Bella estaba familiarizada con el patinaje:había visto patinar en varias ocasiones.A las parejas jóvenes les encantaba aquel deporte porque les permitía deshacerse fácilmente de sus carabinas,que rara vez podían darles alcance.Nadie miraba con desaprobación las travesuras de las osadas parejas,porque normalmente estaban a la vista de otros patinadores,aunque Bella había oído hablar de algunas a las que habían sorprendido besándose apasionadamente.Sentada en el parque,moviendo los pies de atrás adelante para probar el giro de las ruedas bajo sus zapatos,se preguntaba cómo podía besarse una pareja sobre patines sin perder el equilibrio.
—¿Lista?—preguntó Edward desde su sitio en el banco,a su lado.
—Tú primero.
—Creí que íbamos a hacerlo juntos,del brazo,para ayudarnos.
—Si tropiezas y te caes,me caeré yo también—objetó ella.
—No me caeré.
Lo dijo con absoluta seguridad en sí mismo,pero sin vanidad.Si ella hubiera hecho semejante afirmación,habría parecido arrogante,porque no conocía otra forma de protegerse que ocultarse tras una coraza de esnobismo.¿Cómo lograba él decir lo mismo que habría dicho ella sin su característica frialdad?Quizá fuera por la cálida sonrisa del conde o por su seductora mirada.
—Me temo que tendrás que demostrarme que eres capaz de sostenerte en pie.
—Confía en mí,Bella—dijo él tendiéndole la mano con la palma hacia arriba.
La condesa bajó la mirada hasta la mano que Edward le tendía.
—No puedo—respondió,mirándolo a los ojos,implorándole que entendiera que hablaba de algo más que del patinaje y perfectamente consciente de que él también.
—Si no estuviera muerto ya,creo que lo mataría.
Antes de que su mente pudiera captar el significado de aquellas palabras,él se levantó del banco y se alejó de ella patinando.Después se volvió hacia la condesa y como si hubiera logrado un extraordinario milagro,extendió los brazos.
—¿Ves?No es tan difícil.
Tampoco parecía fácil,pero podía resultar divertido.Se levantó del banco,sus pies empezaron a rodar e inmediatamente cayó de espaldas.No era tan fácil.
—Cuando vayas a levantarte,coloca los pies un poco más cerca del banco para guardar mejor el equilibrio—le propuso él.
—No creo que lo consiga—replicó ella negando con la cabeza.
—Eso es impropio de la condesa que yo conozco.
Edward volvió al lado de Bella con toda naturalidad y le tendió ambas manos.
—Vamos.
—Hazme una demostración de tus habilidades.
—Si nos entretenemos más,el sendero se llenará de patinadores.Sólo tienes que guardar el equilibrio.El resto es sencillo.
—Tengo que verte patinar un poco más para poder confiar en tu pericia -insistió ella.
—Muy bien.
El conde se alejó de ella patinando,con las manos sujetas a la espalda,a grandes zancadas.Con hermosura y elegancia,aunque no comparables a las de una mujer.Poseía una fuerza y una potencia que irradiaban de su cuerpo.Entonces supo que verdaderamente podía lograr mantenerla en pie.
Edward desapareció en un recodo,oculto por los matorrales.Angustiada ante la posibilidad de perderlo de vista,la condesa empezó a levantarse cuando los patines traicioneros se empeñaron en llevarle un pie para cada lado y volvió al banco con un sonoro rechinar de dientes.Entonces oyó el zumbido de las ruedas y vio que Edward se dirigía hacia ella,sonriente y seguro de sí mismo.
—Es divertido,Bella.Tienes que…¡Eh! ¡Cuidado!
La condesa chilló al ver una ardilla cruzar veloz el sendero.Edward intentó esquivarla pero perdió el equilibrio y cayó a un lado del camino.
—¡Edward!
Bella se lanzó en su auxilio sin recordar que llevaba ruedas bajo los pies y no pisaba tierra firme.Tan pronto como el pánico se apoderó de ella,comenzó a agitar los brazos descontroladamente.Cada pierna se le iba para un lado,como si las manejaran cerebros distintos.Antes de que pudiera darse cuenta o hacer algo para evitarlo,había aterrizado encima de él,que la retuvo rodeándola con sus brazos,para amortiguar la caída con su propio cuerpo.
Un cuerpo tan joven y masculino.No blando por sobrealimentación como el de su difunto marido.Ni apestoso por el exceso de alcohol y tabaco.
—¿Ves como era divertidísimo?—dijo él sonriéndole.
—¿Por qué sonríes?
—¿Por qué tú no?
Entonces Edward hizo algo de lo más asombroso.Empezó a reírse.A carcajadas.Ella sintió el pecho del conde retumbar contra el suyo.
—Estabas graciosísima—aclaró por fin.
—¿Yo?Pues tenías que haberte visto tú.Pensé que se te iban a salir los ojos de las órbitas.—A pesar de su firme propósito de no hacerlo,al recordar el aspecto del conde, se le escapó una carcajada.
Él le respondió con otra más sonora.Al cerrar los ojos,ella volvió a verlo otra vez,con aquella cómica expresión de horror en el rostro y sus carcajadas se fundieron con las de él.En su vida había visto nada tan gracioso.
De pronto,el conde se quedó en silencio.Bella abrió los ojos,percibió la intensidad con que él la miraba y su risa se extinguió ante la embestida furiosa del deseo puro y patente de Edward.
—Tienes una risa preciosa—dijo.
—No seas…
—No—refunfuñó sujetándole la cara entre las manos—.No te vayas.Deja que se quede la mujer que eres ahora.
—Es una mujer estúpida;nadie la tomaría en serio.
Él le recorrió el rostro con los dedos.
—Mientras reías has sido otra.Tan joven y despreocupada.Podría enamorarme de una mujer así.
—Te partiría el corazón y el suyo también.No puede darte un hijo y tú no puedes darle un ducado.
—Podría darle un beso.
Él levantó la cabeza y ella,aunque podía retirarse,no lo hizo.Se quedó como estaba,desparramada encima de él y cerró los ojos cuando los labios del conde se posaron en los suyos,tierna y dulcemente.¿Por qué no entendía que precisamente porque se preocupaba por él no podía dejarle atravesar su muro?
El conde se apartó y la miró fijamente.
—No ha estado tan mal,¿no?
—Me partes el corazón—dijo ella tocándole los labios con los dedos.
No le dio oportunidad de reaccionar:se apartó de él y recompuso su coraza.
—¿Cómo hacemos para levantarnos?
Edward se sentó de un giro,con el pecho pegado a la espalda de ella mientras su aliento le recorría la nuca.
—Deja que la mujer que eres ahora se quede un poco más conmigo,hasta el final del camino.
—Prométeme que no me besarás.
—Lo prometo—contestó él posando sus cálidos labios en el cuello de la condesa.
El movimiento de los labios del conde sobre su piel casi la impulsó a volverse y suplicarle que rompiera su promesa.Un instante después ya no estaba y la condesa oyó cómo se ponía de pie.Ella miró por encima del hombro y pensó que probablemente nunca volvería a verlo como hacía un instante.A Edward no le costó levantarse y recuperar la verticalidad.
Le tendió las manos y ella lo miró.Observó que llevaba el pelo caído sobre la frente y necesitaba que le retocaran la ropa,pero su aspecto desaliñado no le produjo ninguna inquietud.
—Te voy a tirar otra vez—dijo ella.
—No,no me voy a caer.Soy más fuerte de lo que parece;yo te sostengo.
La condesa le dio las manos y dejó que él la levantara.
—¿Ves?—repuso él sonriente—.Es más fácil ponerse en pie con la ayuda de alguien.
—Estoy acostumbrada a hacerlo todo sola.
—Lo sé—contestó él pasando el brazo de la condesa por el suyo—.No me importa que te apoyes en mí.
Bella no recordaba la última vez que se había apoyado en alguien.Ciertamente,jamás se había atrevido a buscar el apoyo de su marido.No le daban miedo todos los hombres:sabía que algunos eran amables y bondadosos,pero también que para ser objeto de esa gentileza debía mostrar una vulnerabilidad que no podía permitirse,apartarse de una independencia a la que no quería renunciar.Se colocó de forma que su hombro estuviera pegado al del conde.
—Mis pasos no son tan largos como los tuyos.
—Procuraré darlos más cortos.Soy un tipo complaciente.
—No creo que ésta sea la primera vez que patinas,como me has hecho pensar.
—No,no es la primera.Me ha sorprendido que corrieras en mi auxilio.Te has quedado pasmada cuando de pronto te has dado cuenta de que estabas patinando.
—¿Pasmada?¡Estaba aterrada!
—Pues lo has disimulado muy bien.
—Como siempre,Edward.
—No tienes que disimular conmigo.Jamás me burlaría de ti.
—No logro entender por qué me prestas tanta atención.Eres joven,guapo,bueno y amable.Podrías tener a la mujer que quisieras.
—Por lo visto no.
Bella sintió cómo el rubor le inundaba la cara.¿Se refería a lo que ella creía que se refería?
—Soy tuya hasta el final del camino—le dijo,sin tener muy claro qué la impulsaba a hacerlo.
—Quizá descubramos que el camino no tiene fin.
Ella se abstuvo de comentar nada mientras él la guiaba,sus pasos en total sincronía.Pero sabía la verdad:todo lo bueno termina y normalmente mucho antes de lo que uno quisiera.
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