Miré con tristeza hacia el bosque. ¿No estábamos felices un día atrás? ¿No lo éramos todo hace una noche? Ignoré el panorama para dedicarme a atender a Jake.
Le serví un vaso de agua fría, mientras se recostaba en el mueble de mi sala. Aún estaba un poco mareado por la falta de oxígeno y pude jurar que estaba desmayado en un momento. Quedé mirándolo por un rato y en su cuello aún tenía las marcas perfectamente formadas de las manos de Edward. Aunque la piel de Jake no era muy clara, aún así se marcó. No puedo imaginar cómo se vería en una piel cómo la mía. Pasé mi dedo delicadamente sobre la marca de los de Edward y
Jacob hizo un gesto de incomodidad, pero ni siquiera lo había tocado.
-¿Te duele?
-No, es sólo que me da cosquillas.-Inquirió con un intento de sonrisa.
El aspecto de Jacob no era el mejor, y no quería ni imaginar la cara de Reneé y la de Charlie cuando lo vieran en tales condiciones. Tenía que llevarlo a La Push para que pudiera descansar en su casa.
-Vamos Jacob, te llevaré a tu casa.
-No Bella, no te molestes… Yo me voy sólo.-Inquirió con esfuerzo y se levantó del mueble. Se fue un poco de lado, casi se caía de no ser porque lo sostuve desde atrás.
-¿Crees que te irás así?-Alcé una ceja.
Se quedó callado por un momento y dio una señal de resignación al caminar hacia la puerta.
Todo el camino hasta su casa estuvo callado, ya había caído la noche en La Push. Cuando pasamos al lado de la playa, la luna estaba llena y se posaba encima del mar. Jake veía el paisaje cómo si no fuera la primera vez que lo hiciera, podía decir hasta que no le parecía ni bonito, pero soltó una risa baja, lo cuál me desconcertó un poco por su actitud de hace cinco segundos atrás. ¿Qué era tan gracioso?
-¿De que te ríes?-Le pregunté
-De tu actitud en la casa.-Volvió a reír.
Hice una mueca de vergüenza.
-No entiendo lo gracioso.-Murmuré bajito.
-No es gracioso, me río de la estupidez que casi cometes, de verdad tienes problemas serios en la cabeza.-Cambió su expresión a seria.-Además tu noviecito no se veía muy feliz que digamos. ¿El está molesto?
-Yo no tengo problemas, ustedes los tienen. Siempre andan con esa rivalidad estúpida.-Con lo que dijo de Edward, me recordó cómo desaparecía por el infinito bosque. Hice una mueca de incomodidad, sin dejar de ver la carretera solitaria-¿Se veía muy molesto?
-No sé si se veía, pero si se escuchaba triste y a la vez molesto. ¿Qué le pasa?
-No lo sé…-Contesté con decepción.
-¿Tu le contaste acerca de tus planes de mañana?-Preguntó con curiosidad.
Cierto. Edward el vampiro lector de mentes. Hubiera deseado que hace días leyera la mía y que averiguara mi plan, a lo mejor se molestaría conmigo pero yo le habría explicado. Se me había olvidado por completo ese detalle.
-No le he contado aún.
-Pues ya se enteró, apuesto a que lo leyó en mi mente. Pero además de eso, creo que está molesto por otra cosa…-Dio una rápida sonrisa.
-¿Qué? ¿Otra cosa?
-Creo que está muy celoso.
¿Celoso? ¿Por qué estaría celoso Edward… de Jacob? Personalmente creo que no tiene nada que celarle a mi amigo. El lo tenía todo… Me tenía a mí por completo.
-¿Estás emocionada por lo de mañana?-Preguntó cambiando el tema, me imagino que para animarme.
-Si, no tienes una idea.-Sonreí con expectativa.
Me concentré en llegar a casa de Jake lo más rápido posible para poder recostarme en mi cama y pensar las cosas con calma, para ordenar mis ideas y pensamientos. La Pick-up hoy estaba más lenta de lo normal, sonaba más fuerte y… extraña. De seguro tenía una conexión con mis sentimientos.
-Adiós Jake, espero que te mejores, nos vemos mañana.-Lo besé en la mejilla y el tomó mi cara entre sus manos y la acercó a la de él. Pude reaccionar rápido para apartarme.
-¿Qué haces?-Pregunté furiosa.
-Nada. Sólo te pongo a prueba.-Sonrió.-Nos vemos mañana.
¿A prueba? ¿Pero que le pasa a la gente hoy?
Cerró la puerta del auto y entró a su casa. Billy se había acercado a la entrada a despedirse de lejos. Le di una leve sonrisa y arranqué.
Apretaba el volante con fuerza. Bufé.
-¿Celos? Por favor… ¿Es que no me tiene confianza o qué?-Estaba hablando sola de lo desconcertada que me sentía.
Había pasado más de la mitad del camino cuando la Pick-up empezó con un ruido más extraño que el de antes. Sonaba cómo un rugido ahogado, no aceleraba mucho, pero tampoco frenaba. Empecé a preocuparme, no tanto por la camioneta, sino porque estaba en el medio de la nada y no podía pedir ayuda. A nadie… humano.
Busqué mi celular entre mis bolsillos. Genial, sin señal. Subí mi mirada al frente y la parte delantera de la camioneta botaba humo increíblemente. Lo que me faltaba. ¿No podía caer una tormenta ahora? Metí el freno de mano y me estacioné a un lado de la carretera.
Por primera vez no quise que Edward apareciera por ahí, sería muy incómodo que me viniera a salvar de mi mala suerte, ya que e estaba molesto y celoso y yo aún le debía explicaciones. Pero con la actitud que tomó hoy en la tarde, de seguro ni se preocuparía cuando Alice le dijera que me vio aquí, sola, accidentada… Los truenos retumbaron arriba de mí. Además, empapándome de lluvia.
Vi hacia todas partes, en busca de ayuda, pero ni siquiera se escuchaba un carro. Todo era callado. Me bajé del auto y me recosté sobre la puerta. ¿Qué había hecho yo para merecer tales cosas?
Del otro lado de la carretera había unos árboles, pero eran unos pocos. Detrás de ellos se escondía la luna, que aún las nubes no habían tapado. La crucé a paso lento, cómo si tuviera miedo. Pero ya esa palabra era historia en mi diccionario personal. No le tenía miedo ni a la muerte.
El olor al mar se concentraba más y más con mi paso. Cerré mis ojos y respiré profundamente. Me topé con una pequeña piedra en el camino, con el buen sentido de la frase, porque caí al piso, frenando con mis manos y mis rodillas. Mi corazón se paró de repente y comenzó a latir frenéticamente de nuevo al ver que estuve a punto de caer por el precipicio con el cual había estado soñando todos estos días.
Tragué sintiendo un nudo enorme en la garganta. Las olas chocaban contra el acantilado, muchos metros debajo de mi. Ese no era el de mis sueños, era mucho más alto y precipitado. El mío se encontraba unos kilómetros más hacia la derecha, justo antes de llegar a la playa de La Push.
De nuevo tronaron los relámpagos de la tormenta que se avecinaba. Con mis rodillas en la húmeda tierra, y mis manos raspadas sobre mis piernas, comenzó a llover.
No quería que Edward llegara, pero no existía nadie más que pudiera salvarme… sólo él. Pero no vendría.
Estuve inmóvil unos quince minutos, menos o más… ni siquiera lo sé. No llevaba la cuenta del tiempo después de los cinco minutos, porque si Edward no había llegado aún, no llegaría nunca.
Empecé a llorar sin ganas, me refiero a que mis lágrimas salían sin parar, pero yo no las controlaba, salían por si solas.
¿Por qué? Tendría que acabar lanzándome por el precipicio, sería mejor que nada.
Sentí una mano sobre mi abrigo y un paraguas sobre mi cabeza, impidió que las gotas de lluvia se confundieran entre las lágrimas que caían por mis mejillas. Suspiré de alivio al sentir que no moriría en ese lugar… ni tan pronto.
-¿Bella? ¿Estás bien verdad?-La voz aguda de Alice me decepcionó, pero me alegró al mismo tiempo.
-Ahora estoy a salvo.-Le sonreí en modo de agradecimiento.
-Vámonos, tus padres piensan que estamos de compras.
-¿Y qué les diremos de mi camioneta?
-Ya pensaremos algo. Vamos, traigo una toalla para que te seques en el auto. A ver esas manos…-Inquirió mostrando mis palmas raspadas y llenas de tierra.-Hay que curar eso, también traje el bolso de primeros auxilios, porque cuando te vi aquí, me imaginé que algo tenías roto. Pero pudo haber estado peor si yo no venía.
-¿Cómo peor? ¿A qué te refieres?-Le pregunté mientras caminábamos hacia la carretera.
-¿Pensaste en saltar por el acantilado verdad?-Preguntó con seriedad.
-Bueno, no lo pensé… eso sólo pasó por mi mente. ¿Por qué? ¿Tú… me viste saltar?-Pregunté con nervios.
-No precisamente, te vi intentándolo, pero al parecer algo te lo impedía… y no era precisamente el miedo.
-¿También sabes los sentimientos de la gente?-Le pregunté.
-No, pero los tuyos son muy fáciles de adivinar.
El Volvo de Edward estaba estacionado al lado de la Chevy, haciendo un contraste fuerte de un modelo viejo, feo y dañado a un modelo moderno, pulcro y en perfectas condiciones. Los carros se parecen a los dueños.
Tenía la esperanza de que por lo menos Edward estuviera en el auto, esperando por mí… Pero me decepcioné más aún al ver que ni siquiera estaba ahí.
Alice me vio de reojo y se montó en el auto, lo hice seguidamente para no seguir mojándome. La chica vampiro buscó entre bolsas algo desconocido por mí. Después se volvió hacia delante y en su mano tenía un bolso negro. El de los primeros auxilios. Sacó unas vendas, un algodón y una pequeña botella de agua oxigenada.
Dolor y ardor.-pensé. Hice una mueca de incomodidad cuando Alice había terminado de preparar todo.
-Seré muy cuidadosa, te lo prometo.-Comenzó a limpiar las heridas, pero por muy cuidadosa que hubiera sido, el ardor era incómodo. El agua oxigenada tornó la sangre en espuma blanca, por la cantidad de tierra, se había infectado mucho más. Después me vendó las dos manos, dejando la mitad de mis dedos al aire. Parecía que usaba guantes blancos.
-Gracias…
-De nada Bella. Toma, llama a tu madre. Avísale que estás bien.
-¿No debería decirle que voy de regreso a casa?
-¿Quieres regresar a tu casa?
-¿A dónde más podría ir?-Pregunté con curiosidad.
-Si quieres ir a la casa, allá te prepararemos la cena y te quedas un rato con nosotros. ¿Te parece?
-Alice… creo que no lo sabes aún, pero Edward está molesto, triste, celoso, raro… no lo sé. Alguno de esos o todos juntos.
En fin, lo más seguro es que no querrá verme.
Ella puso cara de confusión, de seguro no entendió, o Edward no le ha contado. Así que le conté mi versión de la historia la cual entendió totalmente. Pero también le agregué el detalle de mi plan de mañana, el cual no le había mencionado a Edward, sólo por puro descuido y ella cambió su expresión a más confusión aún.
-No entiendo Alice, siento que desconfía mucho de mí. No tiene porque estar celoso de Jacob.
-Bueno Bella, no es por defender a mi hermano, pero creo que tiene derecho a estar… lo que sea que esté. No es él, el de la desconfianza, el siente que eres tú. Si le hubieras dicho lo de Jacob, esto no estaría pasando. Puede ser que el piense que tu sientes algo por Jacob, porque ocultas la salida con el, y bueno pues… su duda se incrementó cuando hiciste la maniobra de suicidio con la botella, para salvar al perro.
-Jacob.-Corregí.
-Bueno… a él. Aunque en parte tú tienes la razón ya que tu reacción fue buena, no podías dejar morir a tu amigo.
Alice entendía totalmente mi punto de vista y aclaró el de Edward para mí. Ahora se había ido la niebla en mis pensamientos… aunque no significara el fin de la tormenta. Lo que quedaba era hablar con Edward y convencerlo de que con la única persona con la cual estaré por siempre, será con él.
-¿Podrías llevarme a tu casa?-Pregunté después de unos segundos de reflexión.-Necesito aclarar las cosas con él.
Alice asintió y me sonrió con satisfacción.
-Espera.-Exclamé.- ¿Qué haremos con mi camioneta?-Pregunté viendo hacia ella, cómo si fuera un perro callejero.
Mi “hermana” rompió en carcajadas y arrancó por la carretera.
-En serio Alice, no pensarás dejarla ahí.
-No Bella… si quieres hacemos una fogata con ella.- Volvió a reír bajito.
-No me parece gracioso.
-Está bien, mañana llamaremos una grúa para que la recoja.-Me aseguró.
Manejó a la misma velocidad que solía hacerlo Edward, es algo increíble, les encanta la adrenalina. No me opuse a la velocidad porque yo quería resolverlo todo cuanto antes.
Mi ropa estaba empapada. Me quité el abrigo y usé una toalla que había puesto Alice a mi lado. Me arropé y no sé por qué tenía ese olor tan particular a él, divino, combinado con el dulce aroma floral de Alice. La tibia temperatura que adquirí abrazada a la toalla me volvió débiles los párpados. Fui cayendo poco a poco… olvidándome de todo lo demás.
-¿Bella?-Fue lo penúltimo que escuché. Porque lo último se dice antes de morir.
¿Pasó tan rápido mi siesta? Pensé que había cerrado los ojos sólo un segundo, cuando unas heladas manos rozaron mi espalda.
-¿Bella? Ya llegamos… a tu casa.-Concluyó Alice bajito.
-¿Cómo? ¿Qué? Alice… No. Yo quería ir a tu casa. Habíamos acordado eso.-Empecé a exasperarme.
-Bella…. Te he traído porque te veo muy cansada y tu madre me ha llamado de nuevo. Además, vi que ustedes peleaban y no quiero que pase eso… A lo mejor ahora no es el momento adecuado, tal vez lo será mañana.-Replicó con tristeza.
-¿Peleábamos? ¿Muy mal?
Dudó un poco ante lo que respondería pero al final asintió sólo una vez, con decepción.
-Bueno, creo que será mejor mañana. Gracias de nuevo… por salvarme y traerme.-Le sonreí y ella me dio un abrazo.
-Tranquila Bella, yo hablaré con él para que pueda entenderte.
-¿En serio lo harás? Te lo agradecería muchísimo.
-Sólo pon de tu parte, no te arriesgues a cosas cómo caerte por las escaleras o rodar por la acera de la calle.-Rió bajito.
-Está bien, haré mi mayor esfuerzo.
Me despedí cuando estaba entrando a mi casa. Hablé unas cuantas cosas con Reneé, ella me preguntó acerca de mi ropa, la camioneta, lo que habíamos hecho… entre otras cosas sin importancia, le dije unas cuantas mentiras que se tragó por completo. Me preguntó si cenaría, y le dije que no ya que había comido con Alice, cosa que era mentira porque no tenía apetito.
De nuevo, comenzaría el diluvio de lágrimas en mi habitación. Cuando se acabaría el conflicto existencial entre Edward y Jacob. ¿Sería por siempre? ¿O hasta que yo muriera?
Tomé mi celular y marqué su número, con la esperanza de que atendiera la llamada… aunque no tenía ni la menor idea de lo que le iba a decir.
Un repique… Dos, tres, cuatro… contestadora. Lamentablemente había colocado sólo la operadora cuando no caía la llamada, hubiera sido una total fortuna poder escuchar su voz.
Volví a llamar un par de veces más, pero nada. ¿Habría Alice hablado con él, cómo prometió?
Al parecer no, y si lo hizo él no le prestó atención. Me coloqué unos shorts de algodón, porque de alguna forma estaba haciendo mucho calor, en comparación con las frías noches de Forks. Una camiseta me sirvió para terminar de vestirme. No tuve cuidado en que estuviera protegida porque Edward no iría a mi habitación esa noche, ni se le ocurriría. Mi cuerpo descansaba boca abajo y enterré mi cara en mi almohada.
Las gotas de sudor bajaron por mi espalda lentamente. Me sentía bien, así que no era la común fiebre. Era solo calor. Pero unos segundos después el una ráfaga de viento helada lamió mi espalda, haciéndome temblar. La cobija me cubrió de repente hasta el cuello, calentándome de nuevo. No había escuchado a Reneé entrando por la puerta, generalmente siempre era un poco torpe con los pasos cuando trataba de no despertarme.
-Aquí estoy… ¿Hay algo que quieras hablar conmigo?-Preguntó Edward. Me volteé bruscamente pensando que eran alucinaciones mías, que definitivamente ya me estaba volviendo loca.
Pues no. Aun me quedaban unas neuronas. Ahí estaba el, cómo petrificado, veía debajo de mi cuello...
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