpemente por un segundo, insegura de qué hacer conmigo misma mientras él me miraba.
—Creo que voy a ir a cambiarme. Vuelvo enseguida.
Él asintió con la cabeza y me miró mientras me giraba para salir. Tomé mi pijama y me dirigí al cuarto de baño. ¿Qué estaba haciendo?
Tuve conversaciones imposibles conmigo misma mientras me miraba en el espejo. Tal vez era una locura tenerlo aquí en mi casa, pero no podía ver la razón o la lógica en lo que a Logan se refería. Mi instinto me decía que podía confiar. Me quité los jeans, la camiseta y el sujetador, y me puse un par de pantalones cortos de algodón y una camiseta blanca limpia. Levanté el cabello de mi cuello y lo recogí en un moño desordenado.
Había pensado en tener a Logan en mi cama durante semanas, y ahora que estaba aquí, yo era un desorden nervioso. Sabía que nunca tendría el valor para dar el primer paso, y él incluso parecía inseguro acerca de estar aquí, así que de alguna manera dudaba que mi fantasía de tenerlo en mi cama se hiciera realidad, especialmente después de su breve discurso acerca de nosotros siendo sólo amigos. Eso me frustraba y aliviaba al mismo tiempo. Yo no era de las que daban el primer paso, y mi ego no podría soportar ser rechazada por él.
Además, estaba segura de que Logan tenía cosas más importantes en su mente, como averiguar dónde iba a vivir, y no estaba hambriento de sexo como yo.
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