Como niños pequeños,se escondían por las tardes en lo que habría sido el ala infantil de la mansión si el heredero hubiera sobrevivido o Bella no hubiera sido estéril.En aquella ala había una habitación donde la condesa estaba casi segura de que su difunto marido y los condes anteriores habían iniciado su educación antes de entrar en los mejores colegios del país.
Mientras echaba un vistazo a los libros de las estanterías,Edward se comportaba como si hubiera encontrado un tesoro.
—Son libros muy elementales—dijo.
—¿Elementales?—preguntó ella.
—Lecturas fáciles.
Quizá para quien supiera leer.Para ella eran indescifrables.Bueno,salvo la letra «o».La detectaba en seguida,aunque eso la distraía,porque le recordaba el beso que Edward le había dado en el jardín.Estaba convencida de que los profesores no intimaban con sus alumnos.
Sin embargo,le costaba mucho no imaginar esa intimidad al ver a Edward tan entusiasmado cada vez que entraba en aquella estancia.Su pasión por la enseñanza y el aprendizaje era patente.Empezaba a entender por qué todo le llamaba la atención,por qué hacía tantas preguntas y analizaba hasta las cosas más pequeñas.A él le encantaba aprender y compartir sus conocimientos.
—Hoy quiero que me leas una frase—dijo,levantándose de la mesa donde Bella suponía que se habría sentado el tutor de los anteriores condes.
—Creía que aún no me habías enseñado todas las letras—le recordó ella,aterrada ante la posibilidad de suspender su primer examen.
—No lo he hecho—respondió,sentándose a su lado—,pero todas las que conoces están en esta frase.Si pronuncias cada una de las letras,dirás la frase entera.Esta es la primera palabra—dijo,señalándola en el folio que le había puesto delante.
Ella estudió lo que le señalaba.Le había enseñado algunos vocablos sencillos,de hasta cinco letras y a distinguir dónde empezaba y terminaba una palabra por el espacio que la precedía y la seguía.
Bella se aclaró la garganta.
—«El».
Edward señaló la siguiente palabra con el dedo.Cuatro letras.Todo un desafío.
—Primero dime qué letras son—le pidió él.
—«G»,«a»,«t»,«o».
—Muy bien.Ahora la palabra entera.La formó mentalmente hasta que tuvo el vocablo completo y se atrevió a decirlo en voz alta.
—¿«Gato»?
Él sonrió,se recostó en el asiento y cruzó los brazos sobre el pecho.
—Exacto.Pasa a la siguiente.
Bella puso el dedo en la siguiente palabra,dado que Edward no parecía tener intención de hacerlo.
—«Lleva».
Apuntó con el dedo a la última palabra.
—No sé—dijo frunciendo el cejo y negando con la cabeza.
—¿Qué crees que es?
—¿Qué más da lo que yo piense?—replicó ella mientras apartaba el papel—.Está claro que está mal porque no tiene sentido.
—Dime qué crees que es.
—Te vas a reír.
—No.
Le apretó la mano con la suya.
—¿Me he reído de ti una sola vez desde que empecé a darte clases?
—No.
—Entonces,¿por qué iba a hacerlo ahora?
—Porque no entiendo la frase.
—Dime qué crees que dice.Ella le lanzó una mirada furiosa.
—«El gato lleva gorro.»
—Correcto—la elogió él con una amplia sonrisa.
—Pero no puede ser,Edward.No tiene sentido.Los gatos no llevan gorro.
—Hay frases que no tienen sentido.—Puso el codo en la mesa,apoyó la cabeza en la palma de la mano y estudió a Bella como si fuera tan incomprensible como la frase que acababa de leer.
La frase que acababa de leer.
—¡Cielo santo!—exclamó con una repentina carcajada—.¿Lo he dicho bien?
—Dímelo tú.
—Las letras no mienten,¿no,Edward?
—No exactamente.A veces intentan confundirnos con sonidos que no les corresponden,pero de ésas hablaremos luego.En este caso,las palabras son las que has leído.
—Vaya—añadió poniéndose en pie de un brinco,incapaz de contener la emoción.Después empezó a pasearse por la estancia—.Lo he conseguido.He leído una frase.He leído de verdad.—Se detuvo y lo miró fijamente—.No soy estúpida,Edward.
—Por supuesto que no.
—¿Quién lo habría dicho?—Volvió corriendo a su sitio y dio una palmada en la mesa—.Dame otra frase para leer.
Sin duda era la mujer más inteligente que había conocido jamás.Quería encontrar a todos los que alguna vez le habían hecho creer que era estúpida y tumbarlos de un puñetazo.Ahora que él había abierto la puerta y ella había accedido a entrar,parecía insaciable.
—«Casa»—dijo él sentado a su mesa y esperó a que ella,en su sitio,lo escribiera.
El único problema de Edward era que no podía impedir que la condesa fuera demasiado rápido,que quisiera abarcar lo que aún estaba fuera de su alcance:las palabras de ortografía difícil que no sonaban exactamente como se escribían.
—«Ola»,como en«Di hola a la ola»—le propuso él.
—Voy a escribir«hola»también,que se parece mucho a«ola».¿Me puntuarás más alto si la escribo correctamente?—Levantó la vista para mirarlo.Había tanta esperanza y entusiasmo en sus ojos que no quería decepcionarla.
Debido a todo el daño que le habían hecho en el pasado,era muy sensible,de modo que Edward procuraba ampliar sus conocimientos poco a poco,e ir reforzando su confianza para aquellas ocasiones en las que las palabras no le resultaran tan sencillas.Su capacidad de memorización lo dejaba estupefacto.
—Tranquilo,Edward.Me enseñaste esas palabras la semana pasada.Sé que,aunque suenan igual,no se escriben del mismo modo.En serio,si no me lo pones más difícil,¿cómo voy a aprender algo más que palabras sencillas?Quiero poder leer los libros de mi biblioteca,no los de la infantil.
—¿Por qué comprabas libros si no sabías leer?
Bella se encogió de hombros.
—Me encanta el concepto:que alguien plasme sus pensamientos en papel y los comparta con el resto de la humanidad.Las mentes de algunos autores son verdaderamente prodigiosas.A mí jamás se me ocurriría crear un ser humano con fragmentos de otras personas muertas.Algo macabro pero fascinante.¿No te parece?
—Te leí Frankenstein,¿verdad?
Un aire de tristeza le inundó el rostro.
—Espero poder leerte yo algo algún día.
Improbable.Cuando supiera lo suficiente,seguramente ya estaría casada con otro.Había enviado montones de invitaciones y pronto contarían con numerosos invitados a los que entretener.
—Lo espero con ilusión—dijo él para no desalentarla y evitar que percibiera el triste discurrir de sus pensamientos—.Sigamos con el examen.«Duque.»
Ella lo escribió y él se esforzó por no pensar en la prueba a la que tendría que someterse en un futuro próximo,cuando tuviera que entregársela precisamente a la persona cuyo título acababa de pedirle que escribiera.
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