Nunca le había molestado la luz del sol,pero aquella mañana no soportaba el modo en que se colaba por las ventanas y se le metía en los ojos.Le dolía la cabeza y su boca albergaba un regusto de lo más asqueroso.Tenía el cuello rígido y dolorido y los hombros tensos.Nunca se había sentido tan mal después de combatir un incendio,aunque los incendios sólo ponían en peligro su cuerpo,no su corazón.
En medio de gruñidos y quejidos,levantó ligeramente la cabeza y se la sujetó con una mano.Habría preferido usar las dos,pero el otro brazo se le había dormido y empezaba a despertarse ahora para sumarse a su desgracia.
—Toma,bébete esto—dijo una voz grave y arrastrada.
Con gran dificultad,levantó los ojos entrecerrados para mirar al hombre que estaba de pie delante de él.Era alto y llevaba puesto algo que,aunque parecía un gabán,no lo era.Edward centró la mirada en el vaso que el joven le ofrecía.
—¿Qué es?—dijo con voz de ultratumba.
—Mi remedio particular para la resaca.Sabe a rayos,pero aliviará un poco el daño que,a juzgar por todas esas botellas vacías,te has hecho.
—¿Qué tiene?—preguntó Edward tendiendo la mano temblorosa para coger el vaso.
—Es preferible que no lo sepas.Tú bébetelo.Lo mejor es que te lo tomes de un trago conteniendo la respiración,para que no lo huelas y no te sepa tan mal.
Edward siguió el consejo y se bebió aquel líquido espeso y nauseabundo de un trago.Lo recorrió un escalofrío.Al dejar el vaso en el escritorio,vio que los libros contables estaban ordenadamente amontonados a un lado.Volvió a mirar al desconocido.
—¿Y tú quién eres?
El desconocido se sentó en la silla,levantó una pierna y la puso sobre la otra,apoyando el tobillo en la rodilla.En el muslo depositó un sombrero que Edward jamás había visto en el elegante Londres.
—Dímelo tú.
—¿El diablo…dispuesto a pactar?
El desconocido soltó una carcajada grave y sonora acompañada de un destello de sus ojos oscuros.
—Pactaría encantado el modo de salir de ésta si pudiera pero,según Black,no tengo elección.
—Eres el conde de Forks.
Al joven desconocido se le enturbió el gesto.
—Eso me han dicho.
—Te pareces a tu padre.—Y un poco a él mismo.Los separaban unas generaciones,pero los rasgos de los Cullen eran visibles.
Con un profundo suspiro,se recostó en la silla,sorprendido al comprobar que se encontraba algo mejor.
—No tenía previsto que nos conociéramos en circunstancias tan bochornosas.
—A lo largo de los años,también yo he ingerido mis buenos whiskies y no tan buenos.Espero que no haya sido el descubrimiento de mi existencia lo que te haya hecho recurrir a la bebida.
—No,en absoluto.Nunca me he sentido realmente cómodo en tu puesto.No lo echaré de menos,pero me preocupan algunos asuntos que quería comentarte,aunque me gustaría adecentarme un poco primero si no te importa.
—Claro que no me importa—dijo frotándose la mandíbula—.A mí tampoco me vendría mal arreglarme un poco.
—Pediré a los sirvientes que te lleven a tu dormitorio.¿Te parece que volvamos a vernos aquí en una hora?
—Por mí perfecto.
—Estupendo.
Aunque no se sentía estupendo precisamente,Edward no estaba seguro de que fuera por el alcohol,sino más bien porque,antes de que terminara el día,lo despojarían de todo aquello y ya lo echaba de menos.
Edward se había preparado para que el heredero no le gustara en absoluto,pero Sam Cullen era un tipo de lo más agradable.
—¿Quieres comer algo?—le preguntó Edward cuando volvieron a encontrarse en el estudio.
—Me muero de hambre.
—Pues vamos a pedir que te sirvan comida.Cualquier cosa que quieras,desees o necesites no tienes más que pedírsela a los sirvientes.Se encargarán inmediatamente de ello porque su trabajo consiste en complacerte y facilitarte la existencia lo máximo posible.Te los presentaré y te explicaré cuál es la tarea de cada uno.
—En el piso de arriba,un tipo quería vestirme—dijo Forks sonriendo.
—Sería el criado personal del conde.
—Soy perfectamente capaz de vestirme yo solito.Tuve que apuntarle con el arma para que le quedara claro.
—¿Vas armado?—preguntó Edward.
—Soy pacifista.Pero no voy a ninguna parte sin ella.
—Te aseguro que aquí no necesitarás un arma.
—Me siento desnudo si no llevo una en la cartuchera.
Bella no iba a dar abasto con ese conde…De repente se dio cuenta de que pronto la condesa prestaría toda su atención al duque.
—No hace falta que te disgustes tanto por lo del arma—intervino Forks—.Nunca la llevo dentro de casa.
—No,pensaba en otra cosa—dijo Edward con una sonrisa forzada—.Vamos.El almuerzo debe de estar listo.
Se sentaron uno frente al otro,cada uno a un lado de un pequeño fragmento de la mesa en lugar de en extremos opuestos,porque el nuevo conde no quería tener que hablar a voces y que lo oyeran.A Edward le gustaba cómo pensaba.
—¿Qué sabes de mi padre?—preguntó Forks.
—No mucho.Yo no lo conocí.
Forks lo miró algo sorprendido.
—Era primo tuyo,¿no?
—Primo lejano,sí.Así que tú también lo eres.
—No debía de ser un hombre muy agradable,a juzgar por lo que hizo mi madre.O eso,o ella no sentía mucho aprecio por mí.No la recuerdo—negó con la cabeza—.Ni a él tampoco.
—Por lo que he podido averiguar,tu madre era una mujer muy bondadosa.Tu padre era un poco tirano.Su viuda podrá hablarte más de los dos,porque los conoció a ambos.
—¿Dónde está?
—En Forks Hall,una de tus propiedades.
—¿Una de ellas?
—Tienes,tres.Luego te enseño los libros y te explico cómo funciona cada una.
—He echado un vistazo a algunos de los libros mientras dormías.
—¿Se te dan bien los números?
—Sí—respondió con desenfado.
—Estupendo.Eso nos facilitará la transición.—Temió que el nuevo conde pecara de optimista.Bella desaprobaría el atuendo de aquel hombre:sus pantalones eran de un tejido que Edward no conocía,su camisa parecía de algodón blanco y su corbata era poco más que hilo trenzado;no llevaba chaqueta ni chaleco.
—Háblame de la viuda—dijo Forks.
—¿La viuda?
—La viuda de mi padre.
—Ah,sí,lady Forks.Bella.Es extraordinariamente bondadosa y generosa.Tu padre no la incluyó en su testamento.Antes de saber que estabas vivo,yo me ofrecí a pagarle veinte mil libras como muestra de gratitud por ayudarme a aprender mi papel de conde.Yo no poseo esa suma pero,si no tuvieras inconveniente en seguir abonándosela tú,yo te lo iría devolviendo.—Durante el resto de su vida para ser sinceros.
—En el barco,alguien me dijo que una libra es como cinco dólares.
—No tengo ni idea.Nunca he necesitado saber las equivalencias con la moneda americana—aclaró Edward negando con la cabeza.
Forks se recostó en la silla y estudió a Edward.
—Eso es muchísimo dinero.
—Lo sé muy bien,pero ella lo merece.Va a casarse con el duque de Tanner en primavera,pero hasta entonces la encontrarás muy útil.
—De acuerdo—dijo Forks asintiendo con la cabeza—.Respetaré el trato al que llegaste con ella,pero no es necesario que me devuelvas nada.Lo consideraremos un gasto más de gestión de la finca hasta mi llegada.
—Como bien has dicho,es mucho dinero.
Forks miró alrededor mientras agitaba el tenedor en el aire.
—No necesito nada de esto,Cullen.Llevo trabajando desde los diecisiete años y ahorrando.Tengo tierras y ganado.Admito que la casa que me acabo de construir no es tan elegante como ésta,pero es mía.Levantada con el sudor de mi frente.Yo mismo clavé muchos de los clavos.Aún no sé lo que hacer con todo esto,pero no creo que encaje.
—Confía en lady Forks.Cuando haya terminado contigo,no te cabrá duda de que naciste para ser el dueño y señor de todo.
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