-¿Bella? Ya llegaron Edward y Nessie-me sacó de mis pensamientos una voz de soprano.
-Ah… Oh… ¿Ya?-pregunté desorientada.
-Sí, ya…
-Bella-gritó una nena hermosa desde el umbral de la puerta del cuarto-Te ves muy hermosa.
Me regaló una sonrisa deslumbrante y yo no pude hacer otra cosa que devolvérsela.
-Toma, Bella-dijo ella tendiéndome algo con la mano-es lo que te falta para lucir aun más hermosa si se puede-dijo sonrosadita.
-Oh, gracias, Renesmee, a ver-dije agachándome- ¿qué es?
Lo extendió por completo y lo examiné, era muy hermoso. Un pequeño collar rodeado de perlitas blancas y zafiros azules con un colguije de tonos platas y azules que era una gran ''B''…
-¿Qué… es… esto?- le pregunté a Alice parándome, con el collar en la mano.
-Es… Es un collar-respondió ella desconcertada.
-¿Dónde?-pregunté viendo al collar, a Renesmee, a Alice, a todos los que estaba ahí que también se le sumó Jasper.
-¿Qué?-comenzó ella…-Bella, Edward te espera, es mejor que te lo pongas.
Eso me quedaba muy claro, sólo que había cosas demasiado extrañas.
-Sí… Sí… Tienes razón-no tenía caso seguir con eso si no tenía todas las piezas claras, esto ya se había convertido en un rompecabezas sin piezas-¿Me ayudas, Alice?
Ella rápidamente me lo colocó, me faltaba poco para que se viera como una fina gargantilla, pero aun así estaba hermoso.
Caminé hacia la salida y me encontré con Edward tras la puerta, me saludó y me dijo algo como <<Estás muy hermosa hoy>>, pero no recuerdo qué fue lo que contesté, estaba perdida en mis pensamientos, ni siquiera recuerdo haber subido al auto con Edward.
Sólo pensaba cosas que podrían ser ciertas y no.
Renesmee nació el diez de septiembre, el mismo día que yo escuché llorar a mi hija, ambas en el hospital de Seattle, aunque eso podría ser una casualidad… Ese collar, sin duda era el de mi hija, pero no podía ser, ella era hija de Edward y Tanya… Pero Tanya no la quería, y Renesmee decía que era mala… No, tal vez la enfermera se equivocó y se lo dio a la hija de Tanya por la ''muerte'' de mi hija, pero yo sé que mi hija nació viva… Tal vez fue una equivocación… Pero Renesmee tenía el mismo color de mis ojos y sus rizos me recordaban a los de Charlie… No, eso no podía ser… Pero no tenía los grandes ojos de color azul del mar de Tanya… Esos ojos chocolate que me hipnotizaban y quería perderme en ellos… ¿Acaso Renesmee podía ser mi hija perdida? ¿La hija que tanto he buscado desde cinco años atrás? ¿La niña que me robaba el sueño y el hambre? Esa niña tan hermosa ¿podría ser mi hija? Mi corazón latió rápido por aquellas preguntas tan incoherentes, pero la necesidad de mi hija me hacía que pensara mal…
-¿B… Bella?-una voz aterciopelada se cruzó por mi mente.
-¿Eh? Oh, sí… ¿Mande?-me espabilé un poco.
-Estás ida-rió Edward-y hemos llegado.
Bajamos y yo aun seguía algo ''ida'' pero ya le ponía atención a Edward, estaba vestido con traje negro y los años parecían no haber pasado por él. Habíamos llegado a un restaurante muy hermoso, pero fino, con todos los gustos de Edward que recordaba, sobre todo que había una pista de baile, pero baile en parejas.
Edward pidió una mesa y rápido pedimos de cenar. Mientras el mesero llegaba, pude apreciar mejor el lugar. Había luz en todas partes, pero aun así, todo estaba en un ambiente oscuro, lindo y muy romántico.
-Oh, Edward, este es un lugar muy bonito-dije mientras tenía la vista perdida.
-Sí, lo es… Bella… ¿Puedo hacerte una pregunta?-preguntó nervioso.
-Creo que ya la hiciste-dije riendo, a lo que él rió nervioso-Pero has otra, te doy permiso.
-Bueno-dijo mirándome a los ojos-¿a dónde vas el sábado?
Esa pregunta me tomó desprevenida y mi sonrisa se desvaneció como flash.
-Yo…-estaba nerviosa, y más con su mirada en mí, afortunadamente llegó el mesero con nuestra comida y nos pusimos a comer.
Yo comía viendo mi plato, y sentía la mirada de Edward en mí, estaba muy nerviosa y mis dientes por poco titiritaban.
Cuando acabamos de comer le iba a responder una ingeniosamente sarcástica respuesta pero no me dejó hablar.
-¿Bailamos?-preguntó tendiéndome su mano.
-Edward-lo miré dudosa-Yo… No soy muy buena bailando, aunque ya no sea tan torpe, soy mala bailando.
-No importa, yo te guiaré.
Tomé su mano con un suspiro de resignación y caminamos a la pista de baile. Colocó una mano en mi cintura y la otra la entrelazó con una mía. La mano que me quedaba la puse en su hombro y empezamos a balancearnos un poco lento.
-¿A dónde irás el sábado?-preguntó de repente.
Era un chico listo, él sabía que en la pista no habría nada con lo que pudiera distraerme o a lo que me pudiera aferrar.
-Voy al hospital de Seattle-dije mirando hacia abajo.
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Sé que me quieren matar... ¡Pero! Les tengo una explicación. Es que en el lugar en donde vivo, desde el jueves hizo mucho frío ("oportunamente" ese día subiría este capítulo), y pues no sé qué fue lo que se congeló pero se fue el Internet. De seguro quienes viven en el norte de México me entienden. Perdónenme mucho... Ya tengo esta historia terminada, sólo falta subir los capítulos. Adiós. *fenanda*
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