Se apartó de ella y se dirigió a su escritorio.Lo esperaban varios montones de cartas.
—¿Supongo que no querrás echarme una mano leyendo parte de mi correspondencia?
—La lectura me cansa la vista y me da dolor de cabeza.Puedo pedirle a Alice que…
—No.—Se sentó tras el escritorio y la escudriñó—.¿Algún médico te ha revisado la vista?Quizá necesites gafas.
—Mi vista está perfectamente.Si me disculpas…
—Quédate.
Bella había iniciado ya su pronta retirada cuando aquella palabra la detuvo.Lo miró por encima del hombro.
—Pensé que ibas a encargarte de los asuntos administrativos de tus propiedades.
—Así es,pero no quiero estar solo mientras lo hago.Te propondría que te sentaras junto a la ventana y leyeras un libro,pero como eso te cansa la vista,quizá debas limitarte a contemplar el jardín y estar cerca por si me surge alguna duda.Después de todo,me prometiste que me ayudarías a aprender mis obligaciones.
Ella lanzó una mirada hacia la puerta.La vio enderezar ligeramente los hombros en un intento de reforzar su posición y se preguntó qué era lo que tanto temía que descubriera si se quedaba con él.
—Naturalmente.Me complace serte de utilidad.—Se acercó a la silla que había junto a la ventana y se sentó,mirándolo a él en lugar de contemplar el jardín—.Continúa con tus asuntos.
Edward echó un vistazo a las montañas de documentos y cartas,sin saber muy bien por dónde empezar.Por el principio,supuso.Revisó una docena de misivas intrascendentes de damas que le comunicaban lo mucho que les había complacido conocerlo durante la temporada social y cuánto deseaban que las visitara cuando regresara a Londres para la siguiente temporada.Aunque apreciaba sus sentimientos y agradecía la atención que le dedicaban,aquellas cartas no tenían verdadero interés para él.Por fin encontró una que sí parecía importante.
—Es de Black-le dijo a Bella—.La donación que hemos hecho para la escuela le parece excesiva,pero la ha aprobado.
—Típico de Black.Por lo tacaño que es con tu dinero,cualquiera diría que le pertenece.
Edward dejó la carta encima de todas las que había leído.La siguiente venía de la escuela,e inmediatamente sintió cómo se disipaba la soledad que lo había envuelto desde su regreso de Torterra.
Milord:
La dirección de la Escuela Haywood para chicos le agradece su generosa donación,que hará posible la reconstrucción de la residencia de los estudiantes,recientemente destruida.
La valentía que usted y lady Forks demostraron y la ayuda que nos prestaron durante el terrible incendio…
Edward negó con la cabeza.
—Lo dicen como si fuera una hazaña,cuando es algo que he hecho en innumerables ocasiones mientras vivía allí.No en la escuela,por supuesto,pero sí en otros edificios.
—¿Qué más dicen de mí valentía?—preguntó Bella,sentada al borde de la silla,con una mirada de deleite,fruto sin duda de los elogios que se le otorgaban.
Suspirando,el conde prosiguió.
La valentía que usted y lady Forks demostraron y la ayuda que nos prestaron durante el terrible incendio merecen nuestra eterna gratitud.En su honor,quisiéramos dar a la nueva residencia el nombre de Forks Hall.
Confiamos en que puedan honrarnos con su presencia en la ceremonia oficial de inauguración del edificio una vez terminado.
Siempre siervo fiel de su excelencia,
Director de la Escuela Haywood para chicos.
—¡Menuda tontería!—exclamó Edward arrojando la carta al montón de las misivas leídas.
Bella se levantó y se acercó al escritorio.
—Al contrario,Edward,es un gran honor.Que se llame igual que esta finca podría llevar a confusión pero aun así…—Cogió la carta y con una amplia sonrisa,leyó en voz alta—:«La valentía que usted y lady Forks demostraron y la ayuda que nos prestaron durante el terrible incendio merecen nuestra eterna gratitud.En su honor,quisiéramos dar a la nueva residencia el nombre de Forks Hall».Me parece maravilloso.—Contenta,levantó la vista de la carta y lo miró—.¿Qué pasa?
—Por lo visto,pasa mucho.—El conde se inclinó sobre el escritorio y cogió la carta de la escuela—.Te has equivocado de carta.
Durante un instante,ella se mostró aturdida,pero en seguida recuperó la compostura.
—Lo sé.Te estaba gastando una broma.Debes proponerles que elijan otro nombre.
Él se puso de pie lentamente.Empezaba a entender muchas cosas:por qué le parecía que ella no había leído la carta que él le había mandado aunque aseguraba que sí;el libro en francés;que nunca quisiera leerle;que necesitara siempre a su ayudante para no mancharse los dedos de tinta y que se le cansara la vista;su confesión de que guardaba un secreto que lo mantendría alejado de su cama y la duda constante de qué podía haber hecho que él pudiera encontrar censurable…Naturalmente.Él era profesor y ella…
—No sabes leer—dijo con voz dulce.
—Claro que sé—replicó ella tirando la carta al escritorio.Después,tendiéndole la mano,chasqueó los dedos y añadió—:Dame la carta y te la leo entera.
—¿Aunque yo no te lo haya leído todo?
Se sintió cruel por mentirle,pero quería saber la verdad.Necesitaba saberla.¿Era aquél el secreto que la mantenía distante?¿El temor de que él,por ser profesor,descubriera fácilmente lo que sin duda ella consideraba un gran defecto?
—Me has leído la carta entera.
—¿Sí,Bella?—Le dio la carta—.Dímelo tú.
—No voy a jugar a este juego absurdo.Soy una condesa.No tengo necesidad de demostrarte nada.Eres un hombre mezquino e insignificante y te odio.Espero que te pudras en el infierno.
Dio media vuelta y salió precipitadamente de la estancia.Aquella reacción lo dejó atónito.¿Cómo demonios había conseguido convencer a los demás de que sabía leer?¿Cómo había logrado sobrevivir sin saber hacerlo?Era inteligente y tenía una memoria asombrosa,sí,pero¿no sabía leer?Su secreto.Su maldito secreto que él por fin había descubierto inadvertidamente.Pero¿a qué precio?
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