DISCLAIMER: Los personajes le pertenecen a la grandiosa Stephenie Meyer... la admiro tanto!... okz okz... yo solo plasmo las ocurrencias de mi mente y juego con sus personajes.
BELLA POV
De un momento a otro y sin proponérmelo, mi estupendo, muy estupendo sueño fue tornándose en una nebulosa hasta desaparecer casi completamente cuando mis ojos dieron signos de estar preparados para abrirse. Sin querer hacerlo, me removí un poco, mantuve mis ojos cerrados e intenté volver a dormir, pero no lo conseguí, así que comencé a hacer lo que siempre hacía en estos casos… recordar cómo había ido cambiando mi vida desde que me convertí en la señora Cullen.
Ya llevaba 2 semanas como la esposa de Edward Cullen y podría afirmar que han sido los días más felices de mi vida… excepto porque, cuando hubo terminado la fiesta por la boda, Edward me trajo a la casa con desesperación, nos internamos en nuestra habitación y no salimos de ahí en 2 días, por lo que tuvimos que aplazar nuestro viaje de luna de miel al 3° día que llevábamos de casados; pero, justo en esa mañana los malditos síntomas me agolparon con fuerza. Lo peor fue que lo primero que hice por la mañana aquel día, en vez de besar a mi bello esposo, fue correr al retrete y depositar todo lo que llevaba en el estómago estrepitosamente. Lo segundo peor eran las náuseas. ¡Rayos! Ya tenía suficiente con mi falta de coordinación y ahora esto. Y lo tercero peor eran mis cambios de humor. Tenía de los nervios a mi pobre Edward, pero es que no podía evitarlo. Estaba feliz en un momento, pero al minuto ya estaba enojada; y sin siquiera haberlo planeado. Solo… me enojaba por algo que nunca llegaba a saber con exactitud, y me desquitaba con la única persona que siempre estaba conmigo: mi esposo. En resumen, no tuve luna de miel debido a mi estado de salud, por lo cual me sentía deprimida a veces, otras amarga porque ansiaba ese viaje con Edward, otras triste, en fin.
Pero por lo demás, podía asegurar que estaba siendo una mujer muy feliz. Justo el día que comenzaron los síntomas, Edward y yo fuimos al médico para que me revisaran. Carlisle nos recomendó una buena ginecóloga, así que sacamos una cita con ella. La doctora Grey fue muy amable y nos explicó todo lo referente al embarazo como ella dijo que siempre hacía cuando la visitaban las parejas primerizas. Me ordenó hacerme un análisis de sangre, lo cual no fue tan difícil como pensé al inicio; y después de esperar mucho por los resultados, me confirmó que tenía 8 semanas de embarazo y que todo estaba marchando bien. Luego me hizo una ecografía, en donde pude ver a mi pequeñín o pequeñina en el monitor que la doctora había mandado traer. Estaba tan emocionada, extasiada, que derramé unas cuantas lágrimas. Bueno, en realidad fueron muchas lágrimas, pero estas salían sin que yo pudiera controlarlas.
Edward siempre estuvo conmigo; sus dedos entrelazados con los míos en todo momento. Juntos vimos a nuestro hijo o hija y escuchamos su corazoncito. Fue un momento mágico. Luego, la doctora nos entregó una fotografía de la pequeña cosita que aún era el fruto de nuestro amor, me entregó una prescripción con nombres de vitaminas que debía tomar y una dieta que debía seguir, nos informó que teníamos que acudir a una nueva cita al siguiente mes, nos despidió y nos fuimos.
Los antojos no se me habían manifestado hasta el momento, sin embargo la doctora nos había dicho que podría aparecer en el tercer mes, y le dijo a Edward que se preparara, ya que uno no sabía qué esperar de los antojos de una mujer embarazada.
Pero no todo era paz y tranquilidad. Alice me tenía loca con la decoración de la habitación del bebé, comprar ropita, aunque no se sabía qué iba a ser aún, y muchas cosas más. Aunque, su presencia había escaseado los últimos días debido a mis arranques de humor que me daban. Ella ya había sufrido mis desquites, así que optó inteligentemente darme un respiro. Por tanto, no había aparecido en mi umbral durante la última semana, ni me había llamado al celular. Aunque sí había llamado a Edward y él me decía cómo estaba ella.
Los brazos de Edward me trajeron nuevamente a la realidad, cuando los sentí rodearme. Así que me rendí. Me volteé para encararlo y acurrucarme en su pecho, pero cuando abrí los ojos, me perdí en los suyos, que me observaban fijamente. Todos los días sucedía lo mismo. Amaba despertar así. Y como todos los días, alcé una mano, le acaricié la mejilla, le sonreí con ternura y acerqué mi rostro al suyo… pero al instante me levanté de un salto y corrí al baño. Sí, definitivamente, este día era igual a los anteriores. Ya no recordaba cuándo fue el último día en que me desperté y lo primero que hice fue besar a mi esposo.
Siguiendo con la rutina, sentí a Edward colocarse a mi lado y sostener mi cabello como siempre hacía, para luego, cuando hube terminado, alcanzarme un vaso con agua e ir a colocar pasta dental en mi cepillo para lavarme los dientes. En todo momento, él solo me miraba y me sonreía ligeramente compadeciéndose de mí. Y luego…
3… 2… 1…
-Odio que tengas que pasar por todo esto. Algo le debería tocar al hombre. Me parece injusto que todo lo tengan que sentir ustedes y nosotros nada.- juraba que nunca había pensado que Edward se sintiera así con respecto a los síntomas. Más bien, había imaginado que él manifestaría lo afortunados que eran los hombres por no experimentar lo que las mujeres cuando se embarazaban, pero no. Una parte de él quería sentir lo que yo, quería compartir la experiencia y eso me parecía muy tierno de su parte.
Así que, como siempre que escuchaba esas palabras salir de sus labios, le dije:
-Amor, no te atormentes. Estas cosas son así por naturaleza. Ni tú ni nadie lo puede cambiar.- dejé el vaso en el lavabo y me acerqué para abrazarlo- Además, admito que los síntomas no son lo que más amo del embarazo, pero cuando me imagino a un hermoso bebé en mis brazos, sé que pasaría mil veces por lo mismo de tratarse de nuestro milagro.
-Lo sé, cielo. Solo… me enoja que los hombres no lo podamos sentir… que nos perdamos de eso por más extraño que suene.- él me rodeó la cintura y pegó su frente con la mía- ¿sabes? A veces, siento como… celos por eso.- yo lo miré como “¿es en serio?” Es decir, era impresionante escuchar a un hombre hablar así. Lo había conversado con Esme y Reneé en una ocasión y ellas me habían dicho lo mismo.
-Edward, no lo d…
-Es lo que siento, Bella. Sé que es raro, pero…
-Es ilógico, es insólito, es… tierno.- le sonreí y pasé mis brazos por su cuello- Créeme que si pudiera traspasarte mis síntomas, lo haría con gusto, amor; pero, al ser eso imposible, con que todos los días me digas lo mismo, me basta para olvidarme del lado desagradable del embarazo. Te amo.- le di un casto beso, ya que aún no me había cepillado los dientes, y me separé un poco para verlo a los ojos.
-Y yo te amo más… Me gustaría poder hacer más por ti.- me susurró devolviéndome la mirada.
-Oh, sí que puedes.- sus ojos me decían ahora algo como “¿qué tengo que hacer?”- pues, ve a la cocina y prepárame algo rico para desayunar.
-¿Ya tienes algún antojo?- me preguntó con una mirada emocionada y una sonrisa igual- ¿qué deseas? ¿huevos revueltos? ¿Omelet? ¿Suffles? ¿Bizcochos? ¿Empanadas? ¿Algún batido?- Edward parecía un niño al que le decían que le iban a comprar un carro nuevo a control remoto.
Había olvidado que también esperaba con ansias a que yo tuviera algún antojo para mimarme. Eso era lo que me había dicho. Yo siempre le preguntaba cómo haría él para complacerme si alguna vez lo que le pidiera no lo pudiera conseguir fácil, y siempre me contestaba que no tendría que preocuparme por ello, ya que yo siempre tendría lo que quería. Cualquier mujer se hubiera aprovechado de su disposición, pero no. Yo siempre me preocuparía.
-Edward, cariño, ¿sabes hacer al menos la mitad de lo que me acabas de ofrecer?- le pregunté divertida. Él frunció el ceño.
-Bueno, no, pero… habrá una tienda cerca. Si quieres voy en este momento…- para esto ya me había alejado completamente de sus brazos y estaba por salir del baño, así que lo detuve.
-No es necesario. Aún no tengo ningún antojo. Cielo, recuerda que la doctora Grey dijo que posiblemente durante el tercer mes aparezcan tu tan esperados antojos, así que no hay que ser impacientes. Aunque, para serte sincera, no me imaginé que tú estarías ansioso por mis antojos si al final yo los disfrutaría y no tú, ya que solamente cumplirías tu trabajo de conseguirme lo que quiera comer en un determinado momento.- él se acercó nuevamente a mí, me rodeó la cintura y me fue llevando hacia la habitación.
-Pues, yo sí creo que disfrutaría. Cualquier cosa que tenga que ver con nuestro hijo, lo voy a disfrutar. Cada cosa, amor. Las trasnochadas, los largos viajes por conseguir un antojo casi imposible de encontrar, tus repentinos cambios de humor, todo. Así que…- me dio un casto beso y luego continuó- ¿qué te parece si te preparas y mientras yo voy preparándote tu rico desayuno?- me dio otro corto beso y se alejó. Yo fruncí mi ceño ya que hubiese querido un beso más… profundo, ardiente… ¡Rayos! No es posible que piense en eso todo el día. Es peor que la secundaria.
-Sí… ve que ya me está dando algo de hambre.- no tuve que decirle más para que saliera rápido del cuarto.
Me recargué en la pared, y acaricié mi tripita. Aún no estaba abultada, y ya no podía esperar para que esté así. Ya lo quería sentir moviéndose en mi interior, notar cómo cada día crecía más, al igual que mi vientre. Lo deseaba tanto, pero solo tendría que esperar.
En ese momento, recordé cómo es que lo había descubierto gracias a Alice. Sentía como si hubiera sido ayer y no hace 2 semanas. Los días habían pasado en un abrir y cerrar de ojos. No los había sentido, y menos con lo mucho que me distraían Edward y las chicas. Solo esperaba que los siguientes fueran iguales y que cuando me dé cuenta, mi vientre plano ya no lo sea y se convierta en la pancita que tanto veía en mis sueños.
*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*
3 meses después…
Edward y yo nos encontrábamos viendo una película, como acostumbrábamos hacer desde hace un tiempo. Generalmente, yo no llegaba al final, ya que últimamente tenía tanto sueño que apenas me podía mantener parada todo el día. Pero, sabía que no era bueno dormir mucho, así que me forzaba a mantenerme despierta.
Posé mi mano en mi ya abultado vientre, aunque no mucho aún, y suspiré feliz.
Todos estos días habían sido de ensueño. Edward me mimaba extremadamente, y aunque tenía miedo de mal acostumbrarme, solo me encargaba de disfrutar de las buenas atenciones de mi querido esposo. Hace 2 semanas, habían comenzado los antojos y Edward los disfrutaba tanto como yo. Sí, aunque pareciera impresionante, así era.
Después de haberse tomado un mes de vacaciones, como él les llamó, Edward comenzó con su trabajo en Port Angeles. Hasta el momento, todo le iba muy bien, así que por ese lado estaba tranquila. Le había dicho que yo también quería comenzar a trabajar, pero él se había encargado de hablar con mi jefe diciéndole que estaba embarazada y que mi salud no era buena y tenía que cuidarme muy bien durante todo el embarazo, lo cual era mentira. Sin embargo, mi jefe le creyó y le dijo que mi puesto sería guardado para cuando yo le anuncie que podía empezar el trabajo. Cuando Edward me informó lo que había hecho, discutimos mucho. El problema se había hecho más grande gracias a mis cambios de humor, y Edward terminó durmiendo en la otra habitación. Pero, al siguiente día, no pude más y lo perdoné. Ahora, me encontraba sin nada que hacer todo el día. Si no fuera por las chicas, ya me hubiera muerto del aburrimiento.
Y gracias a Esme y Reneé, me estaba convirtiendo en una esposa muy hacendosa. Me enseñaban a cocinar, aunque eso ya sabía, pero me enseñaron a hacer nuevos platos. Esme, en especial, me enseñó a hacer su famoso pastel, el preferido de Edward, junto con otros postres; y mi madre me enseñó a preparar mi postre favorito también, por si me lo antojaba y ella no estuviera para preparármelo. También, me habían enseñado a organizar mi tiempo, de tal manera que pueda mantener en buen estado la casa sin que me tome demasiado tiempo. Esto se los había agradecido enormemente, ya que sabía que era muy complicado mantener una casa. En Australia, Edward y yo nos encargábamos de limpiar todos los domingos, por lo que la casa era un desastre de lunes a sábado. Pero ahora era diferente. Terminaba todos mis quehaceres y me sobraba tiempo, en el que aprovechaba en distraerme tejiendo, o al menos lo intentaba. Reneé me había enseñado, pero todavía no podía hacerlo con rapidez.
Hoy, era sábado, así que solo estábamos Edward y yo. Así eran todos los fines de semana, ya que los demás días él llegaba en la noche, y no pasábamos mucho tiempo juntos, ya que él estaba cansado y yo lo entendía. Pero, ya había pensado en decirle que le pida a su jefe que le baje las horas de trabajo o algo, porque últimamente lo veía pálido y cada vez llegaba más cansado. Hasta una vez no se había podido parar del sofá porque todo le daba vueltas. No sabía si era por estrés, o porque estaba débil, o porque estaba descuidando su alimentación, al menos por las tardes, ya que yo no lo dejaba irse a la cama antes de que haya acabado todo lo que le había preparado. Y él no se molestaba, ya que se lo comía todo, lo cual me hacía preguntarme si llegaba con hambre porque no había comido en la tarde.
Pero, bueno, ahora estábamos muy relajados viendo la batalla entre árboles y orcos, en la segunda película de El Señor de los Anillos. Estaba disfrutando de esas escenas que tanto me gustaba ver, cuando escuché que Edward carraspeó con fuerza. Lo miré, pero él no volteó. Vi cómo tragaba saliva, y volvía a aclararse la garganta. Y otra vez. Y otra.
-Cariño, ¿estás bien?- le pregunté algo preocupada.
-Sí, es solo que, siento como… algo… en…- sin poder terminar la frase, se paró y fue corriendo escaleras arriba y escuché como abría con prisa una puerta. Sin poder pensar en otra cosa que no sea que a Edward le estaba sucediendo algo malo, me paré de un salto y subí. Encontré la puerta del baño abierta y cuando llegué, vi a Edward arrodillado agachado contra el retrete, devolviendo todo lo que tenía en el estómago. Yo estaba asustada, pero aún así, me acerqué. Y cuando lo vi bien, supe que no debía haberme acercado mucho. Su estado me estaba afectando a mí y ye empezaba a sentir que mi estómago se revolvía. Me apoyé con la mano en el lavabo y me mantuve ahí, sin poder moverme, ya que si lo hacía, sería mi fin.
Cuando Edward se calmó, estiró la mano, cogió una toalla pequeña que habíamos colocado al costado del retrete, se limpió y volteó hacia mí. No sé qué vio en mi rostro, pero se puso de pie rápidamente, lo que causó que su vista girara y perdiera un poco el equilibrio, por lo que se apoyó en la pared. Pero aún así, me dijo:
-Amor, ¿te encuentras bien? ¿Te sucede algo? Dime… Yo siento que hayas presenciado esto. No te preocupes por mí, ok. Estoy bien, solo estos vómitos que los vengo teniendo desde hace unos días. No es nada. Ya se me pasará.- trató de tranquilizarme, pero yo no podía hacerlo. ¿Él había estado con esto por días y no me lo había dicho? Y más aún, ¿yo no me había dado cuenta?
Comencé a sentir náuseas, pero luché por mantenerme bien parada y lúcida.
-¿Días? ¿Has estado devolviendo el estómago por días y no me lo dijiste?- comencé a jadear por el esfuerzo que estaba empleando, pero seguí hablando, o eso intenté.- ¿Desde cuándo? Edward… tú no…- pero supe que no me podía mantener en pie. Vi cómo él se apresuró hacia mí y me cogió justo cuando estuve a punto de caer.
-Bella, amor. ¡Dios! Apóyate en mí. Vamos. Tenemos que ir a la habitación.- me llevó con mucho esfuerzo hasta el dormitorio y me recostó en la cama. Comencé a respirar hondo y cuando por fin me pude calmar, lo vi. Él estaba sentado en el borde inferior de la cama, mirándome. Pero no estaba bien. Estaba pálido, muy pálido. Y yo no estaba bien para llevarlo al hospital.
-Llama a Carlisle. O a Esme… y dile que venga.- le dije en voz baja.
-¿Para qué? ¿Te sientes mal? ¿Te duele algo?- no podía creer cómo él estando mal me podía preguntar si yo era la que se sentía mal, si con él ya era suficiente.
-Yo no. Las náuseas son normales. Tú eres el que tiene algo. Estás mal, Edward. Llama a tu madre o a Carlisle para que venga. Si yo pudiera conducir ahora mismo, te llevaría al hospital, pero creo que no sería adecuado estando mareada. Así que coge tu móvil y llama a alguien para que nos ayude. Ya.- pero a pesar de ello, él no se movía. Se notaba que estaba haciendo un gran esfuerzo, pero no sabía por qué o para qué. Respiraba pesado y su piel ya estaba como el papel. Me asusté de nuevo. Me estaba comenzando a levantar nuevamente cuando…
-Llama tú…- y sin decir más, salió corriendo nuevamente al baño.
Yo cogí el móvil y le marqué a Esme.
Después de 3 timbradas, me contestó.
-¿Bella?
-Hola, Esme… necesito… tu ayuda.- dije entrecortadamente.
-¡Oh Dios! ¿Qué te sucede, Bella? ¿Estás bien?- habló ahora ella algo alterada.
-Sí, solo… tengo náuseas… pero, Edward… él está mal… tienes que venir Esme, ahora.
-¿Mi hijo? Dios… Carlisle, tenemos que ir a la casa de Edward. Él no se encuentra bien.
-Apresúrense, por favor.- le dije ahora más claro.
-Pero, ¿qué sucede, Bella?
-No lo sé. De pronto, corrió al baño y devolvió todo lo que tenía en el estómago. Luego, él me dice que no es la primera vez que le sucede y después de un rato, corre nuevamente al retrete. No sé lo que le sucede, Esme. Y estoy muy preocupada. Él está muy pálido y…
-Tranquila, hija. Ya estamos saliendo para allá.
-Ok. Los esperamos.- y colgué.
Ya no había ningún ruido proveniente del baño, por lo que temí que Edward se hubiese desmayado o algo, así que me paré como pude, pero lentamente, y me dirigí ahí. Pero, antes de salir de la habitación, Edward se apareció, más recompuesto, pero aún pálido.
-No. Vuelve a recostarte, amor. Ya estoy…
-No te atrevas a decir que bien, Edward, que estás más pálido de lo normal. Me vas a decir qué es lo que tienes ahora mismo. ¿Por qué no me habías dicho que te estabas sintiendo mal?
-No quería preocuparte, Bella. No es nada. De seguro, algo que comí me cayó mal… no es nada. Pero tú, tú tienes que cuidarte. Recuéstate, por favor. Yo… después voy a comprarme una pastilla y cuando la tome, se me pasará. Ya verás.
-Pero, Edward…
-¡Recuéstate en la cama, Bella!- casi gritó él.
-¿Por qué me levantas la voz? ¿Qué te sucede? ¿Qué está pasando, Edward?- mis ojos ya se comenzaban a llenar de lágrimas. ¿Por qué él había reaccionado así?
-Perdóname, amor. Es solo que… no sé qué pasa. Yo… tal vez, sea el estrés o algo. Lo siento, no quise gritarte, cielo. Perdón.- me habló casi con desesperación, pero con arrepentimiento en los ojos.
-Está bien. Pero ya sabremos qué sucede. Llamé a Esme. Ella y Carlisle están en camino.- lo miré fijamente y me acerqué a él.- Mejor vayamos los dos a recostarnos. Tú no estás bien, Edward.- tiré de su brazo y él se dejó llevar. Ambos caímos en la cama y nos quedamos allí calmándonos.
De pronto, escuchamos el motor de un auto, seguido de puertas siendo tiradas, y por último la puerta principal siendo abierta. Le había dado una copia de la llave a Esme, al igual que a Reneé, por si había alguna emergencia… como esta.
Pocos segundos después, Esme y Carlisle entraban a nuestra habitación.
-¿Qué sucedió? ¿Bella? ¿Edward?- preguntó Esme apenas nos vio.
-Nada.
-Edward está mal.- contestamos los dos al mismo tiempo.
-¿Edward? ¿Qué le sucede?- preguntó ahora Carlisle.
-Ha estado vomitando desde hace unos días y está pálido casi siempre.- dije sin dejar que Edward contestara con su “nada, estoy bien”.
-No es nada grave. Algo me cayó mal.
-Pero hijo, será mejor que tu papá te revise. Si tienes una infección, él lo sabrá.
Edward aceptó y Carlisle se encargó de revisarlo. Después de un rato, mi suegro habló.
-No parece que tuviera alguna infección en el estómago, ni intoxicación. Será mejor que te lleváramos al hospital.
A pesar de que se negó, Edward fue arrastrado por sus padres al auto y ambos nos llevaron al hospital. Bueno, a Edward, ya que yo no tenía nada malo, sino todo lo normal en estos casos.
Al llegar, Edward fue trasladado a un consultorio. Esme y yo nos quedamos esperando. Después de casi una hora, salió Edward junto a su padre.
-Tenemos que esperar a que salgan los resultados de los estudios. En 2 horas sabremos qué tiene Edward. Todo es muy extraño. No presenta todos los síntomas de alguna enfermedad común o alguna ocasionada por lo que nos dice Edward que podía ser.
-Ay, Dios. ¿Y si es algo malo? ¿Edward puede tener alguna enfermedad… seria?- pregunté yo ahora más preocupada que antes.
-No lo sé, Bella. Pero, personalmente, no lo creo. De todos modos, tenemos que esperar los resultados. Así sabremos cuál es el diagnóstico.
Todos asentimos y nos sentamos a esperar.
Después de casi 2 horas y media, Carlisle salió con un fólder en sus manos. Yo me paré al instante y sin más, le pregunté:
-¿Qué es lo que tiene Edward?
-Tranquilízate, Bella. Toma asiento, por favor.- OH, no, eso o era nada bueno. Pero de igual manera, prefería obedecerle.
-Carlisle, ¿qué le pasa a nuestro hijo?- veía en los ojos de Esme la misma angustia que yo sentía, y sabía que Carlisle también, por lo que se dispuso a contestarle.
-En realidad… no estamos seguros de lo que Edward tiene.
-¿Cómo? ¿Cómo que no saben? Pero…- sentí el calor de las manos de Edward tomar las mías.
-Amor, deja que termine, por favor.- se volteó hacia su padre- continúa, papá.
-Lo que sucede es que no encontramos concordancia con sus síntomas. Según los resultados, su organismo está marchando bien. No hay nada malo. No hay infección, ni algo malo con su estómago. Y los demás órganos están funcionando bien. No sabemos qué está yendo mal. Según lo que él mismo me ha dicho, ha venido teniendo los vómitos desde hace 4 días. Pero no se ha sentido bien desde hace 2 semanas. Siente debilidad y le dan especies de náuseas.
-¿Y su humor? ¿Hay algún cambio en su humor? ¿Se altera con facilidad? ¿O de un momento a otro se pone muy sensible?- ninguno de los cuatro había formulado esas preguntas. Detrás de Carlisle, se asomó la doctora Grey. Todos la quedamos mirando- Disculpen mi intromisión, pero no pude evitar escuchar. Por favor, ¿podrían responder mis preguntas? – todos miramos a Edward ahora.
-Bueno, en el trabajo me he alterado algunas veces, pero suponía que era por el estrés. Todo sucedía repentinamente. Nunca me había pasado. Es muy extraño.
-Señor Cullen, creo saber lo que padece.- todos esperamos sus siguientes palabras con mucha ansiedad- Síndrome de Couvade.
-¿Síndrome de qué?- todos nos encontrábamos confundidos, menos Carlisle, quien ahora se encontraba muy pensativo, como si estuviese analizando esa posibilidad.
-Síndrome de Couvade, es una enfermedad muy extraña…
-Pero, espere. Usted es ginecóloga. ¿Cómo puede saber lo que tiene mi esposo?- le pregunté. Era lógico. ¿Cómo una ginecóloga podría estar segura de lo que padecía Edward sin que Carlisle lo hubiese sabido antes?
-Déjeme terminar, Bella. Este síndrome es muy raro, por lo que no se ha podido estimar cuántos de cada cantidad lo padecen. Sucede durante la dulce espera, y se caracteriza porque el hombre manifiesta los síntomas del embarazo.
¿Qué dijo? ¿Edward con síntomas?
-Pero, ¿usted está segura? ¿Carlisle?- quería respuestas. Nunca había escuchado de esta enfermedad, pero si la doctora lo relacionaba con lo que Edward tenía, quería estar segura de ello, y encontrar una solución, porque hay solución, ¿o no?
-Es posible. No me había percatado de eso, pero probablemente sea lo que Edward padece. Los síntomas coinciden. Náuseas, vómitos, cansancio, cambios de humor… ¿no has tenido antojos, o sí?- Edward, que se había quedado mudo, reaccionó cuando su padre le hizo la pregunta.
-¿Qué? No, no… ¿antojos? No… claro que no… Esto no es posible. Debe ser otra cosa…
-Hijo, tenemos que analizar la situación. Sí hay posibilidad de que tengas este síndrome. Tenemos que realizarte otros estudios para comprobar si hay algún aumento de Prolactina y Cortisol en tu organismo, y si eso ha sucedido, puede que sea la causa de la enfermedad.
-Pero… a ver, ¿por qué se produciría ese aumento de hormonas si así me hubiese ocurrido?- Edward lanzó la pregunta mirando tanto a su padre como a la doctora Grey, y fue esta última la que contestó.
-Señor Cullen, como dije anteriormente, los estudios de esta enfermedad no están tan avanzados, por lo que no le puedo decir con exactitud por qué ocurre; sin embargo, algunos concluyeron que esto sucede porque la mujer emite ciertas señales químicas cuando está embarazada que el hombre detecta imperceptiblemente. Esto provoca en él una actitud protectora en su pareja y frente a esto, se pueden dar dos casos: o que él tenga celos de lo que está viviendo su mujer y él no, o que este añorara o deseara poder sentir los mismos síntomas que ella y de esa manera pueda comprender por lo que está pasando y que sobre todo vivan más juntos que nunca todo el transcurso del embarazo. Por lo que he podido ver, es imposible que usted tenga celos de su esposa, señor Cullen, al menos en el sentido en que no solo es ella la que forma parte del embarazo, sino que tanto usted como Bella están comprometidos con ello y ambos lo disfrutan; así que, me inclino por el segundo caso.
Me encontraba casi en shock. Mi cuerpo se encontraba inmóvil y mi vista perdida, mientras mi cabeza, como ha acostumbrado hacer en los últimos años, se llenaba de imágenes de Edward sintiendo antojos y yo yendo por ellos, en vez de que sea lo contrario. Casi me lo imaginaba como Arnold Schwarzenegger en su papel en Junior. Era una situación de locos.
-No puedo creerlo- dije en voz alta- O sea que…- y una carcajada salió de mis labios. Pasaron unos minutos y no podía parar de reír. Todos me miraban de manera extraña y casi estaba esperando ver a Edward con lágrimas en los ojos y los labios temblando como hacía yo cuando él se reía de algo que yo hacía.
Después de un ratito, me calmé. Respiré hondo y limpié las lágrimas que se habían escapado, de tanto reír.
-Bella, ¿qué…?
-No fue nada, amor… solo… me dieron ganas de reír… y hasta ahora no entiendo… por qué.- no quería decirle que me estaba riendo de él, ya que no quería que se enojara, así que lo mejor era mentirle y cambiar de tema. Aclaré mi garganta y me dirigí hacia la doctora.- entonces… uhm… solo por curiosidad… ¿esto quiere decir que Edward… va a estar más… sensible y… sus hormonas se van a alborotar y… y… es posible que él llegue a tener síntomas como… las contracciones y eso?- no pude aguantarme de hacerle esa pregunta. Me carcomía la curiosidad.
El hecho de que Edward abriera los ojos del susto y volteara su cabeza hacia la doctora como un robot, me dijo que él también quería saberlo y esperaba una rotunda negativa.
-Bueno, en casos anteriores se ha visto que o bien el síndrome sucede en el tercer mes o poco tiempo antes del parto.- dijo ella haciendo énfasis en el “o”- Por lo tanto, si el señor Cullen tiene síntomas ahora, no es probable que tenga síntomas más adelante.
-¿Probable? Pero, ¿es posible?- preguntó ahora Edward, pero su voz no se oía bien.
-No le puedo decir con exactitud, pero de ser el caso, y respondiendo la pregunta principal de Bella, el hombre puede llegar a sufrir dolores abdominales similares a las contracciones uterinas. En realidad, no sabemos cómo funciona este síndrome, pero las contracciones se han dado mayoritariamente en los casos en los que la enfermedad aparece cuando el embarazo está por finalizar. No obstante, como lo dije, no hay nada seguro.
Ninguno de los presentes sabía cómo reaccionar ante esta situación.
Edward se sentó en uno de los muebles y tomó su rostro con ambas manos. Esme, al verlo, se acercó a él y acarició su cabello consolándolo. Mientras, Carlisle platicaba con la doctora Grey. Y yo… solo se me ocurrió sentarme al costado de Edward y abrazarlo.
A partir de esa tarde, las cosas cambiaron. Edward decidió no asistir al trabajo, lo cual le había enfurecido, pero la doctora y su padre le sugirieron que sería mejor que lo hiciera. Ahora, ambos nos encontrábamos sin hacer nada todo el día, todos los días.
Cuando reunimos a los chicos para explicarles lo que estaba ocurriendo, no me esperaba lo mejor. Ya me había imaginado a Emmett burlándose de Edward, y a este perder las casillas y enfurecerse a más no poder, o terminar en lágrimas como yo. Sin embargo, al final, nada de eso sucedió.
FLASHBACK
-Edward padece de una enfermedad llamada el síndrome de Couvade- les dije-, que se caracteriza porque el hombre presenta síntomas de embarazo, es decir, náuseas, antojos, cansancio, cambios de humor, e incluso dolores parecidos a las contracciones. Queríamos que ustedes lo sepan, porque digamos que… ahora las cosas serán un poco diferentes.- tomé aire, ya que lo había soltado todo en una, sin respirar- No…- pero en ese momento, Emmett se paró y fue hacia Edward.
-Hermano, no te preocupes. Todos estamos contigo, ¿verdad, chicos?- todos lo mirábamos sorprendidos, ya que esperábamos que se riera a carcajadas, en vez de compadecerse y ofrecer su apoyo en primera.
Los demás solo asintieron con la cabeza. Pero, luego, Alice habló.
-Sí, hermanito. Ánimo, vas a ver que todos te vamos a consentir…- sin querer, había fruncido el ceño. ¿Y yo qué? También estoy embarazada- A ti también, Bells. No me mires así. Tú llevas a mi sobrinito ahí dentro en tu tripita, así que tooooodos aquí te vamos a mimar, tanto que te vas a quejar de tanta atención. Y pues, Emmett tiene razón. Todos los vamos a apoyar y vamos a estar ahí, haciendo todo lo que esté en nuestra mano y van a ver cómo disfrutan la llegada del bebé.- caminó hacia Edward, quien solo escuchaba y puso una mano en su hombro- Edward, sé que esto es dif…
-Antes que continúes, Alice…- suspiró y miró hacia todos los presentes- Quiero agradecerles todo lo que hacen por mí y por Bella. Y la verdad, es que no esperaba menos de ustedes. Nuestra amistad lleva tanto tiempo que, ahora puedo confiar ciegamente en que ustedes estarán para nosotros en las buenas y en las malas… Y con respecto a esto, en realidad no lo tomo como algo malo. Es decir, ¡rayos! Yo quería sentir algo de lo que Bella estaba sintiendo. No me parecía justo que ella padezca todo y… yo sin poder hacer nada, tan solo consolarla; porque no le podía decir que la entendía, ya que obviamente hasta ese momento, yo no sabía qué era tener los síntomas del embarazo. Pero, las cosas pasan por algo, y no reniego de lo que hoy tengo. Para mí, no es una enfermedad sino una nueva experiencia que, aunque nunca lo dije, deseé vivir. Así que… estoy hambriento. ¿Vamos a comer?
-¿Tienes algún antojo?- preguntó Emmett moviendo sugestivamente sus cejas. Estaba de vuelta.
FIN FLASHBACK
Y así, los consentidos ya éramos dos. Bueno, yo más.
La doctora Grey nos dijo que no se sabía con exactitud cuánto duraba el síndrome, pero probablemente 2 meses.
Ya cuando me encontraba en el cuarto mes, los antojos iban y venían. Tanto por parte de Edward como por parte mía. Y qué decir de los ascos. Una mañana me levanté y desde ese momento, no he podido ni asomarme a la cocina. Tanto que me gustaba cocinar y tantas cosas que había aprendido, para ahora no soportar estar cerca a la estufa, y menos cuando se trataba de frituras. Por eso, Esme y Reneé se habían turnado para cocinar. ¿Y qué más queríamos? Tanto Edward como yo, éramos mimados por nuestras madres. Por las mañanas, ya era común en mí, casi ordenarle a mi madre que me preparara sándwich de plátano. Nunca lo había probado antes, pero los había visto en la televisión. Y desde que los comí, ya no paré. Edward le había tomado asco al café, lo cual me sorprendió muchísimo, ya que él amaba el café. Todos los días tenía que tomar una taza, sino se volvía loco. Y ahora, no podía ni olerlo. Y cuando yo tomaba café, me mandaba a lavarme los dientes de inmediato, si quería que me besara. Pero, si le había agarrado asco al café, un día se había antojado salchichas con palta (N/A: en mi país, llaman palta al aguacate), lo cual no se me apetecía ni de broma; pero esto es quedarse chico.
Yo había probado un día, echando mermelada de fresa a los huevos revueltos, y me encantó. ¿Raro, no? Pero, me gustó mucho, pero a Edward… mejor no digo cómo terminó. Pero yo terminé peor cuando vi a Edward comiendo mangos con chile y limón. ¡Maldición! La combinación me parecía horrible con solo escucharla. Qué decir cuando vi cómo él lo saboreaba. Mi destino final fue el baño, donde también terminé cuando a mi esposito se le antojó atún con huevo y otro día que le pidió a Esme que le preparara mariscos. Con solo olerlos, las náuseas llegaron y visité a mi amigo el retrete.
Otro problema se producía cuando Esme y Reneé se iban. Edward solo quería dormir y dormir. Y yo también quería, pero mi madre me tenía todo el día con su “no duermas mucho, porque la cabeza de tu bebé crecerá y no tienes ni idea de lo que te va a doler cuando llegue el parto”. Estaba traumada con esa frase, así que hacía hasta lo imposible por no dormir. Pero no lo podía hacer bien si veía a Edward durmiendo cómodamente durante horas en la mullida cama. Lo tenía que despertar a la fuerza y poner música al máximo volumen para no dejarlo dormir.
Pero la tortura acabó cuando llegó el quinto mes. Mis antojos ya no eran taaan frecuentes, ya podía entrar a la cocina a prepararme caldo de pollo, y lo mejor… Edward dejó de tener los síntomas. Gracias a Dios, no había tenido dolor en el abdomen, porque él decía que moriría si le sucediera, que tenía suficiente con las náuseas y vómitos.
Por esos días, el bebé ya daba signos visibles de que estaba bien vivito y feliz. A Edward le encantaba acariciar mi vientre y hablar con el bebé, le hacía preguntas y como respuesta recibía unas pataditas y en ocasiones patadotas. Varias veces había sentido algo de dolor, pero no de lo que me pueda quejar. Me encantaba ver cómo era la relación padre – hijo desde ahora mismo. Era tan tierno, que siempre me sacaban un par de lágrimas.
Por otro lado, las chicas ya me tenían atormentada con el cuarto del bebé, pero me había negado a hacerme cualquier tipo de ecografía, sea la común y corriente como la 3D, 4D o lo que sea. Cuando llegué a los 7 meses, me habían rogado que fuera a ver a mi futuro hijo y así saber qué iba a ser, pero Edward y yo habíamos decidido que sería sorpresa. Nada ni nadie nos convencería de lo contrario, ni siquiera Esme ni Reneé, que nos habían persuadido mucho, pero aún así manteníamos nuestra decisión.
Ya a los 8 meses, tenía todo listo. Había comprado ropitas de colores que iban tanto para niñas como para niños, también había comprado batas para mí, para cuando llegara el momento de ir al hospital, la maleta, mantitas, pañales prenatales, pañitos húmedos, de todo. Ya estaba todo listo, por si mi bebé decidía nacer, ya que en este octavo mes me sentía muy pesada, me dolía mucho la espalda y apenas podía subir y bajar las escaleras. Reneé me había dicho que cuando se embarazó de mí, así estuvo desde el séptimo mes y que cuando llegó el octavo, nací. Además, sabía que las primerizas, en varios casos, no llegaban a los 9 meses. Por eso, había decidido estar preparada desde ya. Y no me equivoqué.
Estábamos a finales de agosto y todos los chicos estaban en la casa, a excepción de Nessie. Ella estaba en camino, le había tocado hacer horas extras en el trabajo. Habíamos planeado una cena, como siempre acostumbrábamos a hacer todos los meses. Cada mes, nos turnábamos para escoger en qué casa se realizaría la cena, pero desde hace 2 meses, se hacían aquí en mi casa, porque me trajinaba mucho. Odiaba esta parte, ya que yo quería hacer cosas que antes hacía, pero ahora me cansaba mucho. Ya me faltaban 2 semanas y media para llegar al día del parto que me había indicado la doctora Grey, y ya quería que llegara. Me sentía preparada… bueno, eso creía. Sabía que me iba a doler. Mi madre y Esme fueron muy sinceras conmigo y me dijeron que el dolor era intenso, por eso había ido a todas y cada una de las sesiones de psicoprofilaxis junto a Edward, ya que él estaba convencido de que tenía que saber todo ello para practicar en casa y porque cuando llegara el momento del parto, él estaría conmigo y me ayudaría con las respiraciones. Yo iba encantada, pero me amargaba cuando varias de las madres e incluso la instructora se quedaban mirando más tiempo de lo debido a mi Edward. Con el embarazo me había vuelto más celosa, pero no me preocupaba porque sabía que cuando mi embarazo terminara, sería la misma de antes; al menos en mi forma de ser y mi carácter, porque mi cuerpo sí que cambiaría.
Sea como fuere, ya m sentía preparada para dar a luz.
Estaba recostada en el sofá, comiendo palomitas de maíz, mientras veía Love Actually (N/A: En español, la película se llama Realmente Amor), la escena en que Andrew Lincoln, Mark, le declara su amor a Keira Knightley, Juliet. Me encantaba esa escena, me parecía tan tierna, y a la vez triste porque ella estaba casada con el mejor amigo de él.
Alice y Rosalie habían ido a la casa Cullen para traerme, según ellas, los cojines más cómodos que puedan existir y que me ayudarían a que no me doliera la espalda. Alice los había comprado ayer por la tarde. Mientras tanto, Emmett y Jasper jugaban al X-box y Jake estaba de espectador. Decía que más se divertía con las peleas de ellos cada vez que uno hacía trampa. Y Edward… había hablado por teléfono con él hace 40 minutos y me dijo que ya estaba de regreso. Había ido a Port Angeles a resolver un asunto del trabajo. Si no hubiera sido porque los chicos estuvieran en casa, me hubiera llevado con él, así yo no haya querido ir.
Disfrutaba de la película cuando me dio un calambre que me hizo gemir. Ya me había pasado unas ocasiones y era muy doloroso. Al escuchar mi lamento, los chicos voltearon y se apresuraron hacia mí dejando lo que estaban haciendo.
-Bells, ¿estás bien?- preguntó Jasper.
-¿Llamo a Edward? ¿A Carlisle?- ese fue Jake.
-Voy por el auto.- y ese fue Emmett
Los tres hablaron al mismo tiempo, por lo que los entendí apenas.
-Chicos, hey, Emmett, estoy bien. Solo fue un calambre. Nada más.- los tranquilicé.
-Bella, no es que no confíe en ti, pero en estos años he aprendido que siempre te haces la valiente. Y si algo te pasa, Edward nos matará a todos. Así que si tienes contracciones, tienes que…- Emmett estaba tan desesperado que ya me estaba poniendo nerviosa.
-Emmett, créeme, estoy bien. Si fuera alguna contracción, les avisaría corriendo. No sabes las ganas que tengo de reventar por fin. ¿No creen que ya estoy demasiado enorme?- me quejé sin poder evitarlo.
-Uy, ya que lo mencionas, pues sí. Pareces una…- se detuvo cuando se fijó en mi mirada, que lo retaba por terminar su frase, y en la de los chicos, que tenían los ojos bien abiertos, que decía “no sigas o serás hombre muerto”- una… hermosa mujer que… deslumbra con su brillo… y que expresa con su mirada sus ansias por conocer a su hijo… ¿verdad que brilla, chicos?
-Sí.
-Absolutamente.
Me quedé pensando en las palabras de Emmett y no me quedó más que creer que de verdad demostraba todo eso que había dicho.
-¿Ustedes creen? Pues sí estoy muy ansiosa por conocer a mi bebé. ¿Qué creen que sea?- siempre les preguntaba y no me cansaba de hacerlo. Yo quería una versión de Edward en miniatura. ¡Ah! Había soñado teniendo a ese bebé en mis brazos. Pero él decía que sería una princesita igualita a mí. También me hacía ilusión, y si en esta ocasión era una niña, pues más adelante podría tener un niño. ¿Por qué no?
-Yo digo que será un niño, y le enseñaré a jugar al X-box, SIN trampas. No como otros.- dijo Emmett mirando a Jasper. Este último solo le hizo una mueca. Parecían niños.
-Pues yo voy por una niña- dijo Jake.
-Yo también.- concordó Jazz.
-Ow, no. Yo quiero un niño. Estoy con Emmett.- en ese momento, el mencionado se colocó a mi lado, dividiendo al grupo en dos.
-Seh… somos un equipo. Corren las apuestas.
-Este no es un juego, Emmett.- le regañó Jasper- ¿Y han pensado Edward y tú en nombres para el o la bebé, Bells?
-Bueno, Edward quiere que, si se trata de una niña, se llame Katherina, para que le diga Kat. Pero yo no sé qué nombre ponerle si es un niño. ¿Ideas?
-¿Qué tal… George?- propuso Jazz.
-Nah… ese nombre me recuerda a aquella película en que Tarzán es totalmente torpe.
-Uhm… ¿Jared?- dijo Jake.
-Mmmm… creo que preferiría un nombre menos común.
-¿Y Emmett?- todos lo miramos cuando él propuso su propio nombre- Es un nombre genial, varonil, ¿no creen?
-Oh, no. No somos tan crueles para decirle a Bella tal mentira. Pobre niño. Odiaría a sus padres de por vida.- bromeó Jazz.
-Sí… mejor espera a que tengas tu propio hijo, Em.- le dijo Jake.
-Hey, ustedes, ¿qué tienen conmigo?...- me estaba divirtiendo escuchando cómo discutían, pero ya no pude escuchar más. Tuve un dolor intenso en la parte baja del abdomen, que me quitó el aliento y la movilidad. Mi cuerpo se tensó al instante. Después de un momento, que me pareció eterno, el dolor se fue. Parecía que los chicos estaban tan inmiscuidos en su discusión que no se habían dado cuenta. De pronto, sentí otro dolor. No sabía cuánto tiempo había pasado. No había contado los minutos. Estaba perdida. Solo podía sentir cómo el dolor era cada vez más fuerte, haciendo que mi respiración se agite. Quería avisarles a los chicos, pero no podía hablar. Lo único que pude hacer fue llevar mi mano hacia el brazo de Emmett, quien estaba más cerca a mí. Como no me hacía caso, apreté mis dedos, pero no funcionaba. El dolor empeoraba, lo que hizo que apretara aún más mis dedos, de tal manera que Emmett por fin se dio cuenta que lo estaba tocando.
-Bells, me estás apretando mucho. Me duele, ¿sabes?... ¿Bells?... ¿Bells?- sentía que todos me miraban, pero no podía hablarles para decirles lo que me pasaba.
-Bella, ¿qué tienes?- no sabía quién había preguntado.
-Bells, nos asustas… ¿qué…
-Me duele.
-¿Qué te duele?... Háblanos, Bella.
-El… me duele…- el dolor fue desapareciendo poco a poco, así que pude hablar por fin- el bebé.
-¿Te duele el bebé? No entiendo.- ese fue Emmett. Estaba segura.
-¡El bebé viene, Emmett! ¡Ya viene!- casi grité. Solo a Emmett se le ocurrían esas cosas.
-¡Oh, Dios! Pero dijiste que solo era un calambre… ¡Lo sabía!... Edward nos matará. Ya me lo imagino. Mi muerte es inminente.- decía mi amigo, en vez de hacer algo productivo.
-No, Emmett. Edward no te matará. ¡Oh, no! ¿Y sabes por qué? ¡Porque yo te mataré primero si no mueves tu maldito trasero y los tres me llevan al hospital ahora!- ahora sí que grité.
Mis tres amigos comenzaron a correr. Subían y bajaban las escaleras. No sabía qué tanto hacían. ¡Maldición! Les había dicho que hicieran algo productivo, no que actúen como idiotas.
Esta vez estaba contando el tiempo. Habían pasado 2 minutos, y una nueva contracción me atacó. Apreté fuertemente uno de los cojines del sofá para no gritar de dolor. Mientras, escuchaba a los chicos.
-Tengo todo aquí, Jazz.- dijo Jake.
-Yo también. Todo está listo. ¡¿Emmett, ya tienes el auto?!- gritó Jazz.
-¡Sí!- gritó el susodicho desde afuera.
-¡Vámonos!
Me estaba poniendo de pie para ahorrarles el trabajo de ayudarme a hacerlo, cuando me di cuenta de que estaba sola.
Y escuché el motor de un auto.
Y las llantas crujir en la pista.
¿Y… y…
¡¿Y yo?!
Caminé como pude a la puerta. No me lo podía creer. Los idiotas se habían olvidado de lo más importante aquí: ¡Yo, maldición! Cuando al fin llegué a la salida y no vi que los chicos regresaban, me resigné a ir caminando al hospital.
¿Y Edward?
¡Dios! ¿Ellos le habrán llamado?
Cogí mi móvil del bolsillo de mis pantalones, y le marqué. Contestó a la primera timbrada. Y justo en ese momento, vino otra contracción. Se me atoró la voz.
-¿Amor? Ya estoy por llegar. En unos…
-Ed-ward…
-¿Bella? Amor, ¿qué sucede? ¿Estás bien?
-Ed… el… bebé… me- duele…- dije apenas.
-¡OH, Dios! ¿Dónde estás? ¿En el hospital? Voy para allá. Tranquila, amor.
-No…
-Respira hondo amor. Vamos, cuenta conmigo… uno, dos…
-No…
-Concéntrate, Bella. Respira como…
-Edward…
-Todo estará bien, cariño. Ya llego al hospital…
-Edward… escúcham…
-Vamos, contemos… uno…
-¡Edward! ¡Maldición! ¡Escúchame! No estoy en el maldito hospital. Estoy parada en la puerta de casa, porque los idiotas de tus amigos se fueron hacia allá, pero se olvidaron de algo: ¡De mí!
-¿Qué…
-Que voy a dar a luz en la calle, Edward. El dolor me está matando y ya siento que tengo que pujar y… y… ¡Oh, Dios!
-¿Qué pasa? ¿Bella?
-¡Carajo! Me duele…- y solté el móvil, que cayó al suelo, haciendo que la batería saliera volando.
-¡Oh, mierda!
No sabía dónde sentarme. Necesitaba sentarme. Mis piernas me temblaban. Estuve a punto de caer, cuando sentí un líquido escurrirse por ellas. Al mismo tiempo, escuché el motor de un auto aproximarse. Dirigí mi mirada a la autopista y vi que era el carro de Alice.
-¡Bells! ¿Qué haces aquí af…
-¡Oh, rayos! Bella, ¿te has meado?- preguntó Rosalie.
-Chicas… necesito…
-Cambiarte. ¿Por qué no fuiste al baño? ¿Qué…
-¡Oh, por Dios!- gritó Alice abriendo rápidamente la puerta del auto y saliendo a toda prisa.
-¡ay, mierda! ¿No te measte, verdad?
-Rose, si no te callas… te odiaré tanto como odio a los estúpidos de los chicos… lo juro.
-¡Se te rompió la fuente!- gritó Alice (N/A: En mi país, “romperse la fuente” se le dice a “romper aguas”. Creo que así se le dice en algunos países) llegando hacia mí y ayudándome a mantenerme en pie.
-Pero… ¿los chicos…
-Por favor, solo llévenme al hospital, ¿sí?... en el camino les digo todo. Pero vamos ya. Esto duele como un demonio.
Alice y Rose me ayudaron a subir al auto. Al menos iba con todos esos cojines que habían ido a traer, así tenía qué apretar cada vez que tenía los dolores. Les expliqué lo más corto posible lo que había sucedido, y ellas, al igual que yo, estaban indignadas por las idioteces que hacían los ahora apodados “los tres chiflados”.
Mientras más tiempo pasaba, el dolor era aún peor, tanto que ya no gemía de dolor, sino que gritaba. Las chicas intentaban calmarme, pero era en vano.
-¿Edward sabe?- preguntó Rose. Solo asentí con la cabeza.
Empezaba a sentir el sudor en mi frente. Trataba de respirar como me habían enseñado, pero era muy difícil. Aún así, trataba de estar lo más calmada posible.
-¿Llamaste a Reneé? ¿A Esme?- preguntó de nuevo mi rubia amiga. Negué sin hablar.
En ese momento, Alice se detuvo. El maldito semáforo estaba en rojo. Cada segundo me parecía una hora, y ya no sabía cuánto más podía aguantar. Cuando llegó la siguiente contracción, exploté.
-¡Aaaah! ¡Acelera, Alice! ¡Pero ya!- le grité desesperada.
-Pero, el semáf…
-¡No me importa el estúpido semáforo! ¡A-C-E-L-E-R-A!
Ella me obedeció, bueno, algo así. Solo que parecía que conducía una persona ebria. Rose estaba cogida de los extremos de su asiento y cada momento gritaba a Alice un ¡cuidado! Las llantas del auto chirriaban, giraba bruscamente… era mi fin.
Moriría aquí. A manos de mi loca amiga. Aunque yo le había dicho que acelerara… pero no que conduzca como una demente y acaba con la vida de todos en el auto.
-Alice, no quiero morir aquí… por favor… ten cuidado.- le pedí.
-Bella, lo estoy haciendo lo mejor… que puedo- giró bruscamente de nuevo, tanto que si no hubiese sido por los cojines, me hubiera ido de lleno contra una de las puertas.
Mientras tanto, Rose estaba hablando con alguien por celular.
-Carlisle ya tiene todo listo. Están esperando que lleguemos… vivos.- susurró esa última palabra.
-Me ofenden, chicas. Ya verán cómo llegamos vivitas y coleando… ya verán. Solo damos la vuelta y…- giró nuevamente haciendo que el auto se balanceara- ¡Llegamos!- gritó.
Rápidamente, se bajaron del auto, y me ayudaron a salir. Ahí ya había una enfermera corriendo hacia nosotras con una silla de ruedas. Me ayudaron a subir en ella y me llevaron dentro del hospital. Antes de entrar, noté que el auto de los chicos ya estaba ahí. Pero el de Edward, no.
-Bella, ¿cómo te sientes, hija?- me preguntó Carlisle.
-Tengo contracciones cada 2 minutos. Me duele mucho, Carlisle.- me quejé como una niña.
-Tranquila, mi niña. Ya pasará. Te pondremos la epidural, si así lo quieres, y verás cómo te dolerá menos.
Me llevaron a una habitación, donde la enfermera me ayudó a colocarme una bata y me recostó en la cama. Luego, vino Carlisle junto con la doctora Grey y me conectaron unos cables, para controlar las contracciones y también cómo se encontraba el bebé.
Al poco tiempo, entraron las chicas.
-Edward está por llegar, Bells.- la miré agradecida. No sabía nada de él y ya me estaba preocupando- Tuvo un problemilla con un policía de tránsito, pero ya lo resolvió. En 5 minutos…
-¡Bella!- gritó mi esposo entrando estrepitosamente por la puerta.
-Wow, fueron 3 minutos.
-Amor, ¿cómo estás?- corrió hacia mí y tomó una de mis manos entre las suyas.
-Lista para reventar. Esto duele demasiado.
-Oh, cariño… ¿Y dónde está Carlisle?- preguntó a cualquiera en la habitación.
-Tuvo una emergencia qué atender. Pero la doctora Grey ya viene. Se está preparando para revisarme. No sé cuánto tengo de dilatación. Pero espero que ya esté lista. No creo que pueda soportar más.- le dije a Edward con lágrimas en los ojos.
-No digas eso, amor. Sí podremos. Yo estoy contigo. Siempre. Conoceremos a nuestro hijo, por fin, cariño.- dijo besando mi frente. Yo solo asentí sonriendo. Pero mi sonrisa se borró cuando me golpeó otra contracción. Apreté las manos de Edward con mucha fuerza, echando mi cabeza hacia atrás. Edward me daba ánimos y no se quejaba de dolor cuando casi le rompía los huesos de la mano.
Después de no sé cuánto tiempo, llegó la doctora Grey.
-A ver, ¿cómo estamos por aquí? Echemos un vistazo.- dijo poniéndose los guantes quirúrgicos. Se acercó a mí, levantó la sábana que me cubría e instintivamente abrí las piernas. Ya tenía ganas de pujar, pero me contenía lo más que podía.
-Y… ¿ya es tiempo?- pregunté ansiosa.
-Estás en nueve. Ya solo faltan un centímetro, pero veo que el bebé ya quiere salir de ahí.
-¡Oh, por Dios! ¿Lo ve?- pregunté casi levantándome.
-Ligeramente. Creo que ya es tiempo. Bueno, al final no necesitaste de la epidural. Eres una mujer muy valiente. Yo seré doctora, pero el dolor pudo más cuando fui primeriza. Generalmente, todas mis pacientes primerizas me piden la epidural, pero tú eres muy fuerte, y ahora llegó la hora de darle la bienvenida al bebé.
Mis ojos se dirigieron instintivamente hacia Edward, quien también me miraba intensamente.
Entraron dos enfermeras con una silla de ruedas juntas se dispusieron a ayudarme, pero Edward no las dejó. Me tomó en brazos y me colocó en la silla de ruedas con delicadeza. Luego, se volteó hacia la doctora.
-¿Dónde me cambio?- le preguntó. Ella lo miró extraño- el uniforme… para entrar a la sala de parto.- le aclaró.
-Oh, ¿entrarás?
-Por supuesto.
-Ok, papá. Sígueme.- y caminó seguida de Edward.
Mientras una de las enfermeras empujaba la silla y la otra llevaba el suero, las chicas se despidieron dándome fuerzas. Cuando salí, vi que mi mamá y Esme se acercaban y cuando me vieron, corrieron hacia mí.
-Ay, hijita. ¿Ya es hora?- me preguntó mi mamá toda lacrimógena.
-Sí, mamá. Por fin conocerás a tu nieto.
-O nieta, cielo.- intervino Esme- Verás cómo todo acaba y ya no te importará el dolor cuando tengas a tu bebé en brazos.- asentí hacia ellas con ganas y respirando hondo- Ve, hija.
-Nos vemos en un rato.- se despidió Reneé.
Las enfermeras siguieron su camino y entré a la sala de partos. Ahí ya se encontraba la doctora Grey. Me dijo que Edward se estaba cambiando.
Me prepararon y luego me colocaron en una camilla posicionada como si fuera una silla inclinada. Me colocaron los cables nuevamente, abrieron mis piernas, que colocaron en lugares especiales a los extremos de la camilla y la doctora Grey echó un vistazo ahí.
-Bueno, Bella. Ya estás más que lista. Comencemos.- en ese momento llegó Edward y tomó mi mano izquierda, se inclinó hacia mí y besó mi frente.
-El momento que tanto quisimos llegó, amor. Todo saldrá bien.- le sonreí y levanté mi cabeza para alcanzar sus labios, que me recibieron con ganas.
-Bella, necesito que te concentres en tu respiración.- la miré disculpándome en silencio, y luego le obedecí- Ahora, cuando te diga “puja”, lo harás y contarás hasta 10. Todos te ayudaremos, pero la idea es que no dejes de pujar durante esos 10 segundos, ¿ok?
-Sí.
-Ok… ahora… toma aire y… ¡Puja, Bella! ¡Puja ahora!
Obedecí lo que me dijo y conté hasta 10
Uno… dos… tres… cuatro… cinco… seis… siete… ocho… nueve… diez…
-¡Buen trabajo, Bella! Lo estás haciendo muy bien. En tres pujadas más, lo tendremos, Bella. Ahora, puja de nuevo. ¡Puja!
Así, con Edward y la doctora contando en coro, empleé todas mis fuerzas en pujar. Cuando llegó la cuarta pujada, ya no podía más. Me sentía muy débil.
-Vamos, Bella. Ya lo tenemos. Su cabeza está fuera. Solo una más. Una vez más y habremos acabado. Una más y tendrás a tu bebé.
-Ya… no…- estaba sudando por doquier. Mi respiración era agitada y mis ojos estaban llenos de lágrimas que no me dejaban enfocar bien la vista.
-Amor, ya casi terminamos. Vamos, Bella. Vamos, amor. Tú puedes. Eres fuerte. Vamos.- me decía Edward.
-Ok, Bella, necesito que pujes solo una vez más.- asentí sin hablar- Y… ¡puja, Bella! ¡Vamos!
Pujé con toda la fuerza que me quedaba y en el último segundo caí rendida en la camilla.
Y en ese momento, lo escuché.
Escuché su llanto. Su tan esperado llanto.
Sentí los labios de Edward presionarse en mi frente y sus manos limpiar mis lágrimas. Pestañeé para despejar mi vista y por fin lo vi con claridad.
-Lo lograste, amor.- cerré los ojos por un momento, para luego abrirlos y ver a la doctora sostener a mi bebé.
-Vamos, papá. Venga para que corte el cordón.- Edward me dio un último beso en la frente y se fue hacia la doctora.
Al ratito, volvió trayendo consigo un bultito en sus brazos. Cuando llegó hacia mí, se inclinó y lo depositó en los míos ya preparados para mi bebé.
-Tenemos una princesita, amor. Es tan bella como su madre.- cuando la vi, supe que no era así. Había salido igual de hermosa que su padre. Aunque, tenía mis ojos, sabría que sería igual a su padre- ¡Dios, Bella! Este es el mejor día de mi vida. El mejor de todos. Muchas gracias por este regalo que me das.- se inclinó nuevamente y me besó. Y si no fuera porque seguía con nuestra hija en mis brazos, hubiera aprisionado su rostro y no lo hubiera dejado ir. Yo era igualmente feliz.
-Te amo, Edward.
-Y yo a ti, Bella. Y a ti también, bebé. Ustedes dos son las dos mujeres más importantes de mi vida. ¿También quieres a tu papi, verdad que sí?- pero la bebé me miraba y no hacía caso a su padre.
-Oh, yo creo que me quiere más a mí. Y no es para menos. LO que me hiciste sufrir, mi niña.- bajé mi cabeza para depositar un beso en su frentecita y atraerla lo más que podía hacia mí.
-Disculpen que interrumpa, papis, pero tengo que llevarme a la princesa para cambiarla y asearla.- nos dijo la doctora Grey.
Asentí y después de darle un beso más, al igual que Edward, le entregué a nuestra hija.
-Ahora sí somos una familia en todo el sentido de la palabra. Por fin.- susurró lo último sobre mis labios, haciendo que me den cosquillas.
-Así es, señor Cullen. Ahora ya somos una familia. Katherina, tú y yo.- juntamos nuestros labios nuevamente y no los separamos en horas… bueno, eso parecieron.
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-Así que fue niña. Un engendro igual que la madre. ¡Aaaaah! ¡Cómo te odio Isabella Swan! Esa niña debió ser mi hija. ¡No la tuya! Tú me la quitaste. Tú me quitaste a Edward. Tú me quitaste la vida llena de riquezas que tendría. Me quitaste todo… ¡TODO lo que quería! ¡Maldita zorra!- despotricaba Tanya frente a su espejo.
En eso, la puerta de su habitación se abrió.
-¿Qué te pasa Tanya? ¿Por qué gritas como una loca?- dijo James, ocasionando que ella lo mirara con furia.
-Yo no soy una loca, ¿entiendes? NO. ESTOY. LOCA. Y grito porque se me da la gana de hacerlo.
-Ok, como tú digas… Y… ¿Recibiste noticias?
-Fue niña.
-Oh, ¿en serio?... Y entonces, ¿qué haremos con ella?- preguntó él con una sonrisa en los labios.
-¿Con la niña? No, James. Si me deshago de la niña, ellos pueden tener más hijos.- dijo Tanya con seguridad.
-Entonces… ¿qué harás?
-¿No lo entiendes? La que tiene que desaparecer es la zorra, James. Isabella. De ella me tengo que deshacer. Con ella fuera de la vida de Edward, él entenderá por fin que el juramento que le hice, lo cumplí. Él nunca será feliz, James. Nunca. Además, si la mato, me daré el gusto de haberme deshecho de ella como tanto he deseado hacer, y al mismo tiempo haré a Edward infeliz. ¿Qué más puedo pedir?
-Pero… tú… ¿tú la quieres matar?
-Oh, vamos, James. Tú intentaste matar a Edward, pero por imbécil no lo lograste. Yo, sí lo voy a hacer. ¿Qué te sorprende? No te diferencias en nada de mí.
-Pero… yo pensé…
-¡Pues, pensaste mal, James! Yo me desharé de Isabella Swan a como dé lugar. Así sea lo último que haga. Así muera en el intento. No descansaré hasta verla muerta.- soltó Tanya con tal ferocidad, que puso la piel de gallina a James- Y tengo el plan perfecto para hacerlo. ¡OH, sí! La muerte de la zorra es un hecho… como que me llamo Tanya Denali.- terminó golpeando la pared con el puño y mirando a la nada, pero con mucho odio en sus ojos.
Continuará...
Holaaa chicas... lamento mucho haberlas hecho esperar más de una semana, pero es k mi lap se descompuso totalmente, gracias a mi hermanito, y la tuvieron que formatear. Desafortunadamente, no pude rescatar mis 3 últimos caps, por lo k los perdí. Por lo tanto, cuando me lo entregaron, el sábado por la noche, escribí nuevamente el cap 18 lo más rápido que pude, y hoy en la madrugada lo terminé, así k se los dejé lo más antes posible. Ya estoy avanzando el cap 19... desde hace mucho tiempo kería llegar a ese cap, pork básicamente es uno de los k los tuve listos en mi mente desde el principio... y pzzz sé k este cap tb me salió bien largo, pero es k no les kiero hacer esperar más caps para este k sigue, k es uno de los más importantes de la historia............
Solo me keda preguntarles... ¿están listas?... ¿k creen k hará la loca maniática de Tanya?... ¿se saldrá con la suya?
Weno, solo puedo prometerles k escribiré lo más rápido k pueda el cap y se los dejaré okz... nos leemos byeeee cdns mucho y muchas gracias a todas las k me siguen y me comentan y votan por el fic... muchas gracias chauuu
Lyhaane.
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