DISCLAIMER: Los personajes le pertenecen a la grandiosa Stephenie Meyer... la admiro tanto!... okz okz... yo solo plasmo las ocurrencias de mi mente y juego con sus personajes.
BELLS POV
El avión se sacudió con fuerza, por lo que me sostuve de donde sea, sin ver, solo tratando de no golpearme tan duramente. Aún escuchaba los gritos afuera, mientras yo estaba en este diminuto cuarto. Sentía cómo la nave golpeaba lo que pensaba yo eran árboles, ya que en Brasil la mayor parte del territorio eran bosques, selva. Cerré los ojos con fuerza, rezando, pidiéndole a Dios que me protegiera, que me lleve de vuelta con mi familia… pero de no ser así, le rogaba que nunca los desampare y que les den fuerzas para seguir adelante… sin mí.
Los segundos pasaban como horas y el avión seguía golpeando y golpeando. Me preguntaba si en uno de esos golpes, algo impactaría justo en la parte de atrás, donde yo estaba en el pequeño baño y entonces yo…
Aún con los ojos fuertemente cerrados y sosteniéndome como un ancla, escuché que golpeaban la puerta del baño. Una y otra vez. Con fuerza. ¿Acaso ya había acabado todo? Pero, si yo aún sentía que todo temblaba. A no ser que… la que tiemblaba era yo. ¿Hace cuánto que habrá terminado y yo no me di cuenta? ¿Habrán venido a salvarme? ¿Por eso golpeaban la puerta? ¿Para sacarme de aquí? ¿Para llevarme con mi familia?
Mi familia.
¿Edward ya lo sabría? ¿Él estaría buscándome?
¿Y Kat? Mi pequeña Kat. Tenía tantas ganas de volver a tenerla en mis brazos.
Pero… ¡Hey! ¡Estoy viva! ¡No morí! No morí.
La vida me estaba dando otra oportunidad.
Con dificultad, me apoyé en las paredes y me paré. Al parecer, me había torcido el tobillo, porque me dolía como el infierno. Y hasta ahora, no me había dado cuenta que algo caliente bajaba por mi mejilla. No estaba llorando. Oh, no. Sabía lo que era. Lleve una mano a mi frente. Estaba húmeda. Alejé mis dedos y los vi. Sangre. ¿Cuándo me había golpeado si no lo sentí en ningún momento?
Con mucho dolor en el pie y algo mareada, me dirigí a la puerta para ayudar a quien quiera que estaba afuera a abrirla. Pero, antes de siquiera tocar la manivela, la puerta se abrió con fuerza. Y lo que vi delante de mí me cayó como una grúa en el pecho.
Tanya estaba ahí, viéndome con odio. Una de sus cejas despedía el mismo líquido rojo que caía por una de mis mejillas, sus cabellos estaban totalmente despeinados y su ropa rota y desarreglada.
¿Qué hacía ella…?
¿Siempre estuvo en el avión?
¿Pero cómo…?
En ese momento, me fijé atentamente en su atuendo.
Esa ropa… esas ropas yo las había visto antes.
Mi acompañante. La mujer durmiendo a mi costado… siempre había sido Tanya. Tan cerca y yo sin darme cuenta. ¿Cómo…?
-¡Ya deja de mirarme así, perra!- me gruñó ella por encima de los gemidos de dolor y llanto de los demás pasajeros- Ahora, vendrás conmigo. ¡Camina! ¡Ahora!
¿Qué?
¿Cómo rayos todo terminó en esto?
Primero, no puedo comunicarme con Edward por no sé qué mierda.
Luego, entro al baño y el avión empieza a caer.
Después, cuando me doy cuenta que sobreviví y podré ver nuevamente a mi familia, me encuentro con Tanya.
Y para finalizar, ella me ordena, me exige que vaya con ella ¿Pero qué se creyó ella? ¿Que sigo siendo la misma ingenua de antes? Pues si es así, ella se equivocó. Hace mucho tiempo, esperé que ella se presentara. Había imaginado cómo sería ese momento. ¿Quién iniciaría la pelea? ¿Cómo terminaría? ¿Quién daría el último golpe?
Sin saber de dónde, y sin molestarme por averiguarlo, una presión se alojó en mis manos, que instintivamente se cerraron en puños. La PERRA, porque aquí la perra era ella, quería jugar al fuerte y al débil. Eso le voy a dar. Pero, antes, tengo que escoger y pensar bien mis movimientos. Decidí hacerle pensar que seguía siendo la muy vulnerable y pacífica Bella.
Sin dejar sus ojos, me fui acercando. Si quería que caminara rápido, pues qué pena. Mi tobillo me seguía doliendo con la misma intensidad, lo que me hacía cojear.
Ella me miraba con burla y el odio de siempre, hasta que quedé justo en frente de ella. A pocos centímetros de distancia. Nunca dejé de mirarla fijamente. No sabía exactamente lo que expresaban mis ojos, ya que quería que me subestimara para que, cuando llegara el momento indicado, le cayera de golpe mi verdadera reacción. Cómo disfrutaría al ver su cara de sorpresa cuando le atestara el primer golpe. Ahora, yo me iba a regodear. Las lágrimas brotarían de sus ojos y no de los míos. Ya no de los míos. No por ella.
Después de una eternidad allí, solo mirándonos, ella se hizo para atrás y me dejó pasar.
-Sal del avión. Ahora. Y camina hasta que yo te diga que pares.
Sin contestar, seguí cojeando hasta salir del avión. No veía a los demás, no veía a nadie. Todos mis sentidos estaban concentrados en todos los movimientos que hacía Tanya detrás de mí. Incluso, podría apostar que justo ahora tenía esa sonrisa de suficiencia cuando cree que ha conseguido lo que quiere.
Pero una vez que pisé tierra, mis ojos se dirigieron a la gran cantidad de árboles que había en frente de mí y a la oscuridad del lugar. No se podía ver casi nada, solo sombras. Y se podía sentir el aire correr, pero aún así el ambiente era cálido.
Caminé un poco más, hasta que ella habló.
-Detente aquí.- le obedecí sin decir nada- Ahora, voltéate. Quiero ver tu horrorosa cara rogándome que te deje viva.- me dijo con maldad en la voz y riéndose una vez dichas sus palabras.
Yo me volteé y traté de tener una expresión neutral. No estábamos ni a 10 metros del avión, pero aún así no podía ver si había más gente al igual que nosotras que había salido de la nave. Cuando volví a poner mis ojos sobre los de Tanya, ella me seguía viendo con esa maldita sonrisa que ya me estaba irritando. ¿Sería este el momento para zamparle el primer golpe?
Ella se sacó el abrigo que tenía puesto aún y lo tiró sin ver. Luego, me inspeccionó nuevamente. ¿Qué era lo que quería ver en mí? ¿Miedo? ¿Horror? ¿Tristeza? Pues, no le daría el gusto.
De pronto, ella estiró sus brazos horizontalmente a sus costados, como si se trataran de alas.
-Mira dónde estamos, Isabella. Mira hasta dónde he tenido que parar para dar contigo.- yo no hablé- Ah, no quieres hablar, ¿no? No me importa. Me conformo con que sepas que hoy no vas a salir viva de aquí. Y no sabes cuánto me gusta esa idea. Después de tantos años de intentos fallidos. No pudo la naturaleza ni las putas drogas que mandé que te inyectaran. Bueno, bien dicen que si quieres que algo salga como quieres, tienes que hacerlo tú mismo, ¿no?- ella comenzó a pasearse de un lado a otro- ¿Estás segura que no quieres decir nada antes de morir? Porque, querida… VAS. A. MORIR. Yo misma me encargaré de eso. ¡Ah! Cómo me hubiera gustado contactarme aquí y ahora con Edward y que escuche cómo te mato, cómo tu respiración se va volviendo cada vez más espesa, hasta que tu corazón deja de latir. Oh, cómo lo hubiera disfrutado.
Cuando mencionó a Edward, algo se me revolvió en el estómago, y decidí tomarlo como una señal de que era momento de hablar.
-Eres una maldita loca psicópata, Tanya.- le dije con odio. Pero ella solo rió y bufó.
-Bah, no eres la primera que me lo dice. Y ¿sabes qué? No me importa si me llamas “loca”, “asesina”, “psicópata”, “zorra”, “puta”, o el insulto que quieras. Con todo y eso, conseguiré lo que una vez me propuse.- terminó su frase dándome una mirada dura y casi con su cuerpo temblando por lo furiosa que se encontraba.
-¿Por qué, Tanya? ¿Tanto odio me tienes?- inquirí. Siempre quise saberlo. Solo esperaba que ella me contestara.
-Bueno, de todas maneras vas a morir. Te voy a decir. Sí, no es por Edward, no. Es por ti. Por mí. Porque, ¡maldición!, tú podías vivir pensando que cada día era un sueño, que serías la mejor estudiante y que algún día te casarías, y tendrías hijos y serías feliz por siempre. Yo no podía ver así a la vida. Ya no. ¿Nunca te lo habías preguntado, no? Nunca te habías preguntado por qué yo actuaba de esa manera en el instituto. No. Para ti solo existía Edward. Edward, solo Edward.
-Eso no es…
-¡A mí no me vas a venir con esos cuentitos! Se te veía en la maldita mirada, en la sonrisa de mierda con la que siempre entrabas al salón de clases. Odiaba todo eso. Yo. ¡Yo! Había planeado una vida de riquezas con Edward. Lo iba a utilizar hasta dejarlo sin nada. Porque esa es la única forma en la que se debe tratar a los hombres. Como herramientas. Para tomarlos cuando los necesitas y luego, cuando estén viejos, tirarlos a la basura. Pero tú me estropeaste todo. La semana después de que tú llegaras al instituto totalmente “transformada”, como todos comentaban por los pasillos, yo iba a falsificar una prueba de embarazo y con ello embaucar a Edward. Atraparlo para que piense que él era el padre y que se haga cargo de ello. Y si él me negaba, iría con sus padres y los convencería de que obligaran a su hijo a casarse conmigo, pero tú jodiste todo. ¿Crees que no te vi? ¿Eh? Yo sé que tú me viste con James follando y yo sabía que si tú se lo decías a Edward y él iba a reclamarle a James, él le diría que todo era cierto y adiós a mi plan de hacerle creer que era el supuesto padre de mi supuesto hijo. Desde ese momento, te odié.
»Y cada vez que los veía a ti y a Edward de lo más felices, aferrados el uno del otro, como si sus vidas se fueran en ello… yo nunca pude… ¡aaaaah! No importa lo demás. Aquí lo que importa es que te odio, te detesto. Tú arruinaste mi vida. TE. ODIO.
Yo la escuchaba absorta. Saber de primera mano por qué ella me aborrecía tanto era… algo que nunca me imaginé llegar a conocer. Pero durante todo su discurso, siempre aparecía tan solo por segundos un sentimiento de dolor y tristeza en su voz. Como cuando dijo que la única forma de ver a los hombres era como herramientas o como cuando no pudo terminar una frase. Algo iba mal con ella y no solo porque fuese caprichosa. Algo le había sucedido en el pasado que le había marcado la vida y por eso ella de desquita con los demás.
La miré con lástima.
-¿Qué te hicieron, Tanya?- ella abrió los ojos como platos y separó los labios, pero su voz nunca salió- Mira, tal vez… tal vez se puede solucionar… tal vez…
-¿Tal vez, qué? ¿Eh? No se puede retroceder el tiempo. Créeme. No se puede. ¡No se puede! Por tu culpa estoy así. Por tu culpa estoy en este mugroso lugar, con heridas que me duelen como el demonio. Por tu culpa. Pero… eso terminará en este momento. No más Isabella Swan. Por fin me voy a deshacer de ti. Finalmente.- ella llevó una de sus manos a su espalda y cuando la trajo de vuelta, tenía una pistola en ella. Yo jadeé sin poder evitarlo. No había considerado esto posible. ¿Pero cómo pudo pasar el control de seguridad del aeropuerto? Pensé que nos pelearíamos a puño limpio. Nunca pensé que…
Piensa, piensa.
Tanya acomodó la pistola en ambas manos y colocó su dedo índice en el gatillo, apuntándome en la frente.
Mi cabeza trabajaba a mil por hora, buscando una forma de escapar, una forma de esquivar los disparos. Pero todo era inviable. La oscuridad era ya mucho más espesa y lo más seguro era que si intentaba correr, me caería.
¿Qué hago? ¿Qué hago?
-Adiós, Isabella Swan.- y justo cuando esperé la bala en mi cabeza, pero sin cerrar los ojos, lo vi.
Mis manos se fueron directamente a mi cabeza, cubriéndome, mientras mi cuerpo se dejaba caer en la tierra y veía que uno de los lados del avión explotaba, lo que desestabilizó a Tanya, quien dirigió una mirada horrorizada hacia el avión. Yo salí de mi impresión antes que ella y aproveché esos segundos que tenía de ventaja.
Este era el momento indicado para lanzar el primer golpe.
Utilizando la pierna buena y apoyándome en el suelo, le tiré una patada en la mano que sostenía la pistola y que seguía en mi dirección pero ya no en mi cabeza. Ella gritó de dolor y se volteó a mirarme con furia.
-¡Maldita perra! ¿Cómo te atreves? – se iba a lanzar encima de mí, pero usé mi pierna nuevamente para patearle el abdomen con fuerza y hacerle caer para atrás.
Yo aproveché que ella estaba en el suelo para pararme firmemente, a pesar que mi tobillo seguía doliendo. Ahora tenía que pensar cuál sería mi siguiente movimiento. No sabía pelear. Pero había visto a Edward y aquél día en la discoteca, cuando un maldito se me acercó y me quiso forzar, no fue tan difícil. Ahora, solo tenía que hacer lo mismo. Sí.
Vamos, Bella. Piensa en Edward, en Kat. Si sales viva, los podrás ver nuevamente. Piensa en…
Había algo… algo que no había sentido nunca, solo una vez, y ahora…
-Me las vas a pagar, desgraciada. No tengo el arma, pero aún tengo mis manos. Y sé que lo voy a disfrutar más.- ella se me acercó como una leona, mirándome con odio, acechándome, sopesando sus movimientos.
Todo eso.
Yo ya lo había hecho.
Ella se lanzó primero al primer golpe. Yo me olvidé de todo dolor y me concentré en cómo esquivar, cómo devolver cada golpe.
Sin darme cuenta, la lucha había empezado. Ella trataba de hacerme caer, de jalar mi cabello, de arañarme y yo me defendía, protegía el que ahora era mi punto débil: mi tobillo. Sabía que ella estaba esperando el momento para golpear mi tobillo y tirarme al suelo y una vez ahí hacer conmigo lo que quiera. Pero no lo iba a permitir. Con todas las fuerzas que tenía, me tiré encima de Tanya y las dos caímos. Yo coloqué mis dos piernas a ambos lados de ella y nuevamente olvidándome del dolor, comencé a lanzar golpes a su cara.
-¡Aaah, maldita!- no sé de dónde vino, pero en un momento estaba golpeándola y en el otro sentí que mucha tierra entraba en mis ojos.- ¿Qué pensabas; que ibas a vencerme? ¿Eh?- ella me empujó y caí con fuerza sobre mi trasero. Mis ojos ardían y yo pestañeaba y los sobaba con el dorso de mis manos para tratar de enfocar mi vista. Cuando casi lo había logrado, vi a Tanya coger algo del suelo, algo oscuro, y dirigirse hacia mí.
Era una piedra. Ella levanto el brazo y luego lo bajó con fuerza hacia mi rostro, pero yo sostuve su mano antes de que impactara contra mí. Apreté su muñeca y traté de doblarla para que soltara la piedra y así lo hizo. Luego, la pateé nuevamente, cayó de espaldas y fui nuevamente hacia ella, pero ahora, cogí yo la piedra. Me senté nuevamente encima de ella y la golpeé.
-¿Qué pensabas tú, zorra? ¿Qué seguía siendo la mosca muerta de antes, como solías llamarme? ¿La buena para nada? ¿Eh? ¡Tú te equivocaste aquí! Debiste saberlo. Ahora tengo una familia. No me iba a dejar vencer fácilmente por ti. Si una de las dos va a salir muerta, está bien, pero no seré yo.- le grité cerca de su ahora sangriento rostro. Ella, a pesar de todo, sonrió con maldad.
-Eso es lo que tú crees. Perra.- me habló con suavidad. Y en un momento de descuido, me empujó y ella cayó encima de mí- ¿Ahora quién vencerá a quién? ¡Dime!- y no sé cómo ni de dónde, cogió una rama, que parecía haber sido arrancada a la fuerza, lo que le había hecho formar puntas, no tan pronunciadas, pero si las forzabas, bien podían clavarse en tu cuerpo.- Ahora sí, Isabellita, despídete de este mundo.- y habiendo dicho esto, tomó la rama con ambas manos y dirigió el puñal hacia mi pecho. Yo, como acto instinto, traté de sujeta sus muñecas y detenerla, pero era demasiado fuerte. Y tenía la ventaja de estar encima.
Podía sentir la punta presionar mi pecho. Y escucharla a ella riéndose fuertemente, como una demente, disfrutando su triunfo aún no confirmado.
En ese momento, muchas escenas, las más infelices de mi vida, llegaron a mi mente.
Cuando fui humillada la primera vez que fui a la casa de Edward.
Cuando caí por el barranco.
Cuando me desperté en el hospital y me decidí no seguir con el cuento de hadas que había construido en mi mente.
Cuando, aquella noche en la graduación, mi mundo se desmoronó.
Cuando desperté y no podía recordar nada.
Cuando después de meses de habérmelo negado, fui donde Edward, pero él me dijo que me dejaría ir.
Todo el dolor que sentí en esos momentos, y todo a causa de ella, de Tanya.
Pero, después, los momentos más felices de mi vida me golpearon.
Aquella tarde que Edward se materializó en mi porche trayéndome mi cuaderno de historias. Y a partir de ese momento mi vida cambiaría para siempre.
Cada vez que Edward me pidió perdón y me juró su amor. Cada vez que él nunca se rindió por recuperarme. Cada momento que él me demostró cuánto me quería.
Aquella noche que me pidió que fuera su esposa. Lo feliz que me sentí ese día.
Mis ojos, hasta este momento perdidos, se dirigieron hacia el aro que tenía colocada en mi mano. No me acordaba en qué momento me lo había puesto, pero ahí estaba. En su lugar. Donde pertenecía.
Una de las noches más importantes. Mi boda. El mismo día que me enteré que el amor entre Edward y yo había dado sus frutos.
El nacimiento de mi Kat.
Y cómo a partir de ese día, cada vez era más feliz.
¿Dejaría que Tanya me arrebatara nuevamente esa felicidad?
No.
No.
Saqué fuerzas de donde no tenía. Mi vista se nubló. Y mi cuerpo actuó por sí solo.
-¡Noooooooooooooooooo!- escuché que había gritado.
Todo estaba oscuro… No veía nada…
Pero…
Mis ojos. Estaban cerrados con fuerza. Ahora los sentía.
Los abrí con lentitud. No se escuchaba más su voz. Ni sus gritos. Ni su…
Enfoqué mi vista en lo que tenía en frente.
…respiración.
Vi mis manos rodeando la rama que casi atravesó mi pecho. Ahora, no era el mío el que había sido su objetivo.
Horrorizada, quité mis manos temblorosas y ensangrentadas, y me levanté del cuerpo inerte de Tanya.
La había matado.
No respiraba y sus ojos habían quedado en blanco.
Atravesé su pecho. Yo la había matado.
Con un estremecimiento en mi cuerpo, pero repitiéndome que lo hice en defensa propia, me puse de pie con mi aún adolorido tobillo. Vi lo que tenía a mi alrededor.
El avión estaba en llamas. No podía ver a nadie más. Tal vez estaban detrás de los árboles, protegiéndose. Todo estaba ya totalmente oscuro. ¿Qué haría ahora? Di media vuelta y me debatí si me iba a buscar ayuda o esperaba que esta llegara.
Si me iba, me arriesgaba a perderme en vez de encontrar alguna salida o a alguien que me pueda ayudar.
Pero si me quedaba… ¿qué tal si no llegaba a tiempo la ayuda? No sabía dónde estaba. No sabía si cerca había un pueblo, y si era así, ¿cuánto tardarían en avisar a la ciudad que había ocurrido un accidente de avión?
No. Tenía que intentarlo. Si me perdía, al menos lo había intentado. Yo solo quería vivir. Volver a ver a mi familia.
Con esa decisión, me encaminé hacia los árboles. Caminé apoyándome en unos cuantos. No había comido, ni siquiera había agua para beber. Me sentía muy débil, pero tenía que seguir. Había una fuerza en mi interior que me mantenía en pie y que me empujaba a seguir. Y así lo hice. Caminé y caminé y no dejé de hacerlo. De vez en cuando gritaba si había alguien que pudiera escucharme. Sabía que no solo humanos podían oír mi voz, sino otras criaturas, pero en ese momento mi cabeza no estaba pensando bien.
Caminé más hasta que oí y sentí el impacto.
Caí al suelo y después de eso, una ráfaga fuerte de viento y polvo me azotó. Yo me cubrí tanto como pude y me quedé quieta sobre la tierra. Cuando la ráfaga pasó, vi que el bosque se iluminaba. Ahora se podía ver mejor.
Pero no era la luz de la Luna.
Ni la del sol emergiendo por el horizonte.
No. Era fuego.
Mi vista se vio aplacada por grandes llamaradas de fue elevándose sobre los árboles, consumiéndolos rápidamente. Fue cuando decidí que tenía que seguir. A pesar de que estaba esa presión en mi pecho por saber que toda esa gente aún ahí… todos o la mayoría probablemente estaban muertos.
Aún con esa horrible sensación por no haber ayudado a nadie, seguí mi camino, hasta que ya no pude más y el cansancio me venció. Llegué hasta un árbol de copa muy extendida. Su tronco sobresalía por un lado y se hundía por el otro. En esta última parte podía pasar la noche. Me recosté y viendo vagamente las llamas de fuego, dándome cuenta de cuán alejada estaba, mis ojos se cerraron.
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Los fuertes rayos del sol me levantaron. No, no era el fuego. Era el sol de mañana. O eso creía. No tenía un reloj. Solo traía conmigo lo que tenía puesto y mi aro en el dedo corazón. Y mi hambre voraz. Por Dios, mi estómago no había dejado de rugir desde que había abierto los ojos.
Me paré con dificultad y me concentré en caminar. Pero todo comenzó a girar en círculos a mi alrededor y si el tronco del árbol no hubiese estado a pocos centímetros de mi espalda, me hubiera dado una buena caída. Me sostuve hasta que pude recobrar el equilibrio, respiré hondo y me puse a caminar. Cuando alcé la vista para tratar de ver en donde había sido el incendio ayer, ya no había nada, solo algunos rastros de humo en el cielo. Tal vez, si me hubiera quedado…
No. Ya no había marcha atrás. Tenía que seguir adelante. Tenía que haber alguien que pueda ayudarme. No podía ser posible que esté en medio de la nada. ¿Alguien tenía que vivir por aquí, no?
La respuesta a esa pregunta, llegó cuando después de caminar por lo que me parecieron horas, no encontré a nadie. Cada vez que veía al cielo, la posición del sol me daba señales de más o menos qué horas eran. O al menos si ya estaba por atardecer o recién era mediodía. Pero, tenía que seguir caminando. ¡Por Dios! Alguien… debería haber alguien por aquí.
Sentía mis labios cada vez más secos. La sed me estaba debilitando más que la propia hambre. Mis pies dolían horrores, sin mencionar mi tobillo que seguía resentido. Incluso mi espalda me estaba matando. El tiempo corría y a cada momento, sentía más ganas de tirarme en el suelo, cerrar los ojos y dejarme llevar por el sueño. Pero no podía. ¿Y qué tal si una vez que cerraba los ojos ya no los volvía a abrir? Tenía miedo de ya no poder despertar… de que cuando cierre los ojos, mi inconsciencia me lleve tan lejos de todos mis seres queridos, que me sería imposible volver. No podía.
Teniendo eso en mente, seguí… seguí sin parar. Imágenes de mi familia venían a mi mente, y me daban fuerzas para no dejar vencerme por el cansancio, el hambre, la sed, la debilidad… Mis ganas por volverlos a ver era aún más fuerte que todo. Lucharía hasta dar mi último aliento con tal de verlos una vez más… solo una vez más. Yo solo quería sentir los brazos de Edward, tener en los míos a Kat… quería escucharlos… quería decirles que todo estaba bien… que yo estaba bien.
¿Ellos me estarían buscando?
Esta pregunta se repetía una y otra vez.
¿Ellos estarán buscándome o me habrán dado por… muerta?
No. No lo creía. Ellos nunca… yo sé que ellos sabrían que yo no estaba muerta. Sí. Ellos me buscarían y me encontrarían. Y todo volvería a la normalidad. Sí. Por eso, tenía que encontrar a alguien, decirles lo que pasó, pedirles ayuda, alojamiento; decirles que serían muy bien recompensados por si es que no quisieran ayudarme gratis, y esperar allí por mi familia… porque ellos me encontrarían. Lo sabía.
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Mis ojos se dirigieron al sol, o en la dirección donde se encontraba. El cielo anaranjado rojizo me hizo saber que ya estaba por terminar la tarde. El sol se ocultaría en pocas horas y yo aún no encontraba nada. Ni siquiera podía escuchar agua de algún río correr. Estaba muerta de sed. Mi respiración se volvía cada vez más espesa y mis piernas temblaban como si fueran de gelatina. Cada cierto tiempo, todo se movía en círculos y yo tenía que sostenerme de donde sea, pero no caer. Si caía, sería mi fin. Ya no podría levantarme. No creía que las fuerzas me alcanzaran para ello. Por eso, ahora solo podía seguir avanzando sin soltarme de los árboles que habían a mi alrededor. Árboles que ya me estaba cansando de ver. Árboles que cada vez más sentía que me encerraban. Me sentía sofocada. Me sentía… mal.
Poco tiempo después del atardecer, mis piernas no pudieron más. Juro que luché hasta el último instante por seguir de pie… pero no pude. Grité de impotencia porque no quería caer, pero mis piernas no me respondían y se dejaron ir. Cuando me di cuenta, mi mejilla estaba apretada en la oscura tierra de la selva y yo no podía moverme. Mi vista se nublaba poco a poco y yo por más que pestañeaba para aclarármela, no lo conseguía. Allí, casi inconsciente, sentí que podía ver toda mi vida pasar en cámara rápida. ¿Sería esto una señal de que el fin estaba cerca? ¿Mi vida terminaría aquí, lejos de todo y de todos? ¿Tan débil había sido que no había podido encontrar ayuda?
Gruesas lágrimas comenzaron a caer de mis ojos, obstaculizándome aún más la vista. Mis manos se cerraron en la tierra, apretándola. Mis sollozos se hacían cada vez más fuertes, hasta que se convirtieron en gritos… me sentía tan poca cosa… me sentía tan impotente. Quería hacer más, pero mi cuerpo ya no podía. Y lo odié por eso. Nunca lo había hecho, pero en ese momento, me odié a mí misma. Sin poder hacer nada más. Pero de pronto, escuché unas ramas moverse.
Podía oír la tierra removerse como lo hacía cuando alguien daba una pisada. Y eso me alertó. Traté de limpiarme los ojos, despejar mis lágrimas, pero conseguí lo contrario. Luché por aclararme la vista, pero no pude. Y una vez más una ola de frustración e impotencia me atacó. Pero esta vez, no me iba a dejar vencer por eso.
-Por favor… si hay alguien ahí… por favor… ayúdenme. Por favor… se lo ruego… ayúdenme. ¿Hay alguien? Por favor… por favor… no me dejen aquí… por favor… ¿quieren… quieren dinero? Lo tendrán… pero… solo… ayúdenme.- no sabía si mi voz salía a gritos o en susurros, pero era todo lo que salía de mí. Cada segundo que pasaba, empeoraba. Y lo peor era que nadie contestó a mis llamados. Tal vez, lo imaginé. O tal vez, era un animal. No una persona. Tal vez, era cierto que mi vida terminaría aquí y ahora.
Mi respiración se volvió cada vez más lenta, sentía el polvo y la tierra… la estaba respirando… Mis párpados se cerraban… más… más… hasta que me dejé ir. Vi un movimiento a unos metros de mí, pero eso fue todo. La oscuridad, que ya había conocido en otras oportunidades, me volvió a ganar.
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Sentía mi cuerpo cálido y relajado. Mis párpados pesaban un poco, pero mi cerebro ordenaba a mi cuerpo que los abriera. Cuando mi consciencia ya casi había vuelto, pude sentir. Oía el fuego repicar… la leña romperse… consumirse por ese fuego… y temí lo peor. ¿Estaba en un incendio? ¿El bosque se había encendido de nuevo? Tenía que despertar. Tenía que irme. Pero luego… olí… eran… como… ¿plantas aromáticas?... y toqué… Mis palmas no sintieron tierra debajo de mí. Más parecían mantas. Y cuando traté de levantar mi brazo, chocó con más mantas. Estaba cubierta. Lo que me hizo saber… que no estaba en el bosque.
Mi corazón comenzó a latir con fuerza. Luchaba contra mis párpados para que se abrieran, tanto que no medí la fuerza cuando lo conseguí. Mis ojos se abrieron tanto como pude y vi a mi alrededor. Estaba en una especie de… ¿casa? Solo podía ver paja, en lo que supuse era el techo, porque estaba echada boca arriba. El cuarto estaba iluminado solo por la luz del fuego que ahora estaba segura existía.
Traté de girar mi cuello hacia un lado para ver qué más había y lo logré con lentitud.
Mis ojos se toparon con otros dos de color muy oscuro, que me miraban con sorpresa. Era… una niña, arrodillada y apoyando sus brazos en el colchón donde yo estaba. Ella abrió la boca en una “o”, como lo hacía Kat cuando su papá le traía un nuevo regalo, se paró rápido y salió corriendo gritando algo en un idioma que nunca había escuchado.
A los pocos segundos, la pequeña niña volvió corriendo y detrás de ella venía una anciana. No tan anciana, pero sí de avanzada edad. Y ella también tenía una expresión de sorpresa. Se acercó a mí y me comenzó a hablar en, según suponía, la misma lengua que la niña había hablado antes. No la entendía. La mujer movías las manos y hablaba muy rápido. Yo busqué mi voz para tratar de hacerle entender que hablaba otro idioma y que no sabía lo que ella me estaba diciendo, y cuando lo conseguí, esta salió ronca.
-Yo… no la entiendo.- cuando me escuchó, dejó de hablar y comenzó a murmurar cosas para sí misma.- Por favor… un poco de agua… agua- comencé a decir, pero ella solo me miraba ceñuda. Saqué despacio un brazo e hice señas levantando mi pulgar e índice y dirigiéndolos hacia mi boca, para luego rodear mi garganta con mi mano mientras hablaba- agua… tengo sed… agua.- pero la mujer no me entendía. Sin embargo, mientras ambas nos veíamos a los ojos, sentí un recipiente pegarse a mis labios. Volví mis ojos para verlo y noté que dentro había el líquido que tanto ansiaba. Cuando pasé a ver quién lo sostenía, vi a la niña, que movía la cabeza instándome para beber. Y así lo hice fervientemente. Los segundos pasaban y cada vez quería más, así que con mi mano, incliné más el recipiente con agua y tomé tanta como pude hasta terminarla. Pero aún quería más.- Más… por favor… más- le dije a la niña moviendo nuevamente mi mano. Ella se fue y volvió a llenar el tazón. Pronto, lo acabé y le pedí a la niña que lo volviera a llenar 3 veces más. Cuando estuve satisfecha, pude respirar de alivio. El agua nunca me supo tan bien.
Mientras tanto, la mujer se había dedicado a preparar algo de comida, suponía yo, en una especie de cocina que funcionaba con leña. Yo la observaba y la niña me observaba a mí con sus grandes ojos oscuros. En ese tiempo que había pasado, mi cuerpo se había sentido mejor, pero el cansancio seguí allí y de vez en cuando bostezaba, aunque no sabía si era de sueño o de tanta hambre que sentía. Así que, decidí que diera lo que me diera la mujer anciana para comer, lo devoraría como si no hubiera mañana. Le estaba muy agradecida por haberme acogido, por no haberme dejado morir allí fuera y juraba que le pagaría todo lo que había hecho por mí. Era lo menos que podía hacer. La ayudaría en lo que ella necesitara… pero antes, tenía que encontrar la forma de volver. No tenía dinero, no sabía dónde estaba, y para rematar, no entendía nada de lo que decía la mujer y menos la niña, quien ahora me estaba hablando moviendo sus manos, pero aún así no la entendía. Pero, por cómo abría sus ojitos y alzaba sus brazos, imaginaba que me estaba contando sobre algo que había visto, así como hacía mi pequeña Kat. Yo solo asentía con la cabeza, con una pequeña sonrisa en mis labios, y cuando veía que ella abría hasta más no poder sus ojos, yo fingía sorpresa y abría mi boca formando una pequeña “o”. Cuando terminó, intenté comunicarme de verdad con ella. Me senté, recostando mi espalda en la pared que había detrás de mí y saqué mis manos a la vista. Me dije que la mejor forma de comunicarme era tal como lo hizo Jane con Tarzán, así que lo intenté.
-Yo soy Bella.- le dije señalándome así como hizo Jane.- Yo, Bella.- le repetí y luego puse mi mano en su pecho, así como Jane hizo- tú eres…
Pero la niña solo miraba mi mano en su pecho. Y luego volvió sus ojos a los míos. Lo intenté de nuevo.
-Yo, Bella…- dije señalándome- tú…- y ahora sí dijo algo, pero no la entendí muy bien. Lo que escuché fue:
-Caá Yarí- y luego dijo algo más alzando sus manitos hacia arriba y dirigió sus ojos hacia arriba también junto con su cabeza. Yo solo asentí.
-Caá Yarí… tú, Caá Yarí… yo, Bella- ahora dije todo completo señalándonos una a otra.
-Be-lla- repitió ella. Yo asentí con una sonrisa, lo que le hizo sonreír a ella también. Luego, señaló a la mujer que seguía preparando algo y dijo- jaríi- o algo que sonó así. Yo solo la miré y asentí tratando de repetir lo que había dicho.
Después de unos minutos más de “conversación”, ya que la niña no paraba de hablar, la mujer la llamó y ella fue donde su, según suponía, abuela. Luego, volvió trayendo un tazón en sus manos y se arrodilló nuevamente en el colchón y comenzó a comer. La anciana mujer se acercó a mí trayendo otro tazón y me lo tendió. Yo casi se lo arranché de las manos y sin mirar, comencé a comer lo que sea que fuera eso utilizando mis manos. No sabía qué era, pero sí sabía que tenía un sabor agradable. Estaba tan concentrada comiendo, que, cuando alcé la vista, me di cuenta que tanto la mujer como la niña me veían. Y luego la niña comenzó a reír, lo que le robó una sonrisa a su abuela. Cuando escuché a la pequeña niña, me hizo recordar a mi hija y preguntarme cómo estaría ella ahora. Haciéndole señas a la pequeña, le dije que se sentara a mi lado. Y luego de unos minutos de descifrar lo que yo le estaba diciendo, así lo hizo.
Cuando terminé de comer, me sentí tan satisfecha que casi quería cantar, pero recordaba que estaba lejos de mi familia y que ellos no sabían que yo estaba bien; entonces, volvía a mi realidad, y luchaba por no llorar. Sentía que no debía hacerlo.
Así, pasaron los días y yo me fui sintiendo mejor. La mujer me atendía muy bien. Había curado mis heridas y me había colocado unas hierbas en mi tobillo que me habían calmado el dolor. Aunque cada noche, tenía que cambiar las hierbas, lo cual era un poco doloroso, ya que las grandes hojas de la planta tenía que ser remojado primero en agua hirviendo y así, me lo ponía sobre el tobillo, y me rodeaba con él. Luego, me ponía paños y eso era todo. Me mordía fuerte el labio cuando la muy caliente hoja hacía contacto con mi piel, pero no protestaba porque sabía que lo único que la mujer quería era ayudarme.
Después de unos 8 días, según creía yo que había contado, me sentía mucho mejor, y decidía ayudar en algo. Tal vez, a limpiar, lavar, o incluso cocinar. Cada día trataba de comunicarme y aunque seguía sin entender nada, al menos las señas ahora ayudaban. Cuando, ese día traté de decirle a la mujer que le ayudaría, al parecer me entendió y me dio tareas qué hacer.
Ya en la tarde, me di cuenta que se había acabado la leña, así que fui por más al exterior. La casita donde me encontraba era muy pequeña y para salir tenía que inclinarme, así que como me estaba doliendo la espalda, decidí traer todo el paquete de madera que necesitaba para solo hacer un viaje. Así, salí, cogí la leña y me encaminé al interior de la vivienda, pero cuando apenas había dado dos pasos, la mujer anciana me arrebató las maderas y me empezó a hablar muy rápido. Lo único que le entendí fue que tenía que entrar. Una vez ahí, me senté en el colchón aún confundida. ¿Acaso no quería mi ayuda? Cuando la mujer entró, me empezó a regañar, o eso parecía, porque tenía el ceño fruncido y hablaba en voz alta, mirándome.
-No… no la entiendo.- trataba de decirle, pero no conseguía que ella me prestara atención. Solo seguía hablando. Busqué con la mirada a la niña, porque creía que con ella me comunicaba mejor, y traté de decirle lo mismo que le había dicho a su abuela. La pequeña, que se encontraba jugando, se puso de pie y le comenzó a hablar a la mujer. Esta se calló y luego le dijo algo a su nieta. Ella se me acercó y trató de explicarme, pero tampoco consiguió nada. Pero después, utilizó sus manos, así como yo hacía y le había enseñado para que le pueda entender y lo único que se quedó grabado en mi cabeza fue cuando ella colocó sus manitas sobre mi estómago y dijo:
- Membi.- Yo me quedé viendo sus manos posadas aún en mi abdomen, y con mis manos temblorosas por incredulidad y sorpresa las posé sobre las de ella. Sentí cómo mis ojos se humedecieron y mi garganta se cerró por un enorme nudo alojado allí. Sin darme cuenta, había comenzado a llorar y sollozar aún con mis manos en mi estómago, sabiendo qué estaba sucediendo.
Estaba embarazada.
Me debí haber dado cuenta antes. Pero, los síntomas se confundían con la debilidad que sentía por tanto tiempo que había pasado sin comer y por los daños que el accidente me había causado. Además, no sabía qué día estábamos, por lo que no sabía si tenía un retraso, ya que desde que Kat nació había empezado a usar unos anticonceptivos que no alteraban mi ciclo menstrual.
A partir de ese momento, mis sentimientos se entrecruzaban en todo momento. Tanto debido a la alboroto de mis hormonas como a lo que estaba pasando. Por un lado, me sentía feliz porque estaba esperando otro hijo de Edward, porque había sobrevivido al accidente y porque sabía que tanto mi bebé como yo estábamos bien… pero, luego me inundaba la tristeza porque estaba lejos de mi amor… porque estaba lejos de mi hija, porque ninguno de ellos sabía de mí ni de la existencia del nuevo integrante de nuestra familia.
Todas las noches, lloraba, pero luego me sumía en un profundo sueño. Como recordaba que sucedía con Kat. No tenía sueños, ni pesadillas. Dormía como un tronco.
Así, pasaron los días, no sabía cuántos, solo que cada vez veía crecer más y más mi vientre, hasta que llegó el momento en que, como me había pasado antes, no podía ver mis pies. Cada vez me sentía más fatigada y trataba de controlar mis sentimientos, ya que sabía que no le haría bien al bebé. Pero con pensar que daría a luz sin tener a Edward a mi lado… un fuerte dolor me invadía el pecho y me dificultaba la respiración… Era en ese momento, cuando sentía a mi bebé moverse en mi interior y después de una respiración honda, me recobraba y seguía adelante.
Era un nuevo día, y vi cómo la pequeña Kari, como yo la llamaba porque no recordaba todo su nombre ni lo podía pronunciar, se levantó muy alegre, y diciéndome cosas muy emocionada. Yo solo me reía por su actitud y fingía sorpresa. Pero, casi al mediodía, supe el por qué de su emoción.
Yo estaba dentro de la casita, sentada en lo que había sido mi cama todo este tiempo, acariciando mi grande vientre con ternura mientras le cantaba a mi bebé, cuando escuché que Kari gritó de alegría y comenzó a reír. Pero también escuché otra risa. De un hombre. Joven. Después de unos segundos, vi entrar a Kari muy sonriente, tirando de la mano de un muchacho. Él no debía tener más de 20 años. Vestía unos pantalones de algodón y una camiseta simple. Cuando me vio, su sonrisa desapareció y se quedó ahí viéndome. Después de lo que me parecieron siglos, volvió su cara y llamó a su abuela. La anciana entró y ambos comenzaron a hablar. Él parecía algo enfurecido y la anciana también. Kari solo los observaba con el ceño fruncido y yo en mi confusión trataba de descifrar lo que decían, pero no lo conseguí.
Cuando ambos terminaron su discusión, el muchacho volvió a mirarme y luego desvió su vista para después taparse la boca con una mano y con la otra tirarse de los cabellos. Luego, lo que dijo me dejó impresionada.
-Dios mío. Mi abuela está loca.
Él hablaba… yo lo podía entender. O sea que él…
-¿Hablas inglés?- le pregunté con la respiración acelerada. Él levanto la cabeza gacha y me miró con sorpresa.- ¿Puedes… entenderme?- le hablé lento. Pero él me seguía mirando- Por favor… dime si puedes… entender lo que digo.- él asintió con lentitud y sumido en su sorpresa. Mi corazón comenzó a latir desesperadamente y sentí una opresión en la parte baja de mi vientre pero en ese momento no me importó.- Por favor… ayúdame.- Me paré como pude y me acerqué a él. Para eso, mis ojos ya se habían llenado de lágrimas.- Por favor… mi nombre es… Isabella Cullen. Mi avión… se estrelló… y… yo… escapé… Por favor… ayúdame a volver. Soy… soy de Washington, Estados Unidos… Te lo ruego… ayúdame.
-¿Isabella Cullen?- preguntó él aún más sorprendido que antes.
-Sí, así me llamo… por favor…
-¿Tú… tú eres la esposa de Edward Cullen?- ahora mi corazón latía como las alas de un colibrí.
-¿Conoces… a mi esposo?- le pregunté como pude, con una sonrisa en mis labios.
-No…- mi sonrisa se desvaneció-… pero… lo he visto… en la televisión.
-¿Cuándo?- pregunté desesperada una vez más. Cuando no me respondió, me acerqué más y tomé sus brazos con mis manos.- ¿Cuándo? Por favor.
-Hace… hace unos meses. Él estuvo aquí… en Sao Paulo… buscándola.- mis manos se aflojaron y cayeron a mis costados. Mi llanto empeoró y mi respiración se obstaculizó. Sentí mis piernas perder fuerza y lo único que pude hacer fue sostenerme del muchacho para no caerme.
-El me buscó… me buscó…- sollozaba de emoción y también de tristeza porque no me había encontrado. Yo lo sabía. Él no había pensado que yo había muerto en el accidente. Él me había buscado… pero al no encontrarme… había regresado a Forks. Ahora, yo tenía que buscarlo a él. Tenía que hacerlo.- Por favor… llévame de regreso… ayúdame. Mira… yo sé que esto no sonará bien… y no sé… si te ofenderé… pero, si lo que quieres es dinero, lo tendrás… solo… por favor, ayúdame…- ya no pude hablar más, ya que el dolor en mi vientre volvió. El joven se dio cuenta y me llevó hacia el colchón, donde me senté.
-Yo… quisiera ayudarla… pero… no tengo dinero suficiente para un pasaje a Estados Unidos, señora.- mi corazón dolió, pero no permití que me quebrantara en mil pedazos.
-Puedes… puedes pedir prestado el dinero… Una vez que estemos allá, te juro… que te lo devolveré todo… incluso con intereses… solo, necesito ir. Por favor… no sé cuánto tiempo he estado aquí… pero sí sé que no ha pasado ni un día en que no extrañe a mi esposo y a mi hija… ni un día en que no anhele estar con ellos… volver a estar con ellos. Por favor… por lo que más quieras… ayúdame. Yo te prometo que…
-Está bien.- mis ojos buscaron los suyos con ansias y cuando los encontré, vi que me hablaba con sinceridad.- conseguiré el dinero… la ayudaré.
Después de esa conversación, el joven le explicó a su abuela lo que me había sucedido y unas horas después, él, Kari y yo nos encaminábamos a la ciudad en un bus. La pequeña se había rehusado a quedarse. Y yo le rogué a Edú, como me dijo que se llamaba, que la dejara venir. Él, como me dijo que haría, consiguió un préstamo y compró boletos para el vuelo más cercano a Washington. Cada segundo que pasaba, mis sentimientos me alborotaban totalmente, pero no solo eso. Los dolores en mi vientre habían aumentado tanto su intensidad como su frecuencia. Sabía lo que eso significaba. Pero tenía que aguantar. Respiraba hondo, trataba de calmarme, pero cada vez me sentía más débil y mis piernas comenzaban a temblar. Había salido de la pequeña casa con la misma ropa con la que llegué. La anciana me había dado un poco de tela para modificar mis prendas, añadiéndola en los costados de mi blusa para que cubra mi vientre y en la parte superior de mis pantalones. No sabía qué aspecto tenía, pero la gente me miraba. Aunque, algunos se pasaban de largo. Y lo entendía. En todo el camino, vi todo tipo de personas. Todos eran como querían. Bohemios, exóticos, excéntricos, prudentes, reservados.
Cuando abordamos el avión, mi espalda estaba explotando. Me dolía horrores al igual que la parte baja de mi vientre. Kari, siempre que me veía hacer muecas, sobaba mi vientre y le decía cosas que no entendía. Eso me distraía un poco. También, me distrajo que Edú me comenzó a contar todo. Cómo el accidente salió en las noticias. Y que no habían encontrado a ningún sobreviviente. Que Edward había salido en la televisión, ofreciendo una recompensa a la persona que me encontrara o que tenga alguna información sobre mi paradero. Me dijo que había estado en Sao Paulo por casi 3 meses, y que después regresó a Estados Unidos. Según lo que me había dicho Edú, habían pasado 6 meses desde el accidente, y ya nadie hablaba de ello. Lo habían olvidado.
Después de horas interminables, llegamos al aeropuerto de Seattle. Edú tuvo que ayudarme a caminar, ya que lo hacía con mucha dificultad. Y aquí sí podía ver a la gente mirarme de forma extraña. No les hice caso. No me importaba. Lo único que estaba en mi mente era que estaba muy cerca de mi familia y que mi bebé estaba a punto de nacer.
Tomamos un taxi y nos dirigimos a Forks. Al principio, el conductor no quiso llevarnos, pero le ofrecí una cantidad que casi equivalía a un pasaje en avión de aquí a Argentina y nos abrió la puerta sin titubear. Veía las personas pasar rápidamente, el aire azotar mi rostro, el paisaje cambiar de plomo y marrón a puro verde.
Mi corazón latía desesperadamente, cuando me di cuenta que pasamos el cartel que daba la bienvenida a Forks. Le di indicaciones al conductor del taxi y finalmente, llegó el momento que había pensado no llegaría… vi mi casa. La casa de Edward y mía. Le dije al conductor que espere por el dinero, que entraría en la casa por él y él me miró incrédulo advirtiéndome que no se iría hasta que le pagara. Edú me ayudó a salir y Kari lo hizo detrás de él. Avanzamos con lentitud, ya que mis piernas parecían gelatina. Subimos el porche y toqué el timbre con mis dedos temblorosos. Le dije a Edú que me dejara y se pusiera a un costado junto con Kari y esperé. Unos segundos después, escuché su voz. Era él, lo sabía. Sus pasos sonaron en el piso de madera, aproximándose. Mi respiración se trababa y mi cuerpo comenzó a temblar más. Finalmente, escuché la puerta abrirse con lentitud, como si él esperara ver algo…
Y allí… pude verlo.
Era él. Mi Edward. Aunque tenía ojeras y se veía cansado y un poco más pálido de lo normal. Era él Seguía tan igual… claro, si habían pasado meses y no años.
Cuando él me vio, se quedó inmóvil y me miró y me miró… y me miró.
Combatiendo contra el nudo de mi garganta, traté de hablar, pero lo único que salió de mis labios fue:
-Ed-ward.- Él movió sus ojos por mi rostro, luego bajó por mi cuerpo y se paró en mi vientre. Sus ojos no podían estar más abiertos. Yo coloqué una de mis manos en mi vientre y justo en ese momento, una contracción me atacó, haciéndome perder el equilibrio y provocando que me cayera hacia adelante. Edward reaccionó por acto reflejo y me sostuvo contra él. Yo, con ya lágrimas en los ojos, me agarré de sus brazos y juré en ese momento que nunca los volvería a soltar.
Estaba nuevamente en casa.
Continuará…
Hola chicas…. Ayyyy lo siento muchísimo de verdad… pero nunca me imaginé que un Baby Shower pueda durar tanto… saben lo k es, no? Un evento que hacen las embarazadas, donde los amigos y familia dan regalos para el bebé y eso… bueno, eso pensé que sería. Pero me llevé una sorpresa cuando hubo animación de un payaso muy gracioso e hicieron hora loca. Terminé muerta. Todo por mi prima... ella está muy feliz por su niño en camino y tenía que acompañarla... y me divertí tb...Y pz no pude publicar cap. Lo sientoooooooooo… pero aki stoy ehh… espero que les haya gustado el cap… lo hice lo mejor que pude…
Bueno, ahora ya saben lo que sucedió con Bella… pensé hacer un pov Edward, pero el pov Bells me salió así de largo, no pensé que sería tanto así, así k si le agregaba el pov Edward, sería un tremendo cap, así k decidí k mejor haría otro cap con la continuación.
Uhm, bueno, también quiero agradecerles por tooooooooodo su apoyo… por estar interesadas en el fic y preguntarme por facebook cuándo actualizaría, por sus comments… muchas gracias!!!!!! Son las mejores, en serio… ahora, merezco un rr????? Vamos, digan k sí…el cap anterior tuvo más comments k ningún otro y he conocido a lectoras que nunca se habían dejado conocer antes… así k sé k tanto ellas como las demás a las k sí conozco, me dejarán saber su opinión, no?????? Motívenme… hahaha…
Qué dicen???
Kieren adelanto???
Si me contestan entre hoy y mañana, les dejaré adelanto akí mismo mañana en la tarde okz… no sé si a la mayoría les gustó el adelanto de la vez anterior así k no sabía si poner o no hoy… bueno ya me despido cdns mucho chauuuuuuuuuuuuuuu
Lyhaane.
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