A Edward no le parecía que su corazón estuviera en peligro.Atravesó la casa hasta la escalera y subió a la antigua habitación de Neesy,que ahora ocupaba Bella.Llamó suavemente a la puerta y oyó unos pasos ligeros.La puerta se abrió y apareció Jessica.
—¿Ha terminado de bañarse lady Forks?—preguntó Edward.
—Sí,milord.Estaba a punto de trenzarle el pelo.
—Ya me encargo yo—dijo Edward,retrocediendo y haciéndole una seña con la cabeza para que saliera.
Jessica abrió la boca para protestar pero la cerró de inmediato.Decidió que ella no era quién para cuestionar a un conde ni para inmiscuirse en sus asuntos privados.Edward no temía que aquella visita a altas horas de la madrugada trascendiera.Tras una rápida reverencia,Jessica se retiró a toda prisa.Él entró en la habitación y después de un instante de duda,cerró la puerta.
La estancia olía a Bella.A su esencia de rosas.Pensó que si respiraba profundamente durante el tiempo suficiente quizá lograra deshacerse del olor a humo y chamusquina.
Ella estaba sentada delante del tocador,mirando fijamente hacia el espejo,pero a Edward le pareció que estudiaba el reflejo de él,no el propio.No se sentía cohibida ni violenta,por lo que el conde supo que,de haber tenido algo que objetar a su presencia en aquellas circunstancias,se lo habría comunicado.Llevaba un camisón limpio.Su pelo suelto,una cortina de oscuros mechones dorados,sobrepasaba el borde de la banqueta en la que estaba sentada.Sus ojos se encontraron en el espejo.Tenía la mirada perdida,como si aún no se hubiera recuperado de la dolorosa experiencia de aquella noche y aunque la deseaba inmensamente,sabía que no la tomaría allí,en la casa de su madre.
Sin embargo,necesitaba tener algo suyo,aunque sólo fuera su presencia.
Cruzó la habitación y se arrodilló delante de ella con el frasco en la mano.
—Cuando vivía aquí,era bombero voluntario.No siempre tenía suficiente cuidado y de vez en cuando,me quemaba.Mi madre prepara este bálsamo.No tengo ni idea de lo que lleva,pero siempre alivia.
—No me he quemado—contestó ella dulcemente.
—No—replicó él mientras le tomaba la mano para mirarle la palma—pero tampoco estás acostumbrada a cargar con cubos.
Al verle la mano en carne viva se le encogió el corazón.Temía que le hubieran aparecido ampollas,pero como se había esforzado tanto,algunas se le habían reventado.Edward destapó el frasco y cogió un poco de bálsamo.Con mucho cuidado,se lo extendió por la palma de la mano.
—Esto lo podría haber hecho Jessica.
—¿Prefieres que venga ella?—preguntó él mirándola.
Bella negó despacio con la cabeza.
—Me alegro—dijo él sonriéndole.
Le cogió la otra mano y empezó a aplicarle el bálsamo sobre la torturada piel.
—¿Notas alivio?
—Sí.
Cuando terminó,se echó hacia atrás y le levantó un pie.Era tan pequeño y delicado que le dolió verlo lleno de arañazos,cortes y moratones.
—¡Ay,Bella,mira cómo tienes los pies!
—Prefiero no hacerlo.
—¿Cómo se te ocurre salir corriendo de casa sin zapatos?
—Tú tampoco llevabas zapatos.
—Cuando era pequeño,rara vez los llevaba,salvo en invierno.Mis pies son mucho más resistentes que los tuyos.
Le extendió suavemente el bálsamo por la planta.Tenía unos dedos diminutos.Se preguntó cómo reaccionaría si le chupaba uno o le daba un beso en el empeine.
—¿No has pasado miedo,Edward?
El conde interrumpió momentáneamente sus cuidados y sus reflexiones y la miró.
—No pensaba en el peligro.Sólo sabía que si no encontraba al niño y salía pronto de allí no volvería a verte y no estaba dispuesto a ese sacrificio.
A Bella se le llenaron los ojos de lágrimas.Estiró el brazo y le apartó el pelo de la frente.
—Nunca he conocido a nadie como tú.No eres arrogante,ni complicado,ni impaciente.Eres generoso y bueno.No sé muy bien qué hacer contigo.
—Deja de compararme con otros y acéptame como soy.
—Si hubieras muerto esta noche,habría sufrido mucho.No quiero sufrir.
—El que nunca sufre tampoco disfruta de grandes alegrías.Sin riesgo no hay recompensa.La vida resulta monótona y carece de aliciente.
—Quieres que arriesgue un corazón que no tengo.
—Sí lo tienes,bajo llave.Dale una oportunidad.Libéralo.
—Me pides demasiado.
—Pues haré todo lo posible por liberarlo yo.—Bajó la cabeza y le besó el pie mientras ella le acariciaba el pelo.
Entendía que tuviera miedo,pero también sabía lo fantástico que podía ser el amor.Lo había visto en sus padres.Lo veía en Nessy.
Se puso en pie y cogió a Bella en brazos.Ella se sentía muy a gusto así,con la cabeza apoyada en su hombro.La llevó hasta la cama,la tumbó y la tapó con las mantas.
—Aún estoy muy asustada—dijo ella dulcemente—.¿Podrías abrazarme? Sólo un abrazo.
—Lo que quieras.
Se tumbó,en la cama y la acercó a su costado.
—Mi marido nunca me abrazaba.
—Yo te abrazaría todas las noches,toda la noche,sólo por sentir el calor de tu cuerpo junto al mío,por verme envuelto en tu aroma,oírte respirar y saberte mía.
Se recolocó para poder tenerla cara a cara.Después la besó,sabiendo que no habría nada más,sólo el roce de sus labios.Su boca era tan agradable.Sintió la tentación de tomarla,de poseerla…pero no era el momento adecuado.No se aprovecharía de sus miedos ni de su gratitud por que él hubiera sobrevivido.
Le pareció que,aquella noche,Edward había introducido como mínimo la llave en la cerradura que abría la puerta del corazón de Bella.Si la giraba lentamente,sin provocarle resentimiento,obtendría su recompensa.No debía seguir adelante;él realmente necesitaba un heredero.
Pero a medida que el deseo crecía en intensidad,decidió que ya se preocuparía por las obligaciones de su título más adelante.En lo que quedaba de noche,se contentaría con poder abrazarla estrechamente,besarla y sentir el peso de su cuerpo junto al suyo.
Se apartó y la miró.Deseaba tanto poder apartar las mantas,levantarle el camisón y contemplar su cuerpo desnudo sobre aquella cama.Se conformó con volver a besarla.
—Duérmete—le susurró.
Teniéndola allí contra su pecho,sintió que el cuerpo le dolía,no por el sobreesfuerzo físico de aquella noche sino debido a la privación a que lo había sometido.
En unos días saldrían hacia Forks Hall;entonces podría entregarse a la tarea de abrir de par en par las puertas de su corazón y persuadirla para que compartiera su lecho con él.
—¿Edward?
—¿Mmm?—gruñó él mientras le acariciaba la espalda distraído.
—Lloré la muerte de mi marido.No sé muy bien por qué;lo odiaba.
—Por alivio,quizá.
—No,eso fue lo que me hizo reír.Creo que lloré porque,en el fondo,su vida era muy triste.Me preocupa que pueda decirse lo mismo de mí.
Él se volvió nuevamente para mirarla.
—Eso no ocurrirá.Del mismo modo que tú tienes previsto pregonar mis virtudes a todas las damas de Londres,yo pregonaré las tuyas a todo aquel que conozcamos.
—Tengo muy pocas.
—Al contrario,condesa,tienes muchas más de las que crees.
—¿Dónde estabas antes del incendio?—inquirió ella.
Él cerró los ojos despacio,contempló la idea de mentir pero decidió que quería ser sincero con ella en todo.Abrió los ojos y la miró fijamente en la penumbra.
—He estado con una muchacha que quería pasar la noche con un conde.No sé cómo lo soporta la nobleza,pero a mí me ha resultado de lo más desagradable estar con alguien que se niega a ver más allá de mi título.
—Con el tiempo te acostumbras.
—Yo no creo que lo consiga.
—¿Era guapa?
—No tanto como tú.Y por si te interesa,no ha habido nada íntimo entre nosotros.Nos hemos limitado a hablar.
—¿Vas a volver a verla?
—No,he descubierto que ella no era lo que buscaba,ni yo lo que ella imaginaba.
—Edward,esta noche he tenido miedo de perderte.
—Lo sé.
—He temido que murieras sin saber lo mucho que me importas.
Le había dado una chispa de esperanza,pero¿para qué?.Por mucho que se importaran,por mucho que se amaran,lo único que conseguirían sería hacerse daño.
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