Sus palabras me dejaron helada, yo no podía ni pestañear del asombro, la firmeza de su frase no dejaba en mí un signo de cordura, el momento que tanto ansiaba desde que lo conocí, llegó. Este es el momento de decidir que iba a ocurrir con mi vida, el hombre que días anteriores me había salvado la vida, lo tenía en frente de mí, en su rostro reflejaba el dolor, su expresión me aterraba, sospechaba que la verdad de Edward no es un juego de niños, ni es un hecho que se pudiera cambiar tan fácilmente. Por otro lado, en la sala de mi casa se encontraba Jacob Black, un chico aparentemente normal, con una madre maravillosa, siempre preocupado por mí, pero él no era todo lo que quería. Me estaba sintiendo mal, mis piernas temblaban, me mareaba con rapidez y mi corazón se oprimía como si lo atravesara un puñal. Esa verdad me quemaría, lo haría hasta morir. Si no volviera a ver esos ojos, aquellos que me miraban con ternura e intensidad, agonizaría, será uno de los decesos más lentos y fríos, jamás visto.
- Bella, lo que te diré no es fácil, puedes sentarte, hoy cambiara todo para nosotros- decía Edward desde el otro lado de la habitación, mientras me sentaba, lo escuchaba distante.
- Empieza de una vez- dije susurrando, mientras yo colocaba mi mano derecha en mi corazón.
- Bella, por favor, te pido que no me odies después de esto, ni me aborrezcas por lo que soy- decía durante se agachaba cerca de mí, tomando mis rodillas.
- Lo que tengas que decir… Dios… dilo lejos de mí, no te me acerques mucho, por favor, es una súplica que te hago desde el corazón, tu verdad me matara, lo sé- dije temblando del miedo, la incertidumbre no me dejaba pensar, así que decidí escucharlo todo.
Edward se levanto del suelo, se coloco en la misma posición original, cerca de la ventana, yo me voltee para mirarlo, sólo del torso hacia abajo, no quería verlo a la cara. Tome aire profundamente, ya estaba lista.
- No soy un chico normal, a simple vista tengo mi anatomía como la de los seres humanos normales, primero que todo, mis hermanos y yo, somos adoptados, nuestros padres son maravillosas personas, ellos conocen nuestra esencia, sin embargo, ellos nos aceptaron tal y como somos, porque nos aman. Simplemente no soy de este planeta- dijo agachando la mirada.
- ¿Cómo? ¿de dónde vienes?-dije levantándome de la cama.
- De un planeta, que no pertenece a esta galaxia, soy un alienígena con poderes no humanos- se volteo para mirar a la ventana.
- Aja, ¿y? ¿eso es todo?, déjame decirte que si esa es tu historia, no me aterroriza en nada, es más mírame, ya no te temo- dije levantándome de la cama.
- Siéntate, eso no es todo- dijo mirándome extraño.
- Estamos aquí para quedarnos con todo, es decir, su mundo es nuestro, mi planeta, planea un plan de invasión donde morirán todos los seres humanos, tú estás en esa lista Bella, tendremos que asesinarte- volvió hacia la ventana.
- ¿asesinarme? ¿qué demonios te ocurre?, no te lo dejaré tan fácil- me levanté de la cama furiosa.
- Tengo que hacerlo, ustedes los seres humanos no poseen nuestros poderes sobrenaturales, no puedo traicionar a mi raza- dijo sin mirarme.
- ¿asesinarás a tus padres? ¿Cómo puedes ser tan descarado y desagradecido? Sin ellos no fueras nadie- seguía furiosa.
- Ellos serán compensados, porque nos ayudaron, pero mis padres no saben del plan macabro que tienen en nuestro planeta- está vez me dedico una mirada de tristeza.
- Entonces, ¿serás capaz de matarme Edward?- me cruce de brazos para esperar su cortante respuesta.
- No lo sé Bella, puedes empezar a odiarme ahora si quieres, pero yo no quiero hacerlo, tú me importas demasiado. Esperemos que los líderes de nuestro planeta se arrepientan- su mirada no tenía fuerza, igual que sus palabras.- es mejor que te alejes de mí Bella- recogió el retrato de la mesa de noche.
- Es injusto. Cuando al fin mi vida toma sentido, tú me sales con esto. No sabes el puñal que me has clavado, es lo más ridículo que he escuchado. Es increíble que quieras asesinar a los seres humanos, cuando has convivido con ellos casi toda tu vida. Si me alejare de ti, eso tenlo por seguro, eres una maldita amenaza- mis emociones son una mezcla de rabia y dolor, esperaba que Edward fuera cualquier cosa, menos invasor y asesino.
- Lo siento, perdóname, no es mi intención lastimarte, no sabes lo miserable que podemos llegar a ser, es mi condición, no puedo pretender ser alguien más de lo que tú puedes ver en mí. A veces quisiera ser otra persona, pero sencillamente, no puedo, me duele toda esta situación- decía dejando el retrato sobre la mesa, su mirada era vaga y su cuerpo se mantenía casi sin movimiento.
- No puedo. Esto es demasiado para mí, no quiero aceptarte como eres, tu me mentiste, eres un mons…, ni siquiera puedo pronunciar esa palabra- volví a sentarme en la cama.
- Dilo, anda te reto a qué lo digas, soy un monstro. ¿Por qué no tienes el maldito valor de decírmelo? ¿tienes miedo?- su rostro se tornaba rosáceo intenso, tenía demasiada rabia y dolor juntas.
- Si eres un monstro, de los más terribles, eres de aquellos que te ilusionan, te enamoran, te pintan un mundo lleno de estrellas y sueños juntos, te mienten, pero no cualquier mentira, no; una asquerosa mentira, si antes no creía en lo de las clases sociales, ahora estoy por crearme un concepto nuevo y para cerrar, eres de los que sencillamente te rompen el corazón, con la excusa que quieras, da igual. Eres un miserable y te odio- dije conteniendo las lagrimas.
- Ódiame todo lo que quieras, pero algo no vas a negar y es que me quieres, lo suficiente para no odiarme- su tono seguía elevado.
- Vete de mi habitación ahora mismo. No quiero volver a verte. Era mejor que no me hubieras salvado, ni siquiera haberte soñado, de ahora en adelante no existes para mí, ni en este mundo ni en el tuyo. Es mas avísame cuando tu planeta venga a destruirnos, para prepararme.- le dije amenazándolo con el dedo índice, secándome al mismo tiempo mis lágrimas.
- No llores Bella, yo te amo desde la punta de los dedos de mis pies, hasta las ultimas de mis terminaciones nerviosas, no bromees con lo que siento por ti- su tono sonaba a compasión.
- Bla bla, no me importa, quiero que te vayas, ¿no entiendes? Cuando vayas a asesinarme hazlo lento y fríamente, te acordaras de mí para siempre, eso te lo aseguro- le dije abriéndole la puerta.
- Saldré por la ventana-decía dirigiéndose hasta allá.
- ¡Hazlo ya!- le grité.
- Está bien, no olvides que te amo, y que me veras en el escuela y hasta en tus sueños, porque yo te recordaré, a pesar de tu desprecio, seguiré vigilando tus sueños, te cuidare siempre- ya tenia un pie fuera de la ventana.
- Palabras vagas para mí, ya no tiene relevancia tus miradas, ni tu aroma, desde hoy eres el tipo más normal que he visto, así que sal ya Edward Cullen, y no te preocupes, allá abajo me espera mi nuevo destino, uno totalmente normal, donde tú no apareces para nada- le dije dándole la espalda, esperando a que se fuera. Pero de repente sentí su aroma más cerca, el percatarme estaba detrás de mí, me tomo del cuello, y me beso con tanta fuerza que pensé que iba a partirme los labios, yo no pensaba en otra cosa que corresponderle, sus labios tenían un efecto hipnotizante, sus dos manos recorrían mi cuello, yo no quería tocarlo, si lo hacía, no dejaría que se fuera, y tenía que hacerlo. Al dejar de besarme me vio fijamente a los ojos, yo me acorde de la conversación de hace unos instantes y le di una cachetada, una fuerte para que no volviera a tomarme a la fuerza.
- Aouch me dolió, pero si por cada beso recibiré una cachetada, bienvenidas sean todas- dijo sobándose la cara.
Fue lo último que escuche de él, esa tarde, recordaría ese beso como el más intenso, sus palabras me dolían fuertemente, rompí en llanto, apretando mi almohada, entonces alguien tocó la puerta, era Jacob, donde sencillamente me abrazo. Este hombro sería donde lloraría todos mis días sin Él.
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