Por lo general,la condesa adoraba el brillo y el glamour de los bailes.Le encantaba bailar y evitar que se chismorreara de las personas a las que apreciaba,aunque tampoco había favorecido jamás las habladurías sobre las que no eran de su agrado.Una mujer de su posición no podía permitirse tener enemigos.
Pero aquella noche le estaba costando muchísimo no ponerse triste.Y no podía culpar a nadie más que a sí misma.Sólo había bailado algunos de los bailes y había preferido observar de lejos a los que se divertían,estudiar a Edward con las distintas damas para poder decidir cuál le iba mejor.
Había sido una auténtica tortura:ver las diversas expresiones que iluminaban su rostro y darse cuenta de que,después de acompañarlo por Londres durante una temporada,había llegado a conocer inconscientemente el lenguaje de sus sonrisas,todas ellas sinceras pero cada una con distintas connotaciones.
La menor era la de cortesía,de tolerancia casi y revelaba que su pareja de baile le interesaba un poco pero no lo emocionaba.A partir de ésa,las sonrisas iban creciendo.Sólo mientras bailaba con ella el último baile,el conde puso todo su ser en la sonrisa,como si al final de la noche se encontrara por fin con la única mujer con la que de verdad deseaba estar.
Por un instante de ensueño,consideró la posibilidad de que fuera ella la mujer con la que el conde debía casarse,si pudiera darle un hijo.Después de todo,soñaba despierta y en los sueños todo es posible…
Pero desechó la idea inmediatamente.Sin rango no era nada.La hija de una indigente,que ni siquiera sabía leer.Si los que la rodeaban llegaban a averiguarlo,le harían el vacío y le negarían el saludo.Perdería el favor de la alta sociedad.Se convertiría en alguien despreciable.
De modo que seguiría su plan inicial.Le encontraría esposa al conde.Quién lo hacía sonreír.Quién despertaba su interés.Con qué dama hacía mejor pareja.
Luego estaban,naturalmente,todos aquellos requisitos que él consideraba indispensables:su voz,su inteligencia,su bondad.Le había impuesto una tarea imposible.
Pero eso la impulsaba aún más a demostrar que podía encontrarle una esposa buena y adecuada para él.Porque quería que fuera feliz.
Se preocupaba por él y además de todo lo que el conde buscaba en su futura compañera,Bella tenía su propia lista de requisitos que incluiría también aunque él no estuviera conforme.La elegida debía tomarse en serio su posición en la vida,debía saber cómo vestirse para resaltar sus mejores rasgos,tenía que ser una mujer serena,conocer bien las normas de etiqueta y el libro de la nobleza.Una serie de factores que estaba segura de que Edward ni siquiera se plantearía.Tenía suerte de que la condesa estuviera dispuesta a asumir la tarea de encontrarle esposa.
Mientras se deslizaban por la pista,él parecía empezar a flaquear tanto como ella.Eran casi las dos de la mañana.Muchas parejas se habían marchado ya,pero aún quedaban bastantes.Algunas formaban grupitos que se reunirían posteriormente en otra casa para comer algo.
—Pareces tan cansado como yo—dijo ella agradecida por el refuerzo de los brazos del conde a su alrededor.
—Creo que he desgastado las suelas de mis zapatos.
—Lo has hecho estupendamente esta noche.Muchas jóvenes no te quitaban la vista de encima y creo que algunas de las que ya están pedidas lamentaban haberse precipitado en su elección.
—Llevo aquí casi toda la temporada.¿Qué tiene de particular esta noche?
—Creo que hoy has dado la impresión de ser un hombre a la caza.
Y así había sido.Edward había bailado y seducido y Bella se había encargado de propagar el rumor de que por fin el conde quería casarse.
—Prefiero no hablar de la cacería—dijo él dulcemente,cautivándola con su mirada—.Éste es nuestro último baile de la noche,de la temporada,tal vez de siempre.No quiero que nadie más baile con nosotros.Ni lady Bree,ni lady Victoria,ni lady Sara.Y menos aún un duque.Por una vez,baila como si fueras mía.
Le pedía mucho,demasiado.Pero no podía ignorar la súplica de sus ojos.No tenían futuro,ni presente.No podían arriesgarse a perder de vista sus objetivos,pero qué había de malo en fingir por unos instantes que no había secretos entre ellos,que ella no temía la intensidad con que él observaba el mundo.
Ninguno de los presentes la miraría del mismo modo si descubriera que no sabía leer.Inculta,ignorante,estúpida.Perdería su respeto…pero por unos instantes…
Correría el riesgo.
Se abrazó más fuertemente a él y le sonrió como no había sonreído a ningún otro hombre aquella noche,ni siquiera al duque de Tanner.Sin un espejo en el que mirarse,no tenía modo de saber si la expresión de su rostro revelaba verdaderamente lo que sentía:que agradecía estar con él,bailar con él,tenerlo cerca.
El conde estaba más bronceado que la mayoría por lo que Bella imaginó que pasaba mucho tiempo paseando por el parque o montando a caballo por el campo,aunque durante su estancia en Londres parecía preferir los museos y las librerías.Sabía muy poco de él,pero era más seguro así,sin mirar bajo la superficie.
No era difícil con una superficie tan agradable de contemplar.Sus rasgos parecían labrados en piedra y pulidos por una mano suave que hubiese moldeado a la perfección la fuerza de su mandíbula y el puente de su nariz.Aunque sabía lo flexibles que sus labios podían llegar a ser,hasta la menor de sus sonrisas era firme.Lo que más le gustaba eran sus ojos,los más sinceros que había visto jamás.Todo lo que sentía se reflejaba inmediatamente en ellos:decepción,placer,tristeza,furia,felicidad,alegría.
Su diversidad de emociones siempre la sorprendía,como su voluntad de revelarlas.Él no fingía.No se ocultaba tras ningún muro.Era tal como se mostraba y esa ausencia de fingimiento lo convertía en un hombre increíblemente atractivo.
Bella nunca se había enamorado de verdad.Las razones por las que se había casado con el viejo conde eran obvias para ambos:seguridad,rango y poder.Nunca había tenido amantes,ni había buscado la compañía de un hombre sólo por estar con él.
Pero cuando estaba con Edward,comprendía lo que se había perdido.A veces se preguntaba si evitaría la angustia cerrando los ojos y fingiendo que no veía.
Sin embargo,aquella noche,mientras bailaba con él,tenía los ojos bien abiertos y disfrutaba de la compañía de un hombre peligroso que despertaba en ella muchísimas dudas.Un hombre que hablaba apasionadamente de cosas que Bella jamás experimentaría.
Estaba tan perdida en los ojos del conde que apenas se había percatado de que él había acortado distancias.Bailaban más juntos de lo correcto,pero de pronto dejó de importarle.Los muslos del conde rozaban los de ella y Bella sintió que se encendía como una cerilla junto a las brasas.Se le expandía el corazón,se le derretían las rodillas.
Pero él la sostenía,como lo había hecho en el parque,cuando los dos llevaban aquellos incómodos patines.Algo había ocurrido esa mañana,algo que nada tenía que ver con las ruedas que la transportaban.Edward la había desafiado a que confiara en él y ella lo había hecho.
Ahora estaba casi tan aterrada como entonces.De la intensidad de su mirada y la dulzura de su sonrisa deducía que quería algo más que un baile.No había concedido una mirada así a ninguna otra dama en toda la velada;se la había reservado a ella.
Pero así era como debía mirar a la mujer con la que fuera a casarse,como si no hubiera nadie más importante,como si él fuera su príncipe y ella su reina.
Exactamente como él le había dicho que quería que fuese.
Bella no sabía cómo sobreviviría cuando por fin le encontrara una mujer a la que mirara como ahora la miraba a ella.Le iba a doler,muchísimo.Una parte de su ser moriría.Aunque viviera mil años,jamás disfrutaría de un momento tan prometedor—ni tan doloroso—como aquél.
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