Mientras paseaba por los jardines envuelta en su capa,Bella pensaba en lo ingenuos que habían sido Edward y ella al pensar que todo podía volver a ser como antes de que se enamoraran.No habían vuelto a acostarse juntos desde su última noche magnífica,pero la atormentaba la idea de no volver a experimentar jamás algo tan maravilloso,tan extraordinario.Probablemente pocos aristócratas,con sus matrimonios de conveniencia,eran tan afortunados,por lo que ella podía sentirse más que agradecida de haber vivido algo así.
Procuraba tranquilizarse con las palabras de Tanner a su partida.—Tú y yo seremos felices juntos—le había asegurado besándole la mano.
Ella había sonreído.Aunque,en su interior,el corazón se le había hecho pedazos.Era un hombre amable y cariñoso,pero ella nunca lo amaría y en el mejor de los casos,entre ellos la pasión escasearía.Maldito fuera Edward por mostrarle el milagro del fuego cuando ella se contentaba con el hielo.
Echó un vistazo a los jardines en los que siempre había encontrado consuelo.Ya no hallaba ninguno.Se avecinaba el invierno y también su partida,con lo que Forks Hall le parecía doblemente triste.¿Tan vanidosa era que pensaba que incluso las plantas la echarían de menos?
Ella sí añoraría todo aquello,aunque jamás lo hubiera pensado.Bajo el cuidado de Edward todo era distinto:cálido,vibrante,vivo…igual que si fuera primavera.
Volvería a Forks Hall de visita quizá y a medida que pasaran los años,estas visitas serían cada vez menos frecuentes,hasta cesar por completo.Tal era el precio de la imperfección.No conseguía nada con aquel triste paseo por los jardines.Tenía mucho que hacer para asegurarse de dejarle todo perfectamente organizado a Edward.Dudaba que pudiera serle de mucha ayuda una vez casada.Si bien quizá el duque comprendiera que no podía dejar al conde completamente solo.
Debía encontrarle una esposa y pronto.Si no fuera por sus múltiples exigencias y su insistencia en la importancia del amor…Como ella siempre había sospechado,el amor no servía más que para complicarlo todo.No obstante,se alegraba de haberlo tenido,aunque sólo fuera por un tiempo.
Volvió a su dormitorio.Pronto se reuniría con Edward en la biblioteca para su sesión de lectura vespertina.Ya casi nunca se reunían en la sala infantil.Progresaba bastante,aunque todavía se atascaba un poco con las palabras largas o las que no se pronunciaban exactamente igual que se escribían.Se preguntaba cómo seguiría aprendiendo después de casarse.
Quizá tuviera que contratar a un tutor,secretamente,claro,porque no se atrevía a revelarle al duque que apenas sabía leer.Descartó la idea tan pronto como se le pasó por la cabeza.No quería estrenar su matrimonio haciendo cosas a espaldas de su marido.No,ya había vivido así y no volvería a hacerlo.Quería que su nuevo matrimonio fuera completamente distinto del primero.
Miró el joyero.Nunca había leído la carta de Edward;se preguntó si sería preferible dejarla como estaba.¿Y si le decía cosas desagradables?No,no podía imaginar algo así de el.Le picaba la curiosidad.Si alguna vez pensaba leerla,debía hacerlo antes de salir de Forks Hall,de forma que si encontraba alguna palabra compleja pudiera consultarla con él.
Entonces recordó que él le había dicho algo de la carta durante la visita del duque.Que si la leía sabría cómo tenía previsto encontrar esposa.¿Qué demonios había escrito en ella?Si la leía ahora,¿podría encontrarle esposa en seguida?
Colocó el joyero sobre la cama e inició el ritual de retirar las bandejas y las joyas hasta llegar al doble fondo.Allí estaba la carta,sana y salva,donde ella la había guardado hacía una eternidad.La cogió y la sacó del sobre.
Siempre le había encantado la caligrafía del conde y seguía gustándole,pero ahora podía valorarla mucho más.No pudo leerla tan fácilmente como esperaba,ni pudo descifrar buena parte de su contenido…sobre todo el fragmento sobre la confirmación silenciosa.
Así era como ella se había enamorado de él.No como un estallido a bombo y platillo sino paulatinamente,durante conversaciones a media voz,pacientes lecciones,tiernas miradas y suaves caricias.Lo amaba tanto que le dolía.Pero le dolería más no hacerlo.
Retuvo las lágrimas que querían brotar de sus ojos.Habían pasado una última y magnífica noche juntos que debía durarles para toda la vida.Aunque ella albergaba la esperanza de que quizá algún día,cuando fueran ancianos de pelo blanco y vista cansada,cuando él ya tuviera descendencia y su esposa hubiera muerto,pudieran volver a estar juntos.Tal vez pudieran compartir sus últimos años.Era algo por lo que ilusionarse,con lo que esperanzarse,una razón para creer que no todo estaba perdido.
La idea la entristeció:darse cuenta de que debían posponer la verdadera felicidad hasta que nacieran sus hijos y murieran sus cónyuges,hasta haber vivido grandes alegrías y soportado grandes pérdidas.
Se contentaría con el duque,pero Edward le había enseñado que el gozo era mucho mejor.Los hijos de él serían una dicha para ella.Les enviaría regalos y los vería crecer y convertirse en los jóvenes extraordinarios que sabía que serían.Los hijos de Edward no podrían ser menos,porque él sería su modelo y su tutor.
Con cuidado,dobló la carta.La guardaría para leerla en las noches en que se sintiera sola.Otra idea que la entristeció:la posibilidad de sentirse sola por las noches. Estaba a punto de esconder la carta en su sitio cuando su mirada se detuvo en la otra carta,la que la condesa le había escrito en su lecho de muerte.La sacó.Al menos podría cumplir los deseos de la condesa,debía hacerlo antes de casarse,mientras Edward aún pudiera ayudarla.Probablemente habría palabras en la carta que no lograría descifrar,pero Edward la ayudaría si hacía falta y juntos podrían hacer lo que fuera que la condesa le hubiese pedido.
Cerró los ojos.¿Estaba únicamente prolongando lo inevitable?¿Buscaba una excusa para evitar que Edward desapareciera de su vida?¿Se pasaría la vida intentando encontrar una razón para tenerlo a su lado?«Léeme,ayúdame con esta palabra,¿crees que sé lo suficiente para leer este libro?»
Obviamente,no podía pedirle nada de eso al duque.¿Cómo iba a explicarle que aún no entendía algunas palabras sin contarle que había aprendido a leer hacía poco?
No,era preferible que solucionara aquel asunto de inmediato,antes de convertirse en duquesa.
Con cuidado,abrió el sobre que llevaba sellado tantos años.Casi quince.Sacó la carta,la desdobló y con un suspiro contenido ante la posibilidad de cumplir por fin su promesa,empezó a leer.
Las primeras palabras eran sencillas,cortas,pero no tenían sentido.Habían sido escritas por la mano de una mujer muy enferma a la que le costaba mantener el pulso.No era mayor de lo que Bella era ahora,pero había enfermado repentinamente y jamás se había recuperado.Las líneas que había logrado garabatear eran confusas e irregulares,lo que dificultaba su lectura.
Bella las miró más detenidamente.No podía haberlo leído bien.Debía de estar omitiendo algo.Las palabras parecían lo suficientemente claras,pero debía de haber malentendido algo.No podían querer decir lo que ella pensaba que decían:«Mi hijo está vivo».
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