El pueblo de Torterra estaba exultante porque los duques de Vulturi asistían a la boda.Bella había previsto una ceremonia íntima,pero en cuanto la madre de Edward había empezado a hacer la lista de los invitados«obligatorios»…había terminado invitando a todo el pueblo.Era la ventaja y el inconveniente de casarse en la iglesia parroquial en la que Edward se había formado.
Bella había llegado a la iglesia en el coche particular del duque y se marcharía en su coche abierto,con su marido a su lado.Ahora ella y Alec se encontraban a la puerta del templo,esperando a que sonara la música que anunciaba la llegada de la novia.Llevaba un elegante vestido blanco de larga cola y portaba un ramo de rosas.
—Estás preciosa,Bella—dijo Alec a media voz.
—Gracias—contestó ella mirándolo.
—La alta sociedad de Londres no será lo mismo sin ti.
—Pues yo no voy a echarla de menos—replicó ella con una risa discreta—.¡Qué extraño!¿verdad?Hubo un tiempo en que deseaba desesperadamente formar parte de ella.
—Estoy seguro de que el príncipe de Gales te recibirá encantado si decides relacionarte con la élite londinense.
—Lo sé.Nos lo decía en la nota que acompañaba su regalo.Siempre me he sentido bien recibida,pero ya no es lo que me hace feliz.Y tampoco haría feliz a Edward.Lo quiero tanto,Alec.—Le puso la mano en el brazo—.Nunca entendí muy bien por qué Tanya y tú arriesgasteis tanto para estar juntos.Ahora lo entiendo.No hay nada más importante para mí que el hombre que me espera junto al altar.
—Y no hay nada más importante para él que tú.
—Sólo espero que no llegue a lamentar el que no podamos tener hijos.
—Dicen que pasar por un arco cura muchos males.Me atrevería a decir que esta noche pasarás por más de uno—dijo Alec esbozando una sonrisita maliciosa.
—¡Huy,chico malo…!¿Cómo te atreves a insinuar…?—Si otro hombre le hubiera hablado en ese tono,se habría ofendido,pero Alec y ella eran amigos íntimos y aunque nunca había visitado su cama conocía a muchas de las mujeres que lo habían hecho.
Apartó la mirada y sintió cómo el rubor le iluminaba el rostro.Sospechaba que tenía mucha razón.Sin duda aquella noche pasaría por un arco,el de Edward.
Al oír la música resonar por los tubos del órgano,respiró hondo y puso la mano en el brazo que Alec le ofrecía.
—¿Estás lista,condesa?—le preguntó.El tratamiento le sonó raro,consciente de que sería la última vez que la llamarían así.En cuanto intercambiara los votos con Edward,volvería a ser plebeya,aunque sospechaba que él jamás la vería como tal.
—Estoy lista para despojarme de todo el boato de la aristocracia—dijo sin remordimiento—.Nunca me he sentido más feliz o segura del paso que voy a dar.
—Edward es un hombre afortunado,Bella.Si no estuviera locamente enamorado de mi esposa,lo envidiaría.
—Envídialo de todas formas—dijo ella pellizcándole el brazo.
La risa de Alec los acompañó al interior de la iglesia;después,cuando la inmensidad de la ocasión se apoderó de ellos,ambos enmudecieron.La iglesia estaba abarrotada y Bella pensó que incluso los no creyentes habían asistido a la ceremonia. Pero la muchedumbre dejó de importarle en cuanto sus ojos se encontraron con los de Edward,que la esperaba junto al altar.Emmett,el padrino,estaba de pie a su lado.
Sin embargo,sólo pensaba en que iba a casarse con el único hombre que podía hacerla verdaderamente feliz.Estaba tan guapo allí de pie,que la dejó sin aliento y olvidó que caminaba junto a otro hombre hacia el altar.
De hecho,apenas era consciente de que caminaba.Era como un sueño del que sabía que jamás despertaría:aunque nunca tuvieran nada más que aquello,ya lo tendrían todo.
—¿Quién entrega a esta mujer?—preguntó el pastor.
—Yo,duque de Vulturi,la entrego—contestó Alec.
Luego desapareció y Bella se encontró junto a Edward,con la mano entre las de él.
—¿Estás segura?—le preguntó en voz baja.
—Estoy segura de que te quiero.Estoy segura de que deseo pasar el resto de mi vida contigo.
—No necesito saber más.—Se volvió hacia el pastor y le hizo un gesto de asentimiento.
—Queridos hermanos…
Sus palabras se propagaron y resonaron con fuerza.La ceremonia resultó a un tiempo breve y demasiado larga:se intercambiaron los votos,Edward le puso un sencillo anillo de oro en el dedo y le dio un tierno beso.Después,Bella oyó las palabras que llevaba una eternidad esperando oír.
—Me complace presentaros al señor Edward Cullen y a su esposa.
|