----------------------------Flashback-------------------------------------------------------
-Quiero pasar el resto de mi eternidad contigo. Estoy dispuesto a darte todo lo que necesites, pagaré tus estudios en la Universidad… Pero más que todo quiero que te cases conmigo…
-----------------End of Flashback------------------------------
Me senté automáticamente. En mi mente se nublo todo, se convirtió en un espacio blanco y vacío. Mis ojos se quedaron abiertos y mi cuerpo estaba totalmente estático. Pero después de unos cuantos segundos me empecé a reír.
-¿Estas bromeando verdad?-Pregunté con unas cuantas risas bajas.
Edward se sentó también, me miró con desconcierto y después bajó su mirada con nostalgia.
-En realidad no…-Murmuró entre dientes, con tristeza en su expresión.
Mi sonrisa se fue borrando lentamente y fui escondiendo mi cara debajo de mis brazos que se recostaban en mis piernas, estaba totalmente avergonzada de haberme burlado de la seria proposición de Edward.
El había hecho de todo para hacerme feliz, ese día lo habría planeado desde hace tiempo y yo lo había arruinado por completo tan sólo con unas palabras. Edward de verdad iba en serio conmigo, ya tenía planes a futuro. Jamás consideré la idea de que pudiera llegar a casarme, y menos con él, por razones obvias, jamás querría casarse con alguien como yo y además, mi destino me había hecho una corta vida, en la cual nunca podría llegar a casarme, por el simple hecho de que nunca pensé enamorarme así.
-Yo… siento haber pensado que estabas jugando.-Admití con pena.
-No te preocupes, estaba preparado a una reacción parecida.
-Es que… ¿No te parece algo precipitado?-Le pregunté
-No.-Dijo seriamente mirándome a los ojos.
-Pues yo creo que sí…-Le respondí con la misma seriedad.
-¿Es que acaso no quieres casarte conmigo?-Preguntó con miedo en su cara.
Imaginé que pensaría la respuesta. Pero no fue así.
-Si.-Contesté al instante. Con un tono de emoción que me confundió un poco.
Una hermosa sonrisa se dibujo en su rostro.
-¿Y entonces? ¿Cuál es el miedo?-Preguntó aun sonriendo.
-No es miedo, es sólo… muy apresurado, aún me quedan cosas que hacer antes que casarme. Claro todo dependiendo de…-Mi voz se fue apagando poco a poco.
-Bella, no comiences por favor.-Dijo con un tono molesto.
-¿Qué quieres? Que me case sin saber si mi matrimonio durará más de un mes.-Pregunté molesta también. Cada cambio de su humor lo copiaría.
-No digas eso. De alguna u otra forma vivirás… ya lo decidí.-Murmuró.
¿Cómo que viviré? El le sacará el corazón a alguien o… Ah, no. Nuestra última pelea, nuestro último adiós se resumía en el tema de que él no quería convertirme. Pero al fin y al cabo se dio cuenta de que no hay otra salida. Es eso o nada.
-Eso… eso quiere decir que… ¿Estás dispuesto a hacerlo?-Aunque me daba un poco de miedo, la emoción lo superaba todo.
-Sólo si no puedes seguir viviendo. Del resto quedarás humana para siempre.-Habló con tono autoritario.
Ahora que me había ilusionado, me había quitado la idea de mi cabeza cómo si a un niño le arrebataran el dulce de las manos.
-¿Para siempre? ¿No quieres la eternidad conmigo?-Pregunté con tristeza y dolor.
-Sólo quiero lo mejor para ti.-Susurró con ternura. Intentó acariciarme la mejilla, pero volteé mi cara con indignación. Estaba a punto de romper en llanto pero opté por no hacerlo.
-Tu quieres lo mejor para mi… Quieres que yo sea una anciana y tu aún estés con tus fabulosos diecisiete años.-Repliqué sin mirarlo.
Se quedó callado por un minuto. Más indignación recorrió mi cuerpo al no escuchar una respuesta de su parte.
-Aún así, siempre seguiré amándote.-Me susurró al oído.
-Pero yo seré infeliz.-Murmuré en voz baja.
-¿Por qué?
-Porque no es lo que quiero. ¿No es lo que quieres? ¿Hacerme feliz? Bueno hazlo, conviérteme ahora.-Exigí, recogiendo de lado mi cabello para dejar una parte de mi cuello desnuda.
Me miró y arqueó una ceja, dándome una media sonrisa.
-No sabes lo que quieres.-Bufó.
-¿Acaso lo sabes tú?-Pregunté.
Se quedó callado, sabiendo que yo tenía la razón.
-Lo ves.-Dije revirando mis ojos.
-Bella, sólo se que de verdad eso no es lo que deseas.
-¿Qué pasaría si muero la semana que viene, mañana… hoy? Me refiero a que… no resisto llegar a la clínica- ¿Es que me convertirás?-Pregunté con dolor.
-No pasará eso, estaré a tu lado siempre.-Prometió.
-Me has complacido con demasiadas cosas… ¿No puedes concederme eso?
-Todo esto han sido pequeños detalles, lo que me pides es algo fuera de nivel.-Tomó mi mentón y subió mi cara de tristeza.-Bella… Por favor, deja de pedirme eso. No quiero pelear contigo.-Me acunó entre sus brazos y yo escondí mi cara entre ellos.
-Podría decir lo mismo del matrimonio. Pero la diferencia es que yo si me quiero casar contigo.-Susurré tratando de subir su ánimo.
Subió mi cara con delicadeza y sus ojos se habían iluminado con ilusión.
-Eso quiere decir que aceptas-Dijo con emoción.
-Si. Me quiero casar contigo-Me ruboricé. Y sonrió, resaltando el máximo de su belleza.
-No tienes una idea de cuanto te amo.-Murmuró acercándose a mis labios para propiciarme un dulce beso. Una sensación irremediable de deseo me recorría por las venas, e involuntariamente tome su cara entre mis manos y me pegué fuertemente a él. Me abrazó por la cintura con la misma fuerza. Pero de pronto me despegó de sin tener previo aviso. De seguro estaba cruzando la barrera.
-No puedo…-Susurró.
-Lo siento, fue mi culpa. Creo que me deje llevar por mis instintos-Inquirí con vergüenza.
-Yo no puedo dejar llevarme por los míos. Creo que debería llevarte a tu casa.-Sugirió.
De hecho se me había olvidado todo con Edward a mi lado, todo era tan perfecto, que mi vida normal se convertía en una ilusión.
-Si, Charlie debe estar preocupado, no lo veo desde que me dejó en el Hospital.
Me ayudó a bajarme y me subí al asiento. Colocó la radio, pero no presté atención a la música, tenía mi brazo apoyado en el respaldo de mi ventana, veía los árboles pasando, pero tampoco tenía mi mente ahí. Estaba tratando de averiguar si lo que estaba viviendo era un sueño o era realidad. Mi otra mano descansaba sobre mi pierna. Edward miraba de reojo hacia mí.
Una sonrisa de satisfacción y felicidad se me escapó.
-¿Qué te parece gracioso?-Preguntó Edward.
-No me rió porque algo me haya causado gracia, bueno en realidad si me parece gracioso el hecho de que todo esto me haya pasado.
-¿A qué te refieres con “esto”?-Preguntó resaltando la voz en la última palabra.
-Tú.-Susurré.
Rió bajito y regresó la vista a la solitaria carretera, así que yo también la regresé cómo antes. Movió su mano en dirección a mi pierna pero yo hice cómo si no lo estaba viendo, cosa que de seguro me salió pésimo. Empecé a sentir un cosquilleo en el estómago cuando se acercó más y tomó mi mano suavemente. Suspiré, dejando que la tensión se fuera. Entrelazó sus dedos entre los míos. Apreté mi mano con la de él, con fuerza. Para no dejarlo ir jamás...
¿Dejaría él que yo me fuera?
Al llegar a mi casa, quise devolver el tiempo, o por lo menos recortarlo, para hacer ese día más largo, ese día especial y único se acabaría. Cada vez me bajaba el ánimo más y más…
-¿Qué tienes? ¿Te sientes mal?- Preguntó Edward con una cara de preocupación muy común el él. Claro, al pasar el día perfecto y que a mi me diera algún ataque o cualquier cosa que lo arruinara, el se sentiría de lo peor.
-No, no… Estoy un poco deprimida.-Confesé, pero antes de que pudiera decir una palabra le aclaré la razón.-Es porque ya se va a acabar éste día. Fue tan maravilloso que…-Me callé en busca de las palabras correctas-No tengo palabras para expresarlo. Gracias.-Subí mi mirada de nuevo hacia él y sonriendo me acerqué a besarlo, para lo cual el no estaba preparado. Al principio sus labios estaban tensos, cómo sorprendidos ante mi acto, pero después se volvieron tan deseables cómo siempre. Dulces.
Después de un largo beso de despedida y de agradecimiento, se separó bruscamente de mí, lo cual me desconcertó un poco y en mi cara se marco la duda. Articulé la mitad de la palabra “qué” y me puso sus helados dedos sobre mis labios.
-Charlie está a punto de salir, estoy muy seguro de que no le será complaciente verte besándote conmigo.-Sonrió rápidamente y bajó a abrirme la puerta del carro. Detrás de mí oí la puerta abrirse y una tos fingida de mi padre me bajó de la nube de felicidad.
-Hola papá. No tenías porque salir, ya yo me estaba despidiendo de Edward.-Repliqué con molestia.
-¿Cómo la pasaron?-Le preguntó seriamente Charlie a Edward, ignorando mi rabia por completo.
-Espero que Bella la haya pasado bien, es lo único que me importa.-Comentó viendo hacia mi.
-De hecho fue excelente.-Inquirí ignorando a Charlie.
-Bueno, si es así, es hora de que te despidas.-Dijo mi padre en tono autoritario.-Edward.-Inquirió asintiendo en modo de despedida hacia el aludido.
-Adiós Bella.-Dijo Edward con un poco de tristeza en la voz.
-Adiós…-Respondí separándome melancólicamente de el.
Mi padre me alejó de sus manos frías que estaban entrelazadas con las mías. No estuve mostrando mi rabia en ese momento ya que mi tristeza superaba la rabia, al menos así era al frente de Edward. Tristeza por tener que despedirme del día más maravilloso de todos, y rabia porque Charlie lo acortará más aún.
Pero al entrar a la casa la rabia me invadió por todas mis terminaciones sanguíneas y le di una mirada fría a mi padre y el me la devolvió con seriedad ya que sabía la razón de mi cara, pero seguramente el haría cómo si no lo sabría, lo que me haría molestar mucho más, así que reflexioné un poco, y antes de explotar algún problema pensé algo mejor.
-Buenas noches Charlie.-Dije caminando hacia las escaleras.
-¿Para donde crees que vas?-Preguntó colocando una mano al frente de mi.
-A dormir.
-¿No piensas conversar conmigo?
-¿Acerca de…?
-¿Cómo te fue hoy?, ¿Cómo te has sentido?
-Bien, ya te dije, perfectamente.-Contesté secamente.-Buenas noches papá.-Me despedí dándole un beso en la mejilla y subí corriendo las escaleras.
Dormí cómo una total princesa, soñé con Edward toda la noche, en nuestro día. Lo reproducía una y otra vez en mi mente tal cual cómo si fuera una película. Me desperté de buen humor, aunque el clima no fuera el de mi preferencia. Cuando estaba guardando los libros vi el de geografía y recordé que teníamos una asignación para ese día. Oí el Volvo llegando abajo.
Empecé a inventar alguna buena excusa por la cual no podría presentar hoy la exposición de los países. Además mi compañero de trabajo era Edward y el no me había recordado. Daba vueltas alrededor de mi cuarto sin resultado alguno, pero no quería hacer esperar más a Edward así que corrí al auto.
-¡Edward!-Grité exasperada llegando al auto.
-¿Qué? ¿Qué pasa? ¿Qué tienes?-Empezó a preguntar desesperadamente.
-La exposición de geografía… No la hicimos, yo la olvide por completo…y no sé que vamos a hacer…-Empecé a vomitar las palabras y el me paró con un beso.
¿Qué estaba pensando?
Yo le hablaba de una asignación en el colegio y el pensaba en besarme. Por supuesto no era algo que me molestara, dejé de quejarme por unos segundos y el sólo tomaba mi cara entre sus manos. Su temperatura corporal se volvía cada vez más fría, pero no me molestaba, en vez de eso me gustaba.
-Buenos días Bella.-Murmuró a mi oído.
-Edward, tengo unas asignaciones de qué preocuparme. Yo no me he graduado más de cincuenta veces y a mi sí me importan mis notas. ¿Por qué no me lo recordaste?
-Ya lo hice. No tienes de qué preocuparte.-Comentó con tranquilidad.
-¿Ah? ¿Cómo que lo hiciste? Yo no ayudé en nada Edward, no hice nada del trabajo. Además es una exposición, si yo te hubiera ayudado, sabría lo que voy a decir hoy, pero cómo no lo s…-Me calló de nuevo dos de sus fríos dedos.
-No te preocupes, será fácil. Te ayudaré a la hora de almuerzo y estudiaremos juntos. Ahora sube al auto si no quieres llegar tarde.-Me abrió la puerta.
Me quedé unos segundos pensativa y abrí la boca para especular algo, pero la cerré de nuevo, sabiendo que no saldría ganando.
Efectivamente cómo lo prometió, a la hora de almuerzo, nos sentamos juntos y me ayudó. El no traía ningún material de apoyo, por lo cual le pregunté que qué haríamos sin información, me respondió con una sonrisa sínica y empezó a explicarme lo que yo diría.
Estudiar con Edward era tan complicado y a la vez tan fácil. Era fácil porque te hacía parecer las cosas tan simples y su forma de hablar era tan perfecta, manejaba el tema en su totalidad, no se le olvidaba nada. Pero era tan difícil oír las cosas que decía, su belleza era totalmente distractora. Repetía una y otra vez algunas cosas que le pedía sin problema alguno. En menos de diez minutos pude aprenderme algo, que por mi cuenta, no me lo aprendería en un día.
Llegamos al salón y se apagaron todas las luces, los pupitres estaban en dirección a la pared donde se reproducirían las diapositivas, unos tres grupos expusieron delante de nosotros, en esos minutos Edward no prestaba atención, sólo me agarraba de la mano desde el pupitre de al lado y con su otra mano dibujaba trazos en su cuaderno. Yo disimulaba atención e interés a las presentaciones, pero no hacía más que ignorarlas.
Edward rasgó sordamente un papel de su cuaderno y lo colocó en mi mesa. Miré el papel y me quedé sin aire.
“Te Amo”-Decía el papel. Dos palabras con perfecta caligrafía. Tomé mi lápiz y coloqué abajo…
“Te amo más”. Con una torpe letra escribí y lo coloqué de vuelta en su mesa. Vi de reojo su expresión, bufó y soltó una risa bajita. Escribió algo y lo colocó de nuevo en mi mesa. “Si, por supuesto. Eso es lo que tu crees”. El profesor se acercó a nosotros, así que maniobre lo más rápido que pude para guardarlo debajo de mi camisa. Edward lo distrajo con una pregunta para que no sospechara nada, entonces me tranquilicé.
Fue nuestro turno de exposición. Hablábamos de Italia. Un país extremadamente maravilloso y bello, nunca había tenido la oportunidad de visitarlo, pero Edward me había hablado tantas cosas en el receso que se me hicieron unas imágenes preciosas en la mente. Una presentación pulcra de su parte, hablaba fluidamente. No tenía ni un pequeño rasgo de nervios en su expresión. En cambio yo, me trababa en las palabras aunque supiera lo que iba a decir, él me ayudó en algunas frases para completar la exposición y a todo el mundo le pareció interesar.
Mi novio se acercó al profesor a comentarle algo en secreto, lo cual me extrañó. Me ocultaba algo. Me acerqué disimuladamente a escuchar y dijo algo cómo “estaré allá unos cuantos días”.
Se me llenó la cabeza de dudas, pero después lo tomé cómo si no fuera nada del otro mundo, de seguro le estaría mintiendo acerca de algún viaje, o me estaba mintiendo a mí, que por supuesto era imposible. Creo.
-¿Nos vamos?-Preguntó colocando su brazo alrededor de mi.
-¿Qué le decías al profesor?
-Nada, sólo cosas sin importancia.
Caminamos hasta el auto, en el pasillo se nos incorporaron los demás Cullen. Todos me saludaron con mucho ánimo, menos Jasper y Rosalie. Cómo siempre. En el auto sólo se montó Alice, la cual no paraba de hacer preguntas un poco vergonzosas acerca de la velada de anoche.
-Vamos Bella, cuéntame… Edward no me cuenta, así que lo harás tú. ¿Cómo fue todo? ¿El lugar era bonito?-Sus preguntas eran un poco confusas, ¿Es que ella no sabía ningún detalle de nuestro día de san Valentín.
-Alice ¿Tu no viste ni organizaste nada?-Pregunté.
-Hubiera querido, pero Edward no me dejó.-Comentó con tristeza.-Sólo los vi bailando, pero no pude detallar bien la decoración del sitio, así que no lo he podido criticar.
-¿Tú… tu no… no hiciste nada?-Tartamudeé hacia Edward.
No respondió, tenía su mirada fija en la carretera, pero expresaba incomodidad con vergüenza a la vez. Así que me devolví hacia Alice y ella sólo asintió una vez, con una sonrisa pícara cómo si estuviera confesando algún crimen.
Me quedé pasmada algunos segundos, porque lo menos que pensaba es que a Edward se le había ocurrido tal plan, sin ayuda de nadie. El día de San Valentín...
-Todo fue simplemente perfecto y hermoso Alice.-Reaccioné y respondí.
-Bueno me alegro mucho. Espero verte mañana Bella.-Se despidió y yo no me había dado cuenta de que ya estábamos a la entrada de mi casa.
-Igual Alice. Adiós Edward, nos vemos.-Al instante que vi que no reaccionaba, abrí mi puerta para salir y la cerré de nuevo.
Caminé a la entrada de la casa y el Volvo arrancó precipitadamente, sonando los frenos del carro con violencia. Que cambio tan brusco de humor por parte de Edward. Es que le molestaba que yo me enterara de su detalle. Pero que estupidez.
Cuando abrí la puerta me encontré con alguien.
Salta ahora
Jacob estaba a pocos centímetros de mi, menos de un paso entre nosotros, lo cual me hizo saltar del susto.
-¡Jacob!-Exclamé.
-Bella… ¿Cómo te sientes? Estoy severamente molesto contigo.
-Mejor, pero… ¿Por qué estás molesto?-Pregunté con desconcierto.
-No sabía que te habían hospitalizado, ¡Y mucho menos que fue por mi culpa! Ni siquiera tuve la delicadeza de alejar los chocolates de ti. Pero que idiota soy. Tu también, ¿Cómo se te ocurre comértelos? ¿No sabes que son malos para ti? No puedo creerlo.-Empezó a culparse a si mismo, gritando de vez en cuando. Gruñó después de terminar de hablar.
-Jacob, ya, tranquilízate. Ya estoy bien, sólo fue una indigestión.-Le oculté lo de mi “casi muerte” ya que si se entera, podría haber un suicidio en la casa de los Swan.
-Bueno, espero que no lo hagas de nuevo.-Me amenazó.- ¿Con quien viniste? ¿Con Drácula?-Bufó al final de la frase.
-Se llama Edward para tu información.-Inquirí con rabia.-Y si vine con el.-Pero se había molestado y yo no tenía ni una idea del por qué.
-¿Tu camioneta está dañada o algo así?
-No, Edward me lleva al colegio en las mañanas y me trae.
-Pues no me parece. Para algo está la Pick-up ¿No?
-Si ya lo sé. Pero me gusta que me venga a buscar.-Alcé la voz en la conjugación del verbo “gustar”.
Volteó los ojos en señal de desaprobación.
-¿Has venido por algo en especial? Además, ¿Quién te trajo? No vi tu auto afuera-Pregunté colocando mis cosas al pie de la escalera.
-De hecho me trajo Seth. Y si, he venido a preguntarte si aún quieres hacer lo del acantilado. Estamos a jueves y vi en las noticias que pronosticaron mal tiempo para el sábado. Así que he pensado que mañana, después del colegio… Podríamos ir.
-¿Mañana?-Me parecía ayer cuando le rogué lo del acantilado, pero sonaba más tentador aún que hace unos días.-Claro, ¿Podrías pasarme buscando después del mediodía por aquí?-Debía fingir en el colegio un malestar de gripe para salirme de las clases de última hora, y aunque la actuación no era mi fuerte, mi semblante me ayudaba muchísimo.
-Claro, cómo quieras. Pero te tengo otra proposición.-Dijo seriamente.-Lo he hecho unas cuantas veces y es divertido, no sé si quisieras acampar conmigo en la playa. El atardecer en la playa es una de las cosas más hermosas que he visto. ¿Quieres?-Preguntó animándome.
Mordí mi labio inferior en señal de duda. Yo hubiera aceptado al instante… Si no existiera Edward, pero yo sabía que haría mal acampando, sola, con Jacob.
-No lo sé… Suena divertido. Pero lo de acampar, nosotros dos solos… Creo que Edward no estará de acuerdo con eso.-Contesté con duda.
-Vamos Bella, Edward no tiene que enterarse. Además, él no es nadie para decir lo que tú puedes o no puedes hacer con tu vida. Y si se trata de mi, ¿No te tiene confianza?-Sus palabras me hicieron reflexionar un poco, era cierto lo que decía Jacob… en parte. El si es alguien para decirme que hacer o no con mi vida. El es mi novio, mi muy futuro esposo.
-Creo que tienes razón, pero de todas maneras pienso decírselo.
-Si eso prefieres…-Contestó con desgana.
La expresión de Jacob cambió de un segundo a otro. Su nariz empezó a olfatear en el aire, cómo si estuvieran preparando alguna comida cerca, o algo por el estilo.
-Vampiro. ¿Es que no se cansa?-Escupió la palabra con rabia y me apartó del camino con rabia, abrió la puerta con brusquedad a mis espaldas.
¿Vampiro? ¿Se refería a Edward?
La expresión de Edward no era nada normal, su rabia no era normal. Juraría que tenía ganas de matar a Jacob. Se movió velozmente y pegó a Jacob contra la pared. Mi amigo no mostró dolor alguno en la expresión, se miraban con asco. El musculoso brazo de Edward estaba tensó contra el cuello de Jacob. Todo fue tan rápido y repentino, que yo no reaccioné para pararlos, y si no lo hacía ahorita iba a haber en vez de un suicidio, un asesinato.
-¡Ya Edward, suéltalo!-Exclamé. Coloqué mi mano sobre el brazo de Edward, haciendo presión hacia abajo, pero era imposible luchar contra él. Jacob empezaba a toser por falta de aire.
-Bella, por favor vete de aquí. Éste tipo tiene que aprender a cambiar sus pensamientos acerca de ti. –Exclamó presionando fuertemente sus dientes.-Además no me gustan para nada tus intenciones.-Dijo hacia el.
-Edward Cullen por favor suéltalo ya.-Grité con desesperación.-Podemos resolver esto de otra manera.
-No veo otra solución.-Seguía estrangulando a Jake sin piedad y éste intentaba con sus dos manos, alejar el brazo de el vampiro.
Pensé lo más rápido que pude. Iban a volverme loca con sus estúpidas peleas de superioridad. La primera vez me había salido bien lo del desmayo, pero volverlo a hacer sería una total pérdida de tiempo, y lo menos que tenía era eso.
Instintivamente busqué a mí alrededor algo, cómo si me fuera a ayudar. Vi mi perfecta salida, la perfecta amenaza, aunque la idea no era lo que esperaba, era lo mejor que podía conseguir. Gracias a dios, Charlie había dejado unas cuantas botellas de cerveza al lado de la pick-up. La tomé y la rompí contra la pared, quedaron unos cuantos perfectos filos. Edward me siguió con la mirada, también lo hizo Jacob, sólo movió sus ojos hacia mi.
Tomé la botella con la mano y la posé sobre el revés de mi codo, donde mis venas azules resaltaban más. Los ojos del vampiro y del lobo se abrieron cómo platos. Pero Edward expresaba horror y miedo, a Jake no podía leerle la expresión, empezó a cerrar los ojos.
-¡Bella! ¡No lo hagas!-Exclamó desesperadamente Edward.
-Entonces suelta a Jacob.-Lo amenacé.
Instantáneamente lo soltó y me quitó de las manos la botella rota. Me miró con dolor, cómo si estuviera a punto de llorar.
-¿En qué estabas pensando?-Preguntó en voz baja, molesto.
-¿En que estabas pensando tú, Edward Cullen?-Lo miré molesta y me aparté de su vista, agachándome para ayudar a Jake, que estaba rojo apoyado sobre la pared.- ¿Estás bien?-Murmuré.
-Si… Be… Bella, ¿En qué pensabas?-Dijo con mucho esfuerzo mi mejor amigo, tosió unas cuantas veces. Estaba ahogado.
-¿Qué querías? ¿Qué me quedara viendo cómo Edward te ahorcaba?
-No… Pero yo estaba por zafarme de su brazo.
-Si claro, deja de hacerte el rudo y vamos adentro para que tomes un poco de agua.-Lo ayudé a levantarse.
Edward estaba aún en la misma posición corporal, de espaldas a mí, pero con la cara levemente volteada hacia nosotros. La botella aún seguía en su mano.
-Tú y yo tenemos que hablar. Creo que tenemos una conversación pendiente-Le murmuré a Edward.
-¿Sí?-Preguntó con agonía.-Pues yo creo que no, ya todo me quedó muy claro a mi.-Inquirió con la misma tristeza y desapareció de mi vista, perdiéndose entre los altos pinos del bosque.
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