Amor Vs. Amistad Mis exámenes de sangre salieron mejor de lo esperado. Mi semblante era mejor cada minuto, los dolores estomacales y los mareos desaparecieron. Estaba completamente segura de que las medicinas que me habían propiciado habían sido la mágica cura a mi enfermedad. Había sido el regreso de Edward, y de Alice. Me llenaba de pena que su plan de viaje hubiera sido algo que era en vano, yo sólo podía esperar una respuesta de mis médicos. No dejaba de mirarme desde que llego, tomaba mi mano al caminar por el pasillo, hablaba con mi madre una que otra vez pero manteniendo el contacto visual conmigo.
Renee parecía contenta y emocionada por mi plan de san Valentín. A lo mejor ella estaba enterada del recorrido, o del punto de llegada, pero algo sabía que no quería contarme.
-Tu padre no está muy contento de ésta idea. Yo creo que está celoso.-Comentó mi madre, en frente de Edward. Sostenía en sus manos uno de los ramos más grandes, lo llevaría hasta la casa de recuerdo.
-Mamá…-Musité entre dientes.
-No hay problema Bella, es una actitud normal por parte de la figura paterna.-Replicó Edward con una sonrisa de satisfacción en la cara.
-Bueno chicos, espero que se diviertan. Cuídala mucho Edward, mira que ya está bien de hospitales.-Inquirió Reneé.-Te quiero Bella.-Dijo hacia mi, abrazándome fuertemente. Se volteó hacia la salida, mientras se despedía ondeando su mano.
-¿Estás preparada Bella?-Preguntó Alice, apareciendo por mis espaldas con exagerada emoción.
-¿Debería estarlo?-Mi voz sonó terrífica.
-Creo que si.-Dijo Edward viendo hacia Alice y volteando sus ojos.
Al parecer me esperaba algo mil veces peor que los ramos del hospital.
Nos dirigimos a la casa de los Cullen con extrema velocidad, al parecer Edward quería aprovechar al máximo éste día.
Mientras Alice desde el asiento delantero me hablaba de una cantidad de tiendas de Los Ángeles, cuanto había comprado…
Bueno cuanto “me había comprado”. Hablaba de vestidos, tacones y todo lo demás y yo sentía cómo si me estuviera contando una historia de miedo, sádica y sangrienta. No podía rehusarme a rechazar sus regalos ya que ellos habían sido muy complacientes conmigo y de la única manera que podría agradecerles todo era conformándome. Le sonreía una que otra vez mientras hablaba sin parar, Edward estaba conteniendo la risa mientras veía por el retrovisor mi cara de espanto.
Al parecer se lo estaba disfrutando.
Bajé del auto y al cerrar la puerta, vi mi reflejo en la ventana. Si en ese momento estaba masacrada, no me imagino mi semblante en el hospital. Tenía que tomar un baño urgente, tenía que cambiarme de ropa, algo cómodo y normal, cosa que Alice no permitiría.
-Es mejor que tomes un baño primero.-Sugirió Alice.
-Yo pienso lo mismo… Pero ¿Don…?-Pregunté sin terminar la frase.
-Ven, ya te preparé el baño.-Dijo ella, jalándome por el brazo, conduciéndome hacia las escaleras, en su otra mano llevaba mi bolso del hospital con mis cosas de aseo personal, al parecer había desechado la ropa por completo. Edward se quedó paralizado en el pie de las escaleras. Yo volteé con una expresión que suplicaba ayuda y él simplemente estaba por romper su labio inferior por aguantarse una carcajada.
-Ahí esta la toalla, te dejé el jabón a la izquierda, tienes varias fragancias para lavar tu cabello.-Decía mi “hermana” señalando cada envase respectivamente repartido por el baño. Ya sentía una afinidad con Alice parecida a la de una hermana.
-Gracias Alice, no es para tanto…-Repliqué con pena.
-Cuando quieras.-Respondió con su tono de voz de campanillas, sonrió y cerró la puerta.
Le devolví la sonrisa y volteé lentamente hacia mi escenario. El baño era extremadamente amplio, cubierto con una cerámica blanca y detalles en plateado. El piso era muy brillante, cómo mármol blanco y brillaba con los rayos de sol que entraban por la ventana francesa al fondo. Era una bañera moderna y grande a su vez.
Suspiré con desgana y pensé mucho en quitarme la ropa. La idea de que Edward estuviera por ahí merodeando y yo en su baño era extremadamente intimidante. Fui desprendiéndome de mi ropa lentamente. Abrí poco a poco la llave del agua en la bañera y entré.
No sacaba de mi mente la idea de que hace unas pocas horas no era nada y ahora lo era todo. Y tampoco se quedaba atrás la duda de los planes. El agua estaba a una temperatura caliente, así me sentía bien, provocar humo empañando los espejos y ventanas me fascinaba.
No use ninguna fragancia especial en el cuerpo aunque la de vainilla llamó mi atención ya que era uno de mis olores característicos, porque me encantaba. Lo rocié en mi cuerpo y olía exquisito. No me arrepentí del riesgo. Salí de la ducha tomando una bata blanca guindada a la esquina.
Oí unos pasos y me tapé rápido con la bata. Pero al parecer pararon en un lugar. No oí nada después así que me despreocupé.
Lavé mis dientes con mi cepillo que estaba en el bolso, peiné mi cabello y lo sequé un poco ya que había bajado la temperatura. Un frío horrible entraba por debajo de la puerta.
-¿Ya estas lista?-Preguntó Alice del otro lado de la puerta. Su repentina voz me tomó desprevenida.
-S… si.-Tartamudeé.
-En el clóset a tu derecha está la ropa que escogí para ti. Cuando acabes me avisas para entrar ¿Está bien?
Volteé hacia el escalofriante clóset. Lo abrí con sumo cuidado y una cantidad incontable de vestidos estaban en mi panorama. Uno que otro conjunto con faldas, pero aun así eran extremadamente formales.
-Alice… ¿Estás segura de que esto es mío?-Pregunté con voz incómoda.
-Si Bella, ¿No te parecen hermosos?
-Claro.-Mentí.
-Bueno date prisa que no puedes pasar todo el día en el baño. Aún tengo muchas cosas que hacer contigo.
-Salgo en un momento.-Dije con nervios mientras veía con miedo hacia el clóset. Pasé una y otra vez mi mano entre los vestidos. Descarté unos cinco vestidos, y dos conjuntos, por los colores, ya que eran extremadamente llamativos.
Me tenía que decidir entre dos vestidos. Uno era color vinotinto con cuadros, y el otro era negro de puntitos blancos, con una fina cinta debajo del busto de color blanco, pero los dos eran strapless, a las rodillas y abombados de la cintura hacia abajo. Hice al azar y tomé el negro. Me lo puse y volteé hacia el espejo con los ojos cerrados. No era precisamente tan feo cómo lo imaginaba, podría decir hasta que me veía bien. Pero miré hacia mi bolso, donde sobresalían mis deportivos de goma, no serían precisamente lo más indicado.
-Los zapatos están en la gaveta de abajo. Busca los tacones negros.-Sugirió Alice del otro lado de la puerta.-Ni se te ocurra usar esos zapatos deportivos.-Inquirió molesta.
-¿Cómo…?-Pregunté con desconcierto. ¿Edward no era el lector de mentes? Seguramente Alice me vería saliendo con un vestido y unos deportivos. Me reí en voz baja ante tal imagen. Recogí los zapatos de tacón que sugirió y me los puse. Me tambaleé un poco por no estar acostumbrada a andar en tacones, era probable que tropezara unas cuantas veces.
Ya estaba lista para la acción. Si esto había sido difícil, lo que me esperaba sería peor.
-Bueno Bella tu sólo quédate tranquila, ahora estas en mis manos.-Dijo Alice entrando por la puerta con un pequeño bolso.
La vampira tardó unos cuantos minutos sacando cosas del bolso, entre ellas maquillaje y cepillos del cabello, fijadores. Después de insistirle demasiado de que no quería nada elegante, sólo me recogió la mitad del cabello e hizo unas suaves ondas en él. Me colocó un poco de maquillaje natural. Me hablaba de cuán bella quedaría mientras experimentaba conmigo como un conejillo de indias. Cuando acabó me empujo hacia el espejo e hizo un gesto de satisfacción para sí misma, repitiendo una y otra vez que yo debería vestirme así diariamente. Una idea fatal.
Ahora me veía muchísimo mejor con maquillaje, aunque era poco cómo lo había pedido, me hacía lucir diferente. Rocío un dulce perfume en mi cuerpo. Cada vez me temblaban más los pies del miedo a salir, vestida de esa forma. ¿Qué pensaría Edward?
Salí del baño, suspirando profundamente. Mi vampiro se encontraba al inicio de las escaleras, de espaldas a mí, con una posición derecha y tensa. Dudó un poco antes de voltear, pero lo hizo lentamente mientras Alice me daba un pequeño empujón. Me avergoncé un poco y me encontré con sus ojos dorados. Bajó lentamente la mirada, con una expresión fría y congelada...
Salí del baño, suspirando profundamente. Mi vampiro se encontraba al inicio de las escaleras, de espaldas a mí, con una posición derecha y tensa. Dudó un poco antes de voltear, pero lo hizo lentamente mientras Alice me daba un pequeño empujón. Me avergoncé un poco y me encontré con sus ojos dorados. Bajó lentamente la mirada, con una expresión fría y congelada.
Pestañeó innecesariamente unas cuantas veces antes de hablar, abría la boca repetidas veces sin soltar una palabra.
-¿Verdad que está hermosa?-Preguntó Alice a su hermano.
Edward seguía sin responder a la pregunta de Alice, lo cual me daba un poco de nervios ya que no había reaccionado cómo pensé que lo haría.
-Alice creó que no le gustó.-Murmuré en el oído de ella.
-¿De qué hablas Bella?-Preguntó Edward molesto.
-Es tu expresión… además no has dicho nada.-Dije en voz baja con tristeza.
Se acercó a mí precipitadamente tomándome de la barbilla, me besó suavemente, llegando a cada uno de los sentidos de mi cuerpo. Extrañe sus gélidos labios. En ese momento me había tomado de sorpresa. Me tomó con autoridad por la cintura, presionándome fuertemente hacia él. Al parecer estaba en busca de una excusa para salirse con las suyas, y yo estaba totalmente feliz acerca de su decisión.
Me separé de él por pura necesidad, de no ser que mis pulmones pedían a gritos que respirara de nuevo, me hubiera quedado ahí toda la eternidad.
-Eso es lo que pienso.-Musitó él entre dientes, dejando escapar una baja risita.
Me sonrojé al verlo, y empeoré cuando vi que Alice seguía atrás de mí con una sonrisa de felicidad que parecía que nadie se la quitaría.
-Ya deberían irse, se les hará tarde.-Sugirió ella.
-Yo creo que si.-Edward sonrió y me tomó delicadamente por la mano, conduciéndome hacia las escaleras.
Mientras caminaba veía que Edward no estaba igual que cuando me metí a bañar, no de su comportamiento, sino su ropa.
Se había cambiado de ropa mientras yo me duchaba. Traía unos pantalones de vestir negros, una camisa de color azul claro y llevaba su abrigo en su otro brazo. Claro, el siempre se veía bien así que no noté la diferencia al instante, el caso contrario a mi.
-Te ves increíblemente hermosa, Bella.-Susurró en mi oído.
-Gracias… Tu también.-Inquirí con pena.
-No es nada. Espero que no estés molesta porque Alice haya cambiado por un día tu forma de vestir.
-No, para nada.-Mentí un poco. No estaba mal, pero preferiría que sólo fuera por san Valentín.
Me acerqué al Volvo y Edward se montó rápidamente, prendió el motor y yo ni siquiera había abierto la puerta del carro. Me confundí un poco ante su desesperación. Generalmente abría la puerta por mí, y con más razón lo haría hoy, pero simplemente no lo hizo.
-Bella, no vamos en el Volvo, espera aquí, lo guardaré en la cochera.-Dijo él, asomándose por la ventana.
-Está bien.-Respondí con confusión.
Me quedé parada al borde de la acera, crucé mis brazos sobre mi pecho, esperando a que Edward regresara. ¿Acaso iríamos a pie? No era precisamente la mejor idea con los centímetros demás que tenía en mis pies. A mis espaldas el rugido del volvo desapareció, cerró la puerta del auto y oí que al instante abrió otra puerta, imaginé que era la del copiloto, ¿Estaría buscando algo? Sólo oí que se cerró de nuevo. No quise voltear a ver si traía algo en sus manos. Pero otro rugido aún más fuerte me exaltó, no sonaba precisamente cómo el Volvo, así que volteé a curiosear el causante de tal ruido.
Un flamante convertible, color negro salió por la puerta del garaje, haciendo una impactante entrada. Con una hábil maniobra, Edward se estacionó al frente de mí de nuevo. Corrió a abrirme la puerta, y yo no podía dejar de ver el auto que tenía frente a mí. Esperó un poco con paciencia a que yo reaccionara, mientras sostenía mi puerta, pero yo no articulaba ni una palabra. Ese carro era excesivamente lujoso.
-¿Qué pasa?-Preguntó Edward preocupado.
-El ca… carro está increíble.-Tartamudeé sin aire.
-Ah, si… es una nueva adquisición. Lo uso sólo en ocasiones especiales. Además, hoy servirá de mucho.-Replicó cómo si hablara de algo común.
-Está increíble.-Repetí.
Soltó una risa y volvió su mirada hacia mí.
-¿Podrías subirte? No quiero que pierdas tú velada.
-¿Mí velada? Es de los dos.
-No, tú siempre serás lo más importante para mí.-Concluyó.
Siempre lograba decir unas palabras tan dulces, incomparables. Edward era una perso… un vampiro único.
El asiento era demasiado cómodo para ser verdad. Comenzamos el recorrido a mucha velocidad. El viento azotaba mi cara.
Y el frío no era muy complaciente. Intenté esconder mi incomodidad de temperatura, pero mi piel reaccionaba involuntariamente, se me ponía la piel de gallina cada dos segundos. Mi novio volteó unas tres veces hacia mi dirección. Se estacionó a un lado de la carretera.
-¿Qué haces? ¿Ya llegamos?-Pregunté con intriga. Nos rodeaba la carretera y los altos pinos que la rodeaban.
-Ten, colócate esto por favor. No quiero que te enfermes, ni mucho menos que estés incómoda.-Dijo colocándome su grueso abrigo. El aroma que provenía de él, me causaba una cantidad de emociones inexpresables. Era delicioso, cómo siempre, pero éste era más concentrado.
-Gracias.-Murmuré con vergüenza.- ¿No me vas a decir a donde vamos?
-No. Ya verás. Falta poco.
Tomó un atajo después de unos diez minutos de carretera. Era un camino de tierra, ni siquiera estaba asfaltado. ¿Cómo se le ocurre meter el convertible en tal camino? Agudicé mi vista y había una casa a lo lejos, ésta era de ladrillos, rodeada de enredaderas, aunque no era muy grande, tenía un aspecto moderno. Parecía estar abandonada. Mientras admiraba la casa, Edward ya se había bajado del auto y estaba abriendo mi puerta. Bajó sus brazos y colocó uno detrás de mis rodillas y el otro detrás de mi espalda, sosteniéndome en el aire sin ningún esfuerzo. Fijó su mirada en mí por un rápido segundo, seguidamente cerró la puerta con un pie. Yo no hubiera hecho eso, dañaría la pintura. Pero al parecer no le importaba mucho.
Caminó hacia la casa que había supuesto que era el punto de llegada y me bajó en la orilla de unos cortos escalones de madera. Dos ventanas al lado de la lujosa puerta de dos partes, no pude ver nada adentro por unas cortinas internas de color vinotinto.
Edward sonreía con satisfacción. Su sonrisa me hipnotizó. La puerta se abrió en la mitad por un hombre.
Era alto, uniformado de mesonero de restaurant extremadamente lujoso.
-Bienvenidos.-Dijo con voz cortés.-Señor Cullen.-Asintió con una leve reverencia hacia Edward.-Permítame.-Inquirió hacia mi, alzando una mano. Me quedé paralizada sin saber que quería que le diera.
-El abrigo, Bella.-Susurró en mi oído.
-Ah, claro, disculpe.-Reaccioné y se lo di.
Ante mi estaba, la imagen de algo… impresionante. Un lujoso piano de color blanco se encontraba al fondo. Una mesa para dos personas en medio del espacio, con dos velas y posadas sobre unos candelarios plateados, habían más de dos cubiertos en la mesa, pero no era precisamente distribuidos dos para cada uno, sólo había un plato y diferentes estilos de tenedores, pequeñas cucharillas. Una de las cosas que más llamó mi atención… El piso estaba impregnado en pétalos de rosas. El aroma a flores estaba por todo el salón. Mi corazón se aceleró, rompiendo el silencio que se había creado en la habitación. El hombre había desaparecido detrás de una puerta de madera al fondo.
-¿No te gusta? Yo sabía que tenía que…-Lo callé, coloqué un dedo sobre sus labios. Me acerqué a él, quedando con su cara a pocos centímetros de la mía. Quedé mirándolo fija y seriamente a los ojos. Coloqué mis labios casi encima de los suyos, pero desvié mi boca por su mejilla hasta llegar a su oreja.
-Me encanta.-Le susurré con dulzura.
Se quedó paralizado unos segundos y después me propició una media sonrisa. Caminamos hasta la mesa y el me invitó a sentarme. No me había dado cuenta, hasta que vi el plato en la mesa, de que me estaba muriendo de hambre.
-¿Qué vas a pedir?-Me preguntó después de oír un vergonzoso ruido desde mi estómago.
-No lo sé… ¿Qué puedo pedir?-En mi mente se dibujaba un plato italiano de pasta.
-Pide lo que quieras, yo ordené a que estuvieran abiertos a tu apetito. Lo que desees comer, aquí te lo prepararán.
Me daba mucha vergüenza ordenar la cantidad de platillos que me hacían la boca agua, pero decidí por uno sencillo. Por la puerta de madera apareció el hombre uniformado. Tomó mi orden de comida y de bebida opté por una gaseosa. Estuvo todo el rato mirándome firme pero con dulzura a la vez, no sé cómo podía lograr expresar tantas cosas con tan sólo una mirada, pero era tan seductora. Nuestras manos estaban juntas en la mitad de la mesa. El ambiente era un poco frío pero las velas mantenían mis manos tibias, a pesar de que estaba junta a la de él. Mientras llegó mi comida, me sentí de nuevo incómoda tal cual cómo en su casa de que el no comería, sólo me detallaría. Trataba de evitar su mirada que me tenía ruborizada, me distraía viendo hacia la ventana y me percaté de que ya estaba oscureciendo. Comí lo más rápido posible para aprovechar mi tiempo con Edward, quién no dejaba de preguntar acerca de la comida, mi comodidad… entre otras cosas. Estaba más atento de lo normal. Después de que retiraron el plato de mi mesa, el se levantó y se acercó a mi puesto, me jaló con cuidado hacia el…
-¿Bailamos?-Dijo ofreciéndome su mano.
-¿Sin música?-Pregunté.
Me dio una rápida sonrisa.
-Ven conmigo.-Me tomó por la mano y la pasó por mi cintura. Se acercó a un perchero en la esquina y tomó su abrigo. Nos dirigimos a unas puertas altas del lado izquierdo del salón, eran de vidrio, pero con textura, así que no podía ver nada hacia fuera.
Abrió las puertas y un viento helado me hizo temblar, vi cómo Edward alzó su abrigo y lo colocó encima de mí. El frío se me pasó instantáneamente cuando mis ojos se deleitaron con un escenario hermoso. Un patio con una grama verde navidad, en el centro había un escenario de piso de madera y tenía un techo totalmente iluminado, lleno de rosas y luces blancas. De los pilares que sostenían el techo, guindaban unas delicadas telas blancas de un lado a otro. Al fondo se encontraban unas cuatros personas, dos mujeres y dos hombres, los cuatro sostenían instrumentos musicales, violines de diferentes tipos para ser exactos. Había dado dos pasos antes de ver tal escena, después de eso me quedé pasmada en el mismo sitio. Aún
Edward sostenía mi mano. La apreté con fuerza de manera de reacción.
-De verdad estás tratando de matarme.-Musité sin apartar mi vista del escenario.
-¿Por qué lo dices?-Preguntó soltando una risa baja.
-¿Cómo lo haces? Esto es tan mágico. Cada vez me impresionas más.-Repliqué volteando hacia él.
-Tú lo haces mágico, tú eres la razón.-Dijo acariciando mi mejilla.
Caminamos hasta el centro de la “pista de baile” e instantáneamente comenzaron a tocar una suave melodía.
-Soy muy mala bailando.-Confesé con una expresión de broma.
-No importa, sólo déjate llevar.-Susurró.
Lo miré con una sonrisa pintada en mi expresión. Volvió su mirada, tratando de averiguar lo que pasaba por su mente, por su expresión estaba frustrado de no poder adivinarlo.
-¿Quieres saber qué pienso?-Le pregunté.
-No tienes una idea…
-Aun no concibo cómo es posible que yo esté aquí, contigo. Para mí, eres un sueño hecho realidad y siento que yo no soy ni la mitad de lo que eres tú, me siento insuficiente…-Dije con depresión.
-Estas aquí, porque eres tú la mujer con la que había querido estar toda mi vida.-Dijo con voz de terciopelo.
-Sabes… todos los días me pregunto ¿Por qué yo? ¿Por qué no otra? Es que siento que te mereces mucho más… Siento que necesitas alguien mejor que yo.
-¿Eso es lo que quieres? ¿Qué esté con otra?-Preguntó con tristeza.
-No.-Respondí al instante.-No me refería a eso, es que… eres cómo un milagro para mí. ¿Por qué dices que soy yo la indicada?
-Tengo tres palabras para ti… Yo te amo. No hay más nada que decir.
Mi corazón se acelero ante el potencial de tales palabras.
-Y yo a ti.-Concluí.
La melodía seguía y nosotros danzábamos en nuestro escenario. Se me fueron borrando lentamente las cosas a mí alrededor, las personas, las luces, las flores… Sólo me quedé con los ojos de mi amado vampiro.
Iba bajando la velocidad de la música, metió su mano suavemente entre mi cabello y acercó mi cara a la suya para darme un beso. Cómo ningún otro. Fue más apasionado, lo hacía con ternura pero aún así era cómo si fuera el último…
-Vamos… aún tengo una sorpresa más para ti.-Dijo después de un largo momento, separándose un corto centímetro de mí.
-¿Más?-Pregunté atónita. Edward quería sobrepasar la perfección. Sólo el estar con el, ya es lo mejor para mí.
Corrimos sobre la grama, tomados de la mano, riéndonos… de la felicidad, alcancé a recorrer unos cinco metros antes de que Edward me cargara de nuevo. Me colocó en el asiento con cuidado. La noche estaba iluminada por unas estrellas impactantes. En el camino subió el techo para que no muriera congelada y colocó la calefacción.
Subía más y más, entre colinas y árboles. Pensé que nuestro recorrido nunca acabaría. Hasta que estacionó en lo sería el tope de la colina. Estacionó el auto casi al borde del precipicio. Al instante vi hacia abajo. No se veía nada, todo era negro, eran árboles. Pero ¿Cuál era la sorpresa? ¿Nos lanzaríamos juntos por el precipicio? El se acostó sobre la parte delantera del carro mientras yo estaba a su lado sin ninguna idea de lo que estaba intentando.
-Ven, acuéstate conmigo, ya va a comenzar y no quiero que te lo pierdas.-Sugirió Edward, fijando su vista en el cielo que ahora estaba nublado.
-¿Qué es todo esto?-Pregunté acostándome a su lado y colocando mi cabeza sobre su pecho.
-Sólo mira…
Subí mi vista y las nubes empezaron a despejar el panorama, dejando salir una enorme y dorada luna. Jamás había visto tal aspecto de la luna, jamás me había parecido más bella. La luz que alumbraba ésta, se reflejaba en el perfecto rostro de Edward.
-Que hermoso.-Repliqué con un nudo en la garganta.
-Me alegra que te guste. Dentro de poco comenzarán las estrellas fugaces.
-¿Pedirás algún deseo?-Pregunté con cierta duda.
-No puedo pedir más, te tengo a ti… Eso lo es todo.-Replicó con ternura.
No podía amar más a Edward Cullen, porque mi corazón no tenía tanta capacidad, sentía que me iba a explotar.
Pasaron unos pocos segundos antes de que comenzara el espectáculo de las estrellas…
-Quiero quedarme para siempre con él.-Deseé para mis adentros, cerrando mis ojos fuertemente. Los abrí de nuevo para volver mi vista hacia el vampiro sobre el que tenía recostada mi cara.
-¿Sabes que los deseos se piden en silencio?-Preguntó, soltando una baja risita.
-¿Lo dije en voz alta?-Pregunté con mucha vergüenza.
-No en voz alta, pero si audible por la cercanía de tus labios.
-Lo siento…-Musité mientras me sonrojaba.
Se quedó en silencio mientras contemplaba la luna sobre nosotros.
-¿Has pensado en el futuro?-Me preguntó rompiendo con el silencio.
-¿A qué te refieres con eso?
-Si llegas a vivir… Lo que pasará después.-Replicó con dolor en su expresión.
-No… en verdad no. ¿Acaso tú has pensado un futuro para mí?
-Si lo he hecho, me rehúso a pensar que no estarás conmigo dentro de dos meses…
Guardé silencio esperando a que completara su idea.
-Quiero pasar el resto de mi eternidad contigo. Estoy dispuesto a darte todo lo que necesites, pagaré tus estudios en la Universidad… Pero más que todo quiero que algún día te cases conmigo…
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