Yo era un manojo de nervios mientras esperábamos al doctor Jefferson en la sala de reconocimiento. Logan se sentó en la silla de al lado, dejándome subir a la mesa forrada de papel, como si de algún modo la elección de su asiento dijera que él no era el paciente. Me senté balanceando los tobillos por el borde de la mesa, el papel arrugándose debajo de mí.
—Deja de inquietarte. ¿Por qué estás tan nerviosa? —preguntó Logan.
El maldito silencio era demasiado para esta habitación. Cuando escuché unos pasos surgir del pasillo me estremecí y envolví los brazos a mí alrededor.
El doctor Jefferson había sospechado que Logan y yo nos habíamos vuelto más cercanos hacía algunas semanas, así que hoy, mostrándome con él, confirmaría que nuestra relación iba más allá de lo profesional. También podría estar llevando un letrero parpadeante declarándome una Mujerzuela libertina.
—Si no querías que el doctor te viera conmigo, no deberías haber venido —dijo duramente.
—No. Quiero estar aquí. —Lo quería. Habíamos hablado de eso la noche anterior, una vez que Logan se lavó la pintura de las manos y se metió en la cama. No íbamos a dejar que las circunstancias que encontráramos por el camino nos impidieran estar juntos. Fue muy liberador. No habría que esconderse más, no más andar de puntillas alrededor de la conversación. Logan y yo estábamos juntos. Así de simple. Nos queríamos y hacíamos lo que parecía correcto.
Pero eso no impidió que mi estómago se hundiera en el momento en que la puerta se abrió. El doctor Jefferson entró en la sala echándome una mirada de advertencia antes de centrar su atención en Logan.
El doctor Jefferson se sentó y, situando un par de gafas diminutas en la punta de la nariz, abrió el expediente de Logan, que contenía muchas hojas, sobre sus rodillas. Después de hacerle unas preguntas básicas a Logan, el doctor se giró hacia mí.
—¿Por qué no se retira?
—Ella se queda —dijo Logan con tono de determinación.
El doctor Jefferson entrecerró los ojos, obviamente sin gustarle que su petición fuera ignorada. Se quitó las gafas y las guardó en uno de los bolsillos de su abrigo. Me di cuenta de que se estaba muriendo por preguntar qué tipo de relación teníamos, pero no había razón médica para obtener esa información. Así que se quedó sin palabras.
Llegó a la conclusión de que las conmociones cerebrales de Logan y sus lesiones anteriores se habían ido, y estaba sano y bien, aparte de no recordar nada de los últimos veinte años de su vida.
—Me alegro de que hayas regresado. Me gustaría hacerte evaluaciones neurológicas periódicamente para revisar tu progreso y ver si estás recordando algún viejo recuerdo o formando nuevos. —Logan asintió con su consentimiento—. ¿Eres capaz de recordar detalles recientes? ¿Presenta alguna dificultad recordar lo que hiciste ayer? —preguntó el doctor.
—Recuerdo todo desde el día en que desperté en este hospital. Pero aún sigo sin recordar nada de mi vida pasada.
Después de terminar con algunas preguntas más y ofrecer sugerencias sobre los suplementos vitamínicos, el doctor Jefferson se giró hacia mí.
—Él le proporcionará una pieza muy importante para su tesis.
No hice caso a su mensaje implícito, el de que yo estaba utilizando a Logan para salir adelante en mi investigación.
—Vamos a casa, Logan.
Logan asintió con la cabeza y me ayudó a bajar de la mesa de reconocimiento.
Nos quedamos en silencio desde que tomamos el tren a casa, ya que no había mucho de qué hablar después de su cita con el doctor. Había estado tan puesta en Logan consiguiendo ayuda, que me había estado agarrando a un clavo ardiendo. Aun así significó mucho que accediera a ir.
Logan se bajó en la parada de mi apartamento y yo me bajé en la siguiente parada para encontrarme con Alice en la cafetería. No había hablado con ella desde que Logan volvió, y ni siquiera sabía si la cita en el café aún seguía en pie, pero cuando le envié un mensaje de texto preguntándole si aún quería verme, ella respondió entusiasmadamente con un ¡¡Por supuesto!!
Cuando llegué a la cafetería, Alice no había llegado aún, así que fui a pedir. Las campanas de la puerta sonaron y Alice entró con paso elegante, vestida con ropa de entrenamiento. Y por el aspecto de este, había venido corriendo. Se desplomó en la silla que estaba frente a mí.
—Oh, gracias a Dios. —Tomó el café helado que pedí para ella y empezó a bebérselo.
Alice se bebía el café como la mayoría de las personas se beben el agua. Yo di un sorbo a mi café caliente y la observé, preguntándome si íbamos a hablar de Logan, el tema tabú.
Después de unos saludables sorbos y de que la respiración de Alice volviera a la normalidad, puso su café sobre la mesa.
—Escucha, no quiero que pienses que lo odio, porque ese no es el caso. Sólo estoy preocupada por ti.
Apreciaba que nunca se anduviera por las ramas.
—Yo también estoy preocupada. He protegido mi corazón durante los últimos veinte años. Crecí sin el afecto y el amor normal de la mayoría de las familias. Ya me conoces. Apenas salgo. No estaba buscando nada. Y desde luego, enamorarme de un sujeto de prueba no era mi intención.
Ella se burló y esbozó una sonrisa.
—Te entiendo. Tu madre se fue y tu padre traía comida a la mesa, pero eso era todo. Logan es diferente y cuidas de él.
—Demasiado —admití.
—Entonces, ¿qué pasará cuando se vaya de nuevo?
Noté que dijo cuándo y no si pero lo dejé pasar.
—Estarás ahí para mí.
Ella asintió con la cabeza una vez.
—Me parece justo.
Nos bebimos el café en silencio durante algunos minutos, hasta que vi el destello en los ojos de Alice.
—Ahora que es tu novio, deberíamos salir todos, presentárselo a la pandilla. Reuniré a algunos amigos.
—Hm. No creo que sea buena idea, Alice.
—Saldremos y tomaremos algo, algo casual, leve, nada de qué preocuparse. Será divertido.
—Por supuesto. Supongo que sí —murmuré, sabiendo que nunca sería capaz de persuadir a Alice en cuanto se empeñaba en algo.
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