DISCLAIMER: Los personajes le pertenecen a la grandiosa Stephenie Meyer... la admiro tanto!... okz okz... yo solo plasmo las ocurrencias de mi mente y juego con sus personajes.
Capítulo beteado por Fela Zamora, Betas FFAD
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BELLS POV
Un año pasé en ese hospital. Entrando y saliendo. Yendo y viniendo. Estando con él, haciéndole compañía, esperando que un día despertara, que pudiéramos retomar nuestras vidas, esperando volver a ser la familia que fuimos, esperando ser felices… y esta vez para siempre.
Siempre me sentí dividida… por el hecho de escoger entre mi esposo, mi compañero, mi amigo, mi amante o mis hijos. Tener que dejar a mis pequeños tanto tiempo fue una de las cosas más difíciles que hice… pero todo mi ser me llevaba a él… solo a él. Y así lo hice.
Nunca perdí de vista a mis hijos, pero siempre estaba por él y para él. Así como él nunca me dejó ir, yo tampoco lo haría. Me rehusaba. Así que, día a día, iba a visitarlo, a contarle las travesuras de nuestros diablillos, las novedades que traían consigo nuestros amigos y familia; pero sobre todo, a decirle que lo amábamos y que ansiábamos tenerlo de vuelta con nosotros. Pero no sucedió. Aquel, fue un día soleado. Cuando desperté, me dirigí a la ventana y dije para mis adentros: “Hoy será un gran día, lo sé”. Pero no fue así. Jamás olvidaré aquella tarde que marcó mi vida para siempre.
Aquella, cuando mi corazón se partió completamente.
Aquella, cuando perdí a mi amor…
Aquella… en la cual Edmund me dejó.
*
*
—Mamá… ¿sigues escribiendo? ¡Te estamos esperando hace hoooooooooras! —Dejé mi pluma a un costado cuando escuché la voz de mi hija mayor, quejándose como siempre. Vi el pequeño reloj que estaba colgado al centro de la pared, justo enfrente de mí, 5:30 pm… sí que se me había ido el tiempo.
Puse mi muy ensayada expresión de dulce mami, y miré fijamente a mi Kat.
—Cielo, sólo me retrasé 30 minutos, ¿me perdonas? —Pedí haciendo un puchero, casi como el que ella usaba conmigo. Era justo, ¿verdad?— Te prometo que de ahora en adelante te haré caso y me compraré una alarma, exclusivamente para que me dé el toque de queda —Ella me miró con los ojos entrecerrados, analizándome. Pronuncié más mi puchero y esperé hasta que ella habló.
—Está bien —sonreí ampliamente y le abrí los brazos para acogerla en ellos; me observo por un momento, parecía pensativa—… pero con una condición —lo sabía. Me había tendido una trampa.
— ¿Cuál? —Traté de ser cautelosa, esperaba que no me pidiera algo como permisos para ir a la playa con sus amigos o algo así.
—Que sea yo quien ponga el toque de queda. —Suspiré de alivio, le sonreí ampliamente y le di un sonoro beso en la mejilla.
—Está bien, acepto tu condición.
—Perfecto, ahora vámonos, ¡pero rápido! —Mi apresurada niña me jaló y me llevó casi a rastras a nuestro gran jardín trasero. Apenas llegamos a la puerta que conecta la casa con el patio, Kat salió corriendo.
— ¡Lo logré! Mamá ya está aquí —coreó mi hija.
— ¡Mamiiiiitttaaaa! —Escuché la voz del menor de mis hijos, mi pequeño Anthony.
En ocasiones como esta no podía evitar recordar aquel día en que sentí que la vida me era arrebatada poco a poco. Fue tan doloroso que con sólo plantearlo en mi mente se me volvía a escarapelar la piel. A veces, mientras pensaba, me daba cuenta que estaba bien recordarlo, estaba bien sentir ese dolor, porque al fin y al cabo aún si me evitaba sentirlo, no iba a cambiar lo que pasó. Y tampoco quería eso. Porque gracias a ello, me encontraba aquí.
Sí, fue difícil… muy difícil. El recorrido al hospital fue cardiaco, le hablaba, intentaba que él no cerrara los ojos, le rogaba que no me dejara…
Los paramédicos me indicaban que me calmara y cuando al fin llegamos con Carlisle, nada cambió… fue todo lo contrario…
FLASHBACK
— ¡Preparen el quirófano! —Escuchaba gritar— ¡Muévanse! —Corría rápido, trataba de mantener su paso… lo logré por un momento… pero luego sentí que me alejaban, apreté mi agarre de su mano e hice ademán de continuar caminando— No puede pasar —me decían. Y yo desistía.
—Lo siento señora, pero no puedo dejarla entrar —dijo una enfermera llamándome la atención, me giré a verla; entonces nuestras manos fueron separadas y sentí que la vida se me iba con él… las puertas se cerraron frente a mí, inmediatamente me acerqué a la pequeña ventana del cuarto, vi como rompían sus ropas y todos iban de un lado a otro lo más rápido que les era posible. Una de las enfermeras se percato de mi presencia, se acerco a la venta y jalo la cortina, cerrándola por completo.
Sentí mi cuerpo comenzar a temblar, mis piernas se debilitaron y me dejé ir… pero no caí. — ¡Bella! —Escuché, pero antes de poder contestar, la oscuridad me consumió.
******
Sabía con qué me iba a encontrar al abrir los ojos, nada había sido un sueño; aunque deseaba con todo el alma que así fuera. Comencé a sentir una presión en uno de mis dedos y el muy conocido pitido del aparato que controlaba mis constantes latidos. Abrí los ojos de una vez, estaba sola.
—Mejor aún —murmuré. Sabía que estaba actuando con irresponsabilidad, pero tenía que ir con él.
Me senté, y sin importar si eso causaría que me mareara o no, recogí los cobertores y moví mis piernas lo más rápido que pude. Encontré unas pantuflas y me las puse, me paré y cuando estuve lista, me quité todos los cables que tenía en el brazo y mis manos. No vi cuántos eran, yo solo quería ir con él. La máquina se volvió loca y el pitido se convirtió en un sonido constante, como si yo ya no estuviera con vida. Antes de que llegara alguien, salí corriendo como pude, buscaba con la mirada la zona de urgencias, lo ubiqué rápidamente y seguí corriendo sin mirar a mí atrás.
— ¿Dónde está? —Fue lo primero que salió de mis labios.
—Bella, ¿qué…? —Todos me miraban, pero no me importaba.
—Por… favor.
Esme se levantó de su asiento y comenzó a acercarse a paso lento a mí; la puerta ubicada al final del pasillo se abrió y por ahí salió Carlisle. Corrí, o eso creo y lo cogí de los brazos una vez estuve frente a él.
—Dime, por favor, ¿cómo está? —Mi voz se oía rota, débil.
—Bella, tienes que ser fuerte —negué inmediatamente y sin poder evitarlo las lágrimas comenzaron a caer.
—No me… estás respondiendo —le dije con voz ahogada.
—Hija, tienes que…
— ¡No!, por favor, te lo ruego —tragué saliva ruidosamente— Dime Carlisle, sólo… dime —él suspiró, cerró los ojos por un segundo y luego los abrió y fijó su vista en mí… tomó mis manos y comenzó a hablar.
—Edward perdió mucha sangre, tuvo una hemorragia interna —apreté el agarre de nuestras manos y asentí ligeramente con los labios apretados— la situación se complicó y… lo perdimos por 30 segundos —el temblor en mi cuerpo se hizo presente; con tan sólo saber que había dejado de respirar, que había dejado este mundo, por mínimo que haya sido, eso era demasiado para mí— logramos estabilizar sus constantes pero siguen siendo débiles y debido a sus fracturas múltiples… —preparé mi corazón y mi cerebro para recibir el siguiente golpe— tuvimos que inducirlo a estado de coma.
En coma… eso quería decir que aún había una posibilidad y mientras eso no cambiara, tenía fe que algún día despertaría. Así como yo volví a él, él volvería a mí.
—Así se curará más rápido, no sentirá dolor y lo más importante es que ya se encuentra estable —No quería desmoronarme, si volvía a ponerme mal no sólo me dañaría a mí, sino también al bebe que llevaba en mi vientre, a Kat, a Gabe, a Kari… a toda mi familia. Tenía que ser fuerte, pero justo ahora, solo quería una cosa.
— ¿Puedo verlo? —Pregunté sin titubear.
—Bella, tienes que reposar… lo sabes…
—Sí, lo sé y lo haré, sólo permíteme verlo unos minutos, por favor —Carlisle aceptó y me llevó con él, no me fijé en nadie más, no supe si ellos habían escuchado lo que comentamos; tal vez estaba siendo egoísta, sí, pero necesitaba verlo.
La imagen de Edward ensangrentado no la podía sacar de mi mente. Ahora ya no lo encontraría en el mismo estado, pero me dolía pensar que sí no fuera por todos esos cables a los que estaba conectado, que lo mantenían aún con vida, tal vez ya no estaría conmigo. Carlisle se detuvo frente a la puerta de la habitación, respiré hondo, abrió la puerta con lentitud y me cedió el paso. Mis pies dudaron al inicio, pero mi necesidad era más fuerte; caminé lentamente hasta la camilla, cogí una silla que estaba a mi paso y la acerqué para sentarme a su lado. Volvía a mirar su rostro desde que nos separamos y con mi mano temblorosa intenté tocar su mejilla, pero en el trayecto me arrepentí y la deje caer suavemente hasta una de sus manos, cerré mi agarre en torno a ella y aclaré un poco mi garganta…
— ¿Creíste que podías huir de mí? —Una sonrisa triste enmarcó mi rostro —sé que puedes escucharme, yo estuve en tu posición, ¿recuerdas? —Las lágrimas se acumularon en mis ojos al recordar lo poco que quedaba en mi memoria sobre aquellos momentos— siempre estuviste conmigo. Aún puedo recordar… era… extraño. Soñaba contigo, te veía y necesitaba llegar a ti. Siempre me llamabas y yo me acercaba, pero no podía alcanzarte. Sabía que eras Edward, pero no entendía lo que significabas para mí, lo importante que eras. Pero aún así sentía esta necesidad de tocarte, de… solo sentirte a mi lado. Y no sabes cuánto anhelo que justo ahora no dejes de escuchar mi voz, y no dejes de seguirme, de volver. Sé que lo harás… solo… no tardes, porque… ¡Dios! Te extraño tanto y te amo, soy tan egoísta que me niego a dejarte ir… no… —mi voz se rompió y mi llanto se desató. Perdí el control—… me dejes. —Con cuidado pasé un brazo sobre sus hombros, me recosté al borde de la cama y solté todo mi llanto contenido.
Al parecer estuve mucho tiempo ahí…
Cuando desperté, estaba nuevamente recostada en la cama de la primera vez, de la que había huido para ir con mi esposo. No estaba sola, mi madre y mi padre estaban haciéndome compañía.
—Hija, ¿cómo te encuentras? —preguntó mamá.
—Estoy bien. Quiero… quiero ver a Edward —me senté despacio para no alarmar a mis papás, pero aún así protestaron.
—Bella, tienes que descansar —estuve a punto de interrumpirla pero ella continuó hablando— sé que esto no es fácil, sé todo lo que ustedes han pasado y sé que tienes miedo, te entiendo hija; pero ahora no solo se trata de ti —ella me miró con dulzura y se acercó, tomó mi mano— Carlisle nos dijo que estás embarazada. Piensa en tu bebé, por él debes cuidarte más.
—Pero…
—Bells, tu madre tiene razón. Carlisle prometió pasar por aquí para dar cualquier noticia sobre el avance de Edward, todo saldrá bien, hija; verás que cuando menos te lo esperes mi yerno estará en casa perfeccionando sus barbacoas —el recordarlo así me arrancó una sonrisa.
Todos los domingos Edward iba al jardín, sacaba la parrilla y con varios recetarios en mano hacía diferentes tipos de barbacoa. Él decía que sabía que una de esas combinaciones o la unión de alguna de ellas harían la barbacoa perfecta y que no se iba a cansar de buscarla. Hasta el momento no había tenido mucho éxito.
Necesitaba verlo, tomar su mano, estar ahí cuando despertara, ser la primera a la que sus ojos vieran y hablarle. Quería muchas cosas pero sabía que no podía tenerlas todas, por ejemplo, estar con Edward y mis hijos al mismo tiempo. No, eso era imposible.
—Tienen razón, está bien, reposaré un rato y luego…
—Por hoy te quedarás aquí, Carlisle dijo que si todo estaba normal hasta hoy por la tarde, te podría dar de alta mañana a primera hora —apuntó Renée.
—Pero…
—No te preocupes, todo está bien, sólo encárgate de descansar, al menos por hoy. Ahora acomódate bien entre las almohadas, ciertas personitas han estado aquí esperando que despertaras —mamá se veía divertida.
— ¡Mami! —Los gritos de mis pequeños se oyeron por todo el cuarto, extendí mis brazos hacia ellos sonriéndoles mientras corrían hacia la cama; Kat y Kari casi arrastraban a Gabe, al que tenían tomado de sus manitas. Realmente adorables.
—Con cuidado pequeños —mis papás los ayudaron a subir a la cama.
—Mamita, te extrañamos mucho —Kat me abrazó como pudo y los demás la imitaron asintiendo fervientemente.
—Sí, yo tamién te estañé, ¿no, belita Eneé? —Mi Gabe, ¡es tan tierno!
—Sí corazón, todos extrañamos a tu mami.
—Mamá, ¿y mi papito? —Preguntó Kat, miré a mis padres en busca de una respuesta, negaron con la cabeza, entonces supe que no estaban enterados aún y pensé rápido en algo convincente que decirles.
—Bueno, papi tuvo que hacer un viaje de emergencia por el trabajo, algo rápido, pero se enfermó un poco y por eso no ha podido regresar amor.
—Ay mi papá. Yo le dije, ¿no, Kari?
—Sip, pero él no nos oye, es terco. Y ahora ya se enfermó —la expresión de Kari era como la de una mamá cuando le dice a su hijo que no haga algo, este lo hace y luego la madre dice su frase preferida “te lo dije”.
—Mami, ¿papi tá enfemo cómo tú? —preguntó Gabe.
—No cariño, en realidad yo no estoy enferma.
— ¿No? —preguntaron los tres a la vez, reí y negué con la cabeza.
— ¿Entonces? —Kari se les adelantó a los demás.
—Bueno, hay algo que tengo que decirles… su padre quería estar presente para decirles pero no se podrá por lo que ya saben… mis amores, van a tener un hermanito o hermanita.
Miré fijamente el rostro de mis pequeños y vi la emoción en los ojos saltarines de mis hijas y la confusión en los de Gabe.
— ¿Y ónde tá mi hemanito, mami?
—Ay, Gabe, mamá está embarazada, nuestro hermanito todavía no nace —le dijo Kat como si fuera lo más obvio del mundo.
— ¿Y qué es badazada?
—Ay, Gabe, embarazada es cuando mamá y papá van donde el abuelito Carlisle, le piden una pastillita así chiquita, mamá se la toma, queda embarazada, su barriga crece y luego nuestro hermano nace —yo miraba divertida todas las caras que ponía Gabe.
— ¿Sí, mami? —Yo asentí una vez— ¿Y po qué su badiga clece?
—Porque ahí dentro está nuestro hermanito —mi pequeño abrió su boquita incluso más grande que cuando Kat lo hacía a su misma edad.
— ¿Sí, mami? —asentí nuevamente con una sonrisa en el rostro. Sólo mis hijos me hacían sonreír en momentos como este.
Pasé casi toda la tarde hablando con mis hijos sobre bebes, que primero eran pastillas y luego se transformaban; siempre que podían me arrancaban una sonrisa, pero por más que hicieran no podía olvidar lo que había sucedido. Como dijo Charlie, Carlisle nos hacía visitas periódicas a la habitación para informarnos cómo iba progresando Edward, pero no me tranquilizaba totalmente.
Llegó el momento en que mis niños tuvieron que irse, cosa que no me gustó, la idea de no estar en casa con ellos era fea, no me tendrían para arroparlos, leerles un cuento ni acompañarlos mientras se dormían… entonces recordé que todas esas cosas las hacía con Edward, sentí tal necesidad de verlo que estuve a punto de desconectarme todo nuevamente y correr a buscarlo habitación por habitación.
—No lo hagas —me interrumpió Carlisle— imaginé que harías esto en cualquier momento, otra vez, por eso vine a evitarlo.
—Carlisle…
—No, no te voy a impedir verlo, no puedo, sólo he venido a hacértelo más fácil o bueno, más seguro —no entendía a que se refería hasta que lo vi entrar con una silla de ruedas. Según yo no era necesario, pero él era el doctor y quisiera o no me montaría en la silla; además, lo haría con el propósito de ver a Edward y por él hasta dejaría que me llevaran en una camilla. Carlisle me ayudó todo el tiempo y luego, ya en la habitación de Edward, nos dejó a solas.
Prácticamente lo veía igual, a excepción de que ahora tenía más color en el rostro. Cogí nuevamente una de sus manos y dejé mis lágrimas correr. Tal vez ya había llorado mucho, pero no lo podía evitar y si a eso le agregamos las hormonas… ¡pf!
Luego de calmarme le platiqué sobre mi día y sobre las caras graciosas que había hecho Gabe cuando se enteró que tendría un hermanito. Nuevamente perdí la noción del tiempo y rápidamente se llego la hora de separarme de él. Carlisle fue a buscarme, me sacó del cuarto y me llevo al mío.
Una vez estuve instalada, abrí un libro que mi madre me había traído por si acaso y entre las páginas encontré a Edward; bueno, era una foto de él, pero fue captada de tal manera que cada vez que la veía era como estar viéndolo, muy sonriente y mirándome, con el amor que me tenía reflejado en sus ojos. Saqué la foto y la pegué fuerte en mi pecho, me aferré a ella y así me quedé dormida, soñando con un mañana diferente… feliz.
FIN FLASHBACK
**********
Los días que le siguieron a esos, fueron una rutina. Una vez estuve nuevamente en casa, lo que hacía desde que amanecía era levantarme muy temprano, atendía a mis pequeños, desayunábamos, los llevaba a la escuela, y luego me dirigía al hospital a ver a Edward. Me quedaba ahí hasta las 5 de la tarde, luego volvía a casa; mis hijos me esperaban, su padre no estaba y no podía dejarlos solos. Cada día ellos me preguntaban por su papito, les decía que ya estaba mejorando y que pronto estaría en casa. Mis pequeños creían mis palabras y cada noche después de cenar y darse un baño, se juntaban en mi habitación y oraban juntos pidiéndole a Diosito que sanara a su papito para que regresara pronto a casa. Así, haciendo prácticamente lo mismo cada día el tiempo pasó lento.
A la segunda semana, Edward había mejorado, aún no despertaba pero ya estaba fuera de peligro. A veces la situación me desesperaba, me hacía pensar que me estaban mintiendo y que en realidad Edward no estaba mejor, pero siempre que eso sucedía mis padres y los de Edward estaban allí para sacarme del error. Me divertía mucho cuando todos nuestros amigos iban de visita, Emmett contaba chistes, las Alice y Rose hablaban las peripecias de sus pequeños y Jasper gruñía cada vez que Alice hablaba del “novio” de su hija.
FLASHBACK
Apenas abrí los ojos sentí algo extraño, quise ponerme en pie y correr hasta llegar al lado de Edward. Me levanté y entré corriendo al baño, me di una ducha y al salir me puse lo primero que vi en el clóset, me coloqué el reloj de pulsera mientras me dirigía a la habitación de Kat y Kari, pero cuando vi la hora me di cuenta que aún era muy temprano para despertarlas. Sin saber qué mas hacer, bajé a la cocina y me preparé un chocolate caliente; mis dedos repiqueteaban sobre la mesa de madera, mis pies se movían nerviosos y mi corazón latía cada vez más prisa. La puerta principal se abrió. Era Renée, mi madre.
— ¿Bella?, ya estoy aquí, ¿despertaste a los niños? —Iba diciendo mientras subía por las escaleras. No respondí. Mi respiración se agitó, como si estuviese esperando algo… como si…
¡Ring! ¡Ring!
— ¡Contesta, Bells! —Tenía miedo de contestar, no sabía quién podría ser, me sentía muy nerviosa y me atemorizaba que al levantar el auricular pudiera escuchar algo que no me gustara. Mientras eso sucedía en mi cabeza, el teléfono seguía sonando— ¡Bella! —Escuché nuevamente la voz de mamá, me puse de pie y me dirigí a contestar. Respiré hondo, cogí el auricular, lo llevé a mi oreja, cerré los ojos con fuerza y hablé.
— ¿Hola? —mi voz salió algo temblorosa.
—Bella… —mis ojos se abrieron en una milésima de segundo, mi corazón palpitó más y más rápido, mi respiración se agitó. Todo mi cuerpo lo comencé a sentir flojo al escuchar su voz.
— ¿Edward? —No sabía si me había escuchado, ya que ni yo misma oía bien mi voz.
—Hola amor…
—Edward… —él había despertado, no era un sueño, por eso me sentía diferente. Era por eso.
Dejé caer el auricular y me eché a correr a mi habitación, tomé mi bolso y bajé nuevamente— ¡Voy al hospital! —Grité, no supe si Renée me contestó. Subí rápidamente a mi auto, respiré hondo para calmarme un poco y lo encendí.
Manejé a velocidad máxima según las leyes de tránsito. Quería llegar lo antes posible al hospital, quería tocarlo, besarlo, sentirlo junto a mí nuevamente, escucharlo, ver que ya estaba consciente. No pude haber imaginado su voz al otro lado del auricular, no estaba loca. Una vez llegué, salí corriendo del auto sin preocuparme en ponerle seguro, entré rápidamente y corrí por los pasillos; cuando ya estaba cerca de la habitación vi que salían algunos doctores y enfermeras, me asusté y corrí más rápido, empujé la puerta y ahí estaba… tenía una mueca de molestia en el rostro y el ceño fruncido. La respiración se me atoró en la garganta, como me pasaba desde la primera vez que lo vi en el instituto hace ya varios años. Tenía todavía algunas marcas de heridas en su cara, una venda rodeaba su cráneo, se encontraba sentado y tenía la mirada perdida. Solté mi bolso y al impactar contra el suelo hizo un leve ruido, eso bastó para que él levantara la mirada y la dirigiera hacia mí. Por mi mejilla corrían lágrimas de felicidad que no parecían tener fin. Caminé hacia él, me le lancé encima olvidándome que acababa de salir del coma, que tenía algunas fracturas y que yo estaba embarazada.
Él, por su lado, me apretó fuerte contra su pecho y suspiró sonoramente entre mis cabellos, me aferré a la ligera tela de su bata y cerré mi puño en ella sin parar de llorar, hasta que mis lágrimas dejaron de correr y mi respiración se fue calmando.
—Te estoy haciendo daño —susurré rompiendo el silencio.
—Nunca, nunca lo harías. Yo diría que siempre me sanas —me contestó él, lo que me hizo volver a estar melancólica y llorosa.
—Te he extrañado tanto amor, me has hecho tanta falta… —intenté que mi voz no se quebrara, pero no pude evitarlo.
—Y yo a ti Bella, me sentía… era como… a veces me parecía que escuchaba tu voz y quería despertar, pero no podía, me sentía atrapado en una especie de sueño, mi cuerpo no me obedecía. Yo quería verte, abrazarte, justo como ahora; asegurarte que todo estaría bien, porque yo también sentí lo que tú. Sé lo difícil que es, y no sabes cuánto lamento…
—Shhh… no te disculpes, esto no fue culpa tuya, quiero que tratemos de olvidar lo que sucedió. Dejémoslo atrás. Lo importante es que ya estás bien y muy pronto volveremos a casa con nuestros hijos —nuevamente mis ojos se llenaron de lágrimas al recordar a mis niños— Ellos también te extrañan y yo ya no sabía cómo…
—Hey, acabas de decir que lo dejemos atrás, entonces hagámoslo. Ya estoy bien y si no fuera porque mi padre casi tuvo que atarme cuando me dijo que tenía que quedarme unos días más, créeme que hubiera ido corriendo a casa con ustedes —puse los ojos en blanco mientras negaba con la cabeza.
—Estás loco.
— ¡Hey!, sólo soy un pobre esposo y padre que quiere estar junto a su familia, ¿acaso tú no harías lo mismo que yo?
—Sí, sí lo haría —suspiré mientras recordaba como antes me había desconectado el suero y otras cosas yo sola para ir a buscarlo.
— ¿Ves?
Nos quedamos en silencio unos minutos y Edward comenzó a mover sus brazos con cuidado, una de sus manos terminó en mi vientre, besó mi sien y luego bajó su boca hasta mi oído.
— ¿Cómo está el bebe? —susurró.
—Muy bien, cada 5 días soy arrastrada por Carlisle al hospital para ser revisada; aunque más parecen interrogatorios, ya que no pueden sacarme sangre todas las semanas ni hacerme tantos ultrasonidos, no es saludable ni para mí ni para el bebe.
— ¿Y ya comenzaron los antojos?
—Mmmm… no, aún no —le contesté con una gran sonrisa—… pero, ¿sabes? Justo ahora tengo un gran antojo.
—Humm… bueno, yo… —lo corté antes que terminara su frase.
—Tengo tantas ganas de besarte que si no lo hago en este momento moriré —él rió en mi oído, quitó su mano de mi vientre, cogió mi rostro y se inclinó hacia mí…
—Siento como si… hubiesen pasado siglos —sus labios rozaron los míos que estaban temblando— te prometo que pase lo que pase no dejaré que vuelva a pasar tanto tiempo —y dicho esto nuestros labios se unieron como si fuera la primera vez y supe que ni siquiera en ese momento sentí lo que ahora sentía.
Una de sus manos en mi rostro, la otra en mi espalda baja; me atrajo hacia él con fuerza, como si eso fuera a mantenernos unidos para siempre.
Mis manos no se quedaron atrás, enterré mis dedos en su cabello y lo jalé una y otra vez ignorando que tal acercamiento nos quitara el aire. Había pasado demasiado tiempo y no dejaríamos terminar este beso tan fácilmente. Nada ni nadie nos…
Alguien carraspeó con fuerza, ¿acaso la puerta había sido abierta? ¿En qué momento? Sin soltarme ni separarse de mí Edward habló— vuelva después —y juntó nuevamente nuestros labios, lo cual yo acepté sin quejarme.
—Oye, así no es como se le da la bienvenida a los amigos —Oh, Emmett.
—Y a tu madre —Esme también estaba aquí.
—Y a tu linda y pequeña hermana —oh no, todos estaban aquí.
Edward suspiró con fuerza y a regañadientes se separó de mí, pero no soltó su agarre en mi espalda.
—Bueno, yo esperaba algo como, “¡oh, estoy tan contento de que estén todos aquí!” mientras llorabas de emoción. Pero está bien, los comprendo, ha pasado mucho tiempo y ambos necesitan un bueeeeen polvo —nos guiñó un ojo el grandote.
— ¡Emmett! —lo regañó Rose. Todos nos encontrábamos tan fuera de lugar… en particular yo, estaba muy avergonzada y ella fue la única que reacciono.
—Oh, vamos Rosie, es la verdad, ¿te imaginas estar casi un mes sin disfrutar de mis dotes y mis sensuales movimientos? —Rosalie se quedó mirándolo con mala cara.
—Si no dejas de decir tonterías, serás tú quien se quede un mes sin poner en práctica sus “dotes” —Emm abrió totalmente sus ojos y cerró su boca para luego con una de sus manos simular que le ponía seguro y tiraba la llave del candado imaginario. Esme se hizo notar aclarándose la garganta y dando un paso adelante.
—Bueno, lamentamos haberlos… interrumpido, pero es que teníamos muchas ganas de…
—No, no te preocupes, mamá. También tenía muchas ganas de…
—Uuuuffff, se nota que tenías ganas y más cuando hay algo ahí formándose bajo las sábanas —abrí mis ojos como platos, fijé mi vista “ahí” y pude ver “lo que se estaba formando” segundos antes que Edward lo cubriera con una de las almohadas que no estaba utilizando. Escuchamos un “¡plap!”, era Rose golpeando a Emm, pero nadie dijo nada.
—Bueno… —Esme se volvió a aclarar la garganta y continuó —como iba diciendo, Carlisle nos avisó que ayer por la noche te había quitado los sedantes, retirado del coma y que hoy por la mañana ya habrías despertado, así que sin pensarlo dos veces corrimos impacientes por verte —les sonreí, yo había hecho lo mismo.
—Mamá tiene razón, así que no me sorprendí cuando al llamar a casa de Bella contestó Renée algo confundida y hasta se oía angustiada, me dijo que Bella había dejado el teléfono tirado en el suelo y había salido corriendo hacia el hospital; entonces le expliqué la situación y me dijo que apenas dejara a los niños en la escuela venía para acá.
Me sentí culpable, había asustado a mi madre con mi actitud, debí haberle dicho lo que pasaba antes de salir de casa. De repente se había estado imaginando lo peor, mientras yo manejaba a toda velocidad para cerciorarme que Edward realmente estaba consciente. Edward me apretó más hacia él y cuando lo miré a los ojos vi la culpa en ellos.
—Lo lamento, no pensé en los problemas que podía ocasionar.
— ¿De qué hablas, hijo? —le preguntó Esme apenas Edward terminó de hablar.
—De como Bella se enteró que yo ya estaba fuera del coma. Carlisle no se lo informó, yo la llamé.
Todos los presentes se quedaron perplejos, incluso Emmett.
—Pero Edward, debiste haber tenido más cuidado, Bella pudo haber tenido una fuerte impresión, podría haberla dañado no sólo a ella sino también al bebé y… —Esme se cubrió la boca con ambas manos y nos miró a Edward y a mí con pena— lo siento, no sabías aún del embarazo de Bella, ¿verdad? Perdón por arruinarlo, yo…
—No te angusties mamá, Bella ya me lo había dicho antes de que me trajeran al hospital —sabía que era muy difícil recordar esos momentos, al igual que para mí— y sé que fue tonto y desconsiderado de mi parte pero no podía pasar un segundo más sin oír su voz.
—Oh cariño, lo entendemos pero debes prometer que no volverás a actuar de esa manera, hay que pensar bien las cosas antes de hacerlas —ahora parecía como si Esme estuviera orientando a su hijo adolescente y no al Edward adulto y responsable que conocíamos.
—Ya está bueno de sermones, ahora quiero que mi hermano me abrace muy fuerte y me prometa que no nos volverá a hacer esto o de lo contrario yo misma lo traeré de vuelta de donde sea que él esté —dicho esto, Alice corrió al otro costado de la cama y prácticamente se colgó del cuello de Edward.
—Con cuidado, hija —le advirtió Esme.
—Mamá, Edward no parecía tener problemas cuando lo encontramos con Bella casi devorándose vivos.
Todos reímos sonoramente ante el comentario de Alice y cada uno fue pasando a darle el abrazo respectivo a Edward. Cuando llegó el turno de Esme me separé de él y les di espacio. Esme dejó caer sus lágrimas en el pecho de Edward mientras se aferraba a él, sentí mis ojos ponerse vidriosos nuevamente, me imaginaba todo el dolor que ella como madre había sentido al hacerse a la idea de que había una posibilidad de que su hijo no saliera vivo después del accidente. Finalmente, Esme se separó de su hijo, sacó un pañuelo de su bolso y limpió los rastros que habían dejado sus lágrimas.
—Siento haberme puesto muy lacrimógena. Por un instante pensé que iba a perder a mi bebé —se justificó hacia nosotros y apretó las mejillas de Edward cariñosamente. Todos sonreímos ante tal muestra de cariño.
—Bueno, ahora ¿Quién quiere continuar la mañana escuchando los mejores chistes del gran Emmett McCarty? —todos suspiramos resignados mientras Emm comenzaba a contar sus “mejores chistes”. Iba a tener que esperar más tiempo del que quería para volver a besar con libertad a Edward.
FIN FLASHBACK.
— ¡Mamá, vamos! No perdamos tiempo, por favor —se quejaba Kat, dando saltitos al estilo de su tía Alice.
—Sabes que es una regla amor —sus ojos verdes me miraban con diversión mientras se paraba del grass y se acercaba a mí. Me tomó de la cintura y acercó su rostro al mío. Hipnotizada por todo él, apenas escuché a lo lejos unas vocecillas que decían “ya comenzaron” y “aquí vamos de nuevo”.
— ¿Otra vez olvidaste mirar el reloj? —susurró, ocasionando que su aliento chocara contra mi rostro, yo solo asentí sin despegar mis ojos de sus labios.
—Mmmm… ¿Momento importante? —Iba a contestar, pero él continuó hablando— aún no entiendo por qué Edmund tiene que morir. Me aclaré la garganta.
—Bueno, digamos que él no era el indicado para Clara.
—Mmmm… ¿Y quién lo es? —Me preguntó rozando mis labios con los suyos.
—Pronto… lo sabrás —y cuando estaba a punto de besarlo sentí que pequeños y no tan pequeños cuerpos chocaban contra nosotros.
— ¡Mamá, papá! Ya estamos retrasados, por favor. Después se hacen sus cariñitos —Kat se encontraba detrás de mí, rodeando mi cintura con sus brazos y jalándome hacia atrás con suavidad.
— ¡Qué asco! —Exclamaron Gabe y Anthony a la vez.
Y en su afán de jalarnos y empujarnos, por un instante nos apretaron el uno contra el otro y pude sentir algo que estaba firme en el cuerpo de Edward. Reí para mis adentros, coloqué una mano en su cuello, me acerqué a su oído y le susurré:
—Creo que tenemos que resolver un problema ahí abajo. Pero… esta reunión es una regla, ¿verdad? Supongo que tendrás que esperar hasta la noche, señor Cullen —le mordí la oreja, me separé de él y me gire hacia mis hijos.
— ¡Ya, está bien! Qué ansiosos estamos; supongo que tienen muy buenas cosas que contar —llevé a mis hijos conmigo y nos dirigimos hacia nuestro árbol. Edward había insistido en plantarlo hace años, con el propósito de que los niños pudieran tener más contacto con la naturaleza sin alejarse mucho de casa.
Antes de sentarme vi de reojo a Edward, tenía la expresión que siempre ponía cuando lo dejaba encendido; se recompuso un poco, me encontró viéndolo, entrecerró los ojos y caminó hacia nosotros con lentitud. Fijé la vista en mis hijos, hablaban de cosas a las que no estaba prestando atención y Kat miraba impaciente a su padre. Poco a poco se fue acercando hasta que llegó a nuestro lado, se agachó y me pellizcó la cintura. Kat saltó literalmente hacía él y tomándolo del brazo lo llevó a su costado.
— ¡Papá! Los cariñitos después, ¿recuerdas?
— ¡Asco!
— ¡Eeeeewww! —exclamaron nuevamente Gabe y Anthony.
—Ok, ok. Ya oí —Finalmente se sentó y se hizo el silencio— ¿Y bien? ¿Quién comenzará?
Kat casi se elevó por los aires levantando sus manos frente a su padre, pero él hacía como que no la veía.
— ¿Nadie? Y yo que pensé que tenían muchas ganas de hablar —decía él aguantando la risa.
— ¡Papá! —casi lloriqueó mi hija, mientras sus hermanos se burlaban de ella.
—Está bien, lo siento princesa. Sabes, disfruto de tus muecas cuando estás a punto de enfurecer, me recuerdas a tu tía Alice.
—Pero papá, la tía Alice es bonita…
— ¡Cállate Gabe!
— ¡No quiero!
— ¡Cállate!
— ¡No!
— ¡Sí!
—Niños, ya basta —tuve que intervenir— Gabe, deja que tu hermana hable, ella pidió el turno —Kat sonrió triunfante y luego se aclaró la garganta.
—Bueno, tengo que decirles que… ¡Voy a participar en el concurso inter-escolar de Gimnasia Rítmica! —casi gritó súper emocionada. Y luego yo grité con ella.
— ¡Lo sabía! Sabía que lo conseguirías, te felicito mi amor —yo sabía cuánto había practicado y lo que le había costado. Tanto Edward como yo siempre la apoyamos y cada vez que sufría algún dolor muscular debido a los movimientos le daba masajes todas las noches con pomadas que su maestra nos había recomendado. Estaba muy orgullosa de ella.
De pronto, me di cuenta que Edward no había dicho nada, incluso hasta Gabe y Anthony habían felicitado a Kat, pero Edward se mantuvo en silencio.
— ¿Amor? ¿No dirás nada? —Si no comenzaba a felicitar y mostrarle su apoyo a nuestra hija iba a tener serios problemas conmigo. Siempre habíamos estado de acuerdo en que estaríamos con nuestros pequeños en cada paso que daban en su vida, sus decisiones, sus inclinaciones, y por eso me extrañaba y hasta me enfadaba un poco que justo en este momento él se mantuviera callado. Edward suspiró largamente mirando al pasto, luego se dirigió a Kat.
—Sabes que estoy muy feliz por ti princesa, me enorgullece saber que ya estás cumpliendo con tus propósitos —Edward la miraba con adoración y Kate le devolvía la mirada de igual manera, sólo que con unas cuantas lágrimas contenidas por la emoción que sentía— pero… —todos fruncimos el ceño ante su tono de duda. La sonrisa de Kat se borró al instante y Edward suspiró nuevamente con una expresión de resignación— ¿Es necesario que vistas esos trajes pequeños delante de todos? Digo, si te pusieras un buzo o algo así no haría la diferencia, ¿verdad? Te podrías mover y contorsionar de igual manera —terminó casi quejándose. Suspiré de alivio mientras Kat rodaba los ojos y se acercaba a su papá para luego abrazarlo.
—Papito, sabes que si dependiera de mí haría mi acto vistiendo un buzo y un suéter, sólo por verte feliz; pero creo que eso no se vería muy atractivo ante los ojos del público —Edward hizo una mueca que decía “de eso se trata”— Además, creo que las cintas y luego el aro que utilizaré se atascarían con el atuendo que tú me quieres asignar.
Mi esposo resopló y sonrió.
—Supongo que tienes razón.
Al verlos a ambos sonriendo y bien acurrucados el uno con el otro, me dieron ganas de unírmeles. Y así lo hice.
—Papá y yo estamos muy contentos por ti cariño y sabemos que lo harás muy bien —le di un beso en la mejilla y luego los abracé.
— ¡Abrazo grupal! —Gabe copiaba casi todo lo que Emmett hacía o decía y digo “casi” porque ni qué decir de sus frases de doble sentido. Emm siempre tenía que estar al tanto de que Gabe no estuviera rondando cerca del salón cuando él mencionaba sus famosas frasecitas.
Perdí la cuenta del tiempo que estuvimos todos abrazados, pero en un momento, Anthony clamó por oxígeno y dio por terminado nuestra muestra de cariño familiar.
Después de ello, Kat nos dio las últimas noticias de Kari, quien se encontraba pasando las vacaciones en Brasil junto a su hermano. Hablábamos por teléfono muy seguido, pero mis pequeñas estaban siempre en contacto, con eso de los celulares de última generación.
Gabe nos contó sus travesías en la escuela, mientras Kat lo molestaba diciéndole que nos dijera sobre su novia. Anthony, por su lado, nos hablaba de sus nuevos amigos, ya que había comenzado la escuela.
Pronto, nuestros hijos se olvidaron de sus padres y se fueron a jugar y yo, como siempre, me quedaba observándolos con Edward a mi lado. Era en estos momentos en que recordaba como había llegado a pensar que no llegaría el día en que pudiera disfrutar de mi familia por completo, sin preocupaciones, sin angustias, sin…
— ¿Otra vez divagando? —Me susurró Edward al oído.
—No —mentí.
—Te conozco amor —dijo sonriendo y besando mi sien— y sabes que divagar no está mal, siempre y cuando no te atasques en el pasado.
—No lo hago, tengo claro donde estoy, lo que tengo en mis manos… tú, nuestros hijos, todos nuestros demás seres queridos, un hogar... No tengo porque revivir el pasado, ¿de qué serviría? Estamos juntos, somos felices, nada más importa —lo abracé y enterré mi rostro en su pecho.
—Tiene toda la razón señora Cullen, la amo con toda el alma y nada más importa.
—Y yo te amo a ti… desde el inicio de todo. Siempre lo haré —levanté mi rostro buscando sus labios. Nos besamos por largo rato. Nunca me cansaría de hacerlo. Entonces nuestros hijos decidieron incluirnos en su juego y comenzamos nuestra batalla de siempre: torturarnos con cosquillas unos a otros.
Estas eran mis tardes familiares… y no las cambiaría por nada.
**FIN**
Hooola... alguien que me recuerde por allí?? Realmente lamento mucho haber estado ausente por mucho tiempo, pero... no sabría explicar en pocas palabras todo lo que me ha sucedido. Lo que importa ahora es que ya estoy mucho mejor, así que decidí ponerme las pilas para actualizar los fics que publico aquí en LNM... espero puedan disculparme por la ausencia... yyy ojalá les haya gustado el último cap de mi bebé, mi primer fic T.T ... bueeeno, ahora solo falta el epílogo.. trataré de publicarlo lo antes posible, aunque me va a dar pena colocar el "FIC FINALIZADO" pero, así es... todo tiene su final T^T ... nos leemos, chicas... agradecería muchísimo que me digan sus opiniones en un coment, así sea de una sola palabrita... porfis?? *-* Cuídense...
Lyhaane.
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