Mi primer escape con Edward me llenó de culpa, sobre todo la expresión del rostro de Jacob, era una combinación de dolor con rabia, en todo el camino no paraba de pensar en cómo sería mi amistad con él después de esa discusión que no se torno acalorada por que la evite. El camino estuvo lluvioso, hacia más frío que de costumbre, Edward estuvo callado en casi todo el camino, no le pregunté a donde me conducía, confiaba en él. Mis sentimientos me tenían cegada a la realidad, y sí Jacob tiene la razón, mis padres me matarían sobre todo Charlie que es de mal carácter, no pude ser, tanto que me costó escaparme y ahora me siento como si hubiera asesinado a alguien, no es justo, no quería sentirme así, de pronto rompí en llanto, no me pude contener, estoy absurdamente mal.
- Bella ¿Qué te sucede?- preguntó Edward parando el carro.
- Nada- dije secándome las lágrimas.
- ¿te sientes culpable?- dijo tocándome la frente.- El es importante para ti, lo sé, pude verlo en tus ojos- se volteo para mirar hacia la carretera.
- No es que sea importante, el asunto es que esto está mal Edward, sí mis padres se enteraran, me castigarían. ¿entiendes?, no es fácil- dije secándome las lagrimas.
- Si quieres nos devolvemos. Dijo dándome una palmada en el hombro.
- Si quiero devolverme Edward, bueno me quedaría si estás dispuesto a hablarme de tu vida, sólo la verdad- enarqué una ceja.
- Bella esa conversación te la debo, hoy sólo quería pasar un día agradable contigo- hizo una mueca de decepción.
- Me la sigues debiendo, regresemos, es mas déjame en mi casa, por favor- dije colocándome el cinturón de seguridad.
Edward no se encontraba feliz por mi decisión, lo había arruinado todo, era tan estúpida que hasta un momento así lo tire por la borda, lo hice porque no me siento segura a su lado, son demasiadas cosas, además tenía el leve presentimiento que algo iba a pasar, mis inseguridades seguían presentes, hasta que de repente tomo un camino diferente al que estaba acostumbrada, mire por la ventana del auto, voltee por las cuatro ventanas y me sentía perdida, el tenía ese aspecto que yo tanto odiaba, escalofriantemente serio.
- Edward, para el auto ya- dije molesta. - ¿Qué demonios pasa contigo?- mi tono subió más de la cuenta.
- No pasa nada, te estoy llevando a tu casa, sólo tome un atajo- dijo mirándome extraño.
- Disculpa, pero no me siento bien, estoy tensa, es todo- mi tono bajo, queriéndose disculpar.
El camino que tomó fue eficiente, llegamos más rápido de lo esperado, yo no pronuncie una palabra desde que le grite para querer bajarme, al llegar, él me miró con cara de decepción, yo no tuve el suficiente valor para observarlo, lo había estropeado todo, me sentía tan irónicamente mal, era el ser mas predestinado en este mundo y el siguiente, a la maldita soledad, me merezco eso y más.
- Ya estás en tu casa y disculpa los inconvenientes, pero yo no puedo forzarte a que me sigas sin conocer quien soy en realidad. Lo siento Bella, tú me importas más de lo que te imaginas.- su voz sonaba entrecortada.
- Pues yo lo siento también pero si tú no confías en mí, sencillamente, no te me acerques Edward Cullen, ya basta de tantas mentiras, estar a tu lado es un círculo vicioso, del cual no quisiera caer. Es mejor que te alejes de mi existencia para siempre- dije lamentándome sobre el peso que llevaban mis palabras.
- Para siempre, es toda la vida sin ti. Sí eso fue lo que decidiste, está bien, de todas maneras tu no encajas en mi realidad- dijo mirando el suelo, pateando una chapa que se encontraba allí.
- Sé hombre y dímelo mirándome a la cara, así como yo lo hice contigo- le grité.
Corrió hacia mí tomándome del brazo bruscamente, tan fuerte que me lastimaba, me miró fijamente a los ojos, mientras hacía muecas en sus labios, el mundo se detuvo de nuevo, yo no podía zafarme de sus manos, yo no quería hablar, arruinaría el momento, mi respiración no existía en ese momento, mi corazón latía desbocado, mi pulso era débil, igual que la firmeza de mis decisiones, en sus ojos vi pasar los pocos momentos en los que compartimos, ese color dorado, le daría brillo a mi vida, pero yo estaba decidiendo vivir sin él, ¿Cómo podría estar con Edward y pensar en las palabras de Jacob Black?, estaba enloqueciendo, pero él todavía seguía en la misma posición, su tomada de brazo ya no era tan fuerte, su cuerpo ya no seguía erguido, estaba más relajado, me soltó si pronunciar una palabra, lo miré con ojos desesperados, se devolvió, me tomó del cuello y me beso sin previo aviso, si antes sentía que el mundo se detuvo ahora lo uq percibía a mi alrededor, estaba en un planeta diferente a la Tierra, su besos para mí eran medicina para el corazón, nadie en la vida ni en mis sueños me había besado así, yo coloque mi mano en su cuello, cerca del cabello, su olor como siempre indescriptible, a ningún chico le he percibido ese aroma, sus labios besaban suave, era como la sensación de tocar el cielo con tus propias manos y no poder describirlo, hasta que el beso finalizó, al abrir mis ojos, los de él permanecían cerrados, cuando los abrió, me soltó y me susurro:- espero que con este beso te des cuenta de lo que significas para mí.
Al decir esto, cerré mis ojos, al voltear ya no estaba allí, decidí entrar a mi casa, al llegar pude darme cuenta que mi casa no estaba vacía, había visita, se encontraban allí, la Señora Black, su hijo, mi tía y mi insoportable primo. Que día tan perfecto, pensé. Mi tía es la hermana de mi madre Renee, delgada, bajita y su color de cabello es rojizo, mi primo es de aspecto delgado pero al contrario de mi tía, él era alto, inquieto, pero su inteligencia era avasallante, además tenía poderes, como una especie de hechicero, sus habilidades las mantenía ocultas a la vista de todos. Supuestamente alguien más en la familia debería heredarlo, a los días de hoy, nadie sabía quién poseía sus habilidades, las cuales no eran extravagantes, tenía el poder de controlar una situación a través de la mente, con ésta podía hacer lo que se propusiera, además sacaba las verdades, la visita de mi primo era el suficiente pretexto para saber que escondía Edward Cullen, nunca se me paso por la mente que mi adorable primo adolescente podía hacerme ese favor, lo estaba utilizando para mis fines comunes.
Quería conocer de quien me había enamorado, sé que en algunos casos, el amor no distingue de razas, clases sociales, pero la visita de mi primo me ayudaría, aunque yo no le hablara a Edward y no quisiera que mi ayudante se enterara, necesitaba conocer la verdad. Mi madre interactuaba con los visitantes, la Señora Black junto con mi tía conversaba de una receta de dulces, Jacob estaba mandando mensajes y ni siquiera me miraba, yo era como una pared para él, su indiferencia me perturbaba más que mis propios pensamientos, en realidad no tenía nada que hacer allí en la sala, así que decidí subir a mi habitación, arrastrando el morral como de costumbre, entonces al abrir me sorprendí, Edward se encontraba allí de espaldas a la puerta de mi dormitorio con la mirada fija en la ventana, al sentir mi presencia volteo a verme, no tenía un buen aspecto, estaba mas pálido que hace unos minutos que nos vimos, yo arrojé el bolso a un lado de la puerta, los dos estábamos inmóviles, tomó un retrato que tengo en la mesa de noche, lo observó fijamente, luego lo colocó donde estaba originalmente, giro para verme de nuevo, tomo aire profundamente, se acercó a mi diciendo: - Hoy sabrás la verdad sobre mí, sin intermediarios, ni mentiras, en este mismo instante te mostraré la naturaleza de mi ser, mi esencia, lo que representó para ti.
No tenía palabras para este descubrimiento, Edward Cullen me confesaría su gran verdad, ahora dependía de mí si quería seguir con él o sencillamente decirle que se guardara su manifestación. Nuestra relación estaba en manos de él principalmente, hoy todo tomaría otro rumbo, ahora mi existencia estaba en mi habitación o se encontraría en la sala de mi casa.
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