-¿Dónde estamos?- Preguntó mi Bella. La única humana en todo el mundo que me había hecho perder la razón. Aquella que me había convertido en un ser irracional… un ser que solo podía existir para amarla.
Su hermosa cara en forma de corazón, estaba llena de asombro y de felicidad. Aún estaba preocupado por su renuencia a casarse conmigo. Pero parecía que ya no debía preocuparme más. Mi dulce y frágil humana era ahora mi mujer… mi esposa, y parecía feliz de serlo.
Sonreí ampliamente.
-Es la isla Esme-
Le expliqué que era un regalo de Carlisle para Esme y que se habían ofrecido a prestárnosla. Bella frunció un poco el ceño. Quizás pensó en que era un poco exagerado que alguien regalara una isla. Pero regalar una isla no sería nada a comparación de todo lo que Bella se merecía y yo deseaba darle. Si en mis manos estuviera, le regalaría el universo entero.
Una vez llegamos al muelle, me acerque sonriente a mi esposa y la tome en brazos.
-¿No se supone que debemos esperar llegar al umbral de la casa?- preguntó nerviosa, mientras yo saltaba con ella fuera del barco.
No pude evitar sonreír aun más.
-No soy nada si no lo hago todo a fondo-
Con una mano sujeté las maletas, mientras que con la otra acunaba a mi delicada esposa. Empecé a caminar por un sendero arenoso que en cierto punto se perdía con la vegetación. Era como andar en la jungla.
Después de unos minutos alcance a distinguir la luz de nuestra estancia. El lugar donde pasaríamos nuestra primera noche juntos… como marido y mujer. Los nervios empezaron a apoderarse de mi ser.
Bella se removió incomoda y su corazón empezó a latir de una forma sumamente alarmante. Volteé a mirar a mi ángel pero ella evitaba mi mirada. No tuve el valor de preguntarle el motivo. Sentí que si decía algo mi voz se escucharía débil. Decidí que el silencio era mi aliado en ese momento.
Esa sería la noche en la que Bella exigiría que completara el trato. Ella había cumplido ya, casándose conmigo. Ahora era mi turno de… poseerla. No era que no quisiera hacerlo. Si desde la primera vez que toque sus labios había sentido la necesidad de probar su cuerpo. Sus finas curvas siempre me habían tentado. Pero estaba aterrado. Lo último que quería en la vida era lastimar a mi frágil humana…
A mi frágil esposa.
Mi Bella.
Deje las maletas en el ancho porche para abrir las puertas, que no tenían llave.
Volteé hacia mi ángel y busque su mirada. Sentí la necesidad de sentir su aprobación para poder entrar al lugar donde ella y yo…
Nuestras miradas se juntaron. Solo después de mirar sus ojos marrones, tome el valor, y cruce el umbral en silencio. Me dirigí por los cuartos, encendiendo las luces para que Bella se fuera familiarizando con el lugar. Sonreí un poco al sentir a su frenético corazón bombardear precipitado. Quizás si el mío aun latiera, estaría igual que el suyo.
Llegue hasta la que sería nuestra habitación, me detuve y encendí la luz. Había ido días antes a isla Esme, para asegurarme de que todo fuera perfecto para Bella. Había escogido la recamara que ninguno de los integrantes de mi familia había utilizado. Agradecí que Esme les prohibiera a Emmett y Rose tocarla en su ultima visita. Esme juraba que algún día seria mi turno en esa isla. Por supuesto que yo me había reído en su momento. Ironías de la vida, ahora estaba aquí. Era “mi turno”.
El estilo de Esme estaba por toda la habitación. Era Grande, en abundante color blanco, la última pared era cristalina y ahí estaba… la enorme cama blanca en el medio. Casi gruñí de imaginarme ahí junto a Bella.
La luz de la luna se filtraba por la pared de cristal, dejando ver la blanca arena. Las olas del mar sonaban a lo lejos, pero su sonido no me llamaba mucho la atención. El sonido que si me inquietaba era el del corazón de Bella que palpitaba aun más fuerte de lo que ya hacía. ¿Seria por la imponente cama?
Baje a Bella. La imagen de la cama y ella se mezclaban en mi retorcida mente. Necesitaba salir de ahí.
-Iré… por el equipaje-
No me tarde ni cinco segundos en ir por las maletas y volver a donde pertenecía: junto a mi esposa. Ella no notó mi regreso, así que en silencio acomode nuestras pertenencias. Dejando todo acomodado, me dedique a observarla caminando por el cuarto, admirándolo y tocándolo. Parecía niña curioseando en alguna juguetería. Mi cerebro me traiciono e imagine a esas pálidas manos que en ese momento tocaban la pared, tocándome… con nuestros cuerpos desnudos. Me maldije a mí mismo.
¡Yo que tanto me había negado a esto… y probablemente era el que más lo deseaba de los dos!
El clima del cuarto era cálido, yo lo había programado así. Por lo tanto, no me extraño ver la gota de sudor que corría por la parte posterior de su cuello. Me acerque y la seque con mi gélida mano.
-Aquí hace un poco de calor- dije en un tono de disculpa. –Pensé… que sería lo mejor.
Yo quería hacer todo lo posible para que Bella lo pasara… bien, en ese momento. Pensé que la temperatura cálida del ambiente podría darle el calor que mi cuerpo probablemente no le podría dar.
-Perfecto- murmuró.
Estaba tan nervioso que no pude evitar reírme. Ella me miro extrañada. Quizás mi risa no había salido tan natural, como me habría gustado.
-Intente pensar en todo aquello que podría hacer esto… más fácil.
La escuche tragar saliva. Eso solo logro que me pusiera más nervioso de lo que estaba. No tenía ningún tipo de experiencia en la materia. Me podía jactar de ser conocedor de miles de diversos temas. Pero en… ese aspecto…
Me sentía como un tonto. ¿Qué procedía?
¿Desnudarla?
¿Desnudarme?
¿Tocarnos?
¿Besarnos?
No sabía qué hacer. ¡Ni siquiera sabía cómo reaccionaría al ver el cuerpo desnudo de Bella! Tenía miedo de estar tan excitado que me olvidara de ser cuidadoso y pudiera lastimarla. Necesitaba prolongar nuestro “encuentro” un poco más, para poder meditar como haría lo que se suponía debía de hacer…
-Me estaba preguntando- susurre pensando en la primera excusa que se me cruzará por la mente. –Si… primero… ¿te gustaría darte un baño nocturno conmigo?- solté sin respirar. Era el pretexto perfecto para darme tiempo de calmarme, mirar a Bella desnuda y tratar de ser más racional. –Seguro que el agua está muy caliente. Este es el tipo de playa que estaba seguro que te encantaría-
-Suena genial- dijo con voz quebrada.
-Estoy seguro que necesitaras un par de minutos para atender tus necesidades humanas… Ha sido un viaje muy largo.
En cuanto termine las palabras acerque mis labios a su garganta que gritaba para mí y la rocé suavemente. Su piel estaba más cálida que de costumbre. Pero lo que me hacía más feliz era su loco palpitar. Solté una risita justo debajo de su oreja.
Ella asintió avergonzada. Su rostro se había transformado del pálido al carmesí. No pude evitar sonreírme al ver y sentir, todo lo que provocaba en ella.
-No tarde demasiado, señora Cullen.
Respingo un poco y yo me sonreí más fuerte. Mi corazón muerto casi saltaba cada vez que pronunciaba las palabras. Señora Cullen, mi mujer, mi esposa.
Sin poder reprimirme, mis labios se deslizaron por su suave piel hasta llegar al extremo de su hombro.
-Te espero en el agua.
Me pesó alejarme de su piel, pero lo hice. Me dirigí a la puerta corrediza que daba hacia la playa. Me quite la camiseta y la deje caer por ahí. Sin saber porque y sin realmente necesitarlo, solté el aire y me dirigí al agua. La arena era cálida y la luz de la luna la hacía ver plateada. Era una buena vista. Pero yo sabía que no sería mejor que la que tendría del cuerpo desnudo de Bella.
Me acerque a una palmera y decidí desprenderme del restante de ropa. Contemple mi desnudez por un momento. Odiaba mi dureza, frialdad y fuerza sobre humana. ¿Por qué no podía ser simplemente un hombre? Todo hubiese sido más fácil. Para Bella. Para nosotros.
Si… pero si fueras un hombre, hubieras muerto hace mas de cien años y nunca la hubieses conocido.
Levante la vista en dirección a nuestra estancia. La silueta de Bella se desplazaba al baño. Estaba ansioso por mirarla y probarla. Me recordé a mi mismo que debía de ser fuerte. Que no podía perder el control. Retome mi caminata al mar y no me detuve hasta sentir las suaves olas golpeando mi pecho.
¿Merecía yo, tener a ese Ángel que solo ansiaba estar conmigo?
Probablemente no. Pero lo tenía. Bella era mía y muy pronto… su cuerpo también lo seria.
Me sumergí tratando de controlar las ideas. Pero cada vez que cerraba los ojos, una imagen de Bella me azotaba.
Besándonos.
Acariciándonos.
No tenía remedio. Era un maldito vampiro pervertido y enamorado. Sonreí resignado. Salí a flote y volteé hacia la luna.
Cerré los ojos. Decidí confiar en mi amor. Por una vez de maldita existencia decidí confiar en mí mismo. Bella lo deseaba y yo lo deseaba aun más que ella.
La garganta me ardió y abrí los ojos de golpe. Bella se estaba acercando. Claramente podía escuchar sus pies golpeando la arena. Decidí permanecer inmutable y esperar a que mi ángel se acercara. Las olas empezaron a romperse en su cuerpo. Después de un momento que me pareció eterno, se coloco a mi lado y puso su cálida mano sobre la mía que yacía sobre el agua.
-Qué hermoso- dijo, imitando mí pose.
-No está mal- conteste simplemente.
Era cierto que tenía una buena vista. Pero estaba más concentrado en el cosquilleo que producía su mano sobre la mía. Decidí encararla. Lentamente me gire, solo para darme cuenta de que Bella estaba desnuda. Un escalofrió recorrió mi espina dorsal. La luna la iluminaba de tal forma que parecía una diosa. Era la imagen de la perfección. Dulce, hermosa, sensual. No cabía duda de que jamás en mi existencia había conocido a otra mujer que pudiera provocarme de esa manera. A veces tenía miedo de que me hubiera vuelto loco y que tan magnífica criatura fuera una treta de mi imaginación.
Volteé la mano y entrelace mis dedos con los suyos bajo el agua.
Era real.
-Pero yo no usaría la palabra “hermoso”- continúe. –No cuando tu estas aquí y se puede comparar.
Medio sonrió y levanto su mano libre para ponerla en donde se suponía debía latir mi corazón. Su piel era sumamente cálida. En cuanto me toco me estremecí sin poder evitarlo y mi respiración tendió a ser áspera. Estaba excitado. Estaba asustado. Su solo contacto me había dejado la mente en blanco y todas mis ideas de seguridad se habían ido al carajo. Pero por sobre todo la deseaba. La amaba. Anhelaba hacerla mía en todos los sentidos posibles.
-Te prometí que lo intentaría- susurre tenso. –pero si… si hago algo mal, si te hago daño, debes decírmelo al instante.
Asintió solemnemente, manteniendo sus ojos en los míos. Se acerco e inclino su cabeza en mi pecho.
-No tengas miedo- me susurró. -Somos como una sola persona.
En ese momento mis miedos… se disiparon. El momento era exacto. La realidad de sus palabras retumbaron en mí ser.
Una sola persona…
-Para siempre- complemente, para tomarla de la cintura y acercarla a mí. Nuestros labios se fundieron en el beso que iniciaría la culminación de nuestro amor mientras que nuestros cuerpos se sumergían al unisonó en la oscuridad del agua.
Ya no había vuelta atrás.
Por primera vez le permití a mis manos tocarla en aquellos lugares, que yo había marcado como prohibidos o imposibles. El beso se intensificaba mientras una de mis manos bajaba por su espalda y llegaba hasta lo más bajo que podía llegar. Bella se arqueo hacia mi cuerpo, chocando su pelvis en la mía. Tuve que reprimir el salvaje gruñido de mi garganta.
No había vuelta atrás, mi excitación estaba a la vista y supe que ella la sintió cuando se separo de mi boca y gimió.
Parecía que danzábamos en ese oscuro mar. Nuestros besos eran fuertes, intensos, poderosos y cargados del más puro amor. Sus manos eran firmes a la hora de recorrer mi cuerpo y frotarme. Sabía exactamente donde tocar y como. O por lo menos así lo sentía yo.
De verdad que no me reconocía a mí mismo. Quería acariciarla entre los muslos y oírla gemir más fuerte de lo que hacía. Quería llenarme de ella. Llenarla de mí.
La tome en brazos y casi a trompicones camine sacándola del mar y llevándola dentro de nuestros aposentos.
Estábamos llenos de arena y probablemente mi piel estaría salada. Así que sin siquiera preguntar me dirigí al baño, nos metí a la tina y abrí la regadera con agua caliente. Bella se estremeció al contacto con el agua, pero la abrace más fuerte juntándola en mi pecho. Pareció estar complacida junto a mi cuerpo. Una vez se aclimato la separe y pude contemplarla mejor. Mi imaginación retorcida no le hacía justicia a sus finas y suaves curvas. Su inocencia no tenía nada que ver con su sensualidad. No era simple, no era sencilla, no era ostentosa, no era exagerada… era perfecta.
-Edward…
Era la primera palabra que pronunciaba desde que nuestros labios se habían juntado. Sonreí implacablemente al notar su rubor por todo el cuerpo, respondiendo a mi enardecida mirada que no hacía otra cosa más que devorarla.
Su corazón palpitaba extremadamente rápido y me hacia sumamente feliz saber que lo hacía por mi causa. Tome la esponja, la frote en la barra del jabón y me acerque a su cuerpo. Empecé con su cuello, trazando suaves círculos. Lentamente baje hacia sus senos. La ponzoña se acumulo en mi boca cuando empecé a masajearlos y el pecho de Bella subía y bajaba a gran velocidad. Sus pezones estaban rectos, rosados y parecían llamarme. Trague en seco la traicionera ponzoña. Sin poder controlarlo más, deje que el agua cayera sobre sus senos para después remplazarla con mi boca.
-Ed...
Las palabras se quedaron en el aire. Lamí, chupe y mordisque todo a mi paso. Era una maquina devoradora y mi víctima era el cuerpo de mi esposa. La espalda de Bella estaba completamente arqueada hacia mí. Invitándome a seguirla degustando. Haciendo más fácil que mi boca llenara su pecho. Haciendo más placentero el recorrido de mi lengua sobre su calidez. La sangre de Bella hervía y eso solo provocara que oliera mucho más que bien.
Olía endemoniadamente bien.
Sus jadeos, su olor y su sabor… me estaban volviendo loco.
-Bella… eres lo mejor que he probado- dije con voz tosca.
Entre su cara de satisfacción pude notar su sonrisa. Parecía que lo estaba haciendo bien. Cerré el agua y mi boca se separo de sus senos para robarle otro beso enardecido.
Bella me respondió igual enredando sus manos en mi cabello y juntando nuestras lenguas en el beso más desesperado y salvaje de la historia. Trate de controlarme, pero Bella me lo hacía imposible con su inocentes movimientos y sus ansias de mi.
Otro gruñido brotó de mi garganta y volví a tomarla en brazos para dirigirnos a la cama en donde la poseería. En donde seria mía. Donde cumpliría nuestras fantasías y nuestros deseos.
Los miedos aun estaban presentes y me gritaban a los lejos. Pero no era yo mismo en ese momento. Era simplemente un vampiro enamorado, viviendo la experiencia más maravillosa de su vida.
Suavemente la recosté en la cama. El deseo me estaba comiendo vivo. Anhelaba saber que se sentiría estar dentro de ella. Estar en donde nadie más había estado. Conocer ese rincón de gloria que estaba reservado exclusivamente para mí.
Deseaba romper las barreras de la naturaleza una vez más y demostrar que el amor es más fuerte que cualquier otra cosa.
-Edward…
-Dígame, señora Cullen
-Te amo- musito con un brillo especial en los ojos.
-Lo sé.- Musite acercándome suavemente a su cuerpo desnudo, colocando una de sus manos en mi pecho. –Yo te amo aun más… Bella Cullen. Eres quien hace que este corazón muerto vuelva a la vida.
Sus ojos se llenaron de lágrimas y guie mi rostro a su boca.
Bella era mi vida entera y me rehusaba a seguir la existencia sin su compañía. Me dedicaría a amarla y complacerla. Siempre seria fiel y siempre estaría a su lado. Le dedicaría cada uno de los segundos, minutos, horas y días de la eternidad que nos deparaba juntos.
Completamente suyo.
Eternamente suyo.
bn espero les alla gustado y comenten para ver si sigo subiendo, bn vuelvo a repetir esta histora tan fantastica NO me pertenece sino a kokoro
ATTE..JB
|