Estaba nerviosa, me repetía a mi misma que no podía con tanta presión estudiantil, bueno no era tan estudiantil, era más bien del tipo de presión social, cuando la secretaria me dio horarios, hasta un pase me proporciono, los minutos se me hacían siglos, camine tan lentamente que podía contar los pasos lentos y desesperados, había encontrado el aula, caminando por el pasillo sentí la mirada de los demás estudiantes, me considere como un experimento de laboratorio o el arlequín de circo.
Al entrar al salón, note que la profesora estaba muy inspirada hablando de la obra de William Shakespeare, Romeo y Julieta, todos parecían zombis escuchando el relato, abrí la puerta con mucho cuidado, hasta hizo un sonido fantasmal, el sonido de una puerta chirriando, se me erizó cada parte del cuerpo, incluso una gota de sudor bajó por mi frente, para mí era el apocalipsis, sonaba tan hipérbole mis pensamientos que sólo me dedique a “disfrutar” del momento.
Entré decidida, di pasos tan lentos que nadie noto mi presencia, pero hubo alguien que se percato de mi llegada.
- Buen día jovencita. ¿En qué la puedo ayudar?- dijo amablemente, al punto que todos voltearon a verme.
- Bue.. buen día, es que soy nueva- dije tartamudeando.
- ¡Qué bien! Bienvenida al pueblo de Forks. Cuéntanos ¿De dónde vienes?- seguía muy amble, pero quisquillosa.
- Mmm bueno yo… este… vengo del estado de Texas- maldición sentía que me iba a morder la lengua.
- Texas esta muy lejos de aquí. ¿Qué paso con Texas? ¿Por qué se mudaron?- seguía tan quisquillosa.
- Motivos laborales- dije más calmada, todos me miraban como si fuera una loca, esta profesora estaba comenzando a hartarme. Ella trataba de recibirme con entusiasmo, pero yo era la menos emocionada, ya era de aspecto mayor, me recordaba a una dulce a abuelita que vive cerca de la Secundaria en Texas, no podía ni combinar malos pensamientos con esa pobre alma mayor.
- Busca un asiento joven, y escuche la clase- me ordenó.
Busque el estúpido asiento, en ese salón habían como 40 personas, las chicas me miraban muy mal, y eso que no era mi mejor día, conseguí un asiento en lo más recóndito del salón, parecía una niña mala y renegada.
Hasta que alguien tomó mi mano tan fuerte, que voltee inmediato. Me puse helada, hasta la tensión me bajo, empecé a verlo desde abajo, vestía jeans rasgados en la bota, franela con chaqueta, su moreno bronceado lo hacía ver como un caramelo tostado, su sonrisa podía matar a cualquiera, es la mejor sonrisa que había visto en toda mi vida, los rasgos de su nariz eran perfectos para ese rostro tan indefinible de explicar. Sus ojos eran negros intensos como la noche sin luna, entonces recordé esos ojos, los mismos ojos del domingo, me quede pasmada, sentía que el mundo giraba demasiado rápido, yo no tenía la fuerza necesaria para apartarme de su mano, lo seguía viendo fijamente.
- Hey chica me devuelves mi mano, por favor- dijo con tono burlón.
- Disculpa- dije nerviosa, estaba metiendo la pata, hasta me sonroje.
- Soy Jacob Black- sonrío dulcemente.
- Isabella Swan- dije con desinterés.
- Eres torpe hablando en público, si aprendieras a relajarte mas, te verías Bella- dijo casi explotando de la risa.
- No eres mi tipo chico engreído, ahora soy yo la que quiere su mano de vuelta- dije un poco molesta.
- ¡Uy! si se molestó la chica nueva-seguía burlándose. Está bien no te molesto mas, y bienvenida- esta vez aseguro con un tono serio.
Salí de clases con el genio a millón, que pretendía el tal Black ese, creía que con su sonrisa de portada de revista podía cautivarme, la verdad es que lo logró, su sonrisa me mataba, el colmo del asunto es que el tipo no dejaba de sonreír, en el fondo sabía que era su gancho de seducción.
Seguía caminando apurada lo más que mis piernas me permitían, volteaba para atrás para que el tal Black no viniera persiguiéndome, hasta que choque con una persona, la colisión fue tan fuerte que lo tumbe al suelo, los papeles de él y los míos volaron, caí sobre el pobre muchacho, cuando lo mire a la cara, el mundo se detuvo, no lo podía creer.
- ¡Es el chico de los ojos dorados!- grité. Todo el mundo volteo a verme de nuevo. La emoción me invadía, el corazón se me iba a salir por la boca. Entonces me miró fijamente, tenía su mano en mi cadera.
- Soy el chico de tus sueños- exclamó.
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