Volteé ante el estruendo, y un hombre con cara de insomnio, de piel oscura y con uniforme lleno de manchas negras, de gasolina. Bajé mi ventana.
-Niña, por favor, ¿Podrías mover tu pickup? Estás impidiendo el paso de los carros.-Dijo el hombre, con un tono incómodo en su voz.
-Si… disculpe, yo… ya estaba por irme.-Tartamudeé.
-Chicos…-Dijo el hombre suspirando y moviendo sus ojos cómo órbitas, mientras se volteaba.
Arranqué la camioneta sin mirar atrás. Llegué a mi casa y estaba la patrulla estacionada.
-Bella-Murmuró mi padre en voz bajo mientras me daba un vistazo.
-Hola Charlie-Respondí con la mejor voz que pude.
-¿Cómo te fue donde los Cullen?-Preguntó Charlie intentando mirar mi semblante triste.
-Maravillosamente, siempre me tratan bien.-Mentí.- ¿Te importa si subo a mi habitación?-Pregunté en un hilo de voz antes de que el pudiera hablar.
-No te preocupes, estuvo deliciosa la cena.-Replicó con ánimos.
-Gracias.-Respondí con desgana.
Subí y mi cuarto estaba hecho un desastre, en la tarde se me había olvidado arreglarlo, por ir a la reunión que terminó en una pelea. Aunque realmente nunca peleamos me dolía demasiado la actitud que había tomado Edward. Si de verdad me amaba cómo tanto quería, cuál era el problema de ser una más de ellos, me habían ilusionado y no me quitarían eso de la cabeza. Aunque sin Edward, de verdad no me importaba morir en ése mismo momento. Me molestaba cada vez que me imaginaba mi vida eterna junto a él y que el no deseara eso, partía mi corazón totalmente.
Podría jurar que estaba hinchada, lloraba en silencio, sobre mi cama, me movía de un lado para el otro. Me levanté de un tiro, me sentí eléctrica por un momento, ya tenía mis piernas dormidas, lo que hizo que me tambaleara un poco, pero no me caí, milagrosamente. Mis ojos captaron la carta que sobresalía entre mis dos camisas preferidas. La tomé y me quedé viendo. Mis manos se cerraron, formando duros puños y arrugando completamente el papel. Lo rasgué en pedazos y lo lancé por la ventana. Dejé que la suave brisa se llevara los restos de lo que algún día fue una ilusión de metas. ¿Para qué? Para nada.
Esta primera pelea entre Edward y yo, había sido extraña, pero fuerte. Para mí lo era, de un segundo a otro la felicidad se tornó oscura…
-Demonios-Exclamé para mis adentros.
Colegio. Edward y los Cullen.
Éste pensamiento trajo más dolor a mi cuerpo y a mi corazón, si me moría ahí mismo no sería sorpresa. O peor aún, en el colegio. Aunque lo que me había molestado en estos días de la semana habían sido las miradas penetrantes de la mayoría de los estudiantes, ahora sería peor, ya que no me verían con Edward y empezarían a hacer suposiciones de un posible rompimiento entre nosotros. Cierto. Mi piel se erizó involuntariamente al pensar la palabra Rompimos.
Traté de usar todas mis fuerzas para mentalizarme de que el día siguiente sería… Normal, o mejor aún, Edward se daría cuenta de que hizo mal en reaccionar así… Si, claro.
La noche la pasé en vela, pero fue rápida, vi el primer rayo de sol y me dispuse a tomar una ducha.
Estaba tan desconcentrada que no me percaté cómo se había derramado un poco del jabón líquido y me resbalé casi cayendo al suelo, hubiera sido una caída dolorosa, pero aún así mis brazos se llevaron un fuerte golpe, sobre todo mi antebrazo derecho, éste se había golpeado a la pared de manera que pudiera frenar la caída. Mi piel es tan blanca, que hasta el más mínimo golpe, se notaría hoy y al día siguiente estaría mucho peor.
Me coloqué una manga larga para disimularlo pero aún no se veía muy morado, sólo un poco, no me preocupé en colocarme nada, ya que gracias al casi accidente, se me había hecho tarde.
Milagrosamente estaba cayendo un diluvio, eso me daría ventaja ya que nadie estaría afuera en el estacionamiento. Una preocupación menos. Lo otro era que Edward veía ese mismo día la clase de biología… No, de hecho veía todas las clases conmigo. Perfecto.
Mi semblante era pálido al volante del miedo. ¿Me vería de nuevo con rabia? ¿Tal cómo el primer día?
Buenas noticias. ¿O malas para mí?
El deslumbrante volvo plateado, no estaba en el estacionamiento…
Mi expresión era… neutra.
Triste pero aliviada, pero triste de nuevo. Tenía la esperanza de que pudiéramos arreglar las diferencias, llegar a un acuerdo, conversar, no lo sé. Cualquier cosa que pudiera devolver alegría a mi vida. Sentía cómo si Edward Cullen hubiera sido un producto de mi imaginación.
¿Por qué?-Preguntaba para mis adentros mientras caminaba por el pasillo. Mirando a todas partes cómo si me fuera a encontrar con los ojos dorados, con la escultura perfecta. Con Edward Cullen. Eso no iba a pasar...
Sentía que era la primera vez que iba a ese colegio, sentí que sería la última, el miedo y el dolor me consumían y de no ser porque esa noche había llorado tanto, estaría partida en lágrimas.
Vamos, tienes que ser fuerte.-Me animé para mis adentros. No podía seguir así.
Subí mi vista y entré con optimismo al salón. Nadie volteó hacia mí. Buen indicio. La clase estuvo interesante, al fin algo que no vi en Phoenix, además teníamos las pruebas finales en unas semanas ya que venían algunas festividades y tomarían una semana de vacaciones. Vacaciones, en Forks… Sonaba divertido. No tenía ni la más mínima idea de lo que haría en esos días, pero tampoco tenía planeado hacer algo.
Saludé a Jessica y me invitó a comer con ella, respondí que sí por educación y porque tenía que sacarme a Edward de la cabeza. Volteé hacia la esquina donde solían sentarse la familia de los vampiros y estaba Rosalie con Emmett. Ni Alice, ni Jasper habían asistido a clases hoy, así que me alivió un poco el saber que a lo mejor Edward tuvo un problema o no lo sé.
-¿Ya tienen problemas?-Preguntó Jessica con un tono de extrema curiosidad.
-No, el está…de viaje, con Alice y Jasper.-Mentí.
Jessica miró de reojo a la mesa de los Cullen y miro a sus amigas, después fijo la mirada en mí.
-Bella, no sé si lo que dices es verdad, o que Edward te mintió. Pero en el tiempo que ellos llevan aquí, cuando se van de viaje, se van todos juntos.-Replicó ella con voz baja.
Bueno Edward no me mentía, ya que yo ni siquiera sabía de su paradero.
-Ah, es que, ésta vez fue diferente.-Tartamudeé.
-Ay Bella…-Dijo Jessica dando un largo suspiro.
Empecé a congeniar un poco más con los de su grupo, ya conocía a Ángela, pero me presentaron a Tyler, que me veía con un poco de pena y Eric, que fue todo lo contrario. Ambos comenzaron a pelear, por algo que no supe y no quise saber; Las chicas empezaban a murmurar y a curiosear qué usarían para mañana. Que inútiles. ¿Mañana?
Todos me rodeaban, haciendo señas y Jessica me empezó a ver un poco extraña, pero como… no lo sé, con ¿Lástima? ¿Pena? Todo me parecía tan confuso ese día.
Llegando a la casa, vi el auto de…
Jacob.
Estaba estacionado a un lado de mi casa. Me pregunté qué estaría haciendo ahí, pero no lo vi afuera, así que ¿Estaría adentro? No era hora de que ni Renee ni Charlie volvieran del trabajo. ¿Cómo se supone que había entrado? Entré a mi casa cómo si no hubiera notado el carro de Jake afuera. No oí nada. Me acerqué a la cocina y ahí estaba el, contemplando una pequeña caja, de… chocolates. Lo miraba con rabia. Tenía un detalle de dos pequeñas flores, un poco golpeadas y tristes, pero aún así eran preciosas.
-Debí recordar que no podías comer chocolates.-Dijo con voz entrecortada.
-Jacob, ¿Qué…?-Pregunté apenada.
-Yo sabía que había algo mal. Por favor, discúlpame ¿Sí?-Preguntó tomando mis manos entre las suyas y con mirada de tristeza, hubiera jurado que estaba a punto de derramar lágrimas.
-¿Por qué tengo que me pides disculpas? No has hecho nada malo que yo sepa…
-Soy un inútil. Traté de hacerte un detalle y sólo empeoré las cosas.-Dijo dando un vistazo a la caja que se encontraba al lado de nosotros.
-¿Esto es para mí?-Indiqué tomando la caja entre mis manos.
-Lo es…-Replicó con pena.
-¿Puedo saber por qué… por qué el detalle?
-No te gusta verdad…-Dijo en un hilo de voz.
-No, no… Está precioso. Pero sólo por saber.-Lo tranquilicé.
-Es… mañana no podré venir, el colegio me tiene atareado y pues te regalo esto de manera adelantada.-Murmuró.
¿Mañana? Estábamos en el mes de febrero y no era precisamente mi cumpleaños, y mucho menos navidad.
-¿Mañana?-Pregunté con duda.
-Feliz San Valentín adelantado.-Inquirió con una dulce sonrisa con sus mejillas sonrojadas, me dio un fuerte abrazo.
¿Ah? ¿Qué? ¿San qué? En mi vida había celebrado tal fecha, recibía regalos de mi madre, y muy raramente de algunas compañeras en Phoenix que lo hacían por educación. Obviamente, sabía que era el 14 de febrero, pero siempre la pasaba cómo un día cualquiera, no compartía con nadie, me enteraba por los escandalosos afiches, carteles y cartas que se entregaban ese día, y también el exceso de mejillas sonrojadas en las alumnas de mi antiguo estado. Promociones en las tiendas con grandes osos de peluche y coloridos globos, me hacían poner la piel de gallina. Era un día muy anormal.
-Ah, claro, san Valentín. Gracias Jake, en realidad, yo no sabía… no te he comprado nada.-Repliqué con pena.
-¡No! Ni se te ocurra, es sólo un detalle, no tienes que regalarme nada. Sólo que muestres una sonrisa, me haces más que feliz.
-Si. Gracias.-Sonreí con el mejor ánimo que pude.
-¿Tienes planes para mañana?-Preguntó con curiosidad frunciendo el ceño.
-Yo… ¿No dijiste que no podrías salir mañana?
-En realidad lo pregunté por… tu sabes, el vampiro…-Murmuró gruñendo al pronunciar la última palabra.
Gracias por recordarlo. Ya estaba acostumbrándome a la idea.
-No, Edward está de viaje.-Mentí igual que en el colegio.
-Ah, entiendo.-Replicó sin ganas.
-Espero que no hayas planeado otra cosa para el sábado.-Lo amenacé.
-¿Bella, sigues con eso?-Dijo llevando una mano a su cabeza.
-Si, no pienso quitarme la idea de la cabeza.
-Bueno, si así lo quier…-Inquirió interrumpiendo su frase.
-¿Qué pasa?
Jacob me dio una leve sonrisa, sacó de uno de los bolsillos de su pantalón un celular, quedó mirándolo un rato. Yo no había escuchado nada, ni siquiera había vibrado.
-Es… Embry, me está escribiendo para que vaya a La Push, tengo que ayudarlo a hacer unas cosas para el colegio, perdí una apuesta con él y… bueno.
-Ah, entiendo.-Repliqué con tristeza.
-Bueno Bella, no quiero que sigas llorando-Replicó, pero abrí mi boca para negar lo que decía-Y no me digas que no, porque hasta un ciego lo notaría. Prometo venir por ti el sábado.-Prometió, dándome un dulce beso en la mejilla.
-¡Espera!-Grité.
-¿Qué?-Preguntó asustado.
-¿Cómo diablos entraste a mi casa?-Pregunté alterada.
-Adiós Bella…-Dijo Jacob soltando una audible carcajada mientras sonaba la puerta hasta la cocina.
Aunque me había hecho exasperarme un poco al no decirme cómo entro a mi casa, me había alegrado un poco el día. En cierto modo tenía razón de lo de los chocolates, no los debería comer, no “debería”, pero eran sólo unos pocos, no me harían daño. Además tenía mucho tiempo sin probar uno. Serían buenos para la depresión.
Comencé a comerlos sin parar, me subí a mi cama y me senté con las piernas cruzadas.
San Valentín. San Valentín… Amor… Ay no.
Me sentía peor que nunca. Ahora que pasaba a ser un día importante para mí, ni siquiera sabía si estaría con él. La pasaría sola, porque ni siquiera mi mejor estaría conmigo.
Cambié mi ropa, hice mis deberes y me metí a la cama, el estómago me empezó a doler… Me faltaba la respiración.
-No debí haber comido esos chocolates-Gritaba para mis adentros, mientras estaba acostada. El dulce bajaba la frecuencia de mi respiración, al igual que las grasas, sólo unas pocas, pero los dulces eran lo peor. Por eso llevaba mi “dieta”. Jacob la habría visto en el mesón de la cocina.
La puerta sonó abajo y me hice la dormida después de que Charlie me llamara por mi nombre unas tres veces, después murmuró algo a Renee y subió las escaleras. Oí cuando abrió la puerta rápidamente y suspiro de alivio.
-Sólo está dormida. Seguro tuvo un día pesado.-Replicó Charlie bajando las escaleras.
Si le contaba a mis padres la gracia que había cometido, seguramente me estrangularían o peor aún, me llevarían al hospital. Mi garganta ardía, la tenía seca y estaba empalagada. Tuve que bajar a buscar un vaso de agua, fingiendo un largo sueño, despeiné un poco mi cabello y me levanté. Todo me dio vueltas. Estuve mucho tiempo en la misma posición y del brusco movimiento me mareé.
Bajé cuidadosamente las escaleras.
-Hola Renee, hola Charlie.-Saludé fingiendo voz soñolienta. Me salía pésimo.
-Hola hija.-Dijeron los dos al mismo tiempo, estaban cómo extrañados, quedaron viéndome. Seguramente dudarían de mi largo sueño.
Me asusté a que me descubrieran así que hice un bostezo fingido que paró a la mitad. Algo en mi estómago se había revuelto y había subido hasta mi garganta, llevé mi mano a tapar mi boca. Corrí al lavamanos del baño y vomité un poco del dulce que había comido, mas atrás me siguieron Charlie y Reneé.
-¿Chocolates?-Preguntó Reneé molesta.
Hice una mueca de inocencia con mis hombros, usé la pasta dental y me cepillé rápido.
-Vamos Bella, hay que llevarte al hospital, no estamos para que te enfermes, y menos ahora.-Dijo Charlie limpiando mi cara húmeda.
No, el hospital no…
Iba con la ventana abajo, sudaba increíblemente y me pesaban los ojos, apoyé mi cabeza en el brazo que descansaba sobre la puerta de la patrulla, Reneé volteaba con cara de preocupación a cada dos segundos que pasaban. Las luces en la calle me mareaban más aún así que cerré mis ojos. Me sentí un poco mejor así. El viento se paró así que abrí mis ojos de nuevo. Ya habíamos llegado y Charlie me cargó y escondí mi cara en su pecho.
Oí las voces de la gente, el frío típico del hospital me hizo temblar. Escuché cómo mi papá intercambiaba frases con algunas mujeres, que supuse, serían las enfermeras.
-Bells, ya vengo, voy a buscar un doctor que te atienda.-Dijo mi padre sentándome en una silla en la sala de espera.
-¿Quieres que te compre algo hija?-Preguntó Renee preocupada aún.
-Un agua, la sed me está matando.-Supliqué en voz baja.
En menos de un segundo estaba sola. Mis padres estaban socorriéndome. La luz blanca de ese lugar era cegadora. Pero me permitía examinar cada detalle de las personas.
¿Jacob?
Mi amigo estaba caminando hacia la puerta cerca de mi, venía con una cara de dolor y con una venda sobre la mitad de su brazo.
-Jacob, ¿Qué haces aquí?-Pregunté desesperada.
-Nada Bella… ¡¿Qué haces tú aquí?!-Preguntó con un tono de voz alto.
-Hm… un dolor de cabeza muy fuerte. Estuve leyendo después de que te fuiste-Mentí. Obviamente no le diría que había vomitado por comer sus chocolates. Se sentiría de lo peor.
-¿Jacob Black?-Preguntó una mujer de tez morena, pequeña y uniformada de enfermera.
-¿Si?-Respondió él, volviéndose a ella.
-Aquí están los resultados de su prueba de san…-Dijo ella, siendo interrumpida al final por Jake.
-Gracias.-Replicó molesto.
-¿Pruebas de sangre? ¿Para qué…?
-La piden en mi colegio… todos los años.-Inquirió con desgana.
-Ah… entiendo.
-Bella aquí está el agua.-Dijo mi madre obviando a Jake.-Adiós Jacob disculpa, estamos apuradas.-Me tomó por el brazo.
-Adiós Bella, que te mejores.
-Gracias…-Repliqué sin ánimos. Cada vez estaba más mareada.
-Tu padre ya habló con el Dr. Cullen. Te atenderá ahora mismo.-Dijo mi madre en un susurro.
Carlisle Cullen, padre de Edward Cullen, el que le contaría de mi visita al hospital.
Me senté en una de las camillas de emergencias, donde el ambiente era poco convencional y me hacía sentir más enferma de lo que ya estaba. Toda mi vista se iluminó al ver cómo una figura cruzaba la puerta de la sala, iluminando mi panorama.
-Charlie, Reneé.-Saludó Carlisle con una amable sonrisa que se borró al tornarse a mi con preocupación.-Bella ¿Qué ha pasado?-Preguntó sosteniendo un lapicero y un formulario.
Miré como los ojos de Renee y Charlie se clavaron en mí esperando una respuesta.
Me coloqué firme.
-He comido chocolates.-Admití con orgullo.-Ya se qué no debía, pero fue algo inevitable.-Murmuré al ver las expresiones de todos, mordiendo mi labio inferior.
-Bella, nosotros no te compramos chocolates, ¿Por qué los compras si sabes que no puedes?-Preguntó Reneé.
-De hecho… No los compré. Me los regalaron-No quería dar una conferencia de mi vida personal-Después les cuento.-Murmuré hacia mis padres, sonrojándome con Carlisle.
Me hizo una serie de preguntas, de los síntomas, que había ingerido las últimas horas. Me examinó físicamente. Al escuchar mi pecho, su expresión se tornó seria. Sus labios formaban una línea recta mientras anotaba unas cosas.
-¿Qué pasa Carlisle?-Preguntó Charlie con preocupación.
-Creo que Bella tendrá que quedarse por hoy.-Dijo con voz seria mientras me miraba de reojo.
-¡No! Por favor, no me quiero quedar, ya me siento bien.-Grité exasperada.- Prometo que…-Fue entonces cuando me faltaba aire en el pecho y aun se me revolvía el estomago de la náuseas.
Mis padres alzaron sus brazos instintivamente y yo respiré de nuevo.
-Por esa razón no puedes irte.-Replicó Carlisle.
-Nosotros podemos cuidarla bien doctor Cullen.-Dijo mi madre en tono de súplica. Ella sabía el odio tan masivo que le tenía a los hospitales y ella siempre había preferido quedarse cuidándome en casa…Cuando fuera posible. -No podemos arriesgarla de esa forma. Aunque haya sido una simple indigestión, esto te ha influenciado en todo el cuerpo. Se te dificulta el paso de aire por las vías respiratorias, las náuseas… Aquí estaremos pendientes de ti las 24 horas.-Inquirió Carlisle con intenciones fallidas de darme ánimos.
-¿Es necesario que se quede?-Insistió mi padre.
-No queremos que nada malo le pase a Bella y aquí estará sana y salva.-Respondió con seguridad.
-Bueno Bella, ya oíste al Doc. Te quedarás aquí sólo por ésta noche. Tu madre y yo iremos en busca de tus cosas y ya regresamos. No cometas nada estúpido.-Inquirió Charlie.
-¿Sólo por ésta noche Carlisle? Promételo.-Le dije.
-Te lo prometo-Dijo, agarrando delicadamente una de mis mejillas. Sus dedos fríos me hicieron estremecer. Había olvidado lo frío que eran sus manos.
Una enfermera de expresión amable me ayudó a cambiarme y preparó mi habitación. Habitación número 26. Era tal cual y cómo las recortaba, blancas, pequeñas y me producían miedo y escalofríos. Un recuerdo de mi primer ataque volvió a mi mente, estuve hospitalizadas unos días y fue lo peor para mi, ahora tenía que vivir en un Hospital casi siempre, no precisamente por mi corazón, sino por mi mala suerte.
-Bueno aquí está todo, si necesitas algo, toca éste botón chica.-Dijo la enfermera amablemente.
-Gracias-Respondí sin ganas, ya sabía la función de cada botón en la cama. Me senté en la cama y quedé viendo al piso, mientras esperaba a que algo pasara.
La enfermera salió, dejando descuidadamente la puerta abierta.
“No te había visto en todo el turno de la noche”-Decía una voz masculina. “He estado ocupada, espero que mañana me traigas lo que me prometiste”-Respondió mi encargada, soltando una carcajada, “Si unas bellas y hermosas flores para ti”-Respondía con dulzura el hombre. Maravilloso, en cualquier parte me atormentaba la palabra amor y su día, que yo lo pasaría tristemente en un Hospital. Ellos demostraban su amor, unos simples enfermeros me hacían sentir mal.
Mis minutos, mis segundos, eran horas y días a mi parecer. Me cambié cómodamente y no tenía nada que hacer. El único medio de entretenimiento era un pequeño televisor que preferí no encender. Esperaría a que Renee utilizara su inteligencia para traerme algún buen libro.
Cuando llegaron con mis cosas, trajeron lo menos que hubiera querido, la ropa que menos usaba, eso podía esperarse, pero no me quejé porque seguramente la habrían hecho deprisa. Me cambié para algo cómodo. Después de una hora vomité dos veces más, pero iba mejorando, me darían una pastilla para hacerme dormir toda la noche, de seguro no serviría, no podría sacar a Cullen de mi cabeza. Afuera se escuchaban los pasos de la gente al pasar, mi madre en la habitación estaba sentada a mi lado, sin pegar un ojo; Lo contrario a Charlie que estaba acostado en el mueble plegable, roncando cómo nunca. Ya me empezaba a molestar un poco, y me sentía culpable al verlo en tan incómoda posición.
-Renee, ¿Podrías llevarte a Charlie? Debe estar muy cansado.-Insinué viendo hacia él, con lástima.
-Si, yo creo que debería llevarlo, mañana tiene que ir a trabajar.-Dijo Renee también volviendo su mirada hacia el.-Regreso en un minuto.-Inquirió tomando mi mano.
Mientras ella salía de la habitación y Charlie se despedía de mí, entró la enfermera con una bandeja plateada, con un vaso de agua y dos pequeñas pastillas blancas.
-Toma nena, esto te hará descansar toda la noche.-Dijo, alzando su mano hacia mí.
-Gracias.-Tomé las pastillas y todo el vaso de agua.- ¿Esto es cien por ciento efectivo?-Pregunté esperanzada.
-Claro, si no lo hace te daré una a la medianoche.-Sonrió y salió con la bandeja bajo su brazo.
Los pocos colores que estaban iluminados en la habitación iban volviéndose opacos a mi vista. Todo se veía borroso ahora y los párpados me pesaban, pero luchaba por que no se cerraran. Imposible… Caí rendida en una oscuridad infinita...
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