DESEOS PROHIBIDOS?TERMINADO

Autor: rake
Género: + 18
Fecha Creación: 16/11/2010
Fecha Actualización: 31/05/2011
Finalizado: SI
Votos: 32
Comentarios: 89
Visitas: 204482
Capítulos: 56

 

TERMINADO

FIC RECOMENDADO POR LNM CON 4 VOTOS!!!

 Si eres perseverante,los deseos se hacen realidad y aqui está la prueba que lo confirma.

Leer este fic que os aseguro que acabará por encantaros.

VOTAR Y COMENTAR MUCHAS GRACIAS.

 

 

                      

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Capítulo 23: Otra mujer

—No puedo creer que me hayas elegido a mí,milord.

También a Edward le costaba creer que hubiera elegido a Irina.Hablaba sin aliento por la emoción,pero su visible entusiasmo nada tenía que ver con él,sino con el hecho de que ahora era un maldito conde.

—Nunca me he acostado con un conde.

Se lo repetía sin parar desde que habían salido del Wild Boar.Al llegar al pub,le había dicho al propietario que le interesaba algo más que una cerveza aquella noche.Poco después,un par de camareras le dedicaban toda su atención.Podría haberse quedado con las dos si le hubiera apetecido una orgía,pero lo único que buscaba era descargar la tensión que venía acumulando diariamente a medida que crecía su frustración con Bella.

—Habría cambiado las sábanas si hubiera sabido…

—Las sábanas están bien.—Eso nunca le había preocupado.Lo sabía porque no era la primera vez que ella lo invitaba a su casa ni la primera que él aceptaba la invitación.

—Dime lo que te apetece—dijo ella—.Haré lo que me pidas.Quiero complacerte,milord.

—Empieza por no llamarme «milord».—La tiró en la cama y empezó a besuquearle el cuello.

—Aún no me he quitado toda la ropa.

Obviamente.No estaba ciego.

—Yo te la quito—dijo,tirando de una cinta.

—No deberías tomarte esa molestia.Eres un conde.

—No lo considero una molestia—soltó él con un suspiro de frustración—.Me gusta desnudar a una mujer.Prolonga el momento y el placer.

—Si lo quieres así.

—Así lo quiero.—Aunque lo cierto era que habría preferido un poco de espontaneidad y alguna muestra de deseo por su parte.Continuó desatando las cintas.

—¿Cómo quieres que te acaricie?

—Como quieras.

—¿Con la boca o con las manos?

—Lo que más te plazca—respondió él,apretando los dientes.

—Pero eres un hombre importante en el pueblo.Soy yo la que debe complacerte.

Y lo haría,si dejara de preocuparse por ello.Exasperado,bajó de la cama y empezó a pasearse descalzo por las andrajosas alfombras y el suelo de tarima,tan poco pulido que apenas reflejaba el entorno;afortunadamente,porque el entorno era tan increíblemente ordinario que incluso maldijo el pensamiento tan pronto como acudió a su mente.No quería criticar aquello de lo que un día había formado parte.

—Lo siento,milord.No era mi intención disgustarte.

Se volvió para mirarla.Estaba sentada,abrazándose las piernas.

—No me has disgustado.

—Pues pareces disgustado.

Edward echó un vistazo a sus partes.Ciertamente,no parecía muy contento.No había mucha alegría por ahí abajo,eso era obvio.Se pasó las manos por el pelo,incapaz de recordar una idea peor que buscarse una camarera con la que saciar su lujuria.Siempre que se había llevado a una mujer a la cama había sido por atracción mutua,una progresión natural fruto de un deseo común.

El juego nunca había sido tan desigual como en aquella decepcionante ocasión:deseo de su parte y por la de ella sólo el deseo de complacerlo.

—Lo siento,Irina,esto es un error.

—No,no,no lo es—dijo ella,poniéndose de rodillas—.Dame otra oportunidad.Te complaceré,te lo prometo.

Él se sentó en el borde de la cama,le acarició la mejilla y le recorrió el cabello oscuro con los dedos.

—No se trata de complacerme.Soy yo el que se ha equivocado,no por elegirte sino por pensar que podría encontrar lo que buscaba tan fácilmente.Eres una mujer encantadora y tu intención es buena.—Se inclinó hacia adelante y le dio un beso en la frente—.No me siento decepcionado de ti sino de mí.

—Pero si me dijeras lo que quieres,podría evitar tu decepción.

La pobre no había entendido nada.Lo que lo decepcionaba era precisamente tener que decirle lo que quería…Necesitaba perderse en una pasión que no precisara explicaciones.

—¿Por qué no nos olvidamos de que he venido aquí esta noche?—le dijo sosteniéndole el rostro por la barbilla.

—Si eso es lo que quieres.

Una vez más,los deseos del conde eran órdenes.Supuso que debía estar agradecido.Tendría que acostumbrarse.El título lo incomodaba.

—Es lo que quiero.—Se levantó de la cama y cuando cogía los pantalones de la silla para ponérselos,un fuerte estruendo metálico lo paralizó.

—Es la campana de incendios—anunció Irina.

A diferencia de los bomberos londinenses,el pueblo de Torterra no disponía de una bomba de agua a vapor.Dependía de un motor manual,cubos y muchas manos fuertes.Edward se puso los pantalones y se los abotonó rápidamente;después cogió el resto de su ropa y salió corriendo.

Capítulo 22: Cansado de esperar Capítulo 24: El incendio

 


 


 
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