¡Maldito Edward!Siempre había sabido que constituía una amenaza.Había empezado a confiar en que no lo fuera,pero al final sus temores habían resultado justificados.
Había huido de la casa sin chal ni capa.No parecía que hiciera tanto frío fuera,sólo algo de fresco por la brisa otoñal,pero allí acurrucada,en un rincón del jardín,temblaba como una hoja.Se escondía,como lo había hecho en el orfanato cuando el profesor la había ridiculizado por desconocer todos aquellos símbolos.Letras,las había llamado.Para ella podían haber sido una pintura abstracta.Era incapaz de descifrarlas.Por mucho que las mirara,no le decían nada.Garabatos,negros y horribles.
—Bella.
¡Maldición!¿Cómo la había encontrado?Se había adentrado todo lo que había podido en el jardín para que no la siguiera.
—¡Vete!
—No puedo.
Se arrodilló a su lado.
—Vete por favor.Estoy bien.Me he cansado de caminar.Enseguida vuelvo a la casa.
—No estás bien.Estás temblando.Se quitó la chaqueta y se la puso a ella sobre los hombros.Bella agradeció el calor y el olor a él que la envolvió.Siempre le había encantado cómo olía.Pero en aquellos momentos su proximidad no la consolaba.No era tan estúpido como para creer todas las mentiras que le había contado,ella lo sabía bien.
—Bella…
—Me llamó imbécil e ignorante.
—¿Quién?
—El profesor que teníamos en el orfanato.«Lee»,me decía.«¡Lee!»¿Cómo iba a hacerlo si jamás había visto un libro?Sólo porque tenía ocho años dio por supuesto que había aprendido.El ignorante era él,por pensar que el conocimiento va parejo con la edad y no con la experiencia.
—No eres ignorante,Bella.
—He visto la expresión de tu rostro,el desprecio de tu mirada…
—Porque no estabas siendo sincera conmigo,no porque no supieras leer.—La cogió por los hombros y la sacudió para obligarla a que lo mirara.Su mirada ya no era de desprecio,sino de algo mucho peor.
—No te atrevas a compadecerme—espetó indignada.
Él negó con la cabeza lentamente.
—Confundes admiración con compasión.
—¿Crees que me engañas?—replicó Bella con una falsa carcajada—.¿Piensas que no veo la verdad?
—No,no lo creo.—Sujetándole la cara con las manos,la mantuvo quieta,al nivel de su rostro,inmovilizada por la firmeza de su mirada—.Quítate esa maldita coraza bajo la que te ocultas y mírame a los ojos.Mírame a los ojos de verdad y verás lo que yo veo cuando te miro:una mujer que me aconseja sobre cuestiones que ignoro por completo;una mujer que cuenta con el beneplácito del príncipe de Gales,que un día será rey;una mujer caritativa por naturaleza,pero que no quiere que nadie lo sepa,con lo que nadie le agradece sus buenas obras;una mujer que finge ser dura y resistente,que se preocupa por todos,pero a la que le han hecho daño tantas veces que prefiere esconderse del mundo…y de mí.
—¡Tú eres profesor!
Él le acarició las mejillas con los pulgares.
—Pues déjame que te enseñe.
Las lágrimas le dificultaban la visión y amenazaban con asfixiarla a medida que se iban acumulando en su garganta.
—¿Para que puedas ridiculizarme,perderme el respeto por completo?
—Sólo te perderé el respeto si desaprovechas la oportunidad que te ofrezco.Puedo enseñarte a leer.Eres una de las mujeres más inteligentes que conozco.Y jamás ridiculizaría a nadie que quisiera aprender;aunque le costara,respetaría su esfuerzo.
—¿Y si no lo consigo?¿Y si es verdad que soy estúpida?—Aquél había sido siempre su mayor temor.
Él le sonrió con cariño.
—Si hubiera creído eso un solo instante,jamás te habría desafiado.Habría fingido que habías cogido la carta correcta.Habría dejado que prosiguieras con tu engaño.Creo en ti,Bella,aunque ni siquiera tú lo hagas.Lo único que te pido es que confíes en mí y en mi capacidad para enseñarte.
Ella se volvió porque le dolía mirarlo a los ojos.Nadie había tenido nunca tanta fe en ella.¿Y si lo decepcionaba o le hacía dudar de sí mismo?¿Y si le hacía daño?
—Confía en mí,Bella—repitió él.
Volvió a mirarlo.
—Confío en ti,Edward.Es de mí de quien desconfío.¿Qué pasará si te decepciono?
—No lo harás si me das la oportunidad de enseñarte.
Sorbiendo por la nariz,asintió con la cabeza.Jamás había estado más aterrada en toda su vida.
—Está bien.Te dejo intentarlo,pero no quiero que lo sepa nadie.
—Por supuesto que no.Será nuestro secreto.Pero eso significa que,cuando lo logres,tendremos que celebrarlo en privado.
—No percibo un atisbo de duda en tu voz.
—Porque no lo hay.
Entonces la besó,como si pudiera inyectarle confianza con el movimiento suave y provocativo de sus labios.Se había tomado el descubrimiento como si no fuera más que un mero inconveniente que pudiera resolverse fácilmente.Pero pronto se daría cuenta de que no era así.¿Qué podía ofrecerle Edward que ella no hubiera tenido antes?
La besó con mayor intensidad y de pronto dejó de pensar en lecciones y cartas o en lo emocionante que resultaría abrir un libro y poder leérselo ella a él,para variar.Ahora pensaba que,si era tan hábil enseñando como besando,sin duda triunfaría donde otros habían fracasado.
El frío de aquella tarde se vio reemplazado por el calor de la pasión que se iba apoderando de su cuerpo tan lentamente como la lengua de Edward recorría su boca.Sin prisas.Como siempre que la besaba.
Advirtió que el pelo le caía por los hombros y oyó el gruñido feroz de Edward ante su logro.Pensó que debía reprenderlo por aprovecharse de las circunstancias,pero iba a enseñarle a leer…
Iba a enseñarle a leer.
Bella se retiró,consciente de la agitación de ambos.
—¿Cuándo empezamos?—le preguntó.
—Ya.Acabo de darte tu primera clase.La letra «o».La forma que adopta la boca antes de besar.
—Lo digo en serio—replicó ella riendo.
—Y yo.Te voy a enseñar como nunca lo ha hecho nadie.
|