Pov Gianna.
Los primeros rayos de sol entraron por la ventana. Estos dieron de lleno en mi rostro. Por fin en mucho tiempo me levantaba feliz; ansiosa por un nuevo día. Estaba viviendo en lo ilógico, ya que trabajaba rodeada de vampiros; pero ha decir verdad no me importaba; sabía que corría un riesgo, sabía que cualquier día podría ocurrir un ''accidente'' o simplemente ya no necesitaran mis servicios; pero era un riesgo que debía de superar, ya que no perdía nada; desde siempre me había sentido sola; apartada de este mundo, pero al conocerlos todo esto cambio; ya que por fin encontré mi lugar y algo me decía que estaría con ellos toda la eternidad.
Me levante con ganas de la cama y vi en el espejo de enfrente una chica radiante, feliz. Sus cabellos color caoba caían en cascada hasta su espalda, la chica que tenía enfrente paso una de sus manos por sus cabellos y pudo sentir que eran suaves y sedosos; se pasaría todo el día acariciándolos. Era una chica verdaderamente hermosa; su rostro era angelical; facciones femeninas, sensuales, llenas de vida. Pero lo más bonito de ella eran sus ojos, unos ojos realmente hermosos; especiales; muchos decían que eran las puertas del cielo; que aquel que se perdía en ellos no regresaba; ya que por alguna razón te absorbían, te quedabas paralizado ante esos ojos verdosos. Era como ver el cielo gracias a ellos. Sus mejillas tenían un punto de color rosado; sus labios, carnosos, deliciosos; eran una dulce tentación.
Me levante de la cama y vi a una mujer alta, esbelta, con unas curvas extraordinarias; parecía que esa chica estaba hecha a medida por los mejores escultores del mundo, una verdadera belleza.
- Esa soy yo - dije con una sonrisa de oreja a oreja
Fui directa a la ducha. Ya eran las seis y media de la mañana y a las ocho tendría que estar en el castillo. Además hoy sería un día especial; al menos tenía esa sensación.
Después de salir de la ducha y arreglar mi cabello fui directa al armario. Tenía que tener una buena presencia; por lo que decidí ponerme un vestido rojo de media manga aunque con un gran escote, la parte de arriba era bastante ceñida, pero la parte de abajo era suelta; llevaba un sencillo cinturón pero a la vez elegante alrededor de la cintura; separando la parte ceñida y la parte suelta del vestido. Este me llegaba hasta las rodillas; ya que hoy era un día nublado decidí ponerme unas medias negras y lo que más me gusto; unos taconazos negros de terciopelo bastantes altos. Me maquille con tonos suaves, aunque profundicé mi mirada; haciéndola más especial. Deje mis cabellos sueltos. Me sentía como una modelo.
El mismo día que conocí mí nueva vida me presentaron a Heidi; comparada con ella yo no era nada; pero no importaba. Ese mismo día me llevo de compras, ya que ella podía pasar más desapercibida ante los humanos. Compramos toneladas de ropa; de accesorios; en fin todas las tiendas de Volterra. Fue una gran ayuda; ya que yo apenas tenía cuatro conjuntos de ropa.
Salí de la gran casa que me habían decido los Vulturis. Era como un cuento de hadas. Era blanca; con grandes ventanales que daban a las mejores vistas de Volterra. Era moderna; y a la vez sencilla. Se encontraba más o menos a un kilómetro del castillo, estaba algo alejada del centro de Volterra, pero no me importaba. También tenía mi propio coche; pero no creo que lo usaría mucho, ya que me encantaba pasear. En apenas unos minutos llegue al castillo. Cuando entre por la puerta principal pude sentir una presencia detrás de mi; no le di mucha importancia; ya que todos los días había vampiros custodiando el castillo, vigilando y todo eso. Llegué a la recepción y como en estos últimos días estaba Félix esperándome. En cuanto me vio pude ver en su rostro el deseo, estaba por así decirlo con la boca abierta.
- Buenos días Félix - le dije con una gran sonrisa
- Buenos días Gianna; déjame decírtelo, pero hoy estas verdaderamente hermosa.
- Muchas gracias Félix; aunque no lo creo; estando rodeada de tanto vampiro... - dije haciendo una mueca
- Tonterías - dijo Félix mientras se acercaba a mi - tu aquí eres la más hermosa - dijo con una sonrisa pícara Ante eso lo único que hice fue sonrojarme.
- Eh... gracias - dije desconcertada.
Era raro; un vampiro me había dicho que era hermosa; es posible que me estuviese gastando una broma, o lo decía de verdad; pero según tenía entendido Félix era un mujeriego, le entraba a todas, y eso me halagaba; pero ha decir verdad yo le veía como un amigo y nada más.
- Me voy Gianna, ya te llamaremos cuando vengan el resto de la guardia.
- Vale, estaré encantada de conocerlos - dije con honestidad.
Sin decirme nada este se fue hacia lo más profundo del castillo.
Pasaron unos minutos y por las grandes puertas entro Heidi. Estaba espectacular; era una diosa; yo sin embargo no era nada junto a ella.
- Hola Gianna - me dijo con una agradable sonrisa
- Hola Heidi
- Oye; hay afuera hay un par de humanos esperando. Les haré pasar y esperarán aquí hasta la hora del almuerzo
- Vale; pero ¿son muchos?
- La verdad es que no; pero dentro de unos minutos vendrán Alec, Jane, Santiago y Demetri; así que estarán sedientos. Y he decidido esperarles.
- Esta bien, hazles pasar.
- Gracias - dijo con una sonrisa.
Inmediatamente se fue y a los pocos segundos esta volvió a entrar con los humanos. Recorrí con la mirada todo el grupo y pude contar treinta humanos, ¿y para ella le parecía pocos?
- Señores tendrán que esperar un momento; ya que nos ha surgido un pequeño problema. En cuanto este solucionado Gianna, la recepcionista os hará pasar, ¿entendido? - pregunto Heidi al grupo
- Si señorita - dijeron todos al unísono
Heidi se fue y antes de irse me guiño un ojo.
Volví otra vez ha recorrer con mi mirada el grupo de humanos; y sentía lastima por ellos. En apenas unos minutos sus vidas se acabarían. Ellos eran la presa. Pero ha decir verdad entendía a los vampiros, ellos necesitaban alimentarse... me recordaba a nosotros los humanos; para poder existir necesitamos comida, y generalmente la comida de animales... seguí con mi monólogo interno hasta que una llamada me hizo volver a la realidad.
Era Heidi, los otros vampiros habían llegado y estaban ansiosos por el almuerzo. Me levanté lentamente de mi asiento y me dirigí hacia el grupo de personas que estaban viendo los cuadros de la recepción. Estaba algo aterrada, ya que les iba a llevar al juicio final; pero este era mi trabajo.
- Por favor señores; por aquí - dije mientras les hacía un gesto.
Empecé ha caminar por los grandes pasillos del castillos; podía escuchar las conversaciones de los demás; estaban realmente emocionados. Caminamos unos metros más y me encontré a Heidi en las puertas que daban a la gran sala. - Muchas gracias Gianna
- De nada
Y con la misma retrocedí.
Apenas había dado unos pasos cuando escuche los gritos desgarradores de los humanos. Por una parte me sentía culpable.
Volví a mi puesto de trabajo esperando mi llamada para conocer a los guardias. Algo me decía; algo... no sabía como expresarme; pero sabía que hoy ocurriría algo.
Aproximadamente pasó una hora y ya vi aparecer a Félix.
- ¿Buena pesca? - le pregunté cuando ya estaba a mi lado.
- Muy buena; estaban deliciosos - dijo con una gran sonrisa
- Me alegro
- Oye, toma esto
Me dio un sobre blanco; estaba bastante abultado. Le abrí y pude comprobar que había muchísimos billetes; empecé a contarlos y había cinco mil quinientos cincuenta euros.
- ¿Y esto? - pregunte extrañada
- Por así decirlo tu sueldo; ese dinero pertenecía a los turistas y Aro ha decidido que te lo quedes tú.
- Oh; no se que decir. Gracias.
- Bueno a mi no me las des; yo solo soy el mensajero - dijo mientras se reía.
- Pues cuando vea a Aro se las daré
- Pues dáselas ahora. Dice que vayas; quiere presentarte al resto de la guardia.
- De acuerdo - dije mientras me levantaba
Camine por los largos pasillos del castillo junto a Félix. Estaba algo nerviosa, pero a la vez emocionada. Llegamos a las grandes puertas y este con un simple toque las abrió.
De nuevo la luz resplandeciente me cegó. Cuando mis ojos se acostumbraron a esa luz contemple con curiosidad la gran sala. Intente buscar a los nuevos; pero no los encontré.
- Querida Gianna - dijo Aro mientras se acercaba a mí
- Aro - le dije con una gran sonrisa
- ¿Como estás?
- Perfectamente, y por cierto gracias por lo de antes - le dije refiriéndome al sobre
- No tienes que agradecer nada. Ven conmigo por favor
Este me cogió mi mano y me llevo hasta el centro de la sala.
- Bueno como ya sabrás te tengo que presentar al resto de la guardia.
- Así es; y será un placer conocerlos.
- Estupendo querida. Por favor queridos; venir.
Y en ese momento cuatro figuras aparecieron de la nada. Estos llevaban capuchas.
- Esta es Jane - dijo mientras señalaba a una pequeña figura. Esta se quito la capucha y pude admirar su hermosura. Tenía un rostro lleno de inocencia; era rubia; de estatura baja, delgada; en fin era hermosa; más o menos tendría trece años. Aún su cuerpo no estaba desarrollado, pero era hermosa.
- Este es Alec; es el hermano gemelo de Jane - dijo señalando al vampiro que estaba al lado de Jane. Era igualito que Jane; salvo por el color de pelo. Su rostro era el de un niño; lleno de inocencia y ternura.
- El siguiente es Santiago - el aludido se quito la capucha y no me esperaba lo que me encontré. Era alto, musculoso, aunque no tanto como Félix. Sus cabellos eran castaños; sus facciones eran varoniles; era realmente atractivo. Este inmediatamente clavó su mirada en mí, pude comprobar como se le iluminaban sus ojos. Aparentemente tendría mi misma edad; diecinueve años o tal vez veinte.
- Y por último Demetri - mi corazón dio un vuelco en cuanto le vi. Era realmente hermoso; sus cabellos cobrizos estaban alborotados, le daban un aire despreocupado, rebelde, pero a la vez su expresión era oscura; tenebrosa. Facciones duras, era tan alto como Santiago y tan musculoso como el. No había palabras para describirle, era un ángel. Este me miro, pero me dolió como lo hizo con indiferencia, pero también con curiosidad.
- Bueno chicos, esta es Gianna. Ella ya sabe todo de nosotros y no le importa. Nadie, bajo ningún concepto la puede tocar. Más adelante decidiremos su destino, pero hasta entonces será tratada como una reina.
Deje de hacer caso a las palabras de Aro y me centre en Demetri. Había algo en el que me decía que me alejase, pero otra parte me decía que quería tenerme cerca. Algo verdaderamente extraño.
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