Me partía el corazón ver a Bella así, verla tan triste. Ninguno se preocupó en entrar a clases, ninguno hizo el amago de retirarse, solo querían saber qué le pasaba a Bella.
-¿Bella? –pregunté cuando ella se aferró a mi camisa y las lágrimas habían cesado. Entonces ella pareció reaccionar, se irguió e hizo el amago de ponerse en pie. Frotó sus ojos y levantó la mirada hacia su derecha, se encontró con Nessie.
El silencio reinó en el pequeño círculo, nadie habló, los únicos que respiraban en realidad era Bella, Nessie y Jacob. Y los tres estaban entrecortadamente agitados. Bella frunció el ceño y los ojos de Bella se llenaron de lágrimas ante la expresión torturada de mi hija. Vi a bella debatirse entre abrazarla o no, entre estrecharla entre sus brazos o no.
¡Cómo daría todo por saber qué es lo que piensa justo ahora!
-Mi nombre es Reneesme –murmuró Nessie lentamente. Ella quería gritarle y decirle que era su hija, pero tomando en cuenta que tenían la misma edad… eso se complicaba.
-Eres hermosa… -susurró Bella bajo su aliento, pero obviamente todos pudimos escucharla. Nessie se volteó intempestivamente y ocultó su rostro en el cuello de Rosalie, reprimiendo las lágrimas lo que su cuerpo le permitía. Enseguida, Bella fijó su mirada en Jacob, abrió la boca sorpresivamente y se llevó las manos al pecho en un jadeo. Se le quedó mirando y él a ella.
-Hola, mi nombre es…
-Jacob –susurró Bella por lo bajo. Nessie gimió tan bajo que solo pudo escucharla Rosalie, y yo por poder leer su mente. Bella bajó la mirada y negó con la cabeza, frunciendo el ceño. Miró a cada uno de nosotros, que también la observábamos. Nessie había recuperado la quietud y la calma, había podido controlarse.
Nos miró a todos, otra vez. Deteniéndose en cada uno, pronunciando nuestro nombre. Cerró los ojos fuertemente y apretó las manos en puños sobre su regazo.
-¿Bella? –pregunté cerca su oído. Ella abrió los ojos humedecidos, lágrimas luchaban por salir pero Bella las retenía.
-Lo sé, lo sé. Quieres saber qué me pasó…
-Mjum –asentí y Alice también.
-¿Te podemos ayudar en algo? –preguntó Emmett repentinamente ansioso. Bella frunció el ceño y miró el suelo.
-Simplemente entré en shock, no es nada interesante –murmuró.
-¿Qué te pasó? –preguntó Jacob sin poder retener su lengua.
-Yo… bueno, en… Jake, no es algo que… -todos se quedaron de una pieza cuando Bella pronunció el diminutivo. Incluso ella, al darse cuenta. Abrió los ojos como platos.
-¿Cómo acabas de llamarme? –inquirió Jacob sorprendentemente feliz. Bella frunció el ceño.
-¡OK! ¡No lo entiendo! ¿De dónde los conozco? Sueño con ustedes todas las noches, Jacob, Rosalie, Alice, Jasper y Emmett, sobre todo con Edward –me miró furtivamente, luego volteó a mirar a Nessie –Contigo no he soñado, pero eres tan hermosa que… eres parecida a Edward y a… y a… a mí. ¿Por qué? ¿Por qué me miran así? No entiendo nada. Sé que algo saben, lo he sentido.
-Bella… -murmuró Rosalie. ¿Era correcto decirle todo? No, no. Yo no podía arruinarle la vida una segunda vez. Intenté cambiar el tema, le tomé la mano y la estreché.
-Bella, ¿por eso llorabas? –ella me miró sin comprender aún, luego entrecerró los ojos y pareció recordar algo.
-Mi… uhm… Sé que puedo confiar en ustedes –murmuró para ella sola, algo imposible a estas alturas –. Me han pasado cosas extrañas en los últimos días, y simplemente no lo soporté más. Además todavía no entiendo porque sueño con ustedes si a penas los conozco… -se le perdió la voz y miró el suelo. Nadie habló por unos minutos.
-¿Qué cosas extrañas? –inquirió Emmett quien no reía ni mostraba diversión.
-Bueno, ohm… Pensarán que estoy loca… -murmuró por lo bajo.
-De ninguna manera, Bella –acordó Alice. Ni Nessie ni Rosalie se atrevían a decir nada, ni siquiera yo. Resultaba muy,…. Frustrante hablar sin poder decir cosas realmente.
-Bueno… ash, es que… uhm… He podido mover cosas sin tocarlas –murmuró lo más bajo que pudo pero que le pudieran escuchar un humano corriente, pero nosotros no éramos humanos, así que no había ningún problema.
Todos nos quedamos en una pieza. Todos esperábamos algo distinto, como los sueños, era algo más o menos lógico. ¿Pero mover las cosas sin tocarlas? ¿Utilizar magia? ¿Magia? Había escuchado alguna vez algo sobre brujas y brujos, hechiceros y hechiceras, tal vez. Sí.
Alguna leyenda, algunas palabras y mitos, nada de relevancia en mi vida. Tal vez con Carlisle, pero… ¿Bella? ¡BELLA!
-Lo único que se me ocurre es una bruja –murmuré lo más bajo posible. Bella no me pudo escuchar, pero los demás abrieron los ojos como platos. Bella siguió mirando el suelo sin decir palabra.
- ¿existen las brujas? –inquirió mi hija mirando detenidamente a su madre.
-No es posible –masculló Jasper intranquilo. Todo sin que Bella pudiera escucharlo.
En la mente de todos nosotros había una gran confusión, todos pensaban a millón. Entonces Alice recordó algo, una palabra, algo… antes de unirse a nosotros, leyendas. Las brujas existen, si existen los vampiros y los licántropos, ¿Por qué no han de existir las brujas? Miré a mi hermana a penas me dijo eso, le sostuve la mirada hasta que Bella empezó a carraspear.
-Sé que están pensando que estoy loca, pero es verdad. He tirado la puerta de mi cuarto, he tirado al suelo algunos platos… -se sonrojó. Alzó la vista y la dirigió inmediatamente a mí –. Edward, ustedes saben algo y no me lo quieren decir. ¿Qué es?
-Bella, ¿puedes acompañarme al baño, por favor? –preguntó Alice interrumpiendo cualquier respuesta que yo hubiera pensado decirle. Bella frunció el ceño, pero Alice le dedicó tal mirada que no le quedó de otra que acceder.
Tan pronto como Bella no nos pudo escuchar empezamos a hablar.
-¿Crees que mi mamá sea una bruja? –me preguntó mi hija.
-No lo sé, Nessie. Pero no encuentro otra explicación.
-Edward, ¿qué te dijo Alice? –me preguntó Jasper quien había notado nuestra pequeña conversación.
-Ella cree que Bella es una hechicera.
-Me ha dicho Jake, y sabe que algo extraño le pasa con Nessie. Tenemos que decirle la verdad, ¿no crees? –intervino Jacob.
-¿No creen que debemos hablar primero con Carlisle antes que todo? –preguntó Rosalie tranquilamente, pero detrás de esa calma había una gran necesidad de abrazar a Bella y gritarle que la quería.
-¿Qué hace Alice? –preguntó Nessie mirando hacia el edificio. No me había dado cuenta que estábamos tan lejos del edificio, prácticamente estábamos escondidos entre los árboles, escondidos al ojo humano.
Agudizamos los sentidos y yo traté de entrar en la mente de mi hermana, pero me fue imposible, me estaba bloqueando. De todas maneras escuchamos la conversación. Estaba muy cerca, como si estuvieran sentadas una al lado de la otra, no había nadie mas en el baño.
-Sé que están pensando que estoy loca, Alice. Pero debes creerme… -decía Bella, atormentada y confundida.
-Nadie cree que estés loca, Bella –ella se removió el cabello ansiosamente, escuchamos el deslizar de sus dedos por su cabello.
-entonces, ¿Por qué todos me miraban de esa forma? Incluso tu me miras así… como con… lastima, no sé. Es algo extraño.
-No es así. De todas maneras, ¿Por qué crees tú que sueñas con nosotros?
-yo… ustedes saben –escuchamos que Bella saltaba y caía de pie. Estaban sentadas en los lavamanos –Y no me lo quieren decir, lo sé. Los conozco… -se calló, carraspeó –bueno siento que los conozco por los sueños. Incluso a Nessie –todos notamos como endulzó el nombre, casi cantádnoslo. Mi hija sonrió imperceptiblemente –ella es como si fuera… cuando la miré a los ojos… yo… -se trabó. Sabía por esa voz que las lágrimas estaban haciendo su aparición.
-¡Alice! ¡Tráela! Vamos a ver a Carlisle –exigió Emmett.
-Creo que deberíamos volver, Bella. Todos queremos… uhm… -Alice se trabó con sus palabras, y se calló.
Bella POV.
Tenía que haber una forma de dejar de pensar en Edward, no podía pasar el día así. No podía.
Ya era viernes, por fin se había acabado la semana. Una semana muy rara, debo admitir.
Alice, una completa duende hermosa, y estaba con Jasper, el rubio tranquilizador. No sé porqué, pero sentía que en su presencia jamás podría sentirme insegura, pero no era como si él me pudiera cuidar, era algo extraño. Pero era así.
La rubia me miraba extraño, pero también me caía súper bien. Se llamaba Rosalie, y el grandulón, su pareja, se llama Emmett. Es como un hermanito mayor, y digo hito porque se comporta como un bebé gigante, literalmente gigante. Hace bromas y molesta como un bebé, pero Rose lo mantiene a raya. Un momento, ¿desde cuándo es Rose?
Bueno.
Edward. Era la única cosa que mi mente era capaz de pensar y no tenía una razón lógica para ello. Tenía problemas diariamente con el impulso de abrazarlo y decirle que lo quería, porque sí, lo quería. Y no tenía una razón específica para ello. Tal vez era su sonrisa torcida, o su desordenado cabello, o sus ojos dorados, que alguna vez habían sido negros. Por alguna extraña razón eso no me ponía alerta, y aunque estaba consciente que debía asustarme, de verdad ni siquiera pensaba en eso a menudo.
Seguí soñando todos los días con la familia Cullen. Esme, Carlisle, Rosalie, Emmett, Alice, Jasper y Edward. Siempre estaba Edward rodeado de un escenario que normalmente comenzaba con el prado, y seguía con Jasper y Alice, o Emmett y Rosalie, o Esme y Carlisle.
Por fin había llegado el viernes, el comienzo de mi fin de semana sin instituto. Y aunque no quería dejar de ver a Edward –y el tema me asustaba un poco –quería tener un poco de espacio única y exclusivamente para mí, ¿eso es malo? Claro que no.
Bueno, por eso estaba en mi cuarto, en el ordenador. Sentía extrañamente que alguien estaba a mi espalda, pero cuando volteaba nunca había nada. Tenía algunos mensajes sin revisar de mamá. Todos preguntándome por cosas que había olvidado donde estaban, y por supuesto, por los chicos que me parecían bonitos, o “geniales” como ella decía.
Respondí y apagué el computador sin revisar nada más. Dormí plácidamente aquella noche sin mayores contratiempos o sueños diferentes a los de siempre.
El sábado fue más movido, y ahí empezó todo.
Charlie se había ido de pesca, me encontraba sentada en el sofá de la casa mientras miraba y contaba los dibujos del techo. Nada interesante.
-¡Qué aburrimiento! –ya había organizado la casa y desorganizado. Era cerca de la tres de la tarde, así que no tenía nada que hacer. De pronto la necesidad de estar en mi cuarto se hizo inquietante, así que subí lentamente las escaleras, con algo de recelo. En el último escalón me quedé mirando la puerta detenidamente, deseando que se pudiera abrir sin que yo la tuviera que tocar, algo me estaba asustando.
De pronto, a menos de un metro de la puerta, ésta se abrió lentamente. Salté hacia atrás llevándome las manos al pecho -¡Dios mío! –grité con voz ahogada y en el mismo instante la puerta se azotó. Dejándome aún más helada.
Bajé las escaleras corriendo como alma que lleva el diablo y descolgué el auricular girándome hacia las escaleras. Alguien se había metido a mi cuarto, a la casa. Mi primer instinto fue el de llamar a Charlie, pero él no estaba en la oficina, estaba de pesca.
Colgué y sin hacer mucho ruido llegué hasta la cocina, lentamente. Tomé el primer cuchillo que pude ver -consciente que jamás podría hacerle nada realmente- y me dispuse a subir otra vez. Me detuve en el primer escalón, con el corazón latiéndome a mil veces por segundo. <<Cálmate, tú puedes hacerlo>> me pensé a mi misma y me lancé dentro del cuarto gritando un “Aja” muy forzado.
Pero no había nadie.
Nadie.
Solo yo.
¿Se habría ido? Pero…
Solté el cuchillo de alivio y cayó con un golpe seco en el suelo. Me asomé a la ventana para ver su silueta correr, entonces pensé que se había salido de mi habitación, podía estar en la de Charlie.
Revisé la casa dos veces, cada vez con más escepticismo, incluso cerré ventanas y la puerta de enfrente y la de atrás con seguro, para que no pudiera salir sin que lo escuchara. Pero nada. No había nadie.
Traté de consolarme con que no me había hecho nada, y que por lo menos, si se había robado algo se había limitado a eso.
Volví a llegar a mi habitación con el cuchillo en mano por si acaso, y lo dejé encima de la mesa del ordenador ya un poco más tranquila. La inquietud se hizo presente, pero ya no tenía que ver con la puerta, sino con mi closet.
Sin saber muy bien porqué, abrí de par en par mi armario, en la parte de los ganchos de ropa y quité las cajas de zapatos que estaban en el suelo. Tirando todo ante la desesperación. Cuando el piso estuvo totalmente vacío, soplé el polvo y me di cuenta cómo una de las tablas se sobresalía entre otras.
Tomé el cuchillo, tirando las cajas debajo de la cama en el transcurso de mis pies, y me dispuse a quitar las tablas. Luché con ellas varios minutos, pero por fin pude zafarlas.
Había una bolsa negra, grande. Con varias cosas dentro.
Volví a poner las tablas en su lugar y cerré el armario, me senté en el suelo cerca de la ventana y abrí la bolsa. Mis ojos no estuvieron preparados para lo que vi.
Había un estéreo que muy bien podría haber sido del siglo pasado, en todo caso yo no tenía mucha idea de eso, pero parecía demasiado viejo. Aún así se veía nuevo, más bien, sin usar. No tenía polillas, ni polvo.
También había un álbum fotográfico, también del siglo pasado. Con viejas decoraciones. Una cámara fotográfica de principios de siglo, nada interesante. Tomé el álbum fotográfico en las manos, y un ramalazo de electricidad similar al que sentía con Edward, recorrió las palmas de mis manos. Pasé la mano por la cubierta lentamente y cerré los ojos.
Una paz que nunca había sentido me recorrió de pies a cabeza, haciéndome sentir completa. Sonreí inconscientemente.
Abrí el álbum, para encontrarme con la primera página. El jadeo de horror se escapó de mis labios sin que yo pudiera hacer nada al respecto. Había un pie de página… se parecía a mi letra, era mi letra… «Edward Cullen, cocina de Charlie, 13 de septiembre».
La página estaba vacía aparte de eso. El corazón se me encogió y sentí un vacío que me hizo apoyarme en el suelo para no desmoronarme cuando la voz aterciopelada de Edward me habló al oído a pesar de estar sola “Será como si nunca hubiera existido”. La voz estaba cargada de dolor, y me dolía a mí también. ¿Pero qué significaba?
Tuve que soltar el libro y abrazarme a mí misma, colocar la cabeza sobre las rodillas para tranquilizarme ya que lagrimas incontrolable empezaron a brotar de mis ojos. Mientras barbotaba el nombre de Edward.
Me llené de ira y sentí el metal caer contra el suelo. Alcé la vista desconcertada y alcancé a ver cómo el cuchillo que había dejado en el ordenador caía al suelo, sin que nadie lo empujara o tocara. Yo estaba del otro lado del cuarto.
La puerta sonó mientras la abrían, y yo salté poniéndome de pie. Recogí todas las cosas y las embutí en la bolsa negra, metiéndola en el armario rápidamente. Tomé el cuchillo y corrí escaleras abajo, entrando a la cocina en el mismo instante en que Charlie entraba el equipo de pesca. Coloqué el cuchillo sobre la encimera y saqué leche del refrigerador más lentamente.
-¿Qué tal, Bells? ¿Cómo estuvo tu día? –miré la ventana con disimulo, ¿en qué momento había desaparecido el sol?
-Aburrido mayormente –y era verdad. Así que la mentira solo era relativa. Aun así, la voz salió estrangulada.
-¿Estás bien? –me inquirió lentamente.
-Sí –tomé un sorbo de leche y carraspeé, miré el vaso mientras hablaba -¿y a ti cómo te ha ido? ¿Pescaron algo bueno? –Charlie alzó una cubeta que olía a pescados sin decir palabra, con una sonrisita de suficiencia surcando su arrugado rostro. Fingí sorpresa y una sonrisa amable mientras tomaba la cubeta, y empezaba a meter los pescados en bols para meterlos al refrigerador –Creo que nada más tendremos pescado para tres años, deberías comprar más –le jugueteé. Eso fue perfecto. Naturalidad, sarcasmo, Bella Newton al ataque.
Pero todavía tener que ver las fotos detrás de esa portada.
Álbum fotográfico.
Estaba martirizada, Charlie había insistido en que viera televisión con él el resto del sábado, para un “plan familiar” como él solía decirle. Pero yo no quería estar en plan familiar. Quería subir las escaleras hacia mi cuarto, y ver por fin lo que escondía ese álbum fotográfico.
Mientras Charlie pasaba de canales buscando algo que a mí me llamara la atención, traté de sacar conclusiones.
Yo había regresado de Phoenix hace una semana, era imposible que el estéreo y por ende lo demás, fuera mío. El estéreo parecía de un carro, pero que carro tan viejo. La cámara no era algo interesante, de todas maneras debía estar vacía e inutilizable por los años. Pero el álbum fotográfico sin duda me servía de mucho. “Edward, cocina de Charlie, 13 de Septiembre” ¡Porque no había foto!
“Será como si nunca hubiera existido” Ahogué el suspiro roto que me produjo la frase. Pero qué rayos significaba eso. ¿Qué? Y sobre todo, ¿qué hacían esas cosas en mi armario? No era algo que le podía preguntar a Charlie, no era algo que él tendría por qué saber. ¿Entonces quien las puso ahí? ¿Y porque el pie de página decía Edward? Era la fecha de mi cumpleaños, y era la casa en Forks, porque el único Charlie que yo conocía, era mi padre. Así que debía ser allí, en Forks. ¿Pero era “Edward” el mismo Edward que yo conocía y con el que soñaba?
¿Habría alguna relación entre ese álbum y mis sueños? Ash, como deseaba subir.
-¿Bells? –alcé la cabeza de mis rodillas. Estaba sentada en el suelo, al lado de mi padre. Le miré a los ojos con interrogación – ¿Tienes sueño, hija? Te puedes ir a dormir, debes estar cansada –dijo mientras enrojecía por la vergüenza. Me levanté y fingí un bostezo.
-Tienes razón. Nos vemos mañana, que tengas buenas noches –le di un beso en la coronilla y palmeé su hombro mientras salía agradecida de la sala de estar.
Hice un gran esfuerzo por no correr escaleras arriba, y por el contrario tomé la toalla y salté dentro del baño. Si iba a actuar, tenía que hacerlo bien.
El baño no me tranquilizó en lo más mínimo, pero aún así lo hice. Cepillé mi cabello y mis dientes y entré al cuarto. Me percaté que Charlie estaba apagando todo allá abajo, así que esperé pacientemente hasta que la casa quedara en silencio para inclinarme sobre el armario y terminar de ver el álbum. Y así lo hice.
En mucho silencio, guardé el estéreo, las cajas, la cámara –que estaba inservible –dentro del closet. Dejando todo en igual estado, solo dejando afuera el álbum fotográfico.
Volví a abrir la primera página y el corazón pareció partírseme en dos cuando volví a leer el pie de página. Traté de no darle mucha importancia, aunque no podía, y pasé la página. Había dos páginas vacías, una me dolía más que la otra.
En la primera rezaba “Edward y Charlie, 14 de Septiembre”, y en la segunda “Edward y Bella, sala de Charlie, 14 de Septiembre”. Apoyé la mano en la cama para no caerme, al estar sentada sobre el borde.
Un agujero en mi pecho me produjo escalofríos y las lágrimas se agolparon otra vez en mis ojos. ¿Qué me producía tanto dolor? Me sentía terriblemente sola, como si el mundo hubiera perdido su sentido. Como si mi vida no tuviera sentido.
Seguí pasando las hojas, había una desconcertante. Era mi habitación, y lo decía “Habitación de Bella, 14 de Septiembre”. No era mucho lo que había cambiado. Las paredes seguían pintadas de azul claro y delante de la ventana colgaban unas amarillentas cortinas de encaje. Reconocería la colcha colocada de forma descuidada, ya que había sido un regalo de la abuela, pero esa colcha no me la había llevado a Forks. Mamá la había desaparecido misteriosamente para que yo no me la llevara, ¿entonces porque estaba en la foto?
Las siguientes fotos fueron…. Extrañas. En ellas se veían muchos jóvenes jugando con caras raras en las fotos, pero era la cafetería del instituto de Forks. Hace años, vieja. Con arreglos en las mesas diferente, pero era la misma cafetería. Cada nombre hacia vibrar mi corazón: Ángela, Ben, Jessica, Laurent, Mike.
Mike.
Mike Newton. ¿Newton? ¿Familia mía? Mike. Más lágrimas cayeron de mis ojos y por instinto cerré el álbum. Volviéndolo a abrir en la primera página, “Será como si nunca hubiera existido”.
Lancé de pura frustración el cuaderno sobre el suelo, y me tiré bocabajo en la cama. Sollozando.
Un dolor agudo se sembraba en mi pecho, desgarrándolo. Me sentía vulnerable y terriblemente sola. Como si alguien me hubiera dejado, como si mi razón de vivir se hubiera ido. ¿Pero qué me pasaba?
Era consciente que estaba haciendo el ridículo, de todas maneras, ¿de quién era el álbum? Creo que a estas alturas, debía suponer que el álbum era mío. ¿Pero y las fotos? ¿Y las fotos que faltaban? ¿Porque estaba tan triste?
No sé en qué fatigante momento perdí la consciencia, pero no dejé de llorar en el trayecto.
Fui consciente que regresaba a la realidad porque me caí de la cama en el mal sueño que tuve. Estaba en un bosque, dando vueltas en círculos sin encontrar lo que buscaba, mientras gritaba y farfullaba el nombre de Edward. El corazón me dolía, como si quisiera salirse.
-¿Bella estás bien? –preguntó Charlie tocando la puerta.
-Sí… sí, papá. Pasa –me levanté del suelo mientras hablaba. Charlie se precipitó dentro de la habitación, deteniéndose en el umbral cruzándose de brazos. Alzó una ceja y me miró medio sonriendo.
-Te has caído de la cama, ¿a que sí?
-Sí –murmuré mientras me sentaba otra vez en la cama. Él se rió por lo bajo.
-No cambias, hija.
-Ya lo sé -recogí las piernas. Busqué con la mirada el álbum, pero no lo vi por ningún lado. Fruncí el ceño.
-¿Estás bien?
-Sí, papá. ¿Qué querías? –dije levantándome y arrodillándome para ver debajo de la cama.
-Bella, lamento dejarte sola el domingo, pero Embry me ha invitado a almorzar con su familia. Si quieres puedes… venir, digo eres invitada. Solo que te aburrirás mucho, él no tiene hijos de tu edad…
-¿Quién es Embry, papá? –el nombre me resultaba vagamente familiar. Como si debiera saber de quien hablaba. Seguía buscando el álbum, pero no lo encontraba.
-Mi mejor amigo, Bells. Embry Black. Vive en La Push –alcé la mirada y lo miré con la interrogación en el rostro. Black. Black. Black. El apellido me llenaba de alegría, pero… no, de alegría no, de nostalgia. Eso era. Extrañaba a Black… pero no era Embry. Rayos -¿Qué pasa, Bella?
-Yo… -dudé y me levanté –Nada creí dejar algo allí, pero parece que no. Me voy a bañar… y no te preocupes por mí, he dejado varias cosas sin hacer desde ayer. Además tengo trabajos que entrar en el instituto. Estaré ocupada todo el día.
-¿Estás bien, hija? Tienes los ojos… hinchados –Charlie no solía meterse en mi vida, para ser precisos, nunca lo hacía. Por eso debía tener un… muy mal aspecto para que se preocupara.
-Estoy bien, papá. No te preocupes –palmeé su hombro y corrí dentro del baño. Cerré la puerta con seguro antes de asomarme al espejo.
¡Pero qué pinta tan horrible! Tenía grandes ojeras debajo de ambos ojos, y ¡qué ojos! Estaban realmente rojos e hinchados, tenía el aspecto real de haber pasado toda la noche llorando. Y así había sido.
Me seguí mirando el rostro mientras me quitaba la ropa para bañarme. Escuché a mi padre despedirse de mí mientras el agua caía por mi cuerpo.
-¡Chao! –alcancé a gritar segundos antes que la puerta se cerrara. Terminé el baño y volví a la habitación en una cómoda pijama. Revisé la habitación otra vez, buscando el álbum. Pero ya no había rastro de él en ningún lado. Me confundí.
¿Habrá sido una imaginación? Regresé al closet y tiré todo por el piso, pero fui incapaz de ver las tablas levantadas como el día anterior. Incluso intenté zafar la que antes había quitado para sacar la bolsa negra, pero todas estaban perfectamente clavadas al suelo.
¿Me lo habría inventado de verdad?
¡¿Todo habría sido un sueño?! ¿Entonces porqué sentía el dolor en mi pecho? Como si me hubieran dejado… como si él me hubiera dejado. Será como si nunca hubiese existido. Intenté respirar y tranquilizarme.
Algo raro, algo muy raro me estaba pasando.
Doble POV.
Pasé la mañana del domingo rebuscando en mi habitación el álbum fotográfico, necesitaba encontrarlo. No era como si me lo hubiera inventado todo. Siempre sé cuándo estoy soñando, y eso no había sido un sueño. ¿Pero entonces donde estaba? Era prácticamente imposible que Charlie lo hubiera tomado, pero aún así lo busqué en su habitación, a sabiendas que no lo hallaría allí.
Tenía que pensar, tranquilizarme, aunque el dolor en mi pecho fuera en aumento. A veces tenía que detenerme y respirar, porque era algo agobiante.
Al llegar el medio día tuve que comer algo, aunque no recuerdo qué fue, sé que no fue algo nutritivo. Me resigné a no encontrar el álbum, pero no me creí que hubiera sido imaginación mía. Mientras me paseaba por la sala de estar, tratando de buscar explicaciones a ese sábado tan extraño y recordaba a Edward, volví a tener la necesidad de subir a mi habitación y entré enseguida, sin detenerme.
Cerré los ojos y mi instinto me envió directo a mis libros de estudio. Repasé todos los nombres de mis libros y uno me hizo abrir los ojos, ese libro yo no lo había comprado, yo no había visto ese libro antes.
Lo saqué de entre los demás, y leí la portada Cumbres Boscarrosas. Lo dejé resbalar por entre mis dedos y cayó abriéndose en un punto forzado del libro, de par en par. Me incliné para leer sus páginas.
“Si todo lo demás pereciere y él quedara vivo, entonces yo podría vivir. Pero si él muriese y todo lo demás viviese, el mundo entero perdería sentido para mí” Me acuclillé y las hojas se revolvieron un segundo para detenerse ¡No puedo vivir sin mi vida! ¡No puedo vivir sin mi alma! Cerré el libro de sopetón y lo tiré lejos con furia, las lágrimas se agolparon en mis ojos otra vez. Y me acosté sobre el piso para tranquilizarme.
¡No puedo vivir sin mi vida! ¡No puedo vivir sin mi alma! La voz de Edward me hablaba al oído, la aterciopelada voz de Edward era la que decía esa línea. Tenía el sentimiento que me lo decía a mí, que la frase iba dedicada a mí. ¿Pero cómo? ¿Significaba eso que Edward me quería?
Si todo lo demás pereciere y él quedara vivo, entonces yo podría vivir. Pero si él muriese y todo lo demás viviese, el mundo entero perdería sentido para mí. Esa era mi voz. Pero no era mi voz, sino la de los sueños. La de la otra Bella.
Seguí tirada en el suelo. Tratando de tranquilizarme. De no pensar mucho en nada. Cualquier pensamiento me daba más dudas de las que ya tenía. No sé en qué momento perdí la consciencia, solo fui consciente de estar en un sueño.
Corría otra vez en el bosque, en busca de Edward. Me caía aterrizando entre varias ramas que partía con mi cuerpo, y buscaba de donde apoyarme para levantarme y seguir buscando.
-¡AH! –día un grito al tocar algo que no era un árbol, era una mano. Levanté la vista esperando encontrarme con un atracador, pero solo vi a Jacob. Era el mismo joven de la playa, el que me hacía sentir mejor. Le sonreí confusamente y él me devolvió una sonrisa cargada de alegría.
-Levántate, Bells. Vamos –me decía halándome delicadamente. Me levanté y caminé con él, sin soltar nuestras manos. Caminamos hasta salir del bosque, regresando a la playa y caminábamos tomados de manos por todo el lado de la playa. Sintiendo el agua bajo nuestros descalzos pies.
Me sentía mejor, relativamente mejor, pero no bien. El dolor en mi pecho seguía allí, sin irse. Sin salirse de mi corazón. Y yo sabía porqué, en el fondo lo sabía, era por Edward.
En ese momento desperté.
Charlie estaba entrando a la casa, debían ser cerca de las nueve de la noche. Esperé que pasara de largo, que entrara a su habitación al pensarme dormida, y entonces recordé los trabajos de esa semana. Ahora que me encontraba sin sueño, por culpa de mis problemas psicológicos- porque no quería pensar que fuera otra cosa, y que todo fuera verdad –hice todos los trabajos de la semana. Sin pensar más en nada, sin preocuparme conscientemente de nada. Creo que me dormí muy pasada la media noche.
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