Entrar a la primera clase del día no fue esperadamente traumático, solo las partes que recuerdo. Mi profesora de Literatura era una viejita adorable. Mis compañeros ni siquiera los detalle a todos, bueno solo el tal Black que tuvo el descaro de tomar de mi mano, aunque después era yo la que no se la quería devolver. Creo que el transcurso de los hechos pasó demasiado rápido, los nervios que acumulaba no me hacían pensar con claridad.
Después de mi primera entrada triunfal a lo que iba ser mi nueva escuela, tenía que pedir apuntes, según escuche la semana que viene empezaría los exámenes parciales de lapso. Soy buena memorizando algunas cosas, pero en las matemáticas soy fatal. Debía entrar a la próxima clase, confundida revise los cincuenta papeles que tenía en mano, era clase de Historia, por lo menos era llamativa para mi, soy del tipo de personas que no se aburriría con un cuento nuevo o viejo, si a mí me encantaba contar algunos de los míos, solo lo necesario.
Dentro de la clase de Literatura me paso un hecho que no olvidaría en meses, me habría encontrado con los ojos negros como la noche sin luna, su sonrisa iluminaba todo su rostro. ¡Es tan bello!- pensé.
Saliendo del aula, por estar huyéndole a esa sonrisa de portada de revista, tuve mi segundo encuentro de la jornada, no podía creer que mi primer día fuera tan acontecido. Entonces camine tan rápido que choque, el tropiezo fue tan fuerte que me caí encima de un muchacho, cuando lo vi al rostro solo pronuncié una frase: ¡Es el chico de los ojos dorados!- grité, todos me miraron con cara de asombro, mi cuerpo temblaba sin parar, al principio lo que me llamó la atención de su rostro eran sus ojos, eran de ese color de mis sueños, el rostro del atropellado era el más perfecto visible entre todos los chicos con los que me había cruzado, mi visión no era tan amplia para el sexo masculino, él sólo me miraba con ojos de asombro, entonces escuche que me dijo ¡Soy el chico de tus sueños!. Su mano estaba en mi cintura, su respiración se entrecortaba, decidí hablarle, mejor no, me invadían las inseguridades, pero si no le decía una solo palabra mi garganta se quemaría de todo lo que tenía que debía expresarle, él se levantó y por supuesto me ayudo a levantarme, se tocó su cabello como queriéndolo peinar, su cabello castaño claro se le veía pasar entre sus dedos, de repente su mirada cambio y se tornó muy seria, me miraba como si quisiera asesinarme, me volvió a penetrar el pánico, esa vez era por su actitud, un poco extraña conmigo, yo me sacudía la ropa, el hacía lo mismo, hasta que me arme de valor y le dije: ¡Discúlpame!- dije con un tono no tan convincente, en realidad quería volver a caer sobre él. El sólo me miraba de abajo hacia a arriba.
- No te preocupes, creo que estás aturdida- dijo mirando extraño.
- Mmm bueno la mayoría del tiempo soy así- dije arrogante.
- Disculpa me tengo que ir, tengo prisa- seguía mirándome feo.
- Está bien, y disculpa- seguía con la mayor de las penas.
Como podía ser tan estúpida, pobre muchacho, me miraba así porque lo tumbé al suelo, el andaba solitario parecía que no tenía amigos, me identificaba tanto con el, su aspecto era de un chico normal con vestimenta juvenil, entonces recordé lo que me dijo.
- Hey chico, regresa- grite corriendo por todo el pasadizo. Ya no estaba por ningún lado, había desaparecido de manera ágil. Quería preguntarle que fue lo que dijo cuando le caí encima, será que mis oídos estaban limpios, o sólo fue una alucinación de la violenta caída.
El asunto era que se me estaba haciendo tarde, pero tenía demasiada hambre, necesitaba merendar algo para entrar a la clase de Historia, donde seguramente si el profesor hablaba mucho, me daría sueño, camine rápido hacia el comedor, la cola era increíble, y no conocía a nadie para adelantarme en la fila, que mal, mi primer día no podía ir mejor. Estaba de ultima, delante de mi, estaban como 20 personas, esto avanzaba lento pensé. Escuché que alguien gritaba mi apellido, saque la cara mirando hacia delante para ver quien me llamaba, a lo mejor oí mal, nadie me conocía, seguían gritando mi apellido, volvi e hice la misma operación anterior.
- Swan haz la fila con nosotros- gritó.
- ¡Oh no! Era el tal Black ese- dije con asco.
Era tan tarde que su ofrecimiento se me hacia agua la boca, mira hacia atrás y luego hacia adelante, camine hacia donde estaba el y su grupo, puros hombres bronceaditos y con sonrisa fascinadora, parecen cortados con la misma tijera, yo no decía nada, lo único que intentaba era no mirarlos, todos son tan ególatras, seguía mirando sin rumbo hasta que uno de ellos me habló.
- Hey chica nueva, te vimos en clase, no pareces tan amigable- dijo con tono gracioso.
- Mmm yo soy así- respondí de forma grosera.
- Bueno mi nombre es Quil, mucho gusto nueva.
- Mi nombre ya lo debes saber- seguía molesta.
- Bueno muchachos no se metan con mi chica- dijo con tono asegurador y sonriendo completamente.
- ¿Tu chica? Yo no soy…mis palabras se entrecortaron.
La fila avanzó, logre merendar, menos mal no era tan tarde, mi estomago estaba satisfecho, revise mi celular y seguía sin novedad, mis antiguos compañeros no se acordaron de mi el día de hoy.
- Swan, ¿qué clases tienes ahora?- me seguía mirando como si fuera su “chica”.
- Historia, ah y gracias- respondí más amable.
- Nosotros tenemos baloncesto, así que nos despedimos, espero verte en Literatura.
- Está bien- hice una mueca con la boca.
Miré mi reloj y faltaban cinco minutos para comenzar la clase, salí del comedor como pude, subí las escaleras, ojala hayan puestos, pensé. Al abrir la puerta, el aula estaba llena, tome el lado derecho del sitio para buscar un pupitre, cuando voltee, estaba allí, mis ojos dorados entonces estaba viéndome como si fuera a matarme.
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