Pov Gianna.
Despierta. Esta palabra cruzó mi mente. Y así lo hice. Una suave brisa proveniente de la noche alboroto mis cabellos haciendo que despertase. Me di cuenta de que todavía era de noche. Me senté en la cama intentando averiguar el por qué de mi despertar. Recorrí con la mirada la habitación en la que estaba. La luna seguía en pie, dando de lleno su reflejo en mi habitación. Durante unos segundos no encontré nada hasta que de repente mi vista captó algo en la silla que tenía al frente de mi cama. Me levante apresurada hacia la silla y en el asiento de esta había una rosa negra.
- Santiago – pronunciaron mis labios sin pensar - ¿Santiago? – pregunté al vacío. Pero no hubo respuesta.
Cogí la delicada rosa entre mis manos y aspiré su aroma y cuando hice esto me di cuenta de que era reciente, recién cortada. El había estado aquí y tal vez lo seguía estando, ya que sentía como unos ojos realmente dulces me miraban desde la oscuridad.
- ¿Santiago? – volví a preguntar al vacío – no te escondas – dije dulcemente mientras se dibujaba una sonrisa en mi rostro – por favor, déjate ver – pero como antes nadie me contesto.
Un suspiro salió de entre mis labios. Resignada volví a la cama y pude sentir como de nuevo el cansancio venía a mí. Pero antes de dejarme vencer por el sueño alcancé a escuchar una dulce voz acompañada de una dulce caricia en mi mejilla.
- Estoy aquí, velaré por ti. Duérmete
Y gracias a esa calida voz me deje llevar por la inconsciencia del sueño.
Acababa de dormirme y en apenas dos segundos desperté. Me encontraba en un lugar desconocido para mí. El sol empezaba su labor saliendo de entre las montañas. Un sol calido y lleno de vida; el cual me traspasaba esa vitalidad a mí. Sin un rumbo fijo empecé a caminar por alguna calle de alguna ciudad. Me deje llevar; no sé cuanto tiempo caminé, pero cuando quise darme cuenta me hallaba en un bosque. Los grandes árboles tapaban toda ausencia de sol; apenas dejaban un resquicio de sol en el interior del bosque. Me sentía perdida y toda aquella vitalidad y tranquilidad que me otorgaba el sol había desaparecido dejando miedo; solo miedo y desesperación. Alcé la vista para poder reconocer algo o alguien que me hiciese sentir mejor, pero no encontré nada. Mi pecho todavía seguía sintiendo la ausencia de alguien; la ausencia de Demetri. Y ante su nombre en mis pensamientos apareció el de la nada; tan hermoso como siempre, este tenía una sonrisa dulce en su angelical rostro. Poco a poco se fue acercando a mí sin vacilar; mi mente quería rechazar a tal ángel haciéndome recordar todo el dolor que me había hecho, pero mi corazón le abría las puertas. Una lucha en mi interior se producía en estos instantes. Dejarme llevar por mi corazón o perderme por mi mente, por mi cabeza. Aceptarle o rechazarle. Y al final ganó mi corazón. Levanté mi mano, quería que el captase mi intención, quería que este me cogiese de la mano y me llevase lejos de aquí. Este al ver mi acto se rió. Mostré mi mueca ante tal gesto, ¿por qué se reía?
- Tonta humana – dijo con burla
- ¿Qué? – pregunté con desesperación
- ¿Acaso creías que un ser como yo podía enamorase de una simple humana como tu?
- Demetri – fue lo único que dije mientras varias lágrimas recorrían mi rostro
- Llora todo lo que quieras; nunca seré tuyo; te engañé y eso me gusto. Siempre me gustó jugar con los humanos, y sobre todo con chicas tan hermosas como tu; haciéndolas creer que…
- Basta – le interrumpí llorando – no quiero saber más
- Duele saber la verdad, ¿no? – preguntó riéndose – se que estas enamorada de mi; se que yo soy tu gran amor y, ¿sabes lo que te digo? Que eso me viene bien; ya que te haré sufrir; te haré sufrir por mi amor, da igual que quieres cambiarte a ti misma; da igual que hagas cualquier cosa; te haré sufrir, ya que el primer amor nunca se olvida; ya que…
Pero este no terminó su discurso. Una sombra hizo aparición en el bosque en el que nos encontrábamos haciendo que los árboles se abrieran ante su presencia y dejaran paso a los rayos de sol. La sombra se abalanzó sobre Demetri, con lo cual este cayó derribado al instante.
- No juegues Demetri, porque yo también se jugar. Y te prometo que por ella soy capaz de hacer cualquier cosa.
Demetri desapareció inmediatamente, dejándome sola con aquella sombra. Esta sombra se acercó a mí y en ese momento tuve la necesidad de acariciarla, ya que me había librado del dolor por causa de Demetri. Levanté mi mano y acaricie a la sombra, y ante mi contacto esta sombra se dejo ver realmente.
- Santiago – dije dulcemente
- Te protegeré de todo, da igual lo que ocurra. Nunca me perderás
Y dicho esto me dio un dulce beso en el cuello. En ese momento supe que nada estaba perdido, que aunque seguía queriendo a Demetri y que su presencia seguiría presente en mi corazón… le tendría a el; a Santiago; el cual me protegería de todo mal.
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