El Wild Boar era uno de los garitos preferidos de Edward en su juventud.Un paraíso masculino:sonoras risotadas,chistes obscenos y abundante cerveza.Allí los hombres se quejaban del tiempo,de las cosechas,de los negocios y de sus esposas.Jugaban a los dardos en una sala apartada,apostaban y seguían bebiendo cerveza mientras compartían sus triunfos y derrotas.
Cuando Bella había salido del granero,Edward había cogido su ropa,se había vestido y se había ido al pub sin informar a nadie de sus planes.La soledad del trayecto no le vino mal para ordenar sus ideas.En el Wild Boar esperaba encontrar la camaradería de siempre,sin embargo,lo que descubrió fue que ya no lo consideraban uno de los suyos.
En lugar de las cordiales palmadas en el hombro con que lo recibían antes,al entrar él se hizo el silencio,hasta que el propietario,salió corriendo de detrás de la barra.
—Señoría,nos alegra verlo de nuevo por aquí.Permítame que le prepare una mesa.
Algunos hombres lo habían saludado con una leve inclinación de cabeza y habían mirado inmediatamente en otra dirección,como si les diera pena verlo.A su paso,varios se habían quitado el sombrero murmurando un «milord».
Ahora estaba sentado a una mesa apartada,otra vez,solo.No se sentía tan distinto a como era hacía unos meses antes de marcharse,pero por lo visto el título hacía que los demás lo vieran de otra forma.
Allí sentado,bebía,meditaba tristemente y se preguntaba por qué una vida tan agradable se había convertido de repente en una serie interminable de pruebas que parecía condenado a no superar.Habría jurado que había deseo en los ojos de Bella.¿Por qué lo había dejado entonces con la impresión de haberse propasado?
Le había devuelto el beso apasionadamente.Sus gemidos lo habían envuelto,su lengua había jugueteado con la de él,sus dedos le habían recorrido los hombros.¿Cómo podía haber malinterpretado su interés cuando lo llevaba tan claramente escrito en su bello rostro?
Al levantar la mirada de pronto,se encontró con su hermano Emmett,sonriente,cargado con dos enormes jarras de cerveza.
—¿Listo para la siguiente?—le preguntó.
—Sin duda.
Emmett puso las jarras en la mesa,se dejó caer en una silla al lado de Edward y se columpió en ella hasta que su espalda topó con la pared.
—Salud—dijo,guiñando un ojo mientras alzaba su jarra,Edward le devolvió el brindis y procedió a ingerir buena parte de la cerveza.Necesitaba emborracharse para olvidar sus penas.¿Cómo iba a quejarse de sus problemas un hombre de su posición delante de un grupo de campesinos que trabajaban tanto como aquéllos para apenas sobrevivir?
—¿Cómo has sabido que estaba aquí?—inquirió Edward.
—Mamá me ha mandado a buscarte.Al ver que la condesa volvía del granero sola y desaliñada,me ha dicho que te encontraría aquí.No parecía muy contenta tu condesa.
—No le ha gustado que la forzara a recibir mis atenciones.
—¿La has forzado?
Con un suspiro,Edward apoyó la espalda en la pared como su hermano.
—Claro que no,el cortejo de una condesa no tiene nada que ver con el de una campesina,¿tienes idea de a cuántas chicas he besado en el henal sin que ninguna se quejara?
—¿Ella sí?
—Le he parecido incivilizado.
—¿Lo has sido?
—Quería serlo,pero he ido poco a poco,aunque ávidamente.Me da la impresión de que mi predecesor no era un buen hombre y no quiero asustarla.
—No me parece que sea de las que se asustan fácilmente.
—Es más vulnerable de lo que parece.Quiero despojarla de esa fachada que muestra al mundo y descubrir qué hay debajo.De vez en cuando,vislumbro cosas que me tienen hechizado.
—Demasiado complicado,creo yo.Ahora eres conde.Seguramente puedes conseguir todas las mujeres hermosas que quieras sin esfuerzo.
—No me gusta ser conde.No te imaginas lo solo que me siento.No me crié entre nobles y aunque lady Forks pueda conseguir que me acepten como a uno de los suyos,no puede obligarles a que me quieran.He venido al pub porque necesitaba que me aceptaran por quien soy,no por lo que soy,pero también he perdido eso,incluso aquí.—Miró a su hermano de reojo—.Ni siquiera tú me ves igual.No tengo un solo moratón de tus golpes.Pegas como una niña.
—Tú no—replicó Emmett sonriendo—.Mañana no me voy a poder mover.¿Por eso querías pelear?¿Para sentirte normal?
—Quiero volver a ser el que era antes de que llegara el administrador con sus papeles y su perorata sobre linajes.
—Papá solía decir que,cuando un hombre adquiere conocimientos,nunca vuelve a ser lo que era antes de tenerlos.En tu caso,lo que has adquirido…bueno,nos ha enseñado a todos que ya no eres simplemente Edward Cullen.Ahora eres el conde de Forks.Eso asusta a un hombre corriente.Y aquí todos somos corrientes.
—Tú no eres corriente,Emmett.
—No,pero tampoco tengo título.Tengo que respetar el tuyo.Sigues siendo mi hermano y te quiero igual,pero también eres un maldito conde.
—Que podrías ser tú perfectamente si yo muriera sin descendencia legítima.
—Pues haz en seguida lo que tengas que hacer,porque no me gustaría estar en tu pellejo.
—Si Bella se sale con la suya,al final de la próxima temporada estaré casado con una dama adecuada que pueda darme un heredero.
—Me gusta su forma de pensar.
Edward hizo una mueca.A él no le gustaba particularmente,sobre todo porque implicaba que ella se casara con un duque.Aunque debía admitir que la propuesta que Emmett le había hecho en el granero de convertirla en su amante seguía resonándole en la cabeza.Bella no era ninguna muchacha inocente que tuviera que mantener intacta su virginidad.Si realmente era estéril,la posibilidad de dejarla embarazada no sería un problema.Podían mantener una relación física sin riesgos,salvo el de que ella le partiera el corazón.
Y quizá él a ella el suyo.¿Por eso se apartaba de él?¿Porque sentía por él algo más que afecto?
Si ése era el caso¿qué iba a hacer?Había prometido que no le haría daño,pero ¿cómo iba a conseguirlo?
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