Edward no pudo disimular su asombro.De algún modo,Bella había logrado llevar hasta allí una orquesta completa.Montones de flores adornaban el salón de baile forrado de espejos.Los candelabros iluminaban la estancia.Todos iban vestidos con la misma sofisticación que si estuvieran en Londres.
Como es lógico,quería bailar con ella y Bella le había reservado un baile en su carné casi al final de la velada.La espera era un tormento,como lo era verla dar vueltas por toda la pista con distintas parejas.
Aquélla era su noche,no cabía duda:estaba resplandeciente.Le llovían los cumplidos y los merecía.Todos y cada uno de ellos.Los invitados no tenían más que elogios para ella:todos se habían divertido,las comidas habían sido perfectas y los entretenimientos muy agradables.
Estaba casi seguro de que la decepción que ella pudiera sentir porque él no hubiera encontrado ninguna candidata a esposa válida entre las mujeres que le había presentado,quedaría eclipsada por la alegría de haber logrado llamar la atención de Tanner.
Quería que fuera feliz,lo deseaba de verdad.Pero,maldita sea,quería que fuera feliz con él.Se hizo a un lado para verla bailar con Vulturi.Estaba preciosa con aquel vestido de un verde muy claro que resplandecía a la luz de los candelabros.
—Forks.
—Duque—respondió volviéndose hacia Tanner.
—Me preguntaba si podríamos charlar un momento…en privado.
—Dentro de un par de piezas me toca bailar con Bella.No quisiera perdérmelo.—Sabía que no tendría que haber dicho eso,que debía haber fingido que todo aquello le daba igual.
—Será sólo un momento y es de ella de quien quiero hablarle.
—¿Le parece que vayamos a mi biblioteca?
—Perfecto…allí hay un mueble bar.
Así era y en cuanto se hubieron refugiado allí con la puerta cerrada,Edward le sirvió al duque un generoso vaso de whisky y él se puso otro.Le dio su copa a Tanner y él se situó de pie junto a la chimenea.Sabía que estaba siendo un anfitrión descortés,pero tenía la sensación de que no le iba a gustar lo que el hombre quería decirle.El duque se aclaró la garganta varias veces,dio un sorbo,volvió a carraspear.Edward se dio cuenta de que el pobre estaba nervioso y le dio pena.
—¿Quiere sentarse,excelencia?
—Sí,gracias.—Se sentó en una de las sillas que había junto a la chimenea y Edward en la otra.El duque dejó escapar un largo suspiro.
—Ya soy demasiado viejo para esto.Aun así,debo hacerlo.Te considero un hombre inteligente,Forks,por lo que supongo que habrás observado que le he prestado toda mi atención a lady Forks desde que llegamos.
—Sí,lo he observado,excelencia.
—Espléndido.Entonces no te sorprenderá saber que quiero casarme con ella.
No lo sorprendía en absoluto.Sin embargo,se sintió como si el duque hubiera cogido el atizador,lo hubiera calentado al fuego y se lo hubiera clavado en el corazón.Se levantó para volver al lugar que había ocupado originalmente,junto a la chimenea y contemplando las llamas,evitó la mirada del duque.No se le daban bien los juegos de la aristocracia,pero por Bella,debía ocultar sus sentimientos.
—¿Se lo ha pedido?—le preguntó con tranquilidad.
—Ciertamente.Esta tarde en el jardín.A ella parece agradarle la idea,pero como tú eres su «pariente» más próximo,he creído oportuno contar también con tu permiso.-Edward se volvió hacia el duque,porque lo que iba a decirle esta vez era sincero.
—Si lo que ella desea es casarse con usted,cuenta con mi permiso y mi bendición.
El duque se puso de pie con un aspecto de pronto mucho más joven.
—Espléndido.Ciertamente espléndido.Le parecerá extraño que un hombre de mi edad y posición se haya puesto tan nervioso por algo así.
—Agradezco que así haya sido.Demuestra que Bella realmente le importa.Mi predecesor no le dejó nada.Ella era demasiado joven e ingenua cuando se casó con él y no tenía a nadie que se ocupara de su bienestar.Convendría que acordáramos una dote aceptable para que no tenga que lamentar su matrimonio.
—Pediré a mis abogados de Londres que se pongan inmediatamente en contacto con los suyos.No habrá problema,porque también yo deseo que Bella esté bien cubierta.Ya no soy tan joven y no quisiera dejarla en la indigencia.
—Entonces estamos de acuerdo en que su bienestar y su felicidad son lo primero.
—Sin la menor duda.
—Así pues,les deseo lo mejor—concluyó Edward alzando su vaso en un brindis.
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