Amnesia

Autor: Lily_cullen
Género: Romance
Fecha Creación: 19/12/2017
Fecha Actualización: 23/02/2018
Finalizado: SI
Votos: 2
Comentarios: 18
Visitas: 42270
Capítulos: 21

La pulcra y ordenada vida de la estudiante de psicología Isabella Swan, toma un giro hacia la locura cuando encuentra el tema perfecto para su tesis de amnesia –un hombre joven, sin ningún recuerdo de su vida anterior con una acusación de asesinato.

Contra todo sentido común, Isabella se siente atraída por él como una polilla a una llama. Tal vez es que él es tan masculino, aún esposado a la cama del hospital, que podría pasar por un anuncio de colonia –Perfume de Locura. O tal vez es porque ha pasado demasiadas noches solitarias estudiando. De cualquier manera, está  decidida a ayudarlo a resolver el misterio de su pasado. Comienza a desentrañar quien era antes con sus tatuajes crípticos, y sus pinturas que gritan sobre un pasado oscuro como sus únicas pistas. Cuando ella finalmente descubre su secreto no sabe cuál es el verdadero él, el amante tierno del cual se ha enamorado o el hombre atormentado con un pasado oscuro.

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Los personajes le pertenecen a Stephanie Meyer. La historia le pertenece a la autora Kendall Ryan del libro Unreavel me. Yo solo lo adapte con los personajes de Edward & Bella. 

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Capítulo 20:

El siguiente mes pasó por una agonizante farsa de clases, papeles de investigación, y persistentes seminarios de amor duro solo para caer en mi vacía cama cada noche a llorar hasta quedarme dormida. Me había reusado a cambiar las sábanas que todavía olían como él.

 

Debería de haber estado eufórica porque mi tesis sobre la amnesia fuera a ser presentada en el número del próximo mes de Problemas de la Psicología, pero estaba destrozada por perder a Edward. Me encontré deseando, no por primera vez que yo fuera la de la amnesia.

 

Olvidar todo los recuerdos dolorosos y desecharlos en el olvido sería malditamente agradable. Por desgracia, la vida era una cruel bastarda y, claro, no olvidé milagrosamente el dolor.

 

No olvidaba la sensación de él saltando a la cama a altas horas de la noche después de pintar y enredando su cuerpo alrededor del mío, o la forma adormilada en que me despertaría con besos detrás de mí cuello en la mañana. Ni siquiera olvidé la esencia de su crema de afeitar en el baño humeante después de su ducha. Ya que soy como una masoquista que ama el dolor, empecé a comprar la misma marca que él tenía y a usarla para afeitarme las piernas.

 

De otras pequeñas maneras, había aprendido cómo vivir con el doloroso hueco en mi pecho. El primer paso fue deshacerme de todas esas malditas pinturas de Logan. Encontraron un bonito hogar en el contenedor detrás de mi edificio. Consideré tener una sesión espiritista y quemarlas, pero no pude forzarme a destruir tan descaradamente algo que él había creado. También le había pedido finalmente a Alice que acogiera a Tom, ya que verlo arañando en la puerta era un recordatorio diario de cuan doméstica se había convertido mi vida con Edward antes de que fuera arrancado de mi lado tan rápido. Alice había aceptado, y sus gatos ahora la sobrepasaban completamente en número por tres a uno.

 

La repentina desaparición de Edward de mi vida había hecho que sentimientos de hace mucho tiempo resurgieran. Mi mamá había sido arrebatada de mi vida cuando tenía seis años, debido a un accidente de auto. Y me encontré llamando a mi papá más a menudo que antes, solo para decir hola o para asegurarme de que estaba bien. Él podría no haber sido nunca el hombre que desearía que fuera, pero seguía siendo mi papá, y lo amaba.

 

Mi teléfono vibró otra vez contra la mesa del comedor. Alice había insistido en que esta noche era mi reintroducción en lo salvaje, y sabía que no podía ignorarla por más tiempo. Levanté varios montones de papel en un intento de localizar mi teléfono. Revisé el identificador de llamadas, pero era un número que no reconocía. Bajé el teléfono y continué trabajando, deseando terminar mi correo a los estudiantes de maestría molestos por su calificación en el trimestre de Masón antes de que Alice llamara diciendo que estaba aquí para recogerme.

Después de darle clic y enviar el correo, fui a cambiarme. Ahora era seguramente otoño en Chicago y el último fin de semana había desempacado todos mis suéteres y bufandas de la caja de lino que había debajo de mi cama. Saqué un par de vaqueros oscuros lavados, y un ajustado suéter de tejido gris. Sabía que Alice se quejaría, pero como fuera, si iba a salir esta noche iba a estar cómoda. Me puse mis botas negra sobre los vaqueros ajustados.

 

Esperando escuchar el teléfono otra vez, no pude ubicar el ruido al principio. Era el timbre de la puerta. Alguien estaba tocando el timbre de las escaleras. Alice debía de estar aquí después de todo. Corría hacia la puerta y presioné el botón de llamar. —Estoy ahí en un segundo, Alice.

 

—¿Bella? —Su voz avanzó en silencio, y directo hacia mi corazón.

 

Edward.

 

Abrí la puerta, y me apresuré a bajar las escaleras hacia el sonido de su voz. La anticipación de verlo por primera vez en un mes me hacía estremecerme. Sin embargo mi excitación rápidamente se desvaneció, para ser remplazada por el miedo. ¿Qué pasaba si él estaba aquí para decirme que había regresado oficialmente con Logan?

 

Vacilé por un segundo antes de abrir la puerta y dejé salir una profunda exhalación. Yo era fuerte. Podía hacer esto. Aún si no pudiera, siempre habría alcohol para adormecer el dolor.

 

Cuando salí, Edward estaba apoyado contra el lateral del edificio mirando hacia abajo, hacia el pavimento, sumergido en sus pensamientos.

 

Cuando levantó la cabeza y me observó, una lenta sonrisa se extendió por sus labios. Quería correr hacia él, lanzar mis brazos alrededor de su cuello, respirar la esencia de su pecho, pero mis pies se quedaron plantados en la acera. Curvó sus manos en un puño, y lentamente las soltó, provocando que las venas de sus antebrazos resaltaran. Mirándolo a los ojos, noté que la piel debajo de ellos estaba marcada por círculos oscuros. ¿Había estado durmiendo? Expulsé el pensamiento de mi mente, ya que no era mi problema nunca más. Él había escogido irse.

 

No dijo nada durante varios segundos; solo se quedó perfectamente quieto, todavía observándome como si yo fuera la cosa más fascinante en el mundo. Bien vestido y bien afeitado, usando vaqueros oscuros, una camisa y chaqueta oscura, tenía buen aspecto. Más allá de ese pensamiento, podía decir que no había estado durmiendo bien. Sus ojos estaban tempestuosos y ensombrecidos con vacíos oscuros.

 

—Hola. —Ofrecí finalmente, sintiéndome cohibida bajo su escrutinio.

 

La expresión de su rostro se suavizó, y dejó salir una nerviosa risita bajo su aliento. —Hola.

 

Me permití tomar una profunda respiración y sentí algo de tensión evaporarse de mis hombros.

 

Sus ojos vagaron desde los míos, hacia abajo hasta mi pecho, sobre mis caderas y piernas, y fijándose en mis pantorrillas, cubiertas con las botas a las que una vez fue aficionado. Él tragó saliva con fuerza. —Luces bien.

 

—Gracias —respondí en un tono entrecortado. ¿Por qué estaba aquí?

 

Miró mi ropa y frunció el ceño. —¿Te dirigías a algún lado?

 

Sacudí mi cabeza. —Me iba a encontrar con Alice, pero. . . solo espera aquí. —Corrí a toda velocidad subiendo las escaleras y agarré mi teléfono. Tecleé un terriblemente mal escrito mensaje de texto diciéndole a Alice que algo había pasado y que le explicaría después, entonces corrí de regreso escaleras abajo.

 

Él estaba parado en la acera a varios metros de donde lo dejé. —¿Me acompañas a caminar? Estaba esperando que pudiéramos hablar.

 

Necesitamos hablar podría ser el código para gracias por asegurarte de que yo no era un indigente, fue un gusto conocerte, o podría ser el código para sé mía por siempre y ten a mis bebés. Mi estómago se retorció en un doloroso nudo. —Claro. —Me las arreglé para decir.

 

El sol estaba comenzando su descenso nocturno y el cielo estaba pulido con un lindo tono rosa. No tenía ni idea de adónde nos dirigíamos, pero me resistía a romper su concentración, y en su lugar lo seguí, caminando a su lado, tratando de encajar su determinado paso en silencio.

 

Llegamos a lo que lucía cómo una escuela y Edward se detuvo y se paró frente al edificio.

 

—¿Qué estamos haciendo aquí? —Lo miré.

 

Él me tomó por los hombros, girándome hacia la derecha. Mi aliento se quedó atrapado en mi garganta. Era su mural. Reconocería su estilo en cualquier parte. Comencé a caminar hacia este, necesitando acercarme.

 

De izquierda a derecha, seguí a lo largo de la pared, trazándolo con mi mano mientras caminaba. Había un camino que atravesaba un bosque con torcidos arboles nudosos. Era oscuro y parecía presagiar algo. Mientras caminaba, la pintura se hacía más clara, y al final del camino había un grupo de personas, de todas las edades y razas. Estaban tendiéndose una mano, apoyándose entre sí, algunos estaban abrazándose. Su mensaje de amor y esperanza era claro. En una caligrafía, en la parte inferior del mural, se leía: Tú escoges.

 

Retrocedí en silencio asombrada, admirando su trabajo. Apareció detrás de mí y colocó sus manos en mis hombros. —Es hermoso —comenté.

Condujo mis hombros hacia el borde de la pared. —Esto es lo que quería mostrarte.

 

Se inclinó cerca de la pared y señaló algunas notas que solo podían ser vistas de cerca. Me agaché cerca de la pared y lo examiné.

 

Él había traducido el tatuaje en latín que compartíamos y lo había pintado en una delicada tinta. Encontraré un camino o haré uno. Debajo de eso, su dedo trazó las palabras. Para Isabella, con amor. Siempre.

 

Era un gesto muy dulce, y estaba verdaderamente emocionada, pero todavía necesitaba escucharlo decirme, con sus propias palabras, qué estaba de regreso aquí, porqué había estado lejos durante un mes. No me permitiría tener altas esperanzas. Me puse de pie y sacudí la tierra de mis rodillas.

 

Después de mirar el mural, caminamos a lo largo de Lakeshore Drive, la brisa del lago Michigan haciendo que el aire se sintiera más frio, pero el viento fresco se apoderó de mí y me estremecí. Edward me vio abrazando mis brazos alrededor de mi pecho, y comenzó a quitarse su chaqueta.

 

—No, quédatela. —Cuando lo detuve, mis dedos rozaron los suyos. Se trataba de un toque inocente, pero aun así hizo que una oleada de anhelo surgiera a través de mí. Mi piel se estremeció por la conciencia de él. Mi maldito cuerpo me traicionaba.

 

—Tienes frío. Paremos y vayamos a por un trago. —Inclinó la cabeza hacia un club de jazz justo enfrente de donde estábamos. Asentí con la cabeza y nos dirigimos allí.

 

Una que vez estuvimos sentados directamente uno frente al otro, con la pequeña mesa de pedestal con una vela roja entre nosotros, me mordí el labio inferior.

 

Seguramente esto era; íbamos a tener La Conversación ahora. Justo en ese momento apareció el camarero, y Edward pidió nuestras bebidas.

 

Una botella de Burdeos, que dijo que aparentemente era su favorita y que quería que yo la probara.

 

Cuando llegó nuestro vino, hizo una señal al camarero para que me sirviera en primer lugar. Llevé el vaso a mis labios mientras Edward me miraba y di un pequeño sorbo. Hice girar el rico, aromático líquido a través de mi lengua y lo tragué. Era picante y agrio con notas de bayas. Tenía razón, me encantó. Asentí con la cabeza y el camarero llenó mi vaso, y luego el suyo.

 

Tome otro sorbo de mi vino, notando que mi piel se había calentado por la combinación de la proximidad de Edward y el delicioso vino.

 

—¿Qué has estado haciendo durante el último mes? —Me encogí internamente; con temor de que el respondiera con una sola palabra que pudiera aplastarme: Logan.

 

Su mirada color verde atrapó la mía, mirándome con una intensidad insana. —Juntando las piezas de mi vida. Tratando de estar entero de nuevo.

 

Otro saludable trago de vino me hizo sentir más como mi viejo yo, segura y cómoda en su presencia. —Y, ¿qué encontraste? ¿Tienes una casa en los suburbios? ¿Un apartamento en la ciudad? ¿Esposa? ¿Perro? ¿Dos coma cinco hijos?

 

Él frunció el ceño y dejó su copa de vino. —Vivo solo en un loft justo al norte de la ciudad. Es frío y estéril. Lo odiarías. Infierno, yo lo odio. Me he acostumbrado a tu desordenado apartamento habitado.

 

—¿Me acabas de llamar desordenada? —bromeé.

 

—No a ti. —Apretó mi mano—. A tu apartamento.

 

—¿Cómo es posible que nadie te haya buscado? No lo entiendo. —Una expresión de dolor cruzó su cara por un breve segundo antes de que sus ojos encontraran los míos y se aclararan de nuevo.

 

—Crecí en hogares de acogida, así que no tengo realmente una familia. Sigo en contacto con algunos de mis hermanos adoptivos, pero no hablamos a menudo. Y estaba tomándome un año sabático de la universidad, así que mis colegas no pensaban nada de eso.

 

Él estaba realmente solo. Me pregunté si eso hacía que fuera más fácil o más difícil para él volver a su antigua vida.

 

La conversación fluía tan bien entre nosotros, que no quería sacar el tema de ella. Casi. —¿Y Logan?

 

Dejó escapar un profundo suspiro. —Por dónde empezar. . . —Se impulsó contra la mesa con sus largos dedos.

 

—¿Por el principio? —sugerí amablemente.

 

Él me sonrió. —¿Estás segura de que quieres escuchar sobre esto?

 

Asentí con la cabeza. No era tanto querer, sino más bien necesitar.

 

—La conocí en Memphis el verano que trabaje allí, y resulto que ella era de Chicago también, algo que nos unía en un lugar lejos de casa durante el verano. Ella estaba haciendo un seminario de trabajo en metales, y ninguno de nosotros conocía un alma allí. Resultó que ella huyo a Memphis tratando de escapar de un ex novio con problemas de drogas. Ella estaba limpia, lo estuvo por un tiempo, pero admitió que tenía una debilidad por los machos alfa y la cocaína. Al principio, yo no quería tener nada que ver con ella, pero a medida que pasábamos tiempo juntos, comencé a confiar en que todo eso estaba realmente detrás de ella. Salimos durante tres años. Supongo que pensé que podía salvarla, cambiarla —Negó con la cabeza—. Y lo hice. Por un tiempo. Pero entonces ella comenzó a recaer. Alrededor de los dos años de nuestra relación, ella tuvo un bloqueo mental con su arte, y todo comenzó a desmoronarse. Empezó a consumir otra vez, y comenzó a salir con su propio grupo. Ese día en el almacén rompimos y ella me llamó frenéticamente, pidiéndome ayuda. Le debía dinero a un distribuidor. Así es como terminé en ese almacén ese día, tratando de rescatarla de problemas. No recuerdo exactamente lo que paso cuando llegué allí. Pero. . . supongo que sabes cómo termino.

 

Asentí. —¿Ella vino a buscarte?

 

—Le dije durante la última llamada de teléfono que yo ya había acabado, que no llamara otra vez. Ella volvió a rehabilitación y no tenía ni idea de lo que había pasado conmigo.

 

Tomé otro trago de vino, con la esperanza de desalojar el nudo de mi garganta antes de hacer la siguiente pregunta. —Así que si ustedes. . . rompieron. . . ¿eso significa que. . .?

 

Sus cejas se juntaron. —No estoy con Logan. ¿Esto era sobre lo que creías que se trataba? ¿Yo yéndome?

 

Asentí con la cabeza, lágrimas llenando mis ojos ante la mención de él dejándome.

 

—Cristo, Bella, no.

 

Él apretó mi mano y esperó a que recuperara la compostura, no queriendo molestarme más. Aprecié eso. Yo no lloraba en público.

 

—He hablado con ella casi todos los días durante el último mes, pero solo porque ella parece conocerme, me refiero al viejo yo, mejor que nadie. No siento nada por ella.

 

Mi cuerpo se relajó visiblemente. Los efectos del vino y el ver a Edward otra vez después de tanto tiempo dejó mis emociones deshilachadas y expuestas. Sabía que si él se iba otra vez necesitaría un infierno mucho más grande que llorar sobre el hombro de Alice y unos tragos de vodka para arreglarme. Todo estaba haciendo clic en su lugar. Memphis. La calle que no podíamos ubicar en Chicago. Incluso la música blues.

 

Apreté mis manos sobre mi regazo y lo miré fijamente. —¿Por qué has vuelto? —También podríamos terminar esta pequeña farsa del rencuentro feliz ahora. No podía traicionar mis sentimientos por él hasta saber exactamente por qué estaba aquí. No podía ser rechazada de nuevo.

 

Se paso la mano por el cabello como le había visto hacer cuando se ponía nervioso. ¿Qué le hacía estar nervioso?

 

—Sé que no merezco a una mujer como tú. Mi crianza fue menos que estelar, y mis relaciones pasadas fueron. . . cuestionables, pero mantenerme lejos de ti el mes pasado ha sido la maldita cosa más difícil que he hecho. Y sé que todavía hay mucho que no sabes de mi. . . — Lo conocía mejor que nadie. Sabía que él era amable, y dulce, y un trabajador duro. Y que le gustaba la leche humeante en su café, y que si se jugaba al trivial con preguntas históricas, me gustaría estar malditamente segura de que él estuviera en mi equipo. Sabía que él me hacía sentir un calor increíble, y que nada iba a hacer cambiar mi deseo sobre querer estar con él.

 

—Cuando dos personas comienzan a salir, ¿conocen todos los detalles sobre el otro? —Desafié.

 

—No —respondió tímidamente.

 

—Entonces, ¿qué es lo que necesito saber?

 

Lo pensó durante un segundo, luego sonrió. —Mi segundo nombre es Anthony —dijo simplemente—. Y tengo veintisiete años.

 

Sonreí. —Edward Anthony Masen. —Sonaba bien—. Es un placer conocerte.

 

Él llevó mi mano a sus labios y le dio un beso húmedo en la palma.

Capítulo 19: Capítulo 21: Capítulo final

 
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