Capítulo 7 Tu sumi
PRIMER DÍA COMO SUMISA
(Miércoles 8 de marzo)
Es curioso, pero me convertí en sumisa el día de la mujer trabajadora, es decir, el 8 de marzo. Parece una de las mías: una ironía, una rebeldía o un llevar la contraria, pero ÉL y yo sabemos que no es así. La sumisión no tiene nada que ver con la lucha por la igualdad en el mundo laboral, en la vida cotidiana y en los derechos de las personas... Vamos: que si me viniera un gilipollas con otras gaitas, no lo iba a permitir yo. Es, aunque todavía no he descubierto prácticamente nada, otro modo de sentir, de vivir, de respirar, de vibrar al compás de otro que también vibra en la misma intensidad con el compás de uno mismo. Me lo imagino como un micro mundo creado entre dos, en el que el dolor y el placer físico y psicológico pueden llevarte a un éxtasis que no se da en la... ¿llamémosla vida normal? ¡Pues eso!
¿Que por qué estoy aquí? ¡Eso quisiera saber! ¿Por probar otras cosas? ¿Por verificar que existen otros mundos? ¿Por curiosidad? ¿Para compensar carencias? ¿Para conocerme mejor? ¿Para conocer otras formas de vivir y sentir? ¡No lo sé! Lo cierto es que aún no lo sé, aunque quizás lo más interesante es que, sabiéndolo o no, hoy he dado el primer paso para estar donde estoy...
No sé ni cómo se llama ÉL, pero no me importa mucho, la verdad; tampoco él sabe cómo me llamo yo, aunque no creo que le importe lo más mínimo. Lo único importante es que, desde el día 8, ÉL es mi AMO y yo, voluntariamente, y repetiría una y mil veces «voluntariamente» porque NADIE me ha obligado a ello, su sumisa.
Me dirijo a ÉL como lo conocí en el chat, es decir, con un nick que me llamó la atención desde el principio: AMOCULLEN. ¿Divertido, verdad? Y para mí, que me ha enseñado un montón de cosas del BDSM o mundo de las ataduras, la dominación, la disciplina, el sadismo y el masoquismo, es cierto, más que cierto lo de Cullen-MAESTRO, y desde el día 8, lo de AMO.
Por cierto: mi nick es Marta; he tenido cientos de nicks diferentes, pero con Marta lo conocí, y con sus seducciones e insistencias a la inexperta y curiosa de Marta, o quien sinceramente reconoció que quería saber más cosas del mundo BDSM, la también inocente y pícara Marta terminó convirtiéndose en «su sumi». ¿Será por culpa del refrán: «Quien juega con fuego se quema»?...
Espero no quemarme. Espero no quemarlo. Espero también que no nos quememos, pero con chispillas que saltaban por todos los lados, hasta ahora ha sido una guerra a muerte, la verdad. Una batalla mental en el más puro sentido literal: primero conmigo misma, con mis reticencias, mis miedos, mis ganas de saber, mi gusanillo interior dándome la lata para llevarme a aprender cosas nuevas... Después, con todo este cóctel, mantuve esa guerra con AMOCULLEN... Creo que casi le agoté la paciencia, aunque él estaba convencido, y hasta me pareció un solemne chulo, cuando me repetía una y otra vez que era una buena sumisa que no conocía ni yo...
¡Bufff! ¡Qué miedo me daba eso! Y a la vez, cuánto me atraía ese mundo del que me ha hablado varias veces... ¡Menos mal que, además de paciencia, todo ha venido cubierto de sinceridad y sentido del humor! Vamos, que la onomatopeya «jajajajajajajajajaja» la hemos leído a veces más que el texto en sí y, por descontado, siempre ha ido acompañada de carcajadas reales que cada uno de nosotros, en la soledad de sus ordenadores, emitíamos como si estuviésemos locos...
Hoy, después de esos tiras y aflojas me he atrevido a decirle que sí, que seré su sumisa «hasta que los alicates nos separen», y ÉL mi AMO. ¡Bufff! Casi me echo a temblar sólo de pensarlo...
Después han venido los agradecimientos infinitos seguidos de la ternura, esa ternura que me deshace cada vez que me ha repetido una y otra vez que acababa de hacerle el hombre más feliz de la tierra. Y cómo no: también llegó el primer desmadre que consistió, ¡y no es broma!, en ir al cuarto de baño de mí trabajo y arrancarme las bragas... ¿Venderán en las ferreterías tornillos para los AMOS que los han perdido? ¿Y para las sumis? Porque me da vergüenza, pero debo confesar que al final no me quité las bragas, ¡me las arranqué!, que no es lo mismo. Y así me quedé todo el día, sin entender nada de nada, pero rozándome el coño con unos vaqueros que, para colmo, eran de los estrechos. ¿Habrá hecho esto por aquello de que «el roce hace el cariño»? ¿Pretende que vaya por ahí con un «ande yo caliente y ríase la gente»? ¿O ya empezamos con lo de que «hay amores que matan»? No entiendo nada, la verdad, no entiendo nada...
Cuando volví del baño, leí aquello de «tu AMO te lo agradece», claro que al instante, llegaron más y más órdenes... ¡SÍ, SEÑOR! Jajajajajajaja, le he dicho de broma todo el rato.
1ª) Debo ir sin pantis, fajas (se las pondrá su madre porque yo no he usado faja en mi vida), bragas, tangas o cualquier otra cosa que me tape mis intimidades. Me cuesta un montón, la verdad: por costumbre, por pudor, por higiene, por no sé... Le pregunté la razón de esta orden que me parece arbitraria, y me dijo que era como prueba de obediencia, de sumisión. Además, no sé si a él le parecerá una humillación, sólo sé que a mí me resulta una incomodidad porque como me ponga minifalda, me va a obligar a estar todo el día con el abrigo puesto.
Hay dos cosas que me tranquilizan y me dan vértigo a la vez. Cullen dice que es normal que no entienda nada sobre estas órdenes, pero que debo confiar en él porque ninguna de ellas, aunque me lo parezca, es arbitraria. Es decir: que todas tienen un sentido que, como es lógico, se me escapa. No sé, pero creo que de momento le daré ese voto de confianza, al menos hasta que logre entenderlo.
Por otro lado, AMOCULLEN también dice que estas órdenes no serán eternas porque, entonces, las órdenes se convertirían en rutina y anhelaría dejarme llevar por la contraorden. Eso me gusta, la verdad, quizás porque una de las cosas que más me llamaron la atención cuando hablábamos al principio es que me dijera que el BDSM es un mundo muy creativo y que los AMOS deben estar inventando cosas continuamente porque, de lo contrario, las sumisas se aburren y les piden la libertad. ¡Pobre AMO! Mandando sin descanso y, a la vez, tan esclavo de su propio rol de creativo marimandón. Qué duro debe de ser sentir que como baje la guardia sus sumisas se cansarán y lo abandonarán. ¡Si ya le dije yo que en la figura de la sumi reside el quid de la cuestión! Porque vamos a ver: si a una sumi, por ejemplo, le gusta que le acaricien el clítoris, ¿el AMO se lo acaricia para hacerla feliz o hace todo lo contrario porque le gusta más que la humillen, y, por tanto, debe negarle ese placer facilón? ¡Bufff! Otra laguna más...
En fin, supongo que en la vida todo está estereotipado e igual que una pareja común nunca cogería un látigo, ni siquiera por la curiosidad de probar una sola vez qué se siente, una pareja sadomaso tampoco puede permitirse el relax de echar, alguna vez que otra, un polvo normalito. ¡Bufff! ¡Qué cansado debe de ser estar maquinando torturas eróticas a todas horas! No sé, pero supongo que por esta razón muchas veces el BDSM es parte de una doble vida: los AMOS y las sumis tienen sus parejas comunes con sus cotidianidades, sus hijos, sus problemas, sus familias, etcétera, pero después y como el mayor de sus secretos, «sesionan» de vez en cuando, es decir: practican sesiones BDSM con un partenaire que tiene muy claro lo que necesita...
Morbo manda. ¡La prensa del corazón habría encontrado su mina si supiera la de abogados, famosos, políticos o jueces que practican BDSM!
Por otro lado, en BDSM no se habla de «hacer el amor», sino de sesionar o comenzar una sesión para practicar con sus juguetitos y sus cosillas... Claro que me pregunto si cuando acabe aquella sesión podrán besarse en la boca los AMOS y las sumis como una pareja normal, aunque antes uno de ellos haya molido a palos al otro... ¡Bufff! ¡Se me ocurre cada tontería!
Aspecto positivo: por muy penosa que me resulte una orden, me queda el consuelo de que siempre será transitoria. Zozobra inevitable: vendrán después otras órdenes que serán cada vez más difíciles de cumplir. Conclusión de infarto: Cada una de las órdenes que reciba ahora tendrá vigor solamente durante lo que ÉL llama «mi doma».
¡Socorro! ¿Mi doma? Me sentí como un potrillo salvaje de la Patagonia, a la que un gaucho despistado le ha echado un lazo y no va a dejarlo en paz hasta que sea capaz de comer de su mano... Me lo notó, claro, y me dijo que la doma es la mejor etapa y el periodo más complicado, y a la vez hermoso, del BDSM, porque es donde el AMO y la sumi se conocen, se prueban, se miden el pulso y en donde el AMO, teóricamente, intenta adaptar a la sumi a sus gustos. A partir de ahí, se supone que la sumisa ha aprendido sus deberes y ya actúa y obedece sin más. Pero ¿y la rutina? ¿Aparecerá como si en vez de BDSM fuese una relación no sadomaso, o el BDSM no admite rutina porque en cuanto asome, la relación desaparece? No sé, supongo que es otra de mis tonterías, pero me confundo cuando leo en las «55 reglas de oro de una esclava» que «el adiestramiento y el aprendizaje de una esclava no acaban nunca y la imaginación del AMO es el mejor instrumento para un perfeccionamiento constante».
Él se dio cuenta de lo que me impactó la palabra «doma». «Mira —me dijo—, tú eres como un niño al que hay que enseñar a andar, y yo estoy aquí para eso: para enseñarte a andar por el mundo del BDSM y alcancemos el éxtasis complementándonos con nuestras personalidades».
Lo cierto es que me tranquilizó la explicación, y él pudo seguir con sus órdenes y yo con mi «sí señor, jajajaajajajaaja».
2ª) No puedo maquillarme: otra vez jajajajajajajaja. No me importa nada, sobre todo porque nunca lo hago...
3ª) Aunque no debo ponerme la cadena del guión bajo y convertirme, por ejemplo, en Marta_ACullen, no puedo abrir o cerrar privados en el chat: tampoco me importa mucho porque ya me he saturado de niñatos obsesionados con azotarme y encularme a todas horas...
4ª) Respecto al chat, siempre he de ser Marta y sólo Marta. No me afecta, pero algún día, inocentemente y sólo por jugar, le pediré que me deje ser AMA-zona, AMA-pola, AMA-rilla o lo que sea, pero que sea una AMA muy cruel para poder compensar mi sumisión azotando y poniendo a caldo a media sala. Ya me lo imagino: «Arrodíllate, esclavo. Tráeme café, sumiso...» ¡Ah!, y que él lo vea en el chat, claro: así nos reímos juntos...
5ª) ¿Qué más? Ah, las faldas... A ser posible faldas, faldas. ¡Caca de faldas! Esta orden también me cuesta porque soy urbana, de vaqueros, de pantalones de campana, en fin..., de comodidad. Muy femenina, eso sí, pero siempre cómoda... Además, mis faldas son vaqueras, minis, pequeñas, y sin las bragas, son un problema. Se lo he explicado diciéndole que «son cosas de mujeres». Creo, en fin, que le he hecho ver que no es muy recomendable que me vayan mirando con ojos de querer violarme por ahí porque, por mucho que quiera evitarlo, al sentarme, ya se sabe... Me ha entendido: con las minifaldas puedo usar pantis opacos... ¡Bufff!, otra vez, menos mal. ¿Hablando se entienden los AMOS y las sumisas o es que al final va a resultar que mi AMO ama a esta insumisa sumisa? Como leíamos en el cole: «Mi AMO me ama», aunque lo siento: nunca más que mi mamá...
6ª) ¡Grrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr! No me deja llevar mis pendientes. ¡Para un adorno que tengo! ¡Ni que fuera una chabacana llena de collares doraos! ¡En fin!, la verdad es que no me importa mucho, pero cuando vas toda de negro como yo, un adorno de plata queda muy bien...
7ª) Me ha encantado la orden de estar desnuda y descalza porque ya lo hacía —cuando podía, claro—. Me encanta dormir desnuda y estar descalza: me siento como niña, como libre, como no sé... Me siento bien. Por cierto, creo que le ha gustado que tenga un kimono negro por si debo vestirme para algo en cualquier momento. Ya ves —le dije—, no iba a tener una bata de boatiné y como de abuelas o un pijama de felpa azul celeste con osos rosas. ¡Puagggggggg! ¡Los odio!
Al final, sin darme cuenta, resulta que he vestido como una sumi media vida. Lo digo por el negro, que según dicen es el color del infierno, del BDSM y, por muy increíble que resulte la coincidencia, del interior de mi armario.
8ª) Problema: el coño depilado... ¡Entero! Si ya me encargo yo de que esté monillo, recortadito y acogedor, pero de ahí a rasurármelo entero va un abismo... En fin. ¡Otra vez estoy frente a una orden que no comprendo! Espero encontrar, con el tiempo, un sentido a mi obligatoria calvicie púbica, aunque no pública. ¡Menos mal! Ya me he depilado. Hoy he salido del trabajo tarde y, una vez en casa, me he dado un baño para pensar en todo esto. Después, he cogido la epilady en posición de rasurar y no de arrancar el vello de raíz, y ¡hala!, que me he quedado sin un pelo de tonta, ni de lista: calva, vamos... Creo que me picará cuando quiera volver a salir, pero no debo dejar que salga... ¡Bufff! Miro mi coño en el espejo y no lo reconozco...
Un detalle: Desde que le he dicho por Messenger que sería su sumi, Cullen ha cambiado la manera de dirigirse a mí y, de repente, ha transformado los antiguos diminutivos de «perrita, zorrita o putita», por los sonoros «mi zorra, puta o mi guarra», y otras lindezas que, en vez de herirme, me parecen un juego más, aunque un poco peligrosillo porque el dato del cambio de nombre constaba expresamente en ese contrato que tanto me asustó. De todas formas, la sorpresa es relativa porque Cullen ya me dejó caer el dato, cuando me dijo aquello de «lo siento, pero cuando ya tengo sumisa nunca la llamo con diminutivos».
Anécdota: cuando estaba en el trabajo por la mañana, después de «darle el sí» y tras tantos mandatos absurdos, se me ocurrió sincerarme contándole un sueño que tuve anteayer sobre una fiesta BDSM a la que él me llevaba... Consecuencia: que empezó el tío a darme órdenes eróticas (antes eché la llave del despacho), y me hizo una paja cíber que todavía no me puedo creer. Y luego, cuando terminó el festín, no dudó en soltarme unas cuantas fanfarronadas: «¿Ves como yo no permito que mi sumisa pase hambre? ¿Qué creías? ¿Que tu AMO sólo sabía escribir? ¿Entiendes ahora lo de perra?: siempre caliente, siempre preparada para tu AMO, y siempre a cuatro patas».
GUAU, AMO, le he respondido yo entre risas y más risas.
¡Qué excitante!, la verdad, ¡qué excitante! El tío todo el rato: vamos, perra, presiona y arráncate el clítoris para tu amo, tócate aquí, allá, por aquí, por allá... Y yo, en el despacho, con los vaqueros bajados, con la puerta cerrada, el jersey por arriba y leyendo todo eso en mi pantalla... ¡La leche! Problema: lo del culo, no hay tu tía. ¿Cómo que me lo desvirgue de golpe y a lo burro? ¿Será borde y guarro el tío? ¡Ni de coña!, le dije que no, por supuesto, que me parece una guarrería y debe de doler mucho...
Por cierto: él también se corrió (Hummmmmmmmmm)...
Respecto a lo de mi culo, dijo: «El placer anal puede ser mucho más grande que el placer vaginal, pero la gente ni lo sabe, ni lo quiere saber porque ni siquiera quieren permitirse la opción de probar. ¿Ves cómo el mundo no sadomaso es un continuo desperdicio de placer?», zanjó. ¡Pues si tú lo dices!, le contesté un poco escéptica. «No te preocupes, siguió él, ya trabajaremos con eso y lo acostumbraremos para ser follado...» ¡Socorro! Me siento como si el tío buscase una manera de..., en fin, una manera de conseguir hacerse con mi trasero con algo que le venga «como anillo al dedo». ¡Glupsss! Nunca mejor dicho, jolín, ¡como anillo al dedo!, nunca mejor dicho...
Estoy aquí, a altas horas de la madrugada, porque no puedo dormir con todo esto, y yo, «la perra de mi AMO», como me llama Cullen desde que hoy le he dicho que sería «su sumi», ando escribiendo estas cosas que no sé si le enviaré por Messenger ahora, o ya mañana...
9ª) Por cierto, escribo porque me lo manda él. Dice que aunque el diario sea un incordio, es importante escribirlo para saber en qué punto está la relación, qué nivel de complicidad existe entre nosotros y qué cosas hacemos bien o mal. Sí, sé que es bueno escribir... Lo único que me preocupa un poco es que últimamente paso en esta historia casi todas las horas de mi tiempo... En fin, como todas las relaciones, ya se normalizará, supongo, aunque será muy difícil compaginar los necesarios diálogos internautas en los que él me ordena cosas durante mi periodo de «doma», con el tiempo que necesitaré para llevar las órdenes a cabo y con la escritura de —y lo digo consciente de la redundancia— este diario ¡diario!
Debo irme a la cama y descansar... La cabeza ya no me da mucho más de sí. Tengo miedo y no lo tengo... Es más, ¿cómo puedo saber qué me está pasando, cuando ya no me cabe ni un miligramo más de novedad y de información? No sé: me imagino que viviendo lo que la vida ha puesto frente a mí o intentando vivirlo, sin más. En fin. Pues en ésas estoy, con el coño depilado y viendo la ropa que mi AMO ha aprobado que me ponga mañana.
10ª) Por cierto, se me olvidaba: cada día debo darle buena cuenta de cómo voy a vestirme porque ÉL debe dar su visto bueno para que pueda o no pueda ponerme algunas cosas. Mañana toca falda corta negra con pantis opacos y camisa del mismo color. ¡Color cucaracha otra vez, como a mí me gusta! Faltan mis aros de plata, ¡jo!...
En fin, con todo eso y mucho más... ¡En éstas estoy!
¿CARPE DIEM, quizás?
Envié mi Primer día como sumisa por correo electrónico en la mañana del día 9 de marzo. Las reacciones no se hicieron esperar:
—Has vuelto a hacerme el hombre más feliz de la tierra.
—Venga, AMO, no exageres —contesté con un poco de turbación ante una afirmación que me parecía extrema.
—Ni te lo imaginas, perra, ni te lo imaginas. Eres sincera, expones tus dudas, dices lo que piensas, haces bromas... ¡Qué hermoso! Por cierto, sé que hay muchas cosas que no entiendes, pero confía en mí: con el tiempo las entenderás. De momento, ten por seguro que nada es arbitrario.
—Ufffffff, si tú lo dices...
—Por cierto, yo quiero que mi sumi sea feliz, por eso puedes entrar en la sala como AMA-zona, AMA-rilla o AMA-pola cuando te venga en gana, pero sin privados, ¿eh?, y dímelo para que me ría contigo, ¿de acuerdo?
—De acuerdo.
Ya por la tarde, y cuando nada más llegar a casa ni siquiera me había dado tiempo a comer algo o a ponerme cómoda, volvimos a conectarnos por Messenger:
—Joder, perra mía, no hago más que leer y releer tu Primer día como sumisa: ¡qué hermoso es lo que has escrito! ¡Qué hermosa eres tú! Tu AMO te da las gracias por todo, pero quiere ordenarte algo ahora. ¿Me das tu teléfono?
— ¡Qué morro tienes! Claro, aprovechando que ya no puedo negarte nada... ¿Serás AMOniaco? Pues mira, no: ahora vas a ser AMOldable, porque no puedo darte mi teléfono. En todo caso podría darte el número, ¿no?
—Ya estamos de chiste...
—Vale, apunta: 634 27 86 0
—Me falta uno...
— ¡Claro! ¿No eras Cullen? ¡Pues nada, AMO, a averiguar el que falta!
— ¿Estás segura? Mira que tendré que castigarte por esto, ¿lo sabes, no?
—Pues AMOrdázame si quieres, pero pronto empezAMOs... A ver, te doy una pista para que el castigo sea leve: el 0 no cuenta. Adiós.
Lo siguiente fue leer en mi Messenger insultos varios, a los que pronto se unieron comentarios como: Grrrrrrrrrrrrr, son nueve posibilidades y mal empiezo: el 1 es un tío. Mierda: el 2 está fuera de cobertura. ¡Joder!: en el 3 salta un contestador. ¡Qué mala suerte!: el 4 es de una señora mayor... ¿Será posible?, el 5 es otro tío. Te vas a enterar, zorra: el 6 es un número que no existe... Tengo un presentimiento: vas a ser el 7, estoy seguro, vas a ser el 7. Además, el 7 es mi número preferido...
En ese momento sonó mi teléfono y casi me dio un vuelco cuando escuché su voz:
— ¿Marta?
—No, lo siento: se ha confundido. No soy Marta —dije impulsivamente y sin ánimo consciente de mentir.
—Perdone —zanjó con educación un contrariado Cullen.
Aunque en realidad no mentí porque no me llamo Marta sino Isabella, no sé por qué hice aquello. Es posible que mi colegio interior me hiciese jugar de nuevo; es posible también que esos nervios que me asaltaron al escuchar su voz, esa voz que me resultó cálida y tierna a la vez, me bloquearan haciéndome decir que no era Marta. Ni lo supe, ni lo sé. Sólo sé que en mi Messenger podían leerse todo tipo de sapos y culebras, aunque algunos sapos, y más de una culebra, me gratificaron mucho: ¡Qué lástima!: espero que tú tengas una voz tan bonita como el 7. Hummmmmmmmm, ¡qué voz tenía el 7! Hummmmmmmmm: Qué ganas de follar con el 7. Sigamos... Joder: otro sin cobertura. Sólo me queda el 9, Marta: ¡por cojones tienes que ser el 9!... Grrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr, ésta me la vas a pagar: te juro, perra mía, que ésta me la vas a pagar... El 9 tampoco es: Joder... Tengo el látigo que echa humooooooooooooo.
—Vale, AMO: Ahora debes elegir.
— ¿Aún no te has enterado de que las órdenes las doy yo?
—Si no te ordeno, AMO, sólo te sugiero que si quieres saber mi teléfono, elijas.
—Pero si pregunto por Marta, yo sí te ordeno que me digas que eres tú...
—Prometido, AMO, prometido.
—Bien, pues prepárate porque voy a marcar el 634 27 86 07. Sé que esa maravillosa voz es la de mi sumisa.
Ya no había lugar a más juegos. El móvil sonó y la misma voz de antes preguntó por Marta:
—Sí, AMOCULLEN, soy Marta.
— ¡Joderrrrrrrrrr! Me vas a matar. Iba a castigarte severamente, pero con esa voz sólo me apetece ponerme unas alas para llegar hasta tu casa, morderte la boca y darte con la fusta en el culo.
— ¡Glups!
—Mira, llevabas razón en lo de que eres una potrilla. Tu doma va a costar más tiempo del que pensaba. En primer lugar me debes obediencia y respeto, ¡no lo olvides!
—Ya, AMO, si te respeto, pero he pensado que mi placer es darte placer a ti, y a ti seguro que te da mucho placer jugar conmigo. ¿A que sí?
— ¡Salvaje! Me vas a hacer estar más pendiente de ti de lo que esperaba... Por cierto, ¿llevas aún la ropa de esta mañana?
—Sí, todavía no me la he quitado.
—Bien, pues túmbate en la cama y ¡ábrete de piernas!
— ¿Cómo?
—He dicho que te abras de piernas, zorra.
En ese momento, experimenté otra sensación desconocida hasta entonces. Y conste que no me refiero a los constantes insultos de perra, zorra o puta que, además de ser parte del juego y de este teatro sadomaso, por un lado sólo afectaban al aspecto formal de esta historia, y por otro, no me pillaron de susto porque Cullen ya me había comentado que cuando tiene sumisa, nunca la llama con diminutivos. Tampoco me refiero al polvo que Cullen decidió echarme porque, aunque hubiera sido virtualmente, ya habíamos follado por Messenger. Me refiero al sexo telefónico o ese fantástico revolcón que, siguiendo las pautas de El MAESTRO, nos dimos aquella tarde, excitados, sin duda, no ya por el poder del anonimato sino por el poder de la erótica de la voz, con esos apasionantes susurros y jadeos telefónicos que todavía me ponen los pelos de punta...
—He dicho que abras bien las piernas, zorra.
—Pero...
—No hay peros. Ahora mete un dedo en el coño junto con el panti.
— ¿Cómo? ¿Con el panti has dicho?
—Sí, con el panti... ¡Mete el panti dentro! Vamos: clava tu panti en tu cueva y mete un dedo como si quisieras romper el panti. ¡Hasta el fondo!
—Es que...
—Es que, ¡nada! Haz que el panti roce las paredes de tu interior, haz que te acaricie la vagina con esa textura que desconoce.
—Pero será muy áspero...
—Ya lo sé. Túmbate, abre las piernas como una langosta y haz que tus rodillas toquen el colchón. Después, ¡mete otro dedo más!
—No...
—Obedece: podrás hacerlo si te dejas llevar y abres muy bien las piernas. ¡Hazlo! No dejes de follar con el panti. Haz que tu sexo se llene de panti.
—He dicho que nooooooooooooooooooo.
— ¡Vamos, vamos! ¡Es una orden!
—Bufffffffff, AMOOOOOOOOOOOOOO.
— ¿Cómo tienes los pezones?
—Me encantaría que los acariciases...
— ¿Cómo que acariciar? Agárrate los pezones y retuércelos mientras sigues con el panti.
—.......................................................
— ¡Date placer! ¡Da placer para tu AMO! Retuerce los pezones con fuerza. Imagina que mis manos quieren arrancar tus pezones...
—..........................................
—No pares de sentir cómo te llenas de placer...
—..........................................
— Date duro y tira fuerte de los pezones...
—..........................................
— ¡Vamos! ¡Ya te he dicho que es una orden!
—Hummmmmmmmmmm, AMO. ¡Date placer tú también!
—La tengo en la mano, y estoy tan caliente que no aguantaré demasiado. ¡Vamos!: sigue y dale tu placer a quien le pertenece. ¡Dáselo a tu AMO!
—Hmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm.
—Vamos, dámelo. ¡Joder, me voy a correr! Córrete. ¡Ahora! Córrete para tu AMO. ¡Ahora!
—............................................................
— ¡Vamos, córrete!
—.............................................................
— ¡Ahora!
—Sííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííí Yaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa Síííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííí.
—Bien, bien: me gusta que mi sumi se corra para mí cuando yo se lo ordeno.
—Buuuuuuuuuuuuuuuuuffffffffffffffffffffffffffffff.
— ¡Me encanta que tu orgasmo y tú hayáis sido obedientes!
¿Cómo? ¿Ha dicho mi orgasmo y yo?, pensé. ¿Pero qué dice? ¿No era Platero y yo? En aquel momento, después de la broma de turno reparé en esa surrealista orden, consistente en que la sumisa tenga su orgasmo en un momento determinado. Un AMO podrá intentar controlar muchas cosas, pero no las funciones fisiológicas de la sumisa o las que, a veces, ni siquiera ella puede controlar. ¿Acaso el orgasmo no es una función fisiológica? ¿Serán así de prepotentes todos los AMOS, o lo de ordenar el orgasmo es sólo una manía de Cullen? ¿Intentar manipular la mente para que el éxtasis también obedezca las órdenes referidas a su tiempo y forma, no sería el colmo del control mental? En fin, ya sé que el auténtico sexo está en la cabeza, pero ¿la hazaña no sería digna de inscribirse en el Guinness?
Ante la nueva duda, eché mano de un oráculo muy especial: alguno de los archivos sobre BDSM que tanto me escandalizaron en su día y, más concretamente, a las ya recurrentes 55 reglas de oro de una esclava. Sorprendida, observé cómo una de sus cláusulas resolvía de un plumazo todas mis dudas, al tiempo que las iba transformando en nuevas zozobras difíciles de calificar.
¡Muda! El BDSM volvió a dejarme muda:
Tus orgasmos serán siempre autorizados y administrados por tu Amo y Señor. No tendrás ninguno sin su permiso, que incluso suplicarás cuando estés siendo usada por él. Si incumples esta regla te expones a un castigo severo. Sin comentarios, me dije. Sin comentarios...
Los polvos telefónicos, que, por cierto, se repitieron a diario, sustituyeron a los cibernéticos. Total: que desde que había entrado en el chat hacía entonces alrededor de quince días, entre algunos mensajes privados que brotaban de la sala de Amos y sumisas, los sueños eróticos con Cullen, el sexo cibernético del Messenger, y ahora el telefónico, estaba follando más que nunca y de formas y maneras tan nuevas, como nuevas me resultaban las posibilidades amatorias del mundo cíber. Pero, eso sí: después de los revolcones telefónicos, Cullen siempre aprovechaba para agradecer, enternecerse y, de nuevo, ¡volver a ordenar!:
—En fin: ¿Estás bien?
—Sí, AMO, muy bien. Gracias.
—Voy a darte nuevas órdenes por el Messenger para tu periodo de doma, pero te aviso: he estado toda la noche pensando en lo que te voy a pedir y no creo que te guste mucho.
—No, AMO, latigazos no, por favor... No empieces con el rollo de los azotes.
—No, eso no ha llegado todavía.
—Gracias: eso que gana mi cuerpo...
—Ya te dije una vez que estás equivocada. Algún día entenderás que no lo ha ganado tu cuerpo, sino que tu cuerpo se lo ha perdido. En fin, sigamos: te mando un archivo por Messenger y luego lo comentamos.
Yo no quería vivir el rollo de los azotes ni en pintura, pero Cullen se comportaba respecto a este tema como si me hubiese perdido una fascinante aventura sin igual. ¡Qué locura! De repente, y cuando reflexioné sobre esto, recordé de nuevo aquel chiste en el que el masoquista le dice al sádico: Por favor, pégame, y el sádico, haciendo acopio de su sadismo, le niega lo que más desea cuando le contesta: No. O ese otro en el que de nuevo el masoquista le dice al sádico: Pégame, y el sádico le contesta: Vale, pero le pega su catarro... En fin, por llegar, mi cabeza llegó hasta Almodóvar y a Átame, aquella película cuyo título, en imperativo, siempre me pareció un poco sadomaso.
Lo que vino tras el teléfono y el tema azotes fueron unas cuantas anécdotas y órdenes que resumí, como pude, en el diario que le envié al día siguiente:
SEGUNDO DÍA COMO SUMISA
(Jueves 9 de marzo)
La verdad es que hoy es viernes, muy temprano, pero ya viernes.
Ayer estuve prácticamente todo el día hablando por MSN con AMOCULLEN y, sobre todo y ya por la tarde y cuando estaba en casa, por teléfono. Sí, sí: he dicho por teléfono porque este aparatito es una de las grandes novedades del día. Cullen me lo pidió aprovechando que no podía negarme porque ya soy su sumi, y debo obedecerle. No sé por qué lo hice, pero medio en serio y medio en broma, le obligué a averiguar el número porque sólo le di ocho, y no nueve cifras. Claro que ni me entiendo, ni comprendo por qué tras descolgar el auricular le dije que yo no era Marta. Bueno, en realidad no mentí porque me llamo Isabella, pero él no lo sabe. Al final me va a costar cara la broma porque me dijo que era muy rebelde y mi doma será difícil... ¿Seré idiota? Ahora lo voy a tener pendiente de mí a todas horas... En fin. Creo que me puse nerviosa al escuchar su voz. ¡Hummmmmmmmmmm! Me encantó, y sobre todo por la tarde y después de averiguar mi número, me encantó más aún con el pedazo de polvo telefónico que, sólo jugando con los tonos de la voz, me echó el muy canalla de Cullen...
¡Es increíble!, pero por hache o por be, por Messenger o ya por teléfono, con órdenes y desobediencias o con polvos y abstinencias, se nos pasan las horas como si fuesen segundos... Problema y de los gordos: tanto hablar, conocernos, mandar y rebatir órdenes y etc., etc., que ni él me habló ayer, ni yo le pregunté sobre la ropa de hoy, así que esta mañana cuando fui a vestirme me vino a la cabeza el caos. ¿Qué hacer si todo es tan nuevo? Pues no me hace nada de gracia, pero he optado por ponerme la misma ropa de ayer, aunque con otros pantis, claro... ¡Grrrrrrrrrrrrrrrrrrr!
Entre las conversaciones de ayer, destaco estas cosas:
— Que me cae muy bien, y creo que yo a él también.
— Que le encantó lo que escribí en mi diario, y a mí que le encantara.
— Que con un jueguecito infantil terminó conociendo mi teléfono, y casi me da un pasmo cuando escuché su voz.
— Que del sexo cibernético, pasamos al erótico, envolvente y cálido polvo telefónico que pone de manifiesto el poder de los susurros y la erótica de una voz...
— Que vinieron cuatro órdenes nuevas, y en concreto dos de ellas no me hicieron ninguna gracia. A saber:
1ª) No me puedo masturbar sin su permiso. ¡Ya estamos con el eterno asunto del «amor propio»! Grrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr. La verdad es que con esta orden que, para variar, me pareció arbitraria, no protesté mucho porque no soy muy ¿onanista? Aun así, ¡tiene delito la cosa! De todas formas, volvió a insistir con lo del periodo transitorio o «de doma», además de decirme que ÉL nunca consentirá que «su perra» pase hambre. En eso lleva razón. Cibernético o telefónico, me cae un polvo a diario, pero eso me confunde más: si no puedo hacerme pajas, ¿por qué no deja de incitarme y mandarme que me las haga, mientras me da las órdenes de ponte así, tócate allá, etc.? Supongo que querrá decir que yo no puedo tomar la iniciativa a la hora de masturbarme, pero que ÉL, en cambio, puede follarme e incitarme a la masturbación cada vez que le dé la gana...
Además, y por el simple hecho de ser su sumisa y ÉL mi AMO, debo confiar en su lógica y su psicología, aunque no entienda nada de nada. En fin. Se supone que ninguna de las órdenes que me da son de esas que no tienen ni pies ni cabeza, pero no sé, la verdad. ÉL me ha pedido paciencia y yo insisto en lo de darle unos votos de confianza, pero con la condición de que pronto pueda entender el porqué de ir sin bragas, depilarme el coño, no poder masturbarme, o ese afán por controlar mis orgasmos, por ejemplo...
Por cierto, parece que mi mente también quiere insistir en el hecho de que al principio y cuando nos conocimos, Cullen me llamaba por mi nick, es decir, por Marta, aunque con nuestros coqueteos y guerras eróticas, mentales y dialécticas constantes, enseguida me transformé en «perrita», para pasar, justo desde que el miércoles le di aquel sí tan parecido al sí de una novia, a ser su «perra», «zorra» o «puta». Ya tengo claro que lo de puta o zorra es por ese rollo de la humillación que guardan los AMOS en sus cabezas casi como una obsesión, aunque todavía me sorprende observar hasta qué punto me equivoqué con lo de perra. ¡Qué inocente! Yo pensando que tendría relación con la obediencia, pero Cullen me dice una y otra vez que me llama perra porque le encanta ver a su sumisa a cuatro patas, dispuesta a recibir todo lo que el AMO quiera, y caliente, ¡siempre caliente! Total: ÉL feliz con su perra y yo, partiéndome de risa cuando me llama así porque puedo jugar a ladrarle, contestándole: ¡GUAU!, AMO, ¡GUAU!
Con todo esto, pienso que no es tan descabellado sentirme como una novicia que, al entrar en el convento, ha perdido su identidad anterior, aunque en mi caso, en vez de convento, he dado el sí para adentrarme en la clausura del mundo BDSM. ¿Tendrá todo esto algo que ver con las bromas de la irreverente Clau?
2ª) No sé cómo explicar la siguiente orden que, por cierto, debatimos más que el propio debate de la nación... En un principio, me dijo que no podía disfrutar más que un polvo por semana. Entonces le hablé de mi reciente rollete urbano, es decir, de Marc o ese affaire que a veces me agobia, pero otras me hace tanto bien en una ciudad tan dura y alienante como Vancouver. Entre que sí, que no, que más, que menos, etc., etc., me encantó su capacidad de entender la situación y, sobre todo, de que valorara mi sinceridad. Bueno, ¡supongo que por eso es Cullen! Creo que esta relación nuestra, tan extraña y exclusivamente mental-virtual, por llamarla de alguna forma, nunca debe afectar a terceras personas.
Sólo una cosa tengo clara dentro de esta situación extraña: sé que mi primer límite está en no hacer daño a nadie, y la cibernética experiencia BDSM que estoy viviendo quiero que sólo se quede en mi interior.
Total: entre que sí y no, al final hemos quedado en que soy libre de practicar sexo cuando me venga en gana, con la condición de que le cuente cada uno de mis escarceos eróticos. ¿Tendrá morro o morbo este AMO? Por cierto, hay algo más difícil aún que una prohibición: ser consciente de que no debo pasarme porque estoy, según me dice una y mil veces, «en el periodo de doma». Prometo no pasarme: esta potrilla promete no pasarse. ¡Jajajajajajaja!
¡Ahora bien! El tío no se quedó a gusto hasta que no me dijo una cosa que me dejó las venas como eléctricas: «No olvides que tú eres de mi propiedad y todos tus orificios me pertenecen». ¿Cómo?, le contesté yo. «Sí, perra, sí: lee el contrato de antaño y verás como es así. Siendo benevolente, a Marc puedes cederle tu coño porque es mío y yo así lo consiento, pero ni de broma ¿eh?, ni de broma se te ocurra dejarle tu culo. Ese culo también es mío y no se lo cedo a nadie. Sólo yo lo puedo petar...»
¿Petar? A punto estuve de buscar la palabrita en el diccionario, pero preferí no hacerlo para no asustarme más de lo que ya estaba, pensando que petar es hacer explotar. En fin: a estas alturas, ¿habrá alguien que todavía pueda dudar que los AMOS están como cabras?
Una vez más pude entender lo que quiso decir con lo de ciertas «pertenencias», cuando leí ese contrato que nunca firmé, pero que parecía ir entrando en vigor en mi vida, sin que yo pudiera evitarlo:
«Tus órganos sexuales no te pertenecen. Como todo tu cuerpo son propiedad de tu Amo y Señor que dispondrá de ellos a su antojo. En ningún caso podrás usarlos para buscar placer por tu cuenta sin la autorización de tu Amo y Señor». ¡Lo que me faltaba!: ¡Del «amor propio», «al recto proceder»! ¿Pero cómo se me ocurre haber puesto cachondo a un sádico-AMO con lo de mi virginidad anal? ¿Cómo no voy a temblar, si en el famoso acuerdo se ilustraba a las sumisas sobre la naturaleza de «sus orificios», diciéndoles que su coño, su ano y su boca podrían ser follados indistintamente? En fin, lo de siempre: ¿dónde comprará Cullen los tornillos que ha perdido?
No es por nada, pero la orden de no follar, y sus múltiples contraórdenes, dio lugar a una complicidad aún mayor. Por ejemplo: ya sabe que tengo un rollete, pero se supone que no importa porque no es una relación estable. Además, no hay que olvidar que soy sumisa cíber y no sumisa real, aunque personalmente no entienda, ¡ni de coña!, por qué siendo sólo una sumisa virtual diga esas cosas de petar el culo y demás. Provocación: ¿me lo va a petar por el ciberespacio? ¡Jajajajajajaajaja! ¡Huy qué miedo!
En fin, no tengo más remedio que pensar que el BDSM está muy cerca de aquellas teorías de Freud sobre la fase oral y anal o las que, si en su momento se desarrollaron mal, siguen fastidiando la personalidad de alguien durante toda la vida. Porque lo de la fase oral tampoco es coña, si pensamos en otro de los artículos del famoso contrato que trata sobre la polla del AMO o ese órgano que, más que una polla, parecía un dios. ¿Vendría de ahí la obsesión de los AMOS por limpiarles la polla, beber su leche, follar la boca de la sumisa y hasta mearse encima de ella?:
«La polla de tu Amo y Señor requiere la máxima adoración. Cuando la introduce en cualquiera de tus orificios. Cuando la lames o la succionas. Cuando te la refriega por la cara. Cuando mana chorros de semen. Cuando te rocía con su orina o simplemente cuando está en erección, sea a la vista, o sea oculta». Y de nuevo en mi cabeza, ¿por qué nadie ha puesto un negocio para vender esas tuercas que perdieron los AMOS en aquellas fases de su lejana infancia? Como esto siga así, ¡creo que voy a pedir una subvención al Instituto de la Mujer!
Sin duda, entre unas cosas y otras nos conocimos mejor y me encantó que, al final, él me contara que también tiene su rollito, aunque no le guste el BDSM y se vean poco porque ella vive fuera. Al conocer estos datos, entendí por qué Cullen buscaba desesperadamente una sumisa cibernética. Claro, de esta forma, y practicando una dominación mental, que no por ello está exenta de poder expandirse y alcanzar alguna vez al mundo real, su novia, su sumisa y su BDSM están a salvo... Por cierto: me reafirmo en la idea del principio de que el BDSM es tan intenso, que resulta difícil de practicar o de soportar las veinticuatro horas del día y los siete días de la semana. Además, supongo que por eso suele ser parte de una doble vida, de un baúl oculto que algunos sujetos con una cotidianidad, digamos habitual, abren de vez en cuando para experimentar otras sensaciones o para llenarse de chispa, y así coger fuerzas para seguir con la vida normal. ¡Morbo manda!
3ª) También debo cuidar mi postura y mantener la espalda recta, pero eso sí, ¡sin cruzar nunca las piernas! La verdad es que si soy sincera, esta postura me viene bien para no encorvar la espalda, mantener las tetas en su sitio y hasta hacer abdominales sin tener que ir al gimnasio. El problema es vencer la inercia de echar la espalda hacia delante, sobre todo cuando estoy leyendo o frente al ordenador... Además, el porte se complica porque, sin la grosería de espatarrarme, también debo mantener separados mis muslos en uno o dos centímetros. ¿Tendrá algo que ver esta orden con una de las «55 reglas de oro de una esclava» que trata el tema de la postura?:
«En presencia de tu Amo y Señor cuida tus gestos, tus posturas y tus movimientos, de forma que resulten excitantes. Descubre tú misma cuándo le apetece verte insinuante y sensual y cuándo desea que seas la más guarra y la más salvaje de las putas». ¡Hummmmmmmmm! Creo que este articulito es de los que más me ponen. ¿Será por lo de «ser la más guarra y salvaje de las putas»? No entiendo nada, pero ¿cómo puedo esperar entender algo, si no me entiendo ni yo?
4ª) Fastidio absoluto: debo pedirle permiso para salir con unos y con otros y hacer o no hacer... Lo cierto es que tiene su morbillo eso de poner un mensaje por móvil pidiendo permiso a un desconocido, de la misma forma que un niño de párvulos pide permiso a la maestra para ir al baño. «AMO, ¿me dejas ir a cenar con unos amigos esta noche?» Y la respuesta: «¿Sólo amigos?». Y la contrarréplica: «Te lo prometo, AMO, sólo amigos». Y la conclusión: «Si sólo son amigos, puedes. Me gusta que mi sumisa sea feliz». Y la cortesía final: «Gracias. Me gusta que mi AMO me ame».
Acostumbrada a entrar y salir cuando y con quien me dé la gana, me va a costar un montón obedecer esta orden, yo lo sé... Hoy, por ejemplo, con su permiso, claro está, me voy todo el fin de semana a ver a mi familia que vive a casi cien kilómetros, y ayer, después del trabajo en el que últimamente paso mis horas, aunque sin trabajar nada de nada, estuve, de nuevo con su permiso, con mis amigos del alma. Una noche estupenda: cenita rica, casita superbonita la de Fabián y Estrella, música y jugosa charla. A lo tonto, llegué a casa a las dos de la mañana, ¡y eso que no había dormido nada el día antes!...
Resumen: Desde hoy viernes y hasta el domingo que vuelva de ver a mis padres, no tendré más órdenes, aunque debo cumplir férreamente las que me ha dado ya. Por suerte, AMOCULLEN me ha liberado de las faldas porque le he dicho que en mi pueblo voy al campo, paseo a mi perro y monto en bici. ¡Menos mal! Eso sí, ahora con el móvil, si me surge cualquier imprevisto para salir o entrar con quien sea, debo decírselo en un mensaje... ¡Menudo rollo! ¿Lo aguantaré?
Por lo demás, fin de semana: Libreeeeeeeeeeeeeeeeeeeee.
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