Bella aún temblaba mientras su carruaje avanzaba estrepitoso por las calles de Londres.¿Por qué demonios la había besado?
Había detectado una chispa de furia en él mientras enumeraba los requisitos de su esposa ideal,pero había sido la pasión de su voz lo que la había hipnotizado.Las palabras parecían brotar de su corazón,como si realmente creyera que un amor así no sólo existía sino que lo estaba esperando.Con semejante determinación de alcanzarlo,no cabía duda de que algún día lo tendría.No abundaban los hombres tan preocupados por el amor;de pronto envidió a la que un día fuera su esposa.
Pero¿por qué la había besado después de hablar de un amor y una pasión tan extraordinarios cuando ella era ajena a ambos?¿Qué había hecho ella para darle a entender que recibiría con agrado sus insinuaciones después de lo mucho que se esforzaba por levantar un muro entre los dos de manera que él no se percatara de la gran fascinación que ejercía sobre ella?
Entre ella y su marido no había habido amor y menos aún pasión.Él siempre había actuado como si apenas pudiera tolerar estar entre sus piernas y ella nunca había disfrutado de su presencia allí.El dolor había sido a menudo insoportable,pero ella había aguantado estoicamente porque resistirse habría tenido peores consecuencias.Había aprendido por las malas que debía evitar a toda costa disgustarlo lo más mínimo.Estremecida por el recuerdo de su difunto marido,procuró enterrar aquellos pensamientos en lo más recóndito de su mente,donde habitaban las pesadillas y concentrarse en el conde actual y en su delicioso beso.El conde sabía a menta.O quizá se lo había parecido a ella.Apenas recordaba los detalles.Sólo sus brazos,fuertes como una soga tensa,no fofos como los de su marido,que siempre le habían recordado al pan empapado en leche.La intensidad del abrazo de Edward habría podido asustarla,pero no había sido así.No temía que él le hiciera daño.Pero¿le rompería el corazón?
Prefirió no pensar en ello.Porque podía suceder.
El conde era el hombre más amable y generoso que Bella había conocido.Cuando la miraba como lo había hecho justo antes de besarla,deseaba ser otra mujer,una que mereciera a un hombre así.
Procuró no recordar cómo se le había encogido el estómago y el vuelco que le había dado el corazón.Él la inquietaba.Le hacía desear cosas que no podía tener;unos instantes en sus brazos la inducían a arriesgarse a que se descubriera la verdad,porque un hombre como él podía averiguarla fácilmente.En su presencia,se veía obligada a no bajar la guardia,a impedir por encima de todo que sus flaquezas quedaran al descubierto.
¿Quién le iba a decir que el conde se convertiría en una de sus debilidades,como una caja de bombones que una vez abierta no se puede cerrar hasta que se ha devorado su contenido?
—¿Se encuentra bien,milady?
La condesa miró a su ayudante,que había estado esperando en el vestíbulo del conde.Todo el mundo sabía que Bella no creía que una dama de su estatus tuviera que preocuparse por las tareas mundanas de su posición y siempre tenía cerca a su ayudante para que se encargara de esas cuestiones irrelevantes.
Alice,la quinta hija de un comerciante,era sólo un poco mayor que Bella y había recibido cierta educación,pero toda la educación del mundo no podía cambiar su aspecto.A Bella no le gustaba ser cruel con sus empleados ni hablar mal de ellos y le tenía cariño a Alice,pero la pobre mujer no era más que un puñado de huesos y alguna que otra protuberancia.Por mucho que comiera nunca ganaba peso,por lo que parecía un palo andante;sin embargo,se negaba a usar relleno en la ropa.Tenía un rostro anguloso y una nariz picuda sobre la que los anteojos se le sujetaban perfectamente.Además,sus incisivos superiores formaban un ángulo desagradable que desviaba la mirada hacia su puntiaguda barbilla.
Bella forzó una sonrisa y confió en que Alice no le notara los labios inflamados,temblorosos e impregnados por el regusto embriagador de lord Forks.
—Estoy bien,Alice.Gracias por tu interés.
—Parece inquieta y he visto a Black rondando por aquí.Su presencia no suele presagiar nada bueno.
—No rondaba—matizó Bella con una leve sonrisa—.Ha venido expresamente a hablar con el conde de mis gastos.
—Sabía que volverían a causarle problemas.
—No,con este conde no.Le dijo a Black que no era asunto suyo y ni siquiera cuando éste se marchó me preguntó por qué había comprado tantos vestidos.
Le había sorprendido que Edward plantara cara a Black y defendiera su derecho a gastar en lo que quisiera.Cierto es que se había ganado ese derecho,pero no esperaba que un hombre entendiera cómo se siente una mujer cuando su marido la censura constantemente y jamás parece satisfecho con su comportamiento.
Ella tenía tan sólo dieciséis años cuando el conde la había tomado por esposa,con la creencia de que su envejecida semilla prendería más fácilmente en una muchacha joven.Estaba desesperado por reemplazar al hijo que había perdido cuando su primera esposa se lo había llevado de vacaciones a América.El niño había caído enfermo y había muerto allí y el viejo conde jamás había perdonado a su esposa por cuidar tan poco de su heredero.A Bella no le habría sorprendido descubrir que había muerto envenenada por el conde.
Era un hombre horrendo,al que Bella había llegado a despreciar con todo su ser.Pero entonces no podía controlar su destino.
Ahora ya no era así.Tenía el control absoluto.El poder y la influencia le habían costado caros y haría cualquier cosa por mantenerlos e incluso aumentarlos.
No era avariciosa por naturaleza,pero la cruda experiencia le había enseñado que la riqueza era preferible a la pobreza,la belleza a la fealdad,la confianza a la duda y que poseer un título resultaba más ventajoso que ser plebeyo.Lo había logrado todo y cuando examinaba su vida,no lamentaba nada,salvo aquella triste noche en que se encontraba inevitablemente ante más remordimientos de los que podía contar.
El cálculo nunca había sido su fuerte,de modo que era bastante posible que sus remordimientos no fueran tantos como temía.Tampoco eran tan peligrosos como la verdad,que si llegaba a conocerse le haría perder su influencia de inmediato;por eso la mantenía bien oculta.Ni siquiera Alice,con la que pasaba más tiempo,sospechaba nada.
La manipulación de los hechos y las apariencias formaba parte de la nueva Bella y aunque aquello apestaba a falsedad,era la única forma que conocía de protegerse.La supervivencia dependía de la adaptación al entorno y ella se consideraba una superviviente.
—Tal vez debería contarle al nuevo conde lo que hace con todas esas compras.
—No,por generoso que parezca,no tengo modo de saber si su dadivosidad es sólo para conmigo.No pondré en peligro mis buenas obras.
—Puede que algún día cambie de idea—musitó Alice—.¿Qué hará entonces?
—Por seguridad,debo buscarme otro marido.No he renunciado a conquistar a un duque sólo porque se me escapara uno esta temporada.—Había estado prometida por un tiempo al duque de Vulturi,pero Alec se había enamorado de una heredera tejana,lo que había provocado un escándalo y casi la ruina de todos los implicados.No obstante,Bella había conseguido sobrevivir al fiasco.
Encontraría otro duque que pudiera elevar su estatus al de duquesa.Después de todo,acababa de cumplir treinta y un años y estaba perfectamente capacitada para administrar sus bienes,que consistían en su rostro,su figura y su habilidad para aparentar seguridad.
—Le será difícil encontrar otro duque con la cantidad de tiempo que le absorbe lord Forks.
—Lord Forks no es problema,te lo aseguro—respondió precipitadamente,sin entender su necesidad de defenderlo cuando nunca había defendido a ningún otro hombre—.No es en absoluto como el viejo conde.
Por lo que resultaba muchísimo más peligroso.
Volvió a mirar por la ventana.Efectivamente,Edward no era como el viejo conde.Era guapísimo,joven,enérgico y estaba en forma.A Bella le encantaba cómo le brillaban los ojos cuando descubría algo nuevo y habían descubierto juntos tantas cosas en Londres:habían asistido a conciertos y visto las figuras de cera en el museo,recorrido galerías de arte y asistido a óperas.
Jamás había conocido a nadie tan curioso como él.Preguntaba continuamente,analizaba todo lo que lo rodeaba como si no le bastara con cualquier explicación,como si siempre hubiera algo más que descubrir.
Y cuando su mirada inquisitiva descansaba en ella,sus ojos se oscurecían y la hacían estremecerse de ilusión por algo que no conocía pero que flotaba amenazador en el aire a modo de una promesa silenciosa.
El conde no sólo la observaba:la estudiaba como si fuera una mariposa encerrada en una urna de cristal.¿Qué veía cuando la miraba tan fijamente?¿Qué deducía de su examen constante?Obviamente no veía su verdadero yo si no jamás habría posado su boca en la de ella.
Y qué boca tan maravillosa tenía.Tan capaz de producir placer.El movimiento de sus labios y el recorrido de su lengua le habían parecido increíblemente seductores.Aunque había querido apartarse,no había sido capaz,pues nunca había conocido nada tan dulce ni tan tentador.O tan ardiente.Su calor le había hecho hervir la sangre,le había calentado el cuerpo entero.Después habían llegado las lágrimas:por primera vez en su vida,había experimentado la fuerza de la pasión pero no podía entregarse a ella y permitir que él descubriera su secreto.
Al conocerlo,dejaría de mirarla con interés pues ella carecía de lo que él más valoraba.A lo largo de su vida,se había enfrentado al rechazo en numerosas ocasiones,pero tenía la extraña sensación de que no podría superar el de Edward.
—Alice,dile al cochero que pare.Quisiera pasear por el parque.
Mientras Alice hacía lo que se le había ordenado,Bella miraba fijamente la verdosa extensión que empezaba a presentarse ante sus ojos.Unos niños correteaban por ella,e imaginó a qué podían estar jugando.Sus risas y sus gritos rebosaban un júbilo inocente.Odiaba pensar que un día se les arrebataría todo aquello,cuando la realidad de la vida los privara de sus esperanzas y sus sueños.
El carruaje se detuvo.El lacayo abrió la puerta y ayudó a bajar a Bella.Sabía que Alice la acompañaría pero no le apetecía esperar.
Empezó a caminar por el sendero,disfrutando del susurro de las hojas al viento.Prefería el bullicio de Londres al sosiego del campo.De no ser porque Edward necesitaba una anfitriona y porque no estaba bien visto hacerlo,se quedaría en Londres cuando terminara la temporada social.
Dejó de caminar y observó el agitado ir y venir de los niños.Eran lo único que,por mucho que se esforzara o conspirara,jamás tendría.Nunca sabría qué se siente al llevar un bebé en el vientre,al ver el amor en los ojos de un hombre convertido en padre.
El viejo Forks le había enseñado que una mujer que no puede tener descendencia no es digna de ningún hombre.Las lecciones que él le daba habrían podido matarla.
En cambio,igual que la piel delicada se irrita continuamente,ella se había curtido y endurecido.Había hallado otras cosas valiosas en su interior.Y aunque pudieran ser intrascendentes o de escasa importancia en el devenir del planeta,le proporcionaban cierto grado de satisfacción y le permitían engañar a todos los que la rodeaban.Nadie sabía de su corazón roto,de su vergüenza,de su remordimiento.
Haría todo lo posible por que las cosas continuaran así.
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