Nuestra luna de miel (+18)

Autor: Jeibi
Género: + 18
Fecha Creación: 26/11/2010
Fecha Actualización: 26/11/2010
Finalizado: SI
Votos: 16
Comentarios: 28
Visitas: 56668
Capítulos: 8
La aventura en Isla Esme desde el punto de vista de Edward. Sin tapujos. Sin penas… solo amor puro...
bn inicialmente tengo ke decir ke este fic no me pertenece...
este fic es de la maravillosa Kokoro ...
espero de todo corazon ke les guste como me gusto a mi  JB!!!
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Capítulo 2: parte 2

Estás loco

Tal vez

¿Qué estás haciendo?

Haciéndola mía

Detente Edward… ¡la vas a matar!

¡NO! ¡Eso nunca!

Había una batalla campal dentro de mi cabeza. Una lucha consciencia contra inconsciencia que me estaba volviendo loco. Y la locura no era una buena aliada a solo unos momentos de culminar mi amor por Bella.

Yo aun estaba nervioso y sentía un nudo en la garganta. ¿Qué tal si no hacia las cosas bien y terminaba lastimándola?

Deje de besarla, levanté la cabeza y me atreví a contemplar a mi ángel una vez más.

Acostada en la cama, con su respiración agitada, su corazón acelerado, sus mejillas sonrojadas, sus labios entreabiertos y su cremosa piel desnuda…

¡Cielos, era demasiado deseable como para su propio bien!

Sin poder evitarlo, un gruñido poco humano salió de mi ronco pecho, y la maldita ponzoña volvió a inundar mi paladar. Cerré las manos en puños, tratando de aguantar las ganas de lanzarme sobre ella y hacerla mía de una vez por todas.

Sabía a ciencia cierta que si me dejaba llevar en ese momento, la lastimaría y eso era lo último que buscaba. Simplemente no era una opción. Y no lo era porque la amaba…

Amaba todo de ella… mucho más allá de la lógica y de la razón

Intenté enfocarme. Estaba a punto de poseer el cuerpo desnudo de la humana más embriagadora del mundo: el cuerpo de mi esposa, así que no había lugar para las dudas o las prisas. Y a pesar de tener esa mentalidad… estaba aterrado y al mismo tiempo más que ansioso por probar su piel.

Cerré los ojos y traté de recuperarme a mí mismo. Necesitaba estar al cien porciento consciente de cada uno de los siguientes movimientos a realizar.

-¿Edward? -Abrí los ojos y miré a mi esposa observándome con el ceño fruncido y expresión preocupada-. Si no quieres… si ya te arrepentiste… si no me deseas… yo…- susurró mordiéndose los labios y con voz ahogada.

¿Podía ser más tentadora todavía?

Acerqué rápidamente un dedo a sus labios para frenar sus ilógicas palabras. No necesitaba leer su mente para saber lo que en ese momento estaba pensando.

-Mi tonta Bella. No seas incoherente. Te deseo más de lo que debería de desearte. Mucho más que cualquier otro hombre en el mundo podría desearte.

Había habido muchísimos hombres haciendo fila por poseerla. Me enfermaba tener que escuchar a cada estúpido anhelando poder probarla o sentirla.

Pero Bella ahora era mía. Mía y de nadie más, pesare a quien le pesare.

Sin poder evitarlo, mi mente viajó a La Push y la cara de Jacob Black apareció de repente. Debía reconocer que él era el único que realmente me había hecho luchar. Realmente la había amado y deseado… pero ese chucho estaba a años luz de sentir el mismo deseo que un siglo de castidad y sobre todo, el mismo amor que yo había acumulado en un siglo de soledad.

-Si es así. ¿Por qué parece que te estás debatiendo entre la vida y la muerte?

-Porque lo estoy haciendo -. Contemple su cuerpo desnudo una vez más y acerque mis labios a su palpitante cuello. Podía escuchar su sangre corriendo despavorida por cada una de sus terminaciones.

Realmente me estaba debatiendo entre “su” vida y “su” muerte

-Te amo y te deseo demasiado… créeme, demasiado. Tengo tanto miedo de herirte –susurreé dando cortos besos a su piel.

Bella acunó mi rostro con sus dulces manos y me obligó a mirarla a los ojos.

-Edward. Jamás me sentiré más segura en otros brazos que no sean los tuyos. Confío en ti.

La calidez de su voz, me envolvió como si me hubiesen echado gasolina y me prendieran un fosforo. Sin poder evitarlo más me acerque a sus labios y dejé que nuestras lenguas se mezclaran. Sus brazos se enredaron en mi cuello y acercó mi rostro más al suyo.

Mis manos empezaron a deslizarse por su cuerpo. Traté de tocarla lo más tranquilo posible. Todo debía de ser suave y despacio por su seguridad. Pero Bella empezó a gemir deliciosamente contra mi boca.

¡Rayos!

Eso hizo pedazos un siglo de autocontrol. Me volvía loco escucharla así. Era una sensación poderosa que retumbaba en mi vientre bajo y recorría todo mi cuerpo.

Inocentemente empezó a restregar sus caderas contra mi piel y mi boca no pudo reprimir otro gruñido animal. Sus movimientos eran tímidos, pero conforme seguíamos aumentando la intensidad de los besos, sus movimientos se tornaban más seguros y precisos.

Una de sus manos traviesas y aun temblorosas, se metió entre nuestros cuerpos hasta llegar a mi excitación. Sentí como si mi cuerpo hubiera estado cargado de sangre y se hubiese acumulado en ese punto… en ese preciso momento. Gruñí estrepitosamente en su boca.

¡Maldición! Esa mujer no valoraba su vida.

Alargué una de mis manos hacia la blanca sabana y la apreté al punto de casi hacerla añicos. Podría jurar que en mis ojos no había ni pizca del color dorado que me adornaba esa mañana. Mi respiración estaba agitada aun apresar de que no necesitaba del aire, y tenía tanto calor que me obligaba a respirar para tratar de bajar la temperatura de mi cuerpo.

Estaba desesperado por volver a probar sus pechos o alguna de esas partes de su cuerpo que jamás me había permitido ni siquiera imaginar. Inútilmente claro estaba… mi cerebro ya me había traicionado muchas veces de mil y un formas con la imagen desnuda de Bella.

Piel contra piel.

Cuerpo contra cuerpo.

Fuego contra hielo.

Sin poder controlarme más, separé mi boca de sus labios y tracé un camino de besos ansiosos hacia sus pechos. Dude un momento. Si volvía a probarlos era probable que ya no me pudiera detener. Levanté la vista y desesperado busqué la aceptación de mi musa.

Cuando ella volteo a mirarme. Me desmoroné. Sus ojos ardían de deseo. No necesitó decirme “hazlo”. Su mirada lo gritaba. Mi ansiosa boca se posó sobre uno de sus pezones y ella dejó caer su cabeza en el acto más sensual que había visto. Los gemidos de Bella llenaron la habitación como si fuera una canción mientras yo lamia y succionaba.

No me di cuenta en qué momento mi boca se encontraba en su otro pecho y mi mano masajeaba, alternando entre uno y otro.

Mi mente estaba nublada. Solo podía pensar en los gemidos de mi esposa, en su delicioso sabor, en lo endemoniadamente bien que olía, en su frenético corazón y en la fuerte palpitación de mi propia excitación.

A veces me asustaba al escuchar un quejido de su parte y me detenía. Pero al mirar su rostro solo lograba excitarme más. Sus quejidos no eran más que muecas gloriosas que estaban diseñadas para excitar a cualquier hombre. Incluso hasta hacerle olvidar el nombre. Por supuesto que en mi tenían el triple efecto. Bella era mi perdición. Me empecé a sentir fuera de control.

Mis manos empezaron a desplazarse por su cuerpo. No había ningún pedazo de su templo que alguna de mis extremidades no quisiera explorar. Toqué todo lo que estuviera tapizado con su suave y ardiente piel. Pero cuando sentí volverme loco fue cuando mi mano se posó sobre su centro húmedo. La ponzoña bañaba mi lengua como si hubiese abierto un grifo. El olor que emanaba era tan intoxicante, que no pude reprimir a mi lengua viajar hasta ahí y probar de ese elixir liquido que derrochaba para mí.

En el instante que mi lengua se puso en contacto con el centro más cálido de su cuerpo, Bella arqueó la espalda y soltó un grito sordo.

¡Rayos. Bella era más deliciosa de lo que jamás había imaginado!

Ese sabor era incomparable. Lo único que podía asemejársele era el mismo sabor de su sangre. Casi con angustia y desesperación bebí de ese manjar prohibido.

Bella jadeaba ruidosamente mientras sus manos se retorcían en mis cabellos. Traté de ser sumamente delicado. Pero por más delicado que fuera… sabía que Bella lo sentía intensamente.

Bebí sin cansancio, mientras Bella gemía, gritaba y agarrotaba los dedos de sus extremidades. Mientras más la escuchaba así, más rápido mi lengua actuaba. Estaba mal. Debía detenerme. Pero ya había probado el sabor de su intimidad, y difícilmente hubiera sido capaz de alejarme de ella. Lo único que deseaba era hacerla feliz y cumplir cada uno de sus caprichos. La prueba más contundente es que estaba ahí. Tocando su cuerpo. Bebiendo su piel. Besando su centro. Amándonos sin control, ni medidas.

-Ed..ward…

Jamás había creído posible escuchar mi nombre de esa forma. Casi me vuelvo loco. Su corazón empezó a bombear más fuerte de lo que ya hacía y empezó a gritar. Quise frenarme… quizás la estaba lastimando. Pero el elixir líquido empezó a fluir mucho más abundante y mi lengua no podía hacer otra cosa más que probar y beber. Solté grititos guturales que competían con sus jadeos. Entonces lo comprendí. Bella había alcanzado el orgasmo.

Mi pecho se infló de orgullo. Mi esposa disfrutaba de nuestra primera noche. Aun estaba viva y al parecer se encontraba en perfectas condiciones.

Cuando terminó de temblar, dejo caer la cabeza estrepitosamente en la almohada. Levanté mi rostro y le sonreí de esa manera que yo sabía ella adoraba. Su corazón -que acababa de recuperar su ritmo normal-, volvió a latir rápidamente. Me incorporé a un lado de su cuerpo y alargué mis brazos para juntarla en mi pecho.

Bella volteó a mirarme y yo le dediqué una sonrisa sensual mientras lamia el contorno de mis labios para limpiar los restos de su excitación. Su cara se puso de la tonalidad más fuerte del carmesí y su corazón la volvió a delatar, palpitando desesperado.

-¿Qué sucede? –Pregunté con picardía en mi voz.

-Eres increíble. -Bufó Bella escondiendo su cabeza en mi pecho. –No sabes lo que me acabas de hacer sentir.

-Puedo darme una idea.- respondí sonriendo. Lo que ella no sabía era lo que sus gritos, sus gemidos y su sabor habían provocado en mí. Estaba tan ansioso de ella que hasta dolía.

-Lo dudo. -respondió con la cabeza aun gacha.

-Bella… -Tome su rostro y alineé su ojos con los míos. –No me prives de mirarte, por favor. Necesito perderme en tu mirada. Necesito de ti.

-Y yo de ti Edward.

Un segundo después mi boca estaba sobre sus labios. La pegué a mi cuerpo sin dejar un milímetro de separación. Algo pareció encenderse entre nosotros. Dentro de nosotros.

La excitación que sentía por ella, jamás la había sentido con nadie más. Era un sentimiento intenso, poderoso… como si tuviera vida propia. No podía negar que algunas veces no comprendía la actitud de los miembros de mi familia conforme al tema. Me reí internamente al comprender la afición y el entusiasmo por encontrar el momento perfecto de poder pertenecerse el uno al otro.

Mi mano se atrevió explorar otro poco más y sentí sus suaves glúteos por debajo de mis dedos. Bella se arreplegó más a mi cuerpo y soltó un gemido. Tuve la sensación de que me habían robado el aire. Eso nunca me había ocurrido antes, ¡se suponía que yo no necesitaba del aire!, pero me sentía en plena caída libre sin saber cómo había empezado a caer.

Sentía una urgencia que me aguijoneaba, como una llama corriendo por un camino de gasolina. La deseaba con una fiereza que de verdad me dolía. Me habría asustado si hubiera parado un microsegundo para pensar en ello. Pero no podía parar.

Solo podía seguir y saborear.

Saborear intensamente mientras deslizaba los labios por su cuello y escote. Pensamientos y deseos se convirtieron en un torbellino mientras descendía metódicamente por su torso.

La volví oír gemir y pensé que iba a disolverse en una nube de vapor. Ella emitía ruiditos leves, como los de un animal. Tenía la sensación de que el cuerpo de ella vibraba, latía con el contacto.

Bella casi no podía respirar cuando enterró los dedos en mi cabello y me apretó contra sí. Urgiéndome a seguir, aunque su cuerpo se estremecía y temblaba.

Esa mujer quería matarme.

Perdí la conciencia de mi mismo. Urgentemente mi boca subió para alcanzar la suya y mezclar nuestros alientos. Las manos de Bella empezaron a tocarme. Ya no podía contenerme. Me abrí camino entre sus piernas y frenetico acerqué mi erección a su entrada.

Me detuve de golpe.

Estaba a punto de arremeterla con todas mis fuerzas. Jadeé asustado.

Podía haberla matado.

Podía haberla perdido.

Y todo por no ser digno.

Por no ser fuerte.

Yo no merecía poseerla.

Cuando estaba a punto de quitarme, Bella enrolló sus piernas en mi caderas y se arrepegó a mi dureza.

-Bella… - siseé con voz poco humana.

-Hazlo. Por favor.

Levanté la vista y sus ojos estaban angustiosos y al borde de las lágrimas.

Maldición. ¿Jamás podría negarle nada?

-Te amo…

Alcancé a musitar antes de enterrarme sobre ella. Bella gritó, su corazón amenazó con salirse, su respiración se hizo pesada y su espalda se arqueó completamente. La sensación de suavidad y calidad de su interior volvieron a cegar mi razón. La cabeza me daba vueltas. Me quedé un momento inmóvil. Tuve que tragar la ponzoña que llenaba mi garganta. Después de lo que me parecieron horas, la respiración de Bella empezó a normalizarse un poco.

-Quiero ser tuya… por siempre y en todos los sentidos. Tómame, Edward Cullen.

Volví a gruñir y empecé a moverme contra ella. Cada vez más ansioso. Cada vez más rápido. Aun estaba la voz en mi interior que me gritaba: LA MATARAS, CON CUIDADO. Pero cada vez se escuchaba más distante. Mis manos ansiosas la acariciaban mientras la penetraba una y otra vez.

Estaba seguro de que mi fuerza era la justa. Estaba seguro de que todo saldría bien. Estaba seguro de que la amaba y que ese era el momento más feliz de mi existencia.

Ella empezó a palanquearse contra mí y sentí un escalofrió recorrerme de cuerpo entero. Empecé a apretarla con tanta fuerza que sentí que Bella podía apenas respirar. Me percaté y bajé el ritmo.

-No… No, por favor.

Volvió a palanquearse y juntó nuestras caderas al punto máximo. Sentí que moriría. En ese momento me sentí mas humano que nunca.

El calor del interior y de la piel de Bella eran como un imán. Sus gemidos y gritos eran poesía. Solo quería escucharla gemir más alto y más fuerte. Ordenaba a mis caderas no ser bruscas, pero esa frágil humana tentaba contra la suerte arrepegándose más a mí.

No me había dado cuenta en qué momento había dejado de respirar, quizás lo había hecho inconscientemente para no sentirme más tentado por su cuerpo. Pero en el momento que se me ocurrió respirar fue mi perdición.

Sangre.

El monstruo me atacó. Su himen se había roto y había sangre por las sabanas. A decir verdad ,no era mucha, pero ese olor combinado con la de su piel ardiente y su excitación, despertaron un millón de sentimientos encontrados. Maldije a los cuatro vientos y empecé a arremeter a Bella con más ansias. Mi cabeza daba vueltas. Tenía tantas ansias de su piel, de su cuerpo, de su sangre, de su amor. Tenía ansias de toda y de cada una de las partes que conformaban a Bella Swan, que por un momento vi todo en cámara lenta.

Su hermoso rostro en forma de corazón: rosado y con muecas de placer mientras jadeaba. Sus pechos suaves y firmes: brincando con cada arremetida. Sus manos dulces y cálidas: haciendo nudos con la sabana. Su delgado y fino cuello: dispuesto y rebosante de la sangre más deliciosa.

La sangre de mi Tua Cantante… la sangre de mi Bella… la sangre de mi esposa.

Gruñí desde el fondo de mi estomago y vi como mis dientes se disponían a degustar del manjar de su sangre. A milímetros de su cuello…

Me detuve.

¿Qué estaba haciendo?

Mi amor por ella era más fuerte que cualquier otra cosa. Yo no podía vivir sin ella. Ella era mi vida. Mi motivo para seguir por la eternidad. La razón por la cual mi corazón muerto parecía palpitar. Bella Swan era mi esposa y yo la protegería y la amaría siempre.

Desvié mi boca y alcancé una de las blancas almohadas. La apreté contra mis dientes y empecé a sacudirla mientras mis caderas hacían posesión de las curvas femeninas que adornaban la cama.

Las plumas empezaron a volar por los aires. Pero poco podían importarme. Había entrado en un estado de frenesí y no me podía detener. Mi dureza arremetía contra su cálida cavidad sin tregua. Era tan tibia y suave que sentí que no soportaría más. Volví a sacudir la almohada hasta verla desecha y sentir más plumas acariciando mi cuerpo y unas que otras posándose sobre Bella. Casi me puse celoso de las malditas plumas que se atrevían a tocar su cuerpo cuando yo lo estaba poseyendo. Escupí el resto de almohada y tomé a mi musa de la espalda, para levantarla e invadirla por los aires. Era tan ligera que no tuve ningún problema.

Bella empezó a gritar como nunca y creí que su corazón se detendría en un paro cardiaco de lo rápido que palpitaba. Empezó a apretarse contra mi dureza y arqueó su espalda. Bella estaba teniendo su segundo orgasmo. La deje caer en la cama, no podía mas.

-Ed..ward… Te a..mo.

Solo necesito de tres palabras para que me desquiciara por completo. Alcancé otra almohada para reprimir mis ansias de morderla. El placer que sentía en ese momento era insoportable. La penetré con ahínco y devoción.

Me atreví a contemplarla una vez más… era más perfecta de lo que jamás había creído. No había nadie que se le pudiese comparar. Nadie. Ella era tan única, tan apasionada, tan amorosa, tan justa, tan…

Bella.

Di tres envestidas más para unirme a sus gritos y jadeos. El orgasmo me envolvió y me envió directito y en primera clase al cielo. Era curioso porque yo había creído que nosotros no teníamos derecho al cielo al no tener un alma y sobre todo por la condición de nuestra naturaleza. Pero me di cuenta de mi error. Yo tenía mi propio pedazo de cielo. Todo el tiempo lo había tenido justo a mi lado… Bella era mi cielo privado y personal.

Me vi en la necesidad de respirar para poder obligar a mi cuerpo volver a la tierra. Su exquisito olor ya no me calaba tanto. Seguía saboreándomelo, pero era más fácil controlarlo. Me deje caer sobre su cuerpo. No estaba cansado, pero si aturdido y en las nubes. Después de unos minutos me deje caer de espaldas y la envolví en mis brazos. Aun no podía creer lo que acabábamos de vivir.

Ambos seguíamos jadeando. Sonreí extrañamente y casi a carcajadas. Me sentía fuera de mí. Era una sensación de orgullo, alegría y posesión.

Ella sonrió contra mi piel y suspiró. Besó mi pecho y cerró los ojos. Imaginé que estaría exhausta después de dicha experiencia. Me dediqué a acariciarle su sedoso cabello achocolatado y apretarla más fuerte a mi pecho. Sentí su respiración acompasada, y supe que se había quedado dormida. Besé su frente y la contemplé amorosamente.

-Definitivamente eres mi perdición… Bella Swan. -Sonreí y me corregí a mi mismo. -No... Bella Cullen.

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bueno aqui ta otra parte de este fic jajajajaja!!!!

espero le guste este capi como ami jajajaja!!! atte.. Jb

Capítulo 1: parte 1 Capítulo 3: parte 3

 


 


 
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