Mi primer día se podría resumir así, ha sido el mayor maratón con el que he tenido que lidiar, solo pensaba llegar a mi casa darme una buena ducha, cenar y dormir, pero no sé si esta noche quería soñar, me doy cuenta que los sueños recurrentes de hace un mes, no era solo un chico, son dos, el primero bueno ni al caso, ese tipo no tiene remedio, es bello y no había que agregarle o quitarle algo a su forma de ser, bueno es engreído y supongo que se la pasa admirándose por el espejo, estúpido narcisista. El otro me daba escalofríos aunque intentaba ser amable conmigo. En este momento de reflexión mientras esperaba al profesor o profesora, no quería que nada ni nadie me interrumpiera, recostada sobre el pupitre que mi fiel amigo silencioso me ofreció, de lejos podría oír su risa, medio ojee por un costado de mis brazos, lo vi reír, no tenía nada que envidiarle a Black, su carcajada era casi perfecta, pensaba que era solitario pero no era así, su grupo tenía la extraña sensación de haber salido del mundo paralelo de la belleza, hasta lograrían ser tan populares como los chicos mas fiesteros de la escuela.
Alce el rostro para ver a mi alrededor, me estaba ganando el sueño y eso no lo podía repetir, había tantos chicos en el aula que no podía hacer un esbozo de cada uno, entonces vi como se desplazaba el chico, quería detallar si eran sus ojos dorados o eran los míos, los que existían en mi imaginación. Pude observar detenidamente que venía hacia mí, pensaba si me reclamaría la torpeza o algo por el estilo.
- ¿Te gusta tu asiento?- dijo con mirada retraída.
- Si…- dije como tratando de decirle algo mas pero mi lengua se enredaba con facilidad.
- Oh ya veo. Cuéntame, ¿qué edad tienes?- su tono empezaba a cambiar me sentía como la chica que sometían a un interrogatorio.
- Dieciséis, ¿y tú? ¿Eres nativo de este pueblo?- ahora sentía que se habían intercambiado los papeles.
- Dieciséis también, no soy originario de aquí, digamos que vengo del norte del mundo, tengo 5 años establecidos en este lugar junto con mi familia- respondía con cierta naturalidad.
- Te ves mayor- dije sin importarme lo que había dicho después.
- Si, pero esa es mi edad. Tú te ves distraída, ¿duermes bien?- cambio el tono, se torno misterioso.
- Claro que duermo bien- mi tono sonó ha mentira, su pregunta me había incomodado, sus ojos no se veían tan dorados, eran como color miel, no brillaban.
- Disculpa si me pregunta te incomodo, desde que llegaste no he parado de observarte- tono misterioso, mirada frívola.
- No te preocupes, parezco del tipo de persona, fuera de este mundo- dije con tono vacilador.
- Creo que no has visto nada de este mundo, y de lo que hay después de el- dijo mirando hacia el único ventanal del aula.
- Si, y según tú, ¿qué me falta ver de este mundo?- dije con arrogancia.
- Hay cosas de este mundo que ni tú ni yo conocemos- aseguro con una gran sonrisa.
- Mmm bueno cambiando el tema, ¿escuchas música?- trate que la conversación no perdiera la poca magia que le quedaba.
- Escucho todo tipo de música, prefiero las que dejan un buen mensaje, o son explicitas al expresar un sentimiento- respondió con serenidad y me regalo otra sonrisa.
- Igual yo, aunque soy más metódica, es decir, me gustan las canciones que expresan el amor a tantas cosas.
- ¿Te has enamorado alguna vez?- dijo con tono preguntón.
- Enamorarme con la intensidad que lo describen los grandes escritores, aun no. ¿Y tu?- asegure.
- Tampoco con la misma intensidad, estoy esperando a esa persona- suspiro. Sus ojos se tornaron dorados centelleantes.
- ¡Que bien!- pensé en voz alta. Digo bueno solo tenemos dieciséis años jaja- dijo con cierta locura.
Esa dia hablamos mucho, casi no hablaba, en realidad yo hablaba por él, el tiempo no se hizo eterno, las horas se hicieron segundos, parecía que teníamos toda una inmortal conversación. La sensación que me provocaba, no tenia descripción en lo existente, su compañía para mi tenia significado, uno que no se lo había dado. Hasta que alguien lo arruino.
- Tenemos que irnos, nos esperan en el jeep- el tono era femenino.
- Bueno Señorita Swan tengo que irme, es usted una buena conversadora- me dedico otra sonrisa.
- ¿Cómo sabes mi nombre? Nunca te lo dije- aseguré.
- Tu nombre, lo sé, eso es todo- su rostro se torno serio.
- No es todo. ¿Cómo lo sabes?- mi tono se torno inquietante.
- Eres la chica nueva, todos hablan de eso- trato de cambiar su rostro serio.
- Disculpa yo… ehh…- Demonios no podía discutirle, era tan amable que sus explicaciones me sabían a gloria.
- Está bien, hasta más tarde- dijo haciendo unas muecas de despedida.
- Nos vemos le dije.
Ya no había más clases, menos mal, me sentía cansada, al salir tuve que tomar el transporte, me dejo en mi calle, continúe arrastrando los pies, el morral lo llevaba igual que mis pies, en todo el camino pensé en la conversación con el chico del norte, que estúpida y lenta soy, no sabía su nombre. Abrí la puerta mi madre no estaba, había dejado una nota que decía: “Cariño Salí con la vecina, ella es tan amable, cuando llegue en la noche la conocerás, ya hice la cena, si quieres prueba un poco. Cuídate”.
Mi madre es tan amiguera estaba dándole confianza a los vecinos, bueno ella era todo lo contario a mí, subí por las escaleras, me lance sobre la cama, mi morral lo deje tirado en algún lugar, el techo se movía, era yo que me vencía el sueño. Al despertarme mire el reloj había dormido solo 10 minutos, cuando voltee hacia la ventana juraba que vi a una persona en la ventana, su olor se me hacia familiar, era de nuevo el chico del norte. Mañana lo enfrentaré.
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