Se volvió hacia ella.La condesa,con sus deliciosos labios algo separados y el cejo fruncido,parecía momentáneamente aturdida,como si le costara creer lo que acababa de suceder.Después,su gesto se esfumó como se borra un encerado.
Se levantó de la silla,se acercó a la ventana y empezó a contemplar el jardín.
—Black siempre me ha parecido un individuo de lo más desagradable.Creo que lo has manejado admirablemente.
Edward se sentó en el borde de su escritorio y cruzó los brazos sobre el pecho.Sí,lo había manejado admirablemente.Pero aún no estaba seguro de cómo manejar a la condesa.
—Mereces más que yo gastar el dinero del conde como te plazca.
—Eres más generoso de lo que él fue jamás.A tu llegada,esperaba que te quedaras con la mayor de sus propiedades en Londres.Sin embargo,te instalaste en la residencia más pequeña.No dejas de sorprenderme.
—Podría decir lo mismo de ti.
Bela negó con la cabeza,decidida a ignorar aquel comentario.
—El viejo conde habría exigido una explicación de cada uno de esos gastos.
—Yo no soy el viejo conde.
—Me voy dando cuenta poco a poco.
¿Poco a poco?Se preguntaba qué podía hacer para acelerar el proceso.A pesar de su voluntad de contenerse,se levantó y se situó a unos centímetros de ella,inhaló su dulce perfume de rosas y le susurró.
—Ojalá te hubiera conocido antes de que él te hiciera suya.
Mientras observaba cómo su delicada garganta se inflamaba,deseaba desesperadamente sentir en sus labios su pulso inquieto.
—No te habría gustado—respondió ella suavemente.
—¿Por qué no me habrías gustado?
—Era ignorante…pobre…
De pronto,consciente de que estaba revelando demasiado,logró apartarse de él sin mirarlo siquiera.
—Moriría antes que volver a llevar una vida plebeya.Me he hecho un sitio que me permitirá conseguir lo que quiera y quiero muchas cosas.Mientras buscamos una esposa para ti,me buscaré un duque para mí.
—Lo dices como si lo más importante de un hombre fuera su título.
Ella arqueó una de sus cejas perfectamente delineadas.
—Porque creo que el título de un hombre es lo único que importa.
El conde negó con la cabeza.
—No lo dices en serio.¿Y el amor?
—¿Qué pasa con él?No proporciona poder.No atrae miradas cuando entras en un salón de baile.No te permite tener criados,ni ropas caras,ni una mansión.No te otorga favores regios.Ni te aleja de las calles o las cunetas.He sido indigente y he sido condesa.Ahora seré duquesa y como tal me ganaré el respeto…
—No necesitas un título para que te respeten.
—¡Qué poco me conoces!—dijo ella burlona—.Si fuera posible,aspiraría a ser reina.Entonces no habría nadie más importante que yo.
—Si buscaras amor en lugar de rango,para el afortunado no habría nadie más importante que tú.
—Habla el poeta,no el realista.
No era un hombre propenso a la violencia,pero creyó que le habría satisfecho enormemente asestarle un puñetazo en la cara al viejo conde por robarle a Bella la capacidad de soñar,el más cruel de los legados que el viejo Forks podría haberle dejado a Edward.
—Nunca has conocido la realidad de ser mi condesa.
—Y ambos sabemos que nunca lo haré.Ni me importa.Como digo,tengo mis metas.Te ayudaré a encontrar una buena esposa y de paso me buscaré un duque satisfactorio.
—¿Acaso un duque te devolverá la fertilidad?
Bella palideció y el conde lamentó inmediatamente la crudeza de sus palabras.No entendía por qué no había sido capaz de impedir que la furia escapara por su boca.
—Bella…
Ella hizo un gesto seco con la mano que silenció en un instante la disculpa del conde.
—No soy estúpida,Edward.Elegiré un duque que ya tenga un heredero,o dos.
—Con lo que sin duda será viejo.
—Y tendré que cargar con él poco tiempo.
—¿Por qué quieres contraer matrimonio a sabiendas de que no durará?
—Mi querido Edward,obviamente hay sutilezas de la aristocracia que aún no comprendes.Preciso el rango y lo lograré a cualquier precio.
Lo que comprendía era que le enojaba enormemente que ella persiguiera algo de tan poca importancia.
—Cuando me busques esposa,no apliques el mismo criterio que en la búsqueda de tu duque.Quiero una mujer de la que no pueda prescindir,una mujer cuya muerte llegue a partirme el corazón.—Se acercó a Bella—.Necesito una mujer que me haga reír con desenfreno.Una mujer con la que pueda guardar silencio,pero cuya voz me deleite y cuyas conversaciones me llenen de gozo.Una mujer que me haga hervir la sangre.Que se preocupe por todo y no le avergüence reconocerlo.—El conde dio un paso más—.Que se la compare con el fuego,no con el hielo.Que acoja todo lo que la vida le ofrezca,no que lo rechace.Que me ame con todas las fibras de su ser,que anhele que la abrace eternamente y llore mi pérdida como si de verdad lamentara no tenerme más a su lado.
—Tus expectativas no son realistas.
—Conozco a una reina que amó así a su príncipe.
—Encuentro cruel esa clase de amor.Prefiero no experimentarlo,ni tener que superar la profunda soledad y desesperación que la pérdida de un amor así produce.
—Pero entonces tendrás que vivir sin conocer jamás una pasión semejante.
Antes de que ella pudiera seguir discutiendo o él tuviera tiempo de convencerse de que cometía un terrible error,la rodeó con sus brazos y acercó su boca a la de ella.Bella profirió un brevísimo chillido sordo.Sus brazos rígidos se interponían entre los dos,pero sus labios flexibles le pedían más.Sin embargo,Edward no deseaba precipitar aquel momento que llevaba meses esperando.
Ella lo había tentado con su constante proximidad,perturbando sus sentidos con su suave fragancia de rosas mientras su seductora voz le susurraba normas de etiqueta y protocolo al oído y su cálido aliento le acariciaba la barbilla y el cuello.La había visto comer en innumerables ocasiones,había estudiado el modo en que se pasaba la lengua por los labios como si temiera desperdiciar un poco de salsa.Se había deleitado con la paz que revelaban sus ojos siempre que él le leía algo y había imaginado que las emociones que recorrían su rostro eran por él y no por el relato.
La besó más intensamente,explorando los confines de una boca que solía replicar áridamente en un tono de heladora frialdad.Pero no halló frío.Sólo calor,instalado entre ambos mientras sus lenguas bailaban la danza de la seducción.
Él disfrutó de su sabor:dulce y salado a la vez.Tomó conciencia,vagamente de la calidez que inundaba sus labios,sumergidos en el beso.Y se retiró.
Las lágrimas llenaban los ojos de Bella,rodaban por sus mejillas,se demoraban en las comisuras de sus labios.Nunca la había visto tan joven,tan vulnerable,tan aterrada.
Ella bajó la mirada al pantalón del conde,cuyo corte ajustado revelaba la prueba inequívoca de que no sólo la deseaba sino que estaba preparado para ir mucho más allá de un beso.Bella,temblorosa,respiraba con dificultad,como si le faltara el aire.
—¡Maldito seas,Edward!¡Maldito seas!—le espetó.
Antes de que el conde pudiera replicar,ella dio media vuelta y salió de la estancia a toda prisa.Él,devorado por la frustración,permaneció inmóvil.No estaba en condiciones de seguirla.Y aunque así fuera,¿de qué iba a servirle?
Se volvió al escritorio,cogió el tintero y lo estrelló con todas sus fuerzas contra la ventana que daba al jardín.Sujeto al borde de la mesa,inclinó la cabeza.
¿Qué demonios acababa de suceder?
En toda su vida,jamás había perdido el control de sí mismo,de sus emociones,de sus deseos.Sin embargo,en un solo instante,lo había arruinado todo.
Peor aún,ahora que había probado el dulce néctar de su boca,¿cómo iba a olvidarla?
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