Había abierto para ella un mundo sin fronteras.Le había mostrado un libro que contenía todas las palabras jamás escritas junto con su significado.Un diccionario.Increíble.Todos los vocablos existentes reunidos.Por fin empezaba a enseñarle palabras más complicadas,con más sílabas.Le encantaban todas,las pequeñas y las grandes.Mirar aquellas letras y saber inmediatamente qué palabra formaban,algo que un día había considerado tan frustrante y difícil,ahora le parecía asombrosamente fácil.Todo gracias a Edward.A su paciencia.El aprendizaje resultaba tan agradable,con sus juegos,sus desafíos y sus frases sin sentido pero divertidas de leer.
Sentada en la cama,mientras leía un libro que había cogido de la sala infantil,pensó que prefería las frases absurdas de Edward a aquel cuento de un niño y su perro.Había empezado a leer una novela sobre el orgullo pero se había atascado en«Es una verdad…».Luego se había saltado las dos palabras que no conocía para poder terminar la frase.Por lo visto,contaba la historia de un hombre que buscaba esposa.Un romance quizá.Edward nunca le leía aquel tipo de libros.
Lo llevaría a la próxima clase para que pudieran leerlo juntos.Le gustaban las historias de amor.Entonces empezó a preguntarse por qué iba a esperar.Acababan de dar las once.¿Estaría despierto todavía?No había nada de malo en averiguarlo.
Dejó a un lado el libro infantil del,cogió la bata de la silla y se la puso.Después tomó el libro del orgullo de la mesilla de noche que había junto a su cama.Tal vez fuera la historia de una mujer demasiado orgullosa,como ella.La idea le hacía desear aún más leerlo cuanto antes.
Salió corriendo del dormitorio y avanzó apresuradamente por los pasillos.¿En qué momento se le había ocurrido instalarse en una ala de la casa y mandar a Edward al extremo opuesto?Como si la distancia fuera a mantenerla a salvo.
Aquel pensamiento la hizo tropezar.A salvo,sí.Le gustaba la seguridad,pero el conde ya había descubierto su secreto,¿qué podía temer entonces?A él y el poder que ejercía sobre su corazón.
No era más que un libro sin importancia.Podía esperar una noche.Eso era lo bueno de los libros:sus historias siempre estaban ahí.Bastaba con abrirlos para encontrarlas.Pero quería leerlo ya y que Edward supiera que,aunque contenía palabras difíciles,había sido capaz de captar la esencia:un hombre que buscaba esposa.Y dado que tanto Edward como ella querían casarse,quizá disfrutaran leyendo aquel libro juntos.
Él le había proporcionado mucha alegría,pero ella apenas le había dado nada;sentía la necesidad de compensarlo cuanto antes.Pronto tendrían invitados y Bella se dedicaría por completo al duque de Tarner…¡de tanner!
Sí,debían empezar a leer aquella misma noche,porque tendrían que dejarlo en cuanto llegaran los invitados.Aceleró el paso,más resuelta cuanto más se alejaba de su dormitorio.Bajó volando la escalera,volvió la esquina y se dio un susto de muerte cuando el mayordomo apareció de pronto entre las sombras.
—¡James,qué sorpresa!Es un poco tarde para que ande por ahí levantado,¿no?
El mayordomo se mostró momentáneamente aturdido,como si no supiera muy bien quién le hablaba.A Bella le costó darse cuenta de que no se había expresado en su habitual tono áspero.
—Hacía la última ronda—respondió por fin.
—Y lo hace estupendamente.¿Sabe si el conde se encuentra en su habitación?
—Sí,señora,creo que sí.
—Fantástico.Continúe con la ronda,pero no se quede levantado mucho rato.Necesita descansar.—No era preciso que la viera salir del dormitorio del conde a altas horas de la madrugada.A juzgar por el grosor del libro,seguramente les costaría un buen rato leerlo.Aquella casa era inmensa.Antes,nunca le había preocupado,pero ahora le parecía que Edward se alojara en la otra punta del mundo.Cuando llegó a la puerta de su dormitorio estaba agotada y necesitaba sentarse.Pensó en llamar,pero no quería despertarlo si ya estaba dormido.Sin embargo,si estaba sentado junto a la chimenea,se sentaría con él.
Abrió la puerta una rendija y vio luz,de modo que obviamente no dormía.Sin pensarlo,entró en la habitación.
—Edward,me preguntaba si…
Se quedó paralizada.
También él se detuvo en seco.Salía del vestidor y por lo húmedo que llevaba el pelo,supuso que acababa de darse un baño.Y aún no se había vestido.
Estaba estupendo,allí de pie,mirándola,aparentemente tan sorprendido de verla como ella de verlo a él.Ya conocía su torso desnudo,pero no el resto…
«Cielo santo.»
Aunque Bella no expresó en voz alta aquel pensamiento,Edward recuperó de pronto la movilidad como una marioneta a la que tiraran bruscamente de los hilos.Se acercó a la cama,cogió la bata y se la puso con absoluta parsimonia.Cuando se hubo tapado y atado el cinturón,habló por fin.
—Bella,no esperaba verte aquí.
—Yo tampoco esperaba verte—respondió ella con voz de ultratumba y acto seguido se percató de que se había quedado sin aliento.
—Lo que me obliga a preguntarte,condesa:¿a quién esperabas encontrar en mi dormitorio?
—A ti,naturalmente.Quería decir que no esperaba verte…así.
Él cruzó los brazos sobre el pecho y se apoyó despreocupadamente en el poste de la cama.
—¿A qué has venido,Bella?
—Estaba leyendo…—explicó,sorprendida de oírse decir algo así.Se adentró en la habitación—.Pero me costaba,porque no conocía todas las palabras y se me había ocurrido que tal vez tú pudieras ayudarme con las difíciles.
El conde miró con detenimiento la cubierta del libro que Bella sostenía en sus manos temblorosas.¿Cuándo había empezado a estremecerse?
—Ese libro no es de la sala infantil.
—No,es de la biblioteca.Quiero leerlo.
—Encontrarás muchas palabras que aún no has aprendido.Te resultará frustrante.
—No si me ayudas.He pensado que podríamos leerlo juntos.
Edward se apartó de la cama con una sonrisa disimulada en los labios.
—Me gusta la idea.Sentémonos en el sofá,delante de la chimenea.
—Saldré al pasillo mientras te vistes.
—Ya estoy vestido.
—Apenas.
—Lo suficiente.
Se sentó en el sofá y dio una palmadita al asiento.
—Vamos.
Su mirada era desafiante,pero también amable.Ambos iban en bata,pero estarían sentados en el sofá,donde no podía producirse ningún incidente desafortunado.Sólo la cama era peligrosa y Bella no tenía intención alguna de meterse en ella con él.
Asintió para sí misma con la cabeza,como si no pudiera controlarla.Volvió a la puerta,la cerró y procuró ignorar el funesto presagio de aquel chasquido.
Respiró hondo,cruzó la habitación y se sentó en el sofá,tan lejos de él como pudo,con la cadera casi fuera del asiento.
—No puedo ayudarte si no veo las palabras—protestó él y Bella detectó cierto descaro en su aparentemente ingenuo comentario.
—Te puedo pasar el libro cuando sea necesario…
—Y entonces tendré que averiguar por dónde vas.—Lentamente,tendió el brazo sobre el respaldo del sillón—.Acércate un poco.
Ella lo miró.Iba bien tapado y no daba muestras de que le interesara otra cosa que no fuera la lectura.Bella se acercó un poquito;él la miró insatisfecho.Con un suspiro de resignación,la condesa se acercó un poco más,se recompuso la bata y procuró ignorar el calor que desprendía el cuerpo de Edward y que atravesaba la seda de su ropa y de la de ella.
—Orgullo y prejuicio—dijo él dulcemente.
Ella fue de repente consciente de su presencia;el corazón le latía ruidosamente,como si se lo hubiera susurrado al oído.Pensándolo bien,estaba muy cerca y creyó que posiblemente fuera su aliento lo que le erizaba el vello de la nuca.La trenza se le había quedado atrapada contra el respaldo del sofá y notó que él tiraba de ella.
—Es el título del libro—murmuró él consciente de su confusión.
—Ah,sí,sabía que era orgullo y algo.—Miró el título,se concentró en la tercera palabra y la memorizó para poder recordarla cuando volviera a verla.
—Tengo entendido que es un relato que gusta mucho a las mujeres—añadió él.
Volvió a mirarlo.¿Se había acercado más?Sostenía el extremo de su trenza y se acariciaba los labios con él,como un pintor aplicaría una fina capa de pintura sobre un lienzo.
—Entonces,¿no lo has leído?
—Sí,lo he leído—dijo él con una sonrisa discreta.
—Te envidio.Has leído muchos libros.
—Jamás envidies a nadie sin saber el precio que ha pagado por el objeto de tu envidia.
—¿Qué precio has pagado?
La sonrisa de Edward se disolvió como si jamás hubiera existido.
—No tan alto como el que has pagado tú por ser condesa.¿Leemos?
|