Pov Gianna.
Su sonrisa, llena de dulzura, pero con un leve toque de sensualidad me hizo estremecer. Estaba hecha un verdadero lío, o más bien el estaba hecho un verdadero lío, porque algunas veces se preocupaba por mi, otras me ignoraba completamente, otras me miraba con odio, ¿por que? quería saber el porque, necesitaba preguntas; quería saber lo que le pasaba por la cabeza; quería de dejarme de tonterías; quería saber si merecía la pena luchar por el o simplemente hacer caso a mi sueño. Yo no quería sufrir; no quería perder en este juego dichoso del amor. Tenía que hablar con el... pero sabía que eso no resultaría; era demasiado cobarde para estas cosas, además yo nunca había experimentado esto, no sabía lo que hacer ni lo que decir. Seguí con mi monólogo interno sobre los pros y los contras de hablar con Demetri o no hablarlo, estaba tan sumergida en mi monólogo que no me di cuenta de una presencia; una presencia que conocía muy bien.
- Hola Gianna - dijo este con su encantadora voz
- ¿Si? - dije sin levantar la vista; ya que no me quería perder en sus maravillosos ojos; unos ojos que me volvían loca.
- Aro te mandó llamar; solicita tu presencia Cuando pronunció ese nombre se me hizo un nudo en la garganta.
- ¿Estas bien? - me preguntó Demetri. Este había captado reacción ante el nombre de Aro.
- Si, estoy perfectamente. Ahora voy
Y sin más se fue. Necesitaba ir al baño y sentir el agua fría en mi rostro, estar con Aro me aterraba; pero no era solo por el, sino por Jane y Sulpicia; su esposa. Yo solo conocía la situación de Jane, pero la de Sulpicia... solo sabía que ella era la mujer de Aro, apenas la había visto dos veces; era esbelta; alta; completamente hermosa; sus cabellos rubios caían en cascada hasta su perfecta espalda; y de su personalidad... era bastante arrogante, prepotente, llena de maldad; vamos tiene todo lo malo, solo esperaba que no fuese celosa.
Recelosa y asustada salí del baño; era hora de comprobar lo que me esperaba. En unos pocos minutos llegué ante las grandes puertas que daban a la gran sala; sin más estas se abrieron dejándome entrar.
Todo el mundo estaba presente, menos los cinco vampiros que habían acudido a la misión. Pude localizar a Demetri al lado de Cayo, este ahora me miraba con recelo; estaba harta de sus cambios de humor hacía mi. En cuanto entre Aro se levantó de su trono y acudió a mi con una gran sonrisa.
- Mi pequeña y frágil humana - dijo este mientras me cogía de la mano y me atraía hacia el - debo decir que hoy estás verdaderamente hermosa.
No hacía falta ser un vampiro para poder captar los gruñidos procedentes de la guardia; y para ser exactos eran dos; uno de Demetri y otro de Sulpicia. La busque con la mirada; estaba en una esquina, la más alejada de la gran sala; hoy sus preciosos cabellos rubios estaban rizados; esta me miraba con odio, desafiante, aparté la mirada rápidamente de ella; era realmente aterradora. A su lado se encontraba Athenadora. Con ella tampoco había mantenido ninguna relación ni nada; era algo más baja que Sulpicia; pero no mucho; como cualquier vampira ella era esbelta, su rostro era muy femenino, muy dulce; sus cabellos pelirrojos eran realmente hermosos; llegaban hasta la mitad de su espalda; también había oído que era seria; prepotente, y arrogante, pero no tanto como Sulpicia. Ellas dos eran grandes amigas; cuando nuestras miradas se cruzaron no vi nada; solo indiferencia; ella solo me veía como una humana; nada más.
- Gracias Aro - dije mientras mi mirada volvía hacia el
- Solo digo la verdad; ¿acaso es mentira Demetri? - dijo este con una risa realmente aterradora
Su pregunta me sorprendió, ¿por que hacia esto Aro? ¿por que se lo tenía que decir a Demetri?
- Sería una blasfemia negarlo amo - dijo serio.
No sabía como tomarme su respuesta; por una parte me alegraba que pensara eso, pero... ¿y si solo lo decía por decir, para no contradecir a Aro? ¿por que lo había dicho en ese tono tan serio? tantas preguntas...
- Y ninguna respuesta, ¿verdad? - dijo Aro
Me di cuenta que este me tenía cogida de la mano, y que estaba leyendo mis pensamientos
- Si - dije algo avergonzada; no me gustaba que el indagase en mis pensamientos, eran privados...
- Lo siento querida, te prometo que me controlare - dijo mientras acariciaba mi mejilla - bueno a lo que íbamos; ya sabes que no esta Heidi, y que nosotros no podemos hacer su trabajo...entonces nosotros tenemos bastante sed, y nos gustaría que tu nos hicieses ese favor, el de traernos el almuerzo
- Como gustes Aro, pero tal vez no lo haga tan bien como ella...
- No digas tonterías preciosa; seguramente lo harás mejor que ella; nadie podrá resistirse a tu hermosura.
- Esta bien Aro; ahora mismo voy
- Gracias cariño, recuerda; déjalos en la puerta; hay te esperara Demetri, no queremos que haya un accidente...
- De acuerdo Aro
E inmediatamente salí de allí. Antes de que cerraran las grandes puertas eché una mirada hacía atrás y vi como los ojos de Sulpicia se centraban en mi, su mirada era penetrante, podía ver en ellos el odio que me tenía; pero a decir verdad yo no tenía la culpa... yo no estaba buscando a Aro ni nada por el estilo. Las grandes puertas se cerraron haciendo que una suave brisa diese de lleno en mi nuca. En estos momentos me sentía desprotegida; no tenía a Santiago, con el me sentía segura; con el no había ninguna complicación, con el era todo más facil; cuando estás palabras cruzaron mi mente sentí algo en mi pecho, un pequeño latido de aire fresco a mi corazón. Era una sensación extraña que aún no entendía.
Camine por los pasillos del castillo hasta llegar a la puerta principal, nunca había visto a Heidi como lo hacía, me sentía confusa; ¿que tendría que hacer? ella simplemente no tenía que hacer nada; con su simple belleza ya llamaba la atención. Me deslicé suavemente por las calles de Volterra; buscando algún turista, algún grupo de personas; buscando a mi ''presa'', en esos momentos un grupo de muchachos aparecieron en la plaza, aproximadamente tendrían unos dieciocho años; me fije bien en ellos y me di cuenta de que eran turistas. Les conté con la mirada y eran diecisiete. Todos eran realmente atractivos; tal vez si estuviese en otra situación intentaría hablar con alguno de ellos; pero sabía que eso nunca sucedería. El cabecilla de grupo se dio cuenta de que los estaba mirando y con una amplia sonrisa hizo un gesto a sus compañeros para que le siguiesen.
- Ciao bella - me dijo el muchacho
- Buenos días - le dije mientras le dedicaba una enorme sonrisa - me preguntaba si querríasis visitar el castillo de Volterra
- Suena interesante... pero, yo creo que me tendrías que convencer, ¿no? - me pregunto mientras me guiñaba un ojo
¿Y ahora que haría? Vacilé durante unos momentos y le contesté
- Después de la visita estaré a tu entera disposición; solo seran unos minutos nada más; te aseguro que esta visita te cambiara la vida
- ¿Puedo confiar en ti? - dijo juguetón
- Por supuesto que si, te prometo que en cuanto acabe la visita sere toda tuya
- Mola - dijo este
Pude comprobar como los otros muchachos le daban palmaditas en las espaldas, elogiando su gran conquista.
- Gracias, pero te tengo que pedir otro favor... necesito más turistas; es que para poder entrar necesito cuarenta personas; y de verdad me gustaría salir contigo luego, pero si somos tan pocos...
- No hay problema corazón - dijo este mientras se acercaba a mi - nosotros te ayudamos; además hay más personas de nuestro grupo por aqui cerca; en total somos cincuenta
- ¿De verdad? - dije sorprendida
- Si, ahora les llamo y vienen
- Muchas gracias, estaré eternamente agradecida.
En menos de dos minutos llegaron todos, y como decía el chico eran cincuenta.
- En marcha - dije haciendoles una seña para que se adentraran en el castillo. Todos estaban emocionados; sobre todo el cabecilla de grupo; notaba como este me desnudaba con la mirada.
- Ya falta poco - dije en un susurro; del cual solo se entero el muchacho que estaba a mi lado.
Caminamos unos metros más y me encontre a Demetri en la puerta; este se quedo sorprendido ante el grupo que le traía.
Poco a poco fui caminando más lento, mi trabajo había acabado.
- Pasar por aqui por favor - dijo Demetri haciendo entrar a los muchachos en la gran sala Todos entraron, menos uno, el cabecilla de grupo.
- ¿No entras? - dijo este mientras se acercaba a mi
Me daban ganas de llorar, en verdad el solo era un niño, un buen chico, tal vez si le hubiese conocido en otra situación... pero es que en esta situación le llevaba hasta la muerte.
- Ahora entro, es que tengo que ir al baño, si te digo la verdad estoy emocionada por la cita; y me gustaría arreglarme antes
Pude ver como Demetri se tensaba
- No necesitas eso preciosa; estas muy hermosa
- Gracias; pero lo quiero estar más
- Tu veras; te espero dentro
Y dicho esto me dio un beso en la mejilla.
- Hasta siempre - dije en un susurro mientras este entraba en la gran sala.
Demetri vaciló por unos instantes; estaba pensando si irse conmigo o entrar dentro.
- Estoy bien; que aproveche - dije mientras me alejaba y me adentraba en la oscuridad del castillo, esperando no oír esos gritos desgarradores.
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