Carlisle regresó después del ocaso y vino directo hacia nosotros, revisando a Edward y a Elizabeth.
"¿Cuál es el pronóstico?" Pregunté en voz baja para evitar despertarlos.
"No es muy bueno," suspiró Carlisle mientras removía su estetoscopio. "La condición de Edward parece estar igual en su mayor parte, pero la Sra. Masen… sus pulmones están peores. Suena como si hubiera más fluido allí del que había ayer. Y su fiebre está más alta."
"Creo que se está rindiendo," le dije. Sus ojos estaban tan tristes pero resignados, de un color café oscuro. Obviamente no se había tomado tiempo para cazar últimamente.
"Pasa muy seguido," dijo. "Por todo lo que ella ha perdido y puede perder, puedo imaginar cuán fácil sería hacerlo."
Por un momento, pareció como si estuviera hablando por experiencia propia, y me pregunté si estaba recordando sus primeros días como un vampiro, como había tratado sin éxito de destruirse a si mismo. De nuevo, me maravillé ante la entereza que lo había impulsado a seguir viviendo, para ayudar a otros, para soportar más de doscientos años de soledad. Por mucho que lamentara la perdida de la vida humana de Edward, una parte de mi se alegraba que fuera a estar con Carlisle pronto. Nadie tan bueno como Carlisle merecía estar solo por tanto tiempo.
"¿Has considerado dejar el hospital por un ratito?" Sugirió Carlisle. "No ayudarás a nadie al agotarte a ti misma."
Sacudí mi cabeza. "No puedo, Carlisle." Había tenido esta discusión antes. "¿Cómo puedo ir a acostarme en casa, sabiendo que él está aquí y que podría perderlo en cualquier momento?"
"Al menos podrías considerar el irte por unos pocos momentos para conseguir un poco de comida decente," dijo con tristeza, "Lo que tenemos aquí huele tan mal que estoy poco dispuesto a dárselo a los pacientes."
Me reí con voz temblorosa. "Lo consideraré." Pero ambos sabíamos que yo nunca me iría.
Con el regreso de Carlisle, me relajé un poco, y fui capaz de dormir de nuevo. Desperté varias veces durante la noche, mi cuerpo adolorido por la rigidez de la dura silla. Me estiraría un poco para dejar la rigidez y pronto el sueño me volvería a encontrar. Estaba tan cansada que era inevitable.
Cerca al amanecer, un extraño y agitado sonido evitó que me quedara dormida de nuevo. Busqué alrededor del cuarto la fuente hasta que me di cuenta que era Elizabeth. Su respiración era el sonido conforme los fluidos en sus pulmones dificultaban el flujo de aire. Hice un gesto de dolor al notar sus afligidos ojos.
"¿Hay algo que pueda hacer?" le susurré.
Su cabeza se sacudió y luchó por hablar. "No hay nada que pueda ser hecho ahora." El saber que ella estaba absolutamente en lo correcto se asentó sobre mis hombros como un peso muerto.
El día que siguió no trajo ninguna mejora. La piel de Edward se calentó aún más, a pesar del constante cuidado que yo trataba de darle. Todo el tiempo había sabido que probablemente él sería incapaz de resistir la enfermedad, que tal vez no se suponía que la superara, pero no había estado nada preparada para que se consumiera frente a mis ojos.
Traté de atender a Elizabeth también, pero ella me alejaba continuamente. "Cuida a Edward," insistía una y otra vez. Quise urgirla a que no se rindiera, ¿pero cómo podría discutir contra el amor de una madre?
Sin embargo, Edward continuó empeorando conforme se acercaba el ocaso.
Me había dejado caer al piso para descansar un momento, recostando mi cabeza sobre el lado del catre de Edward, cuando escuché a Elizabeth luchando por hablar de nuevo.
"Dr. Cullen…"
Me congelé, sin levantar la mirada. Quise escuchar lo que ella le diría a Carlisle, y un instinto me dijo que no interrumpiera.
"¿Sra. Masen?"
"¡Sálvelo!" Era lo más fuerte que su voz había estado en todo el día, pero cualquiera podría escuchar lo que le costaba.
La voz de Carlisle no le habría sonado nerviosa a nadie que no estuviera acostumbrado a oírla. "Haré todo lo que esté en mi poder," le dijo.
"¡Usted debe! Usted debe hacer todo lo que esté en su poder. Lo que otros no pueden hacer, eso es lo que usted debe hacer por mi Edward."
Agarré con fuerza el borde del catre, sabiendo por primera vez cuanto tiempo exactamente tenía. Carlisle me había dicho que Elizabeth había muerto menos de una hora después de hacer su petición. Había perdido toda conciencia y nunca se había recuperado. Después que ella muriera, él sacaría a Edward del hospital.
Levanté la mirada hacia Carlisle, cuyos ojos estaban sombríos.
"No queda mucho tiempo," susurré.
"No," estuvo de acuerdo. "¿Estás preparada para esto?"
"No hay forma en que esté preparada," suspiré.
"No, supongo que no la hay. Voy a hacer mis rondas. Estaré de regreso tan pronto como sea posible."
"Vale." Quise pedirle que se quedara; tuve miedo de estar sola para enfrentar la inminente muerte de Elizabeth. Sólo podría esperar que él regresara antes de ese momento.
Me sostuve de la mano de Edward mientras escuchaba la irregular respiración de Elizabeth. Las inhalaciones y exhalaciones se hicieron más y más rápidas conforme luchaba por tomar suficiente oxígeno. Era doloroso escucharlo. Apreté la mano de Edward con más fuerza, aunque él no lo notó. De repente, me sentí desesperadamente sola. Habría dado lo que fuera por tener a mi irrompible Edward conmigo ahora.
Pensé que el tiempo pasaría rápidamente, de la forma en que lo hace cuando un evento temido se acerca, pero cada minuto se sentía como una hora, lleno con los sonidos del sufrimiento.
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