Bella no recordaba haber estado tan nerviosa cuando le presentaron a la reina.No podía explicar aquella inquietud que se acentuaba según iban acercándose a la casa natal de Edward.Menos mal que llevaba guantes y éstos le absorbían el sudor de las manos.
«¡Qué tonta soy!»,pensó por enésima vez.Iba a conocer a la familia de Edward.Gente corriente,salvo por la sangre noble que llevaban en las venas que,aunque diluida por los años,era más de lo que ella misma podía ofrecer.
Mientras el carruaje atravesaba el pueblo de Torterra,Edward parecía empezar a inquietarse tanto como ella.Se ocultaba entre las sombras del vehículo como si deseara que no lo viera nadie.Su comportamiento le resultó muy extraño.Había dejado el pueblo como profesor y volvía convertido en conde.Ahora todos los habitantes de la localidad lo tratarían con respeto.
El coche siguió rumbo norte y luego se desvió por una vereda estrecha.
—Echaba de menos la tranquilidad del campo—dijo el conde en voz baja desde su sitio frente a Bella.
—Forks Hall es muy distinto a tu casa de Londres.Estoy segura de que te gustará,aunque allí tendrás más responsabilidades.
—No se me ocurre mayor responsabilidad que la de formar a un niño—respondió él con una leve sonrisa.
—¿Echas de menos la enseñanza?—le preguntó ella.
—Mucho.Mi padre era director.Pensé que algún día sería como él.Supongo que,en cierto modo,lo he logrado,pero no de la forma que esperaba.
—Edward,¿cómo debo dirigirme a tu familia?¿Les ha otorgado la corona algún título honorífico?
—No y mi madre me pidió expresamente que no solicitara ese privilegio.Prefieren seguir siendo gente sencilla.
—No alcanzo a comprender esa preferencia.
—Quizá empieces a entenderlo y a entenderme,cuando lleves un tiempo aquí.
Bella se preguntó si era el deseo de que lo conociera mejor lo que lo había impulsado a invitarla.
El carruaje comenzó a detenerse.La condesa miró por la ventanilla y vio la pequeña residencia,no tan pequeña como la mayoría de las viviendas rurales pero en absoluto tan magnífica como las fincas que Edward había heredado del viejo conde.No entendía por qué no se alegraba de su fortuna.Obviamente era preferible vivir en una mansión de setenta y cuatro habitaciones a habitar una casa como la que tenía ante sus ojos en aquellos momentos.
El coche se detuvo.El lacayo abrió la puerta y ayudó a la condesa a bajar.En ese mismo instante,una mujer menuda de pelo cano salió a toda prisa de la casa.Bella apenas se había percatado de que Edward había bajado del carruaje cuando lo vio de pronto abrazando a aquella señora,levantándola por los aires y dando vueltas con ella.
La risa jovial de la mujer reverberaba a su alrededor.Bella jamás había oído nada que resonara con una alegría tan intensa.
—¡Suéltame,Edward!—gritaba,mientras le daba golpecitos en el hombro,consciente de que no necesitaba agarrarse a él.La sujetaba con tanta firmeza,tanta fuerza y seguridad que no podía caerse.
—¡Te he echado de menos,mamá!—exclamó Edward entre risas al tiempo que daba la última vuelta antes de posarla en el suelo.
—Deja que te vea bien—dijo la mujer con los brazos en jarras tras retroceder un paso.
Bella vio el amor y el orgullo reflejados en los ojos de aquella madre y sintió que los suyos se llenaban de lágrimas.La suya la había mirado así alguna vez.Resultaba doloroso ser testigo de semejante devoción materna.
—Estás más delgado,hijo—lo increpó.
Edward asintió con la cabeza,sonriente.
—Un poco,aunque sospecho que es la ropa a medida lo que me hace parecer esbelto.Bella insiste en que vista sólo lo mejor.Por cierto…—Se volvió hacia Bella con una mirada y una sonrisa afectuosas y le tendió la mano enguantada.
Mientras posaba su mano en la de Edward,la condesa se percató del gesto interrogativo de su madre.El conde tiró de Bella para que se acercara.
—Lady Forks,permíteme que te presente a mi madre.
—¡Ay!—La madre de Edward profirió dos breves chillidos mientras se llevaba una mano al pecho—.¡Cielo santo! ¡Te has casado!
—No,no,mamá.Lady Forks es la viuda del anterior conde.
—Ah,entonces es la condesa—espetó con los ojos como platos—.¿Debo saludarla con una reverencia?Naturalmente—se respondió mientras lo hacía.
Bella siempre había recibido con aprobación la aquiescencia que los demás mostraban hacia ella por el rango adquirido al contraer matrimonio con el viejo conde,pero allí,rodeada de campo por todas partes,delante de aquella modesta vivienda y sabiendo lo mucho que aquella mujer amaba a su hijo,se sentía falsa e indigna.
—Por favor,señora Cullen…No es necesario que me haga ninguna reverencia.Después de todo es usted la madre de un conde.
—Cierto—respondió la señora Cullen irguiéndose—.El más guapo que he visto nunca.Y vas exhibiendo tu riqueza:viajas con dos carruajes.¿Qué pensarán mis vecinos?
—No nos quedaba otra elección.Lady Forks viene con su doncella y su ayudante;también está mi criado.—Edward negó con la cabeza como si pensara que todo aquello era increíblemente pretencioso y Bella empezó a desear no haber insistido en traer a los sirvientes.
—No pensé que unos invitados más pudieran ser un problema—le dijo por fin a su madre.
—No,no,pueden compartir alojamiento con mis criados.Sólo tengo dos en casa:la cocinera y la criada—aclaró dirigiéndose a la condesa—,además del jardinero y el mozo de cuadra.El criado puede instalarse con ellos y las sirvientas pueden dormir en la casa,en la planta superior.Aunque un poco apretados,estarán mejor que en el henal.Vamos dentro y os enseñaré vuestras habitaciones.
—Sé dónde está mi habitación, mamá—dijo Edward.
—Claro que sí—replicó su madre riendo—,pero lady Forks no lo sabe.Tendremos que enseñarle la casa.Les he dicho a todos que estén aquí a las siete para la cena.
—¿A todos?—preguntó Bella.
—A mi hermano y a mi hermana—aclaró Edward mientras colocaba la mano de la condesa en su brazo para conducirla hasta la casa.
—No tenía ni idea de que…
—Porque nunca me preguntas nada de mí.
La voz del conde denotaba una tristeza que Bella no logró entender.
—No seas ridículo.Hablamos constantemente.
El conde la miró de reojo.
—Hablamos del corte de mi chaqueta,de la ausencia de guantes en las manos de lady Rosalie y de quién le conviene más a tal o a cual,pero eludes las preguntas personales que te hago y tampoco me las haces a mí.
—Respeto tu intimidad.
—Pues no lo hagas,porque mientras estemos aquí no tengo intención de respetar la tuya.
Le cruzó la mente una imagen del conde mirándola cuando se bañara.
—¿A qué te refieres?¿Eres un pervertido?
—Por supuesto que no.Me refería a que quiero que podamos conocernos bien mientras estemos aquí.
Bella miró hacia la casa donde los esperaba la madre de Edward.
—Me gusta tu madre—le dijo.
—Creo que te gustará toda la familia—respondió él con una sonrisa.
Bella se sentía aterrada y a la vez extrañamente fascinada contemplando a la familia de Edward durante la cena.
Nessy,la hermana de Edward,era muy guapa y bastante agradable,pero su pobre marido,Cayo,era el menos agraciado de los hombres que Bella había conocido.Cuando le presentaron a la pareja y a sus dos hijas,no pudo evitar pensar que el Señor había sido ciertamente misericordioso porque las niñas se parecían a su madre y no habían heredado los feos rasgos del padre.
Emmett, el hermano de Edward,era cinco años más joven que el conde y carecía de su refinamiento.Como Edward,tenía una boca de sonrisa pronta y a Bella le daba la impresión de que poseía su misma facilidad para besar.Le había guiñado el ojo media docena de veces desde que se habían sentado a la mesa,entre bocado y bocado.
No llevaba chaqueta,ni chaleco,ni corbatín.Vestía una camisa holgada desabrochada por arriba de donde asomaba un vello oscuro.Bella se sorprendió preguntándose si también Edward sería velludo.A menudo había pensado que al viejo Forks tenían que haberlo esquilado un par de veces al año.Sin embargo,con Edward,imaginaba algo completamente distinto.Se figuraba acariciándoselo…
Bebió un buen trago de vino para humedecerse la boca de pronto seca.Aquella cena no se parecía en nada a las comidas a las que ella estaba acostumbrada.La cocinera había desaparecido en cuanto había dejado los alimentos en la mesa y todos se servían lo que querían:comían,hablaban y reían sin apenas respirar entremedias.Aunque el atento Edward le había servido a ella antes de servirse él.
El conde presidía la mesa con Bella a su derecha,el hermano de Edward enfrente de la condesa y la hermana junto a ésta.Hasta las niñas cenaban con ellos:la pequeña a la derecha de su madre,sobre una pila de libros que la aupaban;la otra enfrente,al lado de su padre.La madre de Edward presidía el otro extremo de la mesa,contemplando a su familia con tanto orgullo que Bella no pudo sino pensar que el amor era verdaderamente ciego,porque no se percataba en absoluto de que el entusiasmo con que todos comían y hablaban era impropio de una mesa decente.
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