DISCLAIMER: Los personajes le pertenecen a la grandiosa Stephenie Meyer... la admiro tanto!... okz okz... yo solo plasmo las ocurrencias de mi mente y juego con sus personajes.
Hola chicas, perdónenme por la tardanza, nos vemos abajito… ahhh, cierto, en este cap tuve que sacrificar a alguien para hacer lo que tenía que hacer… adivinan quién?
Enjoy!
BELLS POV
La noche llegó y las visitas se fueron yendo. Los primeros en irse fueron, por obvias razones, Jazz, Alice, Emmett y Rose. Apenas se avistó el crepúsculo, anunciaron su retirada, pero prometieron que volverían al día siguiente y que traerían a sus pequeños para que conocieran a su nuevo primo. No sabía cómo saldría todo, pero podríamos manejar la situación, ¿no?
Los que se quedaron más tiempo fueron Jake y Nessie, ya que tenían a Will con ellos. Mi amiga había dicho que extrañaba mucho a su bebé, así que fue con él y lo trajo a la habitación. Minutos después, había caído dormido en el regazo de su madre. Me encantaba ver a mis amigos tan felices; el amor que desprendían sus ojos cuando veían a su bebé, su sonrisa tonta cada vez que nos contaban qué de nuevo había hecho Will. Ya me podía imaginar a mí y a Edward contando lo mismo de nuestro Andrew, al igual que celebraríamos cuando nuestra Kat aprendiera a leer, o a montar la bicicleta, o cuando escribiría su primera palabra. Los logros de los hijos, por más pequeños que fueran, siempre salían siendo la alegría de los padres.
-Bueno, Bells, creo que llegó el momento de que nosotros también nos retiremos. Este bebé necesita de su cómoda cama.- anunció Jake poniéndose de pie. Nessie, sentada, sonreía con cariño por su error.
-Cuna, cariño. Nuestro hijo duerme en una linda cuna, no en una cama.- lo corrigió. Él la miró frunciendo el ceño, pero con algo de diversión.
-¿Nuestro hijo? Hablaba de mí.- todas las mujeres presentes rodamos los ojos. Mi amigo no había cambiado ni un poquito.
-Creo que tienen razón, Jake. Ya es hora de que se vayan. Creo que el sueño ha causado que tus neuronas se duerman.- decidí intervenir.
-Ja. Qué chistosa.- estiró sus brazos hacia arriba estirando con ello su torso, como desperezándose y un fuerte sonido salió de sus labios.
-¡Jake!
-¡Tío Jei!- lo regañamos Kat y yo. Nessie solo lo veía con desaprobación. A mi lado, mi hijo se removió un poco. Su hermana, al notarlo, corrió a su lado y comenzó a arrullarlo. Cuando se aseguró que Andrew volvía a quedarse profundamente dormido, se volteó y miró directo hacia Jake, colocó sus manitas en sus caderas y frunció el ceño, como siempre hacía cuando iba a regañar a alguien.- no hagas duido. ¿No ves que mi hemanito tá dumiendo?- le susurró, pero con molestia en su tono de voz. Todos observábamos la escena, divertidos pero también enternecidos por cómo mi pequeña protegía a su hermano.
Mi amigo, casi teatralmente, junto sus palmas, como si fuese a rezar, hizo un puchero y lo único que dijo fue un “lo siento” a Kat. Ella solo se le quedó viendo con el ceño aún fruncido y los ojos entrecerrados.
-Es que… tengo sueño… perdóname, pequeña.- mi hija tranquilizó sus facciones y dando una respiración honda, asintió.
-Tá bien. Pero solo po eta vez.- cada vez me sorprendía más por cómo actuaba. Parecía una persona adulta. Ya me la podía imaginar cuando llegara su adolescencia. Sería la pesadilla de su padre.
-Gracias. ¿Ahora puedo despedirme y marcharme a mi hogar, dulce hogar?- le preguntó a Kat.
-Sip.- solo respondió ella.
-¿Un abrazo y un beso para tu pobre tío con sueño?- le pidió lanzando sus brazos hacia ella. Mi hija solo asintió, y cuando hizo eso, Jake se lanzó hacia ella y la levantó en brazos, lanzándola al aire, y lo hizo tan rápido que hasta Edward tendió sus brazos hacia ellos, pensando que Kat en cualquier momento caería al suelo. Debido al veloz movimiento, mi hija profirió un grito que agitó a Andrew y cuando ella se dio cuenta de que había gritado, se tapó la boca con sus manitas y miró a Jake.
-¡Tío Jei!- lo volvió a regañar, pero ahora lo cogió de las mejillas con sus manos y las jaló a hacia los costados, estirándolas. Jake solo se quejó por lo fuerte que le estaba jalando, pero no dijo ni una palabra. Cuando mi princesa decidió que ya había recibido su castigo, lo soltó y comenzó a mover sus piernitas, indicando que quería que la bajaran. Adolorido, Jake la bajó y luego llevó sus manos a sus mejillas que ahora estaban rojas por lo que les había hecho Kat.
-¿Por qué me jalaste los cachetes, Kat? Dolió.- le recriminó Jake a mi hija.
-Me hicite hacé duido. Y mi hemanito casi se depieta po tu cupa.- le dijo ella sacándole la lengua y levantando su barbilla.
-Pero si yo solo…- empezó Jake en un tono más alto del que estaban usando.
-Shhh. No hables fuete, o si no mi hemanito…- esta vez, él le cortó a ella.
-¡Ya sé!- gritó, bueno, susurró el grito- ¡Rayos! Eres peor que tu madre y tu padre juntos.- tanto Edward como yo lo miramos con desaprobación y él solo encogió los hombros.
-Creo que realmente es hora de que el tío Jake se lar… digo, se vaya a su casa.- dijo Edward, corrigiéndose al final al darse cuenta de que nuestra hija lo miraba atentamente. Ella siempre era así: adoraba todo lo que tenía que ver con su padre.
-Sí, supongo que sí. Vámonos, amor. Aquí maltratan a tu pobre hombre.- se quejó intentando poner su expresión de indignado y molesto, pero no le salió. Nessie se rió bajito y lo siguió, prometiendo que harían todo lo posible por visitarme pronto, ya que estos días habían tenido mucho trabajo y Jake no había dormido en días. Eso explicaba el sueño… y el hecho de que por eso, actuaba más como Emmett que como él mismo.
Cuando estos salieron, solo nos encontrábamos en la habitación mis padres, Edward, Kat y Esme, y claro, Andrew. Pero al rato entró Carlisle, que nos informó que el pediatra de Kari le había mandado que descansara por hoy y que mañana podría venir a visitarme. Mi suegro nos había dicho que Kari estaba algo resfriada y la malestar la tenía indispuesta, ya que generalmente estaba de mal humor, se quejaba por dolores en su cabecita y no tenía mucho apetito. Entendíamos que era por el cambio de ambiente, ya que el clima en Brasil es muy distinto al de Forks, especialmente el de Forks. Y qué decir de la comida. Kari siempre se había alimentado de frutas tropicales, carnes, pero que no contenían los condimentos que aquí se utilizaban. Pobrecilla mi niña. Esperaba que para mañana se sintiera mejor y pueda venir a verme, a mí y a mi pequeñín.
Y hablando de mi bebé. Andrew había sido muy tranquilito. Había dormido por horas sin perturbarse. Solo esperaba que al menos no me levante tan frecuentemente por las noches. Aunque tenía que hacer algo para que se mantuviera despierto durante la mayor parte del día, para que en la noche duerma prolongadamente.
Llegaron las 7 pm y mis padres, junto a Esme, se despidieron. Mi madre obviamente dijo que definitivamente vendría al día siguiente, y que si mi padre la dejaba, se quedaría a dormir en mi habitación, así lo haga en el sofá o tendieran una alfombra en el suelo. Mi corazón se oprimió cuando ella dijo eso mirándome con sus ojos aguados nuevamente. Yo solo le sonreí y le dije que no se preocupara. No había necesidad de hacerlo. Después de haberme dado como mil besos, mi madre por fin salió por la puerta. Apenas Charlie la cerró, mi cabeza cayó hacia atrás, sobre las almohadas, y di un largo suspiro. Muchas emociones para un solo día. Estaba exhausta. Edward se dio cuenta de mi cansancio y me dijo que ordenaría que me trajeran algo de comer de inmediato, ya que no me podía dormir sin haber comido primero. Le hice caso. Mientras llegaba mi comida, él pidió comida para él y para nuestra hija, que se rehusaba a comer otra cosa que no sea pizza. Como siempre, su padre la consintió y al rato, llegó la gran pizza, casi al mismo tiempo que mi comida, que no se veía tan… buena. Veía a mi esposo y a mi hija saborear la pizza… el queso derretido esparcirse cada vez que daban una mordida… ese delicioso olor a orégano y tomate… el crujir del pan… Se me hacía agua la boca. Y me tenía frustrada el hecho de que yo no podía disfrutar de una pizza, debido a que tenía una dieta que seguir a causa de las complicaciones de mi embarazo, y que tenía una herida de cesárea que aún tenía que curar. Aún así, comí, pero no pude evitar hacerlo sin ganas, y furiosa. Mi tenedor chocaba con fuerza contra el plato de porcelana. Durante un rato, ninguno de mis amores dijo nada, pero luego Kat me silenció con un fuerte “Shhh”, mientras señalaba a su hermanito que estaba durmiendo plácidamente. Yo fingí una sonrisa y dejé de hacer ruido con los cubiertos.
Así, llegaron las 8 pm y con ello, el fin del horario de visitas. Carlisle hizo acto de presencia anunciando que era hora de retirarse. Dijo que hoy podía dormir con mi bebé, así que estaba feliz por ese lado, pero por el otro, estaba algo triste ya que mi pequeña se iría y no la podría arropar, ni contarle su cuento como extrañaba hacer. Ni tampoco dormiría rodeada de los brazos de Edward. Y lo peor era que me quedaría más días en el hospital debido a la bendita cesárea. Estaba enfurruñándome por eso cuando escuché la vocecita de mi princesa. Conocía bien ese tono.
-Pero abelito yo quiedo quedame. ¿No puedo quedame? Te pometo que me potadé bien y ayudaé a mi mami a cuidá a mi hemanito. Po favó. Po favó. ¿Sí?- le pidió mi hija a su abuelo utilizando “la mirada”, “el puchero” y “la vocecita”, todo junto. Carlisle titubeó, pero luego de carraspear, se vio la decisión en su rostro.
-Lo siento, princesa, pero no puedes quedarte. Tu papi también se irá. Y mañana podrán volver nuevamente, cariño.- le habló con dulzura, pero Kat ya tenía el ceño fruncido, los ojos entrecerrados y sus labios formando una mueca graciosa.
-No quiedo ime, no quiedo ime.- empezó su berrinche cruzando sus bracitos, haciendo saber de que estaba molesta.
-Kat, cielo…
-No. NO quiedo ime. Quiedo quedame con mi mami. ¡No quiedo ime!- le dejó claro a su abuelo que no cambiaría de opinión, pero su estrategia empezó a cambiar. Sus ojitos dejaron de estar entrecerrados para abrirlos y aguarlos como los ojos del gato de Shrek. Yo lo había intentado hacer hace tiempo y no me salió en ninguna ocasión. Mientras tanto, Edward se quedó a un lado, viendo a su hija hacer el trabajo que él nunca podría hacer ya que ya estaba bien mayorcito para que le haga berrinchitos a su padre. Yo quise intervenir, pero Carlisle comenzó a hablar.
-Pequeña, lo siento pero…
-Po favó, abelito… Te pometo… te pometo… que me voy a potá bien.- le pidió casi suplicándole a su abuelo, con los ojos húmedos y su labio inferior temblando. Carlisle estaba casi sudando, pero aún así, resistió.
-Kat…
-Po favó. No me quiedo id… yo estaño a mi mami… po favó. Si me voy… yo me pongo tiste y… y…- en ese momento, una lágrima cayó de cada uno de sus ojitos. Y fue la perdición de su abuelo. La levantó en brazos y la atrajo hacia su pecho, consolándola. Mi hija lo abrazó del cuello y escondió su carita en la bata de su abuelo. Él tenía una expresión de arrepentimiento y preocupación.
-Ay, mi princesa… Está bien. Puedes quedarte.- cuando dijo esto, no sé cómo, pero Kat saltó de sus brazos, sorprendiéndonos a todos y se fue corriendo donde Andrew, que tenía los ojos bien abiertos desde que escuchó la voz de su hermana más fuerte de lo que ella misma se permitía. Kat sonrió feliz y le hizo carantoñas a su hermanito. Carlisle se le quedó viendo sorprendido por su cambio de humor repentino, pero luego lo entendió: Había sido engañado. Entrecerrando los ojos, cruzó sus brazos y miró fijamente a mi hija- Kat, estás en serios…- pero no pudo continuar porque Kat se había vuelto hacia él con su expresión descolocada, sus ojos aguados nuevamente y su labio temblando con fuerza. Carlisle solo suspiró fuerte, y negando con la cabeza, se volteó hacia la puerta. Antes de salir, dijo- Veré qué puedo hacer para que instalen una cama adicional en la habitación. Kat no puede dormir en ese sofá.- dicho esto, salió. Cinco segundos después, todo era alegría en la habitación. Edward corrió donde nuestra princesa y la cargó, para luego dar vueltas y repartir besos por su rostro ocasionando que riera a carcajadas. Luego la abrazó y la apegó a su pecho.
-Mi hija es la mejor. ¡Nos quedaremos con mami!- exclamó mi esposo pero sin hacer mucho ruido, ya que podía asustar a Andrew. Mi hija se removió en sus brazos levantando sus bracitos, pero luego agregó:
-Y con Andiu. Con mi hemanito tamién.- le dijo a su papá con el ceño fruncido.
-Sí, princesa, con tu hermanito también.- volvieron a celebrar haciendo el baile de la victoria, y en ese momento me di cuenta de algo: Había sido desplazada a causa de otro de mis hombres.
Después de varios minutos, Carlisle regresó con lo que había prometido: una cama para Kat. También nos dijo que le había informado a Alice que Eward y Kat se quedarían, así que en unos minutos más, llegarían mudas de ropa, pijamas, accesorios de higiene y las almohadas preferidas de mi hijita. Y así fue. Como a las 10 pm, decidimos que ya era hora de dormir, pero habían 3 problemas:
Uno, Andrew simplemente se negaba a dormir…
Dos, Kat se negaba a dormir con nadie que no sea yo; y…
Tres, Edward se negaba a dormir en la cama pequeña para Kat.
Empezó la disputa entre padre e hija, mientras yo amamantaba a Andrew intentando hacerle dormir nuevamente, pero con el ruido que hacían, no me estaban ayudando. Así que, decidí intervenir.
-¡Hey! ¿Quieren dejar de pelear? Su gran discusión está disgustando a Andrew, y miren que tiene que dormir.- Como para confirmar lo que había dicho, mi hijo comenzó a inquietarse y quejarse haciendo ruidos lastimeros, que fueron seguidos de sollozos. Kat, al verlo, abrió sus ojitos tan grandes que pensé que se saldrían, corrió hacia mí y comenzó a cantarle a su hermano. Yo la acompañaba en su tarea y lo mecía al son de la melodía. Como por arte de magia, los ojos de Andrew fueron tornándose pesados, y se cerraron poco a poco… hasta que finalmente se durmió. Lo coloqué suavemente en su cunita y me acomodé en la cama, aliviada. Pero, ahora, teníamos que resolver el problemita de la cama. Pero antes de que pudiera decir algo, Kat habló.
-¿Ves, papi? Mejó yo duemo con mami poque así etoy más cequita a mi hemanito.- le dijo como si hubiera dicho una frase sabia. Edward solo rodó los ojos y se quedó pensando. Sabía que se sacrificaría por su hija, pero él y yo sabíamos que esta noche ambos ansiaríamos estar en los brazos del otro. Lo primero que tuve en la mente cuando Carlisle aceptó que se quedaran, fue eso. Estábamos en un dilema y teníamos que pensar en una solución ahora mismo. Así que, sin poder evitarlo, les hice mi propuesta.
-Ok, tenemos que arreglar esto de inmediato. Kat no puede estar despierta hasta tan tarde y yo… también tengo sueño. Esto es lo mejor que encuentro para los tres, porque me incluyo en esto. Edward no quiere dormir en la cama. Kat no quiere dormir en la cama pequeña tampoco. Así que la única opción es que… los tres durmamos en esta cama. Digo, hay bastante espacio. Alcanzaremos fácilmente… y además ya me sacaron la vía intravenosa y el catéter. No habrá complicaciones. Pero eso sí, si alguno de ustedes se mueve bruscamente y hace que mi herida duela mucho, lo mando a la cama pequeña por más que protesten y no dejen de hacerlo, ¿entendido?- ambos solo asintieron con sus cabezas, pero con una sonrisa adornando sus rostros.
-¡Yo al medio!- exclamó Kat en susurros, mientras gateaba en la cama para acomodarse a mi costado derecho, ya que yo estaba apegada al lado izquierdo de la cama para estar más cerca de la cunita del bebé. Edward y yo cambiamos nuestra expresión por una descontenta, ya que no podríamos abrazarnos como queríamos. Sin embargo, segundos después la expresión de mi esposo cambió y con una sonrisa nuevamente, caminó del lado derecho de la cama y se acomodó al costado de Kat. Mi hija se acurrucó a mi costado y me abrazó con cuidado, ya que en la tarde le habíamos explicado que tenía una herida en mi estómago. Edward extendió sus brazos sobre la cintura de nuestra hija, pero también rodeó parte de la mía. Para esto, ya estábamos bajo la luz de las dos lamparitas que estaban situadas a cada lado de la cama. Una vez bien acomodados, Edward apagó las luces.
Dos horas después, el llanto de Andrew nos despertó. Kat lo arrulló junto conmigo, mientras lo amamantaba, y después de lograr que se volviera a dormir, nosotros hicimos lo mismo. En las siguientes 3 horas, Andrew se había despertado varias veces, pero Kat no pudo despertarse más. Y la entendía. Ella era recién una niña. No podía estar despertándose a altas horas de la noche, y varias veces. Así que, a la cuarta vez que hice dormir a Andrew, le dije a Edward que pasara a nuestra hija a la camita y la dejara allí durmiendo. Él hizo lo que le pedí y después de acomodarle bien las almohadas y colocarle algo adicional a nuestra hija, volvió conmigo.
Apenas se acomodó a mi costados, me atrajo hacia él lo más despacio que pudo y recostó su rostro en mi cabello. Respiró profundamente y luego comenzó a hablar en susurros.
-Kat dormirá como un oso en su hibernación. Te lo aseguro.- me dijo.
-¿Cómo sabes eso?
-Alice envió unas de esas orejeras para nieve. Y sabes, ella siempre sabe lo que vamos a necesitar, incluso antes de que nosotros lo sepamos. Se los coloqué antes de venir. Ahora sí podré abrazarte toda la noche. ¡Ah! Cuánto extrañé hacer esto. Mis noches ya no volverán a ser frías.- me susurró al oído. Sentir su aliento chocando contra mi cuello me hizo estremecer y al mismo tiempo recordar esa necesidad que tenía de él, pero al tener claro que era imposible satisfacer esa necesidad… aún, me puse a pensar en otra cosa.
-Yo también he esperado por esto muchos meses. Ahora, calla y déjame disfrutar de tus brazos.- le susurré de vuelta.
-¿Solo de mis brazos?- me preguntó como quien no quiere la cosa y pegándose más a mi espalda, la que terminó bien pegada a su pecho, así como otras cosas pegadas detrás de mí. Yo me estremecí con fuerza provocando que la herida doliera un poco, y jadeé por el contacto.
-Edward… sabes…que no…
-Lo sé… lo siento, no pude controlar mi necesidad de ti…- me volvió a susurra con esa voz tan sexy, al tiempo que mordía el lóbulo de mi oreja.
-¡Edward!- lo recriminé en susurros. Él solo dijo un “perdón”, pero luego de unos minutos, nos habíamos quedado dormidos.
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Al día siguiente, tuvimos que explicarle a Kat por qué le habíamos cambiado de cama. Ella estuvo enojada, pero luego de nuestra justificación se calmó. Además de que su hermano se había despertado de buen humor. Las visitas volvieron a llegar y como me imaginé, los pequeños hicieron de las suyas en el hospital. Y digo “hospital” porque efectivamente habían hecho travesuras en la guardería y en el consultorio de Carlisle. Pero de igual forma, me alegré de verlos. Era muy gracioso cada vez que Kat callaba a sus primos para que no hagan ruido y no despierten a su hermanito. Todos la imitaban, pero pasados unos minutos lo volvían a hacer, hasta que Kat se los repetía y así pasaba el tiempo. Pero me alegré más cuando vi que una linda niñita totalmente cambiada entraba a mi habitación. Kari había entrado temerosa al inicio, pero cuando me vio, sonrió y corrió hacia donde yo estaba. La recibí con gusto y la alabé por su cambio, aunque Edú tuvo que traducirle lo que yo le estaba diciendo. De todas formas, ahora parecía más una americana que una brasilera. Pero seguía siendo la dulce niña que conocí hace algunos meses. Ella se entretuvo con Kat y con Andrew, las dos cuidando del bebé. Se notaba que ellas se llevaban muy bien y claramente querían cuidar al pequeño y hacían todo lo posible por lograr que no llorara.
Cuando llegó la noche, Edward y yo esperamos que Kat se durmiera y él hizo lo mismo que la noche anterior. Y así lo hizo las demás noches. En todas estas era cada vez más difícil controlarnos. En una ocasión, habíamos olvidado todo y no habíamos parado hasta que escuchamos el llanto de Andrew. Allí, mi consciencia volvió a mí y sentí el dolor en la herida de la cesárea. Edward se encargó de hacer dormir a nuestro hijo luego de que lo amamantara y se volvió a echar a mi costado, sin intentar nada esta vez. Al cuarto día, llegó el momento de regresar a casa. Y no podía estar más contenta. Al fin estaría en mi hogar.
En un abrir y cerrar de ojos, ya me encontraba en mi sala con mi familia y mis amigos, quienes me habían preparado una pequeña fiesta de bienvenida. Pero mi mayor sorpresa fue cuando me llevaron a la segunda planta y vi que el baño, que estaba entre mi habitación y la de Kat se había convertido en la habitación de mi pequeño. Claro que la agrandaron un poco, quedando la habitación de Kat y esa del mismo tamaño. Y cuando busqué a dónde habían pasado el baño, lo encontré justo después de mi habitación, es decir, sobre la cocina. Y yo solo me podía preguntar ¿cómo lo habían hecho tan rápido? En realidad, pensándolo bien, no quería saber qué habían hecho para lograrlo, ni el dinero que invirtieron. En lo único en que me iba a interesar era en lo hermoso que había quedado. Habían renovado totalmente la habitación de Kat, decorándola al estilo princesa, pero no las princesas de Disney, sino al estilo clásico de las princesas de hace siglos, pero adecuada para una niña (N/A: El modelo de la habitación está final del cap, por si gustan saber cómo luce). A mi hija le había encantado. Estaba fascinada con la combinación de colores y el diseño de todos los accesorios y su cama… su cama era lo que ella más amó de todo lo que había en su nuevo dormitorio. Edward y yo disfrutamos viendo a nuestra pequeña correr de un lado a otro, tocando las cosas, abriendo y cerrando cajones, descubriendo qué más cosas habían en su cuarto.
Y, por otro lado, la habitación de nuestro bebé. Era simplemente perfecto. Me encantó la decoración, la iluminación, apropiada para los bebés, que tenían la vista más sensible, la combinación de colores… todo como lo hubiera soñado alguna vez (N/A: El modelo de la habitación está al final del cap; solo se sacarían algunas cosas como prendas de niña que hay por allí, ya que el modelo es unisex). Edward y yo estábamos muy contentos y solo atinamos a agradecer millones de veces a las chicas por haber hecho todo eso posible.
Así, el tiempo fue pasando tranquilamente. Llegó el primer mes y todos estábamos encantados con Andrew. Claro, siempre, especialmente Edward y yo, éramos muy cuidadosos, ya que no queríamos que Kat se sintiera desplazada por su hermano. La incluíamos en todo y pasábamos el mayor tiempo que podíamos jugando con ella, cocinábamos juntas, le enseñaba a cambiar pañales, a dar la mamila. Mi princesa practicaba con sus muñecos bebés de tamaño real que hasta balbuceaban, orinaban y se alimentaban de verdad. Recuerdo que cuando yo era pequeña con que las muñecas pudieran abrir y cerrar los ojos ya era mucho. Me divertía con ella todo el día. Ahora me dedicaba solo a mis hijos, ya que había decidido dejar el trabajo. Primero, porque mi prioridad eran mis pequeños y segundo, porque la herida de la cesárea me seguía molestando. Iba a controlarla al médico paulatinamente y la doctora Grey me había dicho que todo marchaba bien, que era normal que aún sintiera molestias. Eso me había hecho decidir que si en el futuro volvía a concebir, como sea daría a luz por parto normal. La cesárea era un infierno.
Kari venía a casa todos los días a jugar con Kat. Se habían vuelto muy amigas y a veces se quedaba a dormir con mi hija. Pero Edú me dijo que ya era tiempo de que regresaran a su país. Eso me entristecía, ya que extrañaría demasiado a esa pequeña. Siempre que la veía cuando estaba en Brasil, perdida, me imaginaba que era mi pequeña hija y que al cuidarla a ella, también cuidaba a mi Kat. Kari había aprendido a decir algunas cosas en nuestro idioma. La niña aprendía muy rápido, aunque al inicio era muy gracioso verla intentar decir algo y en vez de palabras le salían sonido muy divertidos. Kat se había convertido en su maestra, aunque aún no vocalizaba bien la “r”. Ambas conversaban con Andrew, que ya balbuceaba algunas cosas. Era muy hablador… y muy coqueto. Igual a su padre. Ya me imaginaba cuando creciera y las chicas morirían con ver su sonrisa de lado.
Así, una tarde, nos encontrábamos en el aeropuerto de Seattle para despedir a Edú y Kari. La niña estaba muy triste; no quería irse, pero sabía que tenía que volver con su abuelita y con Edú. Mi hija también había estado muy triste, pero Edward y yo le explicamos que Kari tenía su familia en otro lugar muy lejos de aquí y tenía que ir allí. Pero le prometimos que iríamos a visitarla. Eso la alegró un poco, pero no evitó que haya estado decaída desde que amaneció. Esa última noche, Kari se había quedado en mi casa. Se había acostado con Kat en su cama y yo les había contado un cuento. Trataba de hacer la mayor cantidad de gestos posibles para que Kari me entendiera y quería creer que sí lo hacía, al menos un poco. Cuando, antes de acostarme y luego de dejar durmiendo a Andrew en su cunita, había ido a revisarlas, ambas estaban bien dormidas, pero abrazadas fuertemente, como si se aferraran la una a la otra y no quisieran separarse. Me dolía ver esa situación, pero ¿qué podía hacer? No podía quedarme con Kari. Era imposible. ¿Y qué pasaba con su abuela? No, no podía hacer eso… por más que quisiera.
-Te voy a estañá mucho, Kari.- le dijo Kat tomando las manos de su amiguita en las suyas y con una expresión desoladora.
-Yo estaña tú.- le respondió Kari. Ambas sonrieron y se volvieron a abrazar. Ya habían anunciado que los pasajeros podían abordar y era momento de que ella y Edú se fueran. Yo dejé de ver a mis niñas y me volví hacia Edú.
-Edú, por favor, prométeme que vamos a estar en constante contacto. Cualquier cosa que tú, la niña o tu abuela necesite… lo que sea, quiero que nos lo hagas saber. Siempre contarás con nuestra ayuda. Nunca lo dudes, por favor. Prométemelo. Me mantendrás al tanto de todo lo que acontece.- le pedí con Edward junto a mí, sosteniéndome de la cintura.
-Sí, Bella. Muchas gracias… por todo. Estaremos en contacto. Lo prometo.- nos dijo él con una sonrisa algo triste. Lo que había aprendido de este tiempo es que él no mostraba sus sentimientos a cualquiera.
-Por favor, cuida mucho a Kari y… espero que visites más seguido a tu abuela y a la pequeña para poder hablar, o intentar hacerlo, con la niña. Mi hija también se pondría muy contenta cuando hable con su amiga.
-Sí, Bella, lo haré… Uhm… Bueno, creo que ya deberíamos irnos.- Edward y yo asentimos y cuando volvimos nuestra vista hacia las niñas, ellas seguían abrazadas y podía ver cómo Kat le susurraba algo en el oído. No logré escuchar de qué se trataba.
Unos minutos más tarde, los veíamos desaparecer por el pasillo de abordaje. Los ojitos de Kat se llenaron de lágrimas y antes de que saliera corriendo detrás de su amiguita, Edward la tomó en brazos y al apretó hacia su pecho. Mi hija lloró durante todo el camino de regreso a casa y un par de horas más en su habitación. Nos rompía el corazón verla tan triste, pero por más que le ofrecíamos cosas, dulces, ir de compras, ir a visitar a sus abuelos, a sus primos, no accedía a nada. Edward y yo nos rendimos y lo único que pudimos hacer en ese momento fue dejar a Andrew en su cunita, y acompañar en su dolor a nuestra hijita. De tanto llorar, se quedó dormida y no despertó hasta la hora de la cena.
Al siguiente día, recibimos una llamada de Edú, que nos informó que habían llegado muy bien, pero que Kari ya extrañaba a Kat. Le dije que mi hija estaba en las mismas condiciones, pero él dijo que dentro de un tiempo se les pasaría. Le hice caso… pero eso no sucedía. Kat siempre preguntaba si Kari vendría, pero le decíamos que no era posible por el momento. Sin embargo, Edward y yo habíamos decidido ir a visitarlos en las próximas vacaciones. Kat estaba muy alegre y hasta podía decir que contaba marcaba los días en su mini calendario para niños, en cuenta regresiva. Ella no sabía qué números eran, al menos los de 2 dígitos, pero aún así intentaba hacer una “X” sobre cada uno de ellos, aunque la mayoría de veces le salía una figura extraña que no se parecía mucho a una “X”.
Los meses pasaban volando y sin darnos cuenta ya estábamos muy cerca de las navidades. Sería la primera para Andrew. Y ocurría que el mismo día de navidad, mi bebé cumplía 3 meses de nacido, así que sería una celebración doble. En este tiempo, Andrew había crecido mucho y ya intentaba sentarse por sí solo… lo intentaba, levantaba su cuerpecito hacia adelante, pero aún no tenía edad para sentarlo; no era recomendable. Sin embargo, eso no le impedía mover su cabecita de un lado a otro y cuando estaba echadito en su cuna y ya no quería más eso, levantaba su cabecita para hacérnoslo saber. Cada día balbuceaba más. Le gustaba conversar con su hermana, la que siempre me preguntaba qué le estaba diciendo su hermanito, pero yo estaba tan perdida como ella. Edward lo entretenía también, cargándolo y haciéndole cosquillitas en su estómago. Cada vez que escuchaba sus carcajadas, no podía evitar sentir esa paz que inundaba todo mi ser, más aún cuando a él se unía Kat.
El día de noche buena, todos acudimos a la casa Cullen para celebrar la cena. Era impresionante como unos cuantos pequeños podían poner al revés una mansión, pero era posible. Mientras las chicas nos encargábamos de la cocina, se suponía que nuestros esposos estaban cuidando a nuestros pequeños, pero cada vez que escuchaba que algo se rompía o el grito de uno o varios de sus papás, sabía que no estaban haciendo un buen trabajo. Pero lo que más me impresionó fue que Esme no se había inmutado por ninguna baja que tuvo su sala de estar, pero pronto supimos la respuesta, gracias a su curiosa hija, Alice.
-Reemplacé todos mis tesoros. Los que, me imagino, están hechos pedazos en el bote de basura son imitaciones que mandé a hacer especialmente para este día. ¿Acaso pensaban que iba a poner en peligro mis bellos adornos, reliquias, que tanto me costó conseguir y que tanto amo? Chicas, les recuerdo que yo también soy madre, y de la experiencia se aprende. Hasta ahora no puedo olvidar cuando Edward rompió mi jarrón chino. Me dolió en el alma. Por eso, decidí que lo mejor sería guardarlos y poner otros que sufran las consecuencias.
Todas nos quedamos en blanco. Muy bien pensado. Tal vez, yo haga lo mismo. En estos meses, había cogido la afición de coleccionar antigüedades, de las cuales la mayoría se encontraban adornando la sala de mi casa.
Cuando llegó el momento de abrir los regalos, se armó el alboroto. Todos los pequeños querían abrirlos al mismo tiempo, peleaban por ser los primeros. Y uno de ellos, a pesar de que habían pasado años, seguía siendo Emmett. Ese hombre nunca cambiaría. Estaba segura de eso. Al final, y como solución, decidimos que Esme tomaría regalos al azar e iría entregándolos a los dueños de estos. Los niños aceptaron y así comenzamos. Todos terminaron muy contentos. La sala parecía una juguetería. Había de todo. Casas para barbies, carros a control remoto, pistas de carrera, robots que disparaban y hablaban, accesorios como cunas, cochecitos, sillitas para comer, y todo para muñecas. Todos los juguetes regados por aquí y por allá.
A las 2 am, todos los diablillos quedaron rendidos. Los bebés ya estaban durmiendo, y los adultos nos encontrábamos por fin en tranquilidad. Es decir, todos amábamos a nuestros hijos, pero tenían tanta energía que no pensábamos que nos caería mal un poco de paz y armonía. Y ahora era uno de esos momentos. Nos reunimos en la sala, después de ordenar el desastre de nuestros hijos y conversamos de trivialidades. Emmett con sus bromas, Rose con sus zapes en la cabeza de su esposo cada vez que se pasaba de la raya, Alice con su efusividad… en fin, estábamos de nuevo en familia. Las horas pasaron y sin darnos cuenta, ya había amanecido. Y lo notamos cuando escuchamos el teléfono sonar, lo que nos hizo salir de nuestra gran burbuja. Esme fue a contestar. Cuando volvió con un rostro descompuesto por la tristeza y preocupación, todos nos pusimos alerta. Ella tenía una mano sobre su pecho, y con la otra agarraba con fuerza el teléfono. Todos nos asustamos, y más porque Esme no nos daba pistas de lo que estaba sucediendo. Solo decía “sí”, “ajá”, “no te preocupes”, “te ayudaremos”... pero solo eso. Apenas colgó, todos preguntamos al unísono qué era lo que estaba pasando. Lo único que dijo fue:
-La abuela de Kat y Edú falleció ayer.
-¡¿Qué?!- reaccionamos al unísono.
-¡No!- Edward me sostuvo en sus brazos al sentir la tensión apoderarse de mi cuerpo.
-¿Pero qué sucedió? ¿Fue un accidente? ¿Estaba enferma? Le dijimos a Edú que…
-Fue un accidente. Ella fue al campo a recolectar frutos. Al parecer resbaló y cayó. Se dio un fuerte golpe en la cabeza. Debido a que estaba sola en el momento, no hubo nadie quien pudo haberla ayudado. La auxiliaron después de mucho tiempo. Y según me dijo Edú, no hay hospitales cerca. Se puede encontrar uno a una hora de viaje en bus. Ella no resistió y…- no terminó la oración; solo suspiró, llevándose las manos a su rostro.
-¡Dios!- no sé quién lo dijo. Yo estaba pensando en otra cosa que me estaba intrigando.
-¿Y Kari? ¿Cómo está ella? ¿Está bien? ¿Edú está con ella?- pregunté precipitadamente a Esme.
-Sí… digo, no.- la miré con impaciencia y temor por su respuesta. Ella, al vernos a todos en casi la misma condición, explicó lo que quiso decir- A ella no le sucedió nada, ya que se había quedado en casa por órdenes de su abuela. Sin embargo, al enterarse de lo que había sucedido, se puso más triste de lo que ya estaba por la separación de Kat. Eso fue lo que me dijo Edú.
Me sentía muy mal con tan solo imaginarme a Kari llorando desconsolada. Era como permitir que mi hija sufriera y yo no hiciera nada.
-Tenemos que hacer algo.- dije a nadie en especial, pero sin titubear.
-Efectivamente, eso haremos. Edú me llamó para informarme de lo ocurrido, pero también porque necesita dinero para el sepelio. Según me dijo, ellos no tenían lo suficiente como para pagar un seguro que cubra esos gastos en su momento y ahora no sabe de dónde conseguir esa suma. Incluso si se prestara el dinero, no sabe cómo iría a pagarlo, ya que su sueldo le alcanza para mantenerse a sí mismo y a Kari.- nos informó Esme.
-Llamaré al banco en este momento para hacer una transferencia.- anunció Carlisle, que tomando el teléfono, salió de la sala.
-Mamá, una vez mi papá termine la llamada, te comunicas con Edú y le informas que le estamos enviando el dinero que necesita y le dices que cualquier otra cosa, sea cuestión de conseguir un trabajo mejor, apoyo económico o lo que sea, que no dude en llamarnos.- le pidió Edward a Esme, pero yo apenas lo oí, a pesar de que me tenía sostenida y mi cabeza reposaba en su pecho.
Las palabras salieron automáticamente, sin poder detenerlas.
-Tengo que ir con ella.- hubo un silencio largo en la sala, esperando que siguiera hablando, pero eso era lo único que estaba en mi cabeza en ese momento.
-¿Con mamá? Claro, si necesitas hablar con Edú, puedes ir…
-No, Edward. Tengo que ir con Kari. ¿Acaso no escuchaste a Esme? Ella está sufriendo y yo no puedo permitir que esa niña que me cuidó, me hizo compañía y me hacía los días llevaderos sienta tanto dolor al perder a la única imagen maternal que ha tenido. Es como si estuviera sola, Edward. Me parte el alma. Es como… si dejara que Kat sufriera de igual forma y yo me quedara de brazos cruzados, sin hacer nada, esperando que los supere y siga adelante. ¡Es solo una niña!- sé que mi voz había subido de tono considerablemente, pero me sentía como… sentía que tenía el deber de proteger y estar siempre con Kari… como… como si fuera mi propia hija. Y ellos tenían que entenderme.
-¿Quieres viajar a Brasil?- preguntó Edward con el temor reflejado en el rostro. Yo tomé sus mejillas.
-¿Podemos ir juntos? Esta vez no sucederá nada. ¿Qué dices si tomamos el jet familiar? Así podemos estar más cómodos y nuestros bebés también tendrán comodidad… Entiéndeme, cariño. Yo solo quiero…- él puso dos de sus dedos sobre mis labios, silenciándome.
-Te entiendo. Yo… haré unos arreglos en la oficina y mañana mismo podremos hacer el vuelo. No quiero que estés más preocupada. Si lo que necesitas es ir con esa niña, que ahora entiendo es más importante de lo que imaginaba en tu vida, entonces te apoyo.- con una de mis manos, quité sus dedos de mis labios y le sonreí con cariño. Me acerqué a sus labios y los rocé, a la vez que susurraba un “gracias”. Respiré hondo y me volví hacia los demás.
-Si alguno de ustedes desea acompañarnos, bienvenidos sean, pero Edward y yo definitivamente nos vamos a Brasil mañana mismo.- estaba diciendo, pero una voz me interrumpió.
-¿Vamos a id a visitá a Kadi?- todos volteamos hacia las escaleras, por donde mi princesa bajaba lo más rápido que podía.
Tendríamos que explicarle, pero ahora no era el momento aún. Durante el almuerzo o la cena, se lo diríamos.
-Sí, cariño. Mañana nos vamos a visitarla.- le dije con una sonrisa. Ella gritó un “Siiii” como siempre acostumbraba y se lanzó a mis brazos, dándome múltiples besos en el rostro. Eso me hizo sonreír, a pesar del momento en el que estábamos. Estaba segura de que ella siempre me sacaría una sonrisa hasta en el peor momento.
Como dijo Edward, fue a la oficina, hizo los arreglos pertinentes y por la tarde nos encontrábamos haciendo las maletas. Esme y Reneé nos acompañarían. Mis amigas me dijeron que desearían ir, pero por sus pequeños no lo podían hacer. Las entendía. Les prometí que le daría el pésame a Edú en su nombre.
Como había dicho, después del almuerzo le explicamos a Kat la situación. Ella nos entendió al instante y nos hizo muchas preguntas. Al darle a entender que la abuelita de Kari ya no volvería con ella porque estaba en el cielo y no pasaría lo mismo que sucedió conmigo, mi hija puso una expresión muy seria y nos dijo que teníamos que ir muy rápido con Kari, porque ella estaba triste y ella quería acompañarla. Le dijimos que lo haríamos lo antes posible porque también queríamos estar con Kari y ella solo asintió y se fue a su habitación. Cuando, después de unos minutos, fui a revisar que todo estuviera yendo bien en su cuarto, la vi echando ropas al azar en su maleta favorita. En ese momento, una presión en el pecho ocasionó que sonriera con dulzura, pero que mis ojos se humedecieran. Cuando me deshice de las lágrimas, entré y ayudé a mi hija a empacar sus cosas. También estaba llevando una muñeca muy linda, que le había comprado Alice en una ocasión, porque decía que a Kari le gustaba mucho y se lo quería dar para que esté alegre. Yo se lo permití y así llevamos las maletas de todos a la sala para que al día siguiente ya tengamos casi todo listo.
La mañana siguiente, nos embarcamos en el jet. A Andrew no le había gustado nada; estaba muy inquieto y lloraba con frecuencia. Lo único que lo mantenía tranquilo era su hermana, pero cuando esta se iba a comer algo, o al baño, o a sentarse, comenzaba a llorar nuevamente. Después de casi 10 largas horas, llegamos. Por el cambio de horario, todos estábamos exhaustos, pero no tanto con sueño. Kat, sorprendiéndonos a todos, se veía como lucía por las mañanas. Ni siquiera se notaba cansada. Tomamos un taxi y nos alojamos en un hotel cómodo. Edú nos había dicho que el cuerpo de su abuela había sido trasladado a la ciudad, en donde harían la necropsia y todos los trámites para la funeraria. Una vez instalados, intentamos dormir, ya que eran la 1 am, pero nadie lo logró, y menos con la energía que tenía mi pequeñín. Él nos entretuvo a todos.
Temprano, por la mañana, nos reunimos con Edú. Él estaba alojado en un hotel muy modesto, ya que no contaba con mucho dinero. Nos llevó al lugar para ver a Kari. Yo estaba nerviosa por saber con lo que me encontraría. ¿Cómo luciría ella? ¿Esperaría vernos? ¿Quería vernos? Mis manos empezaban a sudar, por lo que le pedí a Edward que tomara en sus brazos a Andrew. Traté de fingir que estaba tranquila, pero no lo logré. Hasta mi hija se dio cuenta de ello y al verme en ese estado, se colocó a mi lado y me tomó de la mano, apretándomela y mirándome con esos ojitos que a veces te traspasaban el alma. Eso me dio fuerzas y seguimos el camino.
Cuando llegamos, Edú entró primero en la habitación y llamó a Kari, pero ella no contestaba. Después de unos llamados más, ella asomó su cabecita por una de las 3 puertas que se avistaban. Estaba temerosa y el color rojo que rodeaba sus párpados y el que estos estaban hinchados, nos decía que había estado llorando mucho. Incluso aún quedaban rastros de sus lágrimas por sus mejillas. En ese momento, otro dolor en mi pecho me inmovilizó y lo único que pude hacer fue verla allí. Ella, al darse cuenta de que no se trataba solo de Edú, abrió más sus ojitos y comenzó a pasearlos por todos los visitantes. Cuando encontró los míos, su labio tembló como lo hacía el de mi hija cuando iba a llorar, y sus ojitos comenzaron a llenarse de lágrimas.
Lo siguiente que vi fue el cabello de Kari sobre mi rostro, sus bracitos alrededor de mi cuello y su rostro escondido en mi pecho, donde lloraba. Yo la abracé por la cintura y sobé su espaldita consolándola. Kat nos veía triste por cómo estaba su amiga Kari y vi en sus ojos que ella también quería abrazarla. Cuando me miró, le di un asentimiento y la llamé con una de mis manos. Ella se acercó temerosa al principio, pero luego abrazó a Kari, pasando sus manitas por el cabello de su amiga y diciéndole su conocida frase “no llodes, yo te cuido”. Eso me hizo sonreír, al igual que a todos los demás.
Cuando Kari se calmó, fuimos al único dormitorio que había y la preparamos. A pedido mío y de Kat, le dimos un baño, le pusimos ropita adecuada, que Alice nos había hecho traer para la niña, y una vez lista, salimos nuevamente a la pequeña sala. Edú nos explicó cómo iba todo y juntos nos fuimos al funeral. Al llegar, habían muy pocas personas allí. Kari seguía triste, pero al menos ya no lloraba. Ella y Kat permanecían con sus manos unidas. No se querían separar. Hasta iban al baño juntas.
Por la tarde, fue el sepelio. Edú no pudo evitar derramar lágrimas por, como decía él, la única madre que había tenido. Cuando el féretro fue ingresado al nicho, él y Kari lloraban abrazados. Me partía el corazón ver esa imagen, pero no podía pedirles que no lloraran. Hasta yo estaba en casi las mismas condiciones.
Una vez terminada la ceremonia, nos dirigimos a algún lugar tranquilo. Por respeto a la memoria de su abuela, Edú siguió vistiendo de luto y así, nos fuimos a un restaurante, que él decía era el mejor de todo Sao Paulo. Una vez allí, al menos logramos sacarles una sonrisa tanto a él como a Kari. Él nos contó un poco más de su historia, o lo que le había contado su abuela. Al parecer, su madre no llevaba una buena vida y cuando él nació lo llevó con su abuela, quien lo crió. Su mamá iba de vez en cuando y él no la puede recordar, hasta que un día, ya no volvió… hasta que llegó con Kari y se la dejó igualmente a su abuela. Es por eso que ellos no tenían otra imagen materna que no sea su abuela. También nos dijo que actualmente estaba estudiando Administración de Empresas en un Instituto y a la vez trabajaba para poder pagar el alquiler de su pequeño departamento y sus estudios. Le ofrecimos ayudarlo económicamente y aunque se negaba rotundamente, lo convencimos, ya que ahora no solo sería él sino también Kari. Y cuidar a un niño no era fácil. Y menos para él.
Lo más duro fue decirle a Kari que nos iríamos al día siguiente. Ella no paraba de llorar y eso entristeció a todos. Había algo que quería hacer, pero no me atrevía a proponerlo. Sabía que tendríamos que hacer muchos trámites, pero no podía evitar pensarlo, imaginarlo… y cada vez que lo hacía, me gustaba más la idea. Pero sabía que en algún momento iba a reventar la burbuja. Cuando algo se me metía en la cabeza, nada ni nadie me lo sacaba. Y necesitaba decirlo.
-Vengan con nosotros.- dije a todos en un momento de silencio. Muchos pares de ojos me veían expectantes y hasta algunos, como los de Edú, sorprendidos.
-Bella…
-Por favor. Piénsalo, cielo. Nosotros podemos ayudarlos más… Así ya no estarán lejos si nos necesitan y… podremos ayudarlo con Kari… él podría conseguir un mejor trabajo… y… y…
-Tendrías a Kari más cerca de ti.- completó Edward. Cuando lo vi, una muy pequeña, muy pequeña sonrisa adornaba su rostro. Mi silencio fue interpretado como una afirmación. Edward se volvió hacia Edú- Así que, ¿qué dices? Créeme cuando te digo que no podremos quitarle la idea a Bella, por lo que… no te queda de otra. Vienen con nosotros.- dio por terminada la conversación. Edú estaba sin palabras. Al inicio se mostró muy reticente, pero lo convencí diciéndole que así como él me ayudó y probablemente me salvó la vida, ya que sabe Dios cómo hubiese dado a luz si él no me hubiera llevado de regreso a Forks, yo también lo quería ayudar. Y no me podía negar que lo haga. Al final, aceptó. Él se lo dijo a Kari; y yo, a Kat. Ambas se alegraron mucho y no pararon de saltar y abrazarse.
Por este motivo, habíamos alargado un poco más el viaje de regreso, para tener los papeles en orden tanto de Edú como de Kari. Mientras, hicimos turismo, y sí que nos divertimos. Prometimos que volveríamos en otra ocasión, ya que el tiempo nos quedó muy chico.
Al cuarto día, en la mañana, partimos a Forks. Cuando llegamos, en el aeropuerto nos esperaban todos. Y después de un muy largo saludo, les dimos la noticia de que tanto Edú como Kari no estaban de visita, sino que se quedarían con nosotros. Todos se sorprendieron, pero estuvieron de acuerdo. Al instante, Emmett les dio la bienvenida a nuestra muy grande familia.
Dos semanas después, Edú se encontraba trabajando en la misma empresa que Edward, mientras hacía algunos trámites para enviar solicitudes a universidades diversas. Su meta era terminar su carrera profesional y no se lo negaríamos. Por su lado, Kari se había acostumbrado rápidamente, a excepción nuevamente del clima, pero ya lo estábamos controlando. Todos los días, mientras Andrew dormía, Kat y yo le dábamos clases de inglés. Ella aprendía muy rápido, pero generalmente pronunciaba como Kat le enseñaba y no como yo lo hacía. Edward se burlaba de eso, diciendo que Kat era mejor maestra de inglés que yo, pero se lo dejaba pasar. Solo por tratarse de mi querido esposo y referirse a mis dos pequeñas.
Mis dos pequeñas. Eso eran para mí. Quería a Kari como si en realidad fuera mía y Kat también la quería. Ambas se hacían compañía y disfrutaban haciendo reír a Andrew. En estos días, me había encariñado mucho con Kari, por lo que siempre inventábamos algo para que se quedara a dormir en casa y no donde Esme y Carlisle, con quienes se quedaba Edú. Edward ya se había acostumbrado a llegar del trabajo y ser saludado con mucho entusiasmo por las dos pequeñas y luego por el más pequeño, que no paraba de balbucear y de llevarse su corbata a la boca.
Y yo… qué podía decir. Finalmente, podía estar tranquila. Y me sentía más feliz que nunca. Como si lo que hubiese necesitado para ello fuera Kari. Y no lo negaba. Ella era lo que faltaba en mi vida, después del cambio que hubo cuando ocurrió el accidente.
Pensando en esto, me encontraba en el jardín trasero, viendo a mis princesas jugar sobre una manta con Andrew. Ambas se veían tan felices, que era suficiente para que yo esté igual que ellas. Esta era mi nueva familia.
Continuará…
Holaaa chicas, perdónenme… sí, dije DOMINGO, pero es k… fue difícil para mí escribir este cap… ya se acaba… falta tan pokito… T^T… Plizz perdón, perdón…
Weno, spero que les haya gustado el cap. Si bien fue uno como de transición, sí que hubo un cambiecito. Qué opinan?? Espero k me lo hagan saber…
Uhm… con respecto al siguiente cap, probablemente esté listo para el lunes, pero me es imposible tenerlo para el domingo… estoy muy atareada… tanto que las horas del sábado no me alcanzan para todo lo que tengo que hacer, así que… nos leemos hasta, probablemente, el lunes.
Chauuu cdns mucho y muuuuuuuuuuuchas gracias por todo todo su apoyo! Las kiero demasiado.
Lyhaane.
(*) Habitación de Kat: foto 1, foto 2 (más iluminada)
(*) Habitación de Andrew
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